El cine y la televisión han sabido retratar con acierto en numerosas ocasiones los claroscuros resortes de la política. Algunos ejemplos recientes ponen de manifiesto una vez más que quienes eligen a los líderes políticos no son precisamente los votantes.
Que Goldman Sachs haya sido en buena medida una de las causantes de la actual crisis económica mundial, y que quienes lideran la posible solución a la crisis sean secuaces de Goldman Sachs no es nada tranquilizador. Mario Draghi, director del Banco Central Europeo, fue vicepresidente de Goldman Sachs en Europa entre 2002 y 2005; Mario Monti, sucesor de Silvio Berlusconi en Italia (sin referéndum de por medio) es uno de los asesores internacionales de Goldman Sachs desde 2005 y miembro del Grupo Bidelberg que, según muchos, controla la economía mundial; Lukás Papadimos, sustituto de Papandreu en Grecia (sin referéndum de por medio) fue uno de los "maquilladores" del déficit griego desde su posición de gobernador del Banco Central de Grecia con el apoyo de Goldman Sachs.
Así las cosas, la reflexión nos lleva hacia historias que transmiten precisamente la fortaleza de la corrupción política y económica. Una de las más clarificadoras es, también, una de las series más brillantes de la temporada. Boss, producida por Gus Van Sant, encargado también de dirigir el episodio piloto, ha logrado dos cosas casi impensables: demostrar un estilo propio que se mantiene al margen de la estética habitual televisiva y ofrecer a Kelsey Gramer la posibilidad de deshacerse de una vez por todas de esa etiqueta cómica que tanto éxito le dio con Frasier y tanto daño le ha hecho en su carrera posterior. En buena medida, su renacimiento como actor se produjo en la nueva versión con Broadway del musical La jaula de las locas que protagonizó el año pasado. Pero Kelsey Gramer ya no es Frasier Crane, se ha convertido en el perspicaz, sereno, mordaz, patético y cabronazo alcalde de Chicago. Tom Kane no solo actúa como representante político de los ciudadanos, sino como dueño y señor de una ciudad que mantiene a raja tabla con todo lo que sea necesario, ademanes de mafioso incluidos. La realidad que presenta la serie muestra a un líder encumbrado gracias a su bragueta y al apoyo de los seniles marionetistas económicos.
En cierto modo, Tom Kane es un reflejo actual de Nucky Thomson, el gestor del alcohol ilegal que circula por Atlantic City interpretado por Steve Buscemi en Boardwalk Empire. Igual que aquél, éste acaba siendo traicionado por quienes le llevaron a lo más alto. La segunda temporada de esta serie producida por Martin Scorsese y Mark Whalberg consigue mejorar a la primera (igual que ha ocurrido este año con otra serie de culto, Justified). Con más ritmo, una trama de traiciones mucho más atractiva, casi shakesperiana, mayor sordidez y mayores dosis de violencia (algunos episodios son brutales en este sentido), Boardwalk Empire lanza a su protagonista hasta lo más profundo del infierno. Pero ¿es Nucky Thompson capaz de sobrevivir? Los que seguimos la serie no tenemos la más mínima duda.
Aunque hemos hablado de ficciones que más o menos puedan tener cierto reflejo en la realidad pasada o presente, el escalofrío nos entra con documentales como Casino Jack and the United States of Money (2010), de Alex Gibney. La película describe el auge y caída de Jack Abramoff, recaudador de dinero para la causa republicana que acabó creando una trama de corrupción y estafa en torno a altos cargos del partido, e incluso llegó a producir películas como Red scorpion (1988), protagonizada por Dolph Lundgren, para promover sus ideas anti-comunistas. Su historia de posicionamiento a base de regalos, puterío y viajes a políticos republicanos se convirtió también en película de ficción: Casino Jack (2010), de George Hickenlooper, que contaba también su historia en tono de comedia, con Kevin Spacey dando vida al estafador.
Curiosamente, a pesar de que destacadas personalidades del partido republicano (y alguno del demócrata) estuvieron claramente implicados en la trama corrupta, el senador John McCain, encargado de la comisión de investigación (y por cierto, apoyado en su defenestrada carrera hacia la candidatura republicana a la Casa Blanca por Kelsey Gramer), se las ingenió para dejar la investigación justo en el punto en el que corrían peligro sus amigos puteros. Como en Boss o Boardwalk Empire, simplemente se trata de una cuestión de fidelidades, traiciones e impudicia.
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