Continúa celebrándose el Festival Internacional de Documentales Docsbarcelona en formato híbrido, tanto presencial como online, con una selección de 37 largometrajes y 11 cortometrajes que se presentan en sus diferentes secciones, y bajo la premisa "Miradas inquietas", un encuentro con esa capacidad especial para captar historias diversas, tanto presentes como pasadas, en formatos a veces experimentales y otras usando los géneros tradicionales que están más cerca de la ficción. En esta crónica hablamos de retratos de artistas y de perspectivas diferentes de la sociedad moderna, de la reivindicación y de la protesta.
PANORAMA
Kim Tschang-Yeul está considerado como uno de los artistas más importantes de una generación de creadores coreanos que surgió del exilio provocado por la Guerra de Corea de 1950. Durante su exilio en Nueva York y, principalmente, en París, desarrolló un estilo que se basó en la utilización de un solo motivo principal: las gotas de agua. Kim Tschang-Yeul falleció el pasado mes de enero, pero casi como representación póstuma de su obra artística fue el protagonista del documental L'homme qui peint des gouttes d'eau (Oan Kim, Brigitte Bouillot, 2020), dirigido por su hijo, que se presentó en Hot Docs 2021. El retrato que hace de su padre es el de una imagen enigmática, que provenía de un hombre que parecía siempre absorto en sus propios pensamientos, cuya comunicación con sus hijos fue parca en palabras. "Quien sabe, no habla; quien habla, no sabe", solía decir. Pero esta casi ausencia expresiva, que a veces se rompe con algunas anécdotas sobre su vida o algunos pensamientos igualmente enigmáticos, permite también la creación de un documental que se mueve entre el retrato biográfico y la búsqueda poética del interior del artista.
Su infancia, en un pequeño pueblo del que nunca dice su nombre, coincide con la época turbulenta del dominio colonial japonés y la guerra de Corea, en la que fue obligado a participar como soldado comunista. De alguna forma, pareciera que esa ausencia de palabras proviene de su experiencia terrible en el campo de batalla, que describen sus hermanos, porque Kim Tschang-Yeul no solía hablar de ello, quizás atenazado por ese sentimiento de culpa de quien ha sobrevivido después de haber visto morir a sus amigos. La muerte adopta una presencia constante, también en su obra: "Pintar gotas de agua es borrar los recuerdos", dice, "todos los males y las angustias a través del agua. Para mí, pintar es un acto de consolación por el alma de los muertos".
Utilizando su propia voz como elemento de narración o de reflexión sobre la obra de su padre, Oan Kim consigue crear un documental que tiene algo de esa abstracción que abrazó Kim Tschang-Yeul como pintor cuando residía en Nueva York, alejándose de los movimientos artísticos más conservadores. Las gotas de agua que caracterizan su obra, a partir de los años ochenta fusionadas con la caligrafía tradicional coreana, tienen muchas interpretaciones, pero todas ellas conectan con las cicatrices emocionales del pasado: "Si fueran lágrimas", reflexiona Oan Kim, "serían de una tristeza abstracta, genérica y sin objeto". El documental también es un recurso para la comunicación entre padre e hijo, un puente creativo que intenta establecer la conexión que, aparentemente, no parece existir, pero que poco a poco se va haciendo más transparente. Es un acercamiento íntimo, que parece esconder también una profunda admiración y, posiblemente, un anhelo de haber podido compartir momentos más cercanos. Podríamos decir que The man who paints water drops reflexiona sobre la forma de conocer los sentimientos más profundos de las personas cercanas, de los traumas que han marcado sus vidas, aunque no haya una expresión abierta, aunque no exista un deseo explícito de compartirlos.
El mundo visto desde un espacio de escasos 2 metros. La vida delante de un quiosco de prensa, de esos que cada vez se ven menos en las grandes capitales y ya prácticamente no existen en las poblaciones más pequeñas. Esa es la propuesta de Le kiosque (Alexandra Pinelli, 2020), que fue estrenado en Sheffield Doc/Fest 2020, cuya directora ha conocido desde niña este espacio en el que han trabajado cuatro generaciones de su familia. Ya en la recta final de la vida laboral de su madre, Alexandra Pinelli decide convertirse en parte de ese reducto estrecho de 2 metros y contemplar el exterior desde ese punto de vista, a través de una pequeña cámara colocada en su cabeza. Este quiosco se convierte en el espacio protagonista, por delante del que pasa la vida y a veces se detiene en forma de personajes singulares, de inmigrantes sin papeles, de ancianas cansadas, de indigentes que pierden constantemente su gato, de funcionarios machistas...
Le kiosque es un documental encantador, sencillo pero al mismo tiempo lleno de reflexiones sobre nuestra sociedad. Ese microcosmos habitado por algunos de sus clientes habituales, se ve obligado a afrontar el cambio decisivo de las nuevas formas de comunicación, con la bancarrota de la gran empresa de distribución de prensa en Francia. Ese lugar que ya solo puede mirar al pasado, porque el futuro no existe; el espacio de los periódicos en papel, de los coleccionables inacabables, de las revistas del corazón, de las publicaciones pornográficas que se ocultan entre los suplementos... Esa anacronía convertida en punto de venta que igual también sirve para guarecerse de la lluvia. Se revela asimismo como un espacio habitado principalmente por mujeres: la madre, que después de veinticinco años necesita una retirada a tiempo; y la hija, convertida en directora de su propia historia. Y en el que se habla también de mujeres, de su papel en la sociedad, de su impronta fundamental en esa pequeña intrahistoria que se ha visto reflejada en los medios de comunicación.
SESIONES ESPECIALES
Entre el 30 de septiembre y el 1 de octubre se celebró la iniciativa Llum i Llibertat, que consistía en iluminar las ciento treinta y una agujas del macizo de Montserrat con otras tantas luces que representaban a los 131 presidentes que ha tenido la Generalitat de Catalunya. Se trataba de un acto de reivindicación de la independencia de Cataluña y contra los procesos judiciales abiertos contra políticos catalanes que promovieron la desobediencia frente al gobierno central español. Este acto fue organizado por la asociación Artistes de la República, la Asamblea Nacional Catalana de Manresa y la Federación de Entidades Excursionistas de Cataluña, con el apoyo de Òmnium Cultural, y contando con la presencia del ahora expresidente de la Generalitat Quim Torra, inhabilitado por el Tribunal Supremo para cargo público desde septiembre de 2020.
Los organizadores de este acto también querían dejarlo reflejado en un documental que ahora se estrena bajo el título Llum i Llibertat (Ángel Leiro, 2021), que acompaña y entrevista a algunos de los más de 500 participantes que escalaron la montaña para dejar encendidas las luces por la libertad y la independencia. Se trataba por tanto de un acto político y estamos ante una película también política, casi de consumo interno, pero con una evidente mirada internacional, cuya propuesta principal es la de establecer la unidad de muchos catalanes que aspiran a conseguir la independencia. El director Ángel Leira decía en la presentación del documental que "me es muy difícil saber cómo reaccionará el público. Supongo que a la gente independentista le encantará y la gente unionista ni lo valorará. Nosotros hemos intentado que no fuese un panfleto político".
Ciertamente, el enfoque más humano, más centrado en las personas que sintieron la necesidad de participar en esta actividad, huyendo de la participación directa de representantes políticos, que podría haber sido una opción, consigue que Llum i Llibertat no se reciba como un proyecto exclusivamente ideológico, sino como una representación de una libertad de expresión que se muestra a través de la fusión entre la reivindicación y el arte, donde la música también está presente, con la participación de la violonchelista Gemma Abrié, que escaló la montaña cargando su instrumento para interpretar música en una de las cimas. Este sentimiento independentista es una realidad que solo puede entenderse si se escucha a quienes la expresan. "Eso me gustaría saber a mí. ¿Para qué sirve esto?", dice Marc Antoni Malagarriga-Picas, de Artistes de la República. "Supongo que es una inyección, una semilla de esperanza..., de fuerza y de moral de larga duración. Es una cosa que se queda dentro y que va saliendo a lo largo del tiempo". Es una buena definición del sentimiento independentista catalán, que a veces lanza un grito y otras solo susurra, pero que en definitiva es una voz que permanece siempre latente.
DOC-U
Junto al río que atraviesa La Seu d'Urgell, un pequeño pueblo del pirineo de Lleida, Pedro recuerda que uno de sus amigos se tuvo que lanzar con su coche para escapar de la policía. Se trata de una población tranquila, como el propio Pedro, que pasa el tiempo con sus colegas, pero que quiere ganarse un sobresueldo siguiendo los pasos de quienes se dedicaban al contrabando. Els hereus (Sergi Wakefield, Isabel Mier, David Torner, 2021), producido por Blanquerna. Universitat Ramon Llull, acompaña a uno de estos herederos del pequeño contrabando que le permite ganar un dinero extra, y que se ha establecido ya como una alternativa laboral. "Lo importante es que no te lo gastes todo en putas y en drogas", dice Pedro. Lleva veintidós cajas en su primera operación de contrabando de tabaco, amparado por la noche pero con el miedo de ser descubierto por los mossos. La cámara está presente en un proceso aparentemente sencillo, pero no por ello menos peligroso, que consiste en recoger, transportar y depositar. Pero también a veces se hace cómplice del protagonista, transmite la curiosidad que despiertan algunos detalles de esta actividad. En sus trece minutos, es un documental conciso, bien estructurado, que deja para el final la realidad del trabajo como contrabandista.
En Animal salvatge (Maria Besora, 2020), una producción de la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña (ESCAC), que también participó en la programación del D'A Film Festival, la protagonista es Janira, una niña de tres años que vive en una granja donde ha establecido un vínculo especial con los animales que, sin embargo, parece influir en su percepción del mundo de los adultos. Se establece así una conexión muy cercana que la hace especialmente sensible (llora cuando una cabra se queja de dolor mientras le están curando una herida, o cuando una oveja se pierde y no consigue encontrarla...). La directora se acerca a este mundo especial de Janira con delicadeza, con una cámara cercana y cierto aire poético, que captura un entorno que parece mágico. Pero también capta ciertas señales de alarma que reciben los padres cuando en la escuela les advierten que Janira tiene dificultades con el lenguaje. Esta ambivalencia en el comportamiento de la niña se nos muestra en planos más próximos cuando se enfoca en ella, y más lejanos cuando lo hace en el mundo adulto. Janira se convierte así en un personaje que vive una realidad diferente, que se apega a un mundo salvaje como si no quisiera dejar escapar la sensación de que su niñez está ligada a él. Es una historia compleja filmada con gran belleza.
La crisis del sindicalismo obrero ha sido tratada últimamente en varios documentales, entre ellos El año del descubrimiento (Luis López Carrasco, 2020), y también es el tema central del cortometraje A cambio de tu vida (Aurora Báez, Clara López, Sebastián Ramírez, Olatz Ovejero, 2021), que forma parte del Máster en Documental Creativo de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y estuvo seleccionado en el Festival de Cortometrajes de Huesca 2020 y Zinebi 2020. La explosión que tuvo lugar en el mes de enero de 2020 en la Petroquímica de Tarragona, en la que hubo tres muertos y siete heridos, provocó que en febrero se convocara la primera huelga general, que reivindicaba más seguridad y menos precariedad laboral. Aunque la huelga estaba convocada por los principales sindicatos, el ambiente entre grupos de trabajadores era de incredulidad hacia las negociaciones que podían llevar a cabo estos sindicatos, cobijados bajo el paraguas de las administraciones públicas, como una especie de letargo reivindicativo provocado por las subvenciones que reciben cada año. Es un sentimiento de desencanto generalizado, pero que también revela con transparencia la desunión de los trabajadores, de la cada vez más difícil posibilidad de apoyar todos juntos una lucha sindical con un objetivo concreto. Y aunque el planteamiento del documental es claro, no resulta demasiado conciso, alargado en exceso en algunas discusiones entre trabajadores y la policía. Pero refleja una realidad que se manifiesta a través del fracaso de la presión sindical cuando las condiciones de trabajo son cada vez más inestables.
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