La programación de Docsbarcelona 2021 sigue ofreciendo una selección muy interesante de documentales que se han visto en festivales internacionales. Curiosamente, tras el año de pandemia la producción de documentales no ha disminuido, sino que podemos decir que esta es una de las mejores ediciones del festival de los últimos años, que incluye películas notables y una programación muy robusta en cuanto a calidad.
PANORAMA
Lo más simple es a veces lo más difícil. Tan sencillo como transmitir sensaciones a través de la contemplación de la vida en el campo. En santuarios de animales o granjas orgánicas, el director de Gunda (Viktor Kossakovsky, 2020) traslada esta sensación de vida, que funciona como contraposición al acto de matar animales que protagoniza el hombre. Se puede estar más o menos de acuerdo con el mensaje vegano de la película, el que transmite su director en las entrevistas y las entrevistas con argumentaciones má o menos discutibles. Pero lo que no se puede discutir es la belleza formal de esta película, producida por Joaquin Phoenix, vegano desde los tres años y activista contra el traslado de animales a los mataderos.
Seguramente es casi imposible mostrar de una forma más hermosa el sentimiento de empatía por los animales, aquí protagonizado por una cerda que, cual Hitchcock protagoniza la silueta del cartel de la película; un gallo con una malformación y un grupo de vacas, todos ellos filmados en granjas ecológicas de Gran Bretaña, Noruega y España, que son ecológicas pero no dejan de ser granjas. El nacimiento de los lechones de Gunda se convierte en el viaje narrativo de la película, rodada en un blanco y negro que subraya la sensación de cercanía, pero también un cierto aire irreal, como una fantasía orwelliana de un mundo de placidez que parece no existir. La película, que inició su trayectoria de festivales en Berlín 2020, ha pasado prácticamente por todos los festivales de cine posibles, ha sido nominada a los Premios del Cine Europeo, pero no consiguió ser finalista en los Oscar, para los que parecía ser una de las favoritas.
La cámara de Kossakovsky se sitúa a la altura de los ojos en muchos casos, subrayando la empatía con los protagonistas animales. La presencia del ser humano es puntual, lejana a través del sonido, pero prácticamente ausente, incluso en el momento crucial de la muerte. Hay que alabar la decisión del director de dejar fuera los momentos más crueles de la vida en la granja, porque muchas veces se confunden ser reivindicativo con mostrar esta crueldad. "Es más efectivo", dice el director, "enseñar la belleza del mundo animal que mostrar la violencia". Y parece tener razón, porque Gunda es más emocionante y reflexiva que mil campañas sobre la crueldad elaboradas por asociaciones animalistas. Pero el final es inevitable. Esos últimos quince minutos son tan expresivos y tan desgarradores al mismo tiempo. Es la manifestación de la vida (y la muerte) en imágenes hipnóticas. La poesía de la supervivencia.
Presentada en el Festival de Sundance 2021, Playing with sharks: The Valerie Taylor story (Sally Aitken, 2021) supone, en cierta manera, el descubrimiento para muchos espectadores de una buceadora australiana que consiguió destacar en una época en la que predominaban las figuras masculinas (lo siguen haciendo) en la difusión de la vida en los fondos marinos, encabezados por Jacques Cousteau en Francia. A sus 85 años de edad, ella continúa buceando de forma esporádica, y participa activamente en el relato de su vida en este documental que viene a reivindicar su importancia como conservacionista, consiguiendo las primeras leyes de protección a favor de algunas especies de tiburones. Junto a su marido Ron Taylor, practicaron primero la caza de tiburones, pero después de una experiencia que dejó huella en ellos, decidieron cambiar el arpón por una cámara subacuática y difundir la forma de vida de los tiburones en vez de cazarlos.
"Yo no era una chica Bond", comenta Valerie Taylor. Pero su físico exuberante de mujer rubia le hacía parecerlo, y le permitió convertirse en la portada de revistas dedicadas a la naturaleza, pero también de la prensa amarilla. Uno de los aciertos de este documental es saber mostrar de qué forma la percepción de la vida salvaje ha cambiado desde los años sesenta y setenta hasta nuestros días. Mientras que ahora nuestra mirada es mucho más curiosa y notablemente más empática con las grandes especies animales, en aquella época el foco principal estaba puesto en la peligrosidad y la violencia de estas especies. Solo hay que ver el cartel del documental Blue water, white death (Peter Gimbel, James Lipscomb, 1971), que protagonizaron Valerie y Ron Taylor en torno a los tiburones blancos, para darse cuenta de esta percepción.
Y quizás este aspecto también es uno de los más controvertidos de Playing with sharks, porque su posición amable, admiradora con la protagonista, evita una reflexión más profunda sobre hasta qué punto participó ella misma en la difusión negativa de los tiburones. En 1968, el escritor Peter Benchley, un gran admirador de Valerie y Ron Taylor, escribió la novela Jaws, que al año siguiente sería adaptada al cine como Tiburón (Steven Spielberg, 1975), y en cuyo rodaje participó el matrimonio submarinista para grabar las escenas con tiburones reales (para los cinéfilos hay algunas imágenes de archivo realmente curiosas). La repercusión mundial que tuvo la película provocó también una especie de veda abierta a la caza de los tiburones, considerados demasiado peligrosos. Y Valerie Taylor se lamenta de haber participado en esta visión negativa. Sin embargo, el documental no plantea preguntas sobre por qué siguieron trabajando en otras películas similares como Orca. La ballena asesina (Michael Anderson, 1977) o Tiburón 2 (Jeannot Szwarc, 1978). Y esta falta de cuestionamiento de la protagonista no beneficia a la historia.
En todo caso, Valerie y Ron Taylor se convirtieron con el paso de los años en dos de los pioneros en el conservacionismo de especies de tiburones, además de seguir trabajando en imágenes acuáticas para otros títulos de Hollywood como El lago azul (Randal Kleiser, 1980) o La isla del Dr. Moreau (John Frankenheimer, 1996). A lo largo del documental, hay interesantes aportaciones de ambientalistas como Jean-Michel Cousteau o el biólogo Jeremiah Sullivan que contribuyen a bendecir la relevancia del trabajo de Valerie Taylor. Pero también se deja patente la inabarcable esquilmación de los tiburones que ha llevado a cabo el hombre a lo largo de muchas décadas.
Durante las manifestaciones que celebraban el segundo aniversario de la llamada Primavera árabe, el 25 de enero de 2013 en la Plaza Tahir de El Cairo, el tumulto fue aprovechado para cometer cientos de agresiones sexuales contra mujeres, que después se repetirían en otras manifestaciones a lo largo de los meses siguientes. Las mujeres, que formaban parte de ese reclamo de cambio, se vieron sometidas y atacadas entre aquellos que supuestamente seguían sus mismas reivindicaciones. Y entonces se demostró que la sociedad egipcia tenía aún muchas cosas que cambiar. En As I want (Samaher Alqadi, 2021), que fue seleccionado para la sección Encounters en la Berlinale 2021 y la sección F:ACT Award en CPH:DOX 2021, la directora de origen palestino toma la decisión de utilizar su cámara como arma. Frente a las constantes agresiones verbales que sufren las mujeres en las calles de El Cairo, ella responde con las imágenes de los abusadores, se enfrenta a ellos con un instrumento que refleja sus actos, borra la impunidad para retratar el abuso. Son algunas de las escenas más poderosas de este documental que reivindica un derecho fundamental: vivir sin ser acosadas.
As I want es un reflejo de los meses posteriores a la revolución, con la llegada al poder de Mohamed Morsi y su posterior destitución en un golpe de Estado que fue recibido con clamores por parte de los ciudadanos (solo para que el general Abdelfatah al-Sisi acabara como presidente tras dos elecciones con oponentes de paja y una fuerte represión contra los Hermanos musulmanes). Pero al mismo tiempo se trata de una mirada introspectiva en la que la directora establece un diálogo con su madre, que falleció "sin conocer sus derechos", y al mismo tiempo en su propia condición de mujer embarazada que pronto será madre. En su regreso a Ramallah, Alqadi recuerda una infancia que parece irreal, el momento en el que una fotografía provocó que su hermano la amenazara con un cuchillo y que su madre la dejara encerrada en casa durante un año. La Escuela de Cine de Egipto fue su escapatoria. Solo encontró el apoyo de su padre: "Tú siempre decías a papá: 'Has estropeado a tu hija'. ¿Por qué me estropeó? ¿Porque nunca me levantó la mano? ¿O porque pensó que las jóvenes deberíamos tener una educación?".
Esa búsqueda de libertad es la que convierte a Samaher Alqadi es una activista que utiliza su cámara como expresión de libertad, y que construye una película poderosa, que fusiona perfectamente la mirada intimista con la reivindicación general que habla de que la revolución no solo consiste en cambiar gobiernos, sino transformar una sociedad desde sus cimientos.
LATITUD
Por su parte, A última floresta (The last forest) (Luiz Bolognesi, 2020) seleccionada en la sección Panorama del Festival de Berlín 2021 y también presente en la programación de Visions du Réel 2021, se acerca a la tribu Yanomami, que habita la cuenca amazónica, enfrentados a la deforestación que provocan las multinacionales de la madera en Brasil. El director brasileño ya se acercó a esta tribu en su película Ex-pajé (Luiz Bolognesi, 2018), pero lo interesante de esta nueva propuesta es que da voz directa a los miembros de la tribu, convirtiendo a su líder, Davi Kopenawa, portavoz de renombre internacional, en el creador de las historias que nos cuenta la película. De forma que construye un film que no documenta la realidad, sino que representa la realidad a través de relatos que están protagonizados por diversos personajes, y que se constituyen como el eje central de una reivindicación que también tiene elementos fantásticos.
The last forest es un vehículo para hacer al espectador partícipe de la cultura de esta tribu indígena, colocándola en el centro interior de la historia en vez de mostrar una mirada externa. De esta forma, en secuencias como la del ritual de los alucinógenos consigue involucrarnos emocionalmente con los protagonistas, ser partícipes de esta huida de la realidad que al mismo tiempo provoca euforia y conexión con las tradiciones ancestrales. La película se transforma así desde una postura meramente antropológica o, si se quiere de denuncia ecológica, en una propuesta mucho más profunda, que trata de arrastrarnos al terreno de las emociones. Una línea difusa que la hace inclasificable como documental o como película de ficción, pero que la sitúa en un terreno diferente, complejo y fascinante al mismo tiempo.
SESIONES ESPECIALES
"¿Es usted una persona libre?", es la primera pregunta con la que el realizador de este documental aborda a Mijaíl Gorbachov en Gorbachev. Heaven (Vitaly Mansky, 2020), que consiguió el Premio al Mejor Director en IDFA 2020 y se ha visto en numerosos festivales como Visions du Réel o CPH:DOX. A sus 89 años, el exlíder soviético ya tiene visibles problemas de movilidad, aunque mantiene todavía una cierta claridad mental, como cuando protagonizó otra entrevista en Meeting Gorbachev (Werner Herzog, 2018), un documental algo enturbiado por la evidente admiración del director alemán. Rodado en la casa que costearon algunas de las repúblicas que surgieron de la desmantelación de la Unión Soviética, apenas sale de ella y apenas es invitado a actos oficiales, condenado a una especie de ostracismo en su propio país, olvidado por Vladimir Putin y su séquito, aunque en un telegrama de felicitación enviado el pasado mes de marzo por su noventa cumpleaños, hubo un reconocimiento a su labor: "Usted, con razón, pertenece a la pléyade de personas extraordinarias y brillantes de la era moderna, que ejercieron una influencia significativa en la historia patria y mundial".
En el documental, Gorbachov afirma que "yo tengo la libertad de decir lo que quiera", pero quizás porque tampoco hace afirmaciones que puedan molestar, ni siquiera hacia figuras ya fallecidas como su antecesor Leonid Brézhnev o su sucesor Boris Yeltsin. Vitaly Mansky también parece admirar a Gorbachov, como ya demostró en su anterior documental, que puede ser considerado como una precuela de éste, Putin's witnesses (Vitaly Mansky, 2018), en el que hacía una disección inteligente e irónica sobre la llegada al poder de Vladimir Putin, pero a veces adopta una postura de confrontación cuando el entrevistado no es claro en sus respuestas. Ciertamente, hay silencios a lo largo de la película que son más elocuentes que las palabras.
El director consigue un acercamiento íntimo hacia Gorbachov, subrayado por una fotografía que atrapa esos claroscuros de una casa que permanece en una luz tenue todo el tiempo, convertida en una especie de lugar de retiro y soledad. La presencia de su esposa, Raísa Gorbachova, con la que estuvo casado durante 46 años y que falleció en 1999 a causa de una leucemia, es constante a través de fotografías y de grandes retratos. Esta intimidad contrasta con la visita que hace Gorbachov a la casa de sus asistentes para celebrar el Año Nuevo, donde la presencia de fondo constante, a través de la televisión, es la de Vladimir Putin. En estos detalles encontramos esa mirada cargada de ironía de Vitaly Mansky: Gorbachov es observado por su esposa en la intimidad del hogar, pero cuando sale de su casa es vigilado por Putin.
De hecho, la forma que tiene el director de abordar al ex-político es inteligente. Siendo consciente de que la edad ya ha afectado a su claridad mental, deja que sea el entrevistado el que guíe la conversación, a veces yendo de un tema a otro. Y entonces surgen las referencias al pasado, que no son especialmente reveladoras respecto a su discurso habitual, pero que dejan ver alguna de las contradicciones de su trayectoria, como esa especie de no reconocimiento tácito a su relevancia en el panorama político mundial. Expone su admiración por Lenin frente a la violencia de Stalin (su propio abuelo sufrió torturas), pero también hay un reconocimiento a algunos de sus errores en la deconstrucción de la Unión Soviética y la creación de una nueva organización política y territorial que a veces ha provocado serios problemas de convivencia. Quizás porque, siendo un defensor de las libertades, se revela también como un nostálgico de la antigua URSS. El retrato de Mijaíl Gorbachov en este acercamiento íntimo es el de una figura enigmática que parece callar muchas cosas. Pero, curiosamente, esta representación no le minimiza como personaje sino que ensalza su posición como uno de los líderes más relevantes de la historia moderna.
Gunda se estrena en cines el 28 de mayo.
Tiburón se puede ver en Netflix, Amazon Prime, Movistar+ y Filmin.
Los testigos de Putin se puede ver en Filmin.
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