19 mayo, 2021

Docsbarcelona 2021 - Día 2: Propuestas españolas

Nuestra segunda crónica de Docsbarcelona se centra en una jornada que está dedicada a directores españoles que presentan sus proyectos en la programación del festival. Al margen de la inauguración con Balandrau, infern glaçat (Guille Cascante, 2021), este año se presentan varios títulos que además están teniendo una importante repercusión internacional. Como Room without a view (Roser Corella, 2021), que participó en CPH:DOX y Hot Docs y también ha sido seleccionado en el Festival de Cracovia, donde competirá en la Sección Oficial Lobster soup (Pepe Andreu, Rafa Molés, 2020); El secreto del Doctor Grinberg (Ida Cuellar, 2020) comenzó su trayectoria de festivales el año pasado en Sheffield Doc Fest, donde este año competirá The return: Life after ISIS (Alba Sotorra, 2021), que ha estado también en festivales como CPH:DOX, Hot Docs o SXSW, y que ha sido seleccionada a competición en el Festival de Tesalónica. 

A pesar de pandemias y confinamientos, el resultado de 2020 ha sido por tanto muy fructífero para el género documental español, con producciones que en muchos casos coinciden en abordan problemáticas más allá del territorio nacional, en países como Líbano, Islandia, Argentina o Siria.

PANORAMA

La imagen corporativa de esta edición de Docsbarcelona toma como referencia la producción española Lobster soup (Pepe Andreu, Rafa Molés, 2020) también se presentó hace unas semanas en Visions du Réel, y plantea una propuesta que se acerca a la idiosincrasia de un pequeño pueblo islandés de pescadores a través de una cafetería que se hizo popular por su sopa de langosta, situada fuera de los circuitos turísticos tradicionales. De hecho, Grindavík no es especialmente atractivo, pero está rodeado de esa naturaleza glacial que caracteriza a buena parte del país. Allí los hermanos Alli y Krilli fundaron en los años setenta Bryggjan Café, una cafetería que se convirtió en un lugar de encuentro entre los habitantes de la zona, ahora ya ancianos pescadores que cuentan anécdotas y que se reúnen una vez al mes para recordar a los que han fallecido. Esta especie de Cheers con ritmo pausado islandés se convierte en un lugar donde se preserva la memoria, entre café y sopa, entre fotografías que retratan la juventud de quienes se congregan diariamente para dejar pasar el tiempo.


Hay muchas historias que se condensan en esta cafetería: el ex-boxeador que recuerda sus mejores momentos, el traductor de "El Quijote" al islandés, el volcán que está a punto de entrar en erupción... Bryggjan Café se convierte así en un microcosmos en el que pasado y presente se dan la mano, mientras los hermanos Alli y Krilli experimentan el dilema de aceptar una oferta de unos inversores para vender el local y dejar que ellos lo conviertan en un restaurante, que quiere seguir teniendo un aspecto localista pero que no tendrá la autenticidad de siempre. Este dilema funciona como cuerpo principal de la narración, pero es solo un soporte para reflexionar sobre el turismo y la transformación de estas pequeñas localidades que también se enfrentan al dilema de entregarse a la economía de recreo o mantener su personalidad propia. Los directores plantean una respuesta que acaba siendo desmoralizadora, cuando muestran como epílogo a un grupo de turistas islandeses que visitan Benidorm, un pequeño pueblo de pescadores ahora convertido en un monstruo urbanístico; o cuando vemos a uno de los antiguos visitantes de la cafetería tratando de recordar la letra de una canción tradicional. La memoria comienza a perderse.

Se calcula que existen más de 64.000 mujeres extranjeras, muchas de ellas con niños, en los campos de refugiados kurdos, que provienen de matrimonios con activistas del ISIS o que se sintieron atraídas por los videos propagandísticos en los que se mostraba una realidad que finalmente comprobaron que era falsa. También hay mujeres que abrazaron la causa terrorista con intensidad, como pudimos ver en el documental Children of the enemy (Gorki-Glaser Müller, 2021), presentado en CPH:DOX, sobre los intentos de un abuelo sueco de origen chileno por conseguir rescatar a sus nietos del campo de refugiados al-Hol, al Norte de Siria, después de que su hija, que había huido para formar parte del ISIS, muriera en enfrentamientos armados. Un esfuerzo titánico para conseguir que el gobierno sueco se involucrara en el rescate de estos niños. 

También en al-Hol se desarrolla el documental The return. Life after ISIS (Alba Sotorra, 2021), que se centra en las mujeres occidentales que esperan, después de huir del Estado Islámico, que sus respectivos países les permitan el regreso a su país. Algunas de ellas tuvieron una importante repercusión mediática, como la británica Shamima Begum, pero en general no solo hay un rechazo a considerar su vuelta, sino que en muchos casos la pertenencia a un grupo terrorista islámico supone la pérdida de la ciudadanía. La directora catalana ha grabado durante dos años a estas mujeres inglesas, norteamericanas, canadienses, holandesas o alemanas que son repudiadas por sus propios países de origen.


Se trata de una realidad que es compleja, no solo porque implica reconocer a personas que de hecho renunciaron a sus países cuando huyeron a Siria, sino porque ningún país occidental parece querer dar el primer paso para la aceptación de estos regresos, convirtiéndolo en una cuestión política que afecta sin embargo a las vidas de miles de mujeres. A pesar de que en casos como estos se trataba de huir de hogares infelices cuando eran todavía adolescentes, como Shamima, que dejó Reino Unido cuando solo tenía quince años, pero afirma no haber participado nunca en actividades terroristas. El caso de la norteamericana Hoda Muthana es más complejo, ya que fue una activa difusora de mensajes de captación del ISIS a través de redes sociales, lo que provocó que su ciudadanía fuera revocada. 

Pero el documental de Alba Sotorra no está tan interesado en participar en el debate político, sino más bien en el aspecto humano. La cámara de la directora se centra en las historias contadas por estas mujeres, y en las contradicciones que rodean su situación. Especialmente interesante es el acercamiento al otro lado cuando la atención se detiene en Sevinaz Evdike, de familia kurda, que participa en el desarrollo de actividades de autoayuda para estas mujeres. Ella es productora del documental y ha trabajado anteriormente con la directora en el cortometraje El patio de Kobane (Alba Sotorra, 2018). Pero su realidad como mujer kurda tiene también sus contradicciones: "No sé qué estoy haciendo con estas mujeres. Ellas son nuestras enemigas. Vinieron de otros países a nuestra tierra y nos humillaron. Ahora tenemos que cuidar de ellas". Su familia, sin embargo, proclama que "es un deber ayudarles, sin ningún sentimiento de venganza". 

Esta posición, que es radicalmente valiente, también pone en tela de juicio la actitud de los países respecto a sus propias ciudadanas, revocándoles la nacionalidad y no permitiendo su regreso. Curiosamente, países como Alemania sí permiten que sus hijos sean considerados alemanes, pero esto supone una actitud mezquina que provoca la separación de madres e hijos. El debate es cada vez más intenso en la comunidad internacional, y el documental de Alba Sotorra lo muestra a través de los medios de comunicación, pero de alguna forma adopta una posición clara acercándose al drama humano de estas mujeres, aunque sin adoctrinar, permitiendo que el espectador participe también de una reflexión que, en realidad, no debería ser tan compleja.  

LATITUD

Tras su paso por CPH:DOX y Hot Docs, y antes de participar en la sección World Stories del Festival de Cracovia, llega a Docsbarcelona Room without a view (Roser Corella, 2021), que la directora nacida en Barcelona pero afincada en Berlín, donde tiene su propia productora, ha enfocado en el denominado sistema kafala instaurado en Líbano, por el que los empleados, principalmente de la construcción y del servicio doméstico, deben disponer de un patrocinador (su empleador) que es quien está a cargo de su visa y su estado legal. Este sistema es, en la práctica, una forma de explotación que aprovechan agencias de empleo para sostener un sistema de esclavitud, especialmente con trabajadoras emigrantes de Kenia, Etiopía, Bangladesh, Nigeria o Ghana. Los empleadores incluso son aconsejados por las agencias para que escondan el pasaporte de las jóvenes que tienen a su cargo, que habitualmente viven en las casas con derecho, teóricamente, a días de descanso que en la práctica no se cumplen. 


Roser Corella ha conseguido, a través del trabajo de una ONG con algunas de estas empleadas, un acceso privilegiado a ellas, aunque enfrentándose a los temores por las represalias y las deportaciones. El título Room without a view hace referencia a las diminutas habitaciones en las que viven las empleadas del servicio doméstico, que están previstas incluso desde los planos arquitectónicos de los edificios en construcción, lo que muestra la institucionalización de esta forma de explotación en Líbano y en otros países de Oriente Medio. La mirada de la directora se distancia para mostrar una realidad que en sí misma es impactante, y consigue la implicación de algunas de las familias que emplean a estas trabajadoras domésticas, transmitiendo su punto de vista particular, su aceptación de un sistema tan normalizado que resulta sorprendente. 

Pero quizás lo más interesante es la descripción de los engaños a los que las jóvenes emigrantes son sometidas por parte de las agencias de trabajo, a veces dándoles una información falsa sobre el tipo de trabajo que va a realizar y las condiciones. El sistema kafala se revela así como una especie de tráfico humano que está amparado por las propias instituciones.  

El pasado año pudimos ver El secreto del Doctor Grinberg (Ida Cuéllar, 2020) en la programación de Sheffield Doc Fest, y más tarde se presentó en el Festival de Cine Español de Málaga. Abrazando el subgénero del "true crime", la historia se centra en la figura de Jacobo Grinberg, un neurofísico mexicano que estudió la telepatía pero también se adentró en el mundo del chamanismo y la curandería, y cuyas investigaciones le reportaron una cierta resonancia en el mundo científico, aunque sus teorías no eran del todo aceptadas. En 1994, Jacobo Grinberg desapareció sin dejar rastro, y la mayor parte del documental se centra en las diversas teorías en torno a su desaparición. Primer largometraje de su director, El secreto del Doctor Grinberg pierde la oportunidad de adentrarse en temas de interés como los estudios sobre la neurofísica, y se decanta por la historia criminal, lo cual es una opción más comercial, pero no por ello más interesante. El problema es que estas investigaciones, que parecen acomodarse a una de las teorías más insólitas, tampoco llegan a una conclusión definitiva. 


El documental está rodado con buen pulso, quizás con algunas propuestas visuales en torno a algunos entrevistados que no terminan de encajar bien, y con un montaje dinámico que ayuda a entender bien la historia, a pesar de su complejidad, especialmente en todo lo que se refiere a las teorías sobre su desaparición. Le sobran algunos efectismos que parecen más propios de un reportaje de Cuarto Milenio (Cuatro, 2005-), que tratan de subrayar los elementos de investigación periodística. Al final, el director consigue lo que pretendía, que es difundir en cierta manera las investigaciones realizadas por este científico, pero se deja atraer por el elemento criminal y nos sustrae de la posibilidad de entender mejor el trabajo de este investigador, y analizar con mayor profundidad las delicadas barreras entre la ciencia y las creencias metafísicas, y hasta qué punto prácticas como el chamanismo pueden ser explicadas de una forma científica. 

Recientemente hemos podido ver la serie Altsasu (ETB, 2020) que abordaba los hechos acontecidos en esta localidad vasca durante una noche de 2016, en la que dos guardias civiles y sus parejas supuestamente recibieron una paliza por parte de un grupo de jóvenes radicales. Anteriormente otros documentales han abordado el tema, como el cortometraje escocés Altsasu (Eoin Wilson, 2019) o el largometraje Altsasu. Ferides obertes (Anna SanMartí, Albert Segura, 2019). Todos coinciden con el documental Altsasu (Gau hura) (Marc Parramon, Amets Arzallus, 2021) en la denuncia de una injusticia flagrante cometida contra unos jóvenes que fueron acusados de terrorismo, y condenados por agresiones a la autoridad con penas desproporcionadas. 

Hay muchos matices en esta historia, que el documental refleja solo de manera parcial, centrándose más en el proceso judicial. Por ejemplo, esa permanencia del pasado de violencia amparada en la colaboración más o menos directa de poblaciones vascas, que impregna a una juventud que, sin embargo, ni siquiera la ha vivido en persona. Altsasu (Navarra) es una de estas poblaciones en las que el sentimiento nacionalista se contamina del odio a las instituciones que representan al Estado español, especialmente la guardia civil, y esta contaminación se contagia a una parte de la sociedad que mantiene un enfrentamiento constante, creando una atmósfera de tensión permanente que posiblemente sea el caldo de cultivo para que se produzcan trifulcas como la que ocurrió en la noche del 15 de octubre de 2016. 


Los directores están más interesados, sin embargo, en el juicio contra estos jóvenes que es un claro ejemplo de utilización de los instrumentos policiales y judiciales por parte de un gobierno para mantener la presión política en una parte del país que, a pesar del fin de ETA, mantiene una postura de confrontación con el Estado central. La acusación de terrorismo fue claramente una estrategia del gobierno para llevar el caso a un terreno "más amable", desde las instituciones vascas a la Audiencia Nacional en Madrid, y poder dar una condena ejemplarizante. El hecho de que no se produjeran detenciones esa noche, los partes médicos que mostraban una simple torcedura de tobillo como resultado de la pelea, el video en el que se veía a uno de los guardias civiles sin rastros de sangre... son pruebas claras a favor de la versión de los jóvenes. Pero la participación como presidenta en la sala de la Audiencia de Concepción Espejel, esposa de un alto mando de la guardia civil, subraya el alcance de la estrategia nacional: "La guardia civil nos detiene, la guardia civil nos investiga y la guardia civil nos juzga", dice una de las madres. 

Altsasu (Gau hura) no aporta demasiados elementos diferenciadores de las otras producciones realizadas hasta la fecha, centrándose en el drama humano de los acusados, especialmente de Iñaki Abad, y de sus madres, representadas por Bel Pozueta, cuyo hijo afirma no haber estadoen el bar esa noche. Los directores abordan la tradición de la cultura vasca como un elemento de revisión histórica pero también de acercamiento poético, lo que alimenta la atmósfera de un documental que plantea un punto de vista claro en torno a la injusticia, lo que en vez de apaciguar provoca un enfrentamiento más contundente. Pero al menos propone una realidad en la que se expresa la duda sobre si al Estado español le interesa mantener un cierto ambiente conflictivo en determinadas zonas para no abordar de forma clara y directa las problemáticas nacionalistas. 



Altsasu (serie) se puede ver en Filmin. 

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