13 mayo, 2021

BARQ Festival 2021 - Parte 1: Reinterpretando el espacio


Hacemos una pausa en nuestras crónicas dedicadas al Festival Internacional de Cine Documental de Munich, DOK.fest, para mirar hacia otro festival que nace este año, el Festival Internacional de Cine de Arquitectura de Barcelona, BARQ, que se desarrolla en formato híbrido entre el 11 y el 17 de mayo, con proyecciones presenciales en el Disseny Hub de Barcelona, la Filmoteca de Cataluña y Cinemes Girona de Barcelona, y online a través de la plataforma Filmin. Con una programación que no es amplia pero sí es muy interesante, al contrario de lo que ocurre con otros festivales, tanto el formato online como el presencial ofrecen todas las películas seleccionadas. Recientemente hemos hablado de documentales que abordaban la problemática urbanística y la gentrificación de las ciudades, como Perifèria (Xavi Esteban, Odei A.-Etxearte, 2020) o Silênzio - Voices of Lisbon (Judit Kalmár, Céline Coste Carlile, 2020), o sobre la construcción de los edificios como representación del paso del tiempo en La conquista de las ruinas (Eduardo Gómez, 2021), así que estas dos crónicas que realizaremos del BARQ Festival se pueden ver como una continuación de un tema que venimos abordando en los últimos días. 

La película inaugural estuvo presente en la sección Artists & Auteurs de CPH:DOX 2021. Tokyo ride (Ila Bêka, Louise Lemoine, 2020) es una especie de entrevista informal al reconocido arquitecto japonés Ryue Nishizawa, una incursión en la arquitectura pero en la que se elude muchas veces hablar de arquitectura, o se plantean obstáculos en el camino. Es un viaje que busca una cierta frustración que también podríamos definir como una provocación al espectador que se acerca a ver una película con Nishizawa como protagonista. El planteamiento es sencillo: los dos directores han programado una visita durante un día a Tokio en la que el arquitecto es su guía por los rincones que más le atraen o que han influido en sus diseños. Pero en esta visita se acumulan los problemas: es un dia lluvioso, el viejo Alfa Romeo de Nishizawa (al que él llama Giulia) no parece estar en su mejor momento y algunas visitas a grandes creaciones arquitectónicas se encuentran con problemas de última hora.  


Entre el video casero y la broma, se trata de una road-movie en la que apenas salen del interior de un coche en el que caben con dificultad (el propio Ryue Nishizawa eligió éste de entre sus otros coches para enfatizar la idea cómica de la estrechez del espacio). Hay algunas concesiones al espectador cuando el arquitecto habla de sus influencias, de su interés por Le Corbusier y por Oscar Niemeyer, con el que tuvo la oportunidad de hablar en una visita a Brasil. Pero son escasas, porque la intención es, como en otros documentales de esta pareja de directores, la de utilizar la arquitectura como una excusa para abordar otros temas. Este proceso de improvisación y espontaneidad, que a veces resulta curioso y otras insustancial, plantea un recorrido por Tokio sin que apenas veamos la ciudad, construyéndose a partir de sus propias contradicciones. 

Los directores decidieron editar la película en blanco y negro como un homenaje al cine japonés clásico, una especie de rememoración de las películas de Kurosawa y Ozu, aunque quizás no es la decisión más adecuada, porque se consigue una textura demasiado plana. Las escenas finales tienen lugar en la casa de Moriyama, un artista y arquitecto que fue el protagonista de Moriyama-San (Ila Bêka, Louise Lemoine, 2017), anterior documental de la pareja de directores que, como es habitual en ellos, se interesaron más por el personaje y la interacción con el diseño de la casa que por la arquitectura en sí. Diseñada por Ryue Nishizawa, la casa se ha convertido en una de las obras más influyentes de la arquitectura contemporánea japonesa, con su concepto de paisaje urbano. Y ciertamente es una conclusión interesante para un díptico en torno a la obra de este arquitecto ganador del prestigioso Premio Pritzker en 2010. 

Programada en la sección Burning Lights de Visions du Réel 2021, la producción belga-holandesa WTC. A love story (Lietje Bauwens, Wouter de Raeve, 2020) se centra en un proyecto urbanístico que fue un fracaso y que recientemente se ha retomado, aunque con parecidos errores de planteamiento. En 1970 el barrio de la Estación del Norte en Bruselas fue demolido para construir lo que se denominó "Little Manhattan", una especie de reproducción de la zona financiera de Nueva York, con dos edificios World Trade Center como principales reclamos. Pero el proyecto, después de haber expropiado a muchos habitantes del barrio, se detuvo y las torres gemelas de Bruselas se quedaron vacías y abandonadas durante años, hasta que su propietario decidió impulsar en 2017 un nuevo proyecto. 


En realidad, la película se centra más en las relaciones de poder que se establecen entre los integrantes de este nuevo intento por resucitar una propuesta abandonada que en la propia naturaleza de la misma. Y lo hace con un planteamiento original en el que se propone un debate entre los diferentes representantes (político, arquitecto, propietario...) con actores que interpretan a los protagonistas reales. Los actores entrevistan a las personas a las que van a encarnar para extraer información sobre sus diferentes posiciones, y en la segunda parte se propone la representación de una supuesta reunión sobre el proyecto, que resulta interesante porque los intérpretes no pueden evitar incluir también sus propias ideologías y posiciones. 

El visionado de esta representación por parte de los personajes reales deja algunos elementos para la discusión, como el hecho de que a veces los actores puedan refugiarse en un cierto estereotipo de la imagen que se tiene de un político o un inversionista, pero también descubre aspectos interesantes, como cuando una de las protagonistas reales comenta: "Me gustó que la actriz que me interpreta dijera de forma clara que están siendo condescendientes con ella. Definitivamente es algo que yo debería decir más a menudo". Este juego de roles, de realidad y ficción no lanza una mirada superficial al problema de la reurbanización especulativa de los barrios, aunque quizás el formato elegido no permite profundizar demasiado. 

La tercera parte del proyecto es clarificadora, porque se da voz a aquellos a los que no se ha dado participación en el nuevo planteamiento. Son, como no podía ser menos, los representantes de asociaciones vecinales, asociaciones de inmigrantes o trabajadores sociales, que son principalmente los propios habitantes del entorno. Algunos de ellos fueron invitados cuando el proyecto estaba en marcha pero tuvieron la sensación de que su participación era más una instrumentalización que una intención real de tener en cuenta su opinión. Aunque ciertamente los detalles del proyecto son ajenos a los espectadores que no viven en Bruselas, las características de este tipo de propuestas son comunes en muchas ciudades, lo cual eleva el interés de un documental que habla del urbanismo deshumanizado a través de una propuesta original. Los directores tienen la intención de desarrollar la película en una serie de televisión que se titulará WTC. A never-ending love story (Lietje Bauwens, Wouter de Raeve, 2021) y que se abrirá a otros proyectos de similares características en otras ciudades como Rotterdam.  

Acasa, my home (Radu Ciorniciuc, 2019) es una de esas películas que ponen en cuestión una sociedad marcada por las reglas y los límites. Con una trayectoria en festivales internacionales notable, ganadora del Premio al Mejor Documental en el Krakow Film Festival 2020 y en DOK.fest 2020, se centra en una familia de gitanos que vive en el Delta de Bucarest, una zona abandonada que se ha convertido con los años en un espacio natural donde la desidia humana ha atraído a numerosas especies animales. Este lugar abandonado se convierte en un idílico espacio natural en el que los nueve niños que forman esta familia viven en libertad y sin preocupaciones. Pero cuya aparentemente bucólica existencia se ve alterada cuando las autoridades deciden recuperar el espacio para convertirlo en un ecosistema natural. Y es cuando la familia entra en el círculo vicioso de la burocracia y los servicios sociales.


Premiada también por su Fotografía en Sundance 2020, esta producción rumana describe con gran efectividad las contradicciones de una familia, representada en la figura de un padre testarudo, que no se adapta a las reglas marcadas por la sociedad. En una escena del documental, se habla de pájaros que no pueden vivir en cautiverio, y en cierta manera es una exacta representación de esta familia gitana, acostumbrada a vivir "en horizontal" (campos abiertos), pero obligada a vivir "en vertical" (pisos de los servicios sociales). La pregunta que se plantea gira en torno a de qué manera es posible mantener unas ciertas reglas y al mismo tiempo acoger a quienes tienen otra concepción de vida. La figura del padre está bien retratada, un hombre que decidió abandonar su trabajo para vivir de otra forma, un rebelde contra los márgenes establecidos. Pero al mismo tiempo su hijo mayor, el único que se acomoda a la vida reglada, le cuestiona su irresponsabilidad al negarse a dar una educación a sus hijos. Es un documental que plantea más preguntas que respuestas en torno a la utilización de los espacios urbanísticos que, debido a la desidia de las administraciones, han sido abandonados hasta que surge un nuevo proyecto con el que los poderes fácticos tratan de recuperar el control de lo que habían desestimado. 

Seleccionada en Visions du Réel 2020, Uma máquina para habitar (Yoni Goldstein, Meredith Zielke, 2020) es un viaje fascinante por la simbología de una ciudad "artificial" como Brasilia, diseñada por el arquitecto Oscar Niemeyer y el paisajista Roberto Burle Marx y construida entre 1956 y 1960. Se trata de un recorrido que nos lleva desde la representación de las contradicciones de una capital creada para 500.000 habitantes y que ahora tiene más de 3 millones, hasta los orígenes místicos de la utilización del triángulo como principal eje arquitectónico. Hay una sensación de ensoñación, especialmente en la primera parte de la película, en la que los directores norteamericanos construyen un entorno mágico, pero al mismo tiempo complejo en su planteamiento de realidades que forman parte de una arquitectura pensada como símbolo de la democracia pero finalmente sometida a otras problemáticas no previstas: "La arquitectura de Brasilia ha provocado el aumento de los rayos ultravioletas". 


Brasilia se propone como la representación del carácter brasileño, entre las creencias mitológicas y la violencia urbana. Los seguidores de Tia Neiva, que se hizo famosa como la primera mujer conductora de camiones en Brasil hasta que desarrolló sus capacidades como médium y fundó la comunidad mística Vale do Amanhecer, se desplazan en motos al estilo Ángeles del Infierno. La escritora brasileña Clarice Lispector, que entrevistó a Niemeyer decía: "Brasilia es artificial. Es la imagen de mi insomnio, está encantada. Es una ciudad abstracta". Y ciertamente las imágenes que los directores han recopilado durante ocho años en torno a esta ciudad acaban construyendo una imaginería que parece extraterrestre, que convierte a Brasilia en una obra megalómana absorbida por su propia creación: "Brasilia es el fracaso del éxito más espectacular de Brasil". 

Ciertamente hay mucha información en esta película, y esa búsqueda de una mirada etérea a veces requiere que se sacrifique el ritmo para crear la atmósfera necesaria. Es una visión que puede ser discutible, pero que acaba siendo absorbente en su capacidad para enlazar temáticas diversas, fusiones de realidad y abstracción que se encuentran en esta ciudad artificial en la que las cúpulas, las torres y los grandes edificios han creado un entorno evocador pero al mismo tiempo anacrónico, que deja patente una descripción clarificadora: "Brasilia es una ciudad construida para el futuro". 

Más académico es el documental Charlotte Perriand, pionnière de l'art de vivre (Stéphane Ghez, 2019), una producción del Canal ARTE centrado en la figura de la diseñadora francesa más reconocida por su colaboración con el estudio de Le Corbusier, pero que tuvo una trayectoria independiente muy notable. Con el reconocido arquitecto francés, Charlotte Perriand integró la denominada Unión de Artistas Modernos (UMA) como respuesta a los diseños modernistas de Bauhaus en Alemania. Le Corbusier, que fue quien acuñó la definición de la vivienda como una "máquina para vivir" (que precisamente da título al documental que hemos comentado antes) se dio cuenta de que sus propuestas arquitectónicas no tenían un mobiliario adecuado, y el diseño de los espacios de descanso del hogar se mantenía en un clasicismo anacrónico: "Habíamos enviado a la guillotina a Luis XVI, pero seguíamos haciendo comedores estilo Enrique IV y dormitorios a lo Maria Antonieta", decía Charlotte Perriand. 


De ahí surgieron algunos de los mobiliarios más famosos de la diseñadora, como el Chaise Longue LC4, cuya patente estaba firmada también por Le Corbusier y Pierre Jeanneret, como una especie de apadrinamiento patriarcal, o el concepto de almacenaje doméstico, que permitía un mayor aprovechamiento del espacio. Pero el momento más importante de la carrera de Charlotte Perriand se produce cuando abandona el estudio del arquitecto, que no estaba muy satisfecho con sus inclinaciones políticas comunistas. A partir de entonces la diseñadora puede trabajar en solitario, sin ser ensombrecida, y dedicarse a una cierta democratización del mobiliario. Impactada por las zonas insalubres de París, como la Cité Jeanne d'Arc, en el Distrito XIII, lo que ella denomina "el urbanismo carcelario", realiza una serie de fotografías que muestran la pobreza y la insalubridad de estas zonas, e impulsa la denominada "arquitectura social". 

Este interés por hacer más asequible el arte arquitectónico la lleva a ser pionera en la búsqueda de soluciones económicas y desmontables para la vivienda, una anticipación de esa "república de tu casa" que patentaría la firma sueca IKEA. También son interesantes sus influencias orientales tras vivir varios años en Japón, adonde viajó tras el estallido de la II Guerra Mundial, huyendo del conflicto y también de la "arquitectura totalitaria" que se desplegaba en Europa. Tras la guerra, regresa a Europa, con evidentes influencias de la utilización del espacio en Japón, y el uso del bambú para sus tumbonas, y diseña otro concepto pionero para Le Corbusier, el de la cocina integrada en el salón. Mientras los diseñadores masculinos encierran a las mujeres en las cocinas, ella se plantea resolver el aislamiento doméstico. "La cocina se considera como el espacio de la mujer. Es como una prisión doméstica. Transformar la cocina va de la mano de una evolución social. El objetivo es la liberación de la mujer", decía Charlotte Perriand en televisión. El documental utiliza entrevistas de archivo de la diseñadora, pero también la voz de la actriz Elsa Lepoivre interpretando fragmentos de su libro de memorias Une vie de création (1998, Odile Jacob), publicado un año antes de la muerte de la diseñadora francesa. 



BARQ Festival se puede ver en Filmin hasta el 17 de mayo.



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