11 mayo, 2021

DOK.fest Munich 2021 - Parte 3: Resistencia

A lo largo de esta semana, al margen de la programación del festival DOK.fest se celebran una serie de actividades paralelas, siempre retransmitidas en formato digital. Entre ellas destacamos la ceremonia de entrega del German Documentary Music Award, que este año ha conseguido el compositor Christoph Schauer por su partitura para la película Soldaten (Christian von Brockhausen, Willem Konrad, 2021), presente en la sección DOK.deutsh y que comentamos más abajo. Christoph Schauer es un creador de música electrónica nacido en Hannover pero que actualmente vive y trabaja en Berlín. Su incursión en el mundo del cine es reciente, trabajando para películas como Cutt off (Christian Alvart, 2018), pero su banda sonora más destacada es la que realizó para Freies land (Christian Alvart, 2019), la versión alemana de La isla mínima (Alberto Rodríguez, 2014). 

Nuestro repaso a la programación del festival continúa documentales que hablan de comunidades en vías de extinción, miradas complejas al pasado y retratos íntimos de líderes políticos. 

DOK.international

En la zona montañosa de los Apalaches quedan algunos descendientes de aquellos europeos que colonizaron América, principalmente llegados a esa zona desde Escocia, Gales e Irlanda, y que mantienen un estilo de vida como el de los pioneros, apegados a las montañas, en una especie de estilo anacrónico que se mantiene apartado de algunos de los recursos de la sociedad moderna. Es también una de las zonas más deprimidas del país, especialmente después de que la minería de carbón de la que vivían la mayor parte de ellos, fuera desmantelada. Se cuenta que un artículo del New York Journal escrito en 1890 fue donde se acuñó el término hillbilly en referencia a los ciudadanos blancos que habitaban en las montañas de Alabama. Con el paso de los años, ha tomado un uso peyorativo que hace referencia a personas maleducadas e ignorantes. The last Hillbilly (Diane Sara Bouzgarrou, Thomas Jenkoe, 2020) es un documental que se acerca a esta comunidad para retratar su posición dentro de la sociedad actual, como los descendientes de esa América blanca que es definida por Nancy Isenberg en su libro White Trash: The 400-Year Untold History of Class in America (2017), como el producto de una "evacuación de los desechos humanos de los barrios marginales de Gran Bretaña como parte de los esfuerzos de la nobleza inglesa para "fertilizar" el Nuevo Mundo".


Esta comunidad fue recientemente protagonista de Hillbilly, una elegía rural (Ron Howard, 2020), pero la torpeza descriptiva de esta película de ficción está lejos de la claridad expositiva del documental que nos ocupa. La pareja de directores franceses se acercaron a Kentucky sin una intención clara de enfocar su proyecto en esta comunidad, pero la aparición de Brian, que sirve como guía de la película, y que muestra a través de su poesía una cierta nostalgia de tiempos mejores, provocó que, de forma intermitente durante cinco años, grabaran a este grupo de personas. Brian, de hecho, acepta los clichés que habitualmente se dirigen hacia los Hillbillies: "Dicen que somos maleducados, incultos, violentos, racistas, y es cierto", afirma. Pero hay mucho estereotipo en estas definiciones. Y de alguna manera The last Hillbilly sirve para definir más claramente a una comunidad que, en su condición de blancos y pobres, se consideran el caldo de cultivo de la llegada de Donald Trump al poder. Aunque ciertamente muchos de ellos no tienen el menor interés en la política. 

Con una introducción a través de la poesía de Brian, que hace referencia a esa historia de América que está caracterizada por la llegada de los colonos y la violencia que trajeron consigo, el documental construye una mirada que también tiene algo de alegoría en su descripción de una forma de vida que está destinada a desaparecer (el título define esta condición de los últimos supervivientes). El diseño de sonido introduce una cierta ambientación de película postapocalíptica, que conecta con la consciencia de Brian, convencido de que el fin del mundo está por llegar. Quizás no el final definitivo, pero sí la progresiva desaparición de un estilo de vida que ya solo es pasado y presente. 

DOK.deutsch

Soldaten (Christian von Brockhausen, Willem Konrad, 2021) se estrena en el festival dentro de esta sección, y con el reciente Premio a la Mejor Música para un Documental Alemán concedido durante la muestra cinematográfica. La película ofrece una mirada al interior del ejército alemán en el contexto de un año 2020 en el que se desplegó el mayor número de soldados en misiones en el extranjero de toda su historia. En la actualidad hay 185.000 soldados en las Fuerzas Armadas, que para 2027 aumentará en 18.000 más. El documental se acerca a los entrenamientos de tres jóvenes aspirantes a formar parte del Bundeswehr, que les lleva a unas jornadas intensivas de dieciocho meses antes de ser designados en diferentes puestos. 


Los protagonistas son Jeremy Meier, Jerell Palmore y Alexis Valdez, tres reclutas a los que los directores acompañan durante sus entrenamientos. Con una mirada cercana, especialmente enfocada desde el punto de vista humano, la película a veces sale del contexto cuartelario para ofrecer algunos apuntes de la política militar de Alemania, que hace unos años tuvo un intenso debate en torno a la desaparición del servicio militar obligatorio. Pero el documental gana especialmente en el plano más cercano, a través de la descripción de los personajes. Jeremy es un joven al que le resulta difícil tener una vida social, sin amigos y dedicado a los juegos y la televisión, que se adapta con dificultad a esa condición de comunidad que se establece en el ejército. Jerell nació de madre alemana y padre afroamericano, pero éste regresó a Estados Unidos y nunca mostró interés por su hijo. El color de su piel es motivo de curiosidad por parte de sus compañeros en el cuartel: "¿De qué país eres?", le preguntan. "Soy alemán", responde constantemente. Alexis emigró con su familia a Alemania desde su Uruguay natal cuando tenía 13 años y le resultó complicado adaptarse a un nuevo idioma y una sociedad diferente, pero tiene un sentimiento patriótico que le ha llevado a alistarse voluntario. 

La música de Christoph Schauer es casi silenciosa, no trata de subrayar las escenas sino que ofrece un colchón sonoro que de alguna forma tiene una función más psicológica que descriptiva. Soldaten reflexiona sobre las razones por las que estos jóvenes se alistan en el ejército, a veces como una salida económica, pero también sobre las dudas y los temores que experimentan sus familiares, una mezcla de orgullo y de inquietud. La primera misión de Jarell será en Afganistán, y los comentarios en torno a cómo estas misiones cambian la vida de los jóvenes comienzan a surgir en su entorno. Y es fácil preguntarse qué tipo de paz existe en el mundo occidental cuando los países despliegan al mayor número de soldados en guerras que parecen lejanas. 

La película El pianista (Roman Polanski, 2001) tenía como protagonista a Władysław Szpilman, prisionero judío que fue rescatado por el oficial alemán Wilm Hosenfeld. En el documental Bad nazi. Good nazi (Chanoch Ze'evi, 2021) el director israelí coloca su mirada justamente en el soldado, recordado en su localidad natal, Thalau, como un amable profesor de escuela que en los años treinta fue un convencido seguidor de Adolf Hitler (una de las fotografías que se hizo en los primeros años le mostraba incluso con un bigote similar), pero en sus propios diarios muestra su sorpresa ante la consciencia de las atrocidades que se estaban cometiendo en los campos de concentración. Chanoch Ze'evi, que anteriormente dirigió Hitler's children (2011), una serie de entrevistas a descendientes de soldados nazis, adopta de nuevo esta mirada hacia el otro lado, y especialmente hacia la percepción que se tiene desde el presente de un pasado marcado por el apoyo al genocidio. 


Esta idea de retrospección desde el presente es la que más interesa al director, especialmente cuando aborda la propuesta que se hace en Thalau de dedicar un monumento a Wilm Hosenfeld, como maestro en la escuela pero también por su condición de rescatador de numerosos judíos de los campos de concentración. No todos los habitantes del pueblo están de acuerdo con este homenaje, con la necesidad de conmemorar a un oficial de las SS, que fue un soldado nazi convencido, aunque finalmente tomó la decisión de colaborar en el rescate de judíos. Esta dicotomía que en Alemania en general se ha tratado de evitar borrando las huellas del nazismo, despierta sentimientos encontrados que componen una interesante reflexión sobre cómo el pasado continúa dejando cicatrices en el presente.  

A lo largo de sus escasos 52 minutos, Bad Nazi. Good Nazi se acerca a las familias de Władysław Szpilman y de Wilm Hosenfeld. Mientras que el segundo es objeto de esta controversia en su localidad natal, los nietos del primero recorren los lugares donde se escondió su padre tras ser rescatado, con un momento especialmente emocional cuando encuentran un pequeño ático en Berlín donde se refugió. La película El pianista se proyecta sobre la pared de la escuela en la que Wilm Hosenfeld daba clases, y los vecinos ven por primera vez en una proyección pública la historia del profesor y soldado. El documental propone una forma diferente de mirar a los hechos históricos, un acercamiento que, setenta años después, debe ser más amplio, menos restringido a la idea de malos y buenos. Y ahí es donde encuentra su verdadera importancia.  

DOK.focus Empowerment

Producido por Mark y Jay Duplass, Not going quietly (Nicholas Bruckman, 2021) fue el documental ganador del Premio del Público y un Premio Especial del Jurado en el festival SXSW 2021. Y es una de esas películas que inyecta elevadas dosis de emoción y de inspiración, a través de la conocida historia de Ady Barkan, activista por la justicia social que fue diagnosticado de ELA, enfermedad degenerativa que provoca un deterioro progresivo en las funciones corporales y la movilidad. Pero, en su condición de luchador por las causas sociales, su historia no es la de una persona enferma sino la de su constante activismo: "Saber que me estaba muriendo fue terrible, pero lidiar con mi compañía de seguros fue peor". En su primera etapa con la enfermedad, su atención se centra en defender el apoyo a los servicios médicos adecuados para personas con bajos ingresos, situación que se agrava con la llegada de Donald Trump a la presidencia: "Me dieron tres o cuatro años de vida. Al mes siguiente, Trump fue elegido presidente. Pensé que yo y América estábamos jodidos". 


El 2018, aprovechando el ciclo electoral, Ady Barkan inició una gira por los veintidós estados de Norteamérica para reunirse con cada uno de los senadores, con el objetivo de que mostraran claramente su posición respecto a la atención médica y los recortes presupuestarios de las aportaciones gubernamentales a Medicare y la Seguridad Social, y se enfrentó directamente a la elección de Brett Kavanaugh como miembro de la Corte Suprema (que fue acusado de agresión sexual por dos mujeres). El esfuerzo que supuso la gira Be a Hero, provocó una degeneración más rápida en sus funciones, pero esta es una historia de esperanza y de tesón, y se construye a partir de esta decisión del protagonista de poner en riesgo la evolución de su enfermedad con el fin de conseguir un sistema médico más justo (si eso se puede conseguir en Estados Unidos). 

Aunque sus victorias frente a la mayoría republicana fueron escasas, la revista Times le incluyó en la lista de las 100 personas más influyentes de 2020. El documental maneja con inteligencia la dinámica de sus viajes a través de los diferentes estados, su enfrentamiento a algunos senadores (que se convirtieron en virales en varias ocasiones) y la intimidad de su casa junto a su mujer Ady y su hijo Carl, cuya relación con su padre es hermosa y emocionante, y que se convierte en el auténtico héroe de esta película, el que protagoniza los momentos más emocionantes. Es una historia absolutamente inspiradora, que tiene los elementos para convertirse en uno de los documentales del año. 

Best of Fests

"¿Es usted una persona libre?", es la primera pregunta con la que el realizador de este documental aborda a Mijaíl Gorbachov en Gorbachev. Heaven (Vitaly Mansky, 2020), que consiguió el Premio al Mejor Director en IDFA 2020 y se verá también en Docsbarcelona, que se celebra entre el 18 y el 30 de mayo. A sus 89 años, el exlíder soviético ya tiene visibles problemas de movilidad, aunque mantiene todavía una cierta claridad mental, como cuando protagonizó otra entrevista en Meeting Gorbachov (Werner Herzog, 2018), un documental algo enturbiado por la evidente admiración del director alemán. Rodado en la casa que costearon algunas de las repúblicas que surgieron de la desmantelación de la Unión Soviética, apenas sale de ella y apenas es invitado a actos oficiales, condenado a una especie de ostracismo en su propio país, olvidado por Vladimir Putin y su séquito, aunque en un telegrama de felicitación enviado el pasado mes de marzo por su noventa cumpleaños, hubo un reconocimiento a su labor: "Usted, con razón, pertenece a la pléyade de personas extraordinarias y brillantes de la era moderna, que ejercieron una influencia significativa en la historia patria y mundial". 


En el documental, Gorbachov afirma que "yo tengo la libertad de decir lo que quiera", pero quizás porque tampoco hace afirmaciones que puedan molestar, ni siquiera hacia figuras ya fallecidas como su antecesor Leonid Brézhnev o su sucesor Boris Yeltsin. Vitaly Mansky también parece admirar a Gorbachov, como ya demostró en su anterior documental, que puede ser considerado como una precuela de éste, Putin's witnesses (Vitaly Mansky, 2018), en el que hacía una disección inteligente e irónica sobre la llegada al poder de Vladimir Putin, pero a veces adopta una postura de confrontación cuando el entrevistado no es claro en sus respuestas. Ciertamente, hay silencios a lo largo de la película que son más elocuentes que las palabras. 

El director consigue un acercamiento íntimo hacia Gorbachov, subrayado por una fotografía que atrapa esos claroscuros de una casa que permanece en una luz tenue todo el tiempo, convertida en una especie de lugar de retiro y soledad. La presencia de su esposa, Raísa Gorbachova, con la que estuvo casado durante 46 años y que falleció en 1999 a causa de una leucemia, es constante a través de fotografías y de grandes retratos. Esta intimidad contrasta con la visita que hace Gorbachov a la casa de sus asistentes para celebrar el Año Nuevo, donde la presencia de fondo constante, a través de la televisión, es la de Vladimir Putin. En estos detalles encontramos esa mirada cargada de ironía de Vitaly Mansky: Gorbachov es observado por su esposa en la intimidad del hogar, pero cuando sale de su casa es vigilado por Putin. 

De hecho, la forma que tiene el director de abordar al ex-político es inteligente. Siendo consciente de que la edad ya ha afectado a su claridad mental, deja que sea el entrevistado el que guíe la conversación, a veces yendo de un tema a otro. Y entonces surgen las referencias al pasado, que no son especialmente reveladoras respecto a su discurso habitual, pero que dejan ver alguna de las contradicciones de su trayectoria, como esa especie de no reconocimiento tácito a su relevancia en el panorama político mundial. Expone su admiración por Lenin frente a la violencia de Stalin (su propio abuelo sufrió torturas), pero también hay un reconocimiento a algunos de sus errores en la deconstrucción de la Unión Soviética y la creación de una nueva organización política y territorial que a veces ha provocado serios problemas de convivencia. Quizás porque, siendo un defensor de las libertades, se revela también como un nostálgico de la antigua URSS. El retrato de Mijaíl Gorbachov en este acercamiento íntimo es el de una figura enigmática que parece callar muchas cosas. Pero, curiosamente, esta representación no le minimiza como personaje sino que ensalza su posición como uno de los líderes más relevantes de la historia moderna.  

DOK.music

Silênzio - Voices of Lisbon (Judit Kalmár, Céline Coste Carlile, 2020) es una película que tiene una mirada ambivalente hacia lo que fue y lo que es Lisboa. El fado, ese canto a la melancolía tan arrebatador, es el centro de un documental que está guiado por las palabras de la co-directora Céline Coste Carlile, una cineasta suiza que reside en la capital portuguesa. Su mirada como extranjera es importante, porque el documental deriva lentamente desde el retrato de dos mujeres fadistas hacia la relación compleja de la ciudad con el turismo. Ivone Días es una mujer que a sus ochenta años no concibe un día sin cantar fado en el barrio de Alfama, uno de los más antiguos de Lisboa. Ella representa la tradición, el clasicismo, la resistencia del fado que se enfrenta a su condición de reliquia del pasado. Aunque canta en "O meu primeiro amor", un fado del repertorio de Amalia Rodrigues: "Ai quem me dera, ter outra vez vinte anos" (desearía volver a tener veinte años), afirma que ha sido más feliz en su vejez, porque cuando se casó su marido le prohibió cantar. 


Marta Miranda, por su parte, representa una relación más cercana con el turismo, una conexión entre el fado y la interculturalidad que se vive en su local  TascaBeat, situado también en el centro de Lisboa. Ella, sin embargo, prefiere vivir en la zona Sur de la ciudad, utilizando el trayecto en ferry por el Tajo como una especie de momento de relajación. Es interesante el acercamiento de las directoras al fado desde las voces de la calle, artistas que no graban discos ni llenan grandes conciertos, sino que cantan en espacios íntimos, en reuniones nocturnas de comunión emocional. 

Como muchas otras ciudades europeas (Londres, Berlín, Venecia, Sevilla...) el turismo se ha convertido en salvador y aniquilador de la vida en los centros históricos. Lisboa era un lugar inhóspito por la noche, pero el desarrollo de la vida turística trajo un crecimiento económico inusitado, tanto que en su afán recaudador las instituciones acabaron vendiendo casi todo el espacio a fondos de inversión. Esta gentrificación ha convertido el centro en un escenario al que acuden los turistas para encontrar las raíces tradicionales, pero donde los habitantes que mantenían esas tradiciones ya no viven ahí. Por el contrario, son las asociaciones de fadistas las que mantienen la esencia en locales alejados del centro, es la periferia la que sostiene la idiosincrasia real.  

TascaBeat se ve obligada a cerrar porque el edificio en el que se encuentra ha sido vendido a inversionistas que pretende reformarlo y convertirlo en pisos turísticos. En su despedida Marta Miranda dice que "todos somos ciudadanos Easyjet", abrazando la interculturalidad, aunque una interpretación exclusivamente mercantilista del turismo sea el que la ha obligado a cerrar. Este viaje a través del fado, desde el punto de vista de una mujer extranjera enamorada de Lisboa, es también una reflexión sobre la evolución de los barrios tradicionales, sobre la transformación del centro de las ciudades históricas en escenarios donde no hay vida, pero en los que todavía se pueden encontrar elementos de resistencia, traducidos en auténticas lecciones de vida. "El buen cantante de fado no es el que sabe cantar, sino el que saber escuchar". 




Cut off y Los testigos de Putin se pueden ver en Filmin. 
La isla mínima se puede ver en HBO. 
Hillbilly, una historia rural se puede ver en Netflix. 
El pianista se puede ver en Amazon Prime y Filmin. 



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