La 10ª edición del Atlàntida Film Fest llega a su fin el próximo 27 de agosto. A lo largo de este mes, entre las proyecciones presenciales de la primera semana y los visionados online en la plataforma Filmin, el festival ha dado cabida a un buen ramillete de películas que conforman un panorama interesante de la producción cinematográfica que se ha hecho en Europa entre 2019 y 2020. En un año en el que la crisis del coronavirus ha llevado a muchos festivales a reconvertirse, en cierta manera Atlàntida Film Fest ha demostrado que su apuesta por el formato online era acertada. Sheffield Doc Fest ha demostrado, por ejemplo, que se puede reconvertir esta crisis en un efecto positivo, y ha apostado por ampliar su programación a lo largo de casi todo el verano, hasta desembocar en una edición presencial en octubre, pero previamente reforzando su propuesta online. Se trata por tanto de una posición que lanza una mirada positiva frente a ese distanciamiento social que ha venido provocando una pandemia que parece difícil de combatir.
En nuestra última crónica ofrecemos una selección de títulos interesantes de la programación del Atlàntida Film festival, incluidas la película de clausura y un film que se cayó de la programación.
Domestik
Entre estas propuestas que os presentamos, destacan historias de amor muy particulares. Vif-Argent (Burning ghost) (Stéphane Batut, 2019) es una de ellas, una historia de amor que va más allá de la vida y la muerte, y que llega precisamente esta semana a las salas cinematográficas en Francia, después de haber pasado por la sección ACID del Festival de Cannes y haber ganado el prestigioso Premio Jean Vigo a la Mejor Película. Es una propuesta interesante mostrada desde el punto de vista que un joven fallecido cuya misión es conducir a determinadas personas a su camino hacia la muerte. Esto le permite estar presente aún para los vivos, lo que provocará el reencuentro con una antigua historia de amor que ahora parece más imposible que nunca.
Es una película que ofrece una mirada poética a esta relación entre vivos y muertos, ya presentada en otros títulos populares, pero ésta no es su parte más interesante, porque al final el desarrollo de la historia de amor cae en los tópicos del género. Lo más llamativo es esa propuesta que hace el guión de un camino hacia la muerte a través del último recuerdo positivo en la vida de una persona. Ese regreso a la infancia, al lugar más recordado, al momento más importante en la vida de cada uno, que los conduce plácidamente hacia otra vida. Es una visión positiva y sosegada de un viaje emocional que conecta directamente con un sentimiento poético.
Generación
Entre tanta propuesta dramática dentro de la programación del Atlàntida Film Fest, es alentador encontrar una película que provoca un sentimiento esperanzador, como Perfect 10 (Eva Riley, 2019). La historia de una chica de 14 años que encuentra en la gimnasia una vía de escape al aburrimiento, hasta que conoce a un hermano del que no tenía noticias, es una mirada sensible al mundo de la adolescencia, pero apartada de los habituales tics dramáticos de las coming-of-age. A través de un guión sencillo, y sobre todo de unos personajes perfectamente dibujados, la directora muestra en su debut una capacidad notable para hacer que los protagonistas, con sus defectos y sus virtudes, nos conmuevan.
Ese primer encuentro entre los dos hermanos es demoledor, traza con precisión una cierta indiferencia que oculta en realidad una inseguridad propia de la adolescencia. En cierto modo, la película tiene un aspecto cercano a los dramas de Ken Loach, un cine de realidad que habla de jóvenes sin futuro. Por eso, esa renuncia de la protagonista a los entrenamientos de gimnasia, la única forma de alcanzar una vida diferente, atraída por la aparente libertad vital de su hermano, es un punto de inflexión interesante. Porque poco a poco descubrimos quién está realmente atrapado.
El director francés Sébastien Lifshitz siempre ha estado interesado por las relaciones personales, muchas veces tratando temas como la identidad sexual en ficciones como Primer verano (2000) o Wild side (2004) o en su más reciente documental, Petite fille (2020). En su anterior película, Adolescentes (2019), que se incluye en la programación del festival, no se centra en estos aspectos, sino en la vida de dos chicas, de distinto estrato social, pero amigas desde la infancia. Aunque se trata de un documental, que el director ha rodado de forma episódica a lo largo de cinco años en la vida de las protagonistas, desde los 14 hasta los 18 años, la invisibilidad de la cámara y la complicidad de quienes aparecen en escena, construyen una narración que parece de ficción, pero nada artificial como en otros casos. No hay puesta en escena, sino una inmediatez que incluso en ocasiones se pierde algunos momentos trascendentales de la vida de estas jóvenes, que conocemos porque son mencionados. Pero no importa, porque al final no se trata de elaborar una minuciosa descripción, sino de construir un camino hacia la madurez tomado directamente de la realidad.
Hay un trabajo excepcional de edición, que a veces introduce algunos temas con un cierto grado de suspense. Y hay algunos personajes, como las madres (de gran fragilidad una, absorbente la otra) que podrían estar en una película de ficción. El director muestra la evolución de dos jóvenes en un momento crucial, en el que las niñas se convierten en adultas, en el que tienen que tomar decisiones que a veces no son fáciles. Es un documental extraordinario, que apunta además a acontecimientos también cruciales en la reciente historia de Francia: los ataques terroristas de Charlie Hebdo y la sala Bataclan, el crecimiento en número de votos de la fascista Marine Le Pen y la elección final del socialista Emmanuel Macron... Hechos que conforman una generalidad que afecta a la particularidad de las protagonistas. Adolescentes es otro ejemplo de cómo el género documental puede romper sus propias barreras.
Muros y Fronteras
L'angle mort (Blind spot) (Patrick-Mario Bernard, Pierre Trividic, 2019) ofrece una visión nada romántica del poder de la invisibilidad. En realidad, la propuesta de los directores, que ya habían realizado una incursión previa en las relaciones personales obsesivas en su anterior película, L'autre (Patrick-Mario Bernard, Pierre Trividic, 2008), no es tanto una historia de corte fantástico, sino que utiliza ese poder extraño de hacerse invisible para hablar de nuevo sobre las relaciones humanas. El protagonista, que no encuentra especial interés en estar dotado de este poder (solo le sirve para espiar a otras personas), es en realidad un hombre que tiene miedo al compromiso, que prefiere mantener un trabajo sin responsabilidades a dar un paso más allá.
En un momento de la película, se comenta que tener un poder especial requiere una responsabilidad. Y es ésta la que no asume el protagonista. Es por tanto una historia sobre la negación de la madurez. Al final, los elementos fantásticos acaban construyendo realmente un drama más realista de lo que pudiera parecer en un principio. Igual que en The invisible man (Leigh Whannell, 2020) se utilizaba la invisibilidad para hablar del maltrato, pero sin abandonar un enfoque cercano al cine fantástico, en L'angle mort se nos presenta una mirada más realista que también esconde su auténtico enfoque humano en los resortes del género de ciencia-ficción.
Por su parte, en la producción alemana I was, I am, I will be (Ilker Çatak, 2019) también se plantea una visión poco romántica de las relaciones personales, aunque se envuelva en una especie de historia de amor. El director alemán de origen turco divide la historia en tres actos definidos por las tres formas verbales del título, para contarnos la relación entre un joven refugiado kurdo y una mujer madura que acepta un matrimonio de conveniencia para que él pueda establecerse en Alemania. La película tuvo cinco nominaciones a los German Film Awards de 2020, aunque la gran vencedora fue System crasher (Nora Fingscheidt, 2019), que también se puede ver en el festival. En la primera parte se presenta a los dos personajes en sus respectivos países, mostrando sus debilidades y un futuro que parece borroso. El segundo acto se centra en su relación personal, y esa especie de pacto matrimonial que finalmente cruzará los límites de sus propios sentimientos.
Pero es el tercer acto el que mejor define a la película, porque resulta menos previsible de lo que pudiera parecer. Al final, no se trata tanto de una historia de amor, sino de la relación entre dos personajes que se necesitan, bien sea por interés o por soledad. Pero la falta de compromiso (nuevamente) provoca que esta relación se quede estancada en una mera transacción. Es, por tanto, una especie de anti-historia de amor, una visión pesimista, pero también muy realista de las relaciones humanas cuando provienen de la desesperación.
Película de Clausura
Para clausurar Atlàntida Film Fest se presenta el debut en la dirección de los productores Ángeles Hernández y David Matamoros, responsables del reciente éxito en Netflix de la película de ciencia-ficción El hoyo (Galder Gaztelu-Urrutia, 2019). David Matamoros es uno de los fundadores de Zentropa International Spain, una división de la productora de Lars Von Trier que inició una expansión a partir de 2009. Ambos han dirigido Isaac (Ángeles Hernández, david Matamoros, 2020) que también se proyecta esta semana en el Festival de Cine Español de Málaga. Se trata de una historia que protagoniza un hombre que se encuentra con un amigo de la adolescencia, y que quiere recuperar un pasado mucho más amable que su vida de lujo económico pero de vacío emocional.
Es una historia de soledad y de mirada hacia un tiempo irrecuperable, pero que termina dejándonos más bien fríos. El problema principal es un guión anodino, que no consigue dibujar personajes interesantes, más allá de la personalidad más o menos tópica (la riqueza no da la felicidad, el talento no se puede desarrollar sin dinero, los hijos se desean como "bien social"...). Y los actores no pueden hacer gran cosa para salvar sus papeles, demasiado encorsetados por textos artificiales. No ayuda tampoco un sonido deficiente, al menos en el visionado de Filmin, que resulta ya un mal endémico en el reciente cine español.
La película perdida
Aunque estaba anunciada en la programación, finalmente la película Tesla (Michael Almereyda, 2020) no se ha presentado en el Atlàntida Film Fest, aunque se estrenó hace unos días en Estados Unidos directamente en VOD. Se trata de una biografía del conocido inventor Nikola Tesla y su relación con Thomas Edison, George Westinghouse y otros inventores de su época, creadores de artefactos fundamentales en la industria del siglo XX. El director propone una biografía cinematográfica atípica, incorporando anacronismos (el protagonista se nos presenta a través de una búsqueda en Google, Edison lleva un móvil en su bolsillo...) que en cierto modo introducen a la época algunos de los inventos que se desarrollaron años después a partir de las investigaciones de Tesla, como internet o las conexiones inalámbricas. Es una apuesta arriesgada, que a veces nos confunde como espectadores, pero que consigue un sentido de irrealidad que encaja a la perfección en ese mundo de sueños materializados.
Esta ilusión representada también se muestra a través de escenas que tienen lugar en un plató, con imágenes proyectadas sobre una tela de fondo, que en ocasiones simboliza la psicología del personaje. Hay que alabar en el director esta propuesta osada, aunque los resultados sean confusos y desequilibrados en ocasiones. Ethan Hawke compone a un personaje cariacontecido, frustrado (Tesla lo estuvo especialmente en su última etapa), mientras que Kyle MacLachlan interpreta a un Thomas Edison insolente, con cierto aire de superioridad. Igual que la reciente La guerra de las corrientes (Alfonso Gómez-Rejón, 2019) se centraba en la confrontación entre Edison y Westinghouse, de una forma más tradicional pero menos eficiente, en Tesla el tema principal es la soledad del inventor, aunque el retrato del personaje a veces está demasiado envuelto en un abatimiento crónico. Es la historia de un creador frustrado, y en ese sentido es una película que no celebra al protagonista, sino que lo deshace. Lo cual es, también para el espectador, frustrante.
Atlàntida Film Fest se puede ver en Filmin hasta el 27 de agosto.
The invisible man se puede ver en Filmin y Movistar+.
El hoyo se puede ver en Netflix.
La guerra de la corrientes se puede ver en Filmin.
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