21 agosto, 2020

Atlàntida Film Fest: La encrucijada europea

Cuando nos acercamos a las últimas semanas del Atlàntida Film Fest, encontramos en su programación algunas visiones más bien pesimistas de Europa. El escritor sueco Stieg Larsson advertía sobre el peligro de los extremismos en un continente que ya había vivido el comienzo de dos guerras mundiales. Y a pesar de sus advertencias, la llegada de este populismo nacionalista, xenófobo (solo cuando les interesa) y homófobo se ha posicionado ya en algunos países, ya sea haciendo el ridículo como en España o sembrando discordia como en Polonia o Bielorrusia. Algunas de las películas que podemos encontrar en Atlàntida Film Festival se concentran en temáticas que muestran una Europa situada en una encrucijada compleja y peligrosa.

Generación

Si en Supernova (Bartosz Kruhlik, 2019), presente en la programación de Atlàntida Film Fest, se nos planteaba una especie de microcosmos en el que, a través de un accidente mortal se reconstruye la tendencia extremista de Polonia, Eastern (Piotr Adamski, 2019) también propone una fantasía conceptual, ésta más parecida a la de Canino (Yorgos Lanthimos, 2009) en la que las deudas de sangre se convierten en una persecución mortal entre familias, entre las que el entendimiento ya no es posible, envueltos en una espiral de violencia. Son, precisamente, las mujeres (las dos jóvenes protagonistas) las que tratan de romper esa espiral, aunque con resultados inesperados. Esa sociedad dividida en la que se están convirtiendo algunos países europeos, entre ellos España, surge de la confrontación directa frente a la puesta en común. 


Sin duda, el director consigue crear una película incómoda en su planteamiento, jugando con el suspense en una primera parte misteriosa, y estableciendo una estructura sencilla pero formalmente atractiva. El problema que surge es que la propuesta se queda a medio camino porque no termina de elaborar una construcción psicológica efectiva. Hay más interés en la forma que en el fondo, a pesar de que el fondo es precisamente lo que más nos interesa de la historia.

Memoria Histórica

En State funeral (Sergei Loznitsa, 2019), que se proyectó en la Mostra de Venecia Fuera de Concurso, el director ucraniano construye un documental de más de dos horas en torno al funeral de Estado tras la muerte de Joseph Stalin. Es un ejercicio que ya había realizado en otros acercamientos al documental histórico como The trial (Sergei Loznitsa, 2018), que mostraba también a través de imágenes de archivo un juicio contra ocho ingenieros que fueron acusados falsamente de conspirar contra el país, durante el régimen de Stalin. Esta representación por parte de un gobierno autoritario es también uno de los instrumentos de las dictaduras. 



La mirada de Sergei Loznitsa es cruda, en cierto modo aséptica, aunque manipulada a través de la incorporación de sonidos y música, pero muestra con acierto esa teatralidad del culto al hombre representado como una especie de prohombre. En este sentido, la visión de estos rostros compungidos dentro de su pobreza es también una representación de la tragedia. Los discursos grandilocuentes, el duelo nacional, la negación de la muerte de quien perdurará más allá del muerte, son instrumentos de control. No obstante, hay que decir que el director ucraniano parece tener una tendencia a la larga duración de sus obras, aunque éstas no lo necesiten. 

Truth and justice (Tanel Toom, 2019) es una película singular por varias razones: en primer lugar, se trata de una producción realizada en Estonia que se ha convertido en el mayor éxito cinematográfico en el país; es, además, una producción de gran presupuesto para el cine en Estonia (2 millones de euros) que se benefició de una convocatoria del gobierno para celebrar el centenario de su independencia. La historia es una crónica rural que tiene cierto aire a El manantial de las colinas (Claude Berri, 1986), y está basada en la primera de las cinco novelas escritas por Anton Hansen Tammsaare, una pentalogía que está considerada como una de las obras fundamentales de la literatura de Estonia. A lo largo de los cinco libros, el autor recorre buena parte de la evolución histórica de la sociedad estonia, desde 1870 hasta 1930. Curiosamente, el gran protagonista de toda la saga es el hijo de Andres, que es solo protagonista en la primera novela, la que ha sido llevada al cine. 


Truth and justice refleja, básicamente, la vida rural en un pequeño pueblo de Estonia, a través de dos personajes, Andres y Pearu, que se enfrentarán a lo largo de sus vidas. En la película, resulta más interesante la evolución del primero, desde cierta ingenuidad al principio hasta un profundo sentimiento religioso y una actitud maquiavélica motivada por años de vida rodeada de tragedia. La película está bellamente rodada, con un aspecto de gran producción y un ritmo bien dosificado, aunque en la segunda parte parecen precipitarse demasiado los acontecimientos. Pero sus casi tres horas de duración (la versión internacional es 16 minutos más corta que la estrenada en Estonia) no son un hándicap. El joven director, formado en Estados Unidos, sabe manejar los ritmos y saca buen partido de los actores. La historia es también una buena muestra de ese enfrentamiento constante en las sociedades del este de Europa, marcada por los autoritarismos (las novelas fueron escritas cuando nacía la Europa dictatorial de Mussolini, Hitler o Stalin). 

Controversia

Bird talk (Zawery Żuławski, 2019) es al mismo tiempo una película póstuma y un homenaje a su creador, Andrzej Żuławski. El proyecto estaba en marcha cuando murió en 2016, e iba a ser su primera película rodada en Polonia desde hacía veinte años, tras el intento frustrado de concluir On the silver globe (Andrzej Żuławski, 1988), cuyo material fue ordenado que se destruyera por el Ministro de Cultura polaco Janusz Wilhemi, aunque finalmente pudo estrenarse una versión incompleta en el Festival de Cannes. En Bird talk están presentes las preocupaciones principales del director, especialmente en torno a una peligrosa deriva de Polonia hacia la extrema derecha (casi premonitoria, dada la presencia actual del partido fascista PiS en el poder). 



La película se centra en dos profesores que se enfrentan a alumnos nacionalistas en su escuela. Y mientras el que se defiende es expulsado, el que soporta todo tipo de vejaciones permanece en el centro. Es quizás éste el que representa mejor esa sociedad polaca que calla, que acepta las algaradas de la extrema derecha, que mira hacia otro lado aunque esté siendo sometida. Dentro de su locura, de los excesos a veces insoportables de un trabajo de dirección caótico que pierde el control de sí mismo y de sus personajes, la película encuentra cierto equilibrio entre la exageración formal y la reflexiva mirada política. Pero resulta más interesante la propuesta cuando se toma un descanso, cuando el homenaje al padre, director de cine, se hace presente en el alter ego de Andrzej Żuławski, cuando los carteles de sus películas cubren las paredes del hogar, sus premios están en las repisas y su obra maestra La posesión (Andrzej Żuławski, 1982) es representada diegéticamente. 

Muros y Fronteras

Por su parte, Motherland (Tomas Vengris, 2019) habla sobre un regreso, el de una mujer que huyó de la antigua Unión Soviética y que vuelve a su hogar con su hijo en 1992, cuando se produjo el colapso económico del país. Su intención es recuperar la tierra de la que fueron expulsados sus padres por soldados rusos, que los enviaron a campos de trabajo de los que nunca volvieron, mientras ella, aún niña, se escondía en un granero. Pero la dura realidad de los que pensaban que con la debacle de la Unión Soviética las posesiones iban a volver a sus dueños es otra. Porque las tierras  ya tienen nuevos habitantes. Esta producción lituana reflexiona sobre esa visión idílica que tiene el principal protagonista, Kovas, el niño nacido en Estados Unidos del que su madre le ha contado maravillas sobre la vida tranquila en medio de la naturaleza. Pero lo que se encuentra es un país roto, pobre, gris y rodeado de belleza natural, ciertamente, pero en la que se esconden sentimientos de venganza y de violencia. 



Es interesante la mirada desde el punto de vista del niño (escuchamos las conversaciones de los adultos solo desde la distancia). Pero este distanciamiento es también del espectador, nos identificamos con el niño como observadores foráneos, y al mismo tiempo le resta cierta efectividad emocional a la película. Una historia en la que hay pocas sorpresas, por no decir ninguna, rodada con solvencia, con primeros planos que expresan la confusión y esa sensación de aislamiento que tiene el protagonista.



Atlàntida Film Fest se puede ver en Filmin hasta el 27 de agosto.

Canino, The trial y La posesión se pueden ver en Filmin.




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