La identidad es lo que nos distingue de otros seres humanos, aquellas características que nos definen como individuos, pero también como colectivo. Erich Fromm en su obra Psicoanálisis de la sociedad contemporánea (1955) planteaba que la identidad es una necesidad que el hombre que no puede satisfacerla no es un hombre sano. La identidad se constituye así como un imaginario que vamos construyendo, y que se ve constantemente amenazado por el autoritarismo, que pretende borrar nuestra personalidad y nos lleva a la pérdida de libertad. La identidad está, por tanto, ligada a la libertad. Las películas que analizamos a continuación forman parte de la programación del Atlàntida Film Fest y se centran precisamente en el concepto de identidad, de individualidad, de libertad.
Identidad
Infrarouge (France 2, 2006-) es uno de los programas más veteranos de la televisión francesa. En España podríamos compararlo con Documentos TV (TVE, 1986-), aunque con la diferencia que, en la mayor parte de los casos, los documentales presentados por el programa francés están realizados expresamente para el mismo o se presentan en exclusiva. Uno de los documentales presentados recientemente es No box for me. An intersex story (Floriane Devigne, 2018), que aborda el tema de la intersexualidad. En realidad, su título original es más elocuente y más poético: Ni d'Eve, ni d'Adam: une histoire intersex, porque plantea una mirada más precisa en torno a esta identidad de género. En este caso, la directora deja todo el proceso de descripción a los protagonistas, jóvenes que mantienen una correspondencia y en la que describen sus circunstancias personales tratando de compartir detalles íntimos y al mismo tiempo encontrar en el otro una respuesta a sus preguntas.
La gran virtud de este documental es esa mirada en primera persona, que plantea por ejemplo las consecuencias de las operaciones quirúrgicas que, aunque bienintencionadas, dejan una huella psicológica. En el Museo Louvre de París existe una escultura del siglo II d.C. dedicada a Hermafrodito, el dios/diosa que nació de Hermes y Afrodita y adquirió genitales masculinos y femeninos cuando la ninfa Salmacis se fundió con él. En el Museo Bojimans Van Beuningen de Róterdam se conserva el cuadro "La metamorfosis de Hermafrodito y Salmacis" (1520), del pintor flamenco Jan Gossaert. Precisamente, los Países Bajos ha tomado la decisión de eliminar el género de sus documentos de identidad, mientras que en muchos países como España o Francia aún es necesaria una batalla legal para modificar el género en los documentos de identidad. Esta contradicción a la que se ven expuestos quienes son intersexuales también se plantea a lo largo del documental. Hay algunos momentos de intimidad muy logrados, hay una honestidad y naturalidad que no es falsa, y en general la película consigue darnos más información sobre el tema, expuesta con claridad. "La revolución ha comenzado. Una auténtica revolución de la intimidad".
La serie danesa Sex (TV2, 2020-) se estrenó en el marco del Festival de Berlín 2020, compitiendo por los Teddy Award, premios dedicados a las producciones de temática LGBTI+. Está planteada como una webserie de seis episodios de unos 15 minutos de duración cada uno, y se centra en una joven que inicia una aventura con una compañera de trabajo cuando su novio muestra cierta apatía sexual. Esta exploración del sexo como una vía para resolver problemas emocionales es también una búsqueda de cierta identidad. Porque la protagonista no se define en ningún momento como lesbiana, pero encuentra en esta exploración una forma de enfrentarse a los problemas de comunicación que tiene con su novio.
La creadora de la serie, Clara Mendes, comenta: "La serie no se centra en ser gay. El problema de Cathrine, la protagonista, no es que se sienta atraída por otra persona de su mismo sexo, sino que no es capaz de compartir sus sentimientos con su pareja". Efectivamente, no se trata exactamente de una serie sobre una joven que descubre que se siente atraída por otra chica, ni tampoco es exactamente una serie sobre sexo, a pesar de su título. Es la apatía sexual la que provoca la quiebra de su relación, y las escenas de sexo funcionan más bien como puntos de inflexión en el desarrollo del personaje. Ciertamente, no es una serie que plantee una propuesta especialmente novedosa, sobre todo en el audiovisual escandinavo, muy habituado a este tipo de historias, pero tiene personajes solventes y maneja con soltura el escaso margen de tiempo que le da el formato elegido.
La serie danesa Sex (TV2, 2020-) se estrenó en el marco del Festival de Berlín 2020, compitiendo por los Teddy Award, premios dedicados a las producciones de temática LGBTI+. Está planteada como una webserie de seis episodios de unos 15 minutos de duración cada uno, y se centra en una joven que inicia una aventura con una compañera de trabajo cuando su novio muestra cierta apatía sexual. Esta exploración del sexo como una vía para resolver problemas emocionales es también una búsqueda de cierta identidad. Porque la protagonista no se define en ningún momento como lesbiana, pero encuentra en esta exploración una forma de enfrentarse a los problemas de comunicación que tiene con su novio.
La creadora de la serie, Clara Mendes, comenta: "La serie no se centra en ser gay. El problema de Cathrine, la protagonista, no es que se sienta atraída por otra persona de su mismo sexo, sino que no es capaz de compartir sus sentimientos con su pareja". Efectivamente, no se trata exactamente de una serie sobre una joven que descubre que se siente atraída por otra chica, ni tampoco es exactamente una serie sobre sexo, a pesar de su título. Es la apatía sexual la que provoca la quiebra de su relación, y las escenas de sexo funcionan más bien como puntos de inflexión en el desarrollo del personaje. Ciertamente, no es una serie que plantee una propuesta especialmente novedosa, sobre todo en el audiovisual escandinavo, muy habituado a este tipo de historias, pero tiene personajes solventes y maneja con soltura el escaso margen de tiempo que le da el formato elegido.
Controversia
La identidad no solo se refiere al individuo, sino también al conjunto de individuos que forman un conjunto. Y aunque esta identidad colectiva a veces está en contradicción con la individual, se establece que el hombre es un ser social, por lo que necesita sentirse identificado con características que le son comunes. Pero esta identidad llevada hasta el extremo provoca los nacionalismos que son excluyentes. Este tema es el que aborda la producción belga The barefoot Emperor (Jessica Woodworth, Peter Brosens, 2019), que se pudo ver en Toronto 2019 y Róterdam 2019. Se trata de una secuela más bien innecesaria de la comedia El rey belga (Jessica Woodsworth, Peter Brosens, 2017), que se centraba en un supuesto rey de Bélgica al que le pilla en Estambul el colapso de su propio país, y tiene que iniciar un viaje a través de los Balcanes, que es rodado por un director inglés de documentales. La película se planteaba como un mockumentary, un falso documental, que se tomaba a broma precisamente el concepto de identidad nacional, especialmente los enfrentamientos en las regiones belgas de Valonia y Flandes.
Ahora, los directores amplían el escenario y plantean el colapso de toda Europa, que también pilla al rey de viaje, en esta ocasión en Sarajevo, donde sufre un atentado como el que se perpetró en 1914 contra el Imperio austro-húngaro. La historia se desarrolla en un solo espacio, una isla donde el monarca se recupera de sus heridas, lo que hace que la película se desarrolle de forma más estática. Hay algunos chistes que funcionan, como otorgar a los pacientes del hospital los nombres de personalidades políticas que pasaron por allí, lo que crea un microcosmos en el que Che Guevara desayuna junto a Leonid Brézhnev, pero en general la propuesta es más acartonada que la primera, y ni siquiera termina sacando partido de la broma principal: el colapso de una Europa que decide independizarse de sí misma y dividirse en países cada cual más nacionalista. The barefoot Emperor es una propuesta de comedia política que tiene poo de política y casi nada de comedia.
Muros y fronteras
El protagonista del documental El escritor de un país sin librerías (Marc Serena, 2019) es Juan Tomás de Ávila Laurel, que es el autor guineano más traducido de su país, y referente en la literatura postcolonial. Pero sus libros difícilmente pueden encontrarse en Guinea Ecuatorial, porque allí la cultura escasea y la literatura no existe. El título del documental, seleccionado en SEMINCI 2019 y L'Alternativa 2019, expresa bien esta realidad. Pero también se habla de las críticas al gobierno del perpetuo presidente Obiang que ejerce Tomás de Ávila, y que le llevaron a abandonar su país en 2011 para establecerse en Barcelona. El documental, más que ofrecer un perfil del escritor, propone un regreso a su isla natal, Annobón, un reencuentro con la identidad propia, esa identidad que fue arrebatada a los guineanos durante la colonización española, pero que ahora también es arrebatada por un gobierno corrupto. Mientras el hijo del presidente se retrata en las redes sociales con vehículos de lujo (que, según las noticias recientes, le fueron requisados en Francia, pero que parece haber recomprado a través de un testaferro), Guinea Ecuatorial se divide entre pobres y más pobres.
El contexto que utiliza el director para mostrar la perplejidad de un país asfixiado es la celebración del cumpleaños de Obiang, presentada como un gran acontecimiento estatal. En este sentido, el documental funciona mejor como reflejo de un país marcado por la colonización que como perfil del protagonista, que permanece con esa mirada de incomprensión y de rabia controlada ante la sumisión de sus conciudadanos. El trabajo del director zozobra a veces enfocándose en elementos tangenciales que no aportan demasiado a la historia, y falta ritmo en la narración, pero es una propuesta valiosa en su concepto.
Generación
Otro regreso a los orígenes lo vemos en la película francesa Revenir (Jessica Palud, 2019), que consiguió el Premio al Mejor Guión en la Sección Orizzonti de la Mostra de Venecia 2019. El regreso en esta ocasión se produce cuando la madre del protagonista, un joven que emigró a Canadá, se encuentra gravemente enferma. Sobre su difícil relación con su padre pesa también un cierto misterio en torno a la muerte de su hermano hace unos años. Y es, en este retorno, en el que conoce a su cuñada y su sobrino, un niño de 5 años que ha madurado con mayor rapidez debido a los continuos hechos dramáticos que han rodeado a la familia.
La película conecta con el espectador gracias a personajes que tienen esa ambigüedad de sentimientos, de nostalgia y de impotencia por una crisis que ha provocado la ruptura de sus relaciones. Es uno de los elementos más interesantes de una historia que, en su desarrollo, va tomando el sendero de lo previsible, sin terminar de construir esa narración que merece un comienzo prometedor. Debido a ese empeño de la directora por ir sembrando piezas de un puzzle que deja incompleto, la experiencia acaba siendo frustrante. Hay que valorar, no obstante, la admirable contención de Niels Schneider, que contrasta con la explosión de energía que desborda en Sympathie pour le diable (Guillaume de Fontenay, 2019), otra de las películas programadas en el festival.
Atlàntida Film Fest de puede ver en Filmin hasta el 27 de agosto.
El protagonista del documental El escritor de un país sin librerías (Marc Serena, 2019) es Juan Tomás de Ávila Laurel, que es el autor guineano más traducido de su país, y referente en la literatura postcolonial. Pero sus libros difícilmente pueden encontrarse en Guinea Ecuatorial, porque allí la cultura escasea y la literatura no existe. El título del documental, seleccionado en SEMINCI 2019 y L'Alternativa 2019, expresa bien esta realidad. Pero también se habla de las críticas al gobierno del perpetuo presidente Obiang que ejerce Tomás de Ávila, y que le llevaron a abandonar su país en 2011 para establecerse en Barcelona. El documental, más que ofrecer un perfil del escritor, propone un regreso a su isla natal, Annobón, un reencuentro con la identidad propia, esa identidad que fue arrebatada a los guineanos durante la colonización española, pero que ahora también es arrebatada por un gobierno corrupto. Mientras el hijo del presidente se retrata en las redes sociales con vehículos de lujo (que, según las noticias recientes, le fueron requisados en Francia, pero que parece haber recomprado a través de un testaferro), Guinea Ecuatorial se divide entre pobres y más pobres.
El contexto que utiliza el director para mostrar la perplejidad de un país asfixiado es la celebración del cumpleaños de Obiang, presentada como un gran acontecimiento estatal. En este sentido, el documental funciona mejor como reflejo de un país marcado por la colonización que como perfil del protagonista, que permanece con esa mirada de incomprensión y de rabia controlada ante la sumisión de sus conciudadanos. El trabajo del director zozobra a veces enfocándose en elementos tangenciales que no aportan demasiado a la historia, y falta ritmo en la narración, pero es una propuesta valiosa en su concepto.
Generación
Otro regreso a los orígenes lo vemos en la película francesa Revenir (Jessica Palud, 2019), que consiguió el Premio al Mejor Guión en la Sección Orizzonti de la Mostra de Venecia 2019. El regreso en esta ocasión se produce cuando la madre del protagonista, un joven que emigró a Canadá, se encuentra gravemente enferma. Sobre su difícil relación con su padre pesa también un cierto misterio en torno a la muerte de su hermano hace unos años. Y es, en este retorno, en el que conoce a su cuñada y su sobrino, un niño de 5 años que ha madurado con mayor rapidez debido a los continuos hechos dramáticos que han rodeado a la familia.
La película conecta con el espectador gracias a personajes que tienen esa ambigüedad de sentimientos, de nostalgia y de impotencia por una crisis que ha provocado la ruptura de sus relaciones. Es uno de los elementos más interesantes de una historia que, en su desarrollo, va tomando el sendero de lo previsible, sin terminar de construir esa narración que merece un comienzo prometedor. Debido a ese empeño de la directora por ir sembrando piezas de un puzzle que deja incompleto, la experiencia acaba siendo frustrante. Hay que valorar, no obstante, la admirable contención de Niels Schneider, que contrasta con la explosión de energía que desborda en Sympathie pour le diable (Guillaume de Fontenay, 2019), otra de las películas programadas en el festival.
Atlàntida Film Fest de puede ver en Filmin hasta el 27 de agosto.
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