23 agosto, 2020

Sheffield Doc/Fest: Voces femeninas

Las producciones de Sheffield Doc Fest llegan casi al final de su segunda etapa, con la presencia de buena parte de los documentales seleccionados disponibles online para la industria y los medios de comunicación hasta finales de agosto. Esta programación formó parte de los visionados online disponibles durante el mes de junio y se cerrará con la celebración presencial el próximo mes de octubre. En nuestro blog seguimos repasando parte de esta programación, que está conformada por estrenos europeos y mundiales de algunas de las producciones documentales más interesantes de este año. Hoy nos detenemos en las voces femeninas, no a través del trabajo de mujeres directoras expresamente (su presencia es notable, y ha sido protagonista en los documentales que hemos ido comentando a lo largo de estas semanas), sino a través de los retratos de mujeres con una personalidad destacada en su trabajo y su vida personal. 

Una visión muy clara de esta presencia es el documental Shut up Sona (Deepti Gupta, 2019), que tiene como protagonista a la cantante india Sona Mohapatra, una de las artistas de más éxito en su país, pero que al mismo tiempo se ha convertido en una de las figuras más controvertidas por sus comentarios en torno al machismo dentro del mundo de la música, especialmente en Bollywood, y determinadas polémicas con líderes de la religión sufí por su forma de vestir en los videoclips y sus actuaciones. La directora acompaña a Sona Mohapatra en algunas de estas polémicas, y de hecho adopta incluso una postura nada objetiva, sino incluso cómplice. Lo que la cantante (y el documental) ponen de manifiesto es la dificultad que tienen las mujeres de ser consideradas como artistas dentro de una industria musical creada por hombres solo para hombres. 


Entre los momentos interesantes podemos asistir a algunas conversaciones entre la cantante y su marido, Ram Sampath, que también es cantante y forma parte de esa industria musical machista. En un momento, él replica a su esposa: "¿Quieres ser artista o quieres ser activista?". Es esa dicotomía la que se plantea firmemente como una división que resulta artificial y en cierto modo refleja ese machismo predominante. Por supuesto, se puede ser artista y activista al mismo tiempo, y de hecho Sona Mohapatra lo es. Shut up Sona refleja en su título ese sentimiento de prepotencia masculina: "canta y cállate la boca", vienen a decir los líderes sufíes que claman contra ella. Y no hay que negar que en la cantante también hay un rasgo de provocación, y también se refleja en la mirada de la directora esa sensación de que la artista de alguna manera sabotea su propia carrera con su incontinencia verbal. La triste realidad es que no callarse tenga esas posibles consecuencias. La música, al final, queda en segundo plano. 

Tras su película En realidad, nunca estuviste aquí (Lynne Ramsay, 2017), la directora escocesa realiza su último proyecto con el cortometraje documental Brigitte (Lynne Ramsay, 2019), un retrato de la fotógrafa francesa Brigitte Lacombe, cuya trayectoria está muy ligada al cine desde que conoció a Dustin Hoffman en el Festival de Cannes de 1975 y fue invitada para realizar fotografías del rodaje de Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula, 1976). Desde ese momento, ha sido una artista habitual en el mundo de Hollywood, cuya carrera está ligada durante muchos años como colaboradora de la actriz Meryl Streep o del director Martin Scorsese. En realidad, de nada de esto se habla en el documental, que se centra en una conversación más o menos informal que solo escuchamos en off, y en la que la fotógrafa muestra determinadas reflexiones sobre su trabajo y su vida. Las imágenes nos enseñan su forma de trabajar mientras realiza algunas sesiones de fotografía para la marca de ropa Miu Miu, que de hecho es la productora del documental. Este mediometraje de 30 minutos parece más un spot publicitario que un retrato personal realmente elaborado, una especie de making of con cierto toque artístico, pero que aporta poco para conocer al personaje. 


Judy Rebick es una activista judía canadiense que se ha convertido en una de las voces más reconocidas de la resistencia social en su país. El documental Judy versus Capitalism (Mike Hoolboom, 2020) ofrece una visión cuasi experimental sobre la trayectoria política de esta veterana luchadora por los derechos civiles, que ha tenido entre sus acciones combativas la ilegalización del aborto, la lucha contra los extremismos o las injustas incursiones del Ejército israelí en Gaza. El director utiliza imágenes de archivo y alteraciones visuales mientras escuchamos la voz en off de la protagonista, siempre en un plano secundario en cuanto a la imagen, pero principal en cuanto al mensaje. Es un acercamiento diferente al perfil de un personaje, que quizás resulta algo agotador durante sesenta minutos, pero que encuentra algunos momentos de sosiego en determinados hechos puntuales de la trayectoria social de la protagonista, y al final resulta un retrato complejo y certero de  una mujer que ha dedicado toda su vida a la lucha por los derechos humanos.  

El mundo visto desde un espacio de escasos 2 metros. La vida delante de un quiosco de prensa, de esos que cada vez se ven menos en las grandes capitales y ya prácticamente no existen en las poblaciones más pequeñas. Esa es la propuesta de Le kiosque (Alexandra Pinelli, 2020), cuya directora ha conocido desde niña este espacio en el que han trabajado cuatro generaciones de su familia. Ya en la recta final de la vida laboral de su madre, Alexandra Pinelli decide convertirse en parte de ese espacio de 2 metros y ver el exterior desde ese punto de vista, a través de una pequeña cámara. Este quiosco se convierte en el espacio protagonista, por delante del que pasa la vida y a veces se detiene en forma de personajes singulares, de inmigrantes sin papeles, de ancianas cansadas, de indigentes que pierden constantemente su gato, de funcionarios machistas...


Le kiosque es un documental encantador, sencillo pero al mismo tiempo lleno de reflexiones sobre nuestra sociedad. Ese microcosmos habitado por algunos de sus clientes habituales, se ve obligado a afrontar el cambio decisivo de las nuevas formas de comunicación, con la bancarrota de la gran empresa de distribución de prensa en Francia. Ese lugar que ya solo puede mirar al pasado, porque el futuro no existe; el espacio de los periódicos en papel, de los coleccionables eternos, de las revistas del corazón, de las publicaciones pornográficas que se ocultan entre los suplementos... Es también un lugar habitado principalmente por mujeres: la madre, que después de veinticinco años necesita una retirada a tiempo; y la hija, convertida en directora de su propia historia. Y en el que se habla también de mujeres, de su papel en la sociedad, de su impronta fundamental en esa pequeña intrahistoria que se ha reproducido en los medios de comunicación.

Uno de los mejores retratos que hemos podido ver este año en torno a la mujer (y la dificultad de ser mujer) es Niña mamá (Andrea Testa, 2019), un excelente trabajo de conexión con una serie de madres adolescentes en Argentina, que comentamos en nuestra crónica de la 28ª Mostra de Films de Dones. Un doloroso retrato de la vulnerabilidad de la maternidad. 


El cortometraje Galena (Ezzatollah Parvazeh, 2019) se centra en una anciana que es la única habitante de un pequeño pueblo iraní que está situado junto a una mina de plomo. A pesar de los intentos de sus familiares, Tía Esmat se niega a abandonar el lugar donde ha vivido. Ella es la primera mujer jubilada en Irán, después de trabajar durante años en la mina, pero prefiere permanecer en su casa, sencilla, en medio de un desierto en el que solo florece una palmera, con los recuerdos colgados en la pared de su esposo y su hijo muertos, y con una muñeca de lana que es su única compañía. Es un retrato delicado, sutil, de la vida en soledad, de la existencia monótona pero plena de una mujer que vive de la memoria. Otro cortometraje, Wellspring (Fergus Haughton, 2019), es un doble retrato de dos mujeres a las que escuchamos y vemos ya en su vejez. Ellas también son heroínas anónimas de un proyecto que surgió en 1981 en Gloucester, Massachusetts, llamado Wellspring House, un lugar para familias sin hogar que permanece hasta nuestros días. Lo interesante de la propuesta es que los fundadores del proyecto han vivido también allí, compartiendo sus hogares con estas familias. Las dos protagonistas, Rosemary y Nancy, acogieron hasta 2008 a unas 500 familias. Es la heroicidad anónima de estas mujeres que reflexionan, durante los 14 escasos minutos del documental, sobre su experiencia y su vida plenamente completa. 

En el documental Sisters with transistors (Lisa Rovner, 2020) se hace una pregunta: "¿Por qué no hay grandes compositoras mujeres?". En cierto modo, la respuesta conecta con la temática de Shut up Sona (Deepti Gupta, 2019), porque la música en general siempre ha sido un coto reservado a los hombres. De hecho, la mayor parte de las mujeres de las que habla este documental están prácticamente olvidadas, a pesar de haber sido pioneras en la creación de música electrónica. La artista Laurie Anderson como narradora describe los perfiles de algunas de estas creadoras, desde Clara Rockmore (1928) o Daphne Oram (1949), hasta otros nombres más conocidos como Suzanne Ciani (1976), que fue la primera mujer en componer la banda sonora de una gran producción de Hollywood, La increíble mujer menguante (Joel Schumacher, 1981), o Laurie Spiegel (1986). 


Es un documental con forma tradicional, que mezcla imágenes de archivo con entrevistas, siguiendo un orden cronológico. Pero aporta una información imprescindible y radical en torno a la forma en que el trabajo de estas mujeres, que sentaron las bases de buena parte de la música electrónica que se hace en la actualidad, ha sido silenciado por la sociedad, más que en términos de ocultación, por una actitud de indiferencia hacia la trascendencia de su trabajo. Hay alguna entrevista en televisión de los años sesenta en la que podemos comprobar el aire de superioridad y de incredulidad que muestra el presentador. Sisters with transistors, dentro de su formalismo escasamente arriesgado, propone una mirada que resulta innovadora en su contenido y en la visibilidad de mujeres creadoras, experimentadoras y artistas cuya labor debería haber sido más reconocida. 


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