27 abril, 2021

CPH:DOX 2021 - Parte 3: Entre géneros

En su discurso de agradecimiento por el Oscar, el montador Mikkel E.G. Nielsen, ganador por su notable trabajo en Sound of metal (Darius Marder, 2019) daba las gracias a la Danish Film School por su labor como impulsora de jóvenes cineastas daneses que han conseguido desarrollar una trayectoria internacional. Mikkel E.G. Nielsen es el primer danés que gana el Oscar en esta categoría, mientras que Otra ronda (Thomas Vinterberg, 2020), de la que se ha anunciado un remake con Leonardo DiCaprio, es la cuarta película danesa ganadora como Mejor Película Internacional o de Habla no Inglesa, tras las victorias de El festín de Babette (Gabriel Axe, 1988), Pelle, el conquistador (Bille August, 1989) y En un mundo mejor (Susanne Bier, 2010), las dos últimas son producciones de Zentropa, la productora de Lars Von Trier. 

La cinematografía danesa tiene una fortaleza que le permite destacar cada año con algunos de sus títulos, y de hecho ya se habla del documental de animación Flee (Jonas Poher Rasmussen, 2021), ganador del Premio al Mejor Documental Internacional en el Festival de Sundance 2021, y al que ya dedicamos nuestro comentario en las crónicas del Festival de Gotemburgo 2021, como un probable candidato a los Oscar de 2022. El CPH:DOX dedica un ciclo a las producciones documentales danesas entre las que destacan Loves me, loves me not (Katrine Skibsted, Caroline Mathilde Salic, Andrine Moland, 2021), Iranian daddy (Ida Mathilde Karlsson, 2021) o There is a border in my backyard (Jens Loftager, 2021). 

DOX:AWARD

En su última propuesta audiovisual Passion (Maja Borg, 2021), la artista sueca explora los límites del BDSM investigando sobre la posibilidad de establecer una conexión entre el cristianismo y la práctica de la dominación o la sumisión. En su libro BDSM y el cristianismo. Una mirada a la subcultura del BDSM relacionada con ser cristiano (Frank Paul Corso, 2020) el autor encuentra una cierta espiritualidad en la práctica del bondage, y esta película que se mueve entre la experimentación y la representación documental, también intenta encontrar esa visión espiritual en la idea de la sumisión y, por extensión, del sometimiento. La pasión y el sufrimiento son dos caras de una subcultura que busca un cierto sentido, incluso diríamos que místico, a la práctica del BDSM. 

La directora explora estas ideas desde la tradición religiosa de los países del Norte de Europa (hay una alusión al cine del danés Carl Theodor Dreyer o del sueco Ingmar Bergman en las imágenes que se presentan en blanco y negro), que de alguna manera se fusionan con la tradición cristiana del Sur de Europa, como en el Vía Crucis de los "picaos" de San Vicente de Sonsierra (La Rioja), que sigue la tradicional flagelación de sus cuerpos durante la Semana Santa, que se remonta al siglo XVI. Hay una representación de la religión que, paradójicamente, supone un esfuerzo mayor en su visibilidad: "Estás sometida a Dios y a tus creencias, y también te muestras a tí misma como un individuo vulnerable. Es más fácil salir del armario como lesbiana o como practicante de BDSM, que salir del armario como cristiana". 

Rodada entre Suecia, Alemania y España, Passion contiene también elementos de reflexión sobre la otredad, que la directora ya ha abordado en otras de sus películas. Ese concepto filosófico del otro como ser diferente, implica la percepción de que no somos iguales, llevado a un cierto extremo por Aristóteles, que planteaba que algunos hombres habían nacido para ser esclavos mientras que otros habían nacido para ser amos. Pero se trata de una definición que en realidad está intrínsecamente ligada al BDSM, con la diferencia de que cada individuo tiene la libertad de elegir ser amo o esclavo. Hay una cierta dispersión en la exposición de las ideas a lo largo del documental, pero la exploración de los límites que se establecen en las relaciones BDSM tiene una interesante conexión filosófica y espiritual. 

La directora de Gabi, between ages 8 and 13 (Engeli Broberg, 2021) comenzó a grabar a la protagonista cuando tenía ocho años para un cortometraje, pero se sintió atraída por su personalidad y por su aceptación a la hora de no sentirse definida dentro de la categoría de hombre o de mujer, un sentimiento inicial que ya estaba presente a tan temprana edad. De forma que decidió realizar un seguimiento, que en algunos aspectos nos recuerda a Boyhood (Richard Linklater, 2014), hasta que llegara a la pubertad, explorando de qué forma esta identidad no binaria se iba desarrollando. Así, el documental se construye como una especie de coming-of-age que se mueve con la naturalidad con la que la joven Gabi (ella misma se define con su pronombre) aborda esta aceptación de su propia identidad, a la que sin embargo no quiere poner una definición concreta. 

Y ciertamente hay que estar agradecidos por permitirnos acompañar a Gabi en este viaje vital, sobre todo gracias a su madurez desde la niñez, a su capacidad para discernir quién es, sin obstáculos externos. Es una película centrada en la protagonista, y por eso quizás resulta algo frustrante no conocer la posición de los padres, que parecen respetar la libertad individual de Gabi, aunque en algún momento la madre la llama Gabriela. Poco a poco, los aspectos externos van definiendo a Gabi, cuando se corta el pelo o cuando decide su forma de vestir, y a pesar de que no parece encontrar tampoco un rechazo frontal, sí hay pequeños detalles en su entorno escolar que muestran cierta tolerancia impuesta (algunos compañeros de clase dicen que parece un chico, mientras vemos cierta incomodidad en Gabi cuando se hacen bromas sobre la homosexualidad). 

Curiosamente, y ahí está uno de los grandes aciertos del documental, la evolución identitaria de Gabi no se hace más fácil para la protagonista conforme crece, sino todo lo contrario. Mientras mira con su padrastro un video en el que se habla de la menstruación, se siente confundida ("en clase ya lo ha tenido alguna compañera, y creo que yo podría ser la próxima víctima"), y el hecho de que sus amigos empiecen a establecer relaciones de pareja, que comiencen a hablar de temas que no parecen interesarle demasiado, se convierte en una especie de carga emocional adicional. Cerrando la película tal y como se inicia, Gabi, ya con trece años, escribe una carta dedicada su yo futuro, que entierra en el jardín: "Tengo un par de consejos para ti: No dejes de jugar al fútbol, por muy difícil que sea. Y deja de preocuparte de lo que otras personas piensan de ti. Espero que seas lo bastante valiente como para ser tú mismo, aunque seas diferente". 

NEXT:WAVE AWARD

Otra de las representantes españolas en la programación del CPH:DOX es Un cielo tan turbio (Álvaro Fernández-Pulpeiro, 2021), segundo largometraje del director gallego, que en esta ocasión se acerca a la realidad social de Venezuela tomando como base la novela Nostromo (Joseph Conrad, 1904), que elaboraba una reflexión sobre la política en un país sudamericano imaginario, Costaguana, para hablar de las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica. Este concepto de "país imaginario" está en cierto modo presente en las imágenes y la búsqueda de una percepción sensorial que nos acerque a la realidad venezolana pero sin diálogos ni discursos de tipo político, excepto los que se escuchan en las radios de los camiones. 

El director utiliza una técnica parecida a su reconocido documental Nocturno: fantasmas de mar en puerto (Álvaro Fernández-Pulpeiro, 2017), grabando principalmente en la hora mágica, el amanecer y el atardecer, evitando la exposición del sol y logrando por tanto una textura visual que resulta casi onírica, junto a una utilización del sonido que cohesiona los diferentes segmentos. El tema central del documental está conectado con el petróleo, a través de imágenes de las refinerías que parecen monstruos esperando despertar. Esta riqueza que no llega a los venezolanos, representada en los camioneros que están siempre pendientes de los vaivenes del precio de la gasolina, se convierte en una visión lúcida, sin necesidad de ser discursiva, de un país que es rico y pobre al mismo tiempo. El director nos propone una experiencia sensorial que al mismo tiempo es reflexiva, un viaje a un infierno controlado.

VISION & SOUND

Esta sección incluye documentales que tienen a la música como tema central, desde estrenos de producciones más comerciales como Tina (Daniel Lindsay, T.J. Martin, 2021) presentada por HBO Max en el mes de marzo, o American Utopia (Spike Lee, 2020), sobre el concierto de David Byrne, hasta documentales menos conocidos como el español Un blues para Teherán (Javier Tolentino, 2020), que clausuró el Festival de Cine de Gijón. 

Estrenado en el Festival SXSW 2020, American rapstar (Justin Staple, 2020) ofrece una visión más o menos general del fenómeno denominado stream rap, que surgió a raíz de la posibilidad que tenían los jóvenes músicos, especialmente del mundo del rap, de compartir sus creaciones a través de plataformas como Soundcloud, sin necesidad de discográficas intermediarias. Un fenómeno que se convirtió en un movimiento más allá de la moda para afianzar las tendencias musicales de una nueva generación de músicos y de seguidores. De ahí surgieron nombres como XXXTentation, Lil Peep o Bhad Bhabie, que aparecen en este documental, y por extensión se reflexiona también sobre la lentitud con la que la industria discográfica se adaptó a las posibilidades que ofrecía internet, demonizando a las webs de descarga que, sin embargo, ocupaban un espacio que las grandes multinacionales subestimaron hasta que vieron cómo las ganancias por ventas de CD's se precipitaban al vacío. Surgieron así plataformas como Spotify, seguida por la posterior incorporación de las discográficas oficiales que abordaron mal y tarde esta transformación radical en el consumo de música. 

La distribución de música en streaming reportará, sin embargo, según Goldman Sachs, unos beneficios de 45 billones de dólares en 2030, frente a los 19 billones de 2018, lo cual muestra la consolidación del streaming frente a la opaca visión de las discográficas. Es un acercamiento interesante, que no resulta definitivo sobre el stream rap, pero que nos introduce algunos aspectos relevantes sobre una época que cambió la percepción de la música. Lamentablemente, la parte final del documental se detiene en una especie de necrológica de los raperos adolescentes muertos por violencia (XXXTentation) o por sobredosis (Lil Peep, Juice WRLD...), mencionando la proliferación de drogas, pero con reflexiones muy superficiales que parecen culpar a un mercado exigente. Pero cuando se escuchan las palabras coherentes de artistas como Bhad Bhabie, parece claro que se necesita una personalidad fuerte y lúcida para moverse en la industria musical.

HIGHLIGHTS

Premiada con el Oso de Plata por su Contribución Artística y el Premio al Mejor Montaje en el Festival de Berlín 2021, Una película de policías (Alonso Ruizpalacios, 2021) será sin duda una de las que llamará la atención este año. El director mexicano, que ya nos dio muestras espléndidas de su talento con Güeros (2014), un drama sobre la adolescencia, y con Museo (2018), basado en la historia real de un atraco, se supera a sí mismo para construir una película que está en todo momento reinventándose, construyendo y deconstruyendo los géneros para ofrecernos algo inclasificable, emocionante, inteligente e impactante. No es ficción ni documental, establece su propio género que está entre géneros cinematográficos, creando una película que es difícil definir pero a la que tampoco le hace falta. Porque consigue en este juego de prestidigitación, profundizar en temas complejos sobre el papel de las fuerzas de seguridad. Y se requiere verla sin demasiada información, porque hace falta dejarse atrapar por esta acumulación de inventiva que no hace trampas, sino que se mueve siempre en el terreno de la honestidad. 

Básicamente, se trata de una historia protagonizada por dos policías, Teresa y Montoya, que nos introducen en la difícil problemática de ser policía en México, con lo que implica de riesgo pero también con la asombrosamente normalizada práctica del soborno. En realidad, a poco que se tenga algún acercamiento al cine mexicano de los últimos años, no es difícil predecir algunos de los giros narrativos, pero el director se las ingenia para sorprendernos cuando parecía que ya no podía sorprender más. El comienzo es una evidente reconstrucción de la realidad, rodada con una extraordinaria capacidad para el suspense, con un conocimiento profundo del arte cinematográfico, y desde ese momento somos conscientes de que no estamos ante un documental propiamente dicho. Se trata, además de una película eminentemente cinéfila, lo que se refleja en su magnífica selección de temas compuestos por Lalo Schifrin para películas como Los felinos (René Clément, 1964), series de televisión como El agente CIPOL (NBC, 1964-1968) o álbumes autónomos de jazz, lo que le da una textura musical que subraya su carácter heterogéneo. Una película de policías ha sido adquirida por Netflix para su distribución internacional, y se estrenará a finales de este año, seguramente con la mirada puesta en la temporada de premios.   



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