14 abril, 2021

Festival de Las Palmas 2021- Parte 1: El esperado regreso


El Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria celebra su vigésima edición entre el 9 y el 18 de abril todavía con un panorama Covid-19, pero con la posibilidad de poder haber podido organizar una edición híbrida, entre las proyecciones y los encuentros presenciales y la inclusión de parte de su programación en la plataforma Filmin. El festival fue uno de los certámenes que tuvo que cancelarse debido al confinamiento el año pasado, por lo que su regreso supone también una cierta recuperación de la normalidad. La celebración de los veinte años está marcada, entre otros eventos, por la recuperación de una Antología de 25 películas que han marcado la trayectoria del festival, que muestra el interés que ha tenido siempre la muestra canaria por un cine innovador, como la trilogía de Historias extraordinarias (Mariano Llinás, 2008), Aquele querido mes de agosto (Miguel Gomes, 2008), Berkelana (Chui Mui Tan, 2010), Lola (Abuela) (Brillante Mendoza, 2010), Kaili Blues (Bi Gan, 2015) o The green fog (Guy Maddin, Evan Johnson, Galen Johnson, 2017). 

Casi como una especie de compensación por la ausencia del pasado año, el Festival de Las Palmas ofrece una amplia programación, formada por unas ciento treinta películas divididas en dieciséis secciones, con retrospectivas dedicadas al director iraní Asghar Farhadi y a la actriz y directora francesa Julie Delpy.  

SECCIÓN OFICIAL LARGOMETRAJES

En nuestras crónicas del Festival de Rotterdam comentamos El perro que no calla (Ana Kantz, 2021), sexta película de la directora argentina que nos presenta una historia que consigue resolver el difícil equilibrio en un tono de comedia que al mismo tiempo es agridulce mostrando diversos pasajes a lo largo de la vida de este joven, que le llevan a tener diferentes trabajos y a tratar de encontrar un espacio de comodidad. Se trata, aunque sin pretenderlo, de una metáfora en torno a la situación actual que vivimos en una sociedad adaptada a un momento de anormalidad. El perro que no calla trasciende, por tanto, su propia condición cinematográfica para hacernos reflexionar sobre de qué forma han cambiado nuestras vidas. Podríamos decir que es incluso más certera que muchas otras películas y documentales que se han realizado en los últimos meses teniendo el coronavirus como tema central. Es, casi, una película terapéutica.

Radiograph of a family (Firouzeh Khosrovani, 2020) logró el Premio al Mejor Documental y el Premio REFrame al mejor uso creativo de material de archivo en la pasada edición del IDFA (Festival Internacional de Documentales de Amsterdam), del que también ofrecimos crónicas en nuestro blog. Se trata, literalmente, de una radiografía familiar. Desde su historia personal, la directora iraní construye también la reciente historia de su país, incluida la Revolución de 1979, el regreso del Ayatollah Jomeini de su exilio en París y la imposición de un país que se desconectaba de los Estados Unidos y se enroscaba en un estado político-religioso opresor. Esta separación provocó también la división literal de su casa en dos partes, una habitada por su padre, y la otra por su madre, cada vez más radicalizada. Hay momentos de gran brillantez en la película, como la habitación por la que discurre la cámara lentamente, que se convierte en reflejo del paso del tiempo y representación de la desintegración familiar. Pero también hay elementos que resultan artificiales, como los diálogos en off interpretados por actores en la primera parte, o el uso de foley (efectos de sonido) en las imágenes de archivo, que falsifican el relato. 

Nudo mixteco (Ángeles Cruz, 2021) es el debut en el largometraje de la actriz Ángeles Cruz, que viene trabajando en el cine desde los años noventa, y a la que hemos visto en películas como Tamara y la catarina (Lucía Carreras, 2016). Ella es una de las pocas cineastas indígenas surgidas en la región de Mixteca Alta Oaxaqueña, que sigue siendo el lugar donde vive. Tras algunos cortometrajes, afronta una película que está compuesta por tres historias, tres regresos de habitantes del pueblo de San Mateo, que celebra sus fiestas. Y estos regresos, que se entrecruzan durante el relato, hablan de diversos temas que, en realidad, tienen que ver con uno solo: la situación de la mujer en las comunidades indígenas. 


Algunos de estos temas ya fueron abordados por la directora en sus cortometrajes. Una de las historias está protagonizada por una mujer que regresa para el funeral de su madre, pero es repudiada por su padre por ser lesbiana, una circunstancia que no muestra de forma clara pero de la que se habla en el pueblo. En su cortometraje La carta (2016), Ángeles Cruz ya trataba el tema de las mujeres lesbianas indígenas, enfrentadas no ya a un rechazo, sino directamente a una negación por parte de su entorno. También el abuso sexual, que había abordado en el corto La tricia o de como curar la tristeza (2012), está presente en su debut. La película aborda el tema de la emigración masculina desde el punto de vista pasivo de la mujer, condenada a vivir una eterna espera. Las tres historias se desarrollan y mezclan con fluidez, y ofrecen, en sus diferentes propuestas, una visión amplia de la mujer en las comunidades indígenas, pero también una reflexión en torno a los efectos de la emigración. Hay una sensación de inmutabilidad en San Mateo, una impresión de que salir del pueblo no significa necesariamente mejorar la situación personal y familiar. Una condición de extranjeros en el mismo lugar de origen.    

BANDA APARTE

Esta nueva sección competitiva ofrece una selección de películas que utilizan lenguajes cinematográficos menos tradicionales. Ganadora del Premio FIPRESCI en Berlín, Mejor Directora en IndieLisboa o el Premio Zabaltegi en San Sebastián 2020 A metamorfose dos pássaros (Catarina Vasconcelos, 2020) ha sido uno de los documentales más premiados del pasado año. Igual que Radiograph of a family (Firouzeh Khosrovani, 2020), se trata de una crónica familiar que está planteada, en este caso, como un ensayo autobiográfico. Personalmente, no me atrapa esta poesía de la realidad que plantea la directora portuguesa, aunque sus imágenes poseen una gran fuerza visual. La película la comentamos en nuestras crónicas de DokuFest 2020, donde consiguió también el Premio al mejor Documental. 

Mucho más interesante resulta Nemesis (Thomas Imbach, 2020), que logró el Premio a la Mejor Fotografía en IDFA, en cuyas crónicas tenemos un comentario más amplio. A partir de la demolición de una antigua estación de trenes comerciales en Zurich, que fue polémica porque estaba considerado un importante legado arquitectónico, Thomas Imbach coloca su cámara de 35 mm. en la ventana de su estudio para contemplar la destrucción del antiguo edificio y también la nueva construcción de una cárcel en el solar. En cierto modo, la propuesta nos recuerda al documental En construcción (José Luis Guerín, 2001), al tomar como base un trabajo mecanizado para hablar de temas más universales. 


La voz del narrador, el actor Milan Peschel, que colaboró con el director en su última película de ficción, My brother, my love (2018) introduce diferentes elementos de reflexión, trasladando los pensamientos del director, pero también haciendo referencia a historias recogidas en un centro de deportaciones en el aeropuerto de Zurich. Estos relatos de prisioneros sin delitos, ofrecen una mirada crítica a la construcción de la cárcel. El documental también introduce una visión de cómo el espacio urbano se transforma: primero ocupado por la antigua estación y finalmente por la prisión, pero el solar también sirve como aparcamiento, como escondite de los zorros, como espacio para un Festival de Street Food, como lienzo para graffitis... Es especialmente destacable el diseño de sonido de Peter Bräker, utilizando efectos de sala (foley) para recrear los sonidos de la obra y sus trabajadores, ya que el director grabó las imágenes sin sonorizar. Pero esto permite crear una ambientación sonora que aporta una expresión irónica sobre las propias imágenes.

PANORAMA

Una de las propuestas más iconoclastas que pasó por L'Alternativa fue Fauna (Nicolás Pereda, 2020). El director mexicano presenta uno de esos trabajos en los que suele caminar por los bordes del surrealismo, a través de una historia o historias que son al mismo tiempo interpretadas y creadas por los personajes, una especie de reflexión en torno al proceso creativo que utiliza recursos como el humor o el absurdo para construir una puesta en escena muy particular. En una de las secuencias más logradas de la película, Francisco Barreiro se interpreta a sí mismo como un actor que ha cosechado cierta resonancia internacional por participar en la serie Narcos: México (Netflix, 2018-), y unos vecinos le piden que recree la escena en la que trabajó. Es una situación que provoca una sonrisa pero al mismo tiempo transmite cierta incomodidad, y reflexiona sobre esta mitificación de la violencia que ofrecen las series blockbuster. Hay una doble narrativa, una transformación de personajes (que se provoca simplemente con una peluca), una transparencia del artificio que hacen que sea una película que provoca extrañeza pero al mismo tiempo tiene un gran poder de fascinación.

Por su parte, a Février (February) (Kamen Kalev, 2020), seleccionada para el Festival de Cannes 2020, le dedicamos un comentario más amplio en nuestras crónicas del Festival de Estocolmo. La película nos presenta a Petar, un pastor del que vemos tres etapas diferentes de su vida: la niñez, la juventud y la vejez. Las tres edades más importantes en la existencia del ser humano. En este caso, es un personaje que solo encuentra en su contacto con la naturaleza la principal razón de ser. La primera etapa, la niñez, es la del descubrimiento, la de su relación con el abuelo pastor, la de un cierto rechazo pero finalmente la huella de la vida en el campo como algo que quedará imborrable a lo largo de toda su existencia. En esta parte, el director construye un mundo de sonidos y de imágenes, en el que apenas hay diálogos, en una propuesta de los sentidos.


La segunda etapa nos presenta al Petar joven, soldado en las fuerzas armadas, pero incapaz de adaptarse a la relación con otras personas. En la tercera edad, cuando tiene 82 años, le vemos como una persona solitaria, alejada de la civilización en la montaña, junto a su rebaño. En cierto modo, la película regresa a las sensaciones del principio, pero ahora en una época invernal, no solo climatológicamente, sino también en ese recorrido por las edades del protagonista. Hay una lectura existencialista que es muy profunda en esta película, a la que hay que contemplar con una mirada abierta a las sensaciones más que a las palabras. Es la descripción de una vida completa, monótona, mundana. Pero una vida que se transmite plena.

Uno de los documentales más interesantes en torno al coronavirus realizados en los últimos meses ha sido 76 days (Hao Wu, Weixi Chen, Anónimo, 2020), que se proyectó por primera vez en el Toronto International Film Festival y que comentamos cuando pasó por el Festival de Estocolmo. Se trata de un documental visceral, realizado de forma apresurada, captando el caos que una pandemia cuyas proporciones desconocidas provocó en los primeros meses de su propagación. Es, por tanto, una película que no pretende hacer una reflexión más o menos sanitaria, o más o menos política, sino que se acerca, a la vertiente humana, la de los médicos exhaustos por las horas de trabajo y la de los enfermos confundidos por la situación. Es un documental que guarda cierta distancia (las llamadas, lejanas, frías, a los familiares de los pacientes fallecidos, esos que entraron por la puerta del hospital para acabar desapareciendo). Una película espléndida, necesaria, que lejos de caer en los tópicos de otros acercamientos al tema que hemos visto en España, nos sitúa en el centro de la tragedia sin artificios.

PANORAMA ESPAÑA

Esta sección ofrece un repaso a algunas de las propuestas más interesantes del pasado año, entre las que encontramos el ganador del Goya y el Premio Feroz al Mejor Documental, El año del descubrimiento (Luis López carrasco, 2020), al que dedicamos un amplio comentario en nuestro blog, o el excelente trabajo de investigación casi policial que es Anunciaron tormenta (Javier Fernández Vázquez, 2020), seleccionado en Berlín 2020, que reflexiona sobre la memoria y cómo se escribe la Historia.  

Nominada a los Premios Feroz al Mejor Documental, Enero (Ione Atenea, 2019), es una película íntima que encuentra en la cotidianidad de las vidas de las dos abuelas de la directora un inusual elemento de interés. Se propone como una historia sobre la vejez, pero da la impresión de que quiere ser más de un acercamiento hacia la proximidad de la muerte. Hay una sensación de espera continua en las dos ancianas nonagenarias que afrontan su vida con visiones diferentes. Pero la directora, como interlocutora audible que participa en ciertos diálogos con sus abuelas, parece derivar las conversaciones hacia temas relacionados con la muerte. En realidad, la vejez es una especie de sala de espera de una despedida. Son reconocibles en nuestra propia realidad esos momentos de pausa, de paréntesis mental en el que parecen quedarse las abuelas, esperando algo que no llega. Se trata también de un retrato de la memoria cuando la memoria es aleatoria, cuando es fácil recordar las canciones de la infancia (incluso algunas de corte falangista) pero es difícil saber lo que se ha leído en un periódico esa misma mañana. El documental a veces fuerza algunas situaciones (su obcecación con el tema de la muerte, la metáfora del anillo...) pero consigue reflexionar sobre el paso del tiempo gracias a la presencia hipnótica de estas dos mujeres.   


En el apartado de cortometrajes, destacan algunos trabajos como Homeless home (Alberto Vázquez, 2020), que comentamos ampliamente en nuestras crónicas de Annecy 2020, donde recibió el Premio del Jurado, una fantasía tenebrosa en torno a personajes que siempre han estado en el lado oscuro, y que en su espléndida animación bebe directamente de Ingmar Bergman. 

El mártir (Fernando Pomares, 2020) es una fábula sobre dos hermanos sirios que deciden tratar de alcanzar su sueño al cruzar las fronteras. Es un viaje lleno de incertidumbres que narra su hermana, mezclando su memoria y su imaginación para formar un relato entre la fantasía y la realidad. Un relato formado por fragmentos, recuerdos vagos de imágenes sueltas que sin embargo son homogéneos. Que habla de los sueños que no se pueden cumplir, de la violencia como proceso indisoluble de la vida, pero también de los lazos familiares. Un proceso cíclico, como el viaje hacia adelante que no se detiene, a pesar de las dificultades, y a pesar del desenlace. Al final solo queda la memoria, la utilización de la palabra como materialización de las emociones.

Y en Forastera (Lucía Aleñar Iglesias, 2020), un vestido rojo despierta la memoria en una relación de ambigüedad entre nieta y abuelo, que utiliza el lenguaje de las imágenes, en movimientos lentos, casi como una percepción del regreso del pasado en cámara lenta, que tiene que ver con la imaginación y con el contraste entre la adolescencia despreocupada y la vejez agotada. De alguna manera, la fantasía que promueve la protagonista es un reflejo de su introspección con el grupo de jóvenes en la playa, una especie de escapatoria de la futilidad de la cotidianidad. Da la sensación, sin embargo, de ser una historia que no está completa, que no termina de desarrollar las ideas que propone, y posiblemente la razón sea que forma parte de un proyecto de largometraje que se ha venido preparando tras su paso por la Résidence del Festival de Cannes.



Parte de la programación del Festival Internacional de Las Palmas de Gran Canaria se puede ver en Filmin hasta el 19 de abril. 

El año del descubrimiento se puede ver en Movistar+.



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