23 noviembre, 2020

Festival de Cine de Estocolmo: Las edades del hombre

Nuestra última crónica del Festival de Estocolmo hace un repaso a las películas que hemos podido ver en los últimos días. Esta muestra cinematográfica se ha desarrollado hasta este domingo 22 de noviembre, en un formato híbrido que, sin embargo, no ha funcionado especialmente bien. Como ya comentamos en su momento, la edición presencial ha sido más bien testimonial, porque había restricciones de espectadores en las salas debido al coronavirus, que solo podían acoger un aforo máximo de cincuenta personas. Por otro lado, el formato online tampoco ha funcionado especialmente bien, porque se ha creado un sistema fallido, con peticiones expresas de visionados que no siempre se han respondido con la eficacia necesaria. Quizás debido a esa equivocada idea de los organizadores de festivales que piensan que programar una edición híbrida o simplemente online significa que se puede reducir el personal al máximo, cuando es todo lo contrario. El formato online exige una respuesta inmediata para la resolución de problemas, y un equipo suficiente en número como para gestionar las numerosas peticiones de visionados. Y ciertamente, el Festival de Estocolmo, que ha reducido el número de trabajadores hasta solo 14 empleados, debería reflexionar para futuras ediciones en el caso de que se quiera mantener de alguna forma la oferta online. 

Impact

En esta sección encontramos algunos títulos relevantes que han pasado por otros festivales de cine en los últimos meses. Destacamos en esta crónica Février (February) (Kamen Kalev, 2020), película que viene con el sello de la selección que hubiera estado en la Sección Oficial del Festival de Cannes. Esta coproducción búlgaro-francesa nos presenta a Petar, un pastor del que vemos tres etapas diferentes de su vida: la niñez, la juventud y la vejez. Las tres edades más importantes en la existencia del ser humano. En este caso, es un personaje que solo encuentra en su contacto con la naturaleza la principal razón de ser. La primera etapa, la niñez, es la del descubrimiento, la de su relación con el abuelo pastor, la de un cierto rechazo pero finalmente la huella de la vida en el campo como algo que quedará imborrable a lo largo de toda su existencia. En esta parte, el director construye un mundo de sonidos y de imágenes, en el que apenas hay diálogos, en una propuesta de los sentidos. 

La segunda etapa nos presenta al Petar joven, soldado en las fuerzas armadas, pero incapaz de adaptarse a la relación con otras personas. Le hemos visto previamente casándose y teniendo un hijo del que realmente no se ocupará demasiado. Es un joven taciturno, que encuentra mayor acomodo junto a las gaviotas que junto a sus compañeros. Cuando le ofrecen seguir sirviendo en el ejército, muestra ya sus preferencias vitales: "Mi abuelo fue pastor, mi padre también, y yo seré pastor"


La tercera edad, cuando tiene 82 años, le vemos como una persona solitaria, alejada de la civilización en la montaña, junto a su rebaño. Es la renuncia definitiva al contacto con las personas, incluso con su propia hermana enferma, que espera constantemente una visita y con la que solo habla por teléfono. De nuevo el silencio, o mejor dicho, el sonido de la naturaleza, es lo que predomina. En cierto modo, la película regresa a las sensaciones del principio, pero ahora en una época invernal, no solo climatológicamente, sino también en este recorrido por las edades del protagonista. Hay una lectura existencialista que es muy profunda en esta película, a la que hay que contemplar con una mirada abierta a las sensaciones más que a las palabras. Es la descripción de una vida completa, monótona, mundana. Pero una vida que se transmite plena.

Descubrimiento

Nuevos nombres de la narrativa cinematográfica se presentan en esta sección. No hard feelings (Faraz Shariat, 2020) ganó el Premio Teddy a la Mejor Película en el Festival de Berlín, el galardón que reconoce aquellos títulos de temática LGBTI+. Lo interesante de esta propuesta no es exactamente lo que cuenta sino cómo lo cuenta. Se trata de la historia de un joven iraní de segunda generación que vive en Alemania, pero que no toma conciencia realmente de sus orígenes hasta que conoce a dos hermanos inmigrantes iraníes que tratan de conseguir la condición de refugiados. Y es entonces cuando se da cuenta de lo que supone ser iraní y las dificultades que para muchos tiene la necesidad de emigrar. Esta descripción de una comunidad cerrada, pero que en este caso ha adoptado ya una cierta mentalidad occidental (el protagonista vive su homosexualidad con absoluta naturalidad) resulta interesante, pero no es especialmente novedosa. Lo mejor de la película es la descripción desinhibida de la sexualidad del protagonista que vemos en la primera parte, porque cuando aborda el drama y las cuestiones raciales acaba cayendo en los tópicos de siempre. 


Non odiare (Mauro Mancini, 2020) es el debut de su joven director y está protagonizada por Alessandro Gassman, hijo del gran Vittorio Gassman, que tiene una destacada carrera como actor. En este caso, interpreta a un médico de renombre de origen judío que deja morir a un hombre que ha sufrido un accidente cuando descubre que tiene ideología nazi. Pero quizás cierto sentimiento de culpa, o una curiosidad malsana por entender esa forma de pensar, le lleva a contratar como limpiadora a la hija del fallecido, y a tener contacto con el hijo skinhead. Este planteamiento resulta llamativo, y explora las cicatrices del pasado (el padre judío del protagonista colaboró con los nazis), los remordimientos y cómo se pueden transformar las ideologías. La película, que pasó por la Mostra de Venecia, expresa más con los silencios, con las miradas y la emoción interior de los personajes, con una introspectiva interpretación de Alessandro Gassman. Pero el guión no consigue justificar adecuadamente las acciones de éstos, especialmente las de los dos hermanos, que resultan arbitrarias. Y la atractiva reflexión que plantea se queda en algo epidérmico. 

Zona abierta

Esta sección está dedicada a directores reconocidos en el panorama de festivales. A falta de títulos internacionales destacados, la inauguración de la Mostra de Venecia de este año se celebró con la producción italiana Lacci (Daniele Luchetti, 2020), en la que el director de películas como La voz de su amo (1991) o La scuola (1995) aborda el resquebrajamiento de un matrimonio a través de diferentes momentos de esta relación. Esos lazos que unen a las personas aunque realmente no exista una conexión sentimental son los que se reflejan en una historia que está contada a través de diversos saltos en el tiempo que se van mezclando. Aunque se la ha comparado con Historia de un matrimonio (Noah Baumbach, 2019), en realidad aquí no se trata tanto de describir cómo se va desintegrando la relación, sino de mostrar los resortes por los que, a pesar de que se trate de un matrimonio roto, existen elementos que mantienen esa conexión vital en la pareja. Daniele Luchetti se beneficia de un buen plantel de actores, encabezados por Alba Rohrwacher y Luigi Lo Cascio (matrimonio joven) y Silvio Orlando y Laura Morante (matrimonio mayor). De alguna manera, esta historia recuerda más a Ingmar Bergman en algunos momentos, en su teatralidad, en sus diálogos ágiles, pero el director elige una estructura narrativa que no beneficia, sino más bien entorpece la historia. Hay una cierta mirada cínica a la persistencia en el desamor, lo que resulta interesante, pero al final queda un viaje que no encuentra el tono adecuado. 

La producción iraní The wasteland (Ahmad Bahrami, 2020) ganó el Premio Orizzonti y el Premio FIPRESCI en la Mostra de Venecia y pasó por la Sección Oficial de la Seminci de Valladolid. La historia tiene lugar en una fábrica de ladrillos en la que ha trabajado un hombre durante cuarenta años, y que se enfrenta al cierre inminente debido a la crisis del ladrillo tradicional. Rodada en un majestuoso blanco y negro, de imágenes hipnóticas, el director hace hace referencia al cine de Béla Tarr, y en especial a la magnificencia de Sátántangó (Béla Tarr, 1994), a la que une no solamente el uso de la fotografía en blanco y negro, sino también una estructura circular, en la que el eje principal es el anuncio del patrón del inminente cierre de la fábrica, que se repite varias para centrarnos en diferentes personajes. 


El desarrollo de la historia es más sencillo que el de la obra del director húngaro, pero consigue un efecto parecido, una especie de retorno del cine a sus orígenes, a la narrativa envuelta en la forma. A través de planos secuencia en su mayor parte, que de alguna manera expresan también el sentimiento interior de los personajes, Ahmad Bahrami cuenta una historia que habla del sacrificio, de una vida consagrada al trabajo, una especie de camino sin retorno que muestra su desamparo cuando no puede continuar. En cierto sentido, su película también tiene puntos en común con el cine de Abbas Kiarostami, con esa imagen pegada a la tierra, bien elaborada pero dotada al mismo tiempo de una sencillez aplastante. 

American Independents

Esta es la sección que dedica el Festival de Estocolmo al reciente cine independiente de Estados Unidos. Entre la selección, encontramos propuestas como Dinner in America (Adam Rehmeier, 2020), que une a dos personajes extravagantes, un joven punk con cierta tendencia a la anarquía y una chica obsesionada con tocar en una banda música, para iniciar una relación que les llevará por caminos absurdos, mostrando una mirada irónica hacia la familia norteamericana. La película fue seleccionada en el Festival de Sundance y recuerda en algunos momentos a esa relación entre los protagonistas de la serie The end of the f***ing world (Netflix, 2019). Pero el guión acaba siendo repetitivo y tiene escasa proyección al margen de la creación de situaciones más o menos divertidas. Tampoco el desequilibrado nivel interpretativo ayuda a la película. Mientras que Kyle Gallner compone a un tipo excéntrico con gracia y cierta tendencia al exceso que encaja perfectamente, el trabajo de Emily Skegg está lleno de tics histriónicos que se quedan en una creación superficial.


Más interesante es One of these days (Bastian Günther, 2020), una coproducción germano-norteamericana (el director es alemán pero ha vivido muchos años en Texas) que realiza una lectura pesimista de la sociedad norteamericana. Como en Danzad, danzad, malditos (Sydney Pollack, 1969), que retrataba la época de la Depresión a través de una maratón de baile, Bastian Günther utiliza aquí otro concurso absurdo que consiste en colocar las manos sobre una camioneta y permanecer sin levantarlas el máximo tiempo posible. Este concurso fue real, se denominaba "Hands on a hardbody" y lo organizaba la concesionaria Nissan (el récord alcanzado fue de 87 horas). El director ha seleccionado la parte más oscura de esta historia, y de alguna manera muestra una Norteamérica más deprimente aún que la de la época de la Depresión. 

Entre los concursantes podemos ver caras conocidas como el británico Joe Cole (Peaky Blinders, Gangs of London) o la actriz Carrie Preston (Claws, The good fight). Ella interpreta a la promotora del concurso, en la que el guión focaliza buena parte de la historia, decisión acertada porque posiblemente es este retrato de la vida caótica, inestable, de una mujer que sin embargo mantiene siempre una actitud aparentemente optimista, la que revela la acritud de una sociedad vendida, la superficialidad de una comunidad que se basa en la fachada. De hecho, este versión desesperanzada del sueño americano con pies de barro muestra de forma clara su flaqueza. Uno de los concursantes comenta a otro: "Aunque ganes, seguirás siendo el idiota que estuvo parado junto a  una camioneta durante días porque no podía permitírsela". En el tercer acto, el director realiza un cierto amaño, una suerte de truco de guión que puede hacernos pensar que nos ha estado manipulando, pero que encaja perfectamente con la historia, con esta cruda representación del desánimo.  



Historia de un matrimonio y The end of the f***ing world se pueden ver en Netflix. 
Peaky blinders se puede ver en Amazon.
Gangs of London se puede ver en Starzplay.
Claws se puede ver en HBO España. 
The good fight se puede ver en Amazon y Movistar+. 



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