El Festival Internacional de Cine de Gijón es uno de los más veteranos que se celebran en España, aunque su foco ha estado puesto principalmente en las obras de jóvenes cineastas. En su ya 58 edición, el festival se ha visto obligado a adaptarse a las reglas del confinamiento, y ciertamente lo ha hecho de forma inteligente. En lugar de empeñarse, como han hecho otros festivales de cine, en mantener contra viento y marea las proyecciones presenciales, aunque no hubiera demasiado público y apenas invitados, los organizadores del FICX han optado por renovarse no solamente en la programación de contenido online, a través del portal FICX TV, en el que se concentran las actividades y encuentros digitales, como mesas redondas o presentaciones. Pero también modificando la estructura de su programa, que ahora se divide en tres Secciones Oficiales: Retueyos, para primeras, segundas y terceras películas; Albar para cineastas consagrados; y Tierres en Trance, para películas iberoamericanas. Según la organización del festival, el 90% de las películas programadas no tienen aún distribución en España, por lo que se trata de un festival de descubrimientos. Por su parte, las diferentes secciones se pueden ver a través de dos plataformas: Filmin, para las tres secciones oficiales, y Festhome para la sección oficial de cortometrajes y las otras secciones paralelas. La pandemia del coronavirus ha provocado un terremoto en las formas de exhibición y distribución de películas, que para algunos casos supondrá un paso atrás cuando haya una cierta normalidad, pero que en otros marca un importante paso adelante. En el ámbito de festivales de cine, hemos visto aquellos que se han enrocado en su formato tradicional/presencial sin entender que ésta era una oportunidad para mirar al futuro, y otros que han aprovechado la oportunidad para renovarse y, sin abandonar su aspecto más convencional, iniciar también el camino hacia la introducción de fórmulas diferentes. Ya hemos comentado en otras ocasiones la inteligente postura del Sheffield Doc Fest, que se reestructuró en una forma distinta de festival, una especie de encuentro cinematográfico a lo largo de seis meses en diferentes fases, online y presencial, haciéndose aún más grande, aún más importante. También el Festival de Gijón ha sabido renovarse porque viene trabajando desde marzo en un formato diferente, y por tanto ha podido ofrecer una alternativa robusta ante las consecuencias del confinamiento. A continuación repasamos algunas de las películas que forman parte de las secciones competitivas del FICX.
Selección Oficial - Retueyos
Esta sección dedicada a los jóvenes realizadores hasta su tercera película nos propone una mirada al cine de texturas íntimas. Como Poppy field (Eugen Jebelenu, 2020), una de las escasas muestras de temática gay realizadas en Rumanía. La historia se centra en un joven policía que mantiene su homosexualidad en secreto, y que se enfrenta a un acto de protesta homofóbica en el interior de un teatro. La película se desarrolla casi por completo dentro de este espacio, estructurada en largos planos secuencias en los que la cámara se acerca a los personajes, transmitiendo la sensación de claustrofobia dentro de ese microcosmos pequeño y cerrado. En cierto modo deudora del estilo de diálogos elaborados de representantes del reciente cine rumano como Cristian Mungiu, el director debutante también traslada su experiencia en el mundo del teatro, sosteniendo las secuencias principalmente en las palabras, pero aportando también un trabajo de cámara arriesgado.
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Poppy field (Eugen Jebelenu, 2020)
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De alguna manera, muchas de las películas que hemos visto en esta sección hablan de personajes que se mantienen a un lado de la sociedad, a veces por voluntad propia y otras porque no son aceptados. Es el caso de los protagonistas de Entre perro y lobo (Irene Gutiérrez Torres, 2020), tres ex-combatientes cubanos de la guerra de Angola que tratan de recuperar su condición de soldados manteniéndose en la lucha revolucionaria. Forman parte de un grupo de guerrillas que siguen habitando la selva y llevando a cabo misiones. La directora española que se ha formado en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, elabora una película que tiene mucho de textura física, que muestra los lugares recónditos de la selva y se deja llevar por los sonidos de la naturaleza, mientras acompaña a estos soldados sin guerra. Pero de alguna forma, la película se contagia de la desidia de sus protagonistas, y no termina de elaborar una estructura cerrada que nos permita hacernos realmente partícipes de su objetivo.
Tampoco consiguen introducirnos en su mirada personal las directoras de Transoceánicas (Meritxel Colell, Lucía Vassallo, 2020), un ejercicio epistolar (anacrónico por tanto) cuyo planteamiento es el mismo que el del cortometraje Correspondencia (Carla Simón, Dominga Sotomayor, 2020). Un diálogo que se establece en la distancia, la que separa España de Latinoamérica entre dos mujeres que comparten su profesión de cineastas, pero también su amistad. Igual que ocurría con aquel cortometraje, esta conversación sin miradas acaba resultando un cierto ejercicio de ombliguismo, que no siempre resulta interesante. En Transoceánicas se hace incluso más opaca, porque la representación se muestra sin diálogos, con una especie de subtítulos del vacío. Y ciertamente resulta más soportable durante veinte minutos que durante dos horas.
Posiblemente una de las mejores películas de la programación, Together apart (Qu Youjia, 2019) es una hermosa pequeña historia que habla de la muerte y de los fantasmas que cohabitan con los vivos. Pero está tratado con una delicadeza absorbente, con una poesía visual a través de las imágenes que resulta sobrecogedora. En la tradición china, el alma de los fallecidos regresa a los siete días a su hogar para despedirse, pero en este caso el fantasma tiene aún una cuenta pendiente que le hace volver una y otra vez. Rodada con un gusto exquisito, utiliza pocos elementos para construir una atmósfera de intimidad especial, de profunda empatía con los personajes. Y eso a pesar de su escasa duración, poco más de cincuenta minutos, tiempo suficiente para introducirnos en una hermosa historia de amor familiar que resulta todo un descubrimiento.
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Together apart (Qu Youjia, 2019) |
Dos interesantes documentales también forman parte de esta sección, que ya hemos comentado en su paso por DokuFest y Ghent. Por un lado, Stray (Elizabeth Lo, 2019), que ganó en Hot Docs 2020, acompaña a tres perros callejeros por la ciudad de Estambul, pero en realidad es un estudio sobre el comportamiento humano, que estos canes observan en su trasiego diario. Por otro lado, Il mio corpo (Michele Pennetta, 2020), que pasó por la programación de Visions du Réel y de la sección ACID de Cannes, tiene como protagonistas a dos adolescentes en el entorno de una Sicilia hostil, y habla sobre un futuro tan incierto para una generación local como inmigrante, caminando entre cierta representación de la realidad ficcionada.
Selección Oficial - Albar
La última propuesta del director argentino Matías Piñeiro, Isabella (Matías Piñeiro, 2020) es un trabajo destacado que abunda nuevamente en el universo shakesperiano para construir su propio universo. Con una estructura que va dando saltos en el tiempo, atrás y adelante, el realizador construye una especie de puzzle narrativo que muestra la relación entre dos mujeres, amigas pero también contrincantes en su aspiración a interpretar el papel de Isabella, protagonista de la obra de William Shakespeare "Medida por medida". Isabella es una novicia que se enfrenta a una difícil decisión cuando su hermano es condenado a muerte por fornicación. Y de alguna manera esta complicada tesitura también se traslada a la realidad de las dos amigas. Piñeiro se detiene en los colores, o mejor dicho, en la diferencia de tonalidad de los colores, para mostrarnos que nada es permanente, que cada color tiene diferentes tonos, como la vida misma. Quizás aquí la propuesta formal está más por encima de la narrativa que en otros trabajos suyos, pero resulta nuevamente un ejercicio de cine rompedor.
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Isabella (Matías Piñeiro, 2020)
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En Uppercase print (Radu Jude, 2020), el director rumano se acerca a la dictadura de su país, la conciencia de la persecución política y policial en la época de Nicolae Ceaușescu. Para ello utiliza imágenes de archivo que muestran esa realidad paralela que la televisión pública mostraba a través de sus programas en torno a un país que vivía en una aparente normalidad; y por otro lado, representa con una propuesta brechtiana una serie de documentos de la policía secreta que describen la persecución a la que fue sometido un adolescente que pintó una serie de graffitis, y que acabó sufriendo penas de prisión durante casi toda su vida. Esta representación, con una teatralidad patente, muestra a actores y actrices declamando partes de esta documentación, mirando a la cámara, casi con una actitud acusatoria. A lo largo del documental, que excede las dos horas, asistimos a una continua fusión entre el país "inventado" por la televisión pública y el país "real" que muestran los archivos de la policía. Es una interesante propuesta que sin embargo no termina de encontrar el equilibrio adecuado para ser efectiva.
Dos producciones independientes norteamericanas, que también hemos comentado en nuestro blog tras su paso por otros festivales, se muestran en esta sección. Por un lado, One of these days (Bastian Günther, 2020), de la que hablamos en nuestra última crónica del Festival de Estocolmo, una lectura pesimista de la sociedad norteamericana a través de un concurso de resistencia que muestra una visión nada complaciente del sueño americano. Por otro lado, First cow (Kelly Reichardt, 2019, que pasó por el Festival de Ghent, ganador del Premio del Jurado en Deauville, un western con mirada femenina que en realidad es una propuesta radical que habla de las raíces del capitalismo a través de una historia de amistad.
Selección Oficial - Tierres en trance
En nuestra primera crónica del IDFA hemos comentado la presencia del documental argentino El tiempo perdido (María Álvarez, 2020), que forma parte de la Sección Oficial del festival de documentales, y que también se encuentra en la programación del FICX dentro de esta sección dedicada al cine latinoamericano. Una propuesta interesante, quizás incompleta, en torno a un grupo de personas mayores que se reúnen para leer la obra de Marcel Proust "En busca del tiempo perdido".
Las películas que forman parte de esta sección tienen en común una propuesta formal y de contenido arriesgada. Por ejemplo, en el caso de La fortaleza (Jorge Thielen Armand, 2020), que acompaña a un hombre que regresa a la selva amazónica para tratar de encontrarse a sí mismo en su lucha contra la adicción al alcohol. Es también un ejercicio de exorcismo de la complicada relación entre el director, el joven venezolano Jorge Thielen Armand, que emigró a Canadá para desarrollar su carrera como cineasta, y su padre, Jorge Thielen Hedderich, protagonista de la película y que también sufre alcoholismo. Hay un documental/making of, El Father plays himself (Mo Scarpelli, 2020), que se ha podido ver en Krakow Film Festival e IDFA, que muestra claramente cómo la realidad se mezclaba con la ficción durante el rodaje de La fortaleza. Con una espléndida fotografía e imágenes que de alguna manera hacen referencia a las texturas de Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979), el protagonista de esta película es una especie de Coronel Kurtz perseguido por sus propios fantasmas. Y la película también representa la lucha, la fortaleza de una Venezuela que trata asimismo de combatir sus propias adicciones.
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Implosión (Javier Van de Couter, 2020)
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En Implosión (Javier Van de Couter, 2020) el director nos habla de un acto de venganza, centrándose en un tema complejo con una mirada diferente. Las consecuencias psicológicas y emocionales que enfrentan las víctimas de una masacre ocurrida en un instituto se personifican en dos jóvenes que toman una decisión drástica. Pero en lo que se enfoca la película no es tanto en la búsqueda del responsable, sino en la asunción del trauma, en el reconocimiento emocional del dolor que estos jóvenes llevan dentro, y que va más allá del dolor físico que sintieron en el momento de ser atacados. Esta implosión es el acto de romper, de resquebrajar la memoria y tratar de asumirla con una acción de venganza. La construcción en forma de road-movie permite al director acompañar a los personajes en este viaje interior hacia un destino incierto.
Para terminar, dos miradas muy personales, que resultan dispares en sus resultados. Se escuchan aullidos (Julio Hernández Cordón, 2020) es un viaje a la infancia a través de la infancia. El director mexicano realiza un ejercicio autobiográfico con su propia hija como protagonista, como transmisor de sus recuerdos de niñez en el lugar donde ésta se desarrolló. El enfoque puede resultar aceptable, con una libertad creativa y una mirada experimental que también usa el humor para construir momentos de la memoria. El problema es si lo que cuenta tiene significado y si esta construcción libertaria logra la conexión necesaria con el espectador. Se reconoce su espontaneidad pero se discute su eficacia.
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Lluvia de jaulas (César González, 2019)
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Más interesante nos parece la producción argentina Lluvia de jaulas (César González, 2020), que también es una forma de libertad creativa que nos introduce en las zonas más desfavorecidas de Buenos Aires, las que no están a la vista de los turistas. Villa 31 es un asentamiento que se creó en 1931, tras la crisis económica de 1929. Desde entonces, junto a otras zonas como Villa 21, ha ido creciendo conforme ha crecido también la brecha de la desigualdad, convertidas en jaulas sin techo. Pero Villa 31 tiene como particularidad que se encuentra muy cerca de las vías de conexión con el centro de Buenos Aires, otro mundo que los habitantes del asentamiento visitan en contadas ocasiones. El director utiliza a un niño, Alan, para mostrarnos un recorrido por el asentamiento y su vida cotidiana, y le pone voz en frases que describen sus pensamientos. En 2001, año de nacimiento de Alan, el presidente argentino Fernando de la Rúa huyó en helicóptero después de dejar a su país a expensas de los fondos de inversiones y abocado a una profunda crisis económica. El director César González conoce bien esta realidad porque, a pesar de su juventud, ha tenido una vida compleja, pasando primero por correccionales y después reciclandose en escritor y cineasta. Como en Atenas (2017), construye una interesante mirada a las desigualdades en la ciudad de Buenos Aires, y a las contradicciones de una gran urbe. "Pienso, luego soy turista en mi ciudad".
Together apart, Implosión y Lluvia de jaulas se pueden ver en Filmin hasta el 25 de noviembre.
Il mio corpo, Uppercase print y El tiempo perdido se pueden ver en Filmin hasta el 27 de noviembre.
La fortaleza se puede ver en Filmin hasta el 28 de noviembre.
First cow se puede ver en Filmin del 26 al 28 de noviembre.
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