02 noviembre, 2020

Terror Molins: La naturaleza nos amenaza

Previsto para la semana del 6 al 15 de noviembre, el Festival de Cine de Terror de Molins del Rei se ha visto obligado a cancelar su formato presencial, debido a la situación de nuevo confinamiento que vive toda España. Afortunadamente, ya tenían prevista una edición online a través de Filmin, entre el 31 de octubre y el 22 de noviembre, por lo que la cancelación ha sido solamente parcial. El festival nació en 1973 como una maratón de 12 horas de películas de terror, y se mantuvo así durante muchos años, evolucionando y creciendo hasta que poco a poco ha ido ampliando fechas y convirtiéndose en una muestra de cine de terror que tiene un especial interés en abordar los temas principales que plantea el género, realizando publicaciones temáticas y estructurándose en torno a una selección de películas cuya intención es adoptar el horror como una vía para incorporar otras reflexiones en torno a la sociedad y el ser humano.

Es el caso de la película de inauguración del 39 Festival de Cine de Terror de Molins del Rei. Arboretum (Julian Richberg, 2020), que también es conocida como Teenage werewolf, ha sido estreno mundial en la muestra, y se desarrolla en el año 2001 en un pequeño pueblo que fue frontera de las dos Alemanias, permaneciendo algunos resquicios de esa división, con la sombra de la RDA que aún se cierne sobre los habitantes de la zona Este. Un territorio en el que los adultos parecen encontrarse perdidos, ajenos a la evolución de la sociedad, anclados entre dos mundos que parecen contradictorios, mientras los jóvenes no tienen claro su futuro. En esta pequeña ciudad, dos adolescentes sufren el bullying de un grupo de neonazis, producto también de la permanencia de un pasado de violencia, lo que despierta una voz interior de sentimientos oscuros que los arrastra a llevar a cabo algún tipo de venganza. 

La película tiene una estética que en algunos momentos recuerda a la serie Dark (Netflix, 2017-2020), donde también las sombras del bosque tienen un protagonismo esencial. Y bucea en los sentimientos de venganza, en ese mal que permanece dormido en el interior, y que tiene también una proyección en el mundo exterior. El año 2001 es el año del atentado contra las torres gemelas, el año en el que el mundo se estremeció ante la naturaleza del mal. Pero la película tarda en llegar a esta propuesta y, cuando lo hace, se pierde en un camino que termina provocando indiferencia. La historia quiere ser trascendente pero no lo es, principalmente por un endeble trabajo de dirección, y la supuesta tensión gradual resulta inconsistente. Los elementos de terror tienen, al final, una presencia difusa, poco apasionante. 

Esta representación de la oscuridad interior también está presente en The strings (Ryan Glover, 2020), protagonizada por la cantante canadiense Teagan Johnston, también conocida como Little Coyote, en el papel de una compositora que sufre un colapso creativo y se aísla en una casa en pleno invierno. Pero sus creaciones, cuando se producen, son cada vez más oscuras, más relacionadas con el tema de la muerte, y esta crisis de creación artística de alguna manera abre la puerta a la presencia de fuerzas maléficas que habitan la casa. La película, que casi se podría calificar como terror musical, es una revisión del subgénero de "casas encantadas" que en este caso reflexiona sobre los fantasmas interiores, sobre la oscuridad que provoca la incapacidad de crear. La introducción de los elementos sobrenaturales es aquí muy sutil, porque lo que interesa al director es ir construyendo una atmósfera que resulta cada vez más opresiva, y que nos coloca como espectadores ante una visión desenfocada de la maldad. Es, precisamente, cuando en la casa entra otro personaje cuando nos damos cuenta de que, de alguna forma, esta presencia maléfica está intrínsecamente ligada a la tenebrosa naturaleza de la artista. 

Fox hunt drive (Drew Walkup, 2020) es otro de los estrenos europeos del Festival de Terror de Molins. Se trata de un thriller de bajo presupuesto que tiene a dos únicos protagonistas, cliente y conductora de un servicio de transporte al estilo Uber, cuyo trayecto durante una noche se convierte en una pesadilla. Los guionistas construyen una trama que juega con los puntos de vista, con el concepto de víctima y amenaza, principalmente sostenida en torno a las acciones de los personajes principales. En este sentido, la dirección de Drew Walkup funciona bien sobre todo en la primera parte, cuando el cruce de miradas, las sospechas y las suspicacias elaboran una atmósfera que resulta inquietante, y que mantiene el misterio. Pero cuando se produce un giro de guión que aparentemente resulta sorprendente, lo que en realidad consigue es que nada de lo que ha pasado antes ni de lo que ocurrirá después resulte verosímil. Se trata de una apuesta arriesgada, pero que no está lo suficientemente bien construida como para que sea creíble. La aparente creación del misterio se convierte en una desarrollo absurdo, que conforme avanza la historia, se vuelve cada vez más insólito. 

Algo parecido le ocurre a La desvida (Non-living) (Agustín Rubio Alcover, 2020), que estuvo presente en la Mostra de Valencia, otra película realizada con pocos elementos, solamente dos actores adultos y un niño en un único escenario, una casa de campo. La historia se va creando a través de flashbacks que nos explican por qué la pareja que vemos en la pantalla se está separando y abandonando su hogar. Hay varias apuestas que parecen buscar una cierta originalidad a la hora de tratar el tema, la ausencia-presencia del hijo, envuelto en una extraña desaparición. El director toma la decisión, quizás como forma de sacar partido visual a ese único escenario, de contar toda la película en nueve planos secuencia. Y pudiera parecer que esta planificación es la más cinematográfica, pero aquí, curiosamente, hace que las escenas, los diálogos y la interacción de los protagonistas parezcan más teatrales. Porque la dificultad de un plano secuencia es que éste no influya en el ritmo interno de las escenas, algo que no ocurre aquí. Da la sensación de que es la escena la que se acopla a las necesidades técnicas, y no lo contrario. 

Hay también una pretensión de originalidad en la composición de la música, creada por Josué Vergara, que consiguió el Premio Filmucité 2020 a la Mejor Banda Sonora, y que se apoya principalmente en el piano como instrumento solista, casi como único instrumento, para recrear las ondulaciones emocionales de los protagonistas. Pero hay muchas escenas en las que estorba, en las que suena casi de manera autónoma, y otras, sobre todo en la última parte de la película, que resulta demasiado exagerada en la creación de la atmósfera de terror. Tampoco ayuda la pareja protagonista, un trabajo de interpretación que parece más preocupado por exteriorizar emociones (rabia, llanto, sorpresa...) que por profundizar en sus personajes. Da la impresión de que La desvida podría haber sido una interesante propuesta si todos los que han trabajado en ella no hubieran estado tan obsesionados con elaborar un producto original. 

Ya destacamos en nuestras crónicas del Festival de Sitges la película argentina Historia de lo oculto (Cristian Ponce, 2020), que plantea un argumento que se va desarrollando entre el policíaco y el terror. Un programa televisivo de investigación es el protagonista de una última emisión en la que descubrirán un hecho terrorífico que rodea a las más altas cúpulas de poder del país. La película, que está rodada con bajo presupuesto, saca partido a sus escasos medios para construir una historia que nos atrapa desde el principio. Aunque el argumento aparentemente se desarrolla en los años ochenta, la estética parece hacer más referencia a los años sesenta y setenta, con una fotografía en blanco y negro y el formato 4:3 que la acerca a la televisión de la época. Pero el director se permite también la libertad de introducir en algunos momentos el color, y cambiar el formato para mostrarnos hechos pasados. Lo interesante de la propuesta es cómo se va transformando desde un cierto homenaje al noir norteamericano hasta una auténtica historia de terror.

Otro de los títulos destacados que encontramos en la programación de Molins Terror es Murder Death Koreatown (Anónimo, 2020), sin duda una de las propuestas más curiosas del año, que tiene algo de ejercicio parecido a El proyecto de la bruja de Blair (Daniel Myric, Eduardo Sánchez, 1999). Difundida a través de internet sin créditos de director ni equipo técnico o artístico, se trata de un "found footage" film en el que un ciudadano comienza a investigar un asesinato ocurrido en la vida real en el barrio coreano de Los Ángeles. Puede ser éticamente discutible tomar este hecho trágico como punto de partida de un documental fake, pero el efecto conseguido es sorprendente. Sin embargo, lo más interesante de esta propuesta singular, con aspecto de cine amateur, es cómo va cambiando el enfoque desde la investigación hacia la propia personalidad de quien la dirige. Y entonces se construye una interesante reflexión sobre las teorías conspiranoides, la autosugestión y, sobre todo, la apatía del fracaso.


El Festival de Cine de Terror de Molins del Rei se puede ver en Filmin hasta el 22 de noviembre. 


Dark se puede ver en Netflix. 
Historia de lo oculto se puede ver en Filmin. 

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