19 abril, 2021

Visions du Réel 2021 - Parte 3: El presente como espejo del pasado

Nueva jornada del festival de cine Visions du Réel que se celebra hasta el 25 de abril en una edición ampliada para poder acoger también proyecciones presenciales. Esta doble edición online y on-site significa también una ampliación de su programación, con la proyección de 50 películas de las secciones principales entre el 22 hasta el 25 de abril, aunque la edición del festival concluye el miércoles. Las pantallas de Capitole, la Grande Salle y l'Usine à Gaz serán las que acogerán estas proyecciones presenciales. En nuestro blog continuaremos repasando durante toda la semana los títulos más destacados de una programación compuesta por más de 140 películas, aunque a partir del miércoles 21 de abril también dividiremos nuestra presencia también en el Festival de Documentales CPH:DOX que se celebra en Dinamarca. 

COMPETICIÓN LARGOMETRAJES

Como ya hemos visto en otras producciones, la vasta complejidad de la geografía rusa ha provocado el abandono de muchas regiones anexadas tras la II Guerra Mundial pero que ahora viven en una especie de letargo inducido por la falta de interés de las autoridades. Ostrov (Svetlana Rodina, Laurent Stoop, 2021), que se estrena mundialmente en Visions du Réel, se centra en una zona aislada del Mar Caspio ("ostrov" significa "isla" en ruso) que está habitada por una comunidad de pescadores que no tienen electricidad, ni carreteras ni tampoco trabajo, porque la pesca colectiva en esa región está prohibida. De forma que, para subsistir, deben arriesgarse a ser interceptados por la Guardia Costera y a fuertes sanciones o incluso a ser encarcelados. La familia protagonista sobrevive como puede, condenada a una falta de perspectiva que refleja la situación de muchas regiones de Rusia.

Dos veces por semana soldados del ejército realizan inspecciones en sus casas, sin avisar y sin pedir permiso. Es una especie de existencia controlada pero al mismo tiempo abandonada, una vida tranquila pero al mismo tiempo desesperanzada que lleva a la madre, por ejemplo, a sucumbir al alcoholismo. Algunos de los protagonistas hablan sobre su situación y culpan principalmente a las autoridades administrativas, que hacen promesas que nunca cumplen. Como por ejemplo, la creación de una Oficina de Pesca en la zona que expida las licencias que ellos necesitan para poder llevar a cabo su trabajo de forma legal.


Pero, a pesar de su situación, hay un sentimiento patriótico que resulta sorprendente, y que está captado de forma inteligente por los cineastas. Atentos a los discursos del presidente Putin a través de la televisión, parecen no tener conciencia de que la maquinaria de corrupción no se queda solo en las autoridades locales. De esta forma el documental encuentra su mejor enfoque al convertirse en una representación del modo en que los ciudadanos rusos, por desamparados que se encuentren, perciben al gobierno. Uno de los personajes protagonistas decide escribir una carta dirigida al propio presidente Putin pidiendo que se ocupe personalmente de mejorar su situación: "Estimado Vladimir Vladimirovich Putin. Solo creo en usted. Por favor, ayúdenos". Y cuando pasan varios meses y no recibe respuesta alguna, piensa que algún intermediario ha interceptado su carta, y decide que debe escribir una segunda carta, y si es necesario una tercera. Ostrov se convierte así en un reflejo de la Rusia actual, en una respuesta clara a por qué los resortes del poder consiguen llegar incluso a las regiones que este mismo poder ha abandonado.

La sombra de Rusia también está presente en el documental Courage (Aliaksei Pluyan, 2021), por el apoyo que ha tenido el presidente bielorruso Aleksandr Lukashenko para establecer un régimen político dictatorial que le ha mantenido en el poder durante 26 años. En su película, el joven director afincado en Alemania Aliaksei Pluyan ofrece una visión diáfana de las protestas que llevaron a miles de personas a las calles en agosto de 2020, impulsadas sobre todo por la desastrosa gestión de la pandemia del coronavirus, cercana al negacionismo, pero también por unas cercanas elecciones presidenciales que en septiembre volvieron a dar el poder a Lukashenko, en medio de acusaciones por fraude electoral y por la persecución a sus opositores.


Pero Courage no se centra en los aspectos de análisis político, aunque es una película profundamente política. Es más una historia de tres personajes que forman parte de esa ola de protestas contra el gobierno que surgió de forma contundente el año pasado. "Ya no estamos en una dictadura, sino en una tiranía", dice uno de ellos, en referencia a que el gobierno ya no esconde sus medidas de represión política y social. El documental está perfectamente estructurado en una clásica narración en tres actos: una primera parte que muestra las actividades del denominado Teatro Libre de Bielorrusia, una compañía teatral que pone en escena obras de alto contenido social; un segundo acto dedicado a las protestas en las calles que se produjeron en 2020, con imágenes captadas con absoluta claridad que tuvieron que ser enviadas en secreto a Alemania para evitar que la policía pudiera encontrarlas; y en el tercer acto vemos parte de una obra teatral que representa el Teatro Libre de Bielorrusia que conecta pasado con presente, a través de la historia real del secuestro y asesinato de un político en 1999.

Desde el punto de vista narrativo es una película sobresaliente, anticipando en forma de prólogo cada uno de los actos, como en la conversación que tiene Denis, uno de los tres personajes principales, con un ex-combatiente en la guerra de Afganistán que tiene contactos en el ejército y que le advierte que hay una intención de actuar de forma violenta si las manifestaciones previstas llegan a ser masivas. Este ex-militar, que adopta una posición pasiva "porque ya tengo familia e hijos", sin embargo afirma que, en el caso de que estalle una guerra civil en Bielorrusia, "yo lucharé por mi país, ya sabes. No por Lukashenko, sino por mi patria". La pregunta que surge es, tratándose de un miembro del ejército, es quién representa a esa patria. 

La visión del documental no se restringe a los hechos concretos de las protestas de 2020, sino que lanza una mirada retrospectiva cuando muestra imágenes de protestas que también tuvieron lugar en Bielorrusia en los años noventa. Todo cambia para no cambiar nada. Y, de una forma magistralmente circular, el cierre del tercer acto con la obra teatral clandestina (incluso la compañía ha organizado un plan de escape en el caso de que la representación sea interrumpida por la policía), hace referencia también al pasado, al recuerdo de que los acontecimientos del presente provienen de las acciones de antes.

BURNING LIGHTS

Esta representación del presente como una consecuencia directa del pasado también es el eje de la última película del cineasta brasileño Eryk Rocha, que va consolidando lentamente una filmografía rotunda, con películas sobresalientes como la reciente Breve miragem de sol (Eryk Rocha, 2019), o el documental Cinema Novo (Eryk Rocha, 2016), dedicado a este movimiento cinematográfico a través de la mirada de sus creadores, entre ellos su propio padre, el legendario director Glauber Rocha. Con su última película, Edna (Eryck Rocha, 2021), que se ha estrenado esta semana en el Festival É Tudo Verdade de Brasil y en Visions du Réel, regresa al género documental a través del perfil de Edna Rodríguez de Souza, una mujer nacida en 1950 que de alguna manera representa buena parte de los acontecimientos que han tenido lugar en el país: vivió la ocupación del Amazonas y la deforestación, participó en la Guerrilla Araguaia que luchaba contra esta invasión económica, y fue detenida y torturada.

Eryk Rocha construye una película sobre la realidad pero también con una cierta cadencia imaginaria, que proviene de la propia personalidad de la protagonista, quien describió su historia en una serie de cuadernos de notas. Lo que destaca el director es "su forma de contar una historia tan violenta y tan brutal. La voz, la cadencia, la musicalidad, las pausas, su forma de narrar fue muy impresionante para mí. Es una mezcla de recuerdos, de experiencias vividas, fabulación y deseos, creando una poesía dentro del mismo infierno". Las imágenes en blanco y negro evocan un tiempo pasado desde el presente, envueltas en un paisaje sonoro que subraya por contraste la cadencia de la voz de la propia Edna, a veces susurrada, entre silencios que son rotos por el sonido de los camiones que cruzan las carreteras como si fueran cicatrices en lo más profundo del Amazonas, o por los disparos que surgen en la memoria.

"Estamos mostrando un Brasil presente, contemporáneo, pero estos problemas pertenecen a un pasado, a la historia del país", comenta Eryk Rocha. "La lucha por la tierra, el patriarcado, el colonialismo, la opresión, el autoritarismo. Todas estas cosas que están presentes más que nunca en Brasil, son una extensión del pasado. No es una película naturalista, es una película mitológica que está hablando de un problema estructural, de unas heridas que permanecen abiertas, y que la gente del pueblo brasileño no ha sido capaz de resolver". Escrita por Gabriela Carneira da Cunha y rodada con un gran poder hipnótico, Edna es sobre todo un homenaje al Amazonas y a quienes han tratado (y tratan) de preservar sus raíces. Pero al mismo tiempo elabora, desde un único espacio, un retrato general de un país lleno de contradicciones y de errores históricos que están pasando factura. El blanco y negro da paso al color en la última parte de la película, como un recordatorio de que la película es, ante todo, presente.

Un presente que Eryk Rocha describe con decepción y rotundidad: "Lo que está ocurriendo en Brasil en estos momentos es un genocidio", en referencia a la gestión por parte del gobierno de Bolsonaro de la pandemia del coronavirus, que está totalmente fuera de control. La falta de una estrategia clara y una tendencia al negacionismo han convertido a Brasil en el país del mundo con mayor número de infectados, unos 13 millones, y el segundo con más muertos, superando los 350.000, por detrás de Estados Unidos, al que se estima que superará pronto, porque tampoco hay una estrategia clara de vacunación.

Presentada dentro de la Sección NEXT Generation del Festival de Sundance 2021, Searchers (Pacho Vélez, 2021) indaga en el terreno de las aplicaciones de búsqueda de relaciones, ya sean casuales o pretendidamente duraderas, que se dispararon precisamente durante el confinamiento por el coronavirus en una ciudad como Nueva York. Lo mejor del documental es la posibilidad de ver en primer plano a estos "searchers" (buscadores) mientras al mismo tiempo también vemos aunque de forma borrosa las imágenes de la aplicación que se está utilizando, ya sea OKCupid, Grindr, Tinder o Seeking Arrangement. De forma que la imagen funciona como una especie de espejo de nosotros mismos (de cualquiera que haya utilizado una de estas aplicaciones en alguna ocasión), mientras surgen las dudas, la elección de los perfiles o la descripción personal en el formulario de creación del propio perfil. El director alterna estas búsquedas con imágenes de Nueva York en la era Covid-19, mostrando cómo las personas continúan con su dependencia del móvil, haya o no haya una pandemia.

La selección de los protagonistas es variopinta: desde jóvenes que parecen fijarse solo en el físico, hasta personas mayores que están más interesadas en la descripción personal. Pero, como comenta una mujer septuagenaria, muchos hombres de su edad también tratan de hacer referencia a las relaciones sexuales, aunque sin mencionarlo directamente. De hecho, una de las preguntas que hace el director a los buscadores es: "¿qué es lo que buscas?", y las respuestas no son especialmente sorprendentes. En la última parte, la película adopta la forma de un documental de entrevistas, y curiosamente esta es más interesante, cuando los "buscadores" hablan de relaciones anteriores que encontraron en estas APP y, en algunos casos, de cómo a veces sienten que intentan encontrar un reflejo de estas relaciones pasadas. El problema del documental es que no consigue avanzar demasiado, ni siquiera cuando el propio director se coloca delante de una aplicación para encontrar pareja, ¡ayudado por su madre! Son estos momentos de humor y el entorno de un mundo que practica el distanciamiento social mientras busca todo lo contrario, lo que eleva el interés del documental, pero su alcance es demasiado corto.

FILM MARKET - DOCUMENTALES ESPAÑOLES

Nuestra mirada también se detiene en el Mercado de Cine, buscando sobre todo las producciones documentales españolas. Como La senda del pastor (Silvia Pradas, 2021), que reflexiona sobre la progresiva desaparición del pastoreo ecológico, relacionado con esa España vaciada que ha visto cómo se han ido deshabitando los pueblos de montaña provocado por las circunstancias económicas. "Somos los últimos mohicanos", dice uno de los seis pastores en los que se centra el documental. Aunque se habla de un desinterés de la juventud por el oficio de pastor, más de la mitad de los protagonistas son hombres y mujeres jóvenes que han decidido dedicarse al pastoreo incluso en contra de los consejos de su familia. Rodado con una puesta en escena cuidada, extrayendo imágenes de gran belleza, el documental se centra principalmente en entrevistas con estas personas anónimas que transmiten una querencia especial por su trabajo, pero también un claro pesimismo hacia el futuro. 


Dependiente sobre todo de las ayudas que concede la administración pública el pastoreo tradicional se enfrenta a una competencia desmedida por parte de las multinacionales "que tienen intereses en los dos lados, en el medioambiental y en el industrial". Y hay una clara decepción hacia la posición de la administración, incapaz de cumplir promesas ni de elaborar una estrategia que consiga mantener el oficio. Rodado entre 2019 y 2020, hay alguna alusión al coronavirus, que en las zonas rurales ha tenido menos incidencia por la escasa densidad de población, pero es solo puntual. La mirada de Silvia Pradas se enfoca más a dar la palabra a estas generaciones de pastores que tratan de encontrar un equilibrio entre su vocación y el mantenimiento económico. Y resulta paradójico que en una sociedad que se precia de ser cada vez más ecológica y cada vez más preocupada por el medio ambiente, uno de los oficios que mantiene un mayor nivel de respeto a la naturaleza parezca estar condenado a desaparecer. 

En Mrs. Death (Sílvia Ventayol, 2020), la directora balear se acerca a las fotografías post-mortem, no desde un punto de vista macabro, sino tratando de explicar la belleza de estas imágenes y su significado como una forma de rendir tributo a los familiares fallecidos. Tomando como punto de referencia el uso de estas fotografías en la película Los otros (Alejandro Amenábar, 2001), la directora conversa con algunos coleccionistas de fotografías post-mortem, como el Dr. Stanley Burns (Nueva York), que proporcionó varias de las fotos que se mostraron en la película, o el actor Carlos Areces (Madrid), que dispone también de una colección de estas fotografías. 


Es un interesante acercamiento a este tipo de representación de la muerte que era habitual en el siglo XIX pero que tiene una pátina de tenebrismo en nuestra época. Pero que también tiene extensiones en la actualidad, como la obra del artista Andrés Serrano (Nueva York), fotógrafo estadounidense que ha alcanzado el reconocimiento internacional por sus instantáneas de personas fallecidas, o la experiencia pionera de fotografías de bebés nacidos muertos junto a sus padres, como una forma de conexión con el hijo fallecido que no tiene nada de macabro, sino que amplía el amor paternal y maternal con la no-desaparición a través de la imagen. En este sentido, el documental propone una reflexión sobre cómo nos enfrentamos a la muerte en nuestra sociedad, en la que se glorifica la violencia pero se condena la representación de la muerte en sí misma. 





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