Resulta particularmente curiosa la trayectoria de un festival como CPH:DOX relativamente joven pero que se ha convertido en una de las citas obligadas del género documental a nivel internacional. En una entrevista reciente en el podcast de la revista Deadline Doc Talk (2023, Deadline/Nō Studios), que co-presenta el director John Ridley (1964, Wisconsin), ganador del Oscar por el guión de 12 años de esclavitud (Steve McQueen, 2013), y que acaba de estrenar la película Shirley (2024), el director artístico de CPH:DOX Niklas Egstrøm (1969, Dinamarca), explicaba cómo surgió el festival hace veinte años, cuando él trabajaba en la taquilla de la Cinemateca de Copenhague. Cuenta que después de varias conversaciones con Tine Fischer, quien actualmente dirige la Escuela de Cine de Dinamarca, ésta le propuso iniciar juntos un festival de cine, que al comienzo no tuvo demasiado éxito. Pero cuando se enfocó en documentales adquirió una mayor relevancia en el país, aunque solo a nivel local. Frente a los directores de festivales que durante la pandemia del coronavirus renegaban de los formatos digitales, fue precisamente la adaptación de CPH:DOX como un festival híbrido que no ha abandonado desde 2020, lo que le proporcionó una mayor repercusión internacional. Y efectivamente, CPH:DOX se ha consolidado a sus 21 años como un festival que se codea con las grandes muestras cinematográficas como IDFA gracias a su capacidad para mantener esa dinámica híbrida entre lo presencial y lo digital.
En la crónica de hoy vamos a hablar de mentiras, fraudes y secretos, en torno a películas documentales que tratan temas como la familia, las criptomonedas y la moda de los NFT dentro del mundo del arte.
La madre de todas las mentirasAsmae El MoudirMarruecos, Egipto, Arabia Saudí, Qatar 2023 | Artists & Auteurs | ★★★★☆Quincena de Realizadores Cannes '23: Mejor Dirección |
La gran mentira que ha acompañado a la familia de la directora Asmae El Moudir (1990, Marruecos) tiene relación con una fotografía de grupo, la única que ha quedado como representación de ella misma cuando era niña, pero que se va revelando como una imagen falsa en la que no es ella la que está retratada. La intención de la realizadora, que consiguió el año pasado el premio a la Mejor Dirección en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes, es averiguar por qué no hay registros fotográficos de su familia, para lo que su padre construye un modelo del barrio de Casablanca en el que han vivido con figuras en miniatura que representan a los miembros del grupo familiar y a dos de sus vecinos. Utilizando esta representación, la familia se reúne en una especie de terapia de grupo en la que comienzan a surgir algunos secretos que han estado guardados durante muchos años, pero al mismo tiempo se construye en La madre de todas las mentiras (Asmae El Moudir, 2023) una mirada hacia el pasado y las consecuencias que tuvo el Motín de subsistencia que se produjo en Casablanca en 1981 debido a la fuerte subida de los precios de los alimentos básicos, por lo que también se le conoce como motín de pan. Las protestas acabaron en unos disturbios que fueron fuertemente reprimidos por el ejército, alcanzando una cifra nunca reconocida por el gobierno marroquí de más de 600 muertos, pero también una represión posterior con más de 5.000 detenciones y numerosos casos de torturas. Entre las fallecidas en esas revueltas se encontraba Fátima, una de las vecinas de la familia de El Moudir, pero el trauma ha marcado a todos sus miembros, envueltos en el silencio que siempre ha impuesto la abuela Zahra, que parece haber ejercido un control férreo sobre la convivencia. De hecho, a ella se le atribuye la prohibición de cualquier tipo de fotografía familiar. Y a pesar de la imagen casi dictatorial que se recuerda, el padre de la directora reafirma su amor y su agradecimiento: "Ella es la que nos ha protegido".
A Zahra la vemos disgustarse con la representación que se ha hecho de ella en la miniatura, mirar a la cámara con cierto disgusto y llamar a su nieta periodista porque no quiere reconocerla como cineasta. Pero aunque a veces hay momentos de tranquilidad, como cuando llevan a cabo una celebración y Asmae El Moudir afirma que le hubiera gustado que esa reunión hubiera tenido como consecuencia una reconciliación que finalmente no se produce, hay demasiadas mentiras y demasiados secretos que ejercen un peso insoportable, siempre enfocado en Zahra: "Mi abuela es una experta en ser aguafiestas", llega a decir Asmae en una narración que, aunque sirve para estructurar y explicar, a veces se siente algo innecesaria. Mientras coloca su cámara entre las paredes representadas de su casa y enfoca con primeros planos las miniaturas que representan a su familia, con una excelente fotografía de Hatem Nechi que fue premiada en DOC NYC '23, la realizadora pasa con fluidez de la microhistoria familiar a la macrohistoria de Marruecos. Y contiene algunos momentos dolorosos como la descripción de uno de los supervivientes de la represión posterior de la asfixiante celda en la que estuvo recluido durante horas, representada también en forma de miniatura. Es algo parecido a lo que hizo con The postcard (2020), su primera película presentada en IDFA '20, en la que partía de una postal encontrada entre las pertenencias de su madre que mostraba el pequeño pueblo en el que había vivido cuando era pequeña, para reconstruir la historia de la rama materna de su familia. De alguna manera, como afirma en la narración, ha estado más de diez años buceando en las ramificaciones de sus ascendientes para encontrar una narrativa que supere las décadas de silencios y secretos. La abuela Zahra se coloca el dedo en la boca con un gesto tajante cuando no quiere hablar de algún tema que debe permanecer oculto, pero La madre de todas las mentiras pretende responder a ese gesto mirando de frente al pasado.
Cuando Melina cumple nueve años, la edad en que las niñas deben comenzar a cumplir sus obligaciones religiosas en Irán, ninguno de sus padres está en su fiesta de cumpleaños. No solamente se han divorciado sino que ambos se han vuelto a casar con otras parejas, y aunque mantienen una disputa legal por su custodia, Melina permanece con sus abuelos en los que encuentra la afectividad que no le dan sus progenitores. Nunca vemos al padre, quien guarda el pasaporte de Melina y se niega a que ella realice un viaje a Turquía con su madre, quizás pensando que no va a volver. Por su parte, su madre Atefeh, hermana de la directora, se ha casado con un hombre que rechaza la idea de que Melina viva con ellos, sobrevolando la creencia de que su hijo adulto pueda abusar de la niña. Entre los nueve y los once años que cumple Melina a lo largo del documental, hay una mirada que se acerca al punto de vista de una hija que se ha convertido en el elemento de enfrentamiento entre sus padres. La cercanía que permite a la directora Atiye Zare Arandi mostrar la frustración de su sobrina, a veces dándole la cámara para que ella misma se grabe, provoca que la protagonista muestre una madurez sorprendente para su edad, incluso planteándose la posibilidad de llevar a sus padres a la justicia para reclamar su responsabilidad hacia ella. La película comienza y termina con una conversación entre Melina y Atefeh en un coche en la que surge el resentimiento hacia las mentiras que han rodeado la relación entre ambas, mostrando asimismo cierta frustración de una madre que parece incapaz de asumir su rol maternal. De alguna manera, los abuelos son el recurso más conveniente para desentenderse de Melina, quien parece encontrar el sentimiento familiar que sus padres no le han dado.
Pero en Grand me (Atiye Zare Arandi, 2024) también está presente de manera constante la sociedad patriarcal en Irán y la relevancia de una religión que establece la posición de la mujer desde que las considera adultas cuando todavía son niñas. Las amenazas del padre con llevarse a Melina para siempre, la prohibición del marido de su madre de aceptarla en su casa, las canciones que establecen la manera adecuada de llevar el hiyab: "No dejes que el diablo te engañe, esconde tu cabello debajo de tu pañuelo", son reflejadas como la normalidad que rodea a Melina. Esta descripción se realiza sin mostrar más opinión que la que expresa ella misma, sin dibujar retratos negativos de los padres más que los que ellos mismos demuestran con sus acciones, lo que diferencia a este documental de Cafarnaúm (Nadine Labaki, 2018), la película de ficción ganadora de la Palma de Oro en la que un niño libanés demandaba a sus padres como responsables de su vida miserable. No lo es exactamente la de Melina, quien también protagoniza un tutorial de maquillaje para las redes sociales, y se divierte pintando las uñas de su abuelo. En la conversación en el coche, Atefeh reclama a su hija el derecho a tener una vida propia sin estar sometida continuamente a sus responsabilidades como madre, lo que ya la define con sus propias palabras. Y posiblemente reclamar el amor de unos padres que no parecen tenerlo realmente puede reforzar el sentimiento de desilusión que permanece constantemente en la niña. Su experiencia subraya la inestabilidad del núcleo familiar cuando no se sostiene sobre una estructura consistente entre la responsabilidad y la afectividad. Pero la directora coloca la cámara frente a la mirada de la hija, reflejando la carga emocional, sin llegar nunca al sentimentalismo, que representa su propia posición equidistante entre sus padres separados. Lo que establece un punto de vista que no suele ser habitual en las descripciones de los entornos familiares.
Para muchos, aún no está claro cuál es el valor real de las criptomonedas, y la incertidumbre sobre este valor ha provocado a lo largo de los últimos años numerosos casos de fraude y muchas inversiones frustradas. Cuando Bjorn Kienholz Bjercke, un especialista noruego en blockchain que sirve como entrevistado principal de este documental, mira la cuenta de uno de los inversores de OneCoin, la estafa de criptomonedas que se aborda en la película, le dice: "Si realmente pudieras cambiar esta cifra a euros, tendrías la cantidad equivalente a la economía mundial", lo que evidentemente refleja la falsedad de estas transacciones: "Mi consejo es que te deshagas de las criptomonedas. Porque va a ser una montaña rusa constante de subidas y bajadas que no va a terminar nunca. Es lo mejor para que liberes tu mente". El inteligente título Lie to me (Miénteme) (Bår Tyrmi, 2024) coloca la responsabilidad de la mentira en el sujeto que es estafado, como una declaración de la manera en que resulta fácil mentir porque los demás dejan que les mientan. Esta idea se representa en la última parte de la película cuando, después de numerosas detenciones, continuas denuncias y algunos asesinatos relacionados con OneCoin, el renacimiento de la empresa en 2022, liderado por el finlandés Tommi Vuorinen, sigue congregando a inversores que incluso han vivido todo ese proceso caótico en el que se ha visto envuelta la compañía fundada por Ruja Ignatova, acusada de haber defraudado miles de millones de dólares a numerosos inversores de una supuesta criptomoneda llamada OneCoin, desde 2014 hasta 2017. Este es el tema principal de un documental que consigue aclarar algunos conceptos básicos, como qué narices es un blockchain (una cadena de intercambio de divisas), pero que se desequilibra en una ejecución en la que no parece tener claro si tomarse el asunto en broma o en serio.
En realidad, Bjorn Bjercke afirma que cuando la policía alemana le interrogó y le pidieron que explicara en una sola frase en qué consiste un blockchain, él les contestó que eso era imposible, así que el concepto no es tan sencillo de explicar. Pero básicamente la estafa de OneCoin consistió en hacer creer a los inversores que se encontraban en un sistema interno de transacciones que Bjorn Bjercke consiguió demostrar que se trataba de un simulador, es decir, que los intercambios de criptomonedas no se producían en realidad. De manera que disponer de esta divisa era como tener dinero del Monopoly, comprado con dinero real. La principal alerta que captó el especialista después de que la empresa contactara con él para que construyera un sistema de blockchain, se produjo cuando vio en internet una presentación espectacular protagonizada por Ruja Ignatova en la que se anunciaba el lanzamiento del blockchain que él todavía no había creado: "Yo era una de las pocas personas en el mundo que sabía que estaba mintiendo". Los dos principales entrevistados de la película relacionados con la estafa son Bjorn Bjercke, que no aceptó el trabajo y comenzó a investigar la naturaleza fraudulenta de OneCoin, y Duncan Arthur, un ex-banquero sudafricano que sí trabajó para ellos, creando una plataforma de venta llamada Deal Shaker que consistía en la adquisición de productos con criptomonedas, con una comisión del 25% para OneCoin que, sin embargo, debía pagarse en euros. Y efectivamente, la idea principal del documental se apoya en cómo una estafa tan evidente puede acabar engañando a personas en todo el mundo. La especialista en influencia social Anniken Fjelberg habla sobre cómo estos mensajes "combinan psicología social con conocimiento sobre branding (marcas), construcción de una comunidad con perspectiva de ganancia financiera y lo que podríamos llamar un efecto parecido a la adicción al juego". Pero demasiadas veces el director utiliza fragmentos de películas e imágenes de archivo como apoyo visual, como cuando se hace referencia a una situación parecida a una película de espías y aparece una imagen de James Bond. Pero estos recursos no solo son innecesarios sino que no contribuyen a la eficacia de los momentos en los que quiere ponerse serio.
Y sobre todo parece no confiar en la capacidad de atracción de los entrevistados, lo cual es un error. Porque OneCoin es una estafa tan poco conocida como para que resulte interesante ahondar en ella, hasta el punto que acabó con algunos de sus líderes en la cárcel y alguno esperando una sentencia de cadena perpetua en Estados Unidos, algunos asesinatos en diferentes países relacionados con ella y los propios Bjorn Bjercke y Duncan Arthur teniendo que cambiar de domicilio frecuentemente o viviendo en habitaciones de hotel como el segundo por miedo a las continuas amenazas recibidas. El encuentro entre ambos en un parque de Londres es otro de los momentos que levantan expectativas y acaba defraudando. De Ruja Ignatova, conocida como Cryptoqueen, no se sabe nada desde que embarcó en un avión rumbo a Atenas en 2017, y sigue estando entre los criminales más buscados por el FBI a nivel internacional. Aunque la película se queda en eso, las últimas noticias sobre su paradero indican que pudo haber sido asesinada en 2018, según una documentación encontrada recientemente (La Vanguardia, 25/02/2023).
Precisamente en torno al auge de las criptomonedas también ha surgido una nueva forma de creación artística que eclosionó en 2021 con los llamados NFT (token no fungible), lo que se ha descrito como "las dos caras de una moneda tecnológica". Si las criptomonedas se consideran bienes fungibles, los NFT son bienes no fungibles, pero ambos pertenecen al mismo protocolo de cadena de bloques (blockchain) y por lo tanto caminan en paralelo. Los NFT tuvieron su momento de esplendor en 2021 y cayeron en una grave crisis en 2022, coincidiendo con la caída de las criptomonedas, por lo que en realidad los únicos beneficiarios del aumento de su valor son aquellos que estuvieron en el lugar idóneo en el momento adecuado. Es el caso de Michael Winkelman, conocido en el mundo artístico como Beeples, cuyo collage Everydays: the first 5.000 days fue vendido en la casa de subastas Christie's en 2021 por el equivalente en criptomonedas a 69 millones de dólares. Este momento es el que abre esta película, filmando la reacción de Beeples en su casa, en lo que algunos consideran la primera ocasión en que un token no fungible fue vendido por la prestigiosa casa de apuestas. Sorprendentemente, el documental Minted (Nicholas Bruckman, 2023) no aborda la posterior polémica que surgió tras la compra, que unos días más tarde se reveló que había sido realizada por el inversor indio Vignesh Sundaresan. Se especula con que tanto el comprador como el vendedor tenían interés en aumentar el precio de venta de Everydays para subir el valor de otras veinte obras de Beeple en las que Sundaresan tenía participación, y que aumentaron considerablemente de precio durante la cobertura mediática de la subasta, que algunos consideran por tanto una estafa.
Pero Minted, que se estrenó el año pasado en el Festival de Tribeca, es un documental más interesado en ofrecer una perspectiva sobre cómo surgieron los NFT y acabaron desarrollándose como una nueva forma artística que incluso tuvo cierta trascendencia en Hollywood, con algunas grandes productoras vendiendo token no fungibles relacionados con películas. La posibilidad de que los artistas pudieran crear obras, registrarlas con su autoría y venderlas en línea es una idea aparentemente llamativa y casi podría decirse que utópica. Pero el principal concepto sobre el que se basa esta propuesta, la supuesta libertad de un autor para crear, registrar y vender sus obras es en realidad falsa. Y esto sí se manifiesta por parte de algunos de los muchos entrevistados que participan en este documental. En realidad, los NFT solo se pueden vender a través de mercados digitales en los que se realizan las transacciones, y solo perteneciendo a las plataformas más populares se pueden conseguir beneficios. Pero al subir los archivos a una especie de nube en internet, se pierde el control sobre ellos, y si la plataforma donde están instalados colapsa y cierra, estos archivos se pierden sin posibilidad alguna de reclamación. Minted es más interesante cuando el director Nicholas Bruckman aborda estas problemáticas que cuando muestran ejemplos de éxito, y aunque se esfuerza por ser más o menos equilibrada en la presentación de las ventajas e inconvenientes del mercado NFT, a veces ofrece una visión que parece demasiado optimista. Y destacan sobre todo las intervenciones de creadores menos conocidos a los que este mercado digital les ha servido para huir de sus realidades, como la artista Karina Matahari, que sufrió la censura por parte de las autoridades cubanas, pero pudo expresarse artísticamente gracias a la repercusión internacional de sus creaciones NFT. La artista, que actualmente vive en España, expresa bien el final de una etapa: "El colapso del mercado NFT era algo que todos esperábamos en algún momento, como toda burbuja. Cuando pasó de arte individual al boom de los coleccionables, creo que todos sabíamos que en algún momento iba a haber un declive". La película sin embargo lanza un cierta conclusión de esperanza sobre esta forma de arte digital, aunque un informe publicado en 2023 por la plataforma DappGambl bajo el título Dead NFTs: The evolving landscape of the NFT Market concluye que el 95% de los tokes no fungibles que existen en el mundo no tienen ningún valor.
La madre de todas las mentiras se estrena en Filmin el 28 de junio.
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Películas mencionadas: 12 años de esclavitud se puede ver en Filmin, FlixOlé y Movistar+.
Shirley se puede ver en Netflix.
Cafarnaúm se puede ver en Filmin y Movistar+.
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