Si en nuestra crónica de ayer hablábamos de la conclusión del festival Séries Mania, en esta nos referimos al final del Festival Internacional de Documentales de Copenhague (CPH:DOX), que entregó sus premios en una ceremonia de clausura celebrada el pasado viernes. Aunque la clausura oficial del festival es hoy, durante la próxima se seguirán realizando proyecciones de algunos títulos seleccionados de una programación de más de 200 películas que ha ocupado las principales sedes del festival en la hermosa ciudad de Copenhague. Durante la ceremonia, el reclamo del fin del ataque israelí contra Gaza estuvo presente en buena parte de los discursos de agradecimiento de los cineastas, un conflicto que ha estado presente en varios de los títulos que hemos podido ver, como resaltaremos en alguna de las crónicas que seguiremos ofreciendo durante la próxima semana. CPH:DOX ha acogido este año a 125.000 espectadores, una cifra similar a la del año pasado, que supuso el mayor récord de audiencia del festival en toda su historia y la definitiva salida de la crisis posterior a la pandemia del coronavirus. Es notable apuntar que CPH:DOX comenzó hace veintiún años siendo un festival pequeño que atraía a poco más de 12.000 espectadores principalmente de la ciudad, hasta convertirse en uno de los festivales con mayor número de visitantes, lo que también se refleja en los más de 2.000 profesionales acreditados. En esta crónica hemos querido acercarnos a películas que hablan de madres, desde su propio punto de vista o desde la perspectiva de sus hijos, con algunos títulos que reflejan toda la complejidad de la mirada maternal.
DOX:AWARD: The flats , Alessia Celesia
Mención Especial: Two strangers trying not to kill each other, Jacob Perlmutter & Manon Ouimet
F:ACT AWARD: Black snow, Alina Simone
NORDIC:DOX AWARD: The son and the moon, Roja Pakari
Mención Especial: G-21 scenes from Gottsunda, Loran Batti
NEW:VISION AWARD: Preemptive listening, Aura Satz
Mención Especial: Lichens are away, Ondřej Vavrečka
Mención Especial: My want of you partakes of me, Sasha Litvintseva & Benny Wagner
NEXT:WAVE AWARD: Grand me, Atiye Zare Arandi
Mención Especial: G-21 scenes from Gottsunda, Loran Batti
HUMAN:RIGHTS AWARD: Black box diaries, Shiori Ito
Mención Especial: Marching in the dark, Kinshuk Surjan
PREMIO DEL PÚBLICO: No other land, Rachel Szor, Yuval Abraham, Basel Adra & Hamdan Bilal
INTER:ACTIVE AWARD: Intangible, Carl Emil Carlsen
La experiencia de la maternidad comienza antes del parto, pero se expande hacia terrenos desconocidos durante el momento de dar a luz. La matrona Kirsi, una de las dos protagonistas de esta película, la describe como "una experiencia que puede definir para siempre, desde el punto de vista físico y psicológico". La directora Karoliina Gröndahl (1984, Finlandia) experimentó esta percepción cuando fue madre por primera vez en Bélgica, donde estudiaba en el programa DocNomads. En un hospital donde no entendía el francés, sintió lo que se denomina violencia obstétrica, aquellas prácticas que pueden ser percibidas por las pacientes como violentas, que resultan inapropiadas o no consensuadas, lo que se considera en parte la causa de una estadística desconocida: se calcula que el 35% de las mujeres sufren estrés postraumático después del parto. Esto provoca que algunas personas embarazadas decidan parir en un entorno seguro como sus propios hogares aunque, como se indica al final de la película, en 2022 solo 109 de los más de 45.000 nacimientos que se produjeron en Finlandia, fueron partos planificados domiciliarios. The labour of pain and joy (Karoliina Gröndahl, 2024) aborda algunas cuestiones sobre las que no se suele hablar, en ese entorno desconocido que es el momento del nacimiento. En la película se muestran tres partos domiciliarios y dos partos hospitalarios, a través de la mirada de la matrona Kirsi y de Anna-Riitta, que ejerce como doula, una figura cada vez más reconocida, una profesional no formada en la obstetricia pero que acompaña a las pacientes antes, durante y después del parto. Anna-Riitta, que no se identifica con ningún género, destaca el hecho de que quienes tiene partos no siempre se identifican como mujeres, y ella está especialmente enfocada en los pacientes no binarios y transexuales.
La película por tanto no solo abre un camino hacia una experiencia que es tan dichosa como dolorosa, sino que provoca una serie de reflexiones en torno a temas que raramente se abordan. Kirsi, en medio de un bosque que parece representar la idea de Madre Naturaleza, cuenta su experiencia traumática durante el parto, lo que de alguna manera define su propia vocación profesional. Ella trabaja en el entorno más estructurado de un hospital, donde "la administración te indica los medios que tienes y debes adaptarte", pero también en los partos domiciliarios, en los que no solo asiste a la parturienta sino que la abraza, la acaricia y la rodea de un entorno de seguridad y relajación. También la vemos reuniéndose con jóvenes estudiantes que aspiran a llegar a ser matronas, aunque "hay quien afirma que para llegar a serlo debes haber tenido una experiencia de 20 años en un hospital". Anna-Riitta tiene también conversaciones que derivan en comentarios divertidos sobre el destino de las placentas y la creencia de que las madres que la ingieren tienen menos tendencia a la depresión post-parto. El libro Maternidad y parto: Nuestras ancestras y nosotras (2010, Junta de Castilla y León), escrito por la investigadora Ana Mateos Cachorro, indica que "todos los mamíferos placentados, independientemente de que sean carnívoros o herbívoros, ingieren la placenta menos nosotros. Este órgano va a contener gran cantidad de nutrientes, hormonas, vitaminas, minerales y otra serie de factores fundamentales para la recuperación de la madre después del parto". Y las escenas en las que Anna-Riitta manipula la placenta para elaborar un smoothie son especialmente significativas. La cámara de Karoliina Gröndahl, que está manejada por ella misma como en sus cortometrajes, se acerca a los rostros cansados de las madres, se coloca siempre cerca, como una forma de incluirnos en el ritual del parto, transmitiendo el estrés y la alegría del momento. Aunque a veces solo deja apuntados algunos de los temas que propone, The labour of pain and joy es una fascinante representación de ese sentimiento contradictorio que se revela en el nacimiento, y una interesante reflexión sobre la necesidad de recuperar el control sobre nuestros cuerpos.
The son and the moonRoja PakariDinamarca 2024 | Nordic:Dox / Danish:Dox | ★★★★★CPH:DOX '24: Nordic:Dox Award |
Dos meses después de tener a su hijo, la directora de este documental, Roja Pakari, fue diagnosticada con un cáncer de médula ósea incurable, lo que convirtió su maternidad en una especie de lucha contrarreloj para aprovechar los momentos que podía compartir con Oskar entre sus continuos ingresos en el hospital. Durante los últimos seis años, ha elaborado una hermosa e inevitablemente dolorosa carta de amor que se ha concretado en la película The son and the moon (Roja Pakari, 2024), que ella plantea a partir de una narración en segunda persona dirigida a su hijo que tiene a veces el tono de una despedida: "Cuando veas esto quizás yo ya no estaré aquí". Pero lo que produce más emoción no es su condición de reflejo de la difícil convivencia del cuerpo con el cáncer, sino su cercanía a un profundo acto de amor, una manera de compartir los recuerdos de su familia procedente de Irán, los reflejos del contacto físico maternal y la necesidad de mantener la alegría en una infancia que no se vea rota por la fatalidad del cáncer. Estudios recientes están alertando de un aumento considerable de esta enfermedad entre personas jóvenes, para lo que los científicos por el momento no han encontrado una explicación. La película está cargada de una sensibilidad profunda, siempre atenta a las miradas de Oskar, pero sin colocarle en el centro de la cámara, y manteniendo constantemente ese cuidado especial en no transmitir la dureza de una enfermedad que la dejó en coma durante varios días: "Me alejaba lentamente y una mañana no desperté. El coma es una película con las imágenes desconectadas". En cierta manera, parece que Roja Pakari, que ha contado con la colaboración en la dirección de Emilie Adelina Monies, ha construido esta carta cinematográfica para conectar a su hijo con sus raíces en Irán, introduciendo recuerdos de su familia a través de viejas grabaciones de video que rememoran su vida en Bandar Abbás, una ciudad portuaria capital de la región de Hormozgan. Las imágenes aparecen defectuosas, como recuerdos desordenados, mientras ella relata el viaje de emigración que iniciaron hasta Turquía, posteriormente hasta Polonia, asentándose en Suecia y finalmente en Dinamarca.
Roja Pakari ha tomado como principal referencia el conmovedor libro El año del pensamiento mágico (2005, Ed. Random House), en el que la escritora Joan Didion (1934-2021, Estados Unidos), narraba su experiencia tras la muerte repentina de su marido, el también escritor John Gregory Dunne. Y efectivamente sobrevuela a lo largo de la película esa idea que propone el "pensamiento mágico", que atribuye causas a efectos que no tienen una relación concreta, como si se se pudiera evitar lo inevitable realizando acciones diferentes. Hay algo de eso también en la creencia de la madre de la directora en realizar rituales para alejar a los demonios. Pero Roja Pakari lo sitúa más cerca del poder de resistencia y de la necesidad de no rendirse, impulsada principalmente por su condición de madre. Es una idea poderosa que tiene momentos especialmente emocionantes sobre persistir a pesar de que su cuerpo se resiste a eliminar las células cancerosas, cuando los médicos la someten a un tratamiento que consiste en separar las células madre a través de una máquina de aféresis para devolver la sangre limpia sin células cancerosas. Pero en el caso de Pakari, no funciona, y lo único que pueden hacer es tratar de mantener el cáncer estabilizado, aunque siga activo. Con una edición sobresaliente y cercana de Denniz Göl Bertelsen, quien se encargó del montaje de la ganadora del Dox:Award el año pasado, Motherland (Hanna Badziaka, Alexander Mihalkovich, 2023), el relato de Roja Pakari también aborda el tema de la identidad y la necesidad de mantener presentes los orígenes. Ella se lamenta de que quizás no tenga tiempo para transmitirselo a su hijo Oskar: "Me gustaría poder enseñarle a hablar farsi", y se plantea hacer un viaje de regreso a Irán, donde no ha estado desde los 13 años. Lo que supone organizar una logística médica que resulta complicada (es el único momento de impotencia reflejado en el rostro de su marido, que se mantiene siempre en un generoso segundo plano). Pero las protestas surgidas a raíz del asesinato por parte de la policía iraní de la joven Mahsa Amini en 2022, que provocó una reivindicación de las mujeres, desestabilizando el país, acaban impidiendo toda posibilidad de viajar en esas condiciones. The son and the moon es una película emocionante, un reflejo poderoso del amor hacia un hijo y una prueba de resistencia frente a la terrible presencia de la enfermedad.
Una mirada menos contundente y más discutible es la que propone Victoria Mapplebeck (1966, Reino Unido) en torno a su maternidad, esta vez sí colocando a su hijo como el centro de las grabaciones que ha venido realizando a lo largo de los últimos 20 años, lo cual puede abrir el debate sobre hasta qué punto un niño puede ser consciente del consentimiento necesario para que su imagen se difunda de manera pública, por mucho que sea la madre quien le esté grabando. Es algo así como las miles de imágenes de menores de edad que aparecen de manera descontrolada en las redes sociales, difundidas por sus propios padres. La directora ganó un premio BAFTA TV por el cortometraje Missed call (2018), en la que mostraba el intento de reconexión de su hijo Jim con su padre, quien en realidad nunca le conoció, y que ha formado otra familia. Fue el primer cortometraje documental rodado con un teléfono móvil que consiguió este galardón. Pero en la película también hay fragmentos que forman parte de otros cortos realizados por la directora, como The waiting room (2019), en el que mostraba su experiencia a partir del diagnóstico de un cáncer de mama, rodado con un iPhone X y gráficos de Screenlife, del que también se han utilizado imágenes para Motherboard (Victoria Mapplebeck, 2024), que parece una recopilación de estas experiencias vitales para conformar una reflexión sobre la maternidad soltera. Puede ser algo extraño asistir a esta especie de obsesión por grabar continuamente a su hijo, y precisamente son los momentos en los que Jim se siente incómodo, y esa especie de huida que protagoniza cuando es adolescente, los que mejor profundizan en la vulnerabilidad de este viaje compartido que también refleja algunos altibajos de la relación entre madre e hijo.
Pero independientemente de otro tipo de valoraciones, Motherboard, que en inglés hace referencia a la placa base de los circuitos electrónicos, lo cual es una utilización bastante inteligente para referirse a los intrincados recorridos de la maternidad, se construye a partir de un montaje entrecortado, en el que se mezclan imágenes del pasado y del presente, una edición fragmentada que quizás quiere transmitir la desordenada condición de la memoria, pero que acaba resultando perjudicial para construir una narrativa que realmente adquiera un camino lógico y estructurado, como si la película se desplazara continuamente por líneas temporales que coexisten sin un sentido concreto. Aunque en este conglomerado de imágenes hay algunos apuntes colaterales que son interesantes, como el cambio de textura de unas grabaciones que primero fueron tomadas por una MiniDV y después han pasado por diferentes modelos de teléfonos inteligentes, la principal herramienta que ha venido utilizando la directora en los últimos años, hasta desembocar en las imágenes tomadas del perfil de Snapchat de Jim. Estas diferencias reflejan los cambios temporales, y en cierta manera la propia evolución como directora de Victoria Mapplebeck, con una planificación más elaborada y con una percepción más clara de que esas imágenes pueden traspasar los límites de la privacidad para conformar una obra artística y pública. Pero Motherboard tiene algo de exposición emocional que puede ser comprensible en la madre/directora, pero es mucho más discutible en el hijo/protagonista, del que no sabemos si está representando ante la cámara su propia madurez o está actuando con plena consciencia de que está siendo grabado. Y eso difumina la efectividad de la película como un relato honesto.
El pasado 8 de marzo, la mayor parte de los irlandeses rechazó realizar cambios en dos artículos relacionados con el concepto de familia incluidos en la Constitución. El gobierno de centroderecha de Leo Varadkar proponía ampliar la definición de familia incluyendo "otras relaciones duraderas" junto al matrimonio, y sobre todo quería modificar el artículo 42.2., que se refiere a la mujer y su trabajo en el hogar. En este caso, el 73,93% de quienes participaron en el referendo mostraron su negativa a cambiar un artículo que es precisamente con el que comienza la película Housewife of the year (Ciarán Cassidy, 2024). El artículo 42.2 dice: "El Estado se esforzará por garantizar que las madres no se vean obligadas por necesidad económica a realizar trabajos que descuiden sus deberes en el hogar". El título del documental hace referencia a un concurso muy popular que comenzó a celebrarse en 1968, y fue televisado a través del canal público RTÉ entre 1982 y 1995, en el que se buscaba a la mejor ama de casa de Irlanda, sometiendo a las concursantes a pruebas como cocinar un plato tradicional (juzgado generalmente por un hombre) y destacando atributos como su educación, el sentido del humor, el espíritu comunitario o la apariencia física. El premio consistía en 300 libras y numerosos utensilios de cocina. El director Ciarán Cassidy, que compitió en el Festival de Sundance con su cortometraje The last days of Peter Bergmann (2013), utiliza imágenes del archivo del canal público irlandés y entrevistas actuales a algunas de las concursantes que participaron en ese programa para mostrar la brecha que existía entre la representación de la mujer en ese concurso y la realidad que vivían. El presentador del programa, Gay Byrne, solía preguntar a las concursantes sobre sus noviazgos y sus matrimonios, y en muchos casos se trataba de mujeres jóvenes que habían tenido varios hijos en años consecutivos, familias numerosas en las que las madres se consagraban al cuidado de los hijos y de sus hogares. A veces la película utiliza montajes paralelos con algunos fragmentos del concurso para presentar a las entrevistadas o las coloca en un escenario frente a una sala vacía que hace años estaba llena de espectadores.
Ellen menciona cómo un día su marido la abandonó sin decir nada, y ella se encontró al frente de una familia en la que no tenía ningún recurso económico para salir adelante. Poco tiempo después descubrió que se había ido a Alaska, y cuando uno de sus hijos le preguntó por qué no había llamado nunca a su casa, contestó: "No lo pensé". Pero Ellen hace una afirmación rotunda: "La parte negativa es que se fue sin dejarme nada, pero la parte positiva es que tuve que levantarme del sofá y forjar mi propio destino". Patricia nunca se había planteado la necesidad de trabajar, pero cuando su marido enfermó con una grave artritis, decidió presentarse a una vacante como repartidora postal y se convirtió en la primera mujer cartero de su localidad. Bernadette tuvo un hijo a los 17 años y se enfrentó al rechazo de su padre, ejerciendo como madre soltera y siempre temerosa de los comentarios del vecindario. Aunque se presentó al concurso, afirma que no quería ser la ganadora: "Me horrorizaba que todo el mundo pudiera conocer mi historia". La representación transmitida a través de las pantallas de televisión era una imagen idealizada que no reflejaba la sociedad irlandesa, ni el papel que las mujeres desempeñaban dentro de ella. Y en ese aspecto es en el que Housewife of the year encuentra sus mejores virtudes. La película traza un recorrido por Irlanda desde los años sesenta hasta 1992, pocos años antes de que desapareciera el concurso, cuando el Tribunal Superior encabezado por el juez Declan Costello, prohibió a una joven de catorce años viajar a Inglaterra para poder practicar un aborto, en el llamado "caso X", lo que provocó numerosas protestas de mujeres en las calles, en las que por cierto se involucró especialmente la cantante Sinéad O'Connor, con un apasionado discurso: "La decisión del juez Costello es una invasión de los derechos fundamentales de las mujeres irlandesas". Hasta que unos días más tarde el Tribunal Supremo anuló esta decisión. Lo que hace particularmente bien Housewife of the year es partir de una anécdota que podría simplemente ser curiosa, para ofrecer un retrato incisivo sobre la evolución de una sociedad irlandesa que, sin embargo, se resiste a desprenderse del pasado.
Este recorrido por algunas películas que hablan de la maternidad lo concluimos con la figura de la madre ausente, que deja un sentimiento de vacío en quienes la rodearon. La directora Julie Bezerra Madsen (1983, Brasil) aborda su propia historia familiar en este documental que confronta la permanencia del duelo tras la muerte de su madre seis años atrás. Hay un sentimiento de culpa en ella que sobrevuela toda la película por no haber podido asistir a su funeral: la madre se encontraba en Brasil cuando tuvo una muerte repentina, mientras Julie vivía en Dinamarca. Y ahora trata de organizar una especie de acto de homenaje junto a su padre y su hermana, quienes no parecen tener esa necesidad de compartir el duelo y se muestran reacios a celebrar una despedida que ellos ya experimentaron en solitario. Julie tiene una hermana mayor que nació de una relación anterior de su madre, pero que siempre ha sido considerada, incluso después de la separación de los padres tras continuas discusiones, como parte de la rama danesa de la familia. Aunque algunos años de cierta rebeldía que la llevaron a no querer regresar a Dinamarca y por tanto perder la posibilidad de conseguir la ciudadanía, han obligado a Ursula a permanecer en Brasil. La visita de su padre y su hermana supone el regreso de los recuerdos de una infancia juntas y la recuperación de una relación que nunca abordó realmente la pérdida de la madre. De alguna manera, la necesidad de tener un duelo compartido es más fuerte en Julie, que a veces parece demasiado obstinada en convencer a su familia de que esta despedida es necesaria.
De hecho, da la sensación de que la celebración de este acto de homenaje sirve más a la dramaturgia de la película que a la necesidad real de los personajes. Sobre todo porque el hecho de que el padre y la hermana de la directora hayan accedido a exponerse emocionalmente en esta película ya supone un generoso acto de aceptación de un dolor compartido. Hay una evidente falta de comunicación dentro del seno familiar que la directora subraya exponiendo el artificio cinematográfico, cuando muestra las cámaras con las que está grabando, o cuando los personajes se indican que no deben mirar al objetivo. De manera que esta exposición de los entresijos del rodaje en cierto modo sirve para ofrecer una mirada más honesta, una veracidad que se enturbia por algunas escenas que parecen demasiado preparadas. Hay un cierto desequilibrio en la descripción de las relaciones familiares: se centra en un determinado momento en la difícil convivencia de su madre y su hermana (las visitas a Brasil siempre acababan en discusiones), pero sabemos poco de la que tuvo la propia Julie. También hay una interesante aproximación a las diferentes formas de afrontar la muerte entre la cultura escandinava y la brasileña: "Ustedes tienen esos hermosos cementerios en los que puedes pasear para recordar a los fallecidos", afirma Ursula en referencia a esa costumbre en los países nórdicos de diseñar los cementerios como parques por los que se puede caminar. Mientras que cuando Julie visita la lápida de su madre en una pared destartalada en medio de pasillos asfaltados sin vegetación siente que no es el lugar apropiado. El título internacional God, please send a whale (Julie Bezerra Madsen, 2024) hace referencia a una frase que la propia directora expresa en relación con las creencias religiosas de su hermana Ursula que ella no comparte, y al relato de Jonás y la ballena, un profeta compartido por las tres principales religiones, apareciendo tanto en la Biblia como en la Tanaj y el Corán. "No puedes creer en los humanos, solo puedes creer en Dios". Curiosamente el título original danés, En forsinket begravelse (Un funeral retrasado) es mucho más lacónico. Aunque no siempre encuentra una forma equilibrada de exponer sus temas, la película aborda algunas cuestiones interesantes sobre las relaciones familiares, el sentimiento de culpa y la necesidad de cerrar las heridas emocionales.
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