Regresando a una absoluta normalidad, el Festival Internacional de Documentales de Copenhague, CPH:DOX 2023, ha iniciado su edición número veinte con una programación que incluye lo mejor del género que se podrá ver tanto en formato presencial como digital, entre el 15 y el 26 de marzo. Considerado uno de los festivales más importantes, la programación de este año incluye unas doscientas películas de las cuales cien son estrenos mundiales, de los que sesenta títulos compiten por el principal premio en las diferentes secciones junto a una larga lista de invitados que participarán en los numerosos eventos, encuentros y debates que se celebrarán a lo largo de los próximos diez días, entre otros Wim Wenders, Joan Baez, José González, Susan Matthews o Jeremy Deller. Como suele ser habitual en los últimos años, el festival también tiene la mirada puesta en el formato documental para televisión, con la participación de Nathan Field, el creador de la serie Los ensayos (HBO Max, 2022-) y del equipo detrás de How to with John Wilson (HBO Max, 2020-), además del estreno mundial de la miniserie Jada (TV2, 2023) que a lo largo de cinco episodios acompaña a una de las mayores estrellas de la música pop en Dinamarca durante el concierto que celebró en noviembre de 2022 en el Royal Arena de Copenhague, el más grande que ha protagonizado hasta la fecha. A lo largo de estas semanas dedicaremos varias crónicas a los títulos más destacados que veremos dentro de la programación del CPH:DOX 2023.
Twice colonizedLin Alluna, 2023 | Inauguración | Next:Wave | ★★★☆☆ |
Tras su estreno mundial en el pasado Festival de Sundance, la película de inauguración del CPH:DOX 2023 ha sido la producción danesa-canadiense Twice colonized (Lin Alluna, 2023), escrita y protagonizada por Aaju Peter, aunque en los créditos iniciales se indica que la película está "vivida" por ella. Y efectivamente, desde el primer momento emerge la figura de esta abogada y activista por los derechos de los indígenas en Groenlandia. A lo largo de toda la película, la directora debutante Lin Alluna establece un paralelismo entre la historia personal y el activismo internacional de la protagonista, quedando patente que este recorrido que Aaju Peter llama "doble colonización" es el que ha marcado su fuerza y su posición frente al mundo. Nacida en Groenlandia, su educación se produjo en Dinamarca, donde sufrió lo que denomina un "blanqueamiento cultural", teniendo que asumir una lengua que no es la suya, y que le provoca dolor y rabia cada vez que tiene que usarla. Aaju Peter se dio cuenta cuando regresó a su hogar en Groenlandia, que aún permanece gestionada por el gobierno de Dinamarca, que hablaba danés y que no conocía su propia lengua materna, el inuit, por lo que sufrió acoso y desprecio por parte de sus vecinos. Cuando conoció a un hombre inuk canadiense en 1981, decidió acompañarle hasta Nunavut, en el extremo Norte de Canadá, otra población indígena pero en la que no tenía nada que demostrar, y donde vive y lleva a cabo su trabajo desde entonces.
Cuando la conocemos, Aaju Peter está cerca de los sesenta y trata de luchar contra las restricciones que Canadá terminó imponiendo a la caza de focas, una cruel forma de subsistencia de los indígenas contra la que se manifestaron numerosos grupos animalistas. Es una lucha desigual en la que los argumentos sobre la subsistencia vital de esta práctica chocan de frente con la conciencia mundial, y que finalmente acabó en una derrota que ella considera humillante. La prohibición ha sepultado la economía de los indígenas en la zona: "Estamos en lo alto de todo: tenemos la mayor tasa de desempleo, tenemos la mayor tasa de suicidios...". Una realidad que la propia Aaju Peter experimenta de primera mano, en uno de los momentos más dolorosos de la película. La vida personal de una mujer que ofrece discursos en las Naciones Unidas y se codea con los políticos en el Parlamento europeo muestra sin embargo grandes dosis de debilidad emocional. Después de hablar por teléfono con su ex-pareja, un hombre blanco que la maltrataba e incluso la obligó a cortarse el pelo, y que se manifiesta con evidentes problemas de celos, ella se derrumba y afirma: "Le echo de menos". Los momentos más personales están subrayados por la emocionante partitura para cuerdas del compositor francés afincado en Montreal Olivier Alary, quien trabajó en la película La noche de los reyes (Philippe Lacôte, 2020) y los sonidos más electrónicos del alemán Johannes Malfatti, que colaboraron juntos en el álbum u,i (2020, FatCat Records), junto a la cantante gutural Celina Kalluk, que aporta una sonoridad tribal que es un reflejo interior de la protagonista.
Aaju Peter plantea algunas ideas interesantes sobre la forma en que la mirada occidental define a los indígenas. Cuando un amigo personal en Dinamarca le dice que la primera vez que la vio tomando café se sintió sorprendido, ella muestra su enfado: "Los hombres blancos solo queréis ver a los indígenas en un entorno tradicional. Pero nosotros queremos formar parte también de una sociedad moderna". A veces la película tiene dificultades para saber dónde se quiere enfocar más, si en la lucha reivindicativa de la protagonista o en su vida personal, y eso desequilibra sobre todo la última parte, cuando la acompaña a varias reuniones con miembros de diferentes pueblos indígenas como los sami en Suecia, y la directora parece querer presentar una perspectiva más amplia que sin embargo se siente apresurada y algo superficial, a pesar de que se abordan temas interesantes como la progresiva invisibilización de las problemáticas indígenas como si se tratara de cuestiones del pasado ya resueltas. De hecho, el argumento de Dinamarca contra la independencia de Groenlandia suele ser tan paternalista como afirmar que si no estuvieran bajo su protectorado ningún otro acuerdo con países como Estados Unidos o China sería tan beneficioso para ellos. Y también hay una sensación de cierta direccionalidad, como cuando Aaju Peter, que es quien ha co-escrito el guión, visita su antiguo hogar junto a su hermano. Cuando comienzan a recordar su infancia, su hermano le dice: "¿Por qué no hablamos de las cosas positivas?". A lo que ella le responde: "No, esta película es sobre cómo nos ha afectado la colonización". Ese sentimiento de estar doblemente colonizada, primero en Dinamarca y después en Canadá es, efectivamente, el que define su trayectoria personal: "¿Es posible cambiar el mundo y curar tus heridas al mismo tiempo?", escribe Aaju Peter en el prólogo de su libro.
Cyborg: A documentaryCarey Born, 2023 | Science | ★★★☆☆ |
Durante este fin de semana, entre el 17 y el 19 de marzo, se celebra en Barcelona Tech & Play, la primera edición de un festival que pretende transmitir a la ciudadanía las experiencias y los avances tecnológicos que se han mostrado en el Mobile World de Barcelona. Uno de los invitados a este encuentro es Neil Harbisson (1984, Reino Unido), la primera persona considerada oficialmente como un cíborg, ya que desde hace años vive con una antena que sobresale de su cerebro. Es también el protagonista de Cyborg: A documentary (Carey Born, 2023), una especie de retrato en forma de road-movie que le acompaña durante algunas de sus numerosas actividades en todo tipo de encuentros tecnológicos y congresos. Pero al mismo tiempo plantea una reflexión sobre las tecnologías y la capacidad del hombre para reinventarse ampliando sus capacidades naturales. Neil Harbisson padece desde nacimiento acromatopsia congénita, una enfermedad considerada rara que solo afecta a entre 30.000 y 50.000 personas en todo el mundo, que está provocada por una mutación en los genes que impide al cerebro distinguir los colores, de forma que la percepción que reciben estas personas de su entorno es monocromática, solo en blanco y negro. Pero Harbisson decidió investigar sobre la posibilidad de insertar algún tipo de tecnología que le permitiera distinguir los colores, sometiéndose a una operación para implantar una especie de antena que sobresale de su cabeza y que convierte los colores en sonidos de forma que, dependiendo del sonido que produzca una tonalidad cromática puede distinguir qué color predomina ante sus ojos.
El primer intento de realizar esta operación de implantación fue rechazado por un Comité bioético de un hospital de Barcelona, pero un cirujano anónimo que seguramente trabajaba en ese hospital decidió realizar la operación por su cuenta. Y desde 2004 vive con una antena osteointegrada dentro de su cráneo que sale por el hueso occipital y que le permite oír las frecuencias del espectro de luz e incluso conectarse a internet mediante bluetooth y recibir llamadas telefónicas en su cabeza. Cyborg: A documentary explora los límites de estas implantaciones a través del testimonio de Neil Harbisson y de su novia, la cyborg artista Moon Ribas (1985, Mataró), pero también aborda algunas de las dudas que este tipo de iniciativas plantea en una comunidad científica y médica cuyas organizaciones bioéticas no las acepta oficialmente. De hecho, el protagonista se siente algo perdido cuando una de sus colaboradoras organiza su participación en un congreso médico, porque Neil Harbisson se considera más un artista tecnológico que un experimento científico. Su enfoque parte de la premisa de añadir nuevos sentidos a los que dispone el ser humano a través de implantes, y de esta forma desarrollar nuevas percepciones de la realidad.
Cuando visita a su abuela en Mataró (Barcelona), donde pasó su infancia y conoció a Moon Ribas, la casa está llena de cuadros que representan los sonidos que ha percibido de diferentes personajes públicos. Pero, aunque la abuela parece aceptar su decisión, también sentencia: "Lo que Dios ha hecho, no se debe tocar". Esta expresión de su pensamiento se enlaza con un segmento dedicado a las amenazas de muerte que ha recibido Neil Harbisson, que provocaron que en Nueva York la pareja decidiera mudarse lejos de la ciudad porque continuamente recibía amenazas de un ciberacosador. Y en la actualidad Mataró se ha convertido en su refugio, una ciudad pequeña fuera de Barcelona en la que viven en un sótano convertido en apartamento, sin ventanas, y cuya ubicación es secreta. El límite de la incredulidad puede surgir a partir de proyectos como Cyborg Foundation, una fundación creada por Harbisson para ayudar a personas que quieran adoptar la tecnología como parte de su cuerpo. Pero en esta última parte de la película parece manifestarse también un cierto escepticismo por parte de la directora, destacando algunas conferencias con argumentos un tanto peculiares (Neil Harbisson afirma que el hijo de una persona que tenga implantada cyber tecnología podría nacer con los mismos atributos de forma natural), entrevistando a un joven aspirante a cyborg que parece no tener claro por qué quiere serlo realmente, o introduciendo un montaje de escenas que mezcla un video de promoción de la Cyborg Foundation con intervenciones algo caóticas de sus portavoces. Y esta especie de posicionamiento a veces perjudica a la cohesión de un documental que se queda en la anécdota sin explorar realmente las posibilidades de su propia propuesta.
Francesca y el amorAlba Sotorra, 2022 | Highlights | ★★★★☆ |
Aunque ya estrenada en salas de cine y disponible en Movistar+, la selección de Francesca y el amor (Alba Sotorra, 2022) en el Festival CPH:DOX 2023 nos permite reivindicar uno de los documentales más interesantes del año pasado, y una de las escasas presencias españolas en la programación junto a las coproducciones Cyborg: A documentary (Carey Born, 2023) y Disturbed Earth (Kumjana Novakova, Guillermo Carreras-Candi, 2023). Francesca y el amor se presentó en el Festival de Cine Español de Málaga 2022 y posteriormente ha pasado por las salas de cine, pero también ha tenido una trayectoria menos destacada de la que merecía. En esta película la directora Alba Sotorra (1980, Reus) cambia completamente de registro después de sus duros y aclamados documentales rodados en zonas de conflicto como Comandante Arian. Una historia de mujeres, guerra y libertad (2018) y sobre todo El retorno. La vida después del ISIS (2021), ganador del Premio Gaudí al Mejor Documental. De regreso a España, la directora se centra en una historia más cotidiana a través de su amistad con la reconocida artista plástica Francesca Llopis, que se encuentra en un momento de coyuntura personal cuando su hija Djuna decide salir de casa para viajar a Brasil y posteriormente estudiar en Berlín. Este momento de separación en una relación consolidada por la ausencia del padre, que se separó de Francesca cuando su hija era niña, supone una transformación importante en la vida de la artista que a sus 60 años se plantea seriamente la posibilidad de buscar un nuevo compañero sentimental, utilizando aplicaciones de citas como Tinder.
También coincidió con un momento en el que la directora Alba Sotorra, buena amiga de Francesca, acabó compartiendo piso con ella, de forma que el acercamiento a su cotidianeidad se convierte también en un revulsivo para contar su historia. El título del documental hace referencia a esta búsqueda de algo que pueda definirse como amor con una persona de otro sexo, pero sobre todo construye, en pinceladas breves pero muy precisas y hábilmente situadas en la estructura de la película, la relación especial que mantiene Francesca con su hija Djuna, y que es un reflejo intergeneracional que también es una muestra de identidad femenina. Francesca pertenece a una familia de la burguesía catalana que parecía tener definida la vida de sus descendientes. Pero ella decidió dedicarse a las artes y acabó siendo madre soltera después de la separación de su marido, lo que representa un sentido de rebeldía que es al que la directora dedica su documental. Con un optimismo contagioso que se transmite desde la vitalidad de la protagonista, Francesca y el amor es una mirada alegre en torno a la madurez, que incluso captura cierta naturalidad de los encuentros entre ella y sus pretendientes masculinos de Tinder, aunque tanto la una como los otros están prevenidos de que sus citas son grabadas para una película. Pero sobre todo la historia funciona en la intimidad de la casa, en los momentos de silencio o de indecisión, en el proceso artístico que utiliza el cuerpo humano como herramienta para definir los contornos de las obras. Y en esas conexiones a través de la pantalla del ordenador con la hija ausente, en las que Djuna expresa su reflexión sobre el sosiego que le produce el entorno natural, o cuando ella interpreta una canción que ha empezado a escribir en Brasil y ha terminado en Berlín. Ese es el amor que realmente desprende la película y el que verdaderamente sostiene la vitalidad de Francesca.
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