04 junio, 2020

Krakow Film Festival (Parte 4): Vigilancia, amor y sexo


Krakow Film Festival celebra este año su 60 aniversario, un cumpleaños por los que pocos festivales de documentales han pasado. Pero finalmente sin tarta de cumpleaños, sin ceremonia de celebración, sin conciertos de música de cine en Słowacki's Theater. Al mismo tiempo se ha convertido en una edición especial, con una actividad importante en cuanto a participación de directores en Q&A, encuentros entre profesionales, coloquios sobre cine y ceremonias virtuales. Al fin y al cabo, si se pretendía que este 60 aniversario fuera especial, lo está siendo, aunque en un sentido completamente distinto al que se pretendía. Lo que sí es cierto es que será una edición recordada, que incluye una programación de 170 películas en 190 proyecciones. Nuestro repaso a la Sección Oficial de Documentales y la Sección competitiva de Cortometrajes continúa con algunas producciones polacas que participan tanto en la competición internacional como en la competición nacional. 

El documental Bitter love (Jerzy Šladkowski, 2019) comienza con una sentencia: "Para afrontar los problemas algunas personas salen a la carretera. En Rusia algunas personas cruzan el río". Esta propuesta nos lleva a un crucero por el Volga donde varios protagonistas hablan sobre sus problemas amorosos. Son parejas que lidian con sus propias contradicciones u hombres y mujeres solteras que tratan de encontrar en este trayecto a alguien con quien comenzar una relación. Es el "amor amargo" del título, el amor que a veces no se encuentra durante toda una vida, el de una mujer mayor que confiesa que, pese a haber estado casada, no ha conocido el amor realmente. "Cuando un hombre sabe cuántos terrones de azúcar quieres en el café, sin necesidad de preguntarte, es que está enamorado". Es también el amor amargo de parejas que conviven sin terminar de concretar su relación, como un juego eterno de enamoramiento y desenamoramiento, de encuentros y desencuentros.


El director polaco Jerzy Šladkowski ganó varios premios internacionales con su película Don Juan (Jerzy Šladkowski, 2015), que tenía como protagonista a un hombre con autismo. Allí, la representación teatral de su propia personalidad jugaba el papel de psicodrama en busca de una supuesta "normalidad". Aquí también hay un juego de representación, porque las conversaciones que vemos en pantalla parecen preparadas, construidas sobre diálogos improvisados. Es por tanto un anti-documental que tiene momentos singularmente divertidos, gracias a la fuerza de sus personajes, pero que acaba siendo artificial y algo machista. Las mujeres buscan a su príncipe azul, mientras los hombres se divierten bebiendo. Las mujeres sufren de amor, mientras los hombres ni sienten ni padecen. 

El autismo que fue el tema principal del anterior documental de Jerzy Šladkowski es también el principal motivo de Altered states of consciousness (Piotr Stasik, 2020). En esta ocasión el director rueda escenas con niños autistas en las que, en un espacio vacío, casi infinito, les hace preguntas sobre la vida y sus sentimientos. Es una aproximación cercana, utilizando primeros planos, que trata de mostrar la realidad de ese mundo especial en el que viven los autistas. Pero también es una reivindicación del autismo como un estado mental, no como una enfermedad, ni como un fallo del sistema humano. Hay varias citas a lo largo del documental que nos presentan esta propuesta. Hans Asperger decía: "Cuando uno aprende a reconocer los síntomas característicos del autismo, llega a la conclusión de no son tan raros en nuestra sociedad". 


Esta declaración de intenciones es la que marca el tono del documental. No hay entrevistas a cuidadores o a médicos que traten de explicar la enfermedad, sino que hay una voluntad de observación y de plasmación de mentes únicas y fascinantes que funcionan de una forma diferente a la que consideramos "normal". Los niños protagonistas, con sus respuestas, con sus juegos y también con sus rabietas, nos permiten ver sin análisis superfluos, una parte de su forma de cómo se enfrentan a la vida. 

Por su parte, An ordinary country (Tomasz Wolski, 2020) es un trabajo de recuperación de una normalidad que acaba siendo irreal, a través de material de archivo desclasificado correspondiente a los servicios secretos. Polonia fue un satélite de la Unión Soviética desde los años 50, gobernada por el Partido Obrero Unificado Polaco, que se sirvió de la policía política y de los "consejeros soviéticos" para establecer un sistema de vigilancia intenso entre sus ciudadanos. Las grabaciones encubiertas, los teléfonos pinchados, los interrogatorios abusivos, se muestran ahora en este documental que se construye a través de todo este material de opresión. Polonia vivía una normalidad falsa. 


El director realiza un montaje interesante, que va introduciendo pequeñas tramas que se van construyendo a lo largo de la película, como interrogatorios absurdos sobre cuántas veces compra leche una ama de casa, para tratar de averiguar si su marido obtiene dinero ilícito. El montaje nos introduce tanto conversaciones grabadas a través de micrófonos ocultos como imágenes de vigilancia secreta de ciudadanos aparentemente sospechosos. La estructura de este montaje se va haciendo cada vez más opresiva, llegando a momentos de violencia en la segunda parte del documental. Es un sistema podrido en el que los vigilantes también se vigilan entre sí. Un sistema basado en la sospecha continua. Una libertad corrompida. 

CORTOMETRAJES

Entre los cortometrajes seleccionados a competición destacamos hoy algunas obras interesantes, también en el género documental. En Overdue (Tessa Louise Pope, 2019), la directora holandesa entrevista a tres jóvenes que hablan sobre cómo se quedaron embarazadas, pero poco a poco nos damos cuenta de que son mujeres que decidieron abortar. Es una obra honesta (nacida de la propia experiencia que tuvo la directora), que muestra las dudas que provocó esta decisión en las protagonistas, pero sobre todo el impacto posterior que con el tiempo acaba teniendo. Una visión del aborto que no plantea derechos o libertades, sino que habla de la difícil experiencia que vivieron estas mujeres. Por su parte, A friendly man (Łukasz Konopa, 2019) se centra en un personaje singular, un israelí que vivió una etapa de su vida como dealer de personajes famosos en Israel, y fue encarcelado por venta de drogas, y que ahora trata de encontrar un espacio fuera de las adicciones. Es un "hombre amable" con un pasado que el director, Łukasz Konopa, nacido en Polonia pero que vive actualmente en Tel-Aviv, retrata con un buen sentido el ritmo y un trabajo de montaje dinámico y efectivo. 

Overdue (Tessa Louis Pope, 2019)

En el terreno de la animación, destacamos dos obras: How my grandmother became a chair (Nicolas Fattouh, 2020) es un homenaje a la abuela del director y a su cuidadora, la única persona que estuvo con ella hasta el final, a través de una fantasía metafórica que habla de la enfermedad y de la vejez, con un estilo de animación sencillo pero que juega bien con los elementos simbólicos. Por su parte, Toomas beneath the Valley of the Wild Wolves (Chintis Lundgren, 2019), que estuvo seleccionado en el Festival de Clermont-Ferrand y en Annecy, es una divertida historia que habla sobre las relaciones de pareja a través de un argumento alocado que habla del sexo con ironía, y que se convierte en uno de los cortos más singulares del año.  

Toomas beneath the Valley of the Wild Wolves (Chintis Lundgren, 2019)




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