06 junio, 2020

Krakow Film Festival (Parte 6): Música y política


El 60ª Krakow Film Festival llega ya a su recta final, con la Ceremonia de Clausura de esta tarde que no será la Gala del sesenta aniversario que se pretendía, sino una versión online con participación a distancia de los premiados. Una de las cosas que se ha aprendido en esta crisis del coronavirus en cuanto a los festivales de cine es que es posible llevar a cabo encuentros online y hasta entregas de premios online con una sencilla infraestructura y con un cierto trabajo de edición que permita una coordinación dinámica y poco estática. Cada vez estamos viendo mejores propuestas en este sentido, y cada vez son más atractivas. Al mismo tiempo, parece claro que la solución online no está siendo algo estrictamente puntual, como al principio apuntaban algunos directores de festivales de cine reacios. Docsbarcelona, tras el éxito de su versión online, ha decidido que a partir del próximo año su festival tendrá un protagonismo importante en internet, como una especie de segunda opción de visionado. Estos días el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, que se celebra en noviembre, unas fechas en las que aparentemente habrá cierta "normalidad", anunciaba que parte de su programación también se podrá ver a través de Filmin. 

Hay muestras cinematográficas que son difíciles de trasladar a las redes, por razones obvias. Casi en las mismas fechas que el Krakow Film Festival se suele celebrar el Krakow Film Music Festival, con compositores invitados y conciertos especiales. Este año no ha sido posible. El Festival de Música de Cine ha ofrecido una versión online con algunos Q&A con compositores, conciertos a piano de algunos músicos, y visionados de conciertos de ediciones anteriores. Pero la música de cine sigue siendo importante en la programación del Krakow Film Festival que estamos repasando esta semana. Una programación especial de Documentales musicales nos acerca algunas de las propuestas más interesantes que se han producido en el último año. Estos días se habla de la concesión del Premio Princesa de Asturias a John Williams y Ennio Morricone, y la música de cine tiene una cierta relevancia en los medios de comunicación generalistas. Es buen momento por tanto para hablar de documentales que tienen a la música (no estrictamente la música de cine) como protagonista. 

Uno de los documentales presentados en esta sección es Tomorrow's gone (Boaz Goldberg, 2019), que nos ofrece un retrato bien elaborado de una personalidad compleja, el músico israelí Charlie Megira a través de grabaciones realizadas durante buena parte de su trayectoria profesional. Lo que diferencia a este documental de otros centrados en la figura de músicos es que no utiliza tanto imágenes de archivo preexistentes, sino que es el propio director, amigo personal de Megira, el que usa sus propias grabaciones, efectuadas a lo largo de varias décadas. Son grabaciones por tanto íntimas y en las que el personaje tiene una relación personal con el director, lo que le permite hacer un retrato más personal. 


Charlie Megira se crió en el valle de Be Sh'ean, e inició una carrera musical que fue breve, pero que le convirtió en uno de los nombres esenciales de la música pop hecha en Israel. Su personalidad lo definió, como una especie de personaje de una película de Jim Jarmusch, siempre con traje y corbata, con el pelo a lo Eddie Cochran. Un admirador de Elvis Presley que consiguió algunos éxitos en su carrera, como una gira de conciertos por Estados Unidos, o componer algunas canciones para la película El Congreso (Ari Forman, 2013), colaborando con el compositor Max Richter. Éste incluso comenta en el documental que le presentó a varios productores musicales para tratar de expandir la promoción de su música. Pero la vida y la trayectoria de Charlie Megira parecía marcada por cierta fatalidad, y su genialidad musical se quedó en un trayecto sin destino. 

Otro músico definido por su particular personalidad es el protagonista de Gundermann Revier (Grit Lemke, 2019), basado en la historia del cantante alemán Gerhard Gundermann, una figura controvertida de su época (la Alemania dividida y posteriormente reunificada) que fue objeto de una interesante de película de ficción recientemente, Gundermann (Andreas Dresen, 2018), inédita en España. Minero de profesión, Gerhard Gundermann se convirtió en un cantautor que alcanzó la fama siguiendo la estela de músicos norteamericanos como Bob Dylan. Sus canciones siguen formando parte de la memoria musical de Alemania.


El documental es un excelente trabajo de reconstrucción a través de numeroso material de archivo que va perfilando una personalidad muy difícil, y una cierta ambigüedad política. Porque, en este caso, la política juega un papel fundamental en su trayectoria como músico. Fue un defensor del comunismo y detractor de la reunificación de Alemania, a la que veía con cierto escepticismo. Su carrera se vio perjudicada, en plena etapa de la democracia, por el descubrimiento (y la propia confirmación) de su colaboración con la Stasi, la policía política de la RDA. Y aunque él asumía esta colaboración, pero reduciéndola a algunos informes generales, parece que su participación fue algo más profunda, denunciando a amigos y personas con las que se relacionaba. Gundermann Revier perfila así un retrato complejo, con un ritmo marcado por una estructura bien definida, que acaba resultando uno de los documentales más interesantes en torno al mundo de la música que hemos visto este año. 

El holocausto judío se convierte en protagonista a través de la historia de dos supervivientes que deciden formar una banda musical para recordar el genocidio. Saul and Ruby's Holocaust Survivor Band (Tod Lending, 2019) es un documental que muestra algunos de los conciertos de esta banda, y acompaña a sus protagonistas, dos ancianos que, a pesar de haber perdido a parte de su familia y de haber sobrevivido a más de un campo de concentración, transmiten alegría y esperanza. Es la música convertida en instrumento de la memoria. 


El documental adquiere mayor profundidad emocional en su segunda parte, cuando ambos viajan a Polonia, donde vivieron su infancia y sufrieron la persecución por parte de los nazis. Este viaje supone el redescubrimiento de las calles en las que vivieron, y de algunos de los campos de concentración a los que sobrevivieron. Los ghettos judíos en ciudades como Varsovia se convirtieron en zonas de hambruna y sufrimiento. Y resulta conmovedor asistir al reencuentro de estos dos supervivientes con aquellos lugares en los que vivieron y en los que padecieron todo tipo de humillaciones. Pero sobre todo estamos ante un documental optimista, que no rehúye la descripción histórica del pasado, pero que se centra en el presente. 

Cortometrajes

La Sección Oficial de Cortometrajes nos ofrece una programación con títulos interesantes que se mueven en diferentes géneros. La ficción en general está marcada por historia dramáticas que abordan temáticas complejas. En The verdict in the case of K. (Özgür Anir, 2020) se habla del abuso sexual a través de la historia de la víctima y su entorno familiar, tras la lectura del veredicto en contra de sus agresores. Es una historia poderosa, que analiza las contradicciones emocionales de los miembros de la familia, planteando una trama de venganza que deja el final abierto. Chubby (Madeleine Sims-Fewer, Dusty Mancinelli, 2019) también se habla de abuso, aquí dentro de la familia, en una descripción delicada, sutil, que es al mismo tiempo dolorosa. 

El director de Innocent (Ben Reid, 2019) consigue crear una trama de investigación en torno a un asesinato que tiene también implicaciones sexuales. Y lo hace con una buena dosificación de la información y un trabajo de dirección notable. Mientras que Between a rock and hard place (Mads Koudal, 2019) asistimos a una historia de separación contada con mucha delicadeza y rehuyendo el sentimentalismo, pero sin evitar transmitir emociones diversas al espectador. Por su parte, Nina (Hristo Simeonov, 2019) nos cuenta la historia de una adolescente que se dedica a robar carteras, tratando de reunir dinero para emigrar a España. Es un cortometraje sencillo, pero que reflexiona adecuadamente sobre una sociedad displicente.  


Destacamos en el género de animación el cortometraje Average happiness (Maja Gehrig, 2019), que utiliza como base innumerables diagramas estadísticos para crear una fantasía visual realmente sorprendente. En Wade (Upamanayu Bhattacharyya, Kalp Sanghvi, 2019) los directores nos ofrecen un excelente trabajo que reflexiona sobre el cambio climático a través de una fantasía que se desarrolla en una Calcuta inundada y habitada por criaturas extrañas. 

La animación como forma de expresión de historias reales está cada vez más presente en los cortometrajes. Es el caso de Just a guy (Shoko Hara, 2020), en el que tres mujeres que tuvieron relaciones con el asesino en serie Richard Ramirez describen su personal forma de ver al hombre y al criminal. Son mujeres que no quieren mostrar sus rostros, por lo que solo escuchamos sus voces y la representación visual es un trabajo magnífico de animación que expresa también su mundo interior. Algo parecido ocurre con The fantastic (Maija Blåfield, 2020), que no utiliza la animación, pero sí muestra a través de imágenes, a veces distorsionadas, los pensamientos de una serie de entrevistados, habitantes de Corea del Norte y Corea del Sur, que tampoco quieren mostrar sus rostros. Ellos veían películas prohibidas en sus países y descubrían una sociedad muy alejada de la que estaban viviendo en sus países, a través de películas principalmente norteamericanas. Por su parte, All her dying lovers (Anna Benner, Eluned Zoe Aiano, 2020) también hace uso de la animación para hablar de una leyenda que circula en Checoslovaquia en torno a una enfermera, durante la II Guerra Mundial, que transmitió de forma consciente la sífilis a numerosos soldados alemanes. Es una leyenda urbana cuya veracidad no está clara, y que refleja en las imágenes animadas esta ambivalencia entre la realidad y la invención. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario