En esta crónica del Festival de Cine de Animación seguimos comentando los cortometrajes que forma parte de la Sección Oficial, y también los largometrajes que conforman la Sección Contrechamp. Esta sección competitiva nació en 2018, como sustitución de la Sección Fuera de Competición, debido a la proliferación de producciones cinematográficas de largometraje que de alguna forma merecían también participar en la competición. Algo parecido a lo que ocurre con la Sección Perspectives, que sustituyó a la Sección Fuera de Concurso en la categoría de cortometrajes.
Sección Contrechamp
En cierto modo, esta sección incluye películas con un lenguaje más innovador, que proponen una mirada más singular, que requiere de la participación más directa del espectador. Ya hemos comentado algunos de los films que forman parte de Contrechamp, pero ahora nos detenemos en otras tres películas que de alguna forma cumplen ciertas características de singularidad.
The knight and the princess (Bashir El Deek, Ibrahim Mousa, 2019) tiene como elemento anecdótico el hecho de ser el primer largometraje de animación producido en Egipto, con un equipo además exclusivamente árabe. Se trata por tanto de una producción singular que se vanagloria de no depender de un equipo occidental, pero que sin embargo utiliza el lenguaje y la estructura propias de las producciones tradicionales del cine de animación. De hecho, la banda sonora compuesta por Haitham Alkhamissi está interpretada por la Orquesta Sinfónica de Bratislava. La producción ha tardado 20 años en terminarse, lo que da muestras de la dificultad de llevar a buen puerto una película de estas características.
La historia tiene como base un relato tradicional árabe del siglo VII en torno a un guerrero durante la dinastía Omeya. Técnicamente utiliza animación 2D que tiene como principal referente películas como El rey león (Roger Allers, Rob Minkoff, 1994), y que por lo tanto está marcada por cierta sencillez. Su historia tiene los ingredientes característicos del cine de animación para niños, sin aportar nada específicamente novedoso, y con un guión que se sostiene en una estructura tradicional, con personajes secundarios que supuestamente aportan el tono humorístico. No hay grandes aciertos en la película, excepto quizás las escenas de batalla del final, que están resueltas con corrección. La música también está muy presente, con canciones interpretadas por los personajes, y que en algunos momentos, especialmente los de ensoñación, funcionan bien. Pero el trabajo del compositor es más acertado y más interesante cuando recorre las sonoridades arábigas que cuando trata de acercarse a la música tradicional occidental.
The Shaman sorceress (Jae-hunn Ahn, 2019) es una producción coreana que también bucea en la tradición, pero aquí inspirada en un relato corto del escritor Kim Dong-ree. Utilizando animación 2D y 3D, la película tiene como protagonista a una mujer chamán que envía a su hijo a ser educado por unos monjes. Cuando éste vuelve al hogar años después, ha adoptado la religión cristiana, lo que provoca un conflicto con las creencias de su madre. Aunque la técnica de animación es sencilla, casi diríamos que ruda, pero con una clara intencionalidad, la película cuenta con unos fondos elaborados de gran preciosismo. Y resulta en su conjunto una interesante propuesta poética, con muchas escenas que de alguna manera traspasan la propia narrativa tradicional, aunque con cierto abuso de una música grandilocuente de Sang-Ku Kang. Es quizás esta excesiva presencia de canciones la que lastra en parte el proyecto.
Por otro lado, la historia plantea reflexiones interesantes sobre la relevancia de las mujeres en el chamanismo frente a una sociedad eminentemente patriarcal, y la amenaza de la cultura occidental y moderna frente a la tradición coreana, con la evangelización paulatina. Y es este el conflicto principal entre madre e hijo, como una especie de rebelión interna que acaba siendo purificadora, y cuyo desenlace no es nada optimista. La banda sonora de Sang-Ku Kang también va sufriendo esa occidentalización, porque comienza en la película con sonoridades eminentemente tradicionales para ir desarrollándose progresivamente hacia un sonido más moderno.
Por último, comentamos la película True North (Eiji Han Shimizu, 2020) que utiliza la animación para contarnos una historia de denuncia: la existencia de campos de trabajo en Corea del Norte. "En la actualidad, se calcula que unas 120.000 personas trabajan en campos de prisión por razones políticas", reza un texto al final de la película. Y, como reflejo de la realidad, durante los créditos finales vemos tomas aéreas que parecen corroborar la existencia de estas prisiones de trabajo. El gobierno de Corea del Norte ha negado siempre su existencia, pero las asociaciones de derechos humanos han constatado que las denuncias son verdaderas. El director traslada en su historia, escrita, dirigida y producida por él mismo, una serie de relatos de personas que han conseguido liberarse de estas prisiones. Para ello, construye una narración ficticia en torno a una familia que, debido a las actividades políticas del padre, sufre el encierro y las torturas en uno de estos auténticos campos de concentración.
El director japonés de origen coreano no habla de una experiencia personal o cercana, sino que pone rostro a estos supervivientes a través de una ficción en la que se detiene sobre todo en cómo esta tortura constante acaba haciendo mella en el alma humana. Este comin-on-age brutal y cruel que sufre el protagonista desde que es encerrado a los 9 años hasta que se presenta ante una sala llena de espectadores para contar su historia, tiene arrebatos emocionales que no se escapan a nuestra sensibilidad. Y eso a pesar de que las imágenes CGI son más bien burdas, demasiado básicas y poco elaboradas, casi como si estuviéramos viendo la primera aventura gráfica de Tomb Raider.
Sección Oficial Cortometrajes
Seguimos repasando los cortometrajes que forman parte de la sección competitiva, trabajos interesantes como el portugués A mãe de sangue (Vier Nev, 2019), una especie de juego de sombras chinescas en el que las imágenes muestran dos lecturas diferentes, según el punto de vista. Para el director, "es un cortometraje que habla de transformación y de renacimiento", y constituye una hermosa creación de formas que se van creando y deshaciendo, como para mostrarnos la fragilidad de la imagen, la belleza de los dibujos elaborados.
Por su parte, Altötting (Andreas Hykade, 2020) es el último trabajo de este reconocido artista alemán que nos propone una historia autobiográfica a través de su sencilla pero también muy precisa linealidad. El título del cortometraje es el nombre del pueblo en el que nació, en Baviera, y que es conocido porque su capilla es un lugar de peregrinación para cristianos alemanes. De hecho, ésta es la experiencia personal de Andreas Hykade con la Virgen María, un cortometraje profundamente religioso, pero al mismo tiempo extremadamente hermoso y emocionante. La mayor parte de las obras de Andreas Hykade, muy recomendables, se pueden visionar en el canal de YouTube de Filmbilder & Friends, y frente a los festivales online, el director tiene una opinión ambivalente: "Si coloco mi película en YouTube obtengo 0,1 céntimos por clic. De un festival no recibo nada. Al final, tenemos que vivir del arte que creamos. Los festivales dicen que apoyan a los artistas, pero deberían hacer unos reglamentos que explicaran cómo los apoyan. ¿Qué ocurre cuando un festival es online? ¿Cuál es el trato ahora?".
En Rebooted (Michael Shanks, 2019), el director australiano nos propone un divertido homenaje a las películas clásicas de monstruos de Ray Harryhausen a través de un esqueleto que trata de conseguir un papel en alguna película de terror en la actualidad, pero se ve desplazado por las nuevas tecnologías. Mezclando imagen real con stop-motion y 3D, se trata de un cortometraje que encuentra ese difícil equilibrio entre la parodia y el homenaje, y que construye una historia bien estructurada y entretenida.
La alienación de la sociedad moderna está muy presente en los cortometrajes que estamos viendo en esta edición online del Festival de Annecy. La encontramos en Arka (Natko Stipaničev, 2020), que se desarrolla en un crucero transoceánico convertido en una especie de Arca de Noé en el que conviven humanos, animales y obras de arte. Todos juntos, pero al mismo tiempo todos aislados, como una especie de representación pesimista del futuro de la humanidad. Bela (Nick Simpson, 2019) muestra a una pareja aislada que conversa sobre las teorías de percepción visual de Béla Julesz, neurólogo húngaro que emigró a Estados Unidos en 1972, y que desarrolló el estereograma, una representación gráfica de un objeto en tres dimensiones que en realidad es una ilusión óptica. Como en el estereograma, la aparente vida normal de esta pareja esconde algo más (las puertas bloqueadas, el rifle...) que se revela como una especie de visión distópica a lo Michael Haneke. Por último, en Carrousel (Jasmine Elsen, 2020), la directora belga habla de la deshumanización de una mujer cuyo mundo solitario, pero aparentemente perfecto, es invadido por otros personajes. Utiliza técnicas de animación 2D y objetos animados para crear una visión metafórica de una sociedad que se encuentra cada vez más aislada.
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