01 mayo, 2020

La transformación por el coronavirus 2: La muerte de la exhibición tradicional

Mientras las iniciativas online de los festivales de cine más destacados están resultando decepcionantes por la reticencia de los propios programadores a dar un paso adelante, la industria cinematográfica en Hollywood comienza a realizar movimientos que amenazan de tal manera a la exhibición tradicional que algunas cadenas internacionales ya anuncian boicots a las películas.  

En nuestro último post analizábamos la situación incierta de los festivales de cine y su posible vía de escape en la representación online. Esta semana tiene lugar a través de la plataforma Filmin la celebración del D'A Film Festival de Barcelona, que fue reinventado como propuesta online debido a las medidas de confinamiento en España. Se ha anunciado también la celebración de "We are one", Global Film Festival, una muestra online a través del canal Youtube que tendrá lugar entre el 27 de mayo y el 7 de junio. La iniciativa del Festival Tribeca ha conseguido aglutinar a los festivales más importantes del mundo, desde Cannes hasta San Sebastián, pasando por Venecia, Berlín o Toronto. Pero en realidad no es una propuesta con un interés especial en cuanto a proyecciones, porque su programación estará compuesta por películas que han sido premiadas en algunos de estos festivales a lo largo de los años, y no por estrenos absolutos en streaming. Aún a la espera de tener la programación concluida, parece claro que muchas de estas películas ya están disponibles en las principales plataformas online de cine. Lo más interesante, en todo caso, es el anuncio de sesiones de chat y reuniones con algunos de los cineastas que, si se organiza con inteligencia, puede ser una de las opciones más destacables en este tipo de iniciativas, muchas de las cuales están resultando (como las musicales, por ejemplo) auténticos fiascos de interés más que dudoso. 


Recientemente, el anuncio del prestigioso festival norteamericano SXSW Film Festival, cancelado el pasado mes de marzo, de poner a disposición de los usuarios parte de su programación a través de la plataforma Amazon Prime entre el 27 de abril y el 6 de mayo ha sido una auténtica decepción, con tan solo cuatro largometrajes de ficción, tres documentales y siete cortometrajes a disposición de los espectadores. 

En todo caso, la proliferación de este tipo de iniciativas provocadas por la cuarentena a la que gran parte del mundo se ha visto sometida por la pandemia del coronavirus, son apuntes interesantes para un futuro no muy lejano en el que la celebración de encuentros culturales online sea algo más que excepciones motivadas por las circunstancias. Y si el concepto tradicional de los festivales de cine se ha visto sacudido violentamente por este aislamiento forzoso, no se puede decir menos de la exhibición tradicional cinematográfica, cuyos principales valedores comienzan a verle las orejas al lobo, especialmente palpable en la polémica de boicot y "traición" que se viene viviendo esta última semana. 

El lado negativo de este tipo de propuestas es que buena parte de ellas utilizan la popularidad de las redes sociales como plataforma, debiendo someterse a la tiranía de la censura que funciona como dictadura del algoritmo en redes sociales como Twitter, Instagram o Youtube. Estos días el National Theatre está ofreciendo grabaciones en vivo de algunas de sus obras más destacadas, y tanto ayer como hoy puede verse la espléndida versión de Frankenstein (Danny Boyle, 2011) que protagonizaron Benedict Cumberbatch y Jonny Lee Miller. Pero la transmisión a través de Youtube ha sufrido determinados cortes para adaptarse a la política de contenidos de la plataforma, censurando algunas escenas. Recientemente, la plataforma Disney + manipuló una escena de la película Un, dos, tres... Splash (Ron Howard, 1984) para evitar que a la sirena Daryl Hannah se le viera el culo. Si se pretende que el streaming de películas sea un instrumento realmente útil, hay que evitar la tiranía dictatorial de las grandes redes sociales


Efectivamente, los grandes estudios de Hollywood han ido dando pequeños pasos, aún tímidos, hacia la globalización online de sus producciones cinematográficas, tratando de salvar en la medida de lo posible una temporada pre-veraniega que está peligrosamente amenazada por la lenta desescalada de las condiciones de aislamiento, aún con resultados más que inciertos. Hace unas semanas, Warner Bros. anunciaba que su película ¡Scooby! (Tony Cervone, 2020) se estrenaría directamente a través de PVOD en mayo, mientras Disney tiene una estrategia parecida para su película familiar Artemis Fowl (Kenneth Branagh, 2020), que llegará directamente a su plataforma Disney + en junio.  

Curiosamente, estos anuncios no han despertado reacciones especialmente furibundas del sector de la exhibición. Pero el estreno hace tres semanas de una de las películas de las que se tenía más expectativas de recaudación este verano, Trolls 2: Gira mundial (Walt Dohrn, David P. Smith, 2020) a través de PVOD casi sin previo aviso, ha soliviantado los ánimos de los sectores más influyentes de la exhibición tradicional en Estados Unidos. Aunque ese estreno se produjo hace tres semanas, y nadie alzó la voz especialmente. 

Entonces, ¿cuál es la razón de la polémica? Sin duda, las declaraciones de algunos directivos de Universal entusiasmados por los datos espectaculares de recaudación. En solo tres semanas, la película se ha alquilado por 5 millones de usuarios y ha conseguido 99 millones de dólares, una cifra difícil de alcanzar si se hubiera producido un estreno en salas, teniendo en cuenta que su predecesora, Trolls (Mike Mitchell, Walt Dohrn, 2016) necesitó cinco meses en salas de cine para llegar a esa cifra. Pero el porcentaje de los ingresos que se quedan en las salas de exhibición es el 50%, mientras que las plataformas online solo retienen el 20% de la recaudación bruta, por lo que la recaudación para Universal ha sido hasta el momento de 77 millones de dólares, para una película con 90 millones de dólares de presupuesto, según un informe de The Wall Street Journal.

Este exceso de optimismo ha llevado a Universal a anunciar más estrenos online, como el de la película The king of Staten Island (Judd Apatow, 2020) para el mes de junio, anticipando una dinámica que ahora grandes consorcios de exhibición como AMC Theatres, que aglutina a más de 1000 salas en todo el mundo, especialmente en el circuito norteamericano, tratan de frenar anunciando un boicot a los próximos estrenos de Universal. Recordemos también que Universal fue uno de los primeros estudios en restringir la tradicional distancia temporal de las ventanas de exhibición cuando la pandemia obligó a cerrar las salas de cine en marzo, lanzando rápidamente en PVOD sus producciones El hombre invisible (Leigh Whannell, 2020) y Emma. (Autumn de Wilde, 2020) a menos de un mes de su estreno en salas, y casi simultáneamente La caza (Craig Zobel, 2020) y Never Rarely Sometimes Always (Eliza Hittman, 2020). Y tampoco es casual que desde principios de abril pese sobre AMC Theatres el riesgo de bancarrota.  

Dos preguntas están ahora en el aire: ¿Son ya rentables los estrenos online para los grandes estudios de Hollywood? y ¿hasta qué punto la presión de los exhibidores conseguirá que las majors den un paso atrás? 

La primera pregunta es todavía temprano para responderla. Ciertamente podemos decir que Trolls 2: Gira mundial ha sido más rentable en su lanzamiento VOD que si hubiera llegado a las salas de cine en circunstancias normales. Pero también es verdad que se ha beneficiado, por un lado, del estado de confinamiento y su condición de película familiar, y por otro, de una campaña de marketing que ya estaba en marcha desde antes del cierre de salas para su estreno previsto el 10 de abril. No está muy claro por tanto que, al margen de esta mezcla de elementos favorables, cualquier otra película hubiera conseguido parecidos resultados. 

La segunda pregunta es más delicada, porque Universal ya se vio obligada en 2011 a abandonar su pretensión de lanzar directamente en VOD la comedia Un golpe de altura (Brett Ratner, 2011), protagonizada por Eddie Murphy y Ben Stiller, después de que los exhibidores amenazaran también con un boicot. Pero lo cierto es que la situación, nueve años después, es completamente diferente, con un desarrollo imparable de las plataformas digitales y un cambio radical en el comportamiento de los espectadores. Pero también es verdad que películas como Sin tiempo para morir (Cary Joji Fukunaga, 2020), la última aventura de James Bond que retrasó su estreno hasta noviembre, necesitan de la exhibición tradicional para ser rentables, y las salas de cine necesitan producciones de estas características para atraer de nuevo a los espectadores. De hecho, los exhibidores miran con especial interés el estreno previsto en julio de Tenet (Christopher Nolan, 2020), producida por Warner Bros., que es ese tipo de filmes que pueden recuperar el interés de los espectadores. 

Como comentábamos en nuestro post anterior dedicado a los festivales de cine, las circunstancias especiales a las que nos está sometiendo la pandemia del coronavirus puede que no sea sinónimo de cambios drásticos en la forma de acercarse a la cultura en general, y el cine en particular, pero sí está provocando interesantes movimientos en la industria que quizás hubieran sido más lentos en circunstancias normales. Y esto nos hace reflexionar sobre un futuro, casi ya presente, en el que el cine dejará de disfrutarse en el formato tradicional que conocíamos hasta el momento.  


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