Hablábamos en algunos de nuestros posts anteriores de la necesidad de establecer colaboraciones entre festivales de cine para afrontar circunstancias inusuales como lo está siendo el coronavirus, pero también para establecer estrategias de cara a un futuro que se muestra incierto pero al mismo tiempo inspirador. Durante esta última edición de Docsbarcelona, que se ha trasladado a la ventana online, el festival ha encontrado una alianza con otras muestras documentales como FIPADOC (Festival de Documentales de Biaritz), MakeDox (Creative Documentary Film Festival en Macedonia) y DOK.fest (Festival de Documentales de Munich), formando la plataforma FestDocsNetwork, que pretende establecer un camino hacia el intercambio de películas y la facilidad de participación de profesionales de estos países en mesas redondas, coloquios o masterclasses.
Es interesante esta iniciativa porque, como apuntaba el director del Festival de San Sebastián, José Luis Rebordinos, en una de las mesas redondas de Docsbarcelona, el futuro de los festivales está en los circuitos, en la colaboración y el intercambio. Esta última semana, precisamente, Docsbarcelona vive sus jornadas para la industria, que ha sufrido un aumento del 52% en la participación de financiadores y cerca de 500 reuniones individuales. Cifras que hacen pensar en datos interesantes de cara a un futuro.
Estos días la proliferación de festivales online está siendo notable, lo cual demuestra que ese miedo original a lo no presencial ha desaparecido. HotDocs, el Festival de Documentales de Toronto, ha tenido una buena respuesta en su versión online, restringida solo a la provincia de Ontario; ayer pudimos ver ya los primeros cortometrajes del Vienna Short Film Festival, en su versión online y hoy comienza esa propuesta que bajo el nombres We Are One ofrece una programación de 100 películas (la mayor parte cortometrajes) y grabaciones de coloquios y conversaciones con directores de renombre que han cedido los festivales que participan en la iniciativa.
Mientras, se vislumbran en el horizonte algunas esperanzas de cara a los festivales presenciales, con la posibilidad planteada por el presidente de la región del Veneto de que la Mostra de Venecia tenga carta blanca para celebrarse en las fechas previstas. Y otras muestras internacionales como Oslo Pix, en Noruega, aprovechando la reapertura de las salas de cine, y aunque decidió cancelar su última edición, organiza a mediados de junio una especie de Festival PopUp que ofrecerá durante un fin de semana en salas de cine una selección de las películas que tenían previstas programar este año.
Sección Oficial Panorama
En Filipinas, la exportación de mano de obra está institucionalizada desde hace 35 años. Es una forma de regular la emigración, asegurando también un flujo económico hacia el país (unos 30 billones de dólares). La demanda de empleadas del hogar y de enfermeras ha provocado en los últimos años que este fenómeno migratorio esté protagonizado principalmente por mujeres. Se trata de una especie de "feminización" de la emigración. El gobierno no solo ofrece facilidades, sino también formación a estas trabajadoras que en muchos casos tienen que estar fuera del país más de dos años, sin posibilidad de tener contacto con sus hijos. El documental Overseas (Sung-a Yoon, 2019), que pasó por los festivales de Locarno y Londres, habla de esta realidad a través de un grupo de mujeres que se preparan para trabajar como empleadas de hogar en un centro de formación.
A través de sus experiencias personales, asistimos a una realidad que resulta ambivalente. Por un lado, está la posibilidad de conseguir unos ingresos económicos más altos que en su propio país, pero por otro hay una especie de institucionalización de cierta clase de esclavitud. Se forma a estas mujeres para que afronten posibles escenarios de abusos, de humillaciones y de excesos por parte de sus empleadores; se les hacen tests de "obediencia" para saber si están preparadas para trabajar en el extranjero. La directora se acerca a estas mujeres desde una perspectiva más psicológica, y está especialmente interesada en la experiencia personal de sus protagonistas. Posiblemente, hubiera hecho falta algo más de contexto social, porque finalmente las escenas en el centro de formación resultan repetitivas. Es al final, fuera de este centro, cuando nos encontramos con la realidad clara de una política migratoria que tiene implicaciones controvertidas.
La historia de Veera Lapinkoski se desarrolla entre la fantasía y la realidad. En The magic life of V (Tonislav Hristov, 2019), que se ha visto en Sundance, Berlín y la SEMINCI de Valladolid, el director se introduce en el mundo del LARP (Live Action Role-Playing), una práctica de juego de rol que tiene numerosos seguidores en todo el mundo. Los alter ego de los jugadores se convierten así en una especie de escapatoria de la vida real, una transformación momentánea que en algunos casos resulta incluso terapéutica. "Me gustaría jugar solo por diversión, no para escapar de la realidad", dice uno de los personajes. Esa realidad de Veera está marcada precisamente por una infancia traumática, provocada por un padre alcohólico que la maltrataba a ella y su hermano (un joven con retraso intelectual), y una madre que no parecía estar tan presente como hubieran necesitado sus hijos.
La historia de Veera Lapinkoski se desarrolla entre la fantasía y la realidad. En The magic life of V (Tonislav Hristov, 2019), que se ha visto en Sundance, Berlín y la SEMINCI de Valladolid, el director se introduce en el mundo del LARP (Live Action Role-Playing), una práctica de juego de rol que tiene numerosos seguidores en todo el mundo. Los alter ego de los jugadores se convierten así en una especie de escapatoria de la vida real, una transformación momentánea que en algunos casos resulta incluso terapéutica. "Me gustaría jugar solo por diversión, no para escapar de la realidad", dice uno de los personajes. Esa realidad de Veera está marcada precisamente por una infancia traumática, provocada por un padre alcohólico que la maltrataba a ella y su hermano (un joven con retraso intelectual), y una madre que no parecía estar tan presente como hubieran necesitado sus hijos.
El problema de este documental es su credibilidad. Hay muchos momentos en los que no sabemos hasta qué punto juega un papel fundamental en el comportamiento de la protagonista la cámara encendida (Veera Lapinkoski, de hecho, estudia actualmente interpretación porque quiere ser actriz). Y el encuentro final parece más provocado por el director que por la propia historia personal.
Sección Oficial Latitud
Hace 15 años, la directora del documental Zona árida (Fernanda Pessoa, 2019) llegó a una de las principales ciudades de Arizona, Mesa, como estudiante de intercambio. Cuando leyó que la ciudad en la que ella había vivido durante casi un año, y de la que tenía recuerdos contradictorios, estaba considerada como una de las ciudades más conservadoras de Estados Unidos, decidió volver para analizar cuál es la realidad de esta zona y cuál fue la realidad que ella vivió allí. Esta mezcla de recuerdo personal y de tratamiento político es uno de los elementos más interesantes de este documental. Aunque al principio la experiencia personal puede resultar poco interesante, a medida que la historia se va centrando en el aspecto político se va haciendo más atractiva. Sobre todo porque descubre, en estas conversaciones amables con quienes convivieron con esta joven brasileña, aspectos paradójicos que son notables: "Ser conservador", dice una de las entrevistadas, "significa tener una mente abierta".
El paralelismo entre un estilo de vida americano que "proviene del desierto", y un conservadurismo cada vez mayor en su país de origen, Brasil, establece también puntos interesantes, que sin embargo no están del todo explotados. En realidad, el documental no descubre aspectos novedosos en nuestra percepción de ese sector de Estados Unidos más extremo (armas, sexismo, xenofobia...) pero lo hace desde una perspectiva diferente. Hay una conexión emocional por parte de los entrevistados (posiblemente más por educación que por sentimiento real) que nos presenta aspectos singulares de su personalidad. Y con eso consigue la directora establecer unas vías de comunicación que no vemos en otros documentales.
Sección Oficial What the Doc
El germen de la película Sans frapper (That which does not kill) (Alexe Poukine, 2019) surge precisamente de esos encuentros entre espectadores y directores que propician los festivales. Cuando presentaba su anterior documental, Dormir, dormir dans les pierres (Alexe Poukine, 2014), una espectadora habló con la directora sobre su experiencia en torno a varias violaciones que había sufrido por parte del novio de una amiga. Esta experiencia traumática se convirtió en el inicio de una historia que la directora quiso contar desde diferentes puntos de vista. Sans frapper se estructura en torno a mujeres que, al principio, cuentan la historia escrita por la protagonista como si se tratara de un texto interpretado en primera persona. Esta intelectualización del trauma es quizás uno de los defectos principales del documental, porque lo rodea de una cierta irrealidad .
Resulta más llamativo el proceso de apropiación emocional que hacen muchas de las entrevistadas, en parte porque ellas mismas también han sufrido experiencias traumáticas. Y esta disociación que produce la ambigüedad de relaciones sexuales no consentidas que muchas no se atreven a calificar de violación, es la parte más sugerente. Tampoco está muy justificada la presencia de dos hombres que han sido sujetos violadores, porque resulta una estrategia demasiado obvia para desmitificar la figura del violador como un monstruo desconocido. Al final, los dos personajes masculinos acaban siendo herramientas para subrayar el mensaje. La directora tiene una evidente pretensión de hablar de la dura realidad de las violaciones con una propuesta diferente, pero pasados los primeros treinta minutos, la efectividad de ésta resulta ya agotada.
Sección Oficial What the Doc
El germen de la película Sans frapper (That which does not kill) (Alexe Poukine, 2019) surge precisamente de esos encuentros entre espectadores y directores que propician los festivales. Cuando presentaba su anterior documental, Dormir, dormir dans les pierres (Alexe Poukine, 2014), una espectadora habló con la directora sobre su experiencia en torno a varias violaciones que había sufrido por parte del novio de una amiga. Esta experiencia traumática se convirtió en el inicio de una historia que la directora quiso contar desde diferentes puntos de vista. Sans frapper se estructura en torno a mujeres que, al principio, cuentan la historia escrita por la protagonista como si se tratara de un texto interpretado en primera persona. Esta intelectualización del trauma es quizás uno de los defectos principales del documental, porque lo rodea de una cierta irrealidad .
Resulta más llamativo el proceso de apropiación emocional que hacen muchas de las entrevistadas, en parte porque ellas mismas también han sufrido experiencias traumáticas. Y esta disociación que produce la ambigüedad de relaciones sexuales no consentidas que muchas no se atreven a calificar de violación, es la parte más sugerente. Tampoco está muy justificada la presencia de dos hombres que han sido sujetos violadores, porque resulta una estrategia demasiado obvia para desmitificar la figura del violador como un monstruo desconocido. Al final, los dos personajes masculinos acaban siendo herramientas para subrayar el mensaje. La directora tiene una evidente pretensión de hablar de la dura realidad de las violaciones con una propuesta diferente, pero pasados los primeros treinta minutos, la efectividad de ésta resulta ya agotada.
Overseas y Zona árida se pueden ver en Filmin hasta el 30 de mayo.
The magic life of V y That which does not kill se pueden ver en Filmin hasta el 31 de mayo.
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