Nuestra última crónica del D'A Film Festival se centra en las Sesiones Especiales, un conjunto de películas que van desde una de las obras cumbre de la historia del cine hasta el proyecto más gamberro. Una lista iconoclasta y diversa que ofrece proyectos que se salen de la norma, para bien y para mal.
Dos documentales abordan, desde la interpretación personal de sus protagonistas, la trayectoria de dos nombres fundamentales en sus diferentes campos: el cineasta Andrey Tarkovsky y el cantante Charles Aznavour. Dos visiones que tienen en común trasladar a imágenes los pensamientos y reflexiones de estas dos figuras de la cultura.
El hijo del director ruso, Andrey A. Tarkovsky, ha realizado un homenaje a su padre en Andrey Tarkovsky. A cinema prayer (2019), que se presentó en la pasada Mostra de Venecia. La obra de este director genial está presente a lo largo del documental, mientras escuchamos en off la voz de Tarkovsky, sacada de grabaciones y entrevistas en las que reflexiona sobre el arte, la vida y la espiritualidad. En este sentido, es un acercamiento muy personal a la figura del realizador, aunque realmente no ofrezca nada nuevo sobre una figura tantas veces estudiada. Se trata de un documental que hay que disfrutar con los sentidos. Las hipnóticas imágenes del cine de Tarkovsky estimulan nuestra retina, mientras en voz de off escuchamos también los poemas del abuelo Arseni Tarkovsky, uno de los poetas rusos más reconocidos de su época. "Un poeta, si realmente lo es, no puede ser creyente", dice Andrey Tarkovsky. Pero su filmografía está llena de momentos espirituales, esa condición de creador que le llevó a construir grandes monumentos cinematográficos, desde Solaris (Andrey Tarkovsky, 1972) hasta Sacrificio (Andrey Tarkovsky, 1986).
Aznavour by Charles (Marc Di Domenico, 2019) es también un homenaje a un artista, en este caso el cantante y actor francés. El director utiliza imágenes que provienen de un archivo de grabaciones que realizó el propio Aznavour a lo largo de su vida, especialmente en su etapa más popular, que permanecían inéditas hasta poco antes de su muerte en 2018. Se trata de un documental que contiene algunas curiosidades y reflexiones (el actor Romain Durais lee algunos pasajes escritos por Charles Aznavour) sobre la fama y su vida personal, marcada por sus orígenes armenios o la muerte de uno de sus hijos a causa de las drogas. Es un documental especialmente interesante para aquellos seguidores de la obra y la trayectoria del cantante, aunque al margen de la mera curiosidad y un buen trabajo de montaje, no tiene mayores pretensiones.
Cine diverso, cine disperso
Cine diverso, cine disperso
La representación española dentro de las Sesiones Especiales está marcada por tres trabajos. Por un lado, Una vez más (Guillermo Rojas, 2019) es una historia pequeña sobre una joven que vuelve a Sevilla tras permanecer varios años trabajando en Londres, y su reencuentro con los viejos amigos y, sobre todo, con una ciudad que ha cambiado pero al mismo tiempo es la misma de siempre. Sevilla, una localización siempre atractiva, se convierte así en co-protagonista a través del recorrido que hace esta joven y el que fuera su novio antes de partir fuera de España. Como en La educación sentimental (Jorge Juárez, 2019), esta película habla sobre una generación que, debido a la reciente crisis económica, tiene que viajar fuera de España. Temas que podrían parecer lejanos, pero que ya empiezan a formar parte del imaginario de los cineastas jóvenes. El problema es que Guillermo Rojas no es Richard Linklater, ni siquiera Jonás Trueba. El guión está lleno de tópicos, con diálogos banales, las actuaciones pretenden transmitir naturalidad, pero acaban pareciendo amateurs y sorprende la falta de contención en algunas escenas (la interminable canción junto al río).
Por lo menos, el cine de Marc Ferrer utiliza el humor para definir las situaciones y sus personajes, aunque sea también en producciones low-cost como El corazón rojo (Marc Ferrer, 2020), un mediometraje realizado con escasos medios, unos cuantos amigos, el marco del D'A Film Festival del año pasado y mucho desparpajo. La historia de El corazón rojo continúa con la trayectoria de los personajes que poblaban uno de los anteriores proyectos del director, Puta y amada (Marc Ferrer, 2017), que protagonizaba él mismo junto a sus amigos y la aparición especial de Yurena (disponible en el catálogo de Filmin). Aunque es evidente la falta de recursos, también hay que decir que este mediometraje es mucho menos logrado que el largometraje, que al menos era un divertimento pasable, pero tiene a su favor una falta de pretensiones y se agradece esa tendencia a reírse de sí mismo y de ese mundo de filmotecas y arte underground.
Si Marc Ferrer es un habitual del D'A Film Festival, también lo es el cineasta español afincado en Etiopía Miguel Llansó, que hace unos años estrenó Crumbs (Miguel Llansó, 2015) y ahora presenta Jesus shows you the way to the highway (Miguel Llansó, 2019), otra fantasía distópica que mezcla géneros dispares como el cine de espías, las películas de kung-fu o la ciencia-ficción para crear un universo visual muy particular, ciertamente creativo, aunque narrativamente disperso. En esta coproducción rodada en diversos países como Estonia, Etiopía y España, el director homenajea a (o se apropia de) buena parte de la iconografía audiovisual de los años 70 y 80, en una propuesta que pretende ser divertida pero que acaba siendo insulsa.
En la diversidad de la selección que forma parte de estas Sesiones Especiales, el D'A Film Festival también presenta la oportunidad de ver una obra maestra: Sátántangó (Béla Tarr, 1994), creación inconmensurable de uno de los cineastas más notables de la historia del cine. Sus 7 horas y media de duración pueden parecer un abismo insondable para muchos espectadores, pero en esta generación que ya está acostumbrada a ver una temporada completa de una serie de televisión en casa, la duración no parece que sea un problema.
Ciertamente no es cine fácil, es se tipo de películas que necesitan atención en los mínimos detalles, y quizás la posibilidad de disfrutarla en la intimidad encuentre el espacio que necesita. Decía Béla Tarr: "Necesito que frente a mi cámara se encuentre la vida real". Es, quizás, la mejor definición de su cine, aquel en el que la duración de la secuencia (de esos grandes planos secuencia) no está supeditada por la impaciencia del espectador. Es lo que hay. Pero con esa propuesta cinematográfica, Béla Tarr consigue que, tras ver una película como Sátántangó, lluviosa en casi todas las escenas, tengas la sensación tú mismo de estar empapado hasta los huesos.
Restaurada recientemente en 4K desde el negativo original de la copia en 35 mm. esta versión que presenta el D'A Film Festival es la que el Lincoln Center de Nueva York ha puesto recientemente a disposición de sus usuarios.
Ciertamente no es cine fácil, es se tipo de películas que necesitan atención en los mínimos detalles, y quizás la posibilidad de disfrutarla en la intimidad encuentre el espacio que necesita. Decía Béla Tarr: "Necesito que frente a mi cámara se encuentre la vida real". Es, quizás, la mejor definición de su cine, aquel en el que la duración de la secuencia (de esos grandes planos secuencia) no está supeditada por la impaciencia del espectador. Es lo que hay. Pero con esa propuesta cinematográfica, Béla Tarr consigue que, tras ver una película como Sátántangó, lluviosa en casi todas las escenas, tengas la sensación tú mismo de estar empapado hasta los huesos.
Restaurada recientemente en 4K desde el negativo original de la copia en 35 mm. esta versión que presenta el D'A Film Festival es la que el Lincoln Center de Nueva York ha puesto recientemente a disposición de sus usuarios.
Clausura
El D'A Film Festival se clausura con el estreno mundial de A stormy night (David Moragas, 2020), una película rodada entre Nueva York y Barcelona, y una de las películas que se han caído de la programación del 23 Festival de Cine Español de Málaga, pospuesto en varias ocasiones. El debut en el largometraje de este director que ha estudiado cine en Nueva York es una pequeña obra realizada con pocos recursos pero una buena factura visual. Contando con compañeros de la Tisch School of the Arts y rodada casi exclusivamente en interior, tiene algunos elementos en común con Weekend (Andrew Haigh, 2011) y se enmarca dentro de ese subgénero del "brief encounter", que tiene como su máximo exponente, precisamente, a aquella maravillosa Breve encuentro (David Lean, 1945), en la que una mujer está tentada de engañar a su marido con un desconocido. Esta reflexión sobre el amor (aquí introduciendo el discurso sobre la visibilidad gay) y sobre las relaciones de pareja, está rodada con una exquisita fotografía en blanco y negro, quizás tratando de emular esos reflejos en claroscuro de la ciudad de Nueva York como Manhattan (Woody Allen, 1979). Pero este juego a dos necesita elementos imprescindibles, como un guión realmente consistente y un trabajo actoral adecuado. Ninguna de las dos cosas las apreciamos en A stormy night, que en algunos momentos parece lograr elevarse por encima del discurso trivial, pero que al final no consigue elaborar una evolución verosímil de los personajes desde su primer encuentro hasta la despedida. Tampoco ayudan unas interpretaciones desequilibradas, demasiado contenida en el caso del propio David Moragas y algo histriónica en el de Jordan Geiger.
Han sido 65 películas que este año, por circunstancias especiales provocadas por el confinamiento, se han transformado en visionados online que parecen haber dado resultados satisfactorios. Han sido un total de 215.000 visionados los que ha recibido le edición de este año, por encima de cualquier otra muestra cinematográfica que se haya celebrado en España. Por poner un ejemplo, el Festival de San Sebastián recibió el año pasado 178.000 espectadores y el Festival de Cine Europeo de Sevilla, 80.000. Las circunstancias especiales sin duda han propiciado estas buenas excelentes cifras, pero es interesante reflexionar sobre los resultados. Si se ofrece una programación atractiva, los espectadores responden adecuadamente. Solo hay que ver la lista de películas que más se han visto: Habitación 212 (Christophe Honoré, 2019), A stormy night (David Moragas, 2020) (demostrando también que la programación de las películas de inauguración y clausura en una hora determinada ayuda a despertar el interés de los espectadores), Little Joe (Jessica Hausner, 2019), Un blanco, blanco día (Hylnur Palmason, 2019), My Mexican bretzel (Nuria Giménez, 2019), ejemplo claro de cómo también ha funcionado el boca-oido a través de las redes sociales, Nomad: In the footsteps of Bruce Chatwin (Werner Herzog, 2019) y, curiosamente, la versión restaurada en 4K (aunque solo se ha podido ver en HD) de Satántángó (Béla Tarr, 1994), con sus siete horas y media de duración.
Una propuesta interesante de la que hemos extraído algunas imágenes que se nos han quedado en la retina. Aquí podéis ver nuestro RESUMEN D'A FILM FESTIVAL 2020.
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