A punto de terminar el Festival de Cannes, nuestra última crónica dedicada a la programación de la Semana de la Crítica, la Quincena de Realizadores y Un Certain Regard se enfoca en títulos que, de una u otra manera, abordan crisis apocalípticas, literal o figuradamente. Incluso tomando como tal la representación de la devastación de una guerra como la de Ucrania, en uno de los documentales más poderosos de este año, o a través del género de animación con una perspectiva científica.
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Dandelion's OdysseyMomoko SetoFrancia, Bélgica 2025 | Semana de la Crítica | ★★★☆☆Festival de Annecy '25: Sección Oficial |
Mencionamos hace unas semanas el trabajo del director español Guillermo Zúñiga en los años cincuenta, recuperado en el documental Yrupẽ (Candela Soto, 2025) como una muestra de cine científico que al mismo tiempo intersecciona con las tradiciones de leyendas latinoamericanas y la creación de ficciones alrededor de representaciones del mundo vegetal. En este sentido se podría decir que la filmografía de Momoko Seto (1980, Japón) se desarrolla en un terreno parecido, sobre todo en su serie de cortometrajes formada por Planet A (2009), Planet Z (2011), Planet Σ (2014), que ganó el premio al Mejor Cortometraje en el Festival de Berlín, y su trabajo de realidad virtual Planet ∞ (2018). Dentro de este mismo universo que representa el mundo natural con técnicas de animación que mezclan imágenes grabadas en la realidad y stop-motion, también se encuentra Dandelion's Odyssey (Momoko Seto, 2025), la segunda película estrenada en Cannes que formará parte de la sección oficial del Festival de Annecy, después de la proyección de La mort n'existe pas (Félix Dufour-Laperrière, 2025) en la Quincena de Realizadores, y el título que clausura las proyecciones de la Semana de la Crítica. Las técnicas utilizadas por Momoko Seto son especialmente singulares, con una mezcla de time-lapse y la hipercámara lenta junto al ultramacro, el stackshot y la robótica. El time-lapse comprime el tiempo al grabar un fenómeno natural tan lento que resulta imperceptible para el ojo humano y lo reproduce a una velocidad perceptible. Mientras que la cámara hiperlenta desdobla el tiempo capturando movimientos muy rápidos y descomponiéndolos para que podamos captarlos. La mayor parte de las tomas de time-lapse se grabaron en un invernadero instalado dentro del Château de Rambuteau en Borgoña, donde se construyó un estudio con 17 cámaras grabando simultáneamente durante 9 meses, capturando 20 espacios ocupados por diferentes plantas. Pero también se han realizado grabaciones en escenarios naturales como Islandia, Japón y la Bretaña francesa. La directora ha vivido desde su infancia entre dos culturas, cuando sus padres decidieron enviarla a una escuela francesa en Tokio, creciendo dentro de una tradición japonesa, pero siguiendo el calendario de los niños franceses. Después se trasladó a Francia con 19 años y estudió en la Escuela de Arte Contemporáneo Le Fresnoy y trabajó en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS), lo que ha marcado su interés por la animación enfocada en una perspectiva científica.
En su primer largometraje Momoko Seto imagina nuestro planeta azotado por una serie de explosiones nucleares de las que cuatro semillas de dientes de león se salvan flotando hacia el cosmos y entrando en un agujero negro que las traslada a otro planeta. Aunque en la sinopsis se las describe como Dendelion, Baraban, Léonto y Taraxa, en realidad durante la película nunca se les nombra porque, de hecho, no tiene diálogos. Esta idea de un largometraje sin diálogos sobre un viaje en el que los protagonistas descubren las peculiaridades del mundo que les rodea puede recordar al acontecimiento de animación del año pasado, el premiado Flow, un mundo que salvar (Gints Zilbalodis, 2024), que de hecho se estrenó en Un Certain Regard, pero comparar ambas películas no les hace justicia, porque se desarrollan en narrativas y técnicas muy diferentes. Uno de los problemas que tiene Dandelion's odyssey es la elección de los aquenios de dientes de león como protagonistas, con los que resulta complicado identificarse. No obstante, tiene sentido enfocarse en una de las especies vegetales que utilizan la dispersión para su supervivencia, desplegando sus semillas para que viajen a varios kilómetros de distancia. Recientemente la revista Nature Communications publicó un estudio que revelaba las claves físicas de este desplazamiento, por las que los dientes de león son capaces de modificar su forma para adaptarse a las condiciones climatológicas (Nature Communications, 6/5/2022). En la película se aportan diferentes personalidades a cada una de las semillas: la más grande es Dendelion, que es más aventurera, mientras que Taraxa tiene una figura más curva que presenta su lado soñador, Léonto es la más asustadiza y Barbaran tiene la peculiaridad de contar con un ventrículo más grande, reflejando su menor agilidad. El acierto de la propuesta radica en no utilizar los recursos habituales de humanización de los personajes, a los que sin embargo se otorgan sus peculiaridades mediante la narración, los micromovimientos o una mímica que recuerda al cine mudo. Pero el viaje se siente demasiado largo y algo repetitivo, con recursos tradicionales como el peligro que supone para las semillas acabar introduciéndose en un rabión (aguas rápidas). Más interesante es el tratamiento visual de los entornos grabados en imagen real y cómo encajan en la superposición de capas, cambiando las perspectivas para ofrecer una representación diferente: un hongo arbóreo filmado desde un ángulo bajo se convierte en un monumento arquitectónico, el moho filmado de forma acelerada parece un campo de flores o un helecho se despliega como un animal que despierta. La banda sonora está compuesta por Nicolas Becker (1970, Francia), ganador del Oscar por el sonido de Sound of metal (Darius Marder, 2019), y Quentin Sirjacq (1970, Francia), colaboradores habituales que acaban de publicar la música de la película Belladone (Alante Kavaite, 2025). Utiliza los tropos del cine de catástrofes en el comienzo apocalíptico, mientras que discurre por sonoridades poco habituales creadas con sintetizadores e instrumentos peculiares como el gamelán, un grupo de percusiones de origen indonesio. Dandelion's odyssey tiene imágenes realmente hermosas y consigue crear una textura de realidad e imaginación que combinan perfectamente, pero se ve perjudicada por una narrativa que resulta menos cercana, y a veces como espectador nos sentimos más asombrados por la técnica que absorbidos por la emoción.
La idea del apocalipsis también está presente en el título original de la nueva película de la directora Anne Émond (1982, Canadá), que en España es relativamente desconocida, en el uso de dos términos cuyos significados son aparentemente contradictorios, reflejando el propio caos interior en el que vive el protagonista Adam (Patrick Hivon), el dueño de una perrera que padece ecoansiedad, una enfermedad cada vez más extendida basada en el miedo crónico a experimentar un cataclismo ambiental. En realidad, las explicaciones detalladas que le da a su psiquiatra sobre las razones por las que no hay alternativa a la posibilidad de destrucción de nuestro mundo en un futuro cercano son bastante razonables y podrían extenderse a los peligros de la geoingeniería, la energía nuclear o el colapso de la biodiversidad. Precisamente Amour apocalypse (Anne Émond, 2025) surgió de una etapa de depresión que estaba sufriendo la directora en 2020, y el regalo de una lámpara de fototerapia que le hizo un amigo fue el punto de partida de una historia que toma la estructura y el tono de una comedia romántica, pero transita con comodidad entre diferentes géneros, desde el drama familiar hasta las películas preapocalípticas. Hay elementos de comedia que Anne Émond utiliza a partir de encuentros sexuales, como la relación que tiene Adam con su empleada adolescente Romy (Élizabeth Mageren), que parece sentir una obsesión erótica por su jefe. La película comienza con la entrega por mensajería de una lámpara de fototerapia que Adam compra como otro intento de hacer frente a su ansiedad, pero también refleja un mundo en el que el contacto humano es cada vez más distante. Sin embargo, encuentra refugio no tanto en la lámpara sino en el número de atención al cliente de la empresa, donde al otro lado se encuentra Tina (Piper Perabo), con la que mantiene una agradable conversación. En algún momento, podemos pensar que la voz del otro lado del teléfono es el de una Inteligencia Artificial y puede recordar a Her (Spike Jonze, 2013), pero Amour apocalypse adopta siempre un camino diferente e inesperado.
Hay otras referencias al colapso medioambiental que se esparcen por la historia, como el nombre de TINA, que en los círculos del estudio del cambio climático es el acrónimo de "There Is No Alternative (No hay alternativa)", o el título internacional de la película, Peak Everything, que es un concepto científico que establece que en el siglo XXI el ser humano alcanzará el "pico de todo", el límite de algunos elementos fundamentales para nuestra existencia: se acabará el petróleo, el agua, la madera, el carbón y hasta el aire, dado el aumento de la población y su necesidad de consumo. Por eso resulta sorprendente y encantador que la opción elegida por la directora sea la de una comedia romántica, como un aliento de esperanza en el que los personajes encuentran cierto equilibrio en sus relaciones. Tina sin embargo es una mujer idealizada a la que Adam solo conoce a través de las llamadas telefónicas que se hacen cada vez más frecuentes. Ella misma aparece con una sonoridad terapéutica en la vida del protagonista, pero el desarrollo de la historia revela que es una mujer real que se enfrenta a sus propios problemas. Su trabajo es el de una teleoperadora como cualquier otra y tiene un matrimonio infeliz con Scott (Gord Rand), lo que tampoco permite que su vida sea demasiado optimista. Se encuentra tan atrapada como Adam, en su caso por una decisión que tomó hace tiempo, y de alguna manera el rescate que él había imaginado no funciona como pensaba. Amour apocalypse se vuelve más seria en algunos momentos, cuando las fantasías no se corresponden con la realidad, pero nunca abandona una mirada optimista. Y cuando estalla lo que parece el comienzo del desenlace catastrófico de nuestro mundo, recupera el tono vitalista. Había una idea original de situar la historia en el año 2027 con nuestro planeta consumiéndose por el calor sofocante y la falta de vegetación, pero la decisión de situarla en una etapa previa, quizás no definitiva, es acertada, porque recoge toda la ansiedad depresiva del cambio climático en un entorno de cotidianidad. Con dos referentes cinematográficos fundamentales tanto en Vidas cruzadas (Robert Altman, 1993) como en Red rocket (Sean Baker, 2021), el rodaje en 35 mm. imprime, a través de la fotografía de Olivier Gossot, una suavidad a las imágenes que la definen como una agradable comedia romántica en un contexto de apocalipsis probable.
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MilitantroposAlina Gorlova, Yelizaveta Smith, Simon MozgovyiUcrania, Austria, Francia 2025 | Quincena de Realizadores | ★★★★☆ |
Retratada desde diferentes perspectivas en ficciones y documentales, la guerra de Ucrania ha formado parte en los últimos años de un panorama cinematográfico que observa con distancia la destrucción de una sociedad que tenía perspectivas de futuro. Pero el conflicto no comenzó en 2022 sino en 2014, y una generación de directores nacidos entre el colapso de la URSS y la declaración de independencia de Ucrania no han conocido otra realidad que la de un país que lideraba su propio destino. Quizás una de las certezas más terribles que muestra Militantropos (Alia Gorlova, Yelizaveta Smith, Simon Mozgovyi, 2025) es que otra generación posterior, la de los ucranianos que aún son niños, solo han conocido la guerra como trasfondo o como presente. La película muestra la manera en que reproducen a través de sus juegos las realidades de los adultos, simulando un puesto de control o correteando entre las ruinas de un puente destruido. El campo de batalla se convierte en una zona de juegos cuando termina el combate, reflejando el concepto principal antropológico que presenta este documental colectivo. Su título Militantropos es un neologismo ideado por Maksym Nakonechnyi, uno de los guionistas, uniendo el término latino milit (soldado) con el griego antropos (hombre), para definir el estado de identidad que es transformado por la guerra, no solo un desgarro del mundo físico sino también del propio concepto de ser humano. Se introduce una idea filosófica sobre la forma en que el conflicto crea las nuevas identidades, que coexisten con una nueva forma de vida. Las imágenes de un documental que tiene un aliento poético muestran la vida cotidiana transformada en una Ucrania que sin embargo trata de regresar a una cierta normalidad. En el sur de Ucrania, una vez desocupado, los habitantes vuelven a sus hogares bombardeados y saqueados para reconstruir y desminar las tierras. Construyendo una estructura interna temática que se crea a partir de los fenómenos naturales: nubes, lluvia, truenos, Militantropos se centra en el caos del comienzo de la guerra, la adaptación de los ciudadanos a una forma de vida distinta y la construcción de esa nueva identidad que convive diariamente con la muerte cercana, en las ceremonias funerarias de los cementerios, los enterramientos anónimos y los ritos tradicionales que crean una identificación nacional. La película se mantiene sin embargo en un plano observacional que no aborda aspectos políticos aunque tenga una textura política al pasar de los planos generales del comienzo a los retratos en primeros planos de las despedidas de los soldados en la parte final.
El proyecto, rodado desde el comienzo de la invasión de Rusia en 2022, ha recopilado imágenes a cargo de tres directores de fotografía y tres realizadores principales que ya han ofrecido reflejos de las consecuencias de conflictos en películas anteriores. Alina Gorlova (1992, Ucrania) abordó el estrés postraumático en No obvious signs (2018) y el conflicto del Donbass en Esta lluvia nunca cesará (2020), editada por Simon Mozgovyi (1992, Ucrania), director de The winter garden's tale (2018). Mientras que Yelizaveta Smith (1990, Ucrania) también se centró en la destrucción de una escuela en el Donbass en su largometraje School Nº 3 (2017). Formando parte del Colectivo Tabor, creado por un grupo de cineastas ucranianos que pretende documentar la realidad de la guerra, estrenando en Cannes Butterfly vision (Maksim Nakonechnyi, 2022), esta película forma parte de una trilogía titulada genéricamente The days I would like to forget que continuará con Cosmomorphosi, sobre la conexión entre la guerra de Ucrania y el mundo exterior, y seguirá con Palingenesion, centrada en el concepto de la muerte en la vida diaria de los ucranianos, un tema que está presente también como trasfondo de las imágenes de Militantropos. El concepto antropológico central refleja cómo la guerra se ha convertido en parte de la vida de los ucranianos, estén más o menos directamente afectados por ella. En las tierras de cultivo, un agricultor siembra junto a los restos de un proyectil como si éste formara parte del paisaje habitual que le rodea, y en las iglesias no solo se reza sino que también se convocan reuniones para que los incipientes soldados aprendan a armar y desarmar una ametralladora. La transformación es un tema principal en un documental que se detiene en la morfología de ciudades como Járkov, donde se están produciendo los ataques más cruentos en las últimas semanas, cuyos edificios muestran las cicatrices de los bombardeos. La guerra no solo destruye materialmente sino también modifica la definición de las identidades, pero se mantiene siempre en un punto lejano a lo largo de la película. Se muestran los disparos de la artillería sin los efectos de sus ataques, o la ofensiva contra un grupo de soldados rusos desde los monitores que transmiten las imágenes de los drones. Los intertítulos que se incorporan, escritos por el filósofo Oleksandr Komarov, que se unió al ejército al comienzo de la invasión, son una formulación de los significados, que reflejan la transformación que sufre un ser humano en medio de la guerra. Y como en No obvious signs, el diseño de sonido de Mykhailo Zakutskyi y una música latente creada por el compositor austríaco Peter Kutin, profundizan en el impacto de las imágenes creando una capa de desasosiego que se compagina con los sonidos de las bombas lejanas y la presencia de los truenos. La resistencia a la redefinición de los ciudadanos ucranianos se perfila a través de aquellos que se niegan a abandonar sus hogares durante las evacuaciones, como una búsqueda infructuosa de mantener cierta normalidad a pesar de la presencia constante de las alarmas antiaéreas. Este ser humano que nace de la devastación es capaz de convivir con la destrucción para demostrar su capacidad de resiliencia.
Después de la película Un héroe singular (Hubert Charuel, 2017), estrenada en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes, el director y su habitual guionista Claude Le Pape (1985, Francia) regresan al entorno urbano de la ciudad de Saint-Dizier, donde han transcurrido algunos de sus cortometrajes, que representa un cierto aire de decadencia, a través de una actividad industrial que ha ido decayendo en las últimas décadas, con una tasa de empleo cada vez menor dentro de este sector. Cuenta el propio director Hubert Charuel (1985, Francia) que la primera idea fue escribir una historia en la que la caída de un meteorito transformaba las relaciones entre los habitantes de la localidad francesa, pero conforme se fue desarrollando el proyecto se eliminó el meteorito pero permaneció el concepto de la destrucción, que en este caso no es superficial sino que se trata de una devastación interna. La historia cuenta la relación de amistad entre tres jóvenes, aunque Tony (Salif Cissé) está algo más separado de los otros porque ha ascendido en el entorno laboral creando su propia empresa de construcción. Mientras tanto, Mika (Paul Kircher) y Daniel (Idir Azougli) viven juntos y comparten una situación más inestable: el primero tiene un trabajo basura en un Burger King mientras que el segundo está desempleado. Ambos sin embargo tienen un sueño: conseguir dinero para montar una perrera en la isla Reunion, donde vivirán sin mayores preocupaciones. Pero una noche de fiesta, Daniel decide robar un gato Maine Coon ganador de un concurso para venderlo, lo que termina con ambos frente a una jueza (las mujeres están presentes en la película solo a través de cargos institucionales) y enfrentándose a la posibilidad de pasar entre 5 y 10 años en la cárcel. Daniel además sufre un ataque de epilepsia que en realidad es un síntoma de una cirrosis que le puede llevar a la muerte en poco tiempo, lo que obliga a los dos amigos a la necesidad de tener una estabilidad laboral para no acabar en prisión y abandonar el consumo de alcohol y drogas para evitar un desenlace fatal. Daniel sin embargo es un alcohólico que no tiene la fuerza de voluntad para dejar la bebida, aunque Mika está empeñado en ayudarle a conseguirlo. Météors (Hubert Charuel, 202) sigue siendo por tanto una historia de supervivientes, aunque el desastre de la caída de un meteorito ya no forme parte de la historia.
La toxicidad de la relación entre Mika y Daniel es representada de manera demasiado obvia con la introducción de una planta de residuos nucleares en la que está subcontratada la empresa de Tony, cuando éste les da la oportunidad a sus amigos de incorporarse a su plantilla. Pero las medidas de seguridad no parecen demasiado estrictas y el riesgo de radiación preocupa a Mika, mientras que para Daniel se trata de un trabajo que le permitirá salir del círculo de inestabilidad en el que se encuentra. El Noreste de Francia ha estado pendiente de las consecuencias de la radiación desde el accidente de Chernobyl, mientras acoge un vertedero nuclear. La simbiosis entre el envenenamiento que sufre Daniel con el alcohol y el veneno que permanecerá bajo tierra durante los próximos sesenta años se convierte en una metáfora que convierte la última parte de la película en una representación más simbólica: un laberinto de paredes del que no pueden encontrar la salida los dos protagonistas, un túnel de oscuridad impenetrable o la posibilidad de conseguir mejor sueldo arriesgando la vida en un trabajo que se desarrolla a más de 400 metros de profundidad. Son recursos que acaban resultando demasiado evidentes y simples, igual que Météors se desarrolla progresivamente por el terreno menos complejo del melodrama de amistad, impulsado por una sólida interpretación de Paul Kircher, una de las fulgurantes estrellas jóvenes del cine francés desde que protagonizó Dialogando con la vida (Christophe Honoré, 2022), y una dolorosa representación de la negación del personaje de Daniel que hace Idir Azougli, al que el director descubrió en El teorema de Marguerite (Anna Novion, 2023). Pero lejos de profundizar en un estudio de personajes, Météors acaba derivando en un drama rústico que se apoya en simbologías obvias para aportar cierta redención a los personajes.
Desde su experiencia real como madre de un hijo con síndrome de Down que desarrolló autismo la directora Zuzana Kirchnerová (1978, República Checa) ha presentado su primer largometraje de ficción en el que se intuye un reflejo de la realidad en los aspectos mostrados en las primeras escenas en las que Ester (Aňa Geislerová) se siente juzgada como madre ante el comportamiento poco adecuado de su hijo David (David Vodstrčil) con otros niños en el entorno de unas vacaciones familiares. Separados de la casa y aislados en una caravana, Ester toma la decisión de evitar las miradas y los comentarios a sus espaldas, que la responsabilizan de la forma en que su hijo se relaciona con los demás, y conduce la caravana para dirigirse hacia Calabria, recordando las vacaciones que pasaba cuando era joven. Caravan (Zuzana Kirchnerová, 2025) explora de esta forma la intimidad entre una madre y su hijo, a través de una relación de cariño que en algunos momentos se expresa de una forma más brusca cuando el joven David sufre arrebatos de violencia que la madre trata de apaciguar abrazándole y sufriendo por tanto las cicatrices del forcejeo hasta que consigue tranquilizarle. Mientras David se encuentra en una etapa en la que comienza a sentir los arrebatos de la sexualidad, su madre parece haber renunciado a recuperar ella misma el deseo, sometida al cuidado constante de un hijo al que no puede dejar solo. Por eso cuando un granjero (Michele Abbondanza) que les deja pasar la noche, pretende cobrarse el favor a través del abuso sexual, Ester se entrega completamente, y más adelante, cuando comienza a trabajar en otra granja en la que el olor de los excrementos parece insoportable, siente una mezcla de atracción y repulsión por Marco (Mario Russo). En Caravan, la representación de los personajes es muy sensorial, desde los olores hasta los roces de los cuerpos y las manos, o la sensación de la arena sobre la piel en un verano caluroso. Pero en su recorrido por Calabria, Ester se da cuenta de que cada vez quedan menos espacios que no son propiedad de alguien: la expulsan de una playa reservada y la acogen en un terreno privado en una sucesión de lugares ocupados, como si el entorno natural se hubiera ido redefiniendo hacia la propiedad privada.
A través del subgénero de la road-movie, la película refleja la rebeldía de los personajes, especialmente representado en Zuza (Juliána Brutovská Oľhová), una joven que se incorpora a la caravana cuando se detiene en una gasolinera. Su presencia permite que Ester tenga cierta libertad para trabajar y conseguir algo de dinero, pero también despierta aún más la transformación del cuerpo y el deseo de David. Hay pocas películas que aborden una mirada normalizada hacia las necesidades afectivas de las personas neuro divergentes en toda su dimensión, y Caravan lo hace con sutileza y con la complejidad de las relaciones diversas que a veces pueden resultar confusas. Aunque a la película le falta un mayor impulso para conseguir que sus personajes traspasen la pantalla más allá de una representación esbozada carente de una mayor profundidad emocional. En su planteamiento visual, trata de ofrecer una descripción matizada de las relaciones personales y se apoya en la cercanía de la cámara a los cuerpos, casi sin mostrar en muchos momentos los rostros de los personajes. Pero finalmente se queda en una representación discreta que reflexiona sobre cómo el vínculo entre madre e hijo se mantiene íntegro aunque evolucione de distintas maneras, y la necesidad de que ambos encuentren una forma de experimentar un respiro más allá de esa burbuja maternal que les une.
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Películas mencionadas:
Flow, un mundo que salvar se puede ver en Filmin.
Sound of metal se puede ver en Prime Video.
Her se puede ver en Filmin, Movistar Plus+ y Prime Video.
No obvious signs se puede ver en dafilms.com y GuideDoc.
The winter garden's tale se puede ver en dafilms.com.
Un héroe singular se puede ver en Filmin y Movistar Plus+.
Dialogando con la vida se puede ver en Tivify.
El teorema de Marguerite se puede ver en Movistar Plus+.