Esta semana nos encontramos en el Festival de Cannes para dedicar algunas crónicas a la programación fuera de los circuitos de la competición oficial, como hacemos habitualmente. En vez de enfocar nuestro espacio a las películas de la programación que se estrenarán comercialmente, nos interesa más una mirada a la Quincena de Realizadores, la Semana de la Crítica y Una Cierta Mirada para comentar títulos que destacan en estas secciones paralelas y que también formarán parte de la conversación cinéfila tras su paso por el festival más relevante del panorama internacional.
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Des preuves d'amour (Love letters)Alice DouardFrancia 2025 | Semana de la Crítica | ★★★★☆ |
Esta semana hablamos de dos películas que abordan la maternidad desde el punto de vista de la forma en que es juzgada, el reconocimiento de lo que debe ser una buena madre sin incertidumbres ni recelos, pero experimentado por mujeres que, efectivamente, tienen incertidumbres y a veces recelos. El documental ganador del premio de Estudiantes en DOK.fest Woman/Mother (Klara Harden, 2025) plantea esta idea desde la perspectiva de una mujer que confronta sus deseos de compaginar un proyecto artístico con la maternidad, en un proceso complicado en el que parece que no pueden coexistir su condición de mujer con la entrega absoluta que se le supone a una madre. La directora Alice Douard (1985, Francia) ya reflexionó sobre la maternidad en su cortometraje L'attente (2022), que ganó el premio César el año pasado, y en cierta manera amplía el tema en su segundo largometraje, Des preuves d'amour (Alice Douard, 2025). Si aquel se circunscribe a la sala de maternidad de un hospital en el que una mujer espera la llegada de su primer hijo, que va a tener su pareja, mezclándose de forma extraña con la mayoría de parejas masculinas que también esperan, en este último la directora lanza una mirada retrospectiva a la aprobación de la llamada Ley Taubira, que desde el 23 de abril de 2013 considera igualitarios los matrimonios de personas del mismo sexo en Francia, y que en la película se escucha fuera de campo para establecer el momento. Las recién casadas Céline (Ella Rumpf) y Nadia (Monia Chokri) son por tanto pioneras en la decisión de tener un hijo, gestado por Nadia. Pero el marco jurídico aún no está preparado para considerar a Céline como una madre, de manera que debe comenzar un proceso de adopción que, para la aprobación del juez, requiere entregar testimonios de amigos y familiares que demuestren que está preparada para ser una madre adoptante adecuada. Desde sus primeras conversaciones con el abogado, parece claro que la igualdad es un derecho que se consigue muy lentamente (en Francia, hasta 2021 no se ha considerado legalmente el reconocimiento de un hijo como parte natural del matrimonio entre mujeres). La presión social sobre la necesidad de ser una buena madre se multiplica en el caso de Céline, que se enfrenta además a las preguntas sobre por qué no ha querido ser la gestante de su futuro hijo.
Pero aunque Des preuves d'amour, que se refiere doblemente a los testimonios que necesita la pareja protagonista y al propio compromiso que deben asumir ellas, tiene una perspectiva política al tratar directamente la consideración de madre por parte de la legislación francesa, el interés de la directora está más centrado en la individualidad de Céline. Adoptando la posición de espectadora de la gestación de su hijo que suelen tener los hombres, la película cuestiona el lugar tradicional que ocupan los géneros, con algunas escenas que tienen un tono de comedia ligera, como cuando ella practica la maternidad con dificultades con los hijos de su compañero de trabajo François (Jean Gaspar-Oliveri). Pero sobre todo se centra en cómo el hecho de ser madre obliga a Céline a reajustar la relación con la suya, Marguerite (Noémie Lvovsky), una afamada pianista que nunca ha tenido demasiado tiempo para su hija, priorizando su carrera profesional. En su madre, Céline proyecta el tipo de madre que le gustaría ser o el que no debería ser, así como la clase de sacrificios que puede permitirse para su futuro hijo, pero parece claro que su deseo de asumir una maternidad adoptante es mucho más fuerte que la dedicación que la maternidad natural transmitió a Marguerite, con la que reconecta mientras se encuentra en París para ofrecer un concierto. La cámara acompaña a Céline como un personaje que está en constante movimiento, que nunca tiene un momento de pausa, cuidando la distancia para establecer una identificación con el espectador, y la directora cita algunas influencias como Un asunto de familia (Hirokazu Koreeda, 2018) por su tratamiento de la fotografía, Elephant (Gus Van Sant, 2003) por la filmación de los cuerpos dentro de los espacios y hasta Terminator 2: El juicio final (James Cameron, 1991) por el tratamiento de Céline a través de la iluminación reflejada sobre superficies metálicas. La representación de la relación entre Céline y Nadia es conmovedora, pero al mismo tiempo muestra algunas dificultades para congeniar las dos posiciones que tienen como madres, surgiendo conflictos que provienen de la certeza de que ambas podrían gestar a su hijo y la consideración del grado de compromiso que adopta cada una. También es importante la mirada de los demás, la forma en que se juzga su decisión desde el lado de sus amistades heterosexuales o cómo surgen algunos comentarios machistas en un bar, que desemboca en una optimista carrera por las calles de París que refuerza su compromiso. Des preuves d'amour propone una mirada a la maternidad desde un punto de vista de cuento moral que reflexiona sobre las dificultades adicionales que debe afrontar una pareja homosexual.
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La mort n'existe pasFélix Dufour-LaperrièreCanadá, Francia 2025 | Quincena de Realizadores | ★★★☆☆Annecy '25: Competición Oficial |
Antes de que compita en la sección oficial del Festival de Annecy, se ha estrenado en Cannes esta nueva producción del director Félix Dufour-Laperrière (1981, Canadá), que ganó el Premio del Jurado en la sección Contrechamps de Annecy con su película Archipel (2021). Dotada de una mirada abstracta como es habitual en el realizador canadiense, esta historia comienza cuando un grupo de activistas está a punto de atacar la mansión de una familia adinerada que representa el poder económico, lo que supondrá, según ellos, un cambio radical en el equilibrio social que consiga evitar el colapso medioambiental. Pero durante un ataque que se manifiesta pronto como una auténtica masacre para ellos mismos, Hélène (Zeneb Blanchet) empieza a tener dudas y abandona a sus compañeros, contradiciendo incómodamente los sentimientos que tiene por Marc (Mattis Savard-Verhoeven) y su amistad con Manon (Karelle Tremblay), Martine (Marie B.) y Rémi (Félix Dufour-Laperrière). Perseguida en el bosque, Hélène experimenta una sensación onírica cuando es confrontada por Manon, quien le expresa la necesidad de que regrese y participe de nuevo en el ataque. La mort n'existe pas (Félix Dufour-Laperrière, 2025) está concebida a partir de los resortes de un relato trágico, mezclando elementos fantásticos para revelar los dilemas de las reflexiones interiores de la protagonista, dentro de un entorno boscoso en el que los animales se convierten en representaciones de las ideas principales: desde la aparición de un colibrí frágil y esquivo hasta la relación de depredador y presa que se establece entre un lobo y un cordero. Pero en este mundo mágico que se revela en la historia, las víctimas pueden regresar a la vida, como un impulso de su deseo de supervivencia. El director habla de su último trabajo como "una historia sobre la radicalidad, con todas sus contradicciones", representada en una película que tiene componentes políticos en cuanto a los desequilibrios de clases y la ruptura de la separación social a través de la violencia, que es tan imposible como la propia imposibilidad del status quo. Las propuestas ideológicas y filosóficas pueden llegar a ser algo simples, o al menos no terminan de parecer demasiado profundas ni muy diferentes a las de cualquier discurso progresista.
De esta forma, La mort n'existe pas se presenta con una tonalidad visual impresionista que apuesta por los discursos reflexivos sobre la naturaleza violenta de los seres vivos. Pero la intención del director, como en Archipel, no es tanto la de construir una narrativa clara y convencional apoyándose en los diálogos, sino la de crear una atmósfera que se expresa mediante el contraste de las imágenes. En la mansión, están representadas figuras humanas y animales en tonos dorados, que representan la opulencia, y que contrastan con el tono tierra y verdoso del bosque cercano. Pero el mundo de los ricos es opaco e inmóvil, frente al dinamismo y la vitalidad del entorno exterior. La protagonista Hélène se introduce en una atmósfera onírica que la lleva a encontrarse con su versión más joven y a reencontrarse con sus padres en un ambiente familiar que se ve interrumpido por la intervención de Manon. Este relato metafórico habla sobre las decisiones personales y la naturaleza del compromiso, aunque éste acabe teniendo consecuencias indeseadas. Con una técnica de dibujo a mano sobre una tableta gráfica que posteriormente se ha animado por ordenador, se hace especial énfasis en el uso de los colores, dentro de unas ilustraciones que no pretenden ser realistas, sino que también tienen ese tono onírico que reproduce la historia. Los propios colores de los personajes cambian según el entorno en el que se sitúan, aportando un dinamismo a la parte visual que resulta especialmente cautivador. La violencia del ataque es notablemente explícita, lo que refleja la brutalidad de la respuesta de los atacados, pero la sangre se torna dorada, en consonancia con la representación de un mundo opuesto a la realidad. La mort n'existe pas resulta a veces un poco imprecisa en sus planteamientos y algo superficial en sus mensajes, pero es una propuesta visualmente atractiva que arriesga en la incorporación de temas políticos y sociales bajo un fondo etéreo de fatalismo.
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O riso e a faca (I only rest in the storm)Pedro PinhoPortugal, Francia, Brasil, Rumanía 2025 | Un Certain Regard | ★★★★☆Un Certain Regard '25: Mejor Interpretación (Cleo Diára) |
Si la duración de tres horas y media de esta película puede parecer excesiva, el desarrollo de la historia la vuelve progresivamente más cautivadora y el espectador se acaba identificando con el protagonista en ese descubrimiento de las diferentes miradas hacia una ciudad de Guinea-Bisáu, el postcolonialismo y la búsqueda de las identidades propias. A través de una carretera en medio del desierto, Sérgio (Sérgio Coragem) conduce un coche dirigiéndose a una metrópolis donde su cometido es terminar un informe inacabado sobre la idoneidad de la construcción de una carretera que servirá como puente entre dos entornos: la aridez del desierto y la densidad de la jungla. Cuando un policía le detiene hablando en español, le pide un libro para distraerse, lo que plantea desde el principio esa perspectiva que pretende romper de manera irónica con la representació habitual del África Occidental. Sérgio camina entre los espacios cerrados de las oficinas de una ONG que pretende convertir parte de la zona en una reserva natural, pero en realidad O riso e a faca (I only rest in the storm) (Pedro Pinho, 2025) no le muestra en demasiadas ocasiones trabajando, sino principalmente acudiendo a fiestas o a reuniones familiares en las que trata de integrarse dentro de un entorno que apenas habla portugués. En su calidad de forastero de paso que nunca dejará de ser, representa una mirada externa que tiene más facilidad para integrarse entre los trabajadores extranjeros que pueblan la zona. Como en muchas ciudades africanas, la dependencia económica se ha convertido en Guinea-Bisáu en otra forma de colonialismo: la carretera, contra la que los agricultores de arroz más veteranos están en contra, está financiada por el Banco Mundial y será construida por un consorcio brasileño-chino, que debe esperar al informe positivo de Sérgio para iniciar las obras. Surgen las reuniones clandestinas y los sobornos para que el informe esté terminado lo antes posible, y hay una atmósfera de misterio respecto a qué ocurrió con su antecesor, que ha desaparecido. Pero el interés de Sérgio dentro de ese mundo desconocido se encuentra más en las comunidades locales, y especialmente en la intensa personalidad de Diára (Cleo Diára), la dueña de un bar a la que conoce en un caótico viaje en taxi y por la que se siente atraído. Ella se mueve dentro del ambiente de los clubes nocturnos en los que se construye la búsqueda de una identidad queer dentro de un país de África Occidental, representada por el personaje de Gui (Jonathan Guilherme). Y ellos serán quienes le introduzcan en la auténtica esencia de la realidad local que los extranjeros que llevan viviendo años en la zona ni siquiera tienen interés en explorar, más interesados en los locales de prostitución.
El director Pedro Pinho (1977, Portugal), que ha vivido durante unos años en Barcelona, ganó el premio FIPRESCI de la Quincena de Realizadores con su primer largometraje, La fábrica de nada (2017), que tiene en común con ésta la intención de buscar el discurso a través de la narrativa. Dentro de su exploración del neocolonialismo, la figura de Horácio (Nastio Mosquito) es significativa, como un inversor local que ha sabido aprovechar las relaciones con las organizaciones extranjeras, pero que representa a una élite minoritaria: "Piensa que lo que estamos tratando de hacer es lo mismo que hicieron con nosotros, pero con menos sangre, con menos brutalidad, en un espacio más corto de tiempo", le dice a Sérgio. A través de una concepción de la puesta en escena que se sostiene en un guión escrito pero del que los actores no conocían todo el texto, el director establece la intención dramática pero permite la improvisación, de manera que O riso e a faca (La risa y el cuchillo), que toma su título original de una canción de Tom Zé, consigue una mirada realista que es casi documental en las conversaciones de Sérgio con los agricultores de la zona o sus incursiones en los lugares más remotos del desierto. Ofreciendo una realidad compleja en la que el progreso que representa la construcción de una carretera supone una confrontación con la tradición, no se pierde la perspectiva de quienes apoyan esta posibilidad de conectar dos espacios alejados, afectados también por las consecuencias del cambio climático: "En esta zona nuestros padres tenían bolanhas (terrenos pantanosos para el cultivo del arroz), pero el agua salada ha aumentado y se ha apoderado de la bolanha en la tabanca". El conocimiento de las realidades locales de los agricultores contrasta con la incursión de Sérgio, envuelto en cierta ingenuidad, dentro de las noches en clubes que reflejan a una juventud que le invita a participar, pero sin ser parte de ellos, como en una explícita escena sexual en la que es relegado a la posición de voyeur. O riso e a faca ofrece una panorámica compleja de África Occidental sometida a las luchas de poder y la corrupción, pero también a cierta subversión en un país que se resiste a las nuevas formas de colonialismo económico. A través de una historia en la que el deseo se hace relevante, presenta una perspectiva menos amable del trabajo de las ONG estableciendo sus relaciones con los poderes oscuros, en una narrativa épica sobre la intimidad de sus personajes.
Como es habitual, la Quincena de Realizadores se inauguró con la proyección del programa Director's Factory, una propuesta que desde 2013 se enfoca en una cinematografía determinada para invitar a directores locales a escribir y dirigir de manera colaborativa un cortometraje de 15 minutos. Después de países como Taiwan, Dinamarca, Finlandia, Sudáfrica, Portugal o Filipinas, en la décima edición de esta incubadora audiovisual se establece un intercambio entre cuatro jóvenes cineastas brasileños, de las regiones Norte y Nordeste, y cuatro cineastas de Francia, Portugal, Israel y Cuba en el estado brasileño de Ceará. Bajo la supervisión del productor Karim Aïnouz (1966, Brasil) que ha participado en el Festival de Cannes con varias películas, entre ellas Motel Destino (2024) en la competición del año pasado, Director's Factory Ceará Brasil propone cuatro cortometrajes que tienen en común miradas femeninas y reflejos de los abusos. Ponto cego (Luciana Vieira, Marcel Beltrán, 2025) se desarrolla en el puerto de Fortaleza y tiene como protagonista a Marta (Ana Luiza Rios), una ingeniera encargada de la supervisión de las cámaras de vigilancia. Comenzando una larga jornada hasta la noche, el formato panorámico refleja el acuciante calor de un espacio que está en constante movimiento, en el que ella describe a través de la narración cómo ha tenido que acostumbrarse al ruido constante que se escucha debido a las grúas en funcionamiento. Pero Marta se enfrenta asimismo a las miradas de los trabajadores masculinos, los micromachismos y algunos flirteos de compañeros de trabajo como Ramiro (Carri Costa), su supervisor. Cuando éste le pide que acuda a una práctica de navegación por la noche, Marta debe hacer frente a un paso más allá de las simples palabras, pero también es consciente de que frente a ellas el silencio no es la solución. Es una historia poderosa sobre la resistencia a asumir los sistemas establecidos, contada con una mirada sutil por la directora brasileña Luciana Vieira y el realizador cubano Marcel Beltrán. Más elíptico es A vaqueira, a dançarina e o porco (Stella Carneiro, Ary Zara, 2025), que tiene lugar dentro de un bar en el que Iasmine (Amandyra) es una vaquera transexual que acude para encontrarse con su pareja, una bailarina llamada Alex (Jupyra Carvalho), que trabaja a las órdenes de Carlos (Marcos Bruno), un hombre que gruñe como un cerdo y es amante de las trufas. Lo que comienza como un rescate por amor, va derivando hacia una especie de duelo de película del Oeste bastante sangriento. Pero el estilo de pantalla dividida, colores contrastados entre rojos y azules y una estética que puede recordar al cine de terror no consigue equilibrarse dentro del tono de surrealismo de la propuesta. El cortometraje está dirigido por la brasileña Stella Carneiro, cuyos cortos han sido seleccionados en numerosos festivales, y el artista transgénero portugués Ary Zara, cuyo cortometraje Um Caroço de Abacate (2022) tuvo un largo recorrido internacional.
El tercer relato es Como ler o vento (Bernardo Ale Abinader, Sharon Hakim, 2025), protagonizado por la curandera Cássia (Esther De Paula), quien ha estado durante años transmitiendo sus conocimientos a Marjorie (Isabela Catão), a través de la lectura del viento: "Para entender el viento hay que aprender a escuchar el viento. Déjate guiar", le dice en las dunas de Lençóis Maranhenses, un paisaje natural de arena blanca rodeada de lagunas de aguas azules que forman un entorno surrealista, característico del Estado de Ceará. La anciana ya enferma ha enseñado a su discípula que los sonidos del viento son susurros de antiguos espíritus. La historia, que se presenta en un formato 4:3, consigue capturar la belleza del paisaje, adoptando un trasfondo medioambiental. Los pacientes de la curandera, como Raimundo (Fernando Piancó), acuden a ella para que les extraiga trozos de plástico, que vemos esparcidos por la playa, que se han introducido en el interior de sus organismos. Hay una textura mágica en el cortometraje que le hacen especialmente cautivador, dirigido por el brasileño Bernardo Ale Abinader y la francesa de origen libanés Sharon Hakim. El último cortometraje transcurre en los manglares característicos de Ceará, otro de esos ecosistemas que han definido la orografía de la zona. A fera do mangue (Wara, Sivan Noam Shimon, 2025) se sitúa en un término medio entre la mitología y las tradiciones orales que hablan de una época en la que el hombre tenía poderes ilimitados y exigía descendientes a las mujeres. Pero cuando en una de ellas se libera la bestia que habita en su interior, se reproduce una fuerza mística que lleva a cabo la venganza de los abusos a los que han sido sometidas: "Hubo un tiempo en el que un hombre que proclamaba su poder sobre nuestros cuerpos fue reducido a una señal de alerta". La cámara aprovecha los espacios claustrofóbicos de los manglares, envueltos en laberintos de ramas entrecruzadas, y presenta una creativa representación de la bestia del manglar, dirigido por la brasileña Wara, formada en la Escuela Internacional de Cine y TV de Cuba, y la israelí Sivan Noam Shimon. Director's Factory Ceará Brasil ofrece un conjunto de interesantes cortometrajes de cineastas jóvenes que ya están desarrollando sus primeros proyectos de largometraje, enfocándose en su mayor parte en los abusos sexuales, pero con perspectivas diversas.
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Películas mencionadas:
L'attente y Un asunto de familia se pueden ver en Filmin.
Elephant se puede ver en Max.
Terminator 2: El juicio final se puede ver en Netflix y Prime Video.
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