En nuestro repaso a los festivales celebrados este verano, dedicamos dos reportajes al mBank New Horizons International Film Festival, que ha tenido lugar de forma presencial en la ciudad de Breslavia (Polonia), del 20 al 30 de julio, pero que en su formato online se extiende hasta el 6 de agosto. La muestra cinematográfica nació en 2001 y presta especial difusión a los cineastas independientes y las nuevas formas de expresión, pero también destaca su atención a los maestros del cine y la recuperación de sus películas, un aspecto que muchos festivales suelen olvidar, demasiado obsesionados con los estrenos de filmes premiados en los festivales de categoría A. De hecho, hay una sección específicamente llamada Maestros, que recupera películas clásicas de grandes directores de cine, y este año se han dedicado retrospectivas a nombres como Satyajit Ray (1921-1992, India) y Alain Robbe-Grillet (1992-2008, Francia), además de cineastas actuales como Wang Bing (1967, China) y Alice Diop (1979, Francia).
New Horizons FF se celebra en la hermosa y clásica localidad de Breslavia, que ha sido escenario de películas como Cenizas y diamantes (Andrzej Wajda, 1958), El cuchillo en el agua (Roman Polański, 1962), El manuscrito encontrado en Zaragoza (Wojciech Jerzy Has, 1965) y A lonely woman (Agnieszka Holland, 1987). Con una audiencia de casi 100.000 espectadores cada verano, el festival es uno de los más importantes que se celebran en el Este de Europa.
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Notas sobre un veranoDiego Llorente, 2023 | Discoveries | ★★★☆☆
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La representación española en la sección oficial del Festival de Rotterdam supone el tercer largometraje del director Diego Llorente (1984, Pola de Siero, Asturias), tras su debut con Estos días (2014) y la película de no ficción Entrialgo (2018). A través de una historia sencilla, que narra con un tono minimalista, el realizador asturiano aborda esa sensación de no pertenencia que experimentan aquellos que viven a medio camino entre su ciudad de origen y el lugar donde han acabado desarrollando su vida cotidiana. Para Marta (Katia Borlado), el regreso a Gijón supone reencontrarse con sus amigos y con su familia, pero hay un cierto grado de alienación provocado por esa dicotomía entre Madrid, la ciudad que le permite una estabilidad económica y sentimental junto a su novio Leo (Antonio Araque), y Asturias, que le proporciona la tranquilidad y el deleite, representado en la historia por el encuentro con un amor del pasado, Pablo (Álvaro Quintana). Cuando comienza una relación con éste, que se basa principalmente en el placer sexual, mostrado de una forma natural por el director, se presenta lo carnal en contraste con lo sentimental, pero fuera del espacio íntimo se evidencian las diferencias entre los que se han quedado (Pablo vive con sus padres y tiene el mismo trabajo de siempre) frente a los que se han ido (Marta busca labrarse un futuro en Madrid).
Cuenta el director que la primera idea era centrarse en esta historia triangular, porque como se puede predecir, Leo decidirá visitar por sorpresa a su novia, pero que conforme la desarrollaba estaba más interesado en reflejar ese estado de indecisión entre el deseo y la necesidad, esa sensación de que el tiempo se detiene cuando se produce el regreso momentáneo al lugar de origen, y que es tan característico, precisamente, de la época veraniega, en la que el espacio se vuelve más etéreo, las obligaciones desaparecen y se vive en un paréntesis del que hay cierta resistencia a concluir. Fiel a su estilo característico, Notas sobre un verano (Diego Lorente, 2023), que ha formado parte de la programación del D'A Film Festival y del Atlàntida Mallorca Film Fest, establece diálogos casi improvisados, en los que los actores ni siquiera necesitan estudiar el guión, marcando el ritmo a través de los gestos. El director planifica dejando espacio a las interpretaciones, lo que aporta una cierta naturalidad, pero también algo de banalidad en las interacciones, perdiendo una profundidad que hubiera sido bienvenida.
Esta sensación de que todo lo que pasa en la película es superfluo, incluso la propia infidelidad de Marta, perjudica su desarrollo y la conexión con los personajes, perdiendo efectividad en una propuesta en la que se echa de menos una mirada mucho más acentuada como la que tenía
Un verano en Córcega (Pascal Tagnati, 2021), ganadora del Premio Especial del Jurado en el Festival de Rotterdam, que también habla de la transformación del espacio y las relaciones en la época veraniega.
Notas sobre un verano nos lleva por un camino circular en el que hay un pequeño atisbo de duda en Marta cuando se acerca el momento del regreso, una bien transmitida sensación de querer abandonar la lógica para desprenderse de las obligaciones. Una indecisión que, por otro lado, se refleja desde el principio, en el plano de apertura de la película que muestra de espaldas a la protagonista frente a una piscina, una representación muy lúcida del horizonte al que se tendrá que lanzar.
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AfterAnthony Lapia, 2023 | Discoveries | ★★★★☆New Horizons FF '23: Mención Especial del Jurado
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Con una puesta en escena sugerente, el director francés Anthony Lapia presentó su primera película en la sección Panorama del pasado Festival de Berlín, una incursión en el mundo de los clubes de música electrónica en París que transmite con efectividad las sensaciones de éxtasis que provocan estos encuentros nocturnos. La cámara se centra principalmente en los rostros y en los cuerpos sudorosos tras horas de baile, de forma que el punto de vista que se adopta es parecido al de una incursión en el centro de la pista, donde no hay una panorámica amplia del espacio, sino una perspectiva que se circunscribe a un pequeño grupo de personas. La película comienza con una secuencia de seis minutos en la que solo vemos figuras bailando, la mayor parte de las cuales nunca tendrán nombre ni trasfondo vital, como no lo tiene la mayor parte de aquellos con los que se comparten las noches de fiesta. La música, que adopta un papel predominante en la película, está mezclada por Panzer, un DJ parisino que se hizo popular en 2022 cuando comenzó a trabajar como programador en Rorshar, un club ilegal que se ha consolidado como una de las visitas obligadas en la escena de la música electrónica en París.
Este mundo underground de noches eternas bañadas en alcohol, esnifadas en coca y bailadas en sesiones duraderas de música es el centro de la película After (Anthony Lapia, 2023), que también se ha podido ver en la programación del Atlàntida Mallorca Film Fest. La representación de la noche que iguala clases sociales y orígenes, se detiene en algunas pausas en las que hay conversaciones más o menos triviales o pequeñas cabezadas de descanso, a veces en compañía de desconocidos, para volver seguidamente al frenesí de la música. Los únicos personajes que toman forma son Félicie (Louise Chevillotte) y Saïd (Majd Mastoura), quienes deciden pasar el "after" en el apartamento de ella. El estilo que adopta el director en estas secuencias es radicalmente distinto, la cámara se aleja y permite la intimidad entre los personajes, también se estabiliza para mostrar sus conversaciones, a través de las cuales descubrimos que Félicie trabaja como abogada defensora y tiene una marcada ideología política sobre la injusticia del sistema económico en el que vivimos, mientras que Saïd se gana la vida como conductor de Uber, uno de esos trabajos que ella considera que son el reflejo de una parte de la sociedad esclavizada.
Los dos espacios conviven a lo largo de los setenta minutos de duración de la película, uno marcado por la música y la perspectiva casi documental de una cámara situada en medio de un club nocturno, y el otro marcado por la imagen estable y la atención a los detalles. Conforme se desarrolla la película, hay un marcado tono de melancolía en el que se modifican la tonalidad de la imagen y los cuerpos parecen mostrar el cansancio, el bajón después del éxtasis. Pero ambos espacios están rodeados de "ruido", las mezclas de sonoridades electrónicas en el primero, la conversación entre los dos recién conocidos en el segundo, reflejando la manera en que el silencio no parece tener un espacio propio en las vidas de estos personajes. Incluso cuando la fiesta y la noche acaban, el regreso a la vida cotidiana está subrayado por un murmullo de protestas que resuenan en las calles de París, como un recordatorio de que los problemas no han desaparecido, solo han estado callados durante la noche. El ruido es constante, por tanto, y esa es una de las principales aportaciones de una película que a veces resulta demasiado obvia en sus planteamientos políticos, pero que refleja con acierto un microespacio que funciona para aislarse de las problemáticas de la vida diaria.
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PrincessRoberto De Paolis, 2022 | Discoveries | ★★★★☆ |
El recorrido que ha hecho la segunda película de Roberto De Paolis (1980, Italia) por festivales desde que se estrenó en la sección Orizzonti de la Mostra de Venecia 2022 se siente algo inmerecido, y en cierta manera parece que algunas muestras cinematográficas de este año, como el Festival de Munich o New Horizons recuperan el interés por esta mirada hacia Europa desde la perspectiva de quienes buscan mejorar su vida. Princess (Roberto De Paolis, 2022) es el sobrenombre que usa a veces la protagonista, una joven nigeriana de 19 años que se dedica a la prostitución dentro de un bosque situado a las afueras de Roma porque, como ella misma afirma: "las blancas lo hacen en el centro y en las calles, y a nosotras nos dejan el bosque". Aunque intenta aprender italiano viendo películas de animación en su móvil, apenas domina el inglés, y esta dificultad de comunicación que se establece entre Princess (Kevin Glory) y sus clientes subraya el aislamiento y la incomprensión. Frente a cada uno de ellos adopta un nombre diferente, y en la mayor parte de los casos nunca consigue los 30 euros que pretende cobrar, aceptando con desgana, pero también con necesidad, solo 10 euros por una mamada. La película no plantea un debate sobre la prostitución, sino que la refleja a partir de la realidad: el bosque donde inmigrantes africanas la ejercen existe, y la propia protagonista Kevin Glory ha tenido una experiencia vital perfectamente trasladable a su personaje: estuvo encarcelada en Libia, sufrió violencia, cruzó el Mediterráneo en patera y en Italia parte del dinero que ganaba lo destinaba a pagar una deuda con una madame en Nigeria.
Hay una estructura casi episódica en la película que se detiene en la relación de la protagonista con algunos clientes, la mayor parte de ellos sin nombre, como un hombre rico (Maurizio Lombardi) que le permite disfrutar de su Ferrari y hacerse selfies. La utilización de pelucas de llamativos colores y los cambios en su forma de peinarse permiten una transformación que subraya esa realidad paralela que construyen muchos inmigrantes, una especie de fantasía de cara al exterior que nada tiene que ver con su experiencia real. Lo que conecta con las propias tradiciones y creencias africanas, como cuando Princess parece convencida de que ella ocupa el cuerpo de una mujer que todavía vive en Nigeria sufriendo abusos. Su amiga Success (Sandra Osagie), sirve como apoyo de seguridad, ambas están conectadas a través del móvil y se avisan antes de estar con un cliente, por lo que pudiera pasar. Esta idea de la "princesa" deambulando por el bosque transmite la sensación de un cuento de hadas, mientras los clientes parecen depredadores que se cruzan en su camino. Incluso cuando establece una conexión no sexual con Corrado (Lino Musella), un hombre que afirma que "el ser humano es una equivocación de Dios", se construye otra fantasía que al final acaba en decepción, porque las pretensiones de Corrado también están impregnados del deseo, quizás no sexual pero sí físico, una especie de condescendencia hacia un mundo desconocido y atrayente.
Con su anterior película, Corazón puro (2018), Roberto De Paolis logró una nominación al David di Donatello, y con Princess ha conseguido ser nominado también en la categoría de Mejor Producción, mientras la Mostra de Venecia acogerá de nuevo el estreno de su última película, El paraíso (2023). Dejándose llevar por la personalidad de Kevin Glory, ante cuyas improvisaciones se adaptaban los actores profesionales, el director arrastra al espectador hacia una historia que resulta divertida a veces, conmovedora otras, y que ofrece una perspectiva singular a partir de la mirada de una inmigrante sin papeles cuyo cuerpo se convierte en su única forma de ganar dinero. En sus trastabilladas conversaciones con los clientes, a veces se muestra sorprendida por estos personajes extraños que se le cruzan en el camino, que parecen incluso más solitarios que ella misma. Cuando una pareja de policías a caballo realiza una persecución en el bosque, justo después de que se le acerque una ONG para ofrecerle ayuda, se expresa la contradicción de una sociedad occidental que no es capaz de afrontar el problema de la inmigración.
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Lost countryVladimir Perišić, 2023 | Discoveries | ★★★★☆Semaine de la Critique '23: Rising Star Award (Jovan Ganić)
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La historia que narra esta película se desarrolla durante las protestas que llevaron a las calles de Belgrado a cientos de miles de personas en 1996, tras el fraude electoral que mantuvo en el poder al presidente Slobodan Milošević, y que fueron constantes hasta 1997. El director Vladimir Perišić (1976, Serbia) vivió su juventud en estos años, pero con la tensión provocada por el hecho de que su madre era miembro del partido de Milošević, aunque afirma que en su casa no había presiones a pesar de que él mismo no estaba de acuerdo con la postura política de su familia y participó en las protestas. Pero alrededor de esos hechos biográficos ha construido el armazón narrativo de su última película Lost country (Vladimir Perišić, 2023), ganadora del Rising Star Award en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes. El protagonista es Stefan (Jovan Ganić), un adolescente cuya madre Marklena (Jasna Đuričić) casi no tiene tiempo para él porque trabaja como portavoz de comunicación de Slobodan Milošević, y es la responsable de organizar el proceso de obstrucción contra los resultados electorales. La película comienza con unas escenas de tranquilidad en la casa de campo del abuelo de Stefan, que le cuenta anécdotas sobre su pasado militar. Pero es un prólogo que sitúa a la familia en un entorno político determinado, y que acabará involucrando a la propia vida del adolescente.
Las apariciones públicas de su madre,interpretada por la actriz Jasna Đuričić, ganadora del Premio EFA por su papel en Quo Vadis, Aida? (Jasmila Zbanić, 2021), hacen más doloroso el trayecto de Stefan por su escuela, donde los compañeros comienzan a darle la espalda. Hay una inexpresividad en el rostro del joven actor Jovan Ganić que sin embargo refleja acertadamente esa incertidumbre de la adolescencia, pero también propone un punto de partida inteligente para el proceso de rabia que acaba experimentando el protagonista. Que las escenas entre Marklena y Stefan estén marcadas por un cariño especial, como cuando ella llega a casa de los abuelos y su hijo la abraza con fuerza, subraya la contradicción emocional que sufre el protagonista a lo largo de la película. Pero el director de Ordinary people (2009), que también abordaba la violencia enraizada en la sociedad serbia, utiliza la composición de las escenas para mostrar el aislamiento del protagonista, muchas veces enmarcado en solitario frente al resto de los personajes, como en la casa de uno de sus amigos cuyo hermano ha sido detenido por la policía. O mostrando también la gradual separación entre la madre y el hijo, enfocados en un mismo plano pero cada uno de ellos en un espacio diferente de la casa. La película está marcada además por el tono que aporta a las imágenes el rodaje con cámara Super 16, con una excelente fotografía de Sara Blum y Louise Botkay, que aporta una textura de documental rodado a finales de los noventa.
A veces Lost country refuerza demasiado los simbolismos, que acaban siendo algo obvios, como el maquillaje del Joker que adopta Stefan, o sus visitas al oftalmólogo que revelan una cierta pérdida de visión. Cuando se encuentran comprando las gafas, Stefan adopta uno de sus primeros momentos de rebeldía, discutiendo con su madre sobre cuál es la más apropiada. La película funciona mejor cuando la incertidumbre y el dolor del joven se mantienen en el interior, pero la evolución del protagonista tiene una lógica en torno a las intenciones del director y su co-guionista Alice Winocour (1976, Francia), directora de películas como Próxima (2019) y Memorias de París (2022). Porque lo que pretende Lost country es diseccionar el arraigo de la violencia como un mal endémico en una sociedad que ha sido liderada por el autoritarismo de su clase política. Que en la escuela Vladislav Ribnikar (Belgrado), la misma en la que se rodó la película, se haya producido el pasado mes de mayo un tiroteo protagonizado por un adolescente de 13 años que mató a nueve estudiantes y un guardia de seguridad, siendo el primer ataque de estas características en la historia de Serbia, es un indicativo muy claro de la relevancia del mensaje que propone.
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La palisiadaPhilip Sotnychenko, 2023 | International Competition | ★★★★☆Festival de Rotterdam '23: Premio FIPRESCI
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También transcurre en el año 1996 la primera película del director Philip Sotnychenko (1989, Ucrania), que se desarrolla cinco años después de la declaración de independencia de Ucrania en 1991, y cinco meses antes de que el gobierno firmara el Protocolo 6 del Convenio Europeo de Derechos Humanos, que suponía la abolición de la pena de muerte, una imposición después de que Ucrania ingresara en el Consejo de Europa, pero que el gobierno ucraniano estuvo alargando durante años. Según un informe de Amnistía Internacional, sin embargo, la última ejecución por pena de muerte que se produjo en el país fue en 1997. Pero la película imagina el disparo a quemarropa de Bohdan Biliak (Oleksandr Parkhomenko) como el cierre de un paréntesis de cinco años en el que el país se había independizado pero todavía mantenía la esencia de la era postsoviética. La palisiada (Philip Sotnychenko, 2023), se terminó de rodar en 2021 dentro de la prisión de Bucha, la ciudad en la tuvo lugar una matanza en marzo de 2022, con casi quinientos ciudadanos ejecutados, que Rusia siempre ha atribuido a mensajes propagandistas, lo que también utilizó para condenar a ocho años de prisión al opositor ruso Ilia Yashin por negar la versión oficial sobre la falsedad de las imágenes difundidas. De forma que la película ha acabado adquiriendo un carácter aún más político en su representación de la violencia.
Pero La palisiada conecta dos estallidos de esta misma violencia que se producen en diferentes momentos, y que posteriormente encuentran un vínculo. Los primeros veinte minutos transcurren en la actualidad y tienen como protagonistas a Aisel (Sana Shakhmuradova) y su pareja (Yarema Malashchuk), dos artistas que, tras una cena con los padres de ella, abordan una discusión con consecuencias trágicas. Más tarde sabremos que ellos son los hijos de los dos investigadores que tratan de encontrar al asesino de un oficial de la policía en el año 1996, en el que transcurre la mayor parte de la película. Oleksander (Andrii Zhurba) es un psiquiatra forense que colabora con el agente Ildar (Novruz Hikmet), debido a su amistad y la relación de cercanía que tienen con la viuda de la víctima. El director utiliza cámaras de la época, con la fotografía de Volodymyr Usyk, que aportan una textura de documental, lo que se refuerza con el estilo de dirección, principalmente apoyado en largos planos tomados desde la distancia, y con el uso constante de zooms lentos que acercan o alejan la cámara. La intención, según el director, es la de no interferir en el trabajo de los actores, muchos de ellos no profesionales, capturando cierta naturalidad en sus interpretaciones. Se consigue de esta forma una convivencia interesante entre el tono de realidad que tienen las imágenes y el carácter ficticio de la historia que cuenta.
La escena de la ejecución transmite ese carácter documental predominante, porque sucede en unos pocos segundos, no hay más dramatismo que el del asesinato institucionalizado, sobre todo después de haber mostrado la investigación como una especie de venganza, del "ojo por ojo" amparado en un juicio rápido. El disparo del ejecutor es tan aséptico como el que se produce veinticinco años después en un dormitorio, porque la violencia ya está enraizada en la sociedad.
Notas sobre un verano se estrena en cines el 1 de septiembre.______________________________________
Películas mencionadas:
Estos días, Entrialgo, Un verano en Córcega , Corazón puro y Quo Vadis, Aida? se pueden ver en Filmin.
Próxima se puede ver en HBO Max.
Memorias de París se puede ver en Movistar+.
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