14 agosto, 2023

Retrospectiva de Festivales: New Horizons - Parte 2

Nuestra segunda y última retrospectiva a algunos de los títulos que han formado parte de la programación de New Horizons Film Festival, que se celebró hasta el 6 de agosto en la localidad polaca de Breslavia, se detiene en películas que abordan la soledad y el aislamiento, de las adicciones y las relaciones tóxicas, del proceso de duelo y el placer de la observación. Nuestras próximas crónicas nos llevarán hasta la última edición del Festival de Locarno, que concluyó el pasado fin de semana. 

The curse

Maria Kaur Bedi, Satindar Singh Bedi, 2023 | Discoveries | ★★★★☆


Posiblemente una de las más expresivas revelaciones de la intimidad que se han visto últimamente es la película de Maria Kaur Bedi y Satindar Singh Bedi, una exploración de una relación amorosa marcada por la adicción al alcohol. A través de una representación poética de imágenes que muestran lo cuerpos borrosos para reflejar a seres humanos de perfil impreciso, y que se recrean en las sombras para expresar la confrontación entre las dos personalidades del adicto, este ensayo cinematográfico se sostiene en una conversación a dos voces entre Maria y Sati, como llama ella a su pareja, aunque a veces se introduce también la voz distorsionada de Satindar para mostrar su yo adicto, aquel que le empuja a la despreocupación, y que llega al enfrentamiento directo ("quiero morir" vs. "quiero vivir"). Esa maldición del título, Maria la relaciona con el día en que conoció a Sati durante una Masterclass en el Festival de Cine de Zurich, después de que el cortometraje Kamakshi (Satindar Singh Bedi, 2015) consiguió repercusión internacional en festivales como Berlín y Clermont-Ferrand. Ella confiesa que las primeras señales del alcoholismo ya estaban presentes poco después de conocerse: "Odio el alcohol. Odio lo que te hace". El paso del tiempo convierte la relación en un delirio del que ninguno de los dos consigue salir, el que provoca despertarse cada día sin saber si será una pesadilla o un sueño. Hay cierto síndrome del salvador en Maria, pero que se expresa a través del dolor que provoca el alcoholismo a aquellos que lo rodean, la impotencia de sentirse víctimas y una ligera esperanza de ser el impulso que conduzca a la desintoxicación. 

Pero The curse (Maria Kaur Bedi, Satindar Singh Bedi, 2023) es especialmente estremecedor cuando Satindar habla en primera persona sobre la vida que le llevó a envolverse en alcohol desde niño, recordando los momentos en los que bebía a la espalda de una sala de cine junto a su madre cuando tenía siete años. Él mismo vivió la experiencia de una madre alcohólica que acabó muriendo a los 32 años debido a la retención de líquido, y describe el recuerdo de su muerte con una mezcla de olores entre el incienso y el kajal que utilizaba su madre, y el desagradable desinfectante del hospital. A los once años, ya era huérfano de madre y alcohólico, dejaba de ir a la escuela durante mucho tiempo, hasta convertir la adicción en una forma de vida. "El adicto no piensa, ni justifica", comenta. Describe los procesos de desintoxicación como una especie de episodios aislados, que acaban inevitablemente en los perdones, las lamentaciones, la culpa y el arrepentimiento, mientras siguen escondidas las botellas de alcohol en el jardín, debajo de las plantas o dentro de un oso de peluche... "No me ames, porque ni siquiera yo me amo a mi mismo". El uso del sonido, en ausencia casi de música, utiliza la expresividad del ambiente, como los pasos de Sati en la nieve, perfilado solo como una sombra. The curse es una historia poderosa de amor intoxicado, un reflejo a veces repetitivo de dos tipos de adicciones: la del alcohol y la del sentimiento amoroso, un documental que está provisto de una innegable valentía para exponerse emocionalmente, pero al mismo tiempo se construye sobre una puesta en escena subyugante.  

Human flowers of flesh

Helene Wittmann, 2022 | International Competition | ★★★☆☆


En esa especie de fascinación que la directora Helena Wittmann (1982, Alemania) tiene por el mar, su segunda película continúa el enfoque de quietud que había marcado su debut, Drift (2017), de la que mantiene el protagonismo femenino y la mirada poética que adopta la cadencia del Mediterráneo para evocar un pasado colonial que todavía está presente. La protagonista es Ida (Angeliki Papoulia), una mujer griega que parece sentirse cómoda a lo largo de un camino constante, de la que no se relata ningún pasado pero que, cuando se sienta en un café en Marsella al principio de la película, rodeada de conversaciones en otras lenguas que ni siquiera entiende, transmite una sensación de bienestar dentro de su papel como observadora. En Human flowers of flesh (Helene Wittmann, 2022), que participó en la sección oficial del Festival de Locarno el año pasado, no hay apenas diálogos, y la mayor parte de los que se producen evocan las referencias al colonialismo. Las conversaciones sobre la Legión Extranjera Francesa, a partir de textos del libro Gourrama (1930, Ed. Ginger Ape Books and Films), de Friedrich Glauser,  despiertan la curiosidad de Ida, quien decide unirse a un grupo heterogéneo de hombres procedentes diferentes paíse como Portugal, Brasil, República Checa, Alemania y Argelia para visitar la ciudad de Sidi Bel Abbès, estrechamente ligada entre 1830 y 1962 a la Legión francesa, convirtiéndose en su centro de entrenamiento y sede principal. 

El trayecto por el Mediterráneo establece la conexión con Drift, a través de un ritmo sinuoso, lento y aburrido si se quiere, que se detiene en la observación y la fascinación por ese ecosistema en el que se conectan constantemente los organismos vivos con las huellas del pasado. Como una metáfora de esa fluidez que permanece constante en el mar, los cuerpos de los tripulantes del barco también parecen establecer una conexión con ese mundo, representada en algunas escenas evocadoras como cuando uno de ellos se queda dormido y a continuación se muestran imágenes de microorganismos, como si se tratara de un sueño. En otro momento, la imagen es borrosa y azulada mientras la cámara avanza lentamente para acabar descubriendo unos restos en el fondo del mar hasta terminar deteniéndose en un pequeño organismo que parece haberlos convertido en su propio hábitat. Estos insertos marítimos marcan la cadencia poética de la película, y necesitan que el espectador se deje arrastrar por las imágenes. En el barco, de nuevo se establecen referencias literarias cuando Mauro (Mauro Soares) lee fragmentos de El marinero de Gibraltar (1952, Ed. Cabaret Voltaire), de Marguerite Duras, en el que una mujer buscaba un amor imposible en el Mediterráneo, y que fue llevada al cine en la película El marinero de Gibraltar (Tony Richardson, 1966). Que Helena Wittmann sea la directora de fotografía y la editora de sus películas también indica la inquietud personal que las guía. 

Hay una reflexión interesante sobre la permanencia de la Legión Francesa como estructura militar y la idea de que el colonialismo francés sigue de alguna forma presente. La ciudad de Sidi Bel Abbès es un buen reflejo de esto, con ese pasado que la perpetúa como el centro de una huella colonial. El tercer acto se desarrolla en esta ciudad, donde Ida vuelve a encontrarse sola en una cafetería rodeada de conversaciones ajenas e ininteligibles, hasta descubre a Galoup (Denis Lavant), el mismo oficial de la película Buen trabajo (Claire Denis, 1999), estableciendo un vínculo con aquella historia sobre legionarios en la que la directora francesa se detenía en el transcurso de la vida en un cuartel. Es una escena que se siente como un espejismo, y la figura de este sargento que parece no haber abandonado nunca su función, se asemeja a la de un fantasma, estableciendo una conversación que también transmite esta sensación fantasmagórica, cuando Galoup afirma : "Estamos en todas partes". 

Love dog

Bianca Lucas, 2022 | Discoveries | ★★★★☆

Locarno FF '22: Mención Especial ÓPera Prima


Este proyecto nace a partir de una ruta por Estados Unidos en 2017 que llevó a la directora Bianca Lucas (1989, Suiza) a la ciudad de Natchez (Mississippi), que acabó convirtiéndose en el escenario de su debut en el largometraje. Y también del encuentro con John Dicks en un bar del que surgió la posibilidad de realizar un documental sobre él. La pandemia del Covid-19 acabó con Bianca Lucas y su directora de fotografía Józefina Gocman-Dicks atrapadas en Estados Unidos, de forma que la película acabó evolucionando hacia una historia de ficción que en cierto manera adopta las formas de una aproximación documental en la captación de la atmósfera grisácea y la soledad del personaje protagonista. Love dog (Bianca Lucas, 2022), que ganó una Mención Especial del Jurado en el Festival de Locarno de 2022, ha trascendido a la realidad porque, desde que se conocieron en 2020, Józefina Gocman-Dicks y John Dicks acabaron casándose y formando una familia en la actualidad. A través de una mirada evocadora y poética, la película aborda el duelo del protagonista tras la muerte de su novia Charlotte (Brooke Keel Bullock), a través de su solitaria cotidianeidad cuando regresa a Mississippi y comienza a trabajar como cuidador de una gran casa. 

Love dog es una película contemplativa que se detiene en los detalles desarrollando la evolución del dolor interno de John (John Dicks) a través de su jornada diaria llena de melancolía, marcada en una estructura de escenas episódicas de tono realista y algunos momentos de ensoñación en los que aparece la figura de Charlotte como un fantasma del pasado que nunca se desvanece. La composición visual de un atmósfera invernal de tonos pastel y grisáceos, la lluvia y la noche subrayan una cierta atmósfera onírica que en realidad refleja el estado de ánimo del personaje. John pasa los días bebiendo o utilizando su tablet para entablar conversaciones a través de la aplicación Chatroulette, que permite conectar de forma aleatoria con personas en todo el mundo. La webcam se convierte en una especie de liberación del protagonista, una ruleta de diálogos más o menos banales que le permiten escapar de su melancolía. Más cercanas son las conversaciones con TJ (Thomas Tarver), pero también en algunos momentos más dolorosas. Hay una construcción del entorno que es notable, no solo a través de la imagen, captada en una tonalidad realista por la directora de fotografía, sino en la creación de un contexto sonoro que transita entre los sonidos de la naturaleza, el río, el viento en las copas de los árboles, y la presencia constante de la radio mientras John conduce. El locutor (Ernie Schaffer, productor de la película) lee algunos mensajes de oyentes que cuentan experiencias traumáticas, que después se representan en canciones con una tonalidad triste. La película termina, de hecho, con la susurrante y nostálgica balada "Endgame" que la cantante norteamericana Angel Olsen incluyó en su cuarto álbum All mirrors (2019, Jagjaguwar).

La historia está trazada a partir de improvisaciones, sin un guión armado desde el punto de vista de los diálogos, lo que le da también un carácter más documental. Pero Bianca Lucas utiliza algunos recursos como hacer borrosas algunas partes del plano para centrar la atención del espectador, como en esos pequeños encuentros que tiene John con algunos personajes secundarios: una joven que quiere participar en el programa La Voz, o Becca (Becca Begnaud), una mujer que le habla del sentimiento de culpa que sintió cuando su padre se suicidó cuando ella era una niña. Con ellos comparte el sentimiento de pérdida, y en el caso de Becca, la pantalla se hace difusa alrededor de ella mientras cuenta su historia. Pero finalmente, como el propio título indica, es la conexión con un perro, Sam, la que establece la evolución del duelo. Al principio, John se deshace de él, tratando quizás de querer desconectarse de otra conexión emocional. Las circunstancias reales de nuevo interfieren en la propia ficción, y cuando la directora regresó a Natchez para rodar un nuevo final, dado que no estaba satisfecha con el que tenía, encontró que Sam había perdido una pata en un accidente. Pero esta representación de cómo el perro se ha acabado adaptando a la pérdida de un órgano tan importante, acaba siendo una metáfora hermosa y significativa sobre cómo John afronta la vida más allá del dolor. 

Piaffe

Ann Oren, 2022 | International Competition | ★★★★☆

Locarno FF '22: Premio Jurado Joven


Al comienzo de esta sugerente película, que a pesar de haber pasado por los Festivales de San Sebastián y Sitges tras su estreno en la sección competitiva del Festival de Locarno 2022 permanece inédita en España, se muestran imágenes de un Fotoplastikon, uno de los aparatos precursores del cinematógrafo que fue muy popular a finales del siglo XIX y principios del XX, y que permite una ilusión de movimiento en tres dimensiones. A través de una especie de binoculares, el espectador percibe esta tridimensionalidad que en realidad es un efecto ilusorio (en Varsovia se puede visitar uno de los pocos que existen en el mundo). La mirada a través de estos binoculares es una forma muy inteligente de presentar la historia como una fantasía, y establece la profunda relación que tiene con los orígenes del cine y de los resortes instrumentales que componen la imagen cinematográfica. Solo por este planteamiento, Piaffe (Ann Oren, 2022) es una película que capta nuestra atención, pero su complejidad es mayor. La historia se centra en el trabajo como artista de efectos de sala de Eva (Simone Bucio), que debe sustituir a su hermana Zara (Simon[e] Jaikiriuma Paetau), quien está ingresada debido a un ataque de nervios provocado por ese mismo trabajo. El proyecto que debe terminar es el de un anuncio de una droga llamada Equili, que más tarde descubrirá que tiene efectos secundarios muy graves. El anuncio muestra a una amazona ejecutando con su caballo un difícil ejercicio de doma que se denomina piaffe, pero las imágenes del spot publicitario parecen emular en su carácter repetitivo al experimento fotográfico The horse in motion (Eadweard Muybridge, 1887), que mostraba durante unos segundos una secuencia de fotografías de un caballo galopando.

Hay un contraste continuo en la película entre lo viejo y lo nuevo, que se extiende a las diferentes personalidades de las dos hermanas: Zara, a la que se asigna predominantemente el color rojo, es una persona no-binaria que acaba sufriendo las consecuencias de su trabajo, mientras que Eva, marcada por elementos principalmente azules, acaba sufriendo una transformación a lo largo de la película (física incluso) debido a su gradual identificación con el caballo. Humillada por el responsable del anuncio, quien considera que su trabajo no está a la altura del que hacía su hermana, Eva comienza a obsesionarse y a sentirse cada vez más cerca del animal que juega el papel de sumisión en la doma, pero que en realidad es quien tiene el control de la situación. En su debut como directora, la artista Ann Oren (Israel, 1979), afincada en Alemania, cuestiona estos roles de sumisión y dominación, como en el BDSM, en el que precisamente la sumisión es la herramienta principal del control. La relación que establece Eva (adoptando el color rojo de Zara) con el botánico Novak (Sebastian Rudolph) juega precisamente en el marco de la seducción a través de la reproducción de los helechos, que expulsan gametofitos que contienen tanto óvulos como espermatozoides. Como en el caso de la mayor parte de las plantas, no se puede hablar de la reproducción desde un punto de vista de la distinción entre sexos. 

Piaffe acaba siendo una sutil reflexión sobre el concepto de dominación y los roles sexuales, un tema que también se trataba en el cortometraje Passage (Ann Oren, 2020), una propuesta que anticipa esta historia en la que el protagonista no binario Simon[e] Jaikiriuma Paetau interpretaba a un artista de efectos de sala y su identificación con un caballo de doma. La evolución de Eva se hace física cuando, en uno de los momentos más surrealistas de la película, surge en su cuerpo una cola de caballo, una especie de extensión de su cabello negro, que acabará transformándose en una persona con mayor confianza y orgullo. Esta búsqueda constante de una sonoridad precisa acaba resultando una exploración de la sensualidad, especialmente en sus visitas a un club nocturno de Berlín, com música del artista alemán äbsvd, que de alguna manera también construye ilusiones electrónicas con instrumentos acústicos, como violonchelos, violines, grabaciones de campo y algunos instrumentos de viento como la tuba y el trombón. En una aproximación poco ortodoxa, el artista no utiliza sintetizadores ni sonidos basados en la electrónica. Lo que propone de nuevo una representación de lo que se aparenta frente a lo que realmente es. 

There is a stone

Tatsunari Ôta, 2022 | Discoveries | ★★★☆☆

Jeonju FF '22: Gran Premio del Jurado


He aquí una de esas películas que pueden catalogarse como "cine lento", pero que en su parsimonia narrativa acaba definiendo una mirada particularmente certera sobre las sociedades modernas y sus inquietudes. Definitivamente, hay algunas de estas comunidades occidentales que se parecen cada vez más a Japón (en España ya se estima que ha aumentado la edad de permanencia en casa de los padres hasta los 40 años). Hay un término japonés, Kodomo-beya Ojisan, que se utiliza para referirse a un adulto que sigue viviendo en la casa familiar, y en una encuesta realizada en 2021 por la revista Bengoshi se justificaba sobre todo por razones económicas. Otro término, Hikikomori (aislado), describe al cada vez mayor número de jóvenes japoneses (más de un millón) que no salen de su habitación durante largos períodos de tiempo, incluso durante décadas. Es una patología que en un artículo de la Revista de la Asociación Española de Neuropsicología se describe como el Síndrome del aislamiento social juvenil. There is a stone (Tatsunari Ôta, 2022) no aborda directamente este problema, pero tenerlo presente permite acercarse a la película de una manera mucho más abierta y comprensible. Porque, básicamente, la historia tiene como protagonista a una joven (An Ogawa) que se encuentra en la orilla empedrada de un río con un hombre (Tsuchi Kanô) con el que comparte una tarde paseando sin ningún objetivo concreto. Pero la relación de estos dos personajes de los que no tenemos mucha información (ella afirma que está allí por trabajo) define una especie de idealismo melancólico sobre la llegada a la edad adulta frente a la aparente despreocupación de la niñez. El ritmo lento de la edición de Keiko Okawa sugiere en los movimientos de los dos protagonistas una especie de representación de los cuerpos y sus oscilaciones, que la sitúan más cerca del arte escénico.

Cuando ella se encuentra casi al principio de la película con un grupo de niños que la invitan a participar en su juego, se define una de las referencias principales de la historia hacia este regreso a la diversión sencilla e indiferente. El encuentro casual entre los dos protagonistas acaba desembocando en un recorrido por el margen del río que a veces resulta incluso apático, mientras se separan en algún momento para reencontrarse después. El director no define la naturaleza de la relación entre ambos, pero en el joven se intuye que puede haber cierta atracción por ella, sobre todo cuando trata de robar algunos minutos más antes de que se despida, camino de la estación de tren. En todo caso, la sensación que se desprende sobre el simple placer de compartir una tarde de paseo, algunos juegos o la búsqueda de piedras con una forma determinada, contagia el a veces olvidado deleite de perder el tiempo, sin obligaciones ni responsabilidades. Hay en el último acto de esta película una mayor definición de los dos personajes, cuando él regresa a su casa y ella sigue deambulando por un pequeño pueblo hasta una agencia de viajes en la que carga su móvil y pasa la noche. Inspirada en un viaje realizado junto a un grupo de amigos, según el director Tatsunari Ôta (1989, Japón), There is stone participó en la sección Forum del pasado Festival de Berlín  y consiguió el Gran Premio del Jurado en el Festival Internacional de Jeonju (Corea del Sur). De alguna manera, consigue en su recorrido aparentemente apático una representación del aislamiento de la sociedad moderna a través de un regreso al placer, casi culpable, de pasar el tiempo sin hacer nada. La sonrisa de ella cuando ve a través de la ventanilla del tren al joven en el río define por sí misma la sanación mental que le ha provocado esa tarde ociosa.


Human flowers of flesh se puede ver en Filmin hasta el 24 de agosto.
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Películas mencionadas: 

Drift se puede ver en dafilms.com y Filmin.



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