Nuestra crónica de la programación de DOK.fest se enfoca en esta ocasión en algunas de las películas seleccionadas que abordan retratos entre el pasado y el presente, entre el misterio de una desaparición y la controversia de una proyección política, pero también en torno a la vitalidad de la vejez y la recuperación de una carrera musical.
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Friendly fireKlaus FriedAustria, Alemania 2025 | "Never again" is now? | ★★★★☆DOK.fest '25: Proyección Inaugural |
En su 40 aniversario, el DOK.fest eligió como título de inauguración una película que bucea en la Historia a través de una de las figuras más prominentes de la literatura alemana, pero que también aborda cuestiones políticas que dialogan con la actualidad, y al mismo tiempo supone una búsqueda personal de un hijo que apenas conoció a su padre. Erich Fried (1921, Austria-1988, Alemania) es uno de los poetas en lengua alemana más leídos, del que en España se han publicado sus libros 100 poemas apátridas (1978, Ed. Luces Galibo), Poemas de amor (1979, Ed. Alfar) o su obra más representativa, la colección de poemas románticos Es lo que es (1983, Ed. La Poesía, Señor Hidalgo). Pero también fue una figura controvertida y provocativa a través de sus opiniones políticas en medio de algunas de las etapas más convulsas de la reciente historia de Europa, desde las revoluciones de los años sesenta hasta la Guerra Fría, con especial énfasis en la ocupación de los territorios palestinos por parte de Israel. Nacido en 1921 en una familia judía no practicante en Austria, huyó de los nazis en 1938, después de que su padre muriera por las torturas recibidas de la Gestapo, y se trasladó a Londres donde desarrolló toda su vida posterior y su carrera literaria. Tuvo tres esposas y varios hijos con cada una, la última de ellas la artista británica Catherine Boswell, de cuya relación nacieron los gemelos Tom y Klaus. Ambos visitan la tumba de su padre en el cementerio de Kensal Green, en Londres, al principio de la película Friendly fire (Klaus Fried, 2025), en la que este último lleva a cabo un recorrido por el pasado y el presente conversando con familiares y amigos de su padre, a quien apenas conoció porque era un adolescente cuando falleció, aunque heredó una enfermedad congénita y sus rasgos: "Soy como él, es lo que me dicen sus antiguos compañeros cuando me encuentro con ellos". Pero el documental, magníficamente editado por Julia Albrecht, quien aparece en los créditos como realizadora de la película, no es solo el retrato de un personaje complejo, sino que consigue trasladar la efervescencia política de las décadas de los sesenta y setenta. La primera parte del documental describe la vida de Erich Fried en Londres, marcada por los acontecimientos que experimentó en los años 30: "Su vida es una respuesta al trauma", comentaba Klaus Fried en el coloquio posterior a la proyección. Él mismo recuerda su infancia caótica en una casa que era una continua ebullición de personas que entraban y salían, donde se reunían políticos y artistas de la época: "Todos eran radicalmente izquierdistas", recuerda el filósofo Moshé Machover.
Entre los viajes de Klaus Fried para encontrarse con los que compartieron aquella época con su padre y las imágenes de archivo, muchas personales, Friendly fire se contagia del dinamismo político y artístico de los setenta. Incluso a pesar de que algunos entrevistados, en conversaciones informales que evitan las cabezas parlantes, se muestren reacios a comentar algunas cuestiones que les plantea Klaus Fried, como Astrid Poll, una de las componentes originales de la RAF, con respuestas esquivas como "No voy a entrar en esos rumores" o "No se puede decir eso en televisión". Resuenan los ecos de la organización terrorista palestina Septiembre Negro y el secuestro y asesinato de los deportistas israelíes que acudieron a los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972. Pero también uno de los poemas más criticados de Erich Fried, Höre, Israel (Escucha, Israel), que escribió en 1967 tras un incidente durante la Guerra de los Seis Días en el que se contaba que las tropas israelíes obligaron a prisioneros egipcios a quitarse las botas y huir descalzos a una muerte segura en el desierto, y que fue ampliado en 1974 con otras críticas al sionismo, que suenan actuales: "Cuando éramos perseguidos, yo era uno de vosotros. ¿Cómo seguir siéndolo si vosotros sois ahora los perseguidores? Anhelábais ser como las naciones que os asesinaron. Ahora os habéis vuelto como ellos". Es uno de los poemas que se leen en la película, transitando desde el pasado hasta el presente. Desde finales de los setenta y durante los años ochenta, Klaus Fried afirma que su padre vivió con "la sabiduría y la humanidad que fueron increíblemente valiosos para la actualidad". También el ritmo de Friendly fire, cuyo título representa ese fuego amigo que involuntariamente se dispara contra el propio bando, se tranquiliza en la última parte. Y se alimenta de las aparentes contradicciones de Erich Fried, profundamente en contra del antisemitismo y del sionismo, pero con amistades controvertidas como Michael Kühnen (1955-1991, Alemania), quien lideró en los años ochenta los primeros movimientos neonazis alemanes desde el final de la 2ª Guerra Mundial. El escritor Thomas Wagner, que publicó el libro Der dichter und der neonazi (El poeta y el neonazi) (2021), explica esta amistad diciendo que "la idea de Erich Fried sobre los neonazis era tratarlos como personas, no como enemigos políticos. Su concepto de un mundo mejor era la convivencia con las ideas de los otros". Friendly fire ofrece un retrato poliédrico de una personalidad compleja, pero también una búsqueda personal de un hijo que intenta comprender las contradicciones de su padre, evocando sus poemas más controvertidos para provocar el debate entre los espectadores, lo que termina siendo una manera muy acertada de homenajear a Erich Fried.
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Ein leben in farbe (A life in color)Axel StasnyAustria 2025 | In good company? | ★★★★☆Crossing Europe '25: Mejor Director austríaco |
Eleanor Ambos (1928, Alemania-2020, Nueva York) es uno de esos personajes tan peculiares que en sí mismos tienen un poder de atracción en pantalla, pero al mismo tiempo cuentan con una trayectoria tan sorprendente que son capaces de construir su propia narrativa. Curiosamente, los documentales que se han acercado a su figura se han enfocado en su vejez, sin hacer un recorrido por su vida de una manera cronológica, quizás porque resulta fascinante su vitalidad y su negación del paso del tiempo y el final de la vida. El cortometraje Eleanor Ambos Interiors (Andrew Michael Ellis, 2013) ofrecía un breve boceto sobre su personalidad, en el que cuando se describía a sí misma decía que su ocupación era: "Estar loca". Su infancia transcurrió en la Alemania nazi, dentro de una familia en la que no se hablaba de política, con un padre exigente al que hace referencia sobre todo para describir la forma en que la anuló como persona. En el largometraje documental Ein leben in farbe (Axel Stasny, 2025) Eleanor Ambos describe cómo a los 16 años comenzó a salir con un joven francés: "En mi familia no se hablaba de eso. Cuando mi padre lo descubrió, vino a su estudio, me miró y me escupió en la cara". De padre alemán y madre norteamericana, llegó a Estados Unidos en 1947, pero se sintió fascinada cuando a los treinta años visitó un castillo del siglo XIII en Francia, propiedad del dueño de una granja, lo que influyó en su posterior lema de vida: "Todo el mundo debería vivir en su propio castillo". Comenzó un negocio de restauración de muebles antiguos que después alquilaba, con un diplomático indio como primer cliente hasta que llegó a tener más de sesenta clientes habituales de alto poder adquisitivo. Y en 1980 compró el Metropolitan Building de Manhattan, un edificio en ruinas de cinco plantas que a ella le servía como almacén para todos los muebles antiguos que iba adquiriendo y restaurando. Un artículo del New York Times titulado A chateau of her own (The New York Times, 16/4/2006) describe cómo en 1993 recibió la llamada de un decorador que transformó una planta del edificio para acoger una fiesta privada de cumpleaños: el anfitrión era el actor Bill Cosby y entre los invitados estaban Miles Davis y Lena Horn. El Metropolitan Building se convirtió desde entonces en un espacio que se alquila para fiestas, sesiones de fotografía y rodajes, y en uno de los doce edificios en la ciudad de Nueva York que acabaron formando parte del patrimonio inmobiliario de Eleanor Ambos, unos 50 millones de dólares en bienes raíces.
Ein leben in farbe (A life in color) no recorre la vida de la protagonista, sino que es un retrato más intimista en el que el director Axel Stasny (1985, Austria) estuvo rodando en febrero de 2020 antes del confinamiento a Eleanor Ambos, sin ser consciente de que unos meses después, en abril, ella moriría. Sin familia y con un patrimonio tan importante, sin embargo no hizo testamento: "Me niego a redactar un testamento porque me surge la idea de que al día siguiente de hacerlo voy a colapsar repentinamente", dice al comienzo de la película. Desde el rodaje hasta ahora han pasado cinco años en los que Axel Stasny ha buscado financiación y ha tenido que esperar a la burocracia de las ayudas cinematográficas, pero el resultado es una película que celebra la pasión por vivir de una mujer que estaba continuamente organizando proyectos, a la que escuchamos hablar en alemán, inglés, francés y español con sus colaboradores, y que tenía una relación de amistad cercana al romanticismo con Peter Anastasiou, un joven camarero al que conoció en su restaurante habitual y que ha acompañado al director en la presentación de la película en Múnich. Eleanor Ambos habla de vivir sin atenerse a las reglas establecidas: "La vida consiste en vivirla. No pienses en la muerte, vive". Y en la que todavía permanecía un punto de coquetería, como cuando decide someterse a una pequeña operación estética en el rostro. La intimidad que consigue Axel Stasny le acerca a la protagonista de su película hasta abrir algunas heridas emocionales, que surgen en una noche festiva donde Eleanor toma demasiado alcohol, pero se reproducen al día siguiente cuando está serena: "Mi padre me hizo sentir como si yo fuera un pedazo de mierda. Cómo un hombre podría quererme si no valgo para nada. Eso es lo que mi padre me hizo creer". Centrado sobre todo en Eleanor Ambos, el documental tiene como personajes secundarios a algunos colaboradores importantes en la trayectoria de la diseñadora, como Tom Taylor. Él fue el protagonista de un documental anterior del director, Leaving the nest (2017), en el que contaba su historia como un padre de familia que se había declarado homosexual y se trasladó a Nueva York, donde comenzó a trabajar como diseñador, pero también vivió en la calle debido a las adicciones a las drogas, hasta que conoció a Eleanor Ambos quien acabó acogiéndole como uno de sus principales asistentes. De manera que aquel documental fue también el germen de éste, convirtiendo a Eleanor en protagonista. Tom Taylor desarrolló una exitosa carrera como un diseñador reconocido en el mundo artístico hasta su muerte en 2024.
Esta road movie de investigación comienza en un tono de cine negro subrayado por la música de Max van Dusen (1990, Alemania) y la narración en segunda persona de la directora Anna Maria Beeck: "Eres el hombre más misterioso del que he oido hablar. Estudiante de cámara procedente de Mongolia. Intérprete en la RDA. Diplomático. ¿Y después? Desaparecido sin dejar rastro. Has formado parte de mi familia durante dieciséis años, pero nunca te he conocido". El misterioso Sabat, nombre que adoptó el estudiante Bathorloo Sagdchorlo en Alemania, aparece en los álbumes de fotos de la familia Beeck manteniendo en sus brazos a la madre de la directora, lo que refleja una cercanía especial. En los años sesenta, el abuelo de Anna Maria Beeck fue patrocinador de estudiantes extranjeros que acudían a la Escuela Alemana de Artes Cinematográficas (DEFA), pero la amistad entre Sabat y él fue más personal que la de un profesor y un estudiante, acogiéndolo dentro del entorno familiar: "Tenía una llave de casa y podía ir aunque ninguno de nosotros estuviéramos allí". Años después comprobaron que estaba trabajando como intérprete para la República Democrática Alemana y se le puede ver en noticias de televisión acompañando al que fuera presidente Erich Honecker. Pero desde 1979 dejó de mantener contacto con la familia Beeck y desapareció completamente de su vida, rodeado de un misterio que no se ha abordado hasta la realización de este documental. La directora sigue el rastro del estudiante y diplomático mongol en Sabat (Anna Maria Beeck, 2024), manteniendo una estructura de descubrimientos que conducen a nuevas pistas: la fotografía de un joven que parece tener confianza con Sabat la conducen a John Green (1941, Inglaterra), otro estudiante extranjero que estuvo en la República Democrática Alemana en 1964, en Potsdam-Babelsberg. Después trabajó para la RDA como corresponsal extranjero hasta poco antes de su disolución en 1990; un artículo en un periódico y un listado de espías la conducen hasta Humberto López, otro estudiante cubano que ahora reside en Francia, que había sido soldado revolucionario en Bahía de Cochinos. Ambos realizaron cortometrajes documentales con Sabat, con una cámara Bolex que ha permanecido en la familia, mientras estaban estudiando, pero ninguno de ellos tuvo noticias de él después de aquellos años como estudiantes de cine.
A lo largo de la película sobrevuela una idea que está relacionada con el concepto de desaparición, en una formulación filosófica que impregna la narración de la directora, y en una planificación en la que la imagen y el diseño de sonido adquieren un tono contemplativo y reflexivo. La segunda parte de Sabat se desarrolla en Mongolia, donde finalmente la directora intenta encontrar respuestas sobre la misteriosa desaparición del diplomático, que podría haber sufrido algún tipo de represalia por el Partido Comunista. La reproducción de llamadas telefónicas y la contemplación de la calle a través de la ventana del hotel, que tiene un paralelismo con el comienzo de la película, recuperan la textura de la investigación, pero esta vez con una cadencia más inquietante. Y los descubrimientos que realiza Anna Maria Beeck, que aparece en todo momento en las imágenes llevando el peso del protagonismo, la introducen en una historia de represión y control por parte del Partido del Pueblo de Mongolia (PPM), que estaba adscrito a la red de satélites políticos del Partido Comunista soviético y utilizaba parecidas tácticas de opresión, con la sombra alargada de Leonid Brézhnev. La Asociación de Represaliados Políticos de Mongolia ofrece una cobertura de información, aunque no está claro que Sabat fuera realmente una víctima de la represión. Una reconocida bioquímica denunció la falta de medicinas y fue represaliada y apartada de su trabajo, acusada de colaborar con Occidente, pero la búsqueda de información sobre algunos represaliados es complicada debido a la falta de colaboración de las autoridades rusas en el acceso a documentación oficial de la época. La era comunista se ha convertido en Mongolia en un trauma permanente, desde la represión estalinista de 1937 hasta los veinte años de gobierno del primer ministro Yumjaagiyn Tsedenbal, quien recurrió a purgas políticas para permanecer en el poder. Sabat comienza como una investigación en torno a un estudiante cercano a la familia Beeck para ir derivando hacia una descripción de las represalias políticas comunistas, incluso entre sus propios miembros, en un recorrido sorprendente que refleja también la resiliencia y la capacidad para reconstruir una vida. Quedan respuestas sin resolver en torno a Sabat y su memoria se pierde entre las miles de tumbas que se esparcen por la ladera de Ikh Naran: "En cierto modo, prefiero las preguntas a las respuestas", dice Anna Maria Beeck al final de un recorrido que se inicia alrededor de la desaparición de un hombre misterioso y termina encontrando la esperanza de un renacimiento en el que el espíritu sigue afectando a la existencia de los vivos.
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1-800-on-Her-OwnDana FlorEstados Unidos 2024 | The sound of music | ★★☆☆☆Tribeca Festival '24: Spotlight+ |
El decepcionante documental dedicado a una personalidad tan relevante como Ani DiFranco (1970, Nueva York) no tiene éxito en ofrecer una mirada intimista sobre la madurez de una artista que parece haber perdido su resonancia pública, y el camino que recorre hasta recuperarla con la publicación del álbum Revolutionary love (2021, Babe Records), con el que volvió a captar la atención de la crítica. De hecho el último álbum publicado por DiFranco, Unprecedent sh!t (2024, Baby Records) es mucho más interesante si lo analizamos desde la perspectiva de las confesiones personales que realiza la cantante, refiriéndose al sentimiento de culpa por haber aprovechado el confinamiento para detener su carrera musical: "Estaba tan profundamente complacida de pausar esta vida / que creo que gafé al mundo y provoqué este conflicto", dice irónicamente en la canción "Virus". Resulta curioso que todavía provoque resonancia la "salida del armario" de cantantes como Billie Ellish declarándose bisexual y reflejándolo en su último disco Hit me hard and soft (2024, Darkroom/Interscope Records), o que se celebre la independencia y el control de su carrera por parte de Taylor Swift, porque de alguna manera Ani DiFranco ya había iniciado ese camino cuando comenzó su trabajo en el mundo de la música, en la bisexualidad declarada que provocaba preguntas curiosas de los presentadores, y en su faceta como empresaria cuando fundó la discográfica Righteous Babe Records en 1989, con tan solo 18 años, que sigue siendo la que publica sus discos. En una entrevista que recupera el documental, Ani DiFranco hacía declaraciones que podrían ser actuales: "El mundo de la música es aterrador, deshumanizante, degradante, explotador y de capitalismo homogéneo. Se apropia de todo lo bueno y fuerte, y lo explota hasta destruirlo". Pero 1-800-on-Her-Own (Dana Flor, 2024), que toma su título del antiguo número de teléfono de la discográfica fundada por la cantante folk, está más interesado en mostrar la etapa de estancamiento en la que se siente inmersa Ani DiFranco y su intento por recuperar el impulso musical tratando de hacer algo que ella misma confiesa no haber hecho nunca: escribir canciones en colaboración con otros músicos. Hay un intento frustrado de producción de su nuevo disco con Justin Vernon, el vocalista de Bon Iver, y bajo la producción de Brad Cook, pero éste no parece convencido de cómo está funcionando la colaboración y decide abandonar el proyecto musical.
Se siente como otro de los fracasos recientes de Ani DiFranco, esos obstáculos que debe superar profesionalmente mientras en la parte personal al menos consigue arrepentirse de los errores cometidos como madre, esposa y empresaria. Dana Flor, que dirigió el notable documental sobre una comunidad LGBT de jóvenes africanos titulada Check it (Con uñas y dientes) (Dana Flor, Toby Oppenheimer, 2016), incluye paralelismos entre el pasado y el presente para reflejar la transformación de la sociedad y de la propia artista. Declarando que no estaba interesada en el dinero, Ani DiFranco se topó como empresaria con el choque que supusieron las descargas ilegales de música a través de internet en los años 90, lo que provocó una grave crisis en su negocio. Pero al margen de los vaivenes de su empresa discográfica, 1-800-on-Her-Own no bucea demasiado en el recorrido musical y vital de la cantante, y ni siquiera profundiza en algunos temas que surgen en las conversaciones actuales con ella: menciona una violación, abusos y abortos, pero sin que se desarrollen ninguna de esas referencias que sin duda han ido moldeando la personalidad de Ani DiFranco a lo largo de los años, entre ellas las inseguridades que muestra a sus cincuenta años. Se transmite la sensación de que es un documental vacío a través del cual no llegamos a conocer a su protagonista en casi nada más que en sus esfuerzos por recuperar su carrera. El documental plantea dudas sobre la relación entre Ani DiFranco y su manager Scot Fisher, con el que fundó su discográfica, y sugiere que, al margen de las declaraciones públicas, ella nunca tuvo una total independencia en su propia empresa y a veces fue manipulada por la gestión de Fisher, pero se describe en un fragmento tan breve que apenas se le da relevancia. Ani DiFranco vive actualmente en New Orleans con su marido Mike Napolitano, sus hijas Petah y Dante y su perro Poncho, y el año pasado debutó en Broadway interpretando a Perséfone en la obra musical Hadestown (2016), ganadora del premio Tony al Mejor Musical en 2019. Pero lamentablemente, después de ver 1-800-on-Her-Own no tenemos la sensación de conocerla mejor.
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