18 mayo, 2025

DOK.fest 2025 - Parte 3: Enfrentarse al pasado

Regresamos al DOK.fest antes de irnos al Festival de Cannes para seguir repasando su programación, en la última jornada presencial del festival, que sin embargo se extiende durante toda la próxima semana en su formato online. Los documentales de los que hablamos a continuación hacen referencia al pasado pero como una carga que a veces resulta difícil de soportar. Abordamos temas como la herencia envenenada de una familia con conexiones con el nazismo, pero también la herencia no deseada de las generaciones precedentes, del pasado extremista que se cierne como una sombra que impide afrontar el presente y de un pasado que regresa para romper con las esperanzas de futuro para las mujeres afganas.

Wir Erben (We, the inheritors)

Simon Baumann

Suiza 2024 | Family affairs | 

Locarno '24: Gran Prix - Semana de la Crítica

DOK.fest '25: Premio Viktoria Mejor Documental Alemán


Una herencia no deseada es la que podrían recibir los hijos de un matrimonio de ex-políticos ecologistas suizos que decidieron usar todos sus ahorros hace años para comprar una granja en Francia, y dedicarse a poner en práctica la agricultura orgánica que reclamaban en los debates televisivos en los que participaban. Stephanie (73 años) y Ruedi Baumann (77 años) se hicieron muy populares en los años ochenta y noventa, y ambos ocuparon puestos en el Consejo Nacional en las legislaturas de 1995 y 1999. Pero a su edad sienten la necesidad de prepararse para los acontecimientos que puedan llegar en los próximos años, como la enfermedad o la ausencia, y comienzan a plantearse traspasar el terreno de 70 hectáreas que poseen en la comuna de Traversères. Pero su hijo Kilian, que también se dedica a la política ecológica y a la agricultura, ya heredó la granja que poseían sus padres en Suiza cuando éstos se marcharon a Francia y no tiene intención de abandonarla. Mientras que para Simon la historia familiar relacionada con la agricultura no tiene mucho interés: "Nuestros padres fueron pioneros ecologistas y nosotros les seguimos, a veces en contra de nuestra voluntad", afirma en una de las narraciones de la película. El amable debate entre los miembros de su familia sobre el futuro de una herencia que nadie quiere se ha convertido en la película Wir erben (Simon Baumann, 2024), que recibió el año pasado el Gran Premio en la Semana de la Crítica del Festival de Locarno. En cierta manera, se puede establecer una conexión con su anterior película, Zum Beispiel Suberg (2013), en la que exploraba su vida dentro del entorno familiar en la pequeña localidad suiza de Suberg. Pero el relato tiene un trasfondo político que conecta con el rechazo en 2020 en Suiza a la iniciativa popular "Empresas responsables" que proponía ampliar la obligación de las empresas a desarrollar un plan de supervisión para prevenir violaciones graves de los derechos humanos y medioambientales, en línea con la denominada Loi de Vigilance que se aprobó en Francia en 2017. Hay también una implicación democrática en las posturas que adoptan los miembros de la familia, reunidos en torno a una mesa para decidir los pros y los contras de las alternativas: Stephanie y Simon se sienten menos apegados a la tierra y piensan que la mejor solución es vender la granja o donarla, mientras que para Ruedi y Kilian esta posesión debería permanecer en manos de la familia, aunque nadie por el momento se haga cargo de ella. La herencia no son solo los bienes materiales y el terreno fértil, sino también un traspaso de la filosofía de vida que han practicado siempre. 

A través de la situación particular de la propiedad familiar que ninguno de los hijos se siente preparado para gestionar, o simplemente no desea asumir esa responsabilidad, Wir erben aborda temas más amplios en torno a esa generación que logró determinados privilegios que se han convertido en cargas existenciales para sus herederos. Stephanie y Ruide pertenecen a un entorno burgués al que renunciaron para casarse de forma clandestina en 1974, e iniciar una trayectoria política relacionada con los partidos ecologistas. En el documental comentado antes el peso del pasado era mucho más insoportable, pero también había una razón más práctica para rechazar la herencia sugerida: no poder permitirse mantener las posesiones. En este caso, Simon comenta con su padre que disponer de esos terrenos de suelo fértil no contaminado por los pesticidas es un privilegio que, sin embargo, solo se puede permitir quien decida dedicarse a vivir y trabajar el campo, como hicieron sus padres al retirarse de la política hace 25 años. Con un estilo de cinema verité trasladado al retrato de su propia familia, Simon Baumann también se sitúa en todo momento fuera de campo, excepto en alguna entrevista a su madre Stephanie en la que se refleja en un espejo mientras graba, pero no como un observador que se mantenga al margen, sino interviniendo en las conversaciones y preguntas entre él y sus padres, o con su hermano, ofreciendo su opinión desde detrás de la cámara en las reuniones familiares que abordan las diferentes opciones. Wir erben también aborda las herencias ideológicas y sociales que se han transmitido entre generaciones: "Hemos heredado el sueño de tener una casa propia, la injusticia, no hablar de dinero, no contarle a nadie que lo estás pasando mal. Hemos heredado las montañas de papeles, las colecciones de diapositivas, las mujeres cansadas, las espaldas rotas, la Unión Europea". Las generaciones posteriores se enfrentan a las herencias no demandadas. 

It happened on our ground

Avner Faingulernt

Canadá, Alemania, Israel 2024 | "Never again" is now? | 

DocAviv '24: Mejor Documental Israelí


En las películas documentales de Avner Faingulernt (1961, Israel) hay una especial atención a los paisajes y el entorno, como en la curiosa War matador (Avner Faingulernt, Macabit Abramson, 2011), en la que establece un paralelismo entre la frontera de Gaza y una corrida de toros para construir un ensayo surrealista sobre la guerra y el turismo que atrae, mientras que en el díptico titulado genéricamente In the desert (2018) retrata la vida cotidiana de dos pastores que viven en el Valle de Hebrón, uno judío y otro palestino. Su última película, It happened on our ground (Avner Faingulernt, 2024) también se alimenta del paisaje en los alrededores de una mansión situada en Kleinglattbach, un distrito de Vaihingen an der Enz, donde ha regresado hace muchos años Wendelgard von Staden (1925, Alemania), sobrina de Konstantin von Neurath, que fue el primer Ministro de Exteriores de Adolf Hitler. Autora de un libro que describe su experiencia dentro de una familia alemana de alto poder adquisitivo en la Alemania nazi, los testimonios históricos reflejan que las SS confiscaron parte de las tierras de la familia para construir el campo de concentración de Wiesengrund, y por tanto la casa familiar se convirtió en un espacio adyacente a la prisión en la que permanecían recluidos muchos detenidos judíos. Los esfuerzos de la madre de Wendelgard (Wendy) y de ella misma por ayudarles han sido documentados por numerosas entrevistas con supervivientes del campo de concentración, a los que ofrecían al menos trabajos no demasiado duros y comida. El horror del nazismo vivido desde esa perspectiva y la participación activa de un familiar como ministro de Hitler ha sido un trauma que ha permanecido a lo largo de varias generaciones, y que se refleja en la tensa relación que mantiene Wendy con su hija Inga, y la distancia de su nieta Gina. Las tres se enfrentan al pasado familiar de maneras diferentes: Wendy volvió a vivir en la mansión, donde atesora numerosa documentación sobre su tío y su familia, con la intención de preservar la memoria. A sus 99 años, está preparando otro libro después de publicar Darkness over the Valley (1978), un retrato de sus años vividos junto a su madre junto al campo de concentración. 

Pero los recuerdos ejercen otro efecto diferente en Inga von Staden, la hija de Wendy, para quien la memoria es un elemento doloroso que prefiere mantener al margen de su vida. Nunca ha querido vivir en esa mansión porque el pasado de esas tierras ejerce una presión psicológica que la conduce a la depresión y, en un sentido más pragmático, porque no tiene recursos económicos para mantener la casa en funcionamiento, como se empeña en hacer su madre. La relación entre ambas es tan complicada que la comunicación verbal es escasa, y en algunos momentos acaba en fuertes discusiones y en reproches. Para Wendy es vital dejar la herencia de la memoria en la penúltima generación de la familia, pero para Inga se trata de un legado envenenado que no quiere recibir. Ella ha vivido durante cuatro años en Israel (habla hebreo con fluidez) y ha querido alejarse de los recuerdos de una familia igualmente conectada con el nazismo que enfrentada a él. Hay una atmósfera de decadencia en el entorno, que por otro lado es hermoso, que recuerda a la relación entre la madre y la hija del documental Grey gardens (Ellen Hovde, Albert Maysles, David Maysles, Muffie Meyer, 1975), del que el director israelí no oculta su influencia. Mientras tanto, Gina es la nieta de Wendy y asiste a los enfrentamientos entre su madre y su abuela como una testigo externa. Para ella, se trata de "la historia de Wendy", pero de alguna manera el pasado familiar también ha tenido algunas repercusiones en su propia vida, cuando le han recordado el pasado nazi de su tío-abuelo. Inga hace referencia a un estudio que llegó a la concusión de que "el trauma de los hijos de las víctimas es similar al de los hijos de los perpetradores". A través de un tratamiento sencillo, de un ritmo contemplativo y de una mirada comprensiva hacia las dos protagonistas, It happened on our ground es un documental extraordinario, que esconde bajo su simplicidad numerosas capas de reflexión sobre la permanencia de la memoria, las cicatrices de un recuerdo familiar relacionado con el holocausto y la dificultad de romper con las sombras del pasado. 

El director rehuye del tratamiento de "mosca en la pared" para abordar una historia que se ha ido construyendo a lo largo de cuatro años a partir de la confianza que ha establecido especialmente con Wendy. Ella lee algunos fragmentos de su libro, mientras Avner Faingulernt interviene a veces para hacerle algunas preguntas o aclarar dudas personales sobre cómo se sintió mientras vivía como una adolescente en la casa de sus padres. Después de la liberación del campo de concentración por las tropas francesas, su madre fue detenida y encarcelada, pero el testimonio de un antiguo prisionero polaco llamado Kuba fue decisivo para su liberación. Wendy llegó a mantener una relación sentimental con él y estuvo a punto de marcharse a Estados Unidos. Para Inga, de la misma forma que su madre acabó rompiendo una relación suya durante los años en que vivió en Israel ("cuando mi madre nos visitó, el sueño se rompió"), la posible intervención de la madre de Wendy pudo ser la causa de que se rompiera su relación con Kuba. Cuando el director le menciona la contradicción de que su madre contratara a un abogado judío para que defendiera a su tío cuando fue juzgado como oficial nazi, Wendy lo justifica afirmando que en realidad era un hombre bueno y que no cometió ningún crimen. Una discusión a corazón abierto entre Inga y Wendy muestra el grado de intimidad que ha conseguido el director, lo que establece la imposible conciliación entre lo que desearía la madre y lo que quiere la hija. En los alrededores de una casa rodeada de paisajes verdes en primavera y nevados en invierno, las tumbas anónimas de muchos de los prisioneros del campo de concentración forman una hilera de recuerdos imborrables. It happened on our ground es quizás la película más alejada de las anteriores del director, pero también establece una conexión a través del retrato de las personas en un entorno que les influye, cuyos estados de ánimo se imbrican con el cambio del clima y la permanencia del recuerdo. Es una película hermosa y dolorosa al mismo tiempo, una incursión en el trauma familiar y en la supervivencia de las sombras del recuerdo. 

Im Osten was neues (Changing sides)

Loraine Blumenthal

Alemania 2025 | "Never again" is now? | 


Posiblemente uno de los momentos más difíciles que tiene que experimentar Thomas “Eichi” Eichstätt, que trabaja como entrenador voluntario en un pequeño club de fútbol que sirve para la integración de los inmigrantes, es cuando se dirige a ellos para explicarles que hace veinte años ni siquiera hubiera podido estar en la misma habitación con los componentes del equipo. Su pasado extremista es una carga permanente que sin embargo asume con resignación, sabiendo que muchos en la pequeña localidad alemana de Torgelow, de poco menos de 10.000 habitantes, siguen mirando con escepticismo esa conversión damascena que ha experimentado. Ese cambio repentino en las creencias cuya etimología tiene su origen en la conversión de San Pablo al cristianismo en la ciudad de Damasco, que fue representada por Caravaggio mostrando al soldado Saulo, que perseguía a los cristianos, caído en el suelo tras ser derribado por una luz divina. El pasado de Eichi está relacionado con el alcohol y con la participación en movimientos de extrema derecha en Alemania del Este, acosando a grupos de inmigrantes o insultándoles por las calles. No hay una explicación clara de cuál fue la razón por la que decidió cambiar radicalmente, pero su dedicación a una actividad que está enfocada a la integración parece una forma de devolver el daño causado en forma de solidaridad. Cuando visita a una pareja de amigos de su época extremista, que de alguna manera también han encontrado una forma de reconciliación, ellos se sorprenden por su trabajo como entrenador junto a jóvenes árabes o de raza negra. En cierto sentido, Thomas Eichstätt ha ido un poco más allá de lo que lo han hecho otros que han pagado el precio de sus actos violentos con la cárcel (él nunca fue detenido). El conmovedor documental Im osten was neuses (Loraine Blumenthal, 2025) habla de las segundas oportunidades, pero también de lo difícil que resulta encontrarlas, a pesar de reintegrarse plenamente en la sociedad. En una localidad deprimida económicamente como Torgelow, Thomas no consigue siquiera que le concedan un sueldo mínimo después de años de voluntariado, y ser contratado por una administración pública teniendo en cuenta su pasado es prácticamente imposible. 

La cámara de la directora Loraine Blumenthal (1983, Alemania) también acompaña a dos de los jugadores del equipo: el checheno Asad Matsagov es un joven que está intentando conseguir un trabajo en prácticas, pero que tiene problemas de absentismo, tanto en los estudios como en el equipo de fútbol; Thomas Bundu proviene de Sierra Leona y trata de integrarse dentro de una sociedad más individualista, enfrentado a la dificultad de regularizar su estancia en Alemania porque ni siquiera ha podido conseguir un pasaporte, con el miedo que provocan las informaciones sobre deportaciones cada vez más habituales en su entorno. Alemania ha ido endureciendo en los últimos años su política migratoria y hace unos días el nuevo Ministro del Interior, Alexander Dobrindt, anunció el rechazo en las fronteras de las personas que solicitan asilo en Alemania, una medida dudosamente legal porque afecta a terceros países europeos que tienen frontera con Alemania, como Polonia y Suiza. Para Asad y Thomas, Torgelow es solo una ciudad de paso, pero la burocracia en la gestión de sus documentos les acaba atrapando en una interminable espera que les impide continuar su proceso de integración. Im osten was neues tiene una textura algo televisiva, con una estructura narrativa sencilla, muchos planos de los protagonistas mirando al horizonte, que reflejan la falta de actividad en la pequeña localidad alemana, y un cierto tono melancólico que muestra cierto paralelismo entre las dificultades económicas de un alemán como Thomas Eichstätt y las que tienen los jóvenes inmigrantes, atrapados todos ellos en unas perspectivas de futuro difíciles. El club de fútbol FC Pio se convierte en un refugio, una especie de familia escogida en la que también hay matices de racismo, como cuando un grupo de jóvenes ucranianos tienen problemas para jugar con Thomas. Las miradas de los tres protagonistas reflejan las dificultades de la integración desde perspectivas diferentes, pero también la solidaridad como un camino necesario. "Nunca quise ser un outsider. ¿Qué podía aportarme? Nada", dice Thomas Eichstätt. También se enfrenta regularmente a otro de los momentos más difíciles: la ausencia repentina de los jóvenes cuyas vidas les han obligado a marcharse de Torgelow.

Writing Hawa

Najiba Noori, Rasul Noori

Afganistán, Francia, Países Bajos, Qatar 2024 | Filmmaking in exile | 

IDFA '24: Competición Internacional

DOK.fest '25: Premio del Público


Desde que comienza en un avión que aterriza en Francia, la historia contada por la directora Najiba Noori (1995, Irán) describe la necesidad de huir de Afganistán cuando los talibanes regresaron al país tras la retirada de las tropas internacionales, en un acuerdo firmado durante la primera administración de Donald Trump que dejaba a los afganos completamente entregados al régimen represivo. La directora ha colaborado con organizaciones internacionales desde que tenía 15 años, realizando reportajes fotográficos para agencias como AFP y UN Women, de manera que en su documental se aprecia un dominio de la narrativa cinematográfica. Pero el anuncio del acuerdo con los talibanes llegó en el momento en que estaba grabando imágenes de su madre Hawa para una película sobre ella. "Ayer estaba sentada en mi oficina. Nunca imaginé que iba a estar aterrizando aquí esta mañana", dice la directora con un tono de voz demasiado lánguido que mantiene a lo largo de sus intervenciones. Obligada a casarse con 13 años con un hombre que le triplicaba la edad y al que ahora tiene que cuidar en su vejez por su estado de demencia, Hawa se fue alejando progresivamente de su habitual papel de madre y esposa para interesarse por aprender a leer y escribir, ayudada por sus hijos. Writing Hawa (Najiba Nooi, 2024) está rodada principalmente en el interior de la casa familiar en Kabul, donde la televisión ofrece las noticias del exterior que acaban afectando a la vida de sus miembros, especialmente a las mujeres para las que se rompen definitivamente las pocas posibilidades de encontrar una salida más allá del entorno familiar. Hay algunos problemas de ritmo cuando se trasladan las conversaciones familiares, o cuando Najiba Noori hace preguntas a su madre para que cuente su experiencia personal. Porque aunque ella se describe a sí misma como la mejor amiga de su madre, Hawa no es demasiado expresiva y la intimidad que se supone que existe entre ellas no termina de transmitirse del todo a la pantalla. 

Aunque Writing Hawa expone con claridad cómo el acuerdo para el regreso de los talibanes es percibido como una traición de la comunidad internacional, y especialmente de Estados Unidos, para los afganos que se enfrentan a un retroceso social y vital, también refleja que la situación previa seguía siendo opresiva para las mujeres, sobre todo cuando reciben en su casa a Zahra, una nieta de Hawa, que también ha sido obligada a casarse pero ha huido de la casa de sus padres. Pero la película no genera demasiadas reflexiones, sino que se limita a observar cómo se desvanecen los sueños de Hawa de abrir una pequeña tienda de prendas bordadas en su lugar de origen, la ciudad de Bamiyán, para lo que necesita aprender a leer y escribir. Writing Hawa se presenta así como una historia de resiliencia femenina frente a un sistema patriarcal. Cuando Najiba Noori debe abandonar su casa para impedir que los talibanes la obliguen a casarse, deja las imágenes grabadas en su hogar y la cámara a miembros de su familia para que sigan grabando (su hermano Rasul aparece como co-director), pero uno de ellos es detenido por los talibanes cuando estaba grabando en la calle y recibe una paliza. Aunque tiene problemas de ritmo, Writing Hawa es una historia de emancipación y de sueños rotos, pero de esperanza al fin y al cabo, que señala en los créditos finales que Afganistán es el único país del mundo que impide a las mujeres acceder a los estudios. Pero por otro lado resulta contradictorio que precisamente una película que realiza esta denuncia esté cofinanciada por Qatar, un país en el que las mujeres tienen derecho a estudiar, pero siguen sometidas a la ley de tutela masculina que les impide realizar cualquier actividad sin el permiso de los miembros masculinos de su familia. Parte de la efectividad de la película, que ha recibido el Premio del Público en DOK.fest, radica en la hermosa partitura del compositor Afshin Azizi, grabada en los estudios Aafraa Studio, en España, con instrumentos autóctonos como el sitar y el rebab, que proporcionan una atmósfera melancólica pero al mismo tiempo envolvente a la historia. 


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