04 octubre, 2021

Las series más destacadas de 2021: Septiembre

Septiembre ha sido el mes de la recuperación del ritmo habitual en los estrenos de series tras un verano que en España se ralentiza, aunque en otros mercados continúa ofreciendo interesantes propuestas, como pudimos comprobar en nuestra anterior crónica de las mejores series del mes. Pero también ha sido el de las decepciones en el regreso de producciones esperadas. Es el caso de la segunda temporada de Ted Lasso (Apple tv+, 2020), al mismo tiempo que conseguía siete premios Emmy, pero que parece haber agotado su mirada original al universo deportivo como reflejo de las relaciones humanas para convertirse en una especie de Modern love (Prime Video, 2019-) centrado en historias de parejitas sin demasiado interés. Mantiene su sentido del humor sarcástico y la simpatía de sus personajes, pero se decanta por la comedia romántico-ñoña, excepto en los dos episodios que se salen de la trama principal: el anacrónico espíritu navideño de Carol of the bells (T2E4) y el surrealismo repleto de referencias cinéfilas de Beard after hours (T2E9). También ha resultado decepcionante la tercera temporada de Sex education (Netflix, 2019), que directamente abraza el subgénero de la comedia romántica para adolescentes aportando poco en un desarrollo de personajes que resulta tópico (Adam y su nueva "sensibilidad") y deja en segundo plano a los protagonistas, alargando el juego de seducción hasta la extenuación. Filmin ha estrenado este mes la sexta temporada de Inside Nº 9 (Filmin, 2014-) que ya comentamos en nuestra crónica de Mayo-Junio.

No han funcionado del todo bien las incursiones de algunos actores y actrices en la creación de series, como Julie Delpy, que estrenaba su particular Al borde (Netflix, 2021-), escrita, dirigida y protagonizada por ella, que se acerca a un grupo de amigas que en cierto modo continúan manteniendo un importante grado de dependencia de los hombres, a pesar de su éxito profesional. Pero la serie funciona solo a veces, y su desarrollo se estanca en subtramas que no son demasiado interesantes. Joseph Gordon-Levitt también estrenó su proyecto personal Mr. Corman (Apple tv+, 2021-), definido por un personaje que se encuentra en la encrucijada de una vida como profesor con la que no se siente realizado. Y aunque también tiene algunos momentos de cierto surrealismo que la diferencian de otras series, destacando los últimos episodios en los que está presente la pandemia, no consigue definirse del todo, demasiado influido por las narrativas de Michel Gondry o Andy Kaufman. El hecho de que Apple tv+ haya decidido no renovar una serie que al menos intenta ser diferente resulta bastante significativo.

Los siguientes comentarios se basan exclusivamente en el visionado de las temporadas completas y pueden contener información relevante sobre sus argumentos.

#Luimelia (Temp. 4)
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Atresplayer, 25 de julio-12 de septiembre
Creada por Diana Rojo, Borja González Santaolalla
Dirigida por Borja González Santaolalla, Daniel Romero

La serie de ATRESplayer llega a su cuarta temporada en tan solo dos años, pero ahora dando paso hacia un formato diferente, lo que perjudica a veces su frescura y su inmediatez, pero también permite desarrollar más los personajes. La serie creada por Borja González Santaolalla y Diana Rojas surgió como una propuesta de pocos episodios de diez minutos de duración, pero en esta ocasión adquiere una estructura más tradicional, compuesta por ocho episodios de 45 minutos. Se trata por tanto de una evolución que les ha llevado desde una especie de webserie aunque producida para una plataforma importante, hasta reivindicarse como una dramedia que necesita espacio y tiempo para poder plantear temáticas más profundas. 

La cuestión es si realmente #Luimelia necesita evolucionar hacia una serie más convencional en su formato, y ciertamente la historia de amor entre Luisita (Paula Usero) y Amelia (Carol Rovira) camina hacia una consolidación que de alguna forma sigue el camino paralelo a la propia serie. Desde el principio, en La teoría del caos (T4E1) la ruptura con lo que habíamos visto se plantea de forma clara, eliminando cierto carácter de experimentación y de juego con las formas de plantear las historias que les permitía un formato más libre narrativa y visualmente. Hay una divertida referencia a la ruptura de la cuarta pared que habíamos visto hasta ahora, en la que los personajes hablaban a cámara, dando paso a una propuesta más tendente a la tercera persona, aunque sin perder el juego de las referencias visuales y culturales. 

El cambio de formato también permite desarrollar las historias acercándose a un género que introduce dentro de la comedia un toque de drama, y ampliar el arco de personajes. Lo interesante de la propuesta es que las dos protagonistas son el eje central sobre el que se desarrollan casi todas las subtramas, aunque algunos personajes habituales como Nacho (Jonás Beramí) finalmente no se enriquecen demasiado con este cambio. Es más interesante la incorporación de personajes nuevos como la familia de Amelia, con su padre Tomás (Joaquín Climent), su madre Devi (Ana Labordeta) y su hermano Fran (Francesco Carril); la historia de desamor de Laia (Claudia Traisac); o la incorporación de José Antonio (Javier Botet), que protagoniza algunos de los momentos más divertidos de la temporada.  

#Luimelia 4 pierde algo de frescura en este traspaso al formato de una serie más convencional, pero gana en desarrollo de tramas que pueden tener un arco narrativo más amplio a lo largo de los episodios. Hay menos juego y más drama, lo cual es a la vez positivo y negativo, pero consigue mantener el interés gracias a unos guiones ingeniosos que siguen haciendo muy atractivas a las protagonistas y su historia de amor, sus conflictos como pareja y sus crisis económicas. Y mantiene la virtud de que los personajes se sienten reales, aunque visualmente se introduzcan elementos que distorsionan esta realidad, como las referencias al pasado en Asteroide Z (T4E6), o la mirada irónica a los resortes de la ficción en la actualidad que podemos ver en Multiverso (T4E8). Pero eso es lo que alimenta una serie que consigue llegar a la madurez con las ideas muy claras.

Nine perfect strangers
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Prime Video, 18 de agosto-22 de septiembre
Creada por John-Henry Butterworth, David E. Kelley
Dirigida por Jonathan Levine

Antes de su estreno se estableció una comparación entre Nine perfect strangers (Prime Video, 2021-) con The white lotus (HBO, 2021-), por el hecho de estar protagonizadas ambas por personajes de poder adquisitivo "encerrados" en un espacio común. Pero, una vez vistas las dos series, lo cierto es que solo esta premisa inicial tiene algún parecido, porque son totalmente diferentes en concepto y desarrollo. Basada en la novela de Liane Moriarty Nueve perfectos desconocidos (2018, Ed. Suma), escritora australiana de la que David E. Kelley ya adaptó su serie Big little lies (HBO, 2017-2019), hay algunas constantes temáticas en ambas. Suelen ser historias que tienen a personajes de clase media-alta como protagonistas, ambientadas en su país natal. De hecho, la historia original tiene lugar en un balneario real de Australia, aunque en la serie se ambienta en California. El retrato de estos nueve personajes es un reflejo en cierta manera de los temores de la sociedad actual, las relaciones personales, las inseguridades, el éxito, la familia... Tranquilium House se convierte en un microuniverso en el que los nueve protagonistas se someten a una cura de desintoxicación psicológica, pero que deriva hacia una situación cada vez más caótica. 

Da la impresión en los primeros episodios que hay una dosificación demasiado lenta de la información, pero esto es solo al principio, hasta que las historias de los personajes se cruzan y comienzan a producirse interacciones que no tienen que ser necesariamente positivas. El misterio del pasado de la chamán Masha Dmitrichenko (Nicole Kidman) contribuye a introducir elementos de tensión, que van derivando hacia cualquier cosa menos la rehabilitación de sus pacientes. Esta presión ambiental se va construyendo poco a poco, pero de alguna manera podemos decir que evoluciona con eficacia, especialmente debido a un buen trabajo de dirección de Jonathan Levine, que hasta el momento había dirigido comedias insustanciales protagonizadas por Seth Rogen como Los tres reyes malos (Jonathan Levine, 2015) o Casi imposible (Jonathan Levine, 2019), aunque quizás su mejor película sea Memorias de un zombie adolescente (Jonathan Levine, 2013). 

Hay una cierta irregularidad en el retrato de los personajes, desde los más interesantes como la familia Marconi, formada por el matrimonio de Napoleon (Michael Shannon) y Heather (Asher Keddie) y su hija Zoe (Grace Van Patten), que han vivido una tragedia en el pasado, o la escritora de novelas románticas Frances Welty (Melissa McCarthy), que sin embargo no encuentra en su propia vida una auténtica historia de amor. Muy compleja es la interpretación de Regina Hall como Carmel Schneider, una mujer despechada con ataques de violencia incontrolada, o incluso el periodista Lars Lee (Luke Evans), que sirve como nexo de unión entre algunos de los protagonistas, pero sobre todo como principal antagonista de Masha. Pero parecen menos desarrollados otros personajes como Ben (Melvin Gregg) y Jessica (Samara Weaving, que está espléndida en los primeros episodios pero no puede desarrollar un personaje que no tiene demasiada sustancia). 

Algunos lectores acusaban a la última novela de Liane Moriarty de ser demasiado estrambótica conforme se acercaba al final. Y ciertamente la serie sigue fielmente la dinámica de la historia original, de forma que la tensión se acrecienta en el espléndido episodio Wheels on the bus (T1E7) en el que todo, como las ruedas del autobús, comienza a desmoronarse, y en el alucinatorio episodio final Ever after (T1E9), que tiene en su propio título "Por siempre jamás", una clara referencia a la distorsión de la realidad. Nine perfect strangers es una de las series más adictivas de las que hemos visto este año, y consigue elaborar una reflexión interesante sobre la sociedad actual, preocupada por sus propias problemáticas, asfixiada por su propio carácter neurótico, incapaz de adaptarse a un estilo de vida que ella misma ha moldeado. 

Nueva York, epicentro del 11-S y de una pandemia
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HBO España, 22 de agosto-12 de septiembre
Dirigida por Spike Lee

Después de la operística serie documental sobre Nueva Orleans When the levees broke: A Requiem in four acts (HBO, 2006-2007), Spike Lee realiza una nueva obra maestra con NYC Epicenters 9/11→20211/2 (HBO, 2021), uno de esos monumentales documentos que retrata en este caso la ciudad de Nueva York como centro neurálgico de dos de las grandes tragedias del siglo XXI: el 11-S y el Covid-19. La serie está dividida en cuatro episodios de casi dos horas de duración cada uno que a su vez se dividen en dos capítulos, y a través de ella el director despliega su amor por la ciudad en la que vive desde niño, con especial presencia de Brooklyn, su barrio. Es Spike Lee en estado puro, incluso con su propia presencia como entrevistado y como director, al que escuchamos fuera de plano remarcando las preguntas o bromeando con sus invitados (en los créditos no se les llama entrevistados sino testigos). Se trata de una serie que aborda los atentados de 2001, pero a los que no les dedica la atención principal hasta el tercer episodio. 

Porque el director está más interesado en establecer una línea de conexión entre el drama de los ataques y la tragedia del coronavirus, culpando en buena medida a la gestión política de las consecuencias de estas dos catástrofes. Por extensión, la mirada de Spike Lee se detiene en una Norteamérica hundida en una profunda crisis racial, dedicando capítulos a los conflictos provocados por el abuso policial, las manifestaciones de Black Lives Matter y, en contraposición, el asalto al Capitolio. Más de doscientos entrevistados pasan por el objetivo de esta serie documental, humanizando a rostros conocidos como el presentador Jon Stewart, que luchó para que los bomberos que fueron contaminados en la zona cero de los atentados pudieran obtener las compensaciones justas; el actor Steve Buscemi, que participó en la búsqueda de víctimas entre los restos de las torres gemelas; o los también actores Jeffrey Wright y Rosie Pérez, que iniciaron una campaña de envío de alimentos durante la pandemia. 

A pesar de acercarse a temas tan dispares, Nueva York, epicentro del 11-S y de una pandemia (HBO España, 2021) tiene una estructura bien definida, y Spike Lee maneja con maestría el ritmo adecuado para que esta constante presencia de "cabezas parlantes" no resulte aburrida. Hay una mezcla de humor, emoción y reflexión que está gestionada con una gran eficacia, y que le permite ir de un tema a otro sin que se sienta caótico o aleatorio. Spike Lee deja claro que para él las víctimas no son solos los 2.996 fallecidos en los ataques del 11-S, sino también los musulmanes que murieron en ataques islamófobos durante los días posteriores a los atentados, y los rescatadores y bomberos que se contaminaron de asbesto y mercurio en la zona cero mientras las autoridades afirmaban que no había contaminación. Esta deficiente gestión política se convierte en el centro de la mirada del director, tanto en la fraudulenta guerra contra el terrorismo posterior al 11-S como en la pandemia del coronavirus. 

Como conclusión de su monumental serie, Spike Lee introduce la escena final de La ley del silencio (Elia Kazan, 1954), con la excelente música de Leonard Bernstein, que muestra la tenacidad que provoca mantenerse en pie a pesar de las dificultades. Una coda heroica que sustituye a un montaje previo del episodio cuatro en el que se introducían algunas de las teorías conspiranoicas en torno al 11 de septiembre, que finalmente fueron eliminadas. Lo cual resulta contradictorio con la denuncia de las fake news en torno a la pandemia que se realiza en los primeros episodios. Philippe Petit, el funambulista que cruzó las dos azoteas del World Trade Center en 1974, y cuya historia fue contada en el documental The walk (Robert Zemeckis, 2015), comenta que cuando el arquitecto francés Le Corbusier visitó por primera vez Nueva York, sus primeras palabras fueron: "¡Qué hermoso desastre!". 

Billions (Temp. 5)
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Movistar+, 5 de septiembre-3 de octubre
Creada por Brian Koppelman, David Levien, Andrew Ross Sorkin
Dirigida por Matthew McLoota, Neil Burger

La quinta temporada de Billions (Showtime, 2016) es un ejemplo de cómo sobrevivir a las adversidades. La pandemia del coronavirus cogió al equipo en pleno rodaje, de forma que los cinco últimos episodios de la temporada quedaron en letargo hasta que la situación permitiera volver a rodar. El estreno de estos últimos episodios se retrasó más de un año, desde la interrupción de sus emisiones en junio de 2020 hasta su regreso en septiembre de 2021. Durante todo este tiempo han ocurrido también circunstancias personales relacionadas con los actores, como la importante pérdida de peso de Paul Giamatti, que se refleja en su aspecto físico desde el episodio Copenhagen (T5E8), pero también el fallecimiento de Helen McCrory, esposa de Damian Lewis, el pasado mes de abril víctima del cáncer. Ella también era una notable actriz que destacó últimamente con su personaje de Polly Gray en Peaky Blinders (BBC, 2013-). 

A pesar de todas estas circunstancias, la serie ha regresado para ofrecer los últimos cinco vibrantes episodios de la quinta temporada, que introdujo un nuevo personaje para sumarse al enfrentamiento entre el Fiscal Federal Chuck Rhoades (Paul Giamatti) y Bobby Axelrod (Damian Lewis), encarnado en el multimillonario Mike Prince (Cory Stoll), que aporta una nueva forma de manejar las intrigas en el mundo de las altas finanzas. Según el actual showrunner, Brian Koppelman, el guión de la temporada no se ha modificado, aunque se han cambiado algunos aspectos para adaptarse a un rodaje más seguro durante la pandemia. Pero ésta hace su aparición brevemente en el episodio Liberty (T5E10), a la que se refieren los personajes ya en una etapa de vacunación y que tiene algunos aspectos interesantes. Por ejemplo, la participación de Bobby Axelrod a través de videoconferencia, que se justifica con una cuarentena, que Damian Lewis interpretó también desde su casa en Londres, debido a las restricciones de viajes y al reciente fallecimiento de su esposa. Y, por supuesto, la antológica secuencia de la tortilla, una escena de tres minutos sin diálogos en la que Chuck Rhoades prepara una tortilla para su hija y Mike Prince. Rodada en una sola toma, con Paul Giamatti efectivamente preparando una tortilla, al que vemos desde una cámara en alto (emulando una cámara de seguridad), es una espléndida referencia directa a todas esas representaciones de la realidad que hemos visto a través de videoconferencias durante este año de confinamiento. 

Liberty es posiblemente el episodio más inusual de toda la serie, por las circunstancias de su rodaje, pero también por el hecho de incluir una escena sin diálogos durante tres minutos en una serie que se sostiene precisamente en el ritmo de los diálogos constantes. Pero también hay una referencia cinéfila (Billions es una serie que se disfruta mucho gracias a sus constantes menciones musicales y cinematográficas), que se refiere a la secuencia de cinco minutos de la película Big night (Stanley Tucci, Campbell Scott, 1996) en la que Stanley Tucci preparaba una fritatta, que es una especie de tortilla italiana. El retraso en el estreno de estos cinco episodios, que demuestran que la serie sigue manteniendo su fuerza narrativa, sin embargo se traducirá en una menor espera para la sexta temporada, que se estrenará el 23 de enero de 2022, aunque con la incertidumbre sobre el futuro de la serie que plantea el final de la quinta temporada. 

Ahora es el momento: CAOS
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Filmin, 7 de septiembre
Creada por Sullivan Le Postec
Dirigida por Sullivan Le Postec, William Samaha

En la misma línea que ha iniciado #Luimelia (ATRESplayer, 2020-), la serie francesa Les engagés (France.tv, 2017-2018) también se ha transformado desde una propuesta de episodios de 10 minutos (10x10) en sus dos temporadas, hasta su transformación en una miniserie de formato tradicional (3x45). Pero en este caso se trata del regreso como conclusión de una serie que tuvo dos temporadas (ambas se pueden ver también en Filmin) pero que vuelve con los principales personajes para una temporada final que cambia en su forma, pero no en su reivindicativo contenido. Estrenada a nivel mundial el pasado 27 de agosto, llega a España solo dos semanas después de su premiere internacional en el Festival Series Mania de Lille (Francia). Pero el cambio de formato responde en cierta manera a una necesidad de concluir la serie y a una cuestión más técnica que narrativa. 

Les engagés (que en España se titula Ahora es el momento) se estrenó en 2017 a través de la plataforma Studio 4 de France.tv slash, la versión digital de France.tv, pero tras la segunda temporada, estrenada en 2018, la plataforma sufrió un cambio sustancial y se transformó en Studio, un proyecto que pretendía ampliar su contenido más allá de las webseries en las que se incluía Les engagés, y adoptar formatos de mayor duración, aunque con difusión exclusivamente digital. Esto provocó que algunas de estas webseries se quedaran en un estado de hibernación, mientras Studio desarrollaba otros proyectos, entre ellos Skam France (France.tv, 2018-), la adaptación de la serie noruega Skam (NRK, 2015-2017), cuyo éxito ha superado a las cuatro temporadas de la versión original, estrenando este año su temporada ocho. Finalmente, Sullivan Le Postec adaptó el formato a las nuevas necesidades de la plataforma, aunque la duración total de unos 135 minutos no se diferencia especialmente de la anterior, unos 100 minutos. 

El concepto de webserie encaja bien con el formato de Ahora es el momento (Temp. 1 y 2), una historia realizada con poco presupuesto pero que proponía un interesante acercamiento a la comunidad LGBTI+ a través del activismo. De hecho, Sullivan Le Postec es presidente de la Asociación Move! de Lyon, y la serie se rodó en las propias instalaciones de esta asociación, por lo que el conocimiento de los movimientos de reivindicación gay/lésbico/trans es conocido de primera mano. Esta visión de la capacidad organizativa, incluso con los conflictos entre asociaciones o con las controversias internas en torno a cuál es la mejor manera de luchar por los derechos LGBTI+ es lo más atractivo de una serie que sin embargo cae en una cierta representación tópica de los personajes homosexuales principales como jóvenes guapos y promiscuos. La tercera temporada, que se presenta como una propuesta en la que, aunque se continúa el desarrollo abierto de las dos anteriores, tiene algo de independencia respecto a ellas, es la conclusión final de la serie, ya que el creador Sullivan Le Postec considera que el tema y los personajes han llegado ya a un punto de madurez como para cerrar sus historias. Ahora es el momento: CAOS también le permite darles una conclusión, ya que la segunda temporada, en la que se trataba la transfobia, tenía un final demasiado abierto. 

Un mayor presupuesto ha permitido abrir más los escenarios, saliendo de Lyon para adentrarse en la ciudad de Bruselas, a través de una historia que advierte de los peligros de los estados populistas en países como Chechenia y de una nueva forma de persecución homófoba en una Europa que parece haber sido tomada de improviso. Esta realidad, que en España ha propiciado un aumento de los delitos de odio durante el último año, está de plena actualidad, y de alguna forma la propuesta de Sullivan Le Postec (que además debuta como director) es importante para ser conscientes de que la incorporación de mentalidades extremistas en los gobiernos de algunos países repercute también en el resto de Europa. Aunque se construye una trama de thriller que resulta algo simplista, Ahora es el momento: CAOS contiene interesantes planteamientos que ofrecen una reflexión clara sobre la deriva actual, que pone en peligro los derechos conseguidos en las últimas décadas. Y sobre la los retos a los que se enfrentan los movimientos LGBTI+ en este retroceso social contra el que es necesario utilizar los instrumentos de la movilización.

Dr. Death
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Starzplay, 12 de septiembre
Creada por Patrick Macmanus
Dirigida por Maggie Kiley, Jennifer Morrison, So Yong Kim

Los créditos finales de Dr. Death (Peacock, 2021) son devastadores, y reflejan una realidad que resulta estremecedora. Según se indica, a finales de 2019 había en los Estados Unidos aproximadamente unos 8.600 doctores que habían tenido cinco o más acusaciones de negligencia, tres cuartos de los cuales no fueron disciplinados. Y, sobre todo, después del cáncer y las enfermedades del corazón, los errores médicos son la tercera causa de muerte en los Estados Unidos, causando entre 10.000 y 440.000 fallecimientos al año. Pero esto no es exclusivo de Norteamérica, ya que un informe de la OMS en 2019 cifraba en 134 millones los casos de errores médicos, de los que se derivaron 2,6 millones de muertes. Es decir, hay más posibilidades de morir en un quirófano que en un avión. 

En el fondo, lo que subyace en la historia real del doctor Christopher Duntsch, acusado de lesionar a 38 pacientes en solo dos años, es la ineficacia de las medidas de control en torno a las negligencias médicas. Aunque en su caso, la permisividad de los hospitales en los que trabajó también estaba relacionada con el sistema sanitario de los Estados Unidos, según el cual resulta más barato enfrentarse a una demanda que perder la posibilidad de operar a un paciente. Neurocirujanos como Cristopher Duntsch reportaban más de 2 millones de dólares anuales a los hospitales, mientras que las multas en demandas civiles no pasan de 250.000 dólares. Lo más grave no es la existencia de un posible psicópata, sino la complicidad de las administraciones médicas. En el caso de Duntsch, solo la perseverancia de dos cirujanos consiguió que fuera llevado a los tribunales por una causa penal. La serie Dr. Death, creada por Patrick Macmanus, productor de Marco Polo (Netflix, 2014-2016) y Homecoming (Prime Video, 2020), se centra en la investigación de los doctores Randall Kirby (Christian Slater) y Robert Henderson (Alec Baldwin) sobre las consecuencias de las cirugías practicadas por Christopher Duntsch (Joshua Jackson), que provocaron lesiones graves en sus pacientes, si no la muerte. Hubo dos fallecimientos inmediatamente posteriores a las operaciones, pero recientemente se han producido otras dos muertes que están relacionadas con complicaciones de estas lesiones, entre ellas el fallecimiento este mismo año de Jerry Summers, amigo de la infancia de Duntsch, a quien éste dejó parapléjico tras operarle de una lesión en el cuello. 

Jerry Summers era entrevistado en la serie documental Dr. Death: The undoctored story (Sara Mast, 2021) en la que a través de cinco episodios se cuenta la historia real, con la participación de sus protagonistas, entre ellos Kirby y Henderson, además de la mayor parte de las víctimas del cirujano. Sería recomendable que Starzplay estrenara esta serie, también producida por Peacock que, aunque cae en cierto amarillismo, muestra la verdadera historia, y es un perfecto complemento al relato de ficción. Pero Dr. Death sigue casi al pie de la letra los acontecimientos, aunque utilizando la tan de moda narración no cronológica, dando saltos en el tiempo que, quizás para los que no estén familiarizados con la historia real, puede llegar a ser algo confuso. El trabajo de Joshua Jackson es espléndido, utilizando con sabiduría esa actitud de desinterés y despreocupación de su personaje, quien resultaba seductor cuando se trataba de convencer a sus pacientes para someterse a una operación, pero mostraba una absoluta falta de empatía cuando las consecuencias de ésta provocaba lesiones en ellos. Y funciona mejor la primera parte de la serie en la que el dúo formado por Slater/Baldwin encaja bien en su diferencia de personalidades, más extrovertido y bromista el primero, más serio y cerebral el segundo. La fuerza de los primeros cuatro episodios se pierde algo en la última parte, principalmente dirigida por So Yong Kim, que está más centrada en el trabajo de la ayudante del fiscal Michelle Shughart (AnnaSophia Robb). 

Tanto en Dr. Death como en la serie documental Dr. Death: The undoctored story se plantea una duda que nunca ha llegado a resolverse: ¿Era el doctor Duntsch un irresponsable inepto o realmente sabía lo que hacía y por tanto era un psicópata? Digamos que la serie documental deja la duda en el aire (aunque el propio Robert Henderson está convencido de que es imposible provocar algunas de las lesiones por ignorancia), pero la ficción parece decantarse más por la teoría de la psicopatía, quizás provocada por el abuso de alcohol y drogas. Dr. Death es una serie contundente, en la que brillan especialmente los dos episodios dirigidos por la actriz Jennifer Morrison, a la que hemos visto en series como House (Fox, 2004-2012), con una irónica referencia cuando introduce en An occurrence at Randall's Kirby (T1E4), una parodia de las intros de las series de médicos, mostrando el momento de mayor éxito del Doctor Duntsch como si fuera el protagonista de una de ellas. Es un recurso acertado porque de alguna manera refleja esa especie de mundo ideal en el que el personaje parecía expresarse, impulsado por el consumo de drogas. La representación irreal de una realidad que sin embargo era una película de terror para sus víctimas. 

Vigil
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Movistar+, 13 de septiembre-18 de octubre
Creada por Tom Edge
Dirigida por James Strong, Isabelle Sieb

Con más de 10 millones de espectadores en su primer episodio, Vigil (BBC, 2021-) se ha convertido en la serie con mayor éxito de este año para la cadena pública inglesa, y la acertada programación en España poco tiempo después de su estreno (aunque con un innecesario subtítulo explicativo), ha permitido que también se haya convertido en una apuesta importante para Movistar+, acuciada por una pérdida constante de usuarios que le ha obligado a realizar ofertas drásticas para tratar de salvar el año. Escrita por Tom Edge, guionista de algunos episodios de The Crown (Netflix, 2016-) y de la película Judy (Rupert Goold, 2019), que tiene pendiente de estreno la miniserie You don't know me (BBC, 2021), Vigil se ha convertido en uno de los thrillers más solventes de este año, que ha sabido mezclar con astucia una trama policíaca con una historia de conspiración a bordo de un submarino. Y aunque el final (emitido el pasado fin de semana en Gran Bretaña) ha resultado ser algo previsible y decepcionante, el resultado general es coherente, ha tenido momentos especialmente intensos, con cliffhangers sorprendentes como el final del Episodio 4 (T1E4) y el Episodio 5 (T1E5) que situaban a la protagonista en situaciones ciertamente comprometidas. 

Otro de los aciertos de la serie es su reparto, que ha alcanzado grandes momentos interpretativos, especialmente en el caso de Suranne Jones como la DCI Amy Silva y su compañera Rosie Leslie como la DS Kirsten Longacre, pero también en los personajes secundarios como los marineros Mark Prentice (Adam James, al que hemos visto en Belgravia (Epix, 2020-)), Elliot Glover (Shaun Evans) o Simon Hadlow (Connor Swindless, uno de los protagonistas de Sex education (Netflix, 2019-)). Como un guiño a los espectadores aparece brevemente Martin Compston, uno de los actores de Line of duty (BBC, 2012-), una serie con la que Vigil tiene varias conexiones, como su productor, Simon Heath. 

La trama de conspiración y misterio se construye poco a poco, pero manteniendo un grado de intensidad constante, aunque con algunos elementos algo innecesarios como una historia de amor que no sabe sustraerse de los conflictos convencionales de la representación tópica de las relaciones lésbicas. Y a pesar de que puedan quedar algunos cabos sueltos y preguntas sin responder al final, parece claro que a Tom Edge no le interesa tanto trasladar las motivaciones de algunos personajes antagonistas como construir una montaña rusa de suspense que a veces, especialmente en un momento importante del Episodio 6 (T1E6), parece hacer referencia visual a Alien. El octavo pasajero (Ridley Scott, 1978), aprovechando los estrechos pasillos y la oscuridad del interior del submarino. De hecho, en el momento de un interrogatorio, cuando se le pregunta al acusado por las razones de su traición, responde con un lacónico "Sin comentarios". De esta forma, el guionista establece directamente su intención de no explicarlo todo, de dejar que el espectador saque sus conclusiones (lo cual, por otro lado, ha provocado cierto desengaño por parte de los seguidores británicos de la serie). Con sus defectos, Vigil nos ha ofrecido seis semanas de intensidad que hemos visto en pocas ocasiones a lo largo de este año, con la inteligencia suficiente como no tener que hacer uso de trampas narrativas, y con un notable trabajo de dirección por parte de James Strong, director de series como Broadchurch (ITV, 2013-2015), que se encargó de los tres primeros episodios, e Isabelle Sieb, que ha tenido a su cargo la difícil tarea de resolver la trama en los episodios finales. 

El juego del calamar
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Netflix, 17 de septiembre
Creada por Dong-hyuk Hwang
Dirigida por Dong-hyuk Hwang

Si hay una serie de la que hay que hablar sin duda se trata de este K-drama que según Netflix va camino de convertirse en el mayor éxito de su historia, siendo la serie más vista en 76 países durante la pasada semana. Para ser más exactos, teniendo en cuenta las absurdas estadísticas de la plataforma, sería la serie que más usuarios han visto durante más de dos minutos (otra cosa es saber el número de espectadores que han visto la temporada completa). Y eso que no se trata de una propuesta novedosa ni siquiera para Netflix, que ha invertido durante 2021 aproximadamente 500 millones de dólares en el mercado de Corea del Sur, y que a finales del año pasado estrenó la producción japonesa Alice in Borderland (Netflix, 2020-), que tiene un planteamiento parecido y una estructura similar. En este caso, la historia se conecta con la crisis de un hombre que decide formar parte de un juego mortal con un premio económico espectacular. El único guionista y director del proyecto es Dong-hyuk Hwang, que ha conseguido otros grandes éxitos en Corea del Sur, primero con su película Silenced (Dong-hyuk Hwang, 2011), basada en la historia real de abusos sexuales en una escuela de niños sordos, que fue vista por más de 4 millones de espectadores y reabrió el debate sobre la necesidad de una reforma legislativa, la comedia musical Miss Granny (Dong-hyuk Hwang, 2015) o el drama histórico The fortress (Dong-hyuk Hwang, 2017). Precisamente, dos de los actores de sus películas, Gong Yoo, más conocido por Tren a Busan (Sang-ho Yeon, 2016), y Lee Byung-hun, al que hemos visto en películas como Encontré al diablo (Jee-woon Kim, 2010) y Terminator: Génesis (Alan Taylor, 2015), hacen pequeños papeles en la serie. 

El juego del calamar ha sido acusada de tener similitudes con As the Gods will (Takashi Miike, 2015), que participó en la Sección Oficial del Festival de Sitges, y ciertamente la utilización de juegos infantiles como pruebas de supervivencia, una estética colorista que conecta precisamente con la infancia, y el juego con el que comienzan la película y la serie marca aspectos que son similares, pero sobre todo, los parecidos se establecen con el cómic de referencia de buena parte del subgénero escape room, la novela distópica escrita por Koushun Takami Battle Royale (1999, Ohta Publishing), que fue adaptada como largometraje en Battle Royale (Kinji Fukasaku, 2000). Dong-hyuk Hwang afirma que el proyecto de comenzó a desarrollarlo en 2008, cuando él mismo se encontraba en una grave situación económica. Este trasfondo es lo que sitúa la propuesta en un terreno que va más allá del simple divertimento o las dosis de violencia más o menos gratuita. Las historias de algunos de los personajes están basadas en hechos reales, como los despidos masivos de Ssangyong Motor en el año 2009 (119 trabajadores fueron finalmente restituidos a sus empleos originales en 2018). Y el director plantea que se trata de un círculo vicioso del que es difícil escapar en un sistema capitalista, como se muestra en Infierno (T1E2), que precisamente establece que la realidad que viven los protagonistas es mucho más corrosiva que la fantasía del juego, donde al menos hay alguna posibilidad de conseguir el éxito. 

En realidad, dentro de su apariencia de divertimento, el fondo temático de El juego del calamar no se distancia mucho de otros éxitos del cine coreano como Microhabitat (Jeon Go-Woon, 2017), Burning (Lee Chang-dong, 2018) o Parasite (Bong Jon Hoo, 2019), películas que hablan sobre los excluidos en el país que más se vio afectado por la crisis económica asiática de 1997, y en el que el 30% de sus graduados universitarios están subempleados, es decir, tienen trabajos por debajo de sus cualificaciones, según un informe del Banco de Corea publicado en 2019. Uno de los protagonistas, Sang-woo (Stephen Fu) estudió en la Universidad pero está tan endeudado como el resto de los participantes. 

Ana Tramel. El juego
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RTVE Play, 21 de septiembre 
Creada por Roberto Santiago
Dirigida por Salvador García Ruiz, Gracia Querejeta

Un thriller de abogados muy solvente que el guionista Roberto Santiago adapta de su propia novela Ana (2017, Ed. Planeta), su debut en la literatura para adultos que escribió después de haber desarrollado una carrera como director con películas como El penalti más largo del mundo (Roberto Santiago, 2005), El club de los suicidas (Roberto Santiago, 2007) o Solo para dos (Roberto Santiago, 2014). El escritor, guionista y director se ha movido habitualmente en el terreno de la comedia más o menos fácil, pero en este caso se adentra directamente en una historia de investigación para la que sin embargo ha dejado el trabajo de dirección a dos cineastas destacados: Salvador García Ruiz, ganador de una Mención Especial en el Festival de San Sebastián por El otro barrio (Salvador García Ruiz, 2000), que se ha encargado de dirigir cinco episodios, y Gracia Querejeta, que ha dirigido solamente La traición (T1E4), el episodio-bisagra de la temporada. 

Aunque desde el enfoque visual, Ana Tramel. El juego circula por senderos más bien tradicionales, se apoya en un guión bien elaborado y sobre todo con la solvencia de dos actrices que funcionan muy bien juntas, Maribel Verdú y Natalia Verbeke. Se trata de una serie que mejora con el paso de los episodios, y que es mucho menos tópica de lo que pudiera parecer en un principio. En este sentido, comentar la serie solo en base a sus dos primeros capítulos resta una visión más completa, porque la historia no depara excesivas sorpresas, pero va construyendo personajes que conforman un entorno viciado, desde una jueza que se deja llevar por sus sentimientos personales hasta la corrupción policial. Es una serie en la que todos los personajes, incluida la protagonista, cometen errores o directamente mienten, y esto le da un carácter de sobriedad formal, y en cierta manera de pesimismo hacia una sociedad construida sobre la manipulación. 

De hecho, hay algunas similitudes entre Ana Tramel y Billy McBride, el protagonista de Goliath (Prime Video, 2016-2021), en el sentido de construir una trama que define al culpable desde el principio, que enfrenta a un David contra un Goliat, que está protagonizada por un personaje que a veces puede boicotearse a sí mismo. Uno de los elementos más interesantes son los temas sobre los que se desarrolla la historia, principalmente centrada en las consecuencias de la adicción al juego y una cierta permisividad por parte de las autoridades respecto a los grandes consorcios de empresas que gestionan los casinos y las apuestas. Esta crítica directa estaba claramente expresada en la novela y basada en un trabajo de investigación durante varios años en los que Roberto Santiago ha participado en juegos clandestinos e ilegales que existen sin apenas secretismo. Y esta necesidad de transmitir el control tan tenue que ejercen las administraciones sobre el juego se muestra incluso de una forma que a veces resulta demasiado informativa, pero que ofrece un trasfondo social necesario. Por ejemplo, la existencia real de los préstamos de dinero por parte de los Casinos a jugadores, aunque teóricamente están prohibidos. En un contexto de producción propia tambaleante por parte de TVE, sumida en un auténtico caos administrativo, Ana Tramel. El juego consigue elevar el nivel de las últimas producciones de la cadena pública, construyendo un thriller de tono clásico que funciona con buenos recursos narrativos. 

Goliath (Temp. 4 y última)
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Prime Video, 24 de septiembre
Creada por David E. Kelley, Jonathan Shapiro
Dirigida por Billy Bob Thornton, Lawrence Trilling, Derek E. Johansen

David E. Kelley ha sido capaz de traernos lo mejor y lo peor de la temporada, es algo así como una fábrica de televisión que expulsa proyectos como si se tratara de un trabajo mecánico. Entre lo peor, el imposible thriller Big sky (Disney+, 2020-), que acaba de estrenar su segunda temporada, y la prescindible Doogie Kamealoha: Una médica precoz (Disney+, 2021-), reboot de Un médico precoz (Fox, 1989-1993), que protagonizaba un adolescente Neil Patrick Harris. Entre lo mejor, Nine perfect strangers (Prime Video, 2021-), que hemos comentado más arriba y Goliath (Prime Video, 2016-2021), que llega a su cuarta y última temporada. Posiblemente no es una de las series más populares de David E. Kelley, pero se trata de uno de esos personajes que traspasan la pantalla con un carisma que se envuelve en cierta atmósfera de cine negro. Billy McBride es una especie de cara oscura de Ally McBeal (Fox, 1997-2002), una serie que también creó David E. Kelley, pero también es ese tipo de abogado que no quisieran en su bufete los protagonistas de Boston Legal (Fox, 2004-2008), otra de sus series. Goliath es importante en la trayectoria de este guionista que ha influido en buena parte de la televisión procedimental moderna porque fue la primera de un acuerdo con Amazon que continúa hasta la fecha, y que suponía su ruptura con la televisión abierta para involucrarse en el universo de las plataformas, primero con Amazon y HBO, y ahora también con Disney+. 

También supuso una transformación narrativa desde las series procedimentales hacia una estructura más serializada, con un caso principal que se resuelve a lo largo de cada temporada. Billy McBride es un personaje complejo, cuyo arco narrativo se expande y se contrae a lo largo de la serie, en la que también son importantes los escenarios. Este abogado caído en desgracia que recupera su pasión por la abogacía cuando se enfrenta a una gran corporación ha luchado contra la industria del petróleo, el cartel de las drogas y las manipulaciones respecto a la propiedad del agua. Esta cuarta temporada se centra en una epidemia que asola los Estados Unidos, y no se trata del coronavirus, sino de la adicción a los opioides, impulsada por grandes farmacéuticas a través de medicamentos antibióticos. En esta ocasión uno de los escenarios principales es el Chinatown de San Francisco, con sus calles oscuras, sus bares de karaoke y sus luces de neón rojas, que le dan un aspecto de cine negro, con las evidentes referencias formales a Chinatown (Roman Polanski, 1974), que se desarrollaba en Los Ángeles.

Esta cualidad de cine policíaco clásico está presente en la puesta en escena, con una excelente partitura de Jon Ehrlich y Jason Derlatka, con la participación de Or Oren, o escenas como la de la azotea en Rundleworks (T4E6) que directamente nos remiten a los clásicos del cine negro. Pero Goliath se ha caracterizado también por sus incursiones en la psique del personaje, y por introducir elementos de extrañeza en las tramas. Esta última temporada regresa a estos momentos de alucinación a través del trauma, pero también introduce elementos de ironía como el número musical protagonizado por J.K. Simmons al inicio de The pain killer (T4E2), que hace referencia a las más de 200.000 muertes por sobredosis de opioides que se produjeron en 2019 en Estados Unidos, utilizando el concepto de "calmante" (pain killer en inglés) como un juego de palabras que califica a las grandes corporaciones farmacéuticas como asesinas. La serie nunca ha construido tramas de investigación en las que hay que descubrir al traidor o al culpable, sino que establece la culpabilidad desde el primer momento. No es tan relevante la investigación como la capacidad de Billy McBride para retorcer los resortes de la justicia y cambiar la percepción de quienes tienen en su mano contribuir al final de un abuso de poder. La envoltura de cine negro conecta bien con el espíritu de la serie, le da un aspecto formal fascinante y concluye adecuadamente la trayectoria de un personaje al que hay que reivindicar como uno de los más interesantes en las tramas legales de los últimos años. 

Misa de medianoche
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Netflix, 24 de septiembre
Escrita por Mike Flanagan, James Flanagan
Dirigida por Mike Flanagan

Para los seguidores de Mike Flanagan, con sus aciertos en las series La maldición de Hill House (Netflix, 2018) y La maldición de Bly Manor (Netflix, 2020) y sus desaciertos como la adaptación al cine de la novela de Stephen King Doctor Sueño (Mike Flanagan, 2020), su último proyecto funciona como un destino preparado durante varios años a través de la experiencia del guionista y director en sus anteriores propuestas. Y, curiosamente, se trata de la historia que contiene menos elementos de terror explícitamente mostrados, porque se sostiene en una letanía de preguntas en torno a la fe y las religiones. Hay más atmósfera y reflexión a lo largo de los siete episodios que fantasmas y sobresaltos, y quizás por eso sea una de las que más críticas ha recibido. Mike Flanagan despliega sus dudas sobre el concepto de religión, subrayadas por una infancia eminentemente católica, y que a lo largo de los años ha ido conformando un planteamiento vital lleno de incertidumbres. 

De hecho, hay más preguntas que respuestas en la creación de una historia en la que no están claras las diferencias entre el bien y el mal, que funciona como un elemento de contradicción que se sitúa en la propia fe. Entre Riley Flinn (Zach Gilford) y el Padre Paul (un espléndido Hamish Linklater) no está claro quién es el salvador y quién el pecador, aunque Mike Flanagan se encuentra más cerca de la vulnerabilidad del primero, porque comparten la lucha contra el alcoholismo. Pero por otro lado el Padre Paul experimenta otro tipo de adicción durante el desarrollo de la historia. Si sus series dedicadas a "maldiciones" eran el reflejo de las etapas del dolor y la ausencia, uno de los principales temas de Misa de medianoche son las adicciones, porque en cierta manera la fe también es un tipo de dependencia. 

En el Libro IV: Lamentaciones (T1E4), hay un diálogo entre Riley y Erin Greene (Kate Siegel) sobre sus diferentes percepciones de la muerte, la base de las convicciones religiosas, si existe un paraíso o un infierno al que llegar o simplemente existe la no existencia, la desaparición absoluta. Cuando Mike Flanagan convierte a los vampiros en cenizas puede encontrarse un tipo de respuesta, pero el monólogo de Erin en Libro VII: Revelaciones (T1E7) parece indicar un término medio, Dios como representación de la idea de una existencia que es soñada. Misa de medianoche no confronta el catolicismo, sino que reflexiona sobre la maleabilidad de textos sagrados como la Biblia, que puede ser interpretada de muchas formas, que puede justificar la paz pero también la violencia. De ahí surgen las referencias a los fundamentalismos, como el enfrentamiento entre la beata Bev Keane (Samantha Sloyan) y el musulmán sheriff Hassan (Rahul Kohli), o cuando éste hace referencia en el Libro V: Hechos de los Apóstoles (T1E5) a la persecución inquisitorial que sufrieron los musulmanes residentes en Estados Unidos después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. También por el hecho de que Riley afirme en el Libro II: Salmos (T1E2) que se volvió ateo después de tener acceso a los principales libros religiosos cuando estaba en la cárcel. Es decir, el conocimiento de las religiones provoca la falta de fe. 

Desde el punto de vista formal, Misa de medianoche contiene suficientes elementos de interés que incluyen innecesarias incursiones en el terreno del terror (algún que otro sobresalto al comienzo), y que continúa las referencias a Stephen King y la película El resplandor (Stanley Kubrick, 1980) en algunos movimientos de cámara. La dirección de Mike Flanagan funciona bien en las distancias cortas, quizás con un exceso de presencia musical de The Newton Brothers, sus habituales colaboradores, que elaboran una banda sonora que trata de evitar constantemente los recursos habituales del género de terror para convertirse en un trabajo más sutil. Pero sobre todo destaca la iglesia como el escenario en el que la historia crece y se desarrolla, protagonista de los momentos más inquietantes de la serie. Es la propuesta de cocción más lenta que nos ha ofrecido Mike Flanagan, y se deleita a veces demasiado en sus propios diálogos, porque en cierta manera acaba siendo más un ensayo personal, reflexivo, sobre  la fe que plantea incertidumbres que son vitales en un mundo que se define por sus convicciones morales. La serie sigue en cierta manera las teorías filosóficas de la teodicea agustiniana, que trata de explicar la existencia de Dios a través de su relación con la humanidad; la presencia del mal contradice la bondad de la divinidad, pero también la justifica.

Un capitán (Speravo de morì prima)
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Filmin, 28 de septiembre
Creada por Stefano Bises, Maurizio Careddu, Michele Astori
Dirigida por Luca Ribuoli

Los aficionados al fútbol conocen la figura de Francesco Totti, capitán de la Associazione Sportiva Roma y un ídolo cuya carrera está completamente ligada a la ciudad de Roma. Para los no aficionados al fútbol, la serie Un capitán (Filmin, 2021) nos descubre a un personaje cuya leyenda está por encima de su persona. La serie, efectivamente, habla de fútbol, pero sobre todo de la dificultad de afrontar la retirada. En una escena, Francesco Totti (Pietro Castellitto) se coloca en un trono por encima de los grandes emperadores romanos, reflejando la veneración que recibe por parte de los seguidores de la Roma. La serie se centra en los años 2015 a 2017, un período en el que este nuevo "emperador" reflexionó sobre la necesidad de dejar paso a nuevos ídolos, de una jubilación anticipada a los cuarenta años, cuando se supone que se encuentra en su mejor momento de madurez. La serie intenta en todo momento huir del biopic tradicional, aunque para ello tenga que desproteger al personaje principal, ironizando sobre él. 

Esta forma de acercamiento al protagonista está impulsado por la propia ironía que Francesco Totti desprende en su libro autobiográfico Un capitán (2019, Roca Editorial de Libros), y que también se muestra en el documental Mi chiamo Francesco Totti (Alex Infascelli, 2020). Y esta desmitificación del mito es la que mejor funciona en la serie, que está llena de referencias, que salta de un tiempo a otro, pero sin demasiado interés en descubrir todos los aspectos de la vida del futbolista, sino aquellos que influyen en su largo recorrido hacia la salida. En este sentido, el director Luca Ribuoli arriesga en la construcción de una estructura cruzada, en la que los recuerdos, la realidad, las percepciones personales y la fantasía se mezclan. Totti tiene sus particulares fantasmas de las Navidades pasadas, como en Cuento de Navidad de Charles Dickens, pero quienes se le aparecen para mostrarle el camino son ex-rivales como Antonio Cassano. Hay también referencias cinéfilas a los spaghetti westerns o al cine deportivo representado en Rocky (John G. Avildsen, 1976).

Pero toda esta conjunción funciona perfectamente, construye el retrato de un personaje complejo que duda constantemente, que tiene el vértigo de un futuro que es por primera vez incierto, después de muchos años en los que su carrera se ha ido construyendo solo con el esfuerzo del amor al fútbol. Se ironiza también sobre las relaciones entre los futbolistas y sus entrenadores (Luciano Spalletti (Gianmarco Tognazzi) no es precisamente Ted Lasso), y sobre esos equipos de fútbol fabricados por las grandes fortunas de las dictaduras de Oriente Medio que se convierten en cementerios de elefantes. Dicen los que conocen a Francesco Totti que la interpretación de Pietro Castellitto, hijo del actor Sergio Castellitto, que también ha dirigido algunas películas, se acerca mucho al tono de voz y los gestos del ex-futbolista, pero lo que consigue sobre todo es componer un personaje que está en todo momento en un estado de vulnerabilidad, de alguna forma apaciguada por la relación con su esposa Ilary Blasi (Greta Scarano). La serie huye también de la visión tradicional de esta pareja que cumple todos los clichés del jugador y la modelo, para establecer una relación de complicidad y de respeto que se sostiene en la divertida escena del compromiso. Con sus desequilibrios y algunos gags demasiado obvios, Un capitán es una de las mejores sobre fútbol y sobre la inestabilidad de la fama que hemos visto en mucho tiempo. 

Oats Studios
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Netflix, 1 de octubre
Escrita por Neill Blomkamp, Thomas Sweterlitsch, Terri Tatchell
Dirigida por Neill Blomkamp

El director de cine Neill Blomkamp, responsable de títulos como District 9 (2009), Elysium (2013), Chappie (2015) y la reciente Demonic (2021), que forma parte de la programación del Festival de Sitges, fundó en 2017 junto a su hermano Mike Blomkamp la productora Oats Studios, dedicada a la creación de cortometrajes para su difusión a través de YouTube y Steam. Una selección de estos cortometrajes se han reunido ahora en una serie antológica presentada como Oats Studios en Netflix, aunque en realidad todos los cortometrajes se pueden ver de forma gratuita en el perfil de Oats Studios en YouTube. La primera producción que se realizó fue Rakka (Neill Blomkamp, 2017), un cortometraje sobre un futuro distópico protagonizado por Sigourney Weaver, que continuaba el planteamiento visual de District 9 para centrarse en un mundo apocalíptico en el que el hombre es sometido por una raza extraterrestre. En la línea de este cortometraje hay otros con esta misma estética como Firebase (Neill Blomkamp, 2017), una historia de terror bélico que se desarrolla en Vietnam, que consigue un buen tono visual similar a las películas de los años setenta (incluido el aspecto físico de Steve Boyle como si fuera Chuck Norris), pero que en otros aspectos parece un trabajo incompleto, como en los efectos visuales. Pero la mejor propuesta es Zygote (Neill Blomkamp, 2017), protagonizada por Dakota Fanning en un lugar inhóspito de la Antártida que, producida el mismo año que se estrenaba Alien: Covenant (Ridley Scott, 2017), y ya barajándose el nombre de Neill Blomkamp para dirigir una nueva secuela, parece más una carta de presentación que utiliza bien los recursos y tiene buenos efectos visuales, pero sobre todo una lograda tensión gradual. 

Estas fueron las tarjetas de presentación de Oats Studios, dos cortometrajes realizados con buenos efectos visuales e historias que conseguían captar la atención a través de sus planteamientos en torno a un futuro que está sometido por las tecnologías y seres superiores. Pero la antología presentada en Netflix también recopila otras dos líneas de trabajo de la productora: por un lado producciones de animación como los dos cortometrajes basados en el corto Adam (Veselin Afremov, 2016), que ofrecen una exploración sobre la relación de humanos y humanoides, en un futuro apocalíptico controlado por los robots, como Adam: The mirror (Neill Blomkamp, 2017) y el más elaborado y narrativamente más complejo Adam: Episode 3 (Neill Blomkamp, 2017), así como Gdansk (Neill Blomkamp, 2017), otro de los trabajos de concepto del motor de juego Unity que explora en dos cortometrajes la participación de gigantes medievales, pero también tecnológicos, inspirada estéticamente en la obra del artista polaco Jakub Różalski. El concepto visual está basada en la pintura "1410" (2015), una representación de la batalla de Grunwald (1410), en la que la alianza entre el Reino de Polonia y el Ducado de Lituania derrotó a la Orden Teutónica Alemana. El segundo cortometraje de esta serie introduce de nuevo el concepto de gigante medieval, pero en este caso incorporándolo a la idea de robot tecnológico. Estas producciones de animación CGI concluyen con Kapture (Neill Blomkamp, 2017), dos cortometrajes que exploran la tecnología de control cerebral para su uso en los conflictos bélicos. Rodada como un mockumentary, es disturbing a pesar de, o quizás por, el uso del sentido del humor. La tecnología militar se describe a través de dos científicos que son simpáticos dentro de su psicopatía. 

La otra línea de producción de cortos circula más por los terrenos de la parodia y la comedia negra, son pequeños sketches en los que hay una mirada irónica a la religión, como en God: Serengeti (Neill Blomkamp, 2017) y God: Chicago (Neill Blomkamp, 2018), que presenta a Dios como un ser caprichoso y algo psicópata. También se incluyen los cuatro episodios de la miniserie Cooking with Bill (Neill Blomkamp, 2017), una divertida y muy gore parodia de los programas de cocina, en la que los presentadores presentan artefactos tecnológicos de cocina que, digamos, no funcionan tan bien como se esperaba. Menos conseguida es la serie Bad president (Neill Blomkamp, 2017), que presenta a un presidente de los Estados Unidos bastante lerdo, pero que no funciona bien en su propuesta humorística, es algo así como un episodio malo de Veep (HBO, 2013-2019). Curiosamente, no se incluye en la antología el mejor corto de la serie, Bad president: Kenia (2017), que al menos incluye escenas de acción en un supuesto rescate del presidente en el país sudafricano. 

Se trata de una antología que resulta más interesante en sus concepciones futuristas que en su línea de parodia, pero que nos presenta los trabajos más destacados del director sudafricano, especialmente tras el fracaso de Chappie (2015) y la interrupción de su posible participación en Alien 5. Aunque como decíamos son cortometrajes que han estado disponibles a través de los perfiles de Oats Studios en las redes sociales, su recopilación en la plataforma Netflix, que sigue el estilo de otras producciones como Love, Death & Robots (Netflix, 2019-) es una buena oportunidad para descubrir estos cortometrajes. 


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