08 octubre, 2021

Ohlalà! 2021 - Parte 2: El éxito y el fracaso

El 4º Festival de Cine Francófono de Barcelona. Ohlalà! llega a su recta final con la gala de clausura que se celebró el miércoles y que dio por terminada la edición en su formato presencial en el Instituto Francés de Barcelona, pero continúa con la disponibilidad de algunas de las películas que forman parte de su Sección Oficial en formato online a través de la plataforma Filmin. Una programación que se ha compuesto de diez títulos de los cuales cinco son de producción francesa, tres son coproducciones franco-belgas, una quebequense y una senegalesa, abarcando así el amplio espectro de países en los que la lengua francesa es el idioma principal. 

Ganadora del Premio a la Mejor Ópera Prima y del Leopardo de Oro en la Sección Filmmakers of the Present del Festival de Locarno 2019, Le père de Nafi (Mamadou Dia, 2019) construye una tragedia familiar en torno al extremismo religioso en África Occidental. Curiosamente, el origen de esta película se encuentra en Estados Unidos, no en Senegal, el país nativo del joven director debutante, que está considerado como un ejemplo de estabilidad política y religiosa en el continente africano; un país de 16 millones de habitantes que en medio de un contexto regional de turbulencias, nunca ha sufrido un golpe de Estado. Cuando Mamadou Dia estaba estudiando cine en la Tisch School de la Universidad de Nueva York preparaba una película ambientada en su ciudad natal, Matam, inspirada en el trabajo de directores como el mauritano Abderrahmane Sissako, responsable de la aclamada Timbuktu (2014), y el franco-senegalés Alain Gomis, director de Felicité (2017). Pero la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos en 2016 le llevó a plantearse una historia que recogiera el paralelismo entre el fundamentalismo religioso que se ha extendido por muchos países africanos y el extremismo político que había conquistado Estados Unidos. 

El director sitúa esta confrontación en el seno de una familia formada por dos hermanos que están enfrentados por esta circunstancia. Tierno (Alassane Sy) es un líder religioso calificado para ser imán que practica una religión islámica apegada a la tradición centenaria, mientras que su hermano Ousmane (Saïkou Lo) acaba de regresar a la ciudad tras haberse unido a un jeque fundamentalista. Cuando surge la posibilidad de que la hija de Tierno, Nafi (Aïcha Talla) se case con Tokara (Alassane Endoye) el hijo de Ousmane, la tensión entre ambos hermanos se recrudece. Tierno utiliza la juventud de Nafi como excusa para su reticencia al matrimonio, pero en realidad lo que pretende es que ella no se vea envuelta en las ideas extremistas de su hermano. Sin embargo, Nafi tiene el deseo de casarse con Tokara, para así poder independizarse y viajar a la ciudad para estudiar, pero su opinión no es tomada en cuenta. Ousmane representa el peligro de ese nuevo fundamentalismo que se está extendiendo por ciudades africanas como Tombuctú, donde Mamadou Dia ejerció como periodista, y que se describía en la película Timbuktu (Abderrahmane Sissako, 2014). Pero también está representada en Tierno la autoridad ejercida con firmeza que sin embargo no es consciente de los deseos de su propia hija.

El populismo de los fundamentalismos se representa a través de los regalos que distribuye Ousmane a su familia. Cuando a un vecino le regala un televisor de pantalla plana, la alegría inicial se torna en decepción porque el televisor solo tiene acceso a canales religiosos, mientras que él quería el televisor para poder ver el fútbol. Esta introducción de elementos de humor contiene un trasfondo que refleja la maquiavélica camaradería con la que los extremistas consiguen ir introduciendo su doctrina religiosa. Aunque es una película que tiene a dos hombres como protagonistas, hay un retrato complejo de las mujeres, especialmente a través de la fuerte personalidad de Nafi, pero también de la importante presencia de la madre de Tierno y Ousmane, a la que acaban consultando la decisión definitiva sobre el matrimonio. Son ellas, las mujeres, las que ejercen un poder invisible en el entorno familiar. Y, en definitiva, el enfrentamiento entre los hermanos proviene, no solo de sus diferentes, ideas sino de la melancolía provocada por supuestos favoritismos surgidos en la infancia. Le père de Nafi se construye sobre una narración que cuida a los personajes, aunque no termina de consolidar el drama familiar junto al tema principal, pero se apoya en un trabajo de dirección notable, que encuentra en una fotografía de Sheldon Chau compuesta por claroscuros, la representación precisa de esa compleja línea divisoria entre la tradición y el extremismo religioso. 

Otra de las películas de la programación del festival que llega con el sello de la Sección Oficial del Festival de Cannes 2020 es Rouge (Farid Bentoumi, 2020), una especie de thriller ecológico que está basado en hechos reales, cuyo estreno en Francia se retrasó hasta agosto de este año. La historia también se construye en torno a un drama familiar, cuando Nour (Zita Hanrot), que ha sido contratada en la enfermería de una planta química, se enfrenta a su padre Slimane (Sami Bouajila), líder sindical de la fábrica, por la denuncia contra los vertidos de lodo rojo que se llevan a cabo de forma oculta en un lago cercano. Aunque la trama es ficticia, está basada en la contaminación provocada por la planta de Gardanne, que descarga desechos tóxicos en el Mediterráneo. Uno de los elementos interesantes de la película es que consigue desarrollar los personajes evitando los estereotipos, dibujando personalidades cuyos intereses tienen el objetivo del bien común, pero al mismo tiempo establecen una dicotomía ética a veces insostenible. Es el caso de Slimane, interpretado por el actor Sami Bouajila, ganador del Premio César este año por A son (Mehdi Barsaoui, 2019), que trata de conseguir buenos acuerdos para los trabajadores, aunque eso conlleve cierta política de silencio. 

La película se coloca en la línea de títulos como Aguas oscuras (Todd Haynes, 2019), que denunciaba las consecuencias de los gases tóxicos de la industria química, pero la incorporación de la tensión familiar que se produce cuando la hija comienza a investigar los vertidos aporta una dimensión que contribuye a reforzar el dramatismo. Y precisamente este entorno familiar es lo que resulta más interesante, especialmente a través de la representación de unos personajes de origen árabe pero que manifiestan una cultura completamente francesa. No hay rasgos de tradiciones que muestren sus orígenes, la celebración de una boda sigue la tradición occidental, estableciendo una especie de aculturalidad en el comportamiento de estos personajes. Es una visión interesante que proviene también de la reflexión sobre la identidad nacional que hizo el director en su debut, la comedia Good luck Algeria (Farid Bentoumi, 2015), que estaba basada en la historia de su hermano, un ingeniero francés que representó a Argelia en los Juegos Olímpicos de Invierno de Turín en 2016. Precisamente, tanto Sami Bouajila como Zita Hanrot, los dos protagonistas de Rouge, son franceses de segunda generación, él de origen argelino y ella de madre jamaicana. Sin embargo, la dinámica familiar que se presenta, especialmente la relación entre padre e hija, pero también la de la hermana y su futuro marido, tiene aún esa estructura patriarcal que parece alejada de una visión más occidental. 

En una de las escenas iniciales de La déesse des mouches à feu (Anaïs Barbeau-Lavalette, 2020) la adolescente Catherine recibe como regalo de cumpleaños de su madre un walkman (estamos en los años noventa) y un ejemplar del libro Los niños de la Estación del Zoo (1978), que luego se convertiría en la polémica película Yo, Cristina F (Uli Edel, 1981), la transcripción de una serie de entrevistas que los periodistas Kai Hermann y Horst Rieck realizaron a Christiane Vera Felscherinow, que narraba su vida en el Berlín Occidental entre los años 1975 y 1978, cuando tenía entre doce y quince años, y todo su mundo relacionado con la adicción a la heroína y la prostitución de menores. La alegría del cumpleaños dura poco en el entorno desestabilizado de Catherine, porque inmediatamente el matrimonio comienza una de tantas peleas violentas, ahora motivada por el regalo que le hace su padre, un cheque de 1.000 dólares. Esta escena marca buena parte del tono de la película y las motivaciones de la protagonista. Catherine vive de forma acomodada y no tiene problemas económicos, pero se siente identificada con la historia de Christiane F. 

"Para mí y para muchos de mis amigos tuvo el efecto contrario al que pretendía. Berlín, David Bowie, la moda... todo lo que vi fue: ¡Me encanta este ambiente!", contaba la escritora canadiense Geneviève Pettersen cuando se publicó el libro en el que está basada la película, La diosa de las moscas de fuego (2014). En su obra, cambia el entorno de la ciudad en la que habitualmente se desarrollan estas historias relacionadas con las drogas y la juventud, por la región quebequense de Chicoutimi-Nord, y en su título encontramos otra de sus referencias literarias, El señor de las moscas (1954), de William Golding. La película ofrece por tanto una historia contada ya en otras ocasiones, que aquí se envuelve en torno a referencias, sobre todo musicales, de los años noventa, pero todo resulta insultantemente previsible y obvio, como ese poster de Kurt Cobain que Catherine tiene en su habitación. De alguna forma, las incursiones de la adolescente protagonista en las drogas y el sexo se justifican mostrando la tóxica relación de sus padres (aunque se acaben de separar), estableciendo la idea de que el entorno familiar la conduce a una huida, a la necesidad de una segunda familia en ese círculo de amigos que la "adoptan" como un miembro más. Es todo demasiado superficial, aunque la directora Anaïs Barbeau-Lavalette, en su debut en el largometraje, quiera envolverlo en cierta estética visual más o menos elaborada. Por supuesto, y para no salirse del tópico, la joven comenzará a darse cuenta de que ese ambiente no es tan cool como parecía, de que la mescalina, el LSD y las drogas sintéticas acaban muchas veces en sobredosis y en muerte. 

CLAUSURA

La sesión de clausura del 4º Festival de Cine Francófono de Barcelona la protagoniza una producción francesa, 5ème set (Quentin Reynaud, 2020), un guión que permaneció aparcado desde 2013 hasta que fue incluido en 2017 en la lista "Coups de coeur" (favoritos) de la Asociación Lecteurs Anonymes, una selección de los mejores guiones franceses no realizados hasta la fecha. El productor Léonard Glowinski contactó entonces con Quentin Reynaud, quien afirmaba en una entrevista a Lecteurs Anonymes que al proyecto le afectó negativamente "su condición de película "deportiva", que en Francia es un género temido y nada apreciado por los productores y distribuidores". Posiblemente la buena recepción de Borg McEnroe (Janus Metz, 2017) pudo influir en la puesta en marcha de la producción pero, mientras aquella se trataba de una película basada en personajes reales, Cinquième set es una historia completamente ficticia, centrada en una antigua promesa del tenis francés que, a sus 37 años, no ha logrado grandes éxitos y se encuentra en una etapa complicada, hostigado por la presión familiar para que se retire definitivamente de la competición, y por una grave lesión en la rodilla que le ha llevado varias veces al quirófano. Thomas Edison (Alex Lutz) contempla el éxito de una nueva joven promesa, Damien Thosso (Jürgen Briand), un joven de 17 años que ahora es sobre el que todos los medios y los aficionados ponen su atención. Y de alguna manera esta visibilidad del éxito de otros profundiza aún más la percepción del fracaso en su carrera deportiva. 

La película muestra con inteligencia la trastienda del deporte de élite, esa extraña escala social que está marcada por la posición que los deportistas ocupan en el ránking internacional, que provoca que Thomas tenga que bajarse de un coche oficial de la competición porque lo necesitan para los cabezas de serie. Tras aquel breve destello de éxito, su posición entre los últimos de los mejores 200 jugadores del mundo no le ha permitido competir en los principales torneos de la temporada. Y la relación con su madre Judith (Kristin Scott Thomas), que también fue su mentora y siente la decepción de no haber conseguido que su hijo llegara a triunfar, es casi tan complicada como con su esposa Eve (Ana Girardot), que abandonó su carrera como deportista para cuidar al hijo de ambos, motivada por la supuesta eclosión de la carrera de Thomas. De alguna forma, el protagonista está rodeado de decepciones que parecen indicar que a sus 37 años es mejor tirar definitivamente la toalla. 

Quentin Reynaud consigue un buen retrato de personajes, quizás en algunos casos demasiado esbozados como el de Eve, que no permite a Ana Girardot elaborar un trabajo sólido, mientras que la relación entre Thomas y su madre está mejor construida, sobre todo porque las miradas de Kristin Scott Thomas reflejan más que los propios diálogos, y esa es su grandeza como actriz. El drama personal fuera de la cancha, sin embargo, está bien cimentado, y posiblemente la mayor dificultad se encuentra en trasladar esta efervescencia emocional del personaje principal a las escenas deportivas. Pero el director las resuelve con eficacia en partidos que, aunque son solo clasificatorios, tienen una gran carga humana. El duelo final, que dura unos 25 minutos, transmite con eficacia la tensión y el suspense, y lo hace gracias también a los violonchelos sostenidos de la música compuesta por Delphine Malaussena, que huye de los tópicos del género. La cámara se sitúa pegada a los personajes, utiliza los planos medios para acercar al espectador la tensión de la pista de tenis, pero en los últimos minutos del partido, el director adopta una posición más objetiva, casi como si estuviéramos asistiendo a la retransmisión real de un partido de tenis. Y aunque el final abrupto puede resultar frustrante, el camino que hemos recorrido junto a Thomas no lo es en absoluto. 


Le père de Nafi, La déesse des mouches à feu y 5ème set se pueden ver en Filmin hasta el 10 de octubre.  

Timbuktu se puede ver en Filmin. 
Aguas oscuras se puede ver en Netflix. 
Borg McEnroe se puede ver en Prime Video, HBO España y Filmin. 


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