COMPETICIÓN OFICIAL
La trayectoria de la película Junk Head (Takahide Hori, 2017-2021), es ciertamente curiosa. El director japonés comenzó a rodar esta historia en 2009 sin tener ninguna experiencia en el cine ni en la animación stop-motion, guiándose principalmente por videos que encontraba en internet. Takahide Hori, que trabaja en una empresa que construye decorados para Tokyo Disneyland, desarrolló su creatividad en solitario, sin la participación de otros profesionales, encargándose de la animación y el rodaje, hasta que finalmente estrenó el cortometraje Junk Head 1 (Takahide Hori, 2013), que consiguió el Premio al Mejor Cortometraje de Animación en el prestigioso Festival de Clermont-Ferrand. Esto le abrió las puertas de Hollywood, con cineastas como Guillermo del Toro alabando su trabajo y con ofertas para seguir desarrollándolo bajo la maquinaria norteamericana, pero Takahide Hori decidió continuar en solitario sin perder su independencia. Y así llegó a completar la historia en forma de largometraje de 100 minutos Junk Head (Takahide Hori, 2017), que recibió una Mención Especial a la Mejor Película de Animación en el Festival Fantasia de Montreal. A pesar de su trayectoria en otros festivales, el director volvió a rodar nuevas escenas para mejorar la historia, sintiendo que su película no estaba completa del todo, y durante otros cuatro años ha trabajado en la versión definitiva de Junk Head (Takahiro Hori, 2021), que este mismo año se ha estrenado en el Fantasia Festival.
Todo este proceso es fácilmente comprensible cuando vemos en los títulos de crédito finales el nombre de Takahide Hiro una docena de veces, como director, guionista, editor, músico, director de fotografía e interpretando todas las voces de los personajes en un lenguaje inventado. Es la sorprendente obra de un hombre en solitario, que ha persistido durante doce años en un proyecto personal. De alguna forma, la perseverancia que muestra el protagonista de su película a la hora de completar su misión exploradora en las entrañas de un mundo habitado por seres deformes y aterradores, es un reflejo de la persistencia del propio director en la finalización de su proyecto personal. Se trata de un mundo futuro en el que los humanos han alcanzado la inmortalidad pero, como ocurría en The colony (Tim Fehlbaum, 2021), han perdido la capacidad de procrear, así que utilizan clones para realizar el trabajo. El resultado final es una absorbente historia que tiene algo de representación futurista entre el universo literario de H.P. Lovecraft y la imaginería visual de H.R. Giger, una película de animación con escenarios elaborados que hacen referencia a Metrópolis (Fritz Lang, 1927) y personajes icónicos.
Las dos versiones del protagonista, que sufre una transformación en mitad de la película, reflejan la sumisión de los robots como clase trabajadora, y también aborda algunas temáticas relacionadas con la sociedad moderna, como la percepción que se tiene a través de la desinformación o la fácil expansión de ésta, que funciona aquí como elemento de humor cuando una serie de personajes consideran al protagonista como una especie de Dios. El escenario laberíntico de iconografía cyberpunk está construido con una gran meticulosidad y en el trabajo de dirección destacan algunos movimientos de cámara inusuales que adoptan la posición de un personaje y rápidamente se coloca desde el punto de vista de su interlocutor, o la espléndida elaboración de las escenas de acción, un trabajo inusualmente dinámico en las producciones de stop-motion. Cierto es que hay algunos problemas de ritmo en determinadas partes de la historia, pero todo el tercer acto y la secuencia final son de una gran maestría y colocan a la película como una de las mejores muestras de animación de los últimos años.
La historia que se cuenta en Barbaque (Fabrice Eboué, 2021) no es excesivamente original. Esta producción francesa que se estrena a finales de este mes en su país podría considerarse una especie de reinterpretación de Sweeney Todd (Tim Burton, 2007), en la que el canibalismo se convierte en la representación de una sociedad que se deja llevar por su entorno. Los protagonistas son Vincent (Fabrice Eboué) y Sophie (Marina Foïs), una pareja de carniceros que se enfrentan a las represalias de un grupo de veganos en contra del sacrificio de animales. Cuando uno de estos ecologistas muere accidentalmente, y también accidentalmente su carne pasa a formar parte de la estantería del negocio, los clientes descubren un manjar que no habían probado nunca. Sophie está obsesionada con los programas que hablan de psicópatas asesinos, pero eso también le proporciona la información necesaria para saber de qué forma pueden abastecerse de más carne vegana.
La cuarta película como director y protagonista del comediante francés Fabrice Eboué se adentra en el terreno de la comedia negra para elaborar una historia que funciona adecuadamente en su tono de humor cínico en torno a la sociedad actual. Lo más interesante de la propuesta no es tanto la representación humorística en sí misma, sino cómo funciona para trasladar a la pantalla otros temas que están más allá de su tono de comedia de terror. Porque en la incursión en el crimen de los dos protagonistas encuentran también la forma de reconstruir una relación que parecía perdida, asolada por la monotonía y el hastío. En una secuencia, el director establece un paralelismo entre las imágenes de un guepardo cazando y los asesinatos que cometen los protagonistas, como si hubieran recuperado un primitivismo animal que permanecía oculto, una animalidad que se esconde bajo las reglas de la sociedad. Pero inmediatamente después les muestra como cazadores, con su presa bajo los pies, mostrando que esta sociedad establece reglas que permiten que el hombre se convierta en depredador.
Hay otro momento en el que ambos se preguntan si deben matar a una persona de raza negra, dudando sobre el sabor de su carne ("mujer y negra son dos sabores nuevos", dice Sophie), mostrando ciertos prejuicios raciales, aunque el propio protagonista es racializado. En este sentido, Barbaque consigue elaborar una serie de discursos que están en el trasfondo de la historia y que trasladan determinadas preocupaciones en torno a una sociedad hipócrita, lo que eleva el interés de su propuesta al margen de su condición de comedia que funciona con efectividad. No se trata solo de una confrontación entre animalistas y proveedores de carne animal, sino que establece líneas argumentales que alimentan la propia narrativa, utilizando la comedia como recurso para elaborar diálogos que en otras circunstancias podrían resultar incómodos. Es una inteligente utilización del humor.
El director Zhang Yimou se ha convertido con los años en el máximo representante de la llamada Quinta Generación de cineastas chinos, rodeado de algunas polémicas respecto a determinadas representaciones de la sociedad china, la más reciente con su película Un segundo (Zhang Yimou, 2020), que ha llegado esta misma semana a la cartelera española y que fue sacada de la programación del Festival de Berlín 2020 a última hora, poniendo como excusa ajustes de postproducción, aunque parece más relacionado con la censura por parte de las autoridades chinas. Pero por otro lado ha sabido mantener el equilibrio suficiente creador para ser considerado un director del régimen (el gobierno chino incluso le encargó la dirección de la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Pekín 2008). A lo largo de su carrera ha explorado diversos géneros cinematográficos, pero nunca se había acercado al cine de espías, hasta ahora con el estreno de su penúltima película. Cliff walkers (Zhang Yimou, 2021), se desarrolla en la región de Manchuria en 1931, ocupada por los japoneses, a la que llega un grupo de cuatro paracaidistas que son agentes del Partido Comunista entrenados por la Unión Soviética para recabar información sobre experimentos con armas biológicas, rescatando al único testigo que puede acreditar estas actividades. Una operación que los espías denominan como utrennya, "amanecer" en ruso.
La película se abre con una secuencia espléndida en la que Zhang Yimou muestra una vez más la profunda mirada poética de su cine, cuando vemos caer en paracaídas a los espías chinos en medio de un paisaje nevado y agreste. Y marca la dinámica visual que veremos a lo largo de toda la película, en la que el blanco de la nieve será el color predominante y jugará un papel importante en una escena de persecución entre coches de época en medio del nevazo que a veces cubre la pantalla de un color nebuloso. En este sentido, el director muestra su capacidad para planificar de una forma cuidadosa y estéticamente irreprochable sus películas, quizás la mirada más lírica del cine actual. Hay también algunos homenajes cinematográficos que alimentan el universo formal de esta historia, como esa armónica que suena a Ennio Morricone en las escenas de fusilamiento, o la proyección de La quimera del oro (Charles Chaplin, 1925) en una escena destacada.
El guión está escrito por Quan Yongxian con la colaboración de Zhang Yimou, y precisamente el aspecto narrativo es el que desequilibra una película que visualmente es intachable, porque llega un momento en el que la historia se difumina en juegos de espionaje y contraespionaje que hacen confusa una trama que tiene un evidente carácter politizado, lo que se pone de manifiesto en los créditos finales en los que aparece la frase "Esta película está dedicada a los héroes de la Revolución". Es por tanto una visión política en la que la división entre chinos buenos y japoneses malos es bastante clara, pero no estorba a la condición de género con cierto aire clásico que tiene este penúltimo trabajo de Zhang Yimou, tan prolífico últimamente que este mismo año ha estrenado en su país otra película, Ju Ji Shou (Zhang Mo, Zhang Yimou, 2021) con tan solo cuatro meses de diferencia, basada en la historia de un francotirador chino de la Guerra de Corea y codirigida junto a su hija.
PANORAMA FANTÁSTICO
En Vigilados (The rental) (Dave Franco, 2020), dos parejas alquilaban una casa de vacaciones pero comienzan a sospechar que su anfitrión no es trigo limpio. Participando Joe Swanberg en el guión, la película utilizaba la moda de Airbnb para construir un mumblegore, una historia que mezclaba el estilo de diálogos y bajo presupuesto con un auténtico slasher. Algo parecido ocurre en Superhost (Brandon Christensen, 2021), una producción de Shudder que se centra en los vloggers Claire (Sara Canning) y Teddy (Osric Chau), cuyo canal se dedica a realizar críticas de casas de alto standing que se alquilan para períodos cortos. Ni qué decir tiene que, como en toda cultura de internet, lo que mejor funciona en su vlog Superhost son los comentarios incisivos y las referencias crueles hacia los anfitriones. En este caso, la joven dueña de la nueva casa es Rebecca (Gracie Gilliam), que por su comportamiento muestra una simpatía demasiado forzada. La película tiene las características propias del cine realizado durante la pandemia, con pocos personajes en una sola localización, como ocurría también en The boy behind the door (David Charbonier, Justin Powell, 2020) y en otros títulos que aprovechan la economía de medios.
En realidad, no hay nada que sorprenda en el desarrollo de esta historia, aunque el director y guionista Brandon Christensen, habitual en producciones Shudder como Poseído (Brandon Christensen, 2017) o Z (Brandon Christensen, 2019), trata de ahondar en la relación entre Claire y Teddy, construyendo una especie de sentimiento romántico no correspondido. Pero la verdad es que no nos importa demasiado el trasfondo sentimental de dos personajes que ya intuimos cómo van a acabar. Lo que hubiera sido más interesante es que se hubiera profundizado en esta lectura de internet como un espacio de conexión y al mismo tiempo desconexión con el mundo, y esta necesidad de construir una realidad alternativa que se transmite como si fuera verdadera a través de las redes sociales. Esta falsedad característica de la mayor parte de lo que vemos como real en vlogs y cuentas sociales se apunta, especialmente a través del personaje de Claire y su obsesión por no perder suscriptores, pero no se desarrolla del todo. El resto circula por terrenos conocidos, con Gracie Gilliam interpretando su personaje como una desquiciada que parece que está más cerca del muñeco de Chucky que de una persona real, pero de alguna manera se nota que el director quiere que los espectadores simpaticen más con Rebecca que con los dos vloggers. Y aunque en cuestión de ritmo la película funciona correctamente, sus posibilidades de contar algo más que una simple historia de psicópata con ciertos toques de humor negro se quedan en nada.
SESIÓN ESPECIAL
La serie documental The movies that made us (Netflix, 2019-) dedica un episodio de su tercera temporada recién estrenada a la película La noche de Halloween (John Carpenter, 1978) y desgrana algunas claves de la realización de esta producción de bajo presupuesto que se convirtió en un icono del cine de terror moderno. La serie documental suele ser frustrante porque a veces dilapida sus posibilidades como anecdotario de las películas que han marcado varias generaciones. Por ejemplo, en este episodio no aparecen ni John Carpenter ni Jamie Lee Curtis, aunque sí David Gordon Green, el encargado de la trilogía reboot de la que ahora se estrena la segunda parte. Halloween kills (David Gordon Green, 2021) tiene la difícil tarea de continuar una reinterpretación del personaje de Michael Myers después de que La noche de Halloween (David Gordon Green, 2018) consiguiera buenas críticas. Por supuesto, esta segunda entrega intermedia antes de Halloween Ends (David Gordon Green, 2022) no ha sido recibida con tanta efusividad, quizás porque asume varios riesgos que tratan de ampliar la mirada a temáticas más complejas que abordan la colectividad.
Hay que decir que Halloween kills se perfila claramente como una película intermedia, es decir, asume desde el principio su condición de engranaje para construir el desenlace, y de esta forma se explica la escasa participación del personaje de Laurie Strode (Jamie Lee Curtis), que pasa casi todo el tiempo en el hospital, como en Halloween 2: Sanguinario (John Carpenter, 1981), y también el despliegue de referencias a la película original y su saga, que pasa no solo por recuperar algunos personajes de los inicios, sino también por rescatar alguna secuencia eliminada de Halloween 4: El regreso de Michael Myers (Dwight H. Little, 1988), cuando Laurie grita a los bomberos "Let it burn!" (dejen que se queme). Esta "vuelta" a los orígenes se representa también en el regreso de Michael Myers a su casa o en el flashback del principio, aunque la acción principal tiene lugar en la misma noche que transcurre la versión de 2018. Y con la participación nuevamente del propio John Carpenter en la composición de la banda sonora, junto a su hijo Cody Carpenter.
Lo arriesgado de esta propuesta es cómo el director y guionista trata de ampliar la visión del mal expandiéndose en los habitantes del pueblo, reflexionando sobre la histeria colectiva y sus consecuencias, como cuando una turba de personas entran por la fuerza en el hospital (una imagen que nos recuerda a la toma del Capitolio en enero de este año). El mal que refleja Michael Myers se contagia en forma de acto de venganza, cuando Tommy Doyle (ahora interpretado por Anthony Michael Hall) grita: "Evil dies tonight" (El mal muere hoy), pero que se refleja certeramente en las palabras del oficial Leigh Brackett (Charles Cyphers): "Nos ha convertido en monstruos". La idea del mal que provoca la maldad es clásica en las historias de terror, es la consecuencia del miedo colectivo, y en esta película tiene un marcado paralelismo con el mito de Frankenstein.
Quizás la decisión más controvertida (aunque también puede ser la más lógica) es la de psicologizar a un personaje como Michael Myers, que en la versión original de John Carpenter era la representación del mal en estado puro. Por eso su máscara (en realidad una máscara de Halloween del capitán Kirk de Star Trek (NBC, 1966-1969) que fue modificada) es inexpresiva y totalmente blanca. Pero, especialmente en esta película, se trata de dar una representación del personaje que se acerca, efectivamente, a la figura del monstruo de Frankenstein: "Es un niño de 6 años con la fuerza de un hombre y la mente de un animal", le describe el oficial Hawkins (Will Patton), cuando se da cuenta de que la intención del monstruo es la de regresar a su hogar, porque en él también existe el trauma por el asesinato de su hermana. La trama protagonizada por Michael Myers en la película contiene las dosis adecuadas para atrapar a los espectadores actuales, un ramillete de asesinatos en los que los objetos que se utilizan son cotidianos, como si las víctimas fueran asesinadas por sus propios hogares (abrecartas, tubos fluorescentes, hachas, puertas, ventanas, escaleras...). Con Halloween kills David Gordon Green consigue una película intermedia en la que construye una reflexión sobre el miedo en la colectividad que se apoya en un ejercicio fandom para seguidores de Michael Myers y Laurie Strode.
CLAUSURA
La leyenda de Sir Gawain y el caballero verde (s. 14) es un romance caballeresco que está conectado con las leyendas artúricas sobre la adhesión al código de caballería, y que se convierte en una de las películas más líricas y fascinantes que se estrenarán este año en El caballero verde (David Lowery, 2021). Cuando el rey (Sean Harris), al que no se le da nombre en la película pero que parece evidente que es el rey Arturo, pide al joven Gawain (Dev Patel) que le cuente una historia sobre sí mismo para conocerlo mejor, éste le responde que no tiene nada que contar. Quizás por eso, y por su deseo de incorporarse a la corte de caballeros que acompañan al monarca, se presta a participar en un extraño juego de Navidad, cuando un caballero verde se presenta en palacio proponiendo que un hombre le aseste un golpe, tras lo cual después de un año, tendrán que volver a encontrarse en la Capilla Verde y entonces devolverá el mismo golpe. La imagen del Caballero Verde está sujeta a diversas interpretaciones, y se habla de que puede surgir de una mala traducción del galés, pero mientras que en El caballero verde (Stephen Weeks, 1984), Sean Connery interpretaba a un caballero con armadura de ese color, la iconografía de David Lowery lo acerca más a la naturaleza, en un símbolo que se repetirá de forma constante, haciéndolo mitad hombre y mitad árbol.
Cuando pasa un año, Gawain debe iniciar su viaje de seis noches hacia la capilla para recibir el mismo golpe con el que decapitó al Caballero Verde. Un viaje que es un acto de crecimiento personal y emocional, que marca la estructura circular que está presente desde el punto de vista formal a lo largo de toda la película, a través de la puesta en escena (la propia corona que lleva el rey) o los movimientos de cámara. En este viaje, visualmente fascinante, Gawain se encontrará primero con un pillo que le confunde con un caballero, estableciendo el juego de apariencias que también es uno de los temas de la película. Lo que parece en vez de lo que es, la imagen como proyección de la personalidad. La idea de leyenda se establece desde los textos que convierten a la película en una especie de recopilación poemaria, fragmentos episódicos del viaje de Gawain. Pero también cuando es robado y abandonado en mitad de un bosque lleno de muerte y desolación, la cámara hace un movimiento circular que nos muestra el fatal desenlace de esta situación, pero que retrocede inmediatamente para certificar su condición de cuento, y en los cuentos el destino del héroe debe continuar hasta conseguir un carácter épico.
La idea de la decapitación está presente en varios textos medievales, y se representa no solo a través de la que sufre el Caballero Verde y la que sufrirá el protagonista, sino también en la leyenda galesa de Santa Winifreda que David Lowery introduce en el camino de Gawain, una joven virgen a la que un líder local decapitó cuando no accedió a sus favores sexuales. Hay una propuesta visual que está llena de ideas, con momentos casi mágicos como cuando se encuentra con un grupo de gigantes. Porque el viaje del aspirante a caballero también tiene algo de ensoñación, simboliza el contraste entre la naturaleza y la civilización, entre la fe cristiana y el paganismo, y reflexiona sobre el sentido del honor, como se pregunta Essel (Alicia Vikander) cuando su prometido está a punto de partir: "¿Por qué quieres alcanzar la grandeza? ¿Por qué la bondad no es suficiente?". En esta construcción de la mitología artúrica que está a la altura de Excalibur (John Boorman, 1981) como representación del código de caballería, tiene una importancia fundamental la partitura de Daniel Hart, que profundiza en los sonidos de la música medieval con la utilización de instrumentos tradicionales y coros femeninos, y que envuelve de una atmósfera mágica a las imágenes. El director realizó diversos montajes de la película, especialmente después de que no pudiera estrenarse en el Festival SXSW durante la pandemia, pero independientemente de que se puedan discutir algunas de sus decisiones formales y narrativas, lo que está claro es que refleja una visión muy personal de los romances de caballería. Y que en mayor medida acierta en esta suntuosa y arriesgada creación artística.
Cliff walkers se estrena en cines el 22 de marzo de 2022.
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