Fundado en 2004 por Luigi Campanile, el Festival Internacional de Cine de Salento se celebra cada mes de septiembre en la localidad de Tricase, situada justo en la punta del "tacón" de esa especie de bota que forma la fisonomía de Italia. Toda esa zona es la sub-península de Salento que pertenece a la región de Apulia, también llamada La Puglia, una zona poco explorada por el turismo que está bañada por dos mares, el Jónico y el Adriático. En este entorno de paisajes naturales y arquitectura barroca se presentan producciones independientes como forma de promoción del cine pero también de la zona. El Festival Internacional de Cine de Salento ha desarrollado en los últimos dos años una gira llevando las producciones italianas del festival a ciudades como Zúrich, Londres, Hong-Kong, Nueva York, Santiago de Chile, Oslo, Moscú y San Petersburgo. En la programación del festival itinerante se incluyen cuatro películas italianas que han logrado diversos galardones en la edición de 2021.
El premio a la Mejor Película fue para Re Minore (Giuseppe Ferlito, 2020), una producción de la Associazione Culturale Immagina, que ya había logrado el Premio del Jurado Popular en el Festival de Cine de Salerno 2020. Rodada en 2019 en la región de Sicilia, entre las localidades de Sciacca, Caltabellotta y Burgio, la acción se desarrolla en este último municipio de algo menos de 3.000 habitantes, donde Mimì (Francesco Catalanotto) es un niño que se aficiona a los sonidos que surgen cuando golpea todo tipo de objetos por la calle. Así comienza una vocación que le lleva a estudiar como ingeniero de sonido en Londres, donde conoce a su novia Mirella (Letizia Toni). Varios años después, el joven Mimì (Gabriele Ferrantelli) regresa con su pareja a Burgio, donde se reencuentra con su padre Jaco (Santo D'Aleo), el Maestro Corona (Vincenzo Catanzaro) y una comunidad pequeña enfrentada a problemáticas universales como la inmigración. A su llegada al pueblo, Mimì es recibido por un terremoto, uno de los muchos que se producen en Sicilia provocados por la actividad volcánica del Etna. Pero también es una metáfora de la sacudida que la llegada del joven y su novia Mirella provocarán en el pueblo, especialmente en su relación con el Maestro Corona, profesor de música que se ve desplazado en las fiestas religiosas por las aportaciones sonoras de su ex-alumno, bien recibidas por el nuevo párroco del pueblo, el Padre Santino (Nicola Puleo), cuya visión más actualizada de la religión le enfrenta a veces con sus propios feligreses.
En una de sus clases, el Maestro Corona comenta que la 9ª Sinfonía de Beethoven (1824) está compuesta en Re Menor, "una tonalidad musical muy utilizada tanto en el pasado como en el presente, sobre todo por su significado trágico". De hecho, tiene un sonido más oscuro que la mayor, y en el siglo XIX estaba considerada como la tonalidad más apropiada para la tristeza, algo que Piero Piccioni representó de forma espléndida, por ejemplo, en temas como "Overture in Re Minor" para la película Escándalo en el convento (Domenico Paolella, 1973), una representante tardía del subgénero "nunsploitation". Giuseppe Ferlito (1975, Italia) utiliza este paralelismo para construir una película "en re menor", que poco a poco se va haciendo más dramática, especialmente cuando Corona comienza a sentirse desplazado por Mimì, no solo en las creaciones musicales para los acontecimientos religiosos, sino en la propia escuela. Es también el contraste entre lo tradicional y lo novedoso en una región que mantiene todavía un aspecto barroco debido a sus construcciones y una cierta mentalidad clásica. Como tema secundario hay referencias a la forma en que los vecinos afrontan la llegada de inmigrantes, especialmente cuando no reciben ningún tipo de ayuda del gobierno italiano. También hay un cierto tratamiento poético en la representación de esta inmigración, cuando Mimì recorre parte del paisaje cercano a Burgio grabando todo tipo de sonidos y cuando se acerca a la costa no capta los sonidos pacíficos del mar, sino gritos de desesperación de los náufragos.
Re Minore coquetea con varios géneros como el drama, la realidad social y la investigación policial para construir un mosaico que representa los contrastes en la región de Sicilia, que no solo se enfrenta a desastres naturales como los habituales terremotos, sino también a desastres provocados por los humanos, como la inmigración. Es un planteamiento ambicioso que no siempre consigue narrarse con habilidad, que abarca demasiados temas para concretarse o profundizar en alguno de ellos. Para una película que da tanta importancia a la música, la propia utilización de la banda sonora resulta fallida, demasiado sobrecargada. Giuseppe Ferlito es el director de la Escuela de Cine de la Associazione Culturale Immagina, y parece claro que buena parte de la película está realizada por técnicos y actores no profesionales, pero a pesar de sus defectos hay una honestidad y una complejidad en el retrato de la comunidad que parece reflejar con acierto la idiosincrasia de Sicilia, la zozobra de abordar nuevos tiempos desde una mirada tradicional, el naufragio de los recursos sociales para abrir los brazos a quienes huyen de la pobreza.
La partita (Francesco Carnesecchi, 2019) es un drama que utiliza los noventa minutos que dura un partido de fútbol, lo mismo que la película, para construir varias historias relacionadas con el Sporting Roma, un equipo de barrio con mala fortuna en la portería. La película es una ampliación del cortometraje La partita (Francesco Carnesecchi, 2016) que estaba protagonizado por los mismos actores, pero tuvo que retrasar su estreno previsto para 2020 debido a la pandemia y acabó distribuyendose en la plataforma Netflix a nivel internacional, estrenándose en España con el título de Un partido decisivo. Pero mientras el corto se centraba en el terreno de juego durante la final del campeonato juvenil que juega el Sporting Roma, el largometraje extiende el abanico de personajes que, también en los alrededores del campo de fútbol, ejercen influencia en el propio partido. El enfrentamiento deportivo se convierte en un microcosmos en el que hay mucho más en juego que ganar una final, especialmente para el presidente del Sporting, Italo (Alberto Di Stasio), que ha apostado todo lo que le quedaba en el partido, relacionándose con la mafia local, para el entrenador Claudio Bulla (Francesco Pannofino), que conseguiría ganar un campeonato por primera vez, y para el principal jugador del equipo, Antonio (Gabriel Fiore), que siente la presión de los aficionados y de su propio entrenador. Para cada uno de ellos ganar es una cuestión de vida y muerte, en algún caso literalmente.
Siendo ésta la base del cortometraje, el director Francesco Carnesecchi (1985, Italia) construye otras subtramas que implican a más personajes, creando una visión amplia no ya del propio equipo, sino del barrio en el que se encuentra, con implicaciones que hablan de la mafia, de los partidos amañados y de las polémicas apuestas en los ámbitos más locales del deporte italiano. Hay interesantes recursos visuales en la película, especialmente en las secuencias del partido, que se juega en un terreno de arena y polvo que en un día caluroso del mes de mayo se convierte en el peor enemigo de los equipos. En la trastienda está la intención del hijo del presidente, Leo (Daniele Mariani) de invertir un dinero que no tienen en introducir la hierba artificial en el campo, a lo que su padre se niega: "El fútbol ha nacido en la tierra", que es la resistencia a la desaparición. La película comienza como una comedia, para ir desviándose progresivamente hacia el drama con consecuencias violentas, y aunque no consigue del todo combinar las diferentes historias, más interesantes cuanto más cerca están del terreno de juego, acaba construyendo una visión del fútbol, de Roma y de Italia, como espacios de vida en los que se mantienen las tradiciones en colisión con una fuerza superior, que hace añicos el pasado para construir un presente no necesariamente mejor.
También sufrió las consecuencias de la pandemia la película Est - Dittatura last minute (Antonio Pisu, 2020), que no pudo estrenarse en salas hasta 2021. Basada en la historia real de tres amigos italianos que decidieron viajar a Rumanía, envuelta en la dictadura que mantuvo a Nicolae Ceaușescu como presidente entre 1967 y 1989, la historia tiene como protagonistas a Rice (Lodo Guenzi), Pago (Matteo Gatta) y Bibi (Jacopo Constantini), tres jóvenes que quieren aprovechar un viaje de vacaciones por el Este de Europa para encontrar aventuras en un momento histórico decisivo en el continente, más allá de su ciudad natal de Cesena. Aunque su primer destino es Hungría, la caída del muro de Berlín y la desintegración de los estados socialistas les lleva a buscar el único país en el que todavía está en pie una dictadura, aunque por poco tiempo. Su intención es grabar con una cámara de super 8 su propio viaje, lo que en la realidad desembocó en el libro Addio Ceausescu. Tre giovani romagnoli alla scoperta e all'avventura oltre la Cortina di Ferro (2019), escrito por Andrea Riceputi y Maurizio Paganelli.
A su llegada a Budapest, el desconocido Emil (Liviu Cheloiu), que ha escuchado su intención de viajar a Rumanía, les pide que lleven una maleta a su familia, que se encuentra en Bucarest, ya que él huyó del país y no puede regresar. Esta valija se convertirá en el objeto de tensiones entre los amigos, alguno de ellos temeroso de ser descubierto por la policía secreta, pero también convierte su viaje a Rumanía en una aventura inesperada. El director Antonio Pisu (1984, Italia) introduce imágenes reales de las grabaciones en Super 8 que hizo el trío de amigos, junto a material de archivo que refleja la vida de pobreza en la que se mantenía la población rumana. Hay una buena química entre los tres actores protagonistas, lo que contribuye a una mayor fluidez en la historia y se equilibra con inteligencia un cierto tono de comedia juvenil con la crudeza de la vida en las repúblicas socialistas de finales de los ochenta. Este contraste también puede provocar discusión respecto a la perspectiva de la historia, en cuanto parece que hay una mirada trivializada del drama, un cierto aire de superioridad inconsciente en estos jóvenes que viajaron desde la estabilidad de sus vidas seguras hasta el interior del drama humano.
La música de Davide Caprelli, ganadora del Premio a la Mejor Banda Sonora en el Festival de Salento, recorre con habilidad los momentos de camaradería, amistad y tensión que viven los protagonistas, con la aportación imprescindible de la vocalista Ciara Sorace. Hay contundencia en el uso de las percusiones y las guitarras eléctricas, pero sobre todo una hermosa melodía principal con el piano como instrumento solista que aporta cierto aire melancólico, aunque en la banda sonora tiene especial importancia la canción "Felicitá", de Al Bano & Romina Power, y sobre todo la triste y melancólica "L'ombra della luce" de Francesco Battiato, que incluyó en su álbum Come un cammello in una grondaia (1991, EMI) .
Hablar de Renato Casaro es hablar del cine más comercial de los años setenta y ochenta, porque fue el ilustrador que creó algunas de las imágenes más icónicas de esas décadas, primero en su Italia natal y posteriormente en Hollywood. El documental L'ultimo uomo che dipinse il cinema (Walter Bencini, 2020), que pasó por la sección Sitges Documenta del Festival de Sitges 2020, es un recorrido algo convencional por uno de los últimos creadores de esos carteles que eran auténticas obras de arte y que muchos aficionados con cierta edad recordamos haber buscado en las antiguas tiendas de souvenirs cinematográficos. La película cuenta con la participación de algunos de los directores y productores para los que trabajó y actores que ilustró, como Dario Argento, Aurelio De Laurentiis, Carlo Verdone y Terence Hill, además de con el propio Renato Casaro en su casa de Marbella. Su trabajo como pintor de carteles comenzó temprano desde que se desplazó a Roma y se introdujo en un mundo cinematográfico en pleno apogeo, con Italia como escenario del rodaje de numerosas películas de Hollywood, pero también con una intensa producción propia, hasta que creó su propio estudio en Cinecittà con 21 años. Como muchos artesanos de la época, trabajó intensamente creando las versiones para Italia de los carteles de producciones internacionales, lo que le permitió desarrollar su estilo personal, inspirándose en las obras de Angelo Cesselon y Averado Ciriello pero, sobre todo, del norteamericano Norman Rockwell.
El productor Dino De Laurentiis le dio la oportunidad de pintar el cartel de la superproducción La Biblia... en su principio (John Huston, 1966), y a partir de entonces comenzó una colaboración continuada que le llevaría a Hollywood. Antes conoció a Sergio Leone en el set de rodaje de Mi nombre es ninguno (Tonino Valerii, 1973), que él co-dirigía. Ya había creado el cartel de Le seguían llamando Trinidad (Enzo Barboni, 1970) y sería el responsable de las ilustraciones de buena parte de las películas protagonizadas por la pareja formada por Terence Hill y Bud Spencer. Acompañó a Dino De Laurentiis cuando se trasladó a Hollywood y comenzó su etapa más internacional en los ochenta. Desde Flash Gordon (Mike Hodges, 1980) hasta Conan, el bárbaro (John Milius, 1982), desde Dune (David Lynch, 1984) hasta El guerrero rojo (Richard Fleischer, 1985), la creación artística de Renato Casaro ha producido imágenes imborrables que son memorables como Acorralado (Ted Kotcheff, 1982), La historia interminable (Wolfgang Petersen, 1984), Cotton Club (Francis Ford Coppola, 1984), El nombre de la rosa (Jean-Jacques Annaud, 1986), El corazón del ángel (Alan Parker, 1987) o Bailando con lobos (Kevin Costner, 1990). Una de las características de sus creaciones es la de mostrar a personajes masculinos empuñando armas y se encuentran similitudes en la posición de los protagonistas de carteles como Un psicópata en la familia (Jeff Bleckner, 1984) y Rambo: Acorralado Parte II (George P. Cosmatos, 1984). También comenzó a colaborar con Bernardo Bertolucci, para el que creó los carteles de El último Emperador (Bernardo Bertolucci, 1987) y El cielo protector (Bernardo Bertolucci, 1990).
Renato Casaro tuvo la clarividencia de guardar buena parte de sus bocetos, lo que permite al documental adentrarse en algunas de las ideas originales descartadas. En Italia, por ejemplo, no se utilizó el cartel que había dibujado para Érase una vez en América (Sergio Leone, 1984), sino que se sustituyó por uno que incluía una composición fotográfica. Se destacan algunas de sus creaciones en ilustraciones para el cine, como la que realizó para la película Terror en la Ópera (Dario Argento, 1987), que muestra la silueta de un rostro destacando los ojos aterrorizados. Su trabajo comenzó a disminuir a finales de los años noventa, y se ha dedicado a diferentes exposiciones y a su obra artística autónoma, entre la que se encuentran algunos cuadros espléndidos dedicados a Andalucía en la colección Orientalism & Andalucia, que se pueden ver en su página web. Recientemente ha regresado al cine cuando el director Quentin Tarantino le contrató para crear el cartel de su película Érase una vez... en Hollywood (Quentin Tarantino, 2019). Renato Casaro se queja de que el marketing actual está diseñado por ordenador y ha perdido personalidad. Y ciertamente este documental refleja buena parte del componente artístico que tiene toda su obra.
La partita se puede ver en Netflix.
Escándalo en el convento, Flash Gordon, El nombre de la rosa y El último Emperador se pueden ver en Filmin.
Mi nombre es ninguno y Le seguían llamando Trinidad se pueden ver en FlixOlé.
Conan, el bárbaro se puede ver en Disney+.
Dune se puede ver en Filmin, Movistar+, Rakuten y Starzplay.
Acorralado y Rambo: Acorralado - Parte II se puede ver en Netflix.
La historia interminable se puede ver en Filmin, HBO Max y Netflix.
Bailando con lobos se puede ver en Movistar+.
El cielo protector se puede ver en Filmin y Prime Video.
Érase una vez en América y Érase una vez... en Hollywood se pueden ver en Prime Video.
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