04 noviembre, 2022

Historias para no dormir 2: 1966 vs. 2022


La segunda temporada de la adaptación de la serie Historias para no dormir (TVE, 1966-1982) recupera otros cuatro relatos que fueron llevados a la televisión pública por Narciso Ibáñez Serrador, como un homenaje a su creador producido por su hijo, Alejandro Ibáñez a través de la productora Prointel que fundaron juntos, y a cargo de directores especializados en cine fantástico y nombres destacados de la interpretación. Historias para no dormir (Prime Video, 2021-) es una coproducción entre la plataforma norteamericana y RTVE y, aunque no se sabe el nivel de aceptación dado que no hay mediciones de audiencia, parece que ha funcionado lo suficientemente bien. La primera temporada tenía como segunda ventana la emisión lineal en el prime time de la 1 de TVE, pero aunque se anunció para el mes de agosto como un estreno destacado, éste nunca se produjo. Finalmente la televisión pública ha decidido relegar su emisión a la 2, dentro del programa Versión Española (TVE, 1998-), donde se han podido ver los dos primeros episodios de la primera temporada el 29 de octubre, y los dos siguientes se han programado para el domingo 6 de noviembre. Esta primera temporada estará disponible también en RTVE Play solo hasta finales de este mes. 

Cada uno de los episodios de la nueva entrega de Historias para no dormir tiene como referencia uno de los que estrenó la serie original, que también sufrió los vaivenes de la programación y, como ya hiciéramos con la primera temporada, comparamos las producciones originales con sus adaptaciones, estableciendo el orden en base a la emisión de aquellas entre 1966 y 1974. 

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La alarma (1966)
Temporada 1, Episodios 15-16
Dirigida por Narciso Ibáñez Serrador
Guión de Luis Peñafiel

Este episodio escrito de nuevo por el creador de la serie bajo su habitual seudónimo, mezcla elementos diversos sin acertar del todo, entre la preocupación por las centrales nucleares y la invasión alienígena. Aunque no se cita en los créditos, se puede considerar una versión libre de El centinela (1951), el cuento de Arthur C. Clarke que el autor ampliaría para convertirlo en su novela 2001. Una odisea espacial (1968, Ed. Debolsillo) y el guión de la película 2001. Una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968), sobre todo por la inclusión de un artefacto extraterrestre de forma piramidal que es descubierto como una especie de aviso de la presencia extraterrestre. La historia comienza con el profesor Javier Urrutia (Narciso Ibáñez Menta) en un bar que permanece abierto durante toda la noche, lamentándose por la decisión que tomó tiempo atrás y que provocó una especie de llamada universal. Las noticias hablan de la llegada de naves alienígenas dentro de tres días, una invasión inevitable que los ciudadanos esperan sin poder dormir, con los negocios abiertos toda la noche en una nerviosa cuenta atrás. Uno de los elementos más interesantes de esta historia es la metanarrativa que nos introduce en las noticias acercándonos al reportero que pregunta en las calles, como una referencia a la adaptación radiofónica que hizo Orson Welles de la novela de H.G. Wells La guerra de los mundos (1898, Ed. Libros del Zorro Rojo). El periodista trata de conseguir mensajes positivos, una esperanza de que los alienígenas que están por venir sean pacíficos, aunque hay cierta tensión en el ambiente. A continuación, un flashback nos muestra el momento en el que el profesor Urrutia descubre unas extrañas emisiones de radiación en el puerto, que le conducen a una taberna y al descubrimiento de esta señal de alarma en forma tetraédrica. 


El episodio se emitió en mayo de 1966 en dos partes, a la manera de La bodega (1966), uno de los primeros capítulos de la temporada uno, y aprovechaba esta división para mantener el suspense de forma inteligente entre una semana y otra. Es especialmente divertida la intervención de Narciso Ibáñez Serrador como presentador, quien interactúa con la historia lanzando un ladrillo contra un escaparate y provocando así el sonido de la alarma que da título al episodio, aunque también hace referencia a la invasión extraterrestre. En La alarma (1966) es interesante el minimalista trabajo musical de Waldo de los Ríos, que se sostiene en una percusión repetitiva que provoca tensión, y una sonoridad electrónica que identifica a los extraterrestres. No se trata de una de las historias más inspiradas de la serie, especialmente en una última parte que resulta demasiado enrevesada y que mezcla conceptos tan dispares como la inmortalidad y la presencia de seres alienígenas sin mucho acierto, pero ciertamente adquiere actualidad dado el renacimiento que están teniendo las noticias relacionadas con los antes llamados ovnis. 
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Para la versión actual de esta historia, Nacho Vigalondo (1977, Cabezón de la Sal) aporta su particular visión sobre habitantes de otros mundos a través de una historia de confinamiento que tiene algunos elementos de similitud con su película Extraterrestre (Nacho Vigalondo, 2011), en la que el protagonista también se veía obligado a convivir con otras personas en su apartamento sin poder salir mientras las autoridades investigan una posible invasión alienígena, trasfondo que tiene en común con la versión de Narciso Ibáñez Serrador. En su cortometraje Domingo (Nacho Vigalondo, 2005), el director también exploraba las consecuencias que tiene la llegada de extraterrestres en una pareja durante un domingo de picnic. Es por tanto un tema recurrente en su filmografía y se convierte una vez más en el principal argumento de una historia que tiene como protagonistas al matrimonio formado por Gabriel (Aníbal Gómez) y Claudio (Roberto Álamo), que acogen en su casa a familiares del primero, encabezados por Chema (Carlos Areces) y el abuelo Luis (Javier Gurruchaga), cuando se produce una extraña tormenta que todos piensan que es lluvia ácida. El director por tanto construye una trama que no sigue la línea narrativa de la historia original, pero incluye algunas de las características de aquella: radiactividad, alienígenas... También se encuentra presente el extraño objeto de forma tetraédrica, que ahora parece un juguete de plástico, que tendrá una relevancia decisiva en el desarrollo de la historia, especialmente cuando aparece Mauricio (Jordi Coll), un ex-amante de Gabriel que se comporta de forma extraña.

La alarma

Temporada 2 | Episodio 4 | ★ 

Escrita y dirigida por Nacho Vigalondo


Hay que valorar la astucia del director y guionista para crear una trama diferente manteniéndose fiel a los elementos principales de la original, aunque demasiado cercana a la película que mencionamos antes, incluso con la participación del actor Carlos Areces. Para Vigalondo, el trasfondo de ciencia-ficción funciona como reflexión sobre las relaciones humanas, un poco a la manera de las novelas de Arthur C. Clarke, y utiliza el humor negro para establecer vinculaciones entre los personajes que provocan situaciones tan embarazosas como humorísticas. También hay, en la actualidad, una evidente lectura sobre el confinamiento y las pandemias aunque no están directamente citadas, pero que resulta significativa en cuanto a la elección del escenario y el aislamiento. Quizás en su economía narrativa se echan en falta algunas explicaciones sobre la razón por las cuales el objeto solo puede ser visto por Gabriel y Carolina (Sofía Oria), mientras permanece invisible para el resto de la casa (o casi). Y se siente como una historia incompleta, desarrollada con demasiada levedad, que trata de abarcar demasiados temas para no profundizar en ninguno. 

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La pesadilla (1967)
Temporada 2, Episodio 1
Dirigida por Narciso Ibáñez Serrador
Guión de Luis Peñafiel

El regreso de Historias para no dormir (TVE, 1966-1982) tras una primera temporada de gran éxito se produjo en 1967, con la emisión de este episodio el 20 de octubre. A pesar de la popularidad que obtuvo la entrega anterior, el presupuesto seguía siendo escaso, las grabaciones se realizaban en formato cinematográfico y principalmente en decorados, lo que resulta evidente en la puesta en escena casi siempre en interiores. Pero La pesadilla, que está inspirada en la tradición vampírica, contaba con algunos de los actores más reconocidos del momento, desde el siempre clásico Tomás Blanco hasta la excelente Lola Gaos, pasando por los protagonistas principales, Fernando Guillén y Gemma Cuervo. A pesar de los pocos recursos, Narciso Ibáñez Serrador consigue recrear una historia que conecta con los clásicos del terror, aunque dando un giro al final. Localizado en la ficticia aldea de Kisilova en los Cárpatos en 1880, el relato firmado por el director con su seudónimo habitual comienza durante una reunión entre varios habitantes del pueblo en la taberna. Todos están preocupados porque algunas jóvenes han fallecido en las últimas semanas con extraños orificios en el cuello, y la creencia popular señala a la existencia de un vampiro. La coincidencia con la llegada reciente de Yolakin (Fernando Guillén), un rico propietario que nunca sale de su mansión, levanta encendidas sospechas, aunque el doctor (Tomás Blanco) tiene una relación de amistad con él y piensa que las mujeres han muerto por enfermedad. 


Catalina (Gemma Cuervo), la hija del doctor, visita a Yolakin para advertirle que los habitantes del pueblo han decidido matarle si se produce una muerte más en extrañas circunstancias, pero las intenciones de la joven son mucho más maquiavélicas de lo que parece. El guión juega con los conceptos de víctima y culpable, perfilando un personaje femenino menos inocente de lo que se podría esperar, y hasta el final no se desvela cuál es la intención del título. Es una historia clásica de terror gótico que Narciso Ibáñez Serrador maneja con una hábil utilización del suspense a través de movimientos de cámara lentos que mantienen la atención del espectador, como en el momento en el que Catalina es supuestamente atacada, que comienza con un paneo por el salón de la casa para acabar en un grito desgarrador fuera de campo. La pesadilla es uno de los episodios más interesantes de la serie, que inauguraba una segunda temporada notable compuesta por ocho capítulos emitidos entre 1967 y 1968. 
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La adaptación de esta historia incorpora a la única directora de la segunda temporada de Historias para no dormir (Prime Video, 2022), que ocupa el espacio que Paula Ortiz tenía en la primera, lo que de alguna forma constata la escasez de mujeres directoras de películas de género en España, mientras poco a poco han ido tomando protagonismo en otras cinematografías. Esta realidad se puso de manifiesto precisamente en el Goya de Honor que la Academia de Cine entregó a Narciso Ibáñez Serrador en 2019, con la presencia en el escenario de ocho directores de género fantástico todos hombres. Alice Waddington (1990, Bilbao) fue la única mujer que participó en el reportaje publicado en la revista de la Academia, pero no pudo asistir a los premios Goya porque se encontraba presentando su película Paradise Hills (Alice Waddington, 2019) en el Festival de Sundance. La ausencia de mujeres directoras con experiencia fue objeto de un reportaje de Mireia Mullor titulado "¿Por qué hay tan pocas directoras de terror en España?" (Fotogramas, 10/02/2019). De forma que la participación de Alice Waddington en esta temporada parecía la más lógica. Residente en Los Angeles, la directora bilbaína trabaja actualmente en su segundo largometraje, Scarlet (2023) para Netflix, y es la directora principal de la serie de televisión The Witchlands, adaptación de las novelas de Susan Dennard que produce The Jim Henson Company. 

La pesadilla

Temporada 2 | Episodio 3 | ★ 

Dirigida por Alice Waddington | Escrita por Rocío Martínez Llano, Alice Waddington


La historia transcurre nuevamente en el año 1880, pero cambia su localización desde los Cárpatos hasta Galicia, y explora de nuevo el tema del vampirismo en una trama que se mantiene más o menos cerca de la original, pero difiere en el desarrollo de los personajes. En este caso, introduce elementos de racismo e islamofobia a través del forastero, Naim (Boré Buika), que ha llegado procedente de África, despertando las sospechas de los vecinos de una pequeña aldea gallega cuando su llegada coincide con las extrañas muertes de tres chicas jóvenes. Especialmente suspicaz es el capitán Gabriel (Álvaro Morte), en parte porque siente celos del interés que el extranjero manifiesta ante la joven Lua-Leylah (Mina El Hammani). Si bien el planteamiento resulta interesante, siguiendo la idea original del miedo que despierta lo desconocido, no es especialmente logrado en su desarrollo. A las guionistas Alice Waddington y Rocío Martínez Llano, creadora de la serie Toy boy (Atresmedia/Netflix, 2019-) les interesa menos el giro de guión que tenía la historia de Narciso Ibáñez Serrador que el planteamiento de una comunidad en la que, dependiendo de la posición social, la diferencia puede ser más o menos aceptada. Pero por el camino se pierde la ambigüedad de los personajes originales, que eran víctimas y culpables tanto en el caso de Catalina como en el de Yolakin. En este caso, los personajes y la historia son mucho más predecibles, y la utilización de los elementos de terror resulta pobre y demasiado convencional, apoyándose en un reparto que parece perdido en la construcción de sus personajes, a excepción de Álvaro Morte, que al menos aprovecha la oportunidad que le brinda un personaje ambivalente. 

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El trasplante (1968)
Temporada 2, Episodio 8
Dirigida por Narciso Ibáñez Serrador
Guión de Luis Peñafiel

Como conclusión a una segunda temporada que solo constaba de ocho episodios emitidos de forma irregular entre 1967 y 1968, El trasplante conecta el precedente de Historias para no dormir y los proyectos posteriores que nacieron como continuación. Como es habitual, el propio Narciso Ibáñez Serrador presenta la historia, pero en esta ocasión sin utilizar el humor, afirmando que: "El programa de hoy no es uno más dentro de nuestra serie. Todos los años he querido que en Historias para no dormir se colase una historia para pensar, un programa con más ambición que sus otros compañeros de serie". Y hace referencia a programas especiales como El asfalto (1966) o Historias de la frivolidad (TVE, 1967) y al episodio N.N. 23, que en realidad pertenece a la serie Mañana puede ser verdad (Canal 7, 1962) que crearon Narciso Ibáñez Serrador y su padre Narciso Ibáñez Menta en Argentina y que Televisión Española emitió en 1964. El éxito de esta serie antológica de ciencia-ficción fue el precedente de la creación de Historias para no dormir, pero N.N. 23 es el único episodio que se ha podido conservar, por lo que muchas veces se incluye dentro de la cronología de la conocida serie de terror. Cuando Narciso Ibáñez Serrador hace referencia a su intención de incluir historias más serias y reflexivas, también está anticipando lo que sería un nuevo proyecto que se iba a titular precisamente Historias para pensar, aunque finalmente se cambió el título por Historias para la noche, del que se rodó a principios de los años setenta un piloto que nunca se llegó a emitir.


En la línea de algunos de los episodios más surrealistas de la serie, El trasplante es una sarcástica mirada a la obsesión por la perfección que a lo largo de su hora de duración se divide en dos partes: una primera con mayor ironía y humor que a veces puede parecer una anticipación de algunas de las puestas en escena posteriores del concurso Un, dos, tres... responda otra vez (TVE, 1972-2004), incluyendo un número musical y enfermeras que parecen azafatas de un programa de televisión. La historia comienza en una sala de un hospital donde los cirujanos esperan impacientes que se produzca algún accidente para poder extraer todo tipo de órganos de las víctimas. Se trata de un futuro más o menos lejano en el que la posibilidad de cambiar cualquier parte del cuerpo está al alcance de casi todos, por supuesto de las clases más pudientes, pero también de las clases trabajadoras gracias a las ayudas del gobierno. De forma que la normalidad es la de haberse trasplantado algún órgano. Cuando en la segunda parte Pablo (José María Prada) reconoce que él nunca ha querido someterse a ningún trasplante, es despedido del periódico en el que trabaja porque no se le considera una persona normal, lo que le llevará a una situación de pobreza que le obliga a ir vendiendo partes de su cuerpo para poder sobrevivir. Narciso Ibáñez Serrador consigue una de sus historias más interesantes, llena de un sentido del humor negro que reivindica la diferencia como una muestra de normalidad, frente a la flaqueza de una sociedad estandarizada (hay también una crítica a la repetición de los contenidos en la televisión). El episodio, que tiende a hacerse más dramático conforme se desarrolla, utiliza espléndidos recursos de una puesta en escena minimalista que en cierta manera parecen un precedente de lo que años después se podría ver en películas como Manderlay (Lars von Trier, 2005), como en la escena del vagón de metro. 
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La adaptación escrita por Ignacio del Moral (1957, San Sebastián) y Salvador Calvo (1970, Madrid), enfatiza la crítica social en torno al culto al cuerpo y la devoción a la juventud a través de dos historias paralelas: la del matrimonio formado por Javier (Ramón Barea) y Ana (Petra Martínez), que se plantean la posibilidad de someterse a una "renovación" de sus cuerpos para seguir disfrutando de su relación durante más tiempo, en consonancia con la moda predominante que no acepta cuerpos viejos. En el colegio donde Ana trabaja, los padres de sus alumnos se quejan de que "una profesora como yo resulta deprimente para los niños", confiesa Ana. El problema es que no tienen suficientes ahorros para renovarse ambos en el centro estético New Life Century, y deciden que sea Javier (ahora Carlos Cuevas) el que se someta a este rejuvenecimiento total. Por otro lado, Andrés (Javier Gutiérrez) es un periodista en paro, porque el periodismo ya no existe, que tiene que convertirse en donante de órganos para hacer frente a sus deudas. La historia se desarrolla en un futuro distópico que visualmente está marcado por la impersonalidad de los edificios modernos y de las escasas relaciones interpersonales, con evidentes influencias de los escenarios de Black mirror (Netflix, 2011-), pero con una inteligente decisión de no falsear demasiado la realidad, rodando en un entorno que ya existe, el denominado AZCA, distrito financiero y de negocios de Madrid. De forma que este futuro representado e impersonal es un presente real, marcado por el paso constante de personas que no habitan en él. AZCA solo tiene 1.800 habitantes, pero cada día acoge a 20.000 trabajadores, mientras que los aparcamientos están habitados por personas sin hogar, ofreciendo una representación casi demasiado obvia de la fractura social: los pobres abajo y los ricos arriba. 

El trasplante

Temporada 2 | Episodio 1 | ★★★★ 

Dirigida por Salvador Calvo | Escrita por Ignacio del Moral, Salvador Calvo


Curiosamente, Salvador Calvo no es un director de género fantástico, pero su trayectoria marcada primero por la televisión y después por historias con comentarios sociales como el cortometraje Maras (Salvador Calvo, 2019) y su debut en el largometraje con Adú (Salvador Calvo, 2020), que le valió un Goya a la Mejor Dirección, encaja en el perfil de este episodio que, como comentábamos, era también una propuesta inusual dentro de la segunda temporada de Historias para no dormir (RTVE, 1966-1982). Esta versión mantiene básicamente los temas centrales de la historia original, en torno a la obsesión por la estética y los intentos por ralentizar el progresivo deterioro del cuerpo, junto al aislamiento de las personas de edad avanzada, en una sociedad que cada vez se muestra más fraccionada: "Esta sociedad se está dividiendo en dos clases de personas: los renovados y los donantes", dice Andrés. Desde el punto de vista narrativo, puede ser cuestionable el desarrollo del personaje de Javier cuando adopta una forma más joven, como si la vejez solo fuera una cuestión superficial, lo que finalmente acaba cayendo en el mismo prejuicio que se pretende criticar. Desde el punto de vista visual, Salvador Calvo enfatiza el carácter distópico, con espacios vacíos y una planificación en la que los personajes se sitúan a un lado de la pantalla, rodeados de una profundidad de campo que refuerza el sentido de aislamiento y soledad. Y a nivel interpretativo, contar con actores como Ramón Barea y Javier Gutiérrez es siempre sinónimo de garantía, pero sobre todo brilla la actriz Petra Martínez, que se convierte en la auténtica protagonista y muestra la vulnerabilidad de un personaje que recuerda a su emocionante interpretación en la película La vida era eso (David Martín de los Santos, 2020). Pero lo más inquietante de una historia que no es terrorífica desde el punto de vista formal pero sí desde el punto de de vista psicológico, son las referencias a realidades actuales, como los hoteles cápsula japoneses, de los que ya existen algunos en el centro de Madrid. La sensación de que este futuro sórdido e insensible está más cerca de lo que parece.

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El televisor (1974)
Episodio especial
Dirigida por Narciso Ibáñez Serrador
Guión de Luis Peñafiel

Este telefilm de poco más de una hora puede considerarse dentro de la serie Historias para no dormir por su carácter de pesadilla terrorífica, pero se trata de una película estrenada de forma independiente entre el final de la segunda temporada en 1968 y la recuperación de la serie en una malograda tercera temporada en 1982. El televisor (Narciso Ibáñez Serrador, 1974) es una de las obras maestras de su director, en la línea de otras historias kafkianas que representaban a la España tardofranquista como La cabina (Antonio Mercero, 1972). La idea original surgió precisamente como un episodio de la serie pero finalmente quedó archivada, y solo fue realizada algún tiempo después de que el propio Narciso Ibáñez Serrador dimitiera como director de programas de TVE, cargo en el que estuvo solo unas cuantas semanas que fueron suficientes para que tomara la decisión de eliminar la figura del censor. De esta forma se entiende cómo una historia tan crítica y con un final tan explícitamente violento pudo estrenarse en la televisión pública el 5 de julio de 1974. El protagonista es Enrique (Narciso Ibáñez Menta), un hombre gris que solo se dedica a trabajar como contable para un banco y varias comunidades de edificios, lo que le lleva a estar fuera de casa durante todo el día. Es un hombre bueno, pero carente de personalidad, una representación de una sociedad española que se estaba abriendo al exterior pero que permanecía dormida frente a la agonía de una larga dictadura. En el hogar, la familia está formada por su esposa Susana (María Fernanda D'Ocón), que siente que vive adecuadamente a pesar de que habita un piso normal en un edificio de varias plantas, y sus dos hijos, Julita y Quique, interpretados por una adolescente Kiti Mánver y por José Miguel Aguado, hijo de Narciso Ibáñez Serrador, que años más tarde se convertiría en realizador de TVE. 


El sueño de Enrique es el de comprarse un televisor a color, la última tecnología disponible en ese momento. Y, cuando consigue reunir el dinero suficiente decide comprarlo, no sin antes preguntar a su esposa si ella necesita esos ahorros. Enrique se levanta temprano para ver la televisión con su mejor traje, como si se tratara de un acontecimiento, y su obsesión por no perderse un solo programa le lleva poco a poco a dejar de acudir a su trabajo y permanecer todo el día encerrado en la sala. Para Enrique, el mundo que le proporcionan las imágenes de la televisión le hacen ser consciente de su vida gris, y convierte la pantalla en un reflejo de sus fantasías y anhelos. Pero al mismo tiempo el televisor se convierte también en una influencia perjudicial para la convivencia entre Enrique y su familia, y especialmente para su propia estabilidad mental. Lo que comienza como pequeñas discusiones en las que no parece entender que sus hijos y su esposa no le den importancia a las entrevistas a personajes como Adolfo Marsillach o las actuaciones de Mary Carmen y sus muñecos, se convierte poco a poco en una incapacidad para distinguir la realidad de la ficción, algo parecido a lo que plantearía años más tarde una película como Videodrome (David Cronenberg, 1983). El desenlace algo surrealista y violento plantea una ambigüedad entre la perversión psicológica de Enrique y el televisor convertido en un instrumento de destrucción, pero el planteamiento de esta fábula de terror sostiene el peligro de la seducción manipuladora representada en la tecnología, el efecto maquiavélico de unos anhelos que son ficticios, y en este sentido se trata de una profunda mirada política hacia ese aperturismo falso de la España franquista, el canto de sirena de una supuesta modernización que en realidad era controladora y destructiva. España asumiendo la opresión a través de la manipulación. 
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La puesta al día de esta historia ha sido adaptada por Jaume Balagueró (1968, Lleida) y Alberto Marini (1972, Italia), quien recientemente ha colaborado también en el episodio Emergencia, dirigido por Raúl Arévalo para la serie Apagón (Movistar+, 2022), proponiendo la actualización de un programa especial cuya temática principal estaba muy conectada a su época. En este caso, El televisor se centra más en la obsesión por la seguridad y los mensajes tendenciosos que se transmiten a través de las noticias y la publicidad para establecer un estado de alarma que provoque la necesidad de depender de aparatos de vigilancia. La llegada de una nueva familia a un chalet es el reflejo de su estabilidad económica, donde Marcos (Pablo Derqui), Daniela (Manuela Vellés) y sus dos hijos encuentran la comodidad en un espacio hogareño. Pero las primeras escenas protagonizadas por Marcos muestran ya una cierta tendencia obsesiva que poco a poco le llevará a cuestionarse el grado de seguridad que tiene en esa casa, especialmente cuando las noticias hablan sobre viviendas que han sido invadidas por okupas. Esta compulsión obsesiva le lleva a colocar cámaras y sensores de movimiento cuyas imágenes controla desde su móvil y desde la propia televisión, donde comienzan a aparecer extrañas figuras que acrecientan su sensación de incertidumbre. El proceso psicológico de Marcos es parecido al de Enrique en la historia original, pero Jaume Balagueró acerca la narración hacia su estilo particular y la convierte en una trama de terror más o menos clásico que se orienta hacia el subgénero de las casas encantadas. 

El televisor

Temporada 2 | Episodio 2 | ★☆☆ 

Dirigida por Jaume Balagueró | Escrita por Alberto Marini, Jaume Balagueró


Sin embargo, acaba siendo una propuesta demasiado predecible, con recursos muy habituales en las incursiones del director en el género, como Los sin nombre (Jaume Balagueró, 1999) y [•REC] (Jaume Balagueró, 2007), perdiendo parte de su eficacia cuanto más se adentra en el terreno del miedo y las presencias inquietantes, como si el guión no supiera encajar bien el objeto principal de la historia dentro de una trama que comienza estableciendo una interesante reflexión sobre una sociedad obsesionada con la vigilancia, pero que deriva hacia la típica historia de casa maldita, en vez de desarrollar la obsesión que plantea al comienzo. La sensación de seguridad a través de cámaras de vigilancia que también suponen un sistema de control, resulta mucho más efectiva en su paralelismo con un país controlado y adormecido por la dictadura que planteaba Narciso Ibáñez Serrador, pero da la impresión de que los guionistas no tenían claro cómo terminar su historia. Son interesantes algunos guiños a la versión de 1974, como un televisor antiguo que se arrincona al principio del episodio, o el cameo como uno de los operarios que colocan las cámaras de Alejandro Ibáñez, productor de la serie e hijo de Narciso Ibáñez Serrador, pero que también es una referencia a la presencia del abuelo (Narciso Ibáñez Menta) y nieto (José Miguel Aguado) en el episodio original.  


Historias para no dormir (1966-1982) se puede ver en RTVE Play.
Historias para no dormir (2021-) se puede ver en Prime Video. 

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Películas y series mencionadas: 

2001: Una odisea del espacio se puede ver en HBO Max y Movistar+. 
Paradise Hills y Adú se pueden ver en Netflix.
Manderlay y Videodrome se pueden ver en Filmin.
Maras se puede ver en Prime Video. 
La vida era eso se puede ver en Movistar+. 
La cabina se puede ver en FlixOlé y RTVE Play. 
Los sin nombre se puede ver en Filmin y Netflix.
[•REC] se puede ver en Disney+, Filmin, HBO Max, Movistar+ y Prime Video.


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