11 noviembre, 2022

Miradas independientes en festivales

En nuestro repaso a la programación de festivales de cine, en esta ocasión presentamos una mirada al cine independiente con especial atención al Raindance Film Festival, una muestra cinematográfica que se desarrolla en Londres dedicada precisamente a películas de producción indie. En su 30 aniversario, el festival forma parte de las actividades anuales de la Escuela de Cine Raindance, y nació en 1992 para servir de plataforma a los jóvenes directores británicos, pero poco a poco ha ido ampliando su programación para convertirse en una de las citas más destacadas donde se programan películas de todo el mundo que no pertenecen a grandes productoras cinematográficas. Aunque casi todas las películas de las que hablamos en esta crónica han formado parte de su programación, también incluimos otros títulos recientes que nos parecen destacados. 

Roving woman

Michał Chmielewski, 2022 | Raindance Film Festival | ★★★

La historia de Connie Converse es una de las más sorprendentes del mundo de la música. En su residencia de Greenwich Village en Nueva York, escribía y grababa canciones sobre la insatisfacción sexual y la soledad con su guitarra acústica a mediados de la década de los 50, mucho antes de que la escena folk fuera conquistada por nombres como Joni Mitchell o Bob Dylan. Se la considera, de hecho, como la primera cantautora moderna, según un artículo escrito por Ian Youngs (BBC News, 01/10/2014). Sin embargo, en 1961 abandonó la música y se fue de Nueva York para trabajar en la Universidad de Michigan, donde tampoco encontró satisfacción. En el verano de 1974, recién cumplidos los 50, Connie Converse escribió algunas cartas para sus familiares y amigos en las que decía que quería empezar de nuevo, se montó en su Volkswagen Beetle y se marchó de Michigan, sin que nunca más se supiera nada de ella, a pesar de que su familia incluso contrató años después un detective privado para conocer su paradero. Su historia adquirió mayor interés cuando una pequeña discográfica de Nueva York rescató una serie de canciones que Connie Converse había grabado en la cocina de Gene Deitch, y las recopiló en un álbum titulado How sad, how lovely (2009, Heroic Cities). Posteriormente se han seguido publicando discos con sus canciones como el EP Sad Lady (2020, Heroic Cities) o la más reciente versión de Julia Bullock de su tema "One by one" en un single publicado el pasado mes de septiembre.

Esta historia es la que ha inspirado la película Roving woman (Michał Chmielewski, 2022), que compitió en el pasado Festival de Cine de Tribeca y acaba de tener su estreno europeo en el Raindance Film Festival, una de las citas destacadas del cine independiente que se celebran en Londres. El título proviene de una canción de Connie Converse, "Roving woman" (Mujer errante), en la que expresaba su deseo de libertad: "La gente dice que una mujer errante no es lo mejor que debería ser; entonces, cuando me alejo, siempre hay alguien que me lleva a casa". Pero el director de origen polaco Michał Chmielewski utiliza al personaje como punto de partida para contar una historia que se desarrolla en la actualidad, y que se inicia en Los Angeles, cuando Sara (Lena Gora) es expulsada de la casa de su novio Ted, más o menos con lo puesto, un vestido de fiesta y sin dinero, por lo que comienza un camino errante. Tras recibir la ayuda de Franklin (Brian Maguire), un amigo de Ted, Sara decide alejarse y continuar por sí sola. En una tienda de carretera en la que ondea una bandera de apoyo a la candidatura de Donald Trump para las elecciones de 2020, Sara roba un coche que tiene las llaves puestas y a lo largo de su primer trayecto, rodado en un plano secuencia en el que solo la vemos a ella conduciendo, vemos cómo asume su propia liberación, de alguna forma se identifica con ese espíritu de mujer errante que define Connie Converse en su canción, y Roving woman adquiere la forma de una road movie que, como todas las películas de este género, no solo define a través del viaje a sus personajes, sino también al propio entorno en el que se desarrolla. 

El director Michał Chmielewski afirma que su película "tiene el espíritu del cine independiente" y en este sentido no es extraño que uno de sus productores sea el director alemán Wim Wenders, quien redefinió el concepto de road movie a través de su película Paris, Texas (1984), con la que Roving woman comparte su descripción de la alienación en un país como Norteamérica. La virtud del joven realizador polaco es que esta sensación la transmite a través de los contrastes: mientras Sara conduce por paisajes amplios, éstos también definen su propia soledad, y la cámara se centra principalmente en planos cerrados de la protagonista en el interior del coche, incluso a veces la imagen se mantiene en el vehículo mientras la escena se desarrolla fuera de campo. Cuando Sara se encuentra con diferentes personajes a lo largo de su viaje, justifica su aventura diciendo que quiere encontrar su propio espacio. Pero es Chris (Chris Hanley), un autoestopista al que recoge en la carretera, el que define esta idea: "Nadie está realmente relacionado en este mundo, solo hay diferentes tipos de soledad". En esta constante mirada referencial al cine de autor, Chris afirma que es productor de cine, y de hecho quien le interpreta, Chris Hanley, ha sido productor de películas como Buffalo '66 (Vincent Gallo, 1998), American psycho (Mary Harron, 1999) y Las vírgenes suicidas (Sofia Coppola, 2000). 

Roving woman también es una de esas propuestas que permiten que sean las propias actrices las que definan a sus personajes y, como hemos visto recientemente con Mia Goth en Pearl (Ti West, 2022), la actriz protagonista Lena Gora coescribe el guión junto al director Michał Chmielewski, lo que permite que Sara sea un personaje creado desde un profundo conocimiento de sus inquietudes y sus incertidumbres. Su viaje a ninguna parte se convierte en un descubrimiento de sí misma, una forma de disfrutar de su soledad: "Lo que más me ha aterrado siempre es el hecho de estar sola", dice Sara en una ocasión. Y en su trayecto también encuentra a personas solitarias, con la excepción de la pareja formada por Floyd (Bear Badeaux) y Crissie (Crystal Rivers), con los que nos hubiera gustado quedarnos más tiempo, mientras escucha en el coche robado grabaciones de su dueño, Maloy (John Hawkes) dedicadas a Mimi, una mujer imaginada. De alguna forma, Maloy es una representación del personaje protagonista de la canción de Kris Kristofferson, "Casey's last ride", un tipo solitario que recuerda a un antiguo amor, con la que se cierra la película. La propia estructura está definida por fragmentos de estos encuentros, pequeñas piezas de un puzzle que conforman una mirada sólida sobre la soledad. Y al final la cámara se aleja también del coche para dejar a Sara su propio espacio. 

Something in the dirt

Justin Benson, Aaron Moorhead, 2022 | Festival de Cine Fantástico de Sitges | ★★★☆☆

La última película creada por los cineastas Justin Benson y Aaron Moorhead es un producto del confinamiento durante la pandemia del coronavirus. Se trata por tanto de una producción limitada, rodada con un equipo pequeño que de hecho está dedicada en los títulos de crédito finales a "aquellos que hacen películas con sus amigos". Something in the dirt (2022) supone el regreso a sus películas más personales como Spring (2014) y El infinito (2016), después de haber dirigido episodios en grandes producciones como Caballero Luna (Disney+, 2022-) y definir el estilo visual de la segunda temporada de Loki (Disney+, 2021-) que llegará en 2023. Mientras Justin Benson es co-director, guionista y montador, Aaron Moorhead ejerce como co-director y director de fotografía, además de ser ambos los únicos protagonistas de la película, en un equilibrio de responsabilidades que componen un trabajo totalmente ensamblado. Ganadora del Premio de la Crítica José Luis Guarner en el pasado Festival de Cine Fantástico de Sitges, Something in the dirt comienza cuando Levi (Justin Benson) acaba de mudarse a un apartamento en Los Angeles y conoce a su vecino John (Aaron Moorhead). El escenario resulta significativo, porque parece que ellos son los únicos que viven allí, y porque el exterior solo se vislumbra a través de algunos detalles que tienen aspecto de un mundo apocalíptico: el apartamento se encuentra cerca del aeropuerto, por lo que constantemente pasan aviones por encima, mientras también atraviesan el cielo helicópteros que se dirigen a apagar alguno de los incendios que se producen en las colinas de Los Angeles durante el verano. Ese constante ruido y el humo lejano conforman un entorno hostil.

El apartamento parece uno de los más baratos de la ciudad, semivacío, con garabatos de ecuaciones en las paredes, y la sensación de que allí pudo haber ocurrido una tragedia o, directamente, un asesinato, algo que John se encarga de alimentar. Él es un fotógrafo de bodas evangélico recién divorciado de su marido, mientras que Levi sobrevive como puede, está incluido en el Registro de Delincuentes sexuales, según él por error, y tiene la intención de abandonar la ciudad. Cuando ambos se encuentran en el patio del edificio, hay un juego de matrioskas que de alguna forma define la propia estructura de la película, marcada por diferentes capas que llevan a otras y que desembocan en informaciones cruzadas que parecen no tener fin. Sobre todo cuando el apartamento se ilumina con una luz de colores y un cenicero comienza a levitar de forma extraña. Levi y John deciden grabar el fenómeno para incluirlo en un documental que podrían vender a Netflix, y su investigación sobre qué puede provocar este fenómeno les lleva a una búsqueda de referencias por toda la ciudad en la que se mezclan el teorema de Pitágoras, el código morse, el proyecto de control mental de la CIA MK-Ultra, el "síndrome de Jerusalén", un trastorno mental por el que algunas personas se creen un Mesías, y la propia estructura urbana de Los Angeles. Una pista lleva a la otra en una espiral de teorías de la conspiración que parece una parodia de los documentales paranormales tan habituales en las plataformas de streaming. 

Lo más interesante de Something in the dirt es su construcción formal en diferentes niveles de observación: por un lado están los fenómenos que ocurren alrededor de los protagonistas; por otro lado, el documental que ellos mismos están rodando, con intervenciones de algunos entrevistados; y en tercer lugar, el propio carácter documental de la película que introduce fragmentos de grabaciones reales en las que están basadas las teorías que se comparten. En este sentido, funciona como una especie de proyecto hermano de la adaptación del podcast Archive 81 (Netflix, 2022) para la que Justin Benson y Aaron Moorhead dirigieron algunos episodios y que también reflexionaba, desde la ficción, sobre la transmisión de la información a través de los elementos audiovisuales y su posible manipulación. Pero Something in the dirt es básicamente una comedia y se recrea constantemente en las percepciones que provoca en el espectador, aunque al final tengamos la sensación de que se trata de un juego interesante, que sin embargo desemboca en un cierto vacío. Los directores parecen tan cómodos en esta construcción de laberintos narrativos que llevan a la película a una duración excesiva, como si alguien contara una broma que no termina nunca. Pero al mismo tiempo elaboran una llamativa mímesis de una sociedad en la que hay tanta sobreinformación que no permite profundizar demasiado en las noticias que recibimos, porque rápidamente son sustituidas por otras, como un hilo inagotable. 

When we speak

Tas Brooker, 2022 | Raindance Film Festival | ★★★☆☆

Durante dos años, con la pandemia del coronavirus de por medio, la directora británica Tas Brooker ha estado tratando de convencer a diferentes informantes para que accedieran a ser entrevistadas para su documental When we speak (Tas Brooker, 2022), que se ha estrenado estos días en el Raindance Film Festival, y confiesa que no ha sido fácil. El punto de vista que adquiere esta película se centra en mujeres que han denunciado aspectos ilegales en sus empresas o han sido víctimas de abusos. Pero, al contrario que en otros muchos documentales, que de alguna forma utilizan a las denunciantes como instrumentos de sensacionalismo, a veces formando parte de una historia central que las coloca en un segundo plano mientras dan el principal protagonismo a los culpables, la propuesta de los guionistas Tas Brooker y su socio James Wiseman otorga el foco principal en quienes se han atrevido a denunciar. Las tres entrevistadas del documental han expuesto las prácticas controvertidas de sus empresas o de personalidades importantes en tres sectores: la defensa, los derechos humanos y el mundo del cine. 

Katharine Gun es una lingüista británica que trabajó como traductora de chino mandarín en la Sede de Comunicaciones del Gobierno. En 2003 tuvo acceso a un correo electrónico de Frank Koza, jefe regional de la Agencia de Seguridad Nacional, en el que hablaba de una operación secreta para colocar micrófonos en las oficinas de las Naciones Unidas de seis países que se encontraban reticentes ante la pretensión del gobierno de Estados Unidos de invadir Irak. Siendo consciente de que era una práctica ilegal, se llevó una copia a su casa y se la dio a un amigo que tenía contactos en la prensa. Posteriormente, una reproducción de ese correo electrónico fue publicada en el periódico The Observer y Katharine Gun fue acusada de violar la Ley de Secretos Oficiales. En 2017, la actriz Rose McGowan acusó públicamente al productor de cine Harvey Weinstein de haberla violado cuando ella tenía 23 años y culpó a la industria de Hollywood de mantener una ley del silencio que permitía este tipo de abusos. Fue una de las primeras de las muchas acusaciones que han llevado al entonces magnate de la industria cinematográfica a ser condenado a 23 años de cárcel en un primer juicio, mientras hace apenas un mes comenzó un segundo juicio contra él. En el año 2018, Helen Evans trabajaba en la ONG Intermón Oxfam cuando comenzó a recibir denuncias sobre abusos sexuales que miembros de la organización practicaban en la sede en Haití. Sus investigaciones la llevaron a descubrir que este tipo de abusos eran habituales, por lo que lo puso en conocimiento de sus superiores. Sin embargo, debido a que podría dañar la reputación de la organización y provocar una pérdida de apoyo económico, su denuncia no tuvo repercusiones, por lo que decidió hacerla pública, lo que supuso uno de los mayores escándalos en torno a las organizaciones de Derechos Humanos. 

Ellas relatan su experiencia como denunciantes, pero sobre todo, y es el aspecto más interesante del documental, muestran el tipo de repercusiones que tuvo en sus propias vidas, tanto profesional como personal, la decisión de dar un paso adelante. Cuando teóricamente alguien que filtra o informa sobre prácticas ilegales o criminales debería tener la protección de las autoridades, lo que de hecho es una obligación legal, en la realidad su decisión las convierte en parias, las somete a presiones constantes y las aparta de sus trabajos como si ellas fueran las sospechosas. Una de las expertas que son consultadas comenta: "No se ven a sí mismas como soplonas hasta que comienzan las represalias". En el caso de Helen Evans, por ejemplo, su denuncia contra Intermón Oxfam provocó una cascada de reproches contra su decisión porque podría perjudicar a una organización dedicada a la lucha a favor de los Derechos Humanos. En este sentido, en un documental que se ve perjudicado por su origen como cortometraje y su ampliación posterior hasta poco más de una hora, porque trata de abarcar demasiado, es interesante el enfoque en torno a la imagen que una denunciante proyecta y las consecuencias de su propia denuncia. En el caso más conocido de Rose McGowan, por ejemplo, recibió muestras de solidaridad pero al mismo tiempo fue apartada paulatinamente de la primera línea de las producciones de Hollywood. También recibió reproches por haber aceptado un acuerdo de confidencialidad por el que recibió 100.000 dólares. En una entrevista en televisión, el periodista le dice que "usted no tuvo ningún problema en coger el dinero de Weinstein", como si a las denunciantes se les exigiera una ética intachable por el solo hecho de denunciar. 

A lo largo del documental, el paso del tiempo respecto a las denuncias efectuadas por las tres protagonistas juega a su favor, porque les permite mirar el pasado con suficiente distancia y por tanto elaborar un discurso más sosegado, aunque ninguna de ellas se arrepiente. Por otro lado, las intervenciones de psicólogos o periodistas realmente no ofrecen aportaciones muy destacadas. El hecho de que las tres se hayan refugiado fuera de los focos, sin embargo, en entrevistas que claramente se hicieron posteriormente a la estructura central del documental, es el mejor reflejo de cómo las personas que denuncian se acaban convirtiendo en las principales perjudicadas. Katharine Gun, a pesar de haber sido absuelta de su acusación, no encontró trabajo fácilmente, aunque años después se estrenó la película Secretos de Estado (Gavin Hood, 2019), basada en su historia. En la actualidad, vive en Turquía con su marido. Helen Evans vive en un pequeño pueblo apartado de Inglaterra, donde dirige una organización de ayuda a niños autistas, después de que su hijo fuera diagnosticado. Rose McGowan se apartó de Hollywood y reside desde hace años en México: "Renuncié a todo. Renuncié a una bonita casa, a una garantía económica, a una carrera profesional... por nada". El documental termina con un mensaje positivo, pero no puede evitar transmitir un sentimiento de amargura y de impotencia. 

Same old

Lloyd Lee Choi, 2021 | Raindance Film Festival / SEMINCI | ★★★★☆

No ocurren cosas extraordinarias en el cortometraje Same old (Lo de siempre) (Lloyd Lee Choi, 2021), presente en la Sección Oficial de Cortometrajes del Festival de Cannes 2022, ganador de una Mención Especial del Jurado en el Festival de Toronto y del APA Visionaries Short Film Competition que organiza HBO Max, lo que quiere decir que asegura su visionado próximamente en esta plataforma. Se trata de un cortometraje que califica como candidato para las nominaciones al Oscar, que también se ha podido ver en la Semana de Cine de Valladolid y en el Raindance Film Festival. La mirada del director canadiense de origen coreano Lloyd Lee Choi, que reside desde hace varios años en Nueva York, se centra en los repartidores de comida, esos encuentros esporádicos que se producen cada día con personas desconocidas. El protagonista es Lu (Limin Wang), un repartidor indocumentado al que se le presenta por delante una jornada especialmente negativa que comienza cuando su bicicleta es robada. Mientras intenta no perder los encargos y encontrar la manera de resarcir la pérdida de su bicicleta alquilada, recorre un Nueva York nocturno y hostil, en el que todavía quedan retazos de la pandemia con numerosos locales cerrados, enfrentándose con especial pundonor a los diferentes obstáculos que se colocan en su camino: intenta empeñar el anillo de su abuelo para descubrir que no tiene ningún valor, mientras su esposa le llama para encargarle que compre un pez de colores para la pecera porque el que tenían ha muerto. Lu pertenece a ese sector laboral de la denominada economía gig, con trabajadores independientes envueltos en un círculo vicioso de dependencia e inestabilidad, pero no parece perder la paciencia en una noche especialmente dura, incluso cuando trata de pedir un préstamo que nadie le quiere dar por trabajar, precisamente, un repartidor. De alguna forma, Lu representa la característica personalidad asiática, que esconde la frustración y el estrés sin aparente emoción. 

Si el argumento puede parecer conocido, efectivamente se trata de una especie de relectura del clásico italiano Ladrón de bicicletas (Vittorio De Sica, 1948), una de las principales referencias de Lloyd Lee Choi, pero trasladada a una ciudad contemporánea como Nueva York que es mostrada como un espacio poco acogedor, a través de una fotografía granulada nocturna de Norm Li que también parece evocar a películas de los años setenta como Taxi driver (Martin Scorsese, 1976). Su pulso como director se acerca a veces desde la distancia a las vicisitudes del protagonista, colocando al espectador como un observador lejano, hasta que utiliza los primeros planos para describir la decisión que toma, que es la respuesta de un superviviente aunque pueda ser éticamente reprochable. El título Same old adquiere un significado que tiene ciertas dosis de ironía en los últimos minutos, cuando Lu se encuentra en el hogar familiar y vemos aquello por lo que se sacrifica todas las noches, de alguna manera representado por la simbología del pez naranja, el elemento que apacigua y relaja el ambiente. Notable en su construcción formal y narrativa, el cortometraje construye un personaje principal rico en profundidad aunque desde el exterior parezca impasible ante las adversidades, y se revela como una de las propuestas más destacadas del año. 


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Películas mencionadas: 

París, Texas, Las vírgenes suicidas, Spring y El infinito se pueden ver en Prime Video. 
Buffalo '66 se puede ver en Rakuten.
Secretos de Estado se puede ver en Filmin. 
Ladrón de bicicletas se puede ver en Filmbox+, FlixOlé y Movistar+.
Taxi driver se puede ver en Movistar+. 


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