29 julio, 2022

Atlàntida Film Fest 2022 - Parte 3: Soledades

Cuando aborda los últimos días de su formato presencial, Atlàntida. Mallorca Film Fest regresa a nuestro blog para una nueva crónica que en este caso dedicamos a películas que hablan de distintos tipos de soledades, bien a través de personajes que son directamente solitarios o a través de situaciones que construyen una realidad personal vacía. Lo que tienen en común la mayor parte de los protagonistas de estas películas es su alienación dentro de una sociedad en la que se sienten rechazados, pero que en algunos casos tampoco tiene recursos para asimilarlos como una parte esencial. Es la soledad del extranjero, la del paria o incluso la del éxito en medio de una crisis existencial, aquella que se refuerza dentro de una comunidad.

Un héroe anónimo

Alain Guiraudie, 2022 | Atlàntida Premiere | ★★☆☆

La trayectoria del director Alain Guiraudie (1964, Francia) consiguió una especial repercusión internacional en festivales de cine con El desconocido del lago (2013), pero su siguiente película, Rester vertical (2016) acabó siendo un viaje algo incomprendido, marcado por un humor surrealista que en cierta manera le acercaba al cine de Bruno Dumont, director que parece compartir una influencia recíproca con Guiraudie, estableciendo una conexión de estilos. Su última película, Viens je t'emmène (Alain Giraudeau, 2022), que en España adopta el título de Un héroe anónimo, ha tardado seis años en estrenarse, inaugurando la sección Panorama del Festival de Berlín 2022, y dividiendo a la crítica entre los que encuentran características de las películas más notables del director, y los que se pierden en esta sátira sobre los cambios de la sociedad actual frente a la amenaza terrorista, que utiliza los clichés para construir una farsa que dibuja un retrato nada complaciente sobre los prejuicios en torno al mundo árabe. Pero la película comienza con una obsesión, la del solitario Médéric (Jean-Charles Clichet) por la prostituta Isadora (Noémie Lvovsky), una introducción que resulta disruptiva, que abre de forma brusca, igual que el final de la película, una historia que parece inacabada. En realidad, la película está marcada por las interrupciones, como cuando Médéric consigue por fin tener un encuentro sexual con Isadora pero en la televisión se habla de un atentado terrorista que ha ocurrido cerca del hotel en el que se encuentran, despertando la inquietud entre los habitantes de la ciudad de Clermont-Ferrand. Es el punto de partida de una historia que se mueve, a veces con dificultad, en el terreno de la comedia con tintes surrealistas, que ofrece una representación tópica de los jóvenes árabes, especialmente en el caso de Selim (Ilies Kadri), el vagabundo que es ayudado por Médéric pero sobre el que existe también la desconfianza por si tiene algo que ver con el atentado ocurrido en la ciudad. 

Alain Guiraudie propone un juego en el que utiliza las representaciones de los prejuicios para ofrecer una mirada desprejuiciada, como en las escenas de sexo entre dos cuerpos que se alejan de la heteronormalidad, la ambigüedad del protagonista, o la propia desconfianza de una sociedad en constante estado de prevención. Cuando Mérédic encuentra a un grupo de musulmanes rezando en el salón de su apartamento delante de una televisión en la que se muestran vídeos yihadistas, hay una mirada traviesa hacia los arquetipos, la pesadilla de la amenaza que generaliza en vez de enfocarse en los individuos. Esta percepción también se muestra en el retrato de Gérard (Renaud Rutten), el marido celoso de Isadora, que al mismo tiempo que se beneficia de los beneficios de la prostitución que ejerce su mujer también se muestra violento cuando descubre que ella tiene un amante. O en los vecinos desconfiados en cuyo apartamento parecen guardar un arsenal de armas para defenderse de un hipotético ataque. Uno de los elementos habituales en el cine de Alain Giraudeau es la representación del deseo, que sin embargo en este caso es un deseo que no termina de fluir, una pasión habitualmente interrumpida, como la propia película con un plano final que parece querer sacudir al espectador. Un héroe anónimo encuentra obstáculos para concluir sus propuestas y desarrollar sus muchas ideas, sobre todo en cuanto a esa visión surrealista, casi se podría decir que buñueliana, de la comunidad de vecinos, pero al mismo tiempo propone un juego en el que, a poco que nos dejemos llevar, acaba siendo satisfactorio. 

America Latina

Damiano D'Innocenzo, Fabio D'Innocenzo, 2022 | Domestic | ★★☆☆☆

El universo inquietante de las periferias ha marcado buena parte de la trayectoria de los hermanos Fabio y Damiano D'Innocenzo, desde su colaboración en el guión de Dogman (Matteo Garrone, 2018) hasta la resonancia de su anterior película, Favolacce (Queridos vecinos) (2020). En su última propuesta continúan explorando este universo particular de las comunidades aisladas, a través de la historia de Massimo Sisti (Elio Germano), un dentista que vive en una casa de campo en la provincia de Latina, en el Lazio, junto a su esposa y sus dos hijas, pero que una noche descubre en el sótano a una joven amordazada (Sara Ciocca). A pesar de que lo lógico sería llamar a la policía, le asaltan dudas sobre quién ha podido ser el culpable del secuestro, sospecha de su mejor amigo Simone (Maurizio Lastrico), pero también percibe que hay lagunas en sus propios recuerdos, señalando las páginas de su diario que corresponden a los días recientes de los que no guarda memoria. Y surge la posibilidad de que él mismo haya podido capturar a la chica y que el alcohol o el estrés le hayan provocado amnesia. El título de la película une la referencia geográfica a la provincia italiana con esa especie de sueño capitalista que viven Massimo y su familia, esa representación del "sueño americano" que está incorporada en parte de la sociedad italiana desde antaño. Los hermanos D'Innocenzo construyen de nuevo un cuento inquietante sobre la psique humana, ya no envuelta en una atmósfera de comunidad como en Favolacce, sino centrada en la sensación de soledad que experimenta el protagonista, cuya vida parece frustrada por una especie de crisis de la mediana edad. Como en aquella, las noticias de la televisión que contempla la familia de Massimo hacen referencia a una matanza que ha cometido un padre en su propia familia, extrayendo la negrura de la cotidianidad. 

Para construir este relato gótico que toma las formas del thriller, el director de fotografía Paolo Carnera, colaborador de los hermanos, utiliza el contraste de colores para establecer la dicotomía en la que se mueve el protagonista, enfrentando verdes contra azules o rojos, mientras que los directores mantienen la cámara en constantes primeros planos, a veces desenfocados. El guión se siente seguro en la construcción de sus propios resortes que llevan al desenlace, pero hay detalles que juegan en su contra, desde el propio cartel de la película que ofrece más información de la que debería, hasta la escasa interacción de Massimo con la chica secuestrada, lo que convierte a este personaje en un mero instrumento para elaborar el desarrollo psicológico del protagonista, negándole su propio desarrollo. La película se va agrietando paulatinamente, como alguien que esconde un secreto que ya conocemos, y la estructura de thriller no termina de funcionar, en especial en escenas que parecen tratar de equilibrarse entre la imaginación y la realidad. Incluso acaba resultando demasiado explicativa, como cuando Massimo visita a su padre (Massimo Wertmüller), una revelación demasiado obvia de los orígenes de su desorden vital, o cuando una noticia en la radio parece querer explicar aquello de lo que ya nos habíamos dado cuenta. 

Lo más interesante de la película es ese juego de referencias cinematográficas que nos trae a la memoria títulos como El resplandor (Stanley Kubrick, 1980), Carretera perdida (David Lynch, 1997) o Nosferatu (F.W. Murnau, 1922), aunque los directores citan como principales influencias al caricaturista Don Rosa (1951, Estados Unidos) y al pintor Alex Colville (1920-2013, Canadá), del que extraen esa cotidianidad opresiva que acompaña al protagonista, en la que tiene también especial importancia el debut en la música de cine del grupo de rock alternativo Verdena, que ha creado una banda sonora oscura publicada en el album America Latina (2022, Jestrai), que incluye composiciones inspiradas en la película. 

Mi vacío y yo

Adrián Silvestre, 2021 | Identidad LGBTI+ | ★★★☆☆

Tras el éxito en festivales de Sedimentos (Adrián Silvestre, 2021), la última película del director español, Mi vacío y yo (Adrián Silvestre, 2022), estrenada en el Festival de Rotterdam, también ha conseguido un Premio Especial del Jurado en el Festival de Málaga, una Mención Especial en el D'A Film Festival y una Mención a la Interpretación en L.A. Outfest. En cierta manera esta nueva propuesta se puede considerar como una extensión de aquella, pero abordando la transexualidad, no desde la colectividad, sino desde un punto de vista más personal. Si en Sedimentos seis trans femeninas compartían sus distintas experiencias en un viaje a León, en esta la protagonista principal es Raphi (Raphäelle Perez), una joven de origen francés que se enfrenta en España a ciertas presiones, incluso dentro de la comunidad transexual de Barcelona, para que se someta a una operación de reasignación de sexo. Más ficcionada que la anterior, con la aparición de algunas de sus protagonistas en papeles secundarios, cuando Raphi se acerca a las reuniones de la asociación trans I-Vaginarium, lo que refuerza la conexión entre ambas películas, Mi vacío y yo aborda la sexualiación de las mujeres trans, que proviene de la construcción que ha hecho la sociedad actual, incluso aquella que ha tomado una postura de defensa del derecho a asumir una identidad propia, en torno a la forma de asumir un género u otro. 

Cuando Raphi asiste a la psicóloga que le receta el tratamiento de hormonas al que se está sometiendo, no es capaz de responder claramente a la pregunta de si se siente chico o chica, y parece que todo el enfoque médico tiene un objetivo casi indiscutible: la reasignación de sexo. Pero Raphi no parece necesitar una vagina para sentirse más mujer, y en este sentido adopta una postura que ni siquiera es entendida por la comunidad trans. Es una interesante reflexión sobre ese otro tipo de verdades asumidas que se han ido estableciendo en los últimos años, como si lo físico fuera la única representación de lo psicológico. Que los principales encuentros de la protagonista con otros hombres se produzcan a través de las redes sociales no es solo un reflejo de la sociedad actual, sino también la representación de lo superficial como principal reclamo. En este juego de apariencias, una de sus citas le confronta de forma violenta cuando le reconoce como transexual, pero también hay una violencia no física cuando otro de sus ligues con el que parece haber establecido una conexión más allá de lo puramente físico, desaparece sin dar explicaciones. 

Lo que Adrián Silvestre (1981, Valencia) consigue en una película que a veces quiere explicar más cosas de las que puede, es el retrato de una mujer transgénero que no acepta la necesidad de tener que cambiar ella para que los demás la acepten (y esto también se refiere a la propia comunidad LGTBIQ+), cuando lo que tiene que cambiar es la perspectiva de la mirada externa hacia ella. Esto podría ser un argumento muy básico, pero Mi vacío y yo nos hace reflexionar sobre si realmente no estamos construyendo una sociedad sexualizada tan comprimida como aquella que se ha venido denunciando en años de lucha LGTBIQ+, si la libertad que se pregona no es una libertad marcada por una serie de criterios que tienen que ver con unos objetivos que son más impuestos que realmente elegidos. Cuando la decisión que debe tomar Raphi sobre su reasignación está marcada por unos plazos determinados también se le está negando la libertad de la duda y la incertidumbre. 

Europe

Philip Scheffner, 2022 | Conflictos del S. XXI | ★★★☆☆

Presentado en la sección Forum del Festival de Berlín 2022 y ganador del premio al Mejor Largometraje de la competición Burning Lights en Visions du Réel 2022, Europe (Philip Scheffner, 2022) es el primer trabajo de ficción de su director, reconocido por sus producciones documentales. Aunque en realidad toma elementos de ambos géneros para establecer una historia que está intrínsecamente conectada con la realidad, pero construida como una ficción. Los actores, de hecho, se interpretan a sí mismos, como el conductor del autobús que lleva a la protagonista desde su barrio hasta su trabajo o el hospital, que es un conductor que hace ese trayecto en la realidad. La propia protagonista está interpretada por Rhim Ibrir, una inmigrante que participó en el documental Havarie (Philip Scheffner, 2016), y que aquí da vida a Zohra Hamadi, que ha conseguido un permiso de residencia en Francia para someterse a un tratamiento de esclerosis pero, al terminar éste, recibe una carta en la que se le deniega la permanencia en el país. Envuelta en este proceso administrativo de expulsión, el director toma la decisión de eliminar a Zohra de la pantalla, dejarla durante la segunda parte de la película fuera de campo. Se convierte en alguien que ya no tiene presencia, a la que no podemos ver ni escuchar aunque los otros personajes tengan conversaciones con ella. Es una propuesta que nos desafía como espectadores, pero que establece de forma impactante la negación de la persona en la ilegalidad de su existencia. 

A Zohra la volvemos a ver cuando se encuentra sola en un apartamento, imposibilitada de volver a su Argelia natal durante las vacaciones de verano, se manifiesta como persona una vez que el sistema administrativo se detiene, y acaba construyendo una visión artificial de una posible vida ideal, asentada en el país, casada y con un trabajo estable, pero que también es una representación de cierta forma de alienación, porque en esta última parte son los interlocutores de Zohra los que se encuentran fuera de campo, una decisión del director de invertir los términos establecidos anteriormente, de reconstruir la realidad a través de la mirada de la protagonista. Es una apuesta arriesgada que juega con los resortes de la experimentación, de la ficción y del documental para proponer una construcción narrativa personal que no siempre funciona, pero que es provocadora. El título de la película proviene de una parada de autobús que al director Philip Scheffner (1966, Alemania) le llamó la atención por representar claramente, en ese pequeño cubículo cuadrado, las contradicciones de una comunidad que elige a quién abrir o cerrar sus puertas.   

After blue (Paradise sale)

Bertrand Mandico, 2021 | Atlàntida Premiere | ★★☆☆☆

Tan controvertida como premiada, la última película del artista Bertrand Mandico (1977, Francia) propone una especie de western mezclado con una fantasía heróica a través de los personajes que pueblan un planeta llamado After Blue en relación a una época posterior a la destrucción de la Tierra, en el que solo habitan mujeres, inseminadas artificialmente, como si se tratara de una continuación de la última frase de su anterior película, Les garçons sauvages (Bertrand Mandico, 2017), en la que se afirmaba que "el futuro es mujer, el futuro es bruja". After blue (Paradis sale) (Bertrand Mandico, 2021) obtuvo el Premio FIPRESCI en el Festival de Locarno y una Mención Especial en el Festival de Sitges, pero dividió a la audiencia entre los que la consideran una obra maestra y los que desprecian sus pretensiones estéticas. En cierta manera, se pueden encontrar algunas similitudes con esa obra mastodóntica incompleta que fue On the Silver Globe (Andrzej Zulawski, 1988), aunque no sabemos si es uno de los referentes del director. La historia se centra en Roxy (Paula-Luna Breitenfelder), a quien las otras habitantes de su comunidad llaman Toxic, quien se encuentra con la cabeza de una mujer enterrada en la arena. Se trata de una especie de bruja que se hace llamar como la cantante Kate Bush (Agata Buzek), nombre que escucharemos cientos de veces a lo largo de la película, y casi una premonición de la repercusión que la intérprete ha conseguido este año tras la inclusión de la canción "Running up that hill" de su álbum Hounds of love (1985, EMI) en la banda sonora de la serie Stranger things (Netflix, 2016-). Cuando Kate Bush es liberada asesina a las mujeres que forman parte de la comunidad, y Roxy y su madre son condenadas a vagar por un desierto con estética de Barbarella (Roger Vadim, 1986) para encontrar y matar a la bruja. Como se puede comprobar por las referencias, hay una estética de los años ochenta muy marcada en una película cuyo viaje está plagado de diálogos que parecen buscar cierta trascendencia y una crítica irónica a las grandes marcas de moda como Yves Saint-Laurent o Gucci. 

El director Bertrand Mandico construye una comedia de ciencia-ficción retro en la que se impulsa una luminosidad mágica a través de colores saturados, música electrónica y efectos visuales que fueron creados durante el rodaje, sin postproducción, por lo que tienen un carácter de simpleza e improvisación que aportan una estética particular, una firma del director que está más interesado en la trasposición de las ideas que propone en torno a la pérdida de una civilización violenta, que se reproduce recuperando ese mismo primitivismo. Y aunque podría parecer que imaginar un planeta habitado por mujeres desnudas con apetito sexual solo puede provenir de las fantasías eróticas de un director, la representación de las mujeres es menos dependiente del género, porque los personajes fueron escritos originalmente como masculinos, para posteriormente ser interpretados por actrices. De esta forma, no se establece un comportamiento feminizado, sino que se ha buscado, y podemos decir que se consigue, una idea más humanizada que sexualizada de los personajes. Pero el viaje no resulta demasiado convincente, acaba siendo monótono y repetitivo, demasiado interesado en una representación estética que trata de huir de la moralización a través de la dosificación de géneros, pero que no encuentra un camino propio más allá de una cierta visualización kitsch que tiene más personalidad en la forma que en el fondo. Da la impresión de que After blue (Paradise sale) hubiera podido ser fascinante hace unas décadas, pero que actualmente pierde eficacia por sobreabundancia de ideas, incluida una escena post-créditos algo artificial. 


Mi vacío y yo se estrena en cines el 9 de septiembre. 

El desconocido del lagoFavolacceSedimentosLes garçons sauvages y On the silver globe se pueden ver en Filmin. 
El resplandor se puede ver en HBO Max. 
Carretera perdida se puede ver en Filmin y Movistar+.
Nosferatu se puede ver en Cultpix, Filmin, Movistar+ y Plex.


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