22 julio, 2022

Sheffield DocFest 2022 - Parte 7: Revoluciones civiles

Nuestra última crónica dedicada a la programación del Sheffield Doc Fest 2022 está dedicada a las revoluciones posibles protagonizadas por los ciudadanos, pero también a las revoluciones necesarias en una sociedad que parece invisibilizar y, por tanto, aislar a una parte de la población no apta para la normalidad impuesta. Son relatos que llevan a algunos ciudadanos a las calles para expresarse, pero que aíslan a otro sector debido a la incapacidad para el tratamiento de sus necesidades. Con esta crónica terminamos el repaso realizado en las últimas semanas a los documentales seleccionados para el Festival de Sheffield. 

Niños de Las Brisas

Marianela Maldonado, 2022 | Debates | ★★★★☆

La directora Marianela Maldonado consiguió un reconocimiento internacional como co-guionista del documental Érase una vez en Venezuela (Anabel Rodríguez Ríos, 2020) y de nuevo aborda una crónica social de su país a través de las historias personales de tres jóvenes músicos, grabados durante diez años, en Niños de Las Brisas (Marianela maldonado, 2022). La historia se remonta a 2009, cuando la directora conoció a tres adolescentes que formaban parte de El Sistema, un programa de apoyo a jóvenes músicos que creó el compositor venezolano José Antonio Abreu en 1975, y que continúa hasta hoy día. Esta iniciativa impulsa la formación de los aspirantes a instrumentistas con su incorporación a orquestas juveniles, y de él han surgido nombres destacados a nivel internacional como el director de orquesta Gustavo Dudamel. Los tres protagonistas, Edixon, Dissandra y Wuilly son jóvenes con familias sin recursos económicos que viven en la ciudad venezolana de Valencia, en el barrio de Las Brisas, considerado uno de los más peligrosos del país: "Todas las noches se escuchan las metralletas, como si fueran semicorcheas", dice Dissandra. Ellos intentan dar rienda suelta a su pasión musical, aprendiendo a tocar de forma autodidacta, pero también sueñan con mejorar la situación económica de sus familias. Edixon, cuyo padre fue asesinado en el barrio cuando él solo tenía 18 meses, vive con su abuela paterna y su madre sordomuda, y toca la viola. En el hogar de Dissandra, violinista, también predominan las mujeres, porque ella vive junto a su hermana menor, su madre y su abuela, mientras que Wuilly tiene una familia que estuvo durante varios años dentro de un culto religioso, mientras él consigue formarse como violinista viendo videos en internet. 

Marianela Maldonado tiene una larga relación con la música, que ya le valió el reconocimiento cuando co-escribió la adaptación de la obra sinfónica de Prokofiev para el cortometraje de animación Peter and the wolf (Suzie Templeton, 2008), que ganó el Oscar. A lo largo de varios años, se acerca a las audiciones que realizan los tres protagonistas para tratar de acceder a alguna de las orquestas juveniles del país, lo que les permitirá evolucionar como músicos. Pero en este proceso se produce la muerte del presidente Hugo Chávez en 2013, lo que refuerza el deterioro económico del país bajo la presidencia de Nicolás Maduro, y también rompe los sueños de los tres protagonistas, que tienen que dedicarse a ayudar a sus familias en medio del racionamiento y la pobreza. La historia de Edixon, Dissandra y Wuilly se convierte de esta forma en un reflejo del desgaste social de Venezuela, que se manifiesta en las protestas que tienen lugar en las calles del país a partir de 2014. Niños de Las Brisas abraza entonces la capacidad de resistencia de estos jóvenes, que deben encontrar otros espacios vitales: Edixon toma el camino del ejército, Dissandra decide emigrar a Perú y Wuilly toma parte en las manifestaciones utilizando su violín como instrumento de resiliencia.

En 2017, el mismo año que la represión policial asesinó de un disparo a Armando Cañizales, un violista de dieciocho años que también pertenecía al Sistema Nacional de Orquesta Sinfónica, la imagen de Wuilly Arteaga dio la vuelta al mundo cuando una fotografía suya tocando el violín frente a las tanquetas de la policía le convirtió en símbolo de la resistencia civil venezolana. Su historia se convierte en parte esencial de la revolución, lo que beneficia al relato de un documental que acaba adquiriendo una mayor entidad al ser crónica del nacimiento de un joven convertido en un emblema social para su país. De hecho, cuando la película estaba terminada en 2017, el equipo decidió rodar escenas adicionales recaudando el presupuesto a través de una campaña de crowdfunding, y su intención de estrenarla en 2018 sufrió un retraso de cuatro años. Wuilly Arteaga, que finalmente acabó emigrando a Estados Unidos, donde también reside la directora Marianela Maldonado, es otro más de los venezolanos que solo encuentran el destino de un futuro posible fuera de las fronteras de su propio país. 

Breaking the brick

Carola Fuentes, Rafael Valdeavellano, 2022 | Rebellions | ★★☆☆

Otra de las revoluciones protagonizadas por los ciudadanos en Latinoamérica se produjo en Chile en el año 2019, punto de inicio del documental Breaking the brick (Carola Fuentes, Rafael Valdeavellano, 2022), que se acerca a las consecuencias de un sistema económico que acabó dejando a largo plazo más desigualdad social. Tras las imágenes de las manifestaciones que llevaron a las calles de Santiago de Chile a miles de chilenos, los directores se detienen en los dos protagonistas que les servirán de guía personal para desarrollar la película, situados precisamente en los dos vértices de esta desigualdad. Ramiro Urenda es un ingeniero comercial que a lo largo de los años ha dirigido varias grandes empresas chilenas, consiguiendo una alta posición económica, y que observa desde su lujosa casa las manifestaciones con una mezcla de incredulidad y temor: "Estoy confundido. No lo estoy entendiendo bien", comenta mientras mira las noticias en televisión. Por su parte, Mariana San Martín es una profesora que colabora en la movilización de las protestas, y que tiene muy claras las flaquezas del país: "Nos estábamos vendiendo al extranjero como exitosos. ¿De qué éxito me hablas? ¿Del éxito de unas pocas familias?". 

Un poco de historia nos sitúa en el germen de un sistema económico que se sostenía en las teorías neoliberales de los denominados Chicago boys, un grupo de economistas latinoamericanos formado en la Universidad de Chicago, que elaboró el Programa para el Desarrollo Económico de Chile que recibió el nombre de "El ladrillo", al que hace referencia el título de la película. Este documento se presentó como base de la fallida candidatura presidencial de Alejandro Alessandri en 1969, pero fue retomado tras el golpe de estado de Augusto Pinochet en 1973, quien colocó a varios de los miembros de los Chicago boys en posiciones destacadas del gobierno. A ellos les dedicaron los directores su documental Chicago Boys (Carola Fuentes, Rafael Valdeavellano, 2015), por lo que Breaking the brick se puede considerar una especie de secuela de aquél. La implementación de estas teorías de economía neoliberal proporcionó a corto plazo un notable crecimiento económico, el llamado "milagro chileno" que en parte fue el que sostuvo al régimen dictatorial de Pinochet en el poder, apoyado por Estados Unidos y la comunidad internacional. Pero con el paso de los años se comprobó que este desarrollo se limitaba a un sector concreto de la población, dejando al resto de la población en la desigualdad que acabó provocando la mayor crisis económica de Chile en 1982. Se podría decir que las políticas impulsadas por los Chicago boys daban verosimilitud al refrán "pan para hoy, hambre para mañana". 

A lo largo de la película, se presentan las dos realidades que experimentan los protagonistas desde el momento en el que el aumento de los precios del transporte público desembocó en las protestas antigubernamentales de 2019, atravesadas por otra crisis provocada por el inicio de la pandemia del coronavirus en 2020, lo que de nuevo presentaba una serie de decisiones políticas que no tenían en cuenta la desigualdad ni el nivel de pobreza extrema, que en 2021 aumentó a 86 millones de personas en Chile: "¿Cómo le vas a decir a la gente que se lave las manos si no tienen agua?", pregunta Mariana. La desafección entre los políticos y los ciudadanos vuelve a retratarse de una forma cruel, y se presenta en paralelo a la desafección del mundo empresarial, representado por Ramiro. Pero a medida que se desarrolla la película se nos revela una información importante sobre el empresario, quien hace unos años abandonó su puesto directivo en una gran empresa y decidió dedicar su dinero a proyectos de apoyo a organizaciones de voluntariado, pero sobre todo a establecer contactos con otros empresarios para conseguir que sus empresas fueran más solidarias. "Al empresario le falta el componente social", afirma inspirándose en las teorías del libro Managing to be human (Brian F. Smyth, 2017), que sostiene que cuanto más humana es una empresa, más rentable resulta. Las protestas de 2019 acabaron con la aprobación de la modificación de la Constitución chilena en 2020 y con la elección del joven presidente Gabriel Boric en diciembre de 2021. Breaking the brick propone una reflexión sobre los sistemas económicos que han creado las mayores crisis de los últimos años, y la necesidad de romper con unas políticas que solo benefician a unos pocos. 

I didn't see you there

Reid Davenport, 2022 | Journeys | ★★★☆

La revolución del cineasta norteamericano Reid Davenport está desarrollada a través de una cámara que viene mostrando desde algunos años la discapacidad en relación con la sociedad, con cortometrajes documentales como Wheelchair diaries: one step up (2013), A cerebral game (2015) o Ramped up (2016). Pero al abordar su primer largometraje, confiesa estar cansado de contar su historia: "Espero que esta sea mi última película personal". Para ello, decide colocar la cámara a la altura de sus ojos, desde el punto de vista de una persona discapacitada en silla de ruedas eléctrica. I didn't see you there (Reid Davenport, 2021), que logró el premio a la Mejor Dirección en el Festival de Sundance, coloca al espectador en una posición incómoda, en el sentido literal de la palabra, desde la que a veces resulta difícil percibir los detalles. El documental se sostiene sobre el punto de vista en primera persona del cineasta y sus reflexiones personales, un poco a la manera de la serie How to with John Wilson (HBO, 2020-), mientras conduce su silla de ruedas por las calles de Oakland, una ciudad a la que eligió mudarse "porque mi movilidad solo me permite vivir en sitios con un buen transporte público y zonas de peatones". Pero la llegada de un circo itinerante a su barrio coloca una carpa delante de un horizonte que ya no puede vislumbrar, y ese es el punto de partida de sus reflexiones. 

Esa carpa que impide ver más allá es una metáfora de los muchos obstáculos que afrontan las personas con discapacidad en una sociedad que se adapta con dificultad a sus necesidades, esa percepción de invisibilidad, aunque su cámara generalmente huye de las miradas de los transeúntes, y se enfoca más en los objetos o en el pavimento. El uso del punto de vista en primera persona hace que las imágenes a veces sean sucias, mal encuadradas, pero da la sensación de que es una mirada buscada por el cineasta, un acercamiento verité a su propia realidad, cuya narrativa es mucho menos improvisada y está mucho más estructurada de lo que parece. La llegada del circo lleva al cineasta a reflexionar sobre La parada de los monstruos (Tod Browning, 1932), esa devastadora obra maestra en torno a la explotación de la discapacidad. La conexión casi traumática le hace recordar que en su ciudad natal, Bethel (Connecticut), también nació P.T Barnum (1810-1891), el infame empresario que basaba sus espectáculos de entretenimiento en engaños y al que se considera uno de los padres del circo moderno. Una estatua en la ciudad le recuerda con admiración y la película El gran showman (Michael Gracey, 2017) suavizaba su condición de falsificador y pendenciero, cuyo circo exhibía a los discapacitados como si fueran animales en un zoológico. 

Davenport regresa en ocasiones a Bethel para visitar a su madre, su hermana y su sobrina, a quien le da la cámara para que sea ella la que grabe en el jardín, desde su no discapacidad que contrasta en una secuencia destacable con la mirada que el cineasta nos ha mostrado a lo largo de la película. Su hermana a veces le reprocha su mal humor: "A veces no entiendo por qué te ofendes". Pero el director ha mostrado al espectador varias interacciones con otras personas que justifican ese hartazgo, como cuando el conductor de un autobús no es demasiado amable al indicarle dónde tiene que colocar su silla de ruedas, o cuando un cable se encuentra atravesando la rampa por la que tiene acceso a la entrada de su casa... Se podría considerar que su reacción puede ser algo excesiva, pero son pequeños detalles acumulativos que alimentan esa percepción de "ser visto pero no mirado" que se desprende del título, incluso cuando se percibe algo de condescendencia cuando algún transeúnte le ve parado en la acera y le pregunta si necesita ayuda. Con su película, Reid Davenport se muestra a sí mismo sin colocarse delante de la cámara, reflexiona sobre la percepción de la discapacidad y da un paso hacia adelante en la representación de la invisibilidad de una parte de la sociedad. 

Vai e vem (Swing and sway)

Adriana Barbosa, Fernanda Pessoa, 2022 | Journeys | ★★☆☆

Durante la epidemia del coronavirus, dos cineastas, la española Carla Simón y la chilena Dominga Sotomayor decidieron establecer una comunicación epistolar durante la interrupción del rodaje de Alcarràs (Carla Simón, 2021), que convirtieron en el cortometraje Correspondencia (Carla Simón, Dominga Sotomayor, 2020). Una idea parecida es la que proponen la cineasta mexicana afincada en Los Angeles, Adriana Barbosa, y la directora brasileña Fernanda Pessoa, que desarrollaron una comunicación en forma de videos estableciendo una serie de reglas: enviar una videocarta cada 3 meses, que debía estar basada en la obra audiovisual de dieciséis directoras experimentales, entre ellas Barbara Hammer, Paula Gaitán o Ximena Cuevas. De esta idea surgió el largometraje Vai e vem (Adriana Barbosa, Fernanda Pessoa, 2022), que en realidad es una especie de ampliación del cortometraje Same/Different/Both/Neither (Adriana Barbosa, Fernanda Pessoa, 2020). La separación entre los dos hemisferios americanos, desde Brasil hasta los Estados Unidos, se convierte sin embargo en una vinculación creativa y al mismo tiempo política. Es una mirada feminista que se sostiene en el cine de las directoras elegidas como referente, dotada de una heterogeneidad formal y de contenido en la que sin embargo predomina el elemento político. 

Los videos de Adriana Barbosa y Fernanda Pessoa establecen un nexo de unión entre las políticas negacionistas de Donald Trump y Jair Bolsonaro respecto al coronavirus, pero también acompañan a las manifestaciones del Black Lives Matter y de la Marea Verde, las protestas que tenían como objetivo la despenalización del aborto en Argentina y que acabaron consiguiendo su legalización en diciembre de 2020. Sea por coincidencia o por una intención creativa, de hecho hay argumento firmado por Fernanda Pessoa, la película retrata a países en los que dos gobiernos de derechas pusieron en peligro a miles de ciudadanos por la actitud de sus gobernantes, lo cual ofrece una perspectiva muy significativa sobre cómo la extrema derecha afronta una crisis sanitaria mundial. Pero también resulta que es en este terreno en el que la película pierde mayor vigencia, porque con los acontecimientos que han ido surgiendo posteriormente su propuesta parece algo desfasada, como un retrato de una época tan cercana que ni siquiera se puede efectuar un análisis profundo de ella. Vai e vem es más interesante en el terreno creativo, pero ahí también se plantea una idea tan ambiciosa respecto al reflejo en las cineastas experimentales que acaba perjudicando al resultado, porque poco a poco el elemento de homenaje cinematográfico va perdiendo fuerza en favor de la mirada política. 

Los aspectos personales, sin embargo, son los que mejor conectan con esta idea de la comunicación durante un confinamiento que impide el contacto físico. De alguna forma, la película refleja en su estructura cronológica la propia transformación personal de las dos cineastas, aquella con la que podemos identificarnos desde los primeros meses de una pandemia desconocida hasta cierta relajación progresiva. Y estos elementos íntimos, que tienen que ver con la familia, como en el cortometraje Correspondencia, se revelan como significativos en ese período vital, como cuando Fernanda Pessoa entrevista a su suegra, que vive en un pequeño pueblo interior de Brasil, o cuando Adriana Barbosa reflexiona sobre la idea de sentirse extranjera en cualquier país. Pero al final, el "vaivén" del título refleja bien el carácter de una película que avanza y retrocede, en una palpitación del confinamiento que sin embargo resulta tan irregular como muchos otros que hemos visto a lo largo de estos años. 

Electric malady

Marie Lidén, 2022 | People & Community | ★★★☆

La revolución que necesita el tratamiento de algunas enfermedades puede poner en entredicho lo que llamamos progreso cuando éste acaba condicionando la existencia de determinadas personas. La contaminación invisible de las señales electromagnéticas es el origen de la llamada Electrohipersensibilidad o Síndrome de Hipersensibilidad Electromagnética, que provoca cefaleas, taquicardias, mareos, fatiga crónica y trastornos del sueño. En 2015, la Comisión Europea publicó un informe en el que se concluía que no se tenían pruebas concluyentes de que la exposición a los campos electromagnéticos fuera peligrosa, aunque indicaba que "hay que seguir investigando". La Organización Mundial de la Salud (OMS) también señala que no se ha encontrado una relación significativa con la exposición a los campos electromagnéticos, por lo que la enfermedad suele ser tratada como un problema psicológico. Esta era la dolencia que padecía Chuck McGill (Michael McKean), el hermano de Jimmy McGill/Saul Goodman (Bob Odenkirk) en Better call Saul (Netflix/Movistar+, 2015-2022), que se visibilizó en las primeras dos temporadas de la serie. Pero es una problemática real que la directora sueca Marie Lidén, afincada en Glasgow, vivió desde su infancia cuando su madre comenzó a sufrir diferentes trastornos que parecían provenir de los aparatos eléctricos. En el largo proceso de producción del documental Electric malady (Marie Lidén, 2022), que tuvo su estreno mundial en CPH:DOX, el enfoque ha cambiado, primero en torno a la madre de la directora, después como una visión más global a partir de las respuestas que recibió después de publicar un anuncio buscando personas que sufrieran esta enfermedad, y finalmente centrándose en William Hendeberg, un joven al que grabó durante siete años en su complejo proceso de adaptación a una realidad que le aislaba del resto de la sociedad. 

El documental toma la forma de un retrato íntimo, en vez de una película informativa en la que se entreviste a expertos o se muestren estadísticas, y en este sentido consigue un acercamiento más personal que capta las dificultades que provoca esta dolencia, incluso aunque el protagonista esté rodeado de una familia que entiende sus necesidades. Después de llevar una vida "normal", William comenzó a sentir diferentes tipos de malestar que parecían relacionados con las radiaciones electromagnéticas. Aislado en medio del bosque en una cabaña reconvertida en una especie de jaula de Faraday que anula el campo electromagnético, William ha permanecido sin salir durante durante todos los años en los que ha durado la grabación, realizada en buena parte con una cámara de 16 mm. con manivela para evitar los efectos que pudiera provocar la electricidad en el protagonista. A pesar de ello, la directora comenta que William necesitaba recuperarse al menos durante un día después de cada jornada de grabación. Su aspecto además es significativo, envuelto en varias capas de tejidos especiales y una sábana que le hacen parecer una gran medusa o directamente un fantasma, transmitiendo precisamente esa sensación de estar inmerso en otra realidad paralela, en un ser singular cuyo aislamiento se expresa a través de su propio aspecto. Y otorga al documental asimismo una especie de textura de cuento, de relato fantástico protagonizado por una criatura sobrehumana. 

Pero la realidad de William es especialmente dura, y sus emociones marcadas por la frustración de tener que vivir completamente aislado se manifiestan especialmente cuando recuerda que, tras ser atendido por un profesional, éste recomendó su internamiento en un centro psiquiátrico, al que fue obligado a acudir, con las consecuencias nocivas para su estado de salud. La consideración de la Electrohipersensibilidad como una enfermedad mental, una sugestión de quienes la padecen que relacionan sus síntomas con las radiaciones de las señales wifi o 4G, es uno de los principales problemas a los que se enfrentan. Algunas imágenes de archivo recuerdan al William que fue, vivaz y alegre, amante de los viajes, y la celebración de su cumpleaños o la Navidad, que los padres preparan con cuidado, ofrecen momentos de cierta "normalidad" en su aislada existencia. Son precisamente estas secuencias íntimas y familiares las que mejor definen la terrible realidad que tiene que vivir, aunque la directora se esfuerza en aportar algo de esperanza al final de la película, esperando el momento adecuado durante la grabación para no concluir con las etapas más depresivas del protagonista. La OMS estimó en 2004 que el 3% de la población mundial padecía Hipersensibilidad Electromagnética, pero las encuestas realizadas un año después aumentaron a un 10%. Considerada como una discapacidad en países como Suecia o Estados Unidos, en España no existen médicos formados  para tratar este tipo de enfermedades. 


Chicago boys y La parada de los monstruos se pueden ver en Filmin. 
El gran showman se puede ver en Disney+.


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