Competición Nórdica
La segunda película de Ronnie Sandahl como director, Tigers (Ronnie Sandahl, 2020) se presentó en los festivales de Busan y Roma. Más conocido por ser el guionista de Borg McEnroe (Janus Metz, 2017), este proyecto es la segunda parte de una trilogía centrada en el deporte que terminará con Perfect, sobre la gimnasta norteamericana Kerri Strug, que podría dirigir Olivia Wilde. Tigers está basada en la historia real del jugador de fútbol sueco Martin Bengtsson, que con dieciséis años fue contratado por el Inter de Milán para su equipo junior. El trabajo de Ronnie Sandahl como director consigue algunos recursos interesantes, como la utilización del "Recomposed by Max Richter" en algunas escenas deportivas. Pero cuando parece que la película sigue el relato convencional de un joven que alcanza el éxito profesional a muy temprana edad, comprobamos que al director y guionista no le interesan tanto los aspectos deportivos como las consecuencias psicológicas que la presión, la competitividad y el precio que hay que pagar para alcanzar este éxito, provoca en estos jóvenes.
Poner precio a la figura de un adolescente puede hacer tambalearse su personalidad: "Yo valgo 500.000 euros; él no vale ni el precio de una cheeseburger", dice uno de los jugadores. Esta competitividad que se instaura entre los jóvenes se convierte pronto en todo lo contrario a lo que sería el espíritu deportivo. Cuando cada partido es una oportunidad para demostrar lo que cada uno vale, con la posibilidad de ser promocionado hacia el equipo principal, no hay espacio para el compañerismo: "Olvídate de jugar en equipo", aconseja al protagonista uno de los pocos amigos que consigue en la ciudad italiana. Pero esta aparente estabilidad económica también puede convertirse en nada cuando el rendimiento no es el que se exige. Dividida en cuatro partes que corresponden a las estaciones del año, y también al estado emocional del protagonista, la película consigue desprenderse de la narrativa convencional para ir construyendo poco a poco un estudio sobre la depresión.
Competición Internacional
La decisión controvertida el año pasado de la Mostra de Venecia de celebrar a toda costa una edición presencial se notó en su programación, como también en San Sebastián o Valladolid. La imposibilidad de tener invitados internacionales hizo que al final se echara mano de producciones más locales, lo que puede explicar que una película no demasiado trascendente como Le sorelle Macaluso (Emma Dante, 2020) consiguiera estar presente en la Sección Oficial. Aunque también hay que decir que la directora ya fue seleccionada en la Mostra de Venecia con su anterior película, Via Castellana Bandiera (Emma Dante, 2013). Basándose en una obra teatral de aparente éxito en Italia, la historia tiene como protagonistas a cinco hermanas que viven en Palermo, y que deben afrontar una tragedia que acabará rompiendo con todos sus sueños y marcando sus años de madurez. El paso del tiempo es el que marca los tres actos de esta historia, el primero en la niñez, el segundo en la madurez y el tercero en la vejez.
La estructura es tan simple como, desgraciadamente, el desarrollo de una trama que se afianza en la tragedia para construir la personalidad de las protagonistas. Hay una cierta recreación en este proceso de duelo que permanece a lo largo del tiempo, una tendencia a exprimir la tragedia para que sea aún más trágica. Si bien la directora consigue un retrato colorista de las hermanas en su niñez y adolescencia, y logra aprovechar el principal escenario, que es el apartamento en el que viven (las manchas en las paredes que dejan los muebles y los cuadros, como una ausencia que sin embargo sigue estando presente) al final esta descripción de la huella que deja la muerte en la vida acaba resultando trivial.
Focus: Social Distance
La pandemia del coronavirus ya está presente en la programación de los festivales de cine. El Festival de Gotemburgo dedica esta sección a trabajos que se han realizado bajo las limitaciones de la pandemia, y también ofrece una sesión de cortometrajes realizados en confinamiento bajo el título "Lockdown Cinema". El director de Molecole (Andrea Segre, 2020) comenzó un proyecto que pretendía mostrar los dos grandes peligros que afrontaba la ciudad de Venecia, su ciudad: la masificación del turismo y el aumento de las mareas que provocaron inundaciones como la que tuvo lugar en 2o19. Pero al final se encontró todo lo contrario: una Venecia vacía debido al confinamiento y una marea inusualmente baja. De esta forma, el proyecto, que se presentó también en la pasada Mostra de Venecia, se modificó radicalmente y se convirtió en un retrato de una Venecia desconocida del presente que al mismo conecta con el pasado de un padre ausente a pesar de estar presente, debido a su trabajo.
Esta conexión con el pasado es lo más interesante de un documental que, al contrario de otros trabajos del italiano Andrea Segre, no termina de encontrar el equilibrio entre lo que muestra y lo que esconde. Quizás esta indefinición, que se transmite a través de imágenes continuadas y algo repetitivas de los canales de la ciudad, de encuentros con una familia de gondoleros que tampoco llevan a ninguna parte, está motivada por esa modificación radical de los objetivos de la película. Es, sin duda, hermosa una Venecia vacía, en la que solo los venecianos (los pocos que viven y trabajan allí) pasan a veces por delante de la cámara, cuando el gobierno aún no había decretado el confinamiento. Es hermoso y extraño ver la Plaza de San Marcos solitaria. Pero también esta soledad provoca una cierta sensación de vacío en la película. "Como dicen los chinos: Si se te casas, serás feliz durante una semana; si matas un cerdo, serás feliz durante un mes; si aprendes a pescar, serás feliz toda la vida".
Voyage
Esta sección panorámica ofrece una variada lista de producciones internacionales que incluye la única representación española en el Festival de Gotemburgo. La boda de Rosa (Icíar Bollaín, 2020), que hace poco ha recibido ocho nominaciones a los Premios Goya, entre ellos los de Mejor Película y Directora, es una película sobre la reivindicación personal que tiene mejores intenciones que resultados. Se parte de una premisa simple que necesita la complicidad del espectador para aceptar la inverosimilitud de la propuesta. Pero esto también requiere una construcción dramática que la despoje de rareza e incoherencia. Ni el guión ni la dirección lo hacen, incapaces de crear una atmósfera que evite la sensación de que el mensaje está por encima de la historia.
El director alemán Christian Petzold es objeto de una pequeña retrospectiva de tan solo dos títulos, con ausencia de la que es quizás su mejor película, Yella (Christian Petzold, 2007). En esta sección se incluye también Undine (Christian Petzold, 2020), su muy aclamado último film que consiguió el Premio FIPRESCI y el Premio a la Mejor Actriz en el Festival de Berlín 2020. Construyendo un personaje fascinante entre la realidad y la ficción, el director se adentra en el pasado y el presente, en una Alemania reunificada, necesitada de apego como la protagonista. Pero el desarrollo de la historia termina siendo demasiado tosco, demasiado superficial a pesar de su pretensión de profundidad.
Más interesante nos parece el documental personal Mon amour (David Teboul, 2020), que ya comentamos en su paso por Sheffield Docs en nuestro post La representación de la ausencia. Uno de los mejores documentales del año pasado, sus casi tres horas suponen un proceso de duelo convertido en película, que recuerda la ausencia del ser amado e intenta encontrar en los paisajes helados de Siberia otras historias de amor que, de alguna manera, apacigüen el sentimiento de culpa.
Con una fotografía que ofrece matices de sensaciones visuales, el director consigue salvar esa cierta extrañeza del cuidado del adolescente, entre niño y adulto, pero quizás menos maduro de lo que se pudiera esperar. Sus acciones (el baño, meterse en la cama con su tía...) parecen inocentes pero también tienen algo de provocación. La protagonista se deja llevar por ese contacto físico que es ambiguo, que plantea cuestiones éticas, y que se hacen aún más explícitas cuando hace su aparición la hermana-madre, la mujer ausente que ahora quiere volver a recuperar a su hijo. Y que provoca en la protagonista una reacción que quizás acaba siendo demasiado superficial. O último banho es una película que juega a la confusión, que utiliza elementos disonantes para provocar en el espectador cierta curiosidad incómoda, que sabe construir una atmósfera de intimidad alrededor de los personajes.
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