En su 31 edición, Raindance Film Festival afronta algunas novedades importantes, bajo la dirección artística de Malaika Bova, que también es programadora en Tallin Black Nights Festival, y Martyna Szmytkowska, ambas relacionadas con el festival desde hace años. Pero quizás la principal novedad este año es que las proyecciones de las películas programadas vuelven al West End, en el centro de Londres, tras varios años proyectando en cines más periféricos. Con una selección que reduce sus sesiones, Raindance Film Festival también afronta la última edición que se celebra entre octubre y noviembre. A partir de 2024 se traslada hasta junio para evitar la cercanía del Festival de Cine de Londres que organiza el British Film Institute durante el mes de octubre. En esta edición cuenta entre los diferentes miembros del jurado con cineastas como Michael Winterbottom, Duncan Jones y Claire Ferguson o los actores Rory Kinnear, Sopé Dìrísù y Tara Fitzgerald. Nuestra segunda crónica del festival aborda dos tipos de terrores, los ficticios y los reales, que en algunos casos se mezclan. Desde el pánico satánico hasta las tradiciones bengalíes, desembocando en la complejidad del activismo que provoca situaciones también terroríficas para sus protagonistas.
Satan wants youSteve J. Adams, Sean Horlor, 2023 | Competición Documental | ★★★☆☆Fantasia '23: Premio del Público |
Durante su investigación, los directores de esta película que aborda el pánico satánico que se esparció por Estados Unidos en la década de los ochenta, se encontraron con una pieza que acabaría siendo clave para su historia. No sabemos si de ahí proviene el planteamiento más centrado en la publicación del libro Michelle recuerda. Una historia verídica de Satanismo (1981) que el documental propone, con demasiada convicción, como el inicio de una especie de contagio sobre historias de secuestros, violaciones y asesinatos relacionados con el culto al demonio que muchas personas declararon haber sufrido. En el libro, el psiquiatra canadiense Lawrence Pazder escribió sobre unas sesiones de hipnosis que revelaron que Michelle Smith, quien posteriormente se convertiría en su esposa, había sido sometida durante 81 días a un ritual en el que fue torturada, violada y cubierta con sangre de bebés asesinados. De esa sesión de hipnosis se conservó una cinta de cassette de unos 25 minutos que un remitente anónimo envió a los directores de Satan wants you (Steve J. Adams, Sean Horlor, 2023), el que se ha convertido en uno de los documentales con mayor resonancia en festivales internacionales, entre ellos el Festival de Sitges. Ciertamente, los sollozos de Michelle Smith en las grabaciones, que en 1976 tenía poco más de veinte años y acudió al psiquiatra Lawrence Pazder tras sufrir una depresión después de un aborto espontáneo, son desasosegantes. Pero el uso de estas cintas en la película es significativo, cuyos fragmentos son colocados astutamente al comienzo, para captar la atención del público, y en los últimos minutos, para dejar en los espectadores la sensación de que han visto un documental más terrorífico de lo que es, cuando en realidad utiliza un formato bastante convencional.
En la película se hace hincapié en la forma en que el libro Michelle remembers fue desacreditado, e investigaciones posteriores no han conseguido demostrar ninguno de los acontecimientos que se relatan en él. Algunas teorías hablan de una complicidad entre Michelle y el psiquiatra, mientras que otras la consideran a ella una víctima que fue inducida a crear una fantasía mediante hipnosis por Alexander Pazder, quien por entonces se sentía atraído por las prácticas litúrgicas de las tribus africanas, y tras la publicación del libro se convirtió en un experto en satanismo impulsado por los medios de comunicación. Se hace referencia también a la posible influencia de una miniserie de gran éxito, ganadora de cuatro premios Emmy, Sybil (NBC, 1976), en la que la joven Sybil (Sally Field) se somete a sesiones de psicoanálisis con la doctora Cornelia Wilbur (Joanne Woodward), descubriendo que tiene un trastorno de identidad disociativo, habiendo creado dieciséis personalidades diferentes. Por entonces también se habían estrenado películas como El exorcista (William Friedkin, 1973) y La profecía (Richard Donner, 1976), por lo que había un trasfondo de interés por el satanismo y las posesiones. El problema de Satan wants you es que parte de una teoría sobre la que se construye la película, de forma que a veces determinadas conexiones resultan incluso poco convincentes por parte de los entrevistados. Entre ellas, el paralelismo que se establece entre el pánico satánico de los años ochenta con las suposiciones difundidas por el efímero QAnon que han desembocado en absurdas teorías de la conspiración como el Pizzagate, que afirmaba que una pizzería de Washington era en realidad un lugar secreto donde se practicaban abusos sexuales a menores de edad. Entre otras cosas, porque parece olvidar el carácter eminentemente político de éstas.
Aunque es cierto que se podrían considerar los testimonios de las supuestas víctimas de ritos satánicos como lo que ahora se denominan fake news, el paralelismo entre el pánico satánico y las teorías conspirativas promovidas por sectores interesados de la extrema derecha es el aspecto más inconsistente de la película. Satan Wants you ha conseguido el testimonio de la hermana de Michelle Smith y de la ex-esposa y la hija de Lawrence Pazder, quien falleció en 2004, pero no ha logrado que la protagonista de la historia, la propia Michelle Smith, ofrezca su propia versión, y su ausencia se hace notar, sobre todo porque el documental se centra notablemente, quizás demasiado en su historia. Aunque utiliza imágenes de archivo de intervenciones en programas de televisión de Lawrence Pazder, nunca se cuestiona demasiado a los medios de comunicación ni se reparten responsabilidades, expandiéndose a veces en torno a otros casos de la época, pero manteniéndose generalmente en la historia principal, lo cual a veces resulta frustrante. Si bien las grabaciones reales de las sesiones con el Dr. Pazder parecen sacadas de una película de terror, las recreaciones de ficción se sienten más cerca de un documental histriónico de Netflix. Satan wants you plantea una interesante reflexión sobre el contagio del miedo, pero en su desarrollo no termina siendo demasiado revelador.
Pett Kata ShawNuhash Humayun, 2023 | Competición Largometraje Internacional | ★★★★☆Raindance Film Festival '23: Mejor Película Internacional |
Apoyada en las supersticiones, mitologías y leyendas bengalíes del Sur de Asia, el director Nuhash Humayun (1992, Bangladesh) dirigió la webserie de cuatro episodios Pett Kata Shaw (2022, Chorki) que para el mercado internacional se ha convertido en un largometraje de antología estrenado en el pasado Festival de Rotterdam. Se trata de cuatro historias que recuperan la tradición de los cuentos orales para ofrecer apropiadas revisiones modernas, dirigidas con un sentido del suspense que revela a su director, hijo del reconocido realizador bangladesí Humayun Ahmed (1948-2012, Bangladesh), como exponente principal de la recuperación del género, sobre todo tras su excelente cortometraje Moshari (2022). Residente en Los Angeles, entre los próximos proyectos de Nuhash Humayun se encuentra una película que producirá Jordan Peele. Para la versión como largometraje, se ha cambiado el orden de las dos primeras historias, comenzando en la serie por el episodio Ei Building a Meye Nished (No se permiten chicas en el edificio) (T1E1), mientras que en la película el primer relato es Mishti Kichu (Algo dulce) (T1E2), lo que quizás se explica por estar protagonizada por el popular actor Chanchal Chowdhury. Recogiendo la tradición de los cuentos de origen preislámico sobre las visitas de los llamados djinn, genios que conceden deseos pero que pueden tener intenciones malignas, la historia está protagonizada por el dueño de una tienda de dulces que recibe la visita de un djinn (Afzal Hossain) que le concederá el deseo que quiera a cambio de ser agasajado con dulces (las leyendas bengalíes hablan de lo golosos que pueden ser los genios). El comerciante, que siempre suele ser olvidadizo, le pide poder disponer una memoria fotográfica, lo que el genio le concede de forma tan literal que se convertirá en un problema. No es la historia más solvente de la antología, pero en las conversaciones entre los dos personajes principales se abordan temas como la moralidad y se introducen elementos de terror clásicos bien dirigidos.
La segunda historia, Ei Building a Meye Nished (No se permiten chicas en el edificio), que es con la que comienza la versión en formato serie, vuelve a centrarse en una visita inesperada, pero esta vez a través de la tradición de una entidad que en la cultura bengalí se denomina petni, fantasmas femeninas de chicas que murieron con deseos insatisfechos. El protagonista es Hasan (Shohel Mondol), un joven que está preparando pescado en su apartamento cuando recibe la visita de una Petni, interpretada por la modelo Shirin Akter Shela, que fue Miss Universo Bangladesh en 2019. Al descubrir que su compañero de piso está muerto, víctima del ataque del fantasma, escuchamos un monólogo interior del joven tratando de buscar la forma de escapar, lo que mantiene un interesante suspense en todo momento. Hay algún elemento de humor en la historia, tan sencilla como efectiva, sobre todo cuando la petni parece reacia a comerse el pescado crudo y obliga al protagonista a cocinarlo, pero destaca la representación de este fantasma que tiene los pies torcidos y que provoca auténtico desasosiego. El tercer segmento, Loke bole (La gente dice) es el más atmosférico e interesante, porque introduce en una misma historia diversos cuentos tradicionales. Nagib (Morshed Mishu) y Sara (Syeda Taslima Hossain Nodi) son una pareja que se encuentra de viaje por hermosos paisajes montañosos y que parecen tener algunos problemas sentimentales cuando llegan a una aldea habitada por dos ancianos que desde el principio les advierten que "aquí no llegan turistas, solo viajeros perdidos". A través de la narración de varios cuentos locales, representados con marionetas, lo que añade un elemento diferenciador que funciona de forma adecuada, este segmento introduce el origen de distintas supersticiones, como no llevar el pelo suelto por la noche o tomar siempre dos raciones de comida, que en realidad son advertencias ante posibles consecuencias violentas. Atmosférica e inquietante por momentos, aborda las tradiciones orales y la forma en que éstas son modificadas a través de la memoria.
La última historia, Nishir daak (La llamada de Nishir) traslada un cuento tradicional a las problemáticas modernas a través de la depresión que provoca en un joven el suicidio de su novia, al mismo tiempo que escucha historias sobre niños que desaparecen en el mar, ligadas a la tradición de la llamada nocturna de un espíritu marino que invita a las personas a acompañarle. El protagonista trabaja en una ONG en Cox's Bazaar, un pueblo pesquero de Bangladesh que vive en el contraste entre tener la playa paradisíaca más larga del mundo y al mismo tiempo acoger un extenso campo de refugiados en el que viven más de un millón de desplazados. La historia aborda la forma en que los espíritus aprovechan la depresión y el sentimiento de culpa para acceder a las fragilidades de las personas, e introduce también elementos como las redes sociales para conectar la amenaza tradicional con las tecnologías modernas. Posiblemente es el segmento menos contundente, aunque culmina con una escena particularmente desagradable que la conecta más con los resortes del terror occidental. Pett Kata Shaw (Nuhash Humayun, 2023) funciona generalmente bien a la hora de desarrollar los diferentes relatos, especialmente aquellos que se sostienen en las leyendas más tradicionales, y consigue crear atmósferas inquietantes a través de la adecuada banda sonora de Rakat Zami y Avishek Bhattacharjee, mezclando sintetizadores con instrumentos tradicionales como el sarod, el armonio o la mondira.
En los últimos años, el debate sobre la subrogación sexual se ha trasladado al cine. Se trata de una forma de terapia en la que un profesional del sexo protagoniza diferentes sesiones con algún paciente que tiene un tipo de disfunción sexual para mejorar sus experiencias futuras. Planteada por primera vez en los años setenta por los especialistas Masters y Johnson, en los que se basó la serie Masters of sex (Prime Video, 2013-2016), este tipo de terapia siempre ha tenido cierta controversia al considerarse por diferentes sectores como una forma de prostitución encubierta. En películas como Las sesiones (Ben Lewin, 2013) y La consagración de la primavera (Fernando Franco, 2022) se han mostrado diferentes aspectos de esta práctica, aunque generalmente asociados a pacientes con algún tipo de enfermedad o discapacidad. El debut como director del actor Christian Cooke (1987, Reino Unido) aborda de una manera intimista la relación que se establece entre Amy (Ruth Bradley), que trabaja como sustituta sexual, y Dan (Christian Cooke), un joven que está en la cárcel y que no solamente tiene problemas de intimidad sino que ni siquiera se expresa verbalmente debido a un trauma del pasado. Un hecho que está relacionado con un incendio en su casa y que le ha llevado a prisión los últimos dieciocho años. Es precisamente la labor de Amy y de su compañera de trabajo Helen (Clare Perkins), la que intenta trasladar a prisión una forma de terapia que pueda ayudar a determinados presos a conseguir la libertad condicional. Aunque el enfoque principal se centra en los personajes y no trata de plantear un debate, en una secuencia determinada un responsable de la prisión muestra su escepticismo ante la efectividad del tratamiento y saca a relucir la etiqueta de prostitución, lo que establece el punto de vista de una parte de la sociedad y plantea la posición del guión respecto a la necesidad de hacer más accesible la subrogación sexual como una forma alternativa de tratamiento psiquiátrico.
A lo largo del desarrollo de Embers (Christian Cooke, 2023), el escenario principal es una sala de la prisión en la que se producen los encuentros entre Amy y Dan, que se inician primero con conversaciones para progresivamente pasar al contacto físico. Ella parece sentirse especialmente segura, sin que se establezca en ningún momento que Dan pueda llegar a ser peligroso, y poco a poco consigue que éste comience a expresar sus sentimientos. Trabajando con una coordinadora de intimidad y con una profesional de la subrogación sexual, los actores trazaron un mapa de intimidad para sus personajes. Se trata de una película que se sostiene más en los gestos y las miradas, en la expresividad de los silencios, que en los propios diálogos, excepto cuando el personaje principal comienza a elaborar el recuerdo de la noche en la que se provocó el incendio y sobre todo su relación traumática con Carly (Judith Roddy). Hay una puesta en escena que recuerda a la procedencia teatral del guión, coescrito por Christian Cooke y Dave Florez, autor de la obra Experience (Hampstead Theatre, 2016). Pero la adaptación introduce también el entorno familiar de Amy a través de la relación con su novio Joe (Samuel Anderson), lo que refuerza las progresivas consecuencias que tiene una cierta obsesión, o más bien compasión, que comienza a sentir Amy por Dan. Es interesante cómo el reflejo de una terapia basada en el sexo consigue ser tan poco sexual, aproximándose a los personajes desde una perspectiva emocional que logra mostrar la ambigüedad y los peligros de una implicación más profunda entre paciente y terapeuta.
Pero aunque Amy parece no poder olvidarse de Dan incluso cuando las sesiones de terapia han terminado, no existen indicios de un enamoramiento sino más bien de una necesidad de saber hacia dónde han desembocado los resultados de su trabajo. En este sentido, Embers se revela como una película que adopta una mirada sutil hacia la humanidad de los personajes, aunque a veces tenga dificultades para mantener el pulso, especialmente en los momentos en los que se producen las sesiones, y el personaje de Joe parezca demasiado supeditado a la progresión emocional de Amy. Pero es una película que atrapa al espectador utilizando elementos tan sencillos como brillantemente ejecutados.
Long distance swimmer: Sara MardiniCharly Wai Feldman, 2023 | Competición Película Británica | ★★★☆☆ |
Aunque podría parecer el título de un documental deportivo, la larga distancia a la que hace referencia no tiene una relación directa con la natación, sino que es un recorrido mucho más doloroso. La historia de Sara Mardini y Yusra Mardini fue contada el año pasado en la película de ficción Las nadadoras (Sally El Hosaini, 2022), escrita por Jack Thorne, responsable de la serie Best interests (BBC, 2023), aunque se centraba especialmente en la odisea que vivieron cuando a los 20 y 17 años respectivamente decidieron huir de Siria (la piscina en la que entrenaban fue literalmente bombardeada) en una pequeña embarcación que llegó con dificultad a la isla griega de Lesbos antes de partir hacia Turquía y posteriormente establecerse en Alemania, donde tienen la condición de refugiadas. La historia sobre cómo ambas, al tener experiencia como nadadoras, empujaron la embarcación en malas condiciones nadando durante un trayecto hasta Lesbos, acabó llegando a los medios de comunicación y magnificándose (se llegó a decir que habían empujado la patera desde Siria hasta Turquía), pero en definitiva visibilizó la problemática de los naufragios en el Mediterráneo. Debido a una lesión en la espalda, Sara Mardini tuvo que abandonar su carrera profesional como nadadora mientras que Yusra continuó entrenando y llegó a formar parte del Equipo Olímpico de Refugiados en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 y Tokio 2020-2021.
En 2018, Sara Mardini regresó a la isla de Lesbos para colaborar en el rescate que protagonizaron diversas ONG para ayudar a las pateras que llegaban por el mar, pero fue detenida junto a Seán Binder cuando conducían un coche con matrícula falsa, permaneciendo en prisión preventiva durante 100 días hasta que consiguieron una libertad condicional que no ha concluido todavía, a la espera de un juicio que aún no se ha celebrado. El último intento fue el pasado mes de enero, pero el tribunal devolvió el acta por fallos de procedimiento. El documental Long distance swimmer: Sara Mardini (Charly Wai Feldman, 2023), que ha participado en festivales como Hot Docs y Sheffield DocFest, acompaña a la protagonista a lo largo de estos cinco años de incertidumbre en los que ella tiene prohibida la entrada en Grecia hasta 2025, excepto para temas relacionados con un juicio que parece una estrategia bastante clara por parte de las autoridades griegas de extenderlo el mayor tiempo posible. La fiscalía ha elaborado una rocambolesca acusación que vincula el cargo principal de facilitar la entrada irregular de nacionales de terceros países (agravado por haberse cometido presuntamente como parte de una organización delictiva), a otras acusaciones de blanqueo de dinero, espionaje, revelación de secretos de Estado, uso ilícito de radiofrecuencias, falsificación y fraude. De ser condenados, Sara Mardini y Séan Binder podrían enfrentarse a penas de hasta 25 años de prisión (Amnistía Internacional, 8/2/2023).
Más que abordar la problemática de los refugiados y la modificación de las políticas europeas, el documental prefiere permanecer cerca de su protagonista a través de su activismo y de su permanente lucha por los derechos de otros refugiados como ella. Hay algunos apuntes sobre ciertos celos entre las hermanas porque Yusra ha conseguido tener una trayectoria profesional como nadadora que hubiera querido su hermana, pero también porque Sara ha logrado una repercusión internacional con su activismo que la ha hecho más visible. En este sentido, la elección de la directora Charly Wai Feldman, nacida en Canadá, criada en Vietnam y más tarde afincada en Londres, puede ser lógica pero también impide que el documental analice realmente cómo la Unión Europea ha cambiado sustancialmente su política de refugiados permitiendo que partidos extremistas en países como Italia (Liga Norte) y Grecia (Nueva Democracia) iniciaran una progresiva criminalización de las organizaciones humanitarias al ser incapaces de controlar el flujo de inmigrantes. Hay algún apunte cuando un político alemán indica que "primero tenemos que poner orden y después nos ocuparemos de la cuestión humanitaria", algo contrario a los Derechos Humanos. Pero mantenerse solo en los coherentes discursos de Sara Mardini centra demasiado el enfoque de una historia que podría haber sido mucho más ambiciosa.
We are guardiansEdivan Guajajara, Chelsea Green, Rob Grobman, 2023 | Competición Documental | ★★★☆☆Raindance Film Festival '23: Mejor Documental |
Con el apoyo como productores ejecutivos de los actores Leonardo DiCaprio y Fisher Stevens esta película es una incursión en la Amazonía brasileña a través de la mirada del guardián forestal indígena Marçal Guajajara y la apasionada activista Puyr Tembé. Ambos tienen en común su dedicación a proteger la selva de la imparable deforestación amparada por algunas leyes que promovió el gobierno de Jair Bolsonaro y sobre todo por la corrupción institucional. En una escena del documental, el propietario de tierras Tadeu Fernandes señala algunas casas ilegales que han construido ex-gobernadores de la región que participan en el negocio de la tala indiscriminada de árboles centenarios, aunque se encuentren en zonas protegidas. El año pasado pudimos ver la película Amazonas: territorio límite (The territory) (Alex Pritz, 2022), producida por Darren Aronofsky, que también se acercaba a los guardianes indígenas que patrullan zonas boscosas para encontrar a los responsables de las talas ilegales. Y, como en aquella, también se refleja en We are guardians (Edivan Guajajara, Chelsea Green, Rob Grobman, 2023) el peligro al que se enfrentan, ya que en muchos casos los delincuentes van armados, y a veces los patrulleros acaban siendo emboscados y asesinados.
Las cifras de la deforestación del Amazonas son directamente aterradoras por su magnitud: la tala ilegal de madera se incrementó un 22% en un año con respecto al mismo periodo anterior, según números oficiales dados a conocer en Brasil en 2021. La pérdida de 13.235 kilómetros cuadrados de árboles entre 2020 y 2021 fue la cifra más alta de pérdida de vegetación registrada en los últimos 15 años, según el balance elaborado por el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) a partir de imágenes captadas vía satélite. Lo paradójico es que precisamente la cada vez mayor devastación que han llevado a cabo las multinacionales madereras ha provocado que solo queden pequeñas islas verdes protegidas en manos de grupos indígenas. Al haber arrasado con todos los árboles circundantes, a los madereros ilegales solo les queda la opción de invadir y robar la madera de esos territorios. La película se acerca al punto de vista de uno de ellos, Vladir Duarte, que se ha dedicado a la tala de árboles desde que era joven siguiendo la labor de su padre. Se trata de una perspectiva interesante que aporta profundidad a la historia, haciéndola más compleja al incorporar a quienes afirman que su única opción para sobrevivir es la de realizar este tipo de acciones ilegales. Esta aproximación más personal se amplía cuando se acompaña a las patrullas de Marçal Guajajara y a las actividades de Puyr Tembé en la ciudad de Belém do Para, que practica una forma más política de protección a los indígenas.
Codirigida por el activista Edivan Guajajara, que ha pasado de ser traductor a convertirse en realizador, We are guardians se estrenaba esta semana en Reino Unido a través de Raindance Film Festival tras haber pasado por algunos de los festivales más destacados del panorama internacional, desde Hot Docs en Canadá hasta Human Rights Watch en Estados Unidos. Esta misma semana también se proyecta en el Festival Internacional de Cine de São Paulo y forma parte de la programación del festival Film fra Sør de Oslo, que se celebra a mediados de noviembre. La película funciona con precisión en el reflejo y la denuncia de la deforestación del Amazonas, pero teniendo otros títulos previos que también abordan el tema, se echa en falta una aproximación más profunda y, sobre todo, más amplia hacia la problemática que rodea a la corrupción en torno a la tala de árboles. Hay alguna contextualización política que básicamente culpa a la extrema derecha brasileña (a partir de la incorporación de Lula da Silva a la presidencia parecen haberse tomado mayores medidas de protección), pero solo se muestran de pasada las implicaciones internacionales de grandes compañías, como la empresa minera Belo Sun Mining Corporation de Canadá, cuyos proyectos amenazan la cuenca del río Xingu. Hay un interesante equilibrio en los puntos de vista, que nunca hace a la película demasiado repetitiva, pero faltan aportaciones que realmente aborden perspectivas nuevas.
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Películas mencionadas: El exorcista se puede ver en HBO Max, Movistar+, Prime Video y Tivify.
La profecía, Las sesiones y Amazonas: territorio límite se pueden ver en Disney+.
La consagración de la primavera se puede ver en Movistar+.
Las nadadoras se puede ver en Netflix.
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