02 diciembre, 2022

IDFA 2022 - Parte 3: África

Continuamos nuestro repaso a la programación del Festival Internacional de Documentales de Ámsterdam, IDFA 2022, con una crónica de algunas historias que se desarrollan en el continente africano. Encuentros con el presente y el pasado, entre generaciones diferentes que han luchado por independizarse del colonialismo pero en la actualidad solo encuentran una salida en la emigración. África ha pasado de acoger una multiculturalidad que reivindicaba el sentido de pertenencia a ser abandonada para encontrar un futuro que parece inexistente dentro de sus fronteras. 

Colette et Justin

Alain Kassanda, 2022 | Competición Internacional | ★★★★☆

Durante años, el joven director congolés Alain Kassanda había intentado que su abuelo le contara su historia a través de la cámara, hasta que finalmente accedió a compartir los recuerdos de su vida durante la colonización belga y su participación activa como político en la independencia de la República del Congo en 1960. Colette et Justin (Alain Kassanda, 2022) es un ejercicio de autoconocimiento del propio director, quien abandonó su país cuando tenía 11 años para trasladarse junto a su familia a Francia. Programador del cine Les 39 Marches en la localidad parisina de Servain durante cinco años, regresó a África en 2015, desde donde ha producido su primer documental, Trouble sleep (Alain Kassanda, 2020), primera parte de una trilogía que pretende dedicar a la ciudad nigeriana de Ibadan, donde reside actualmente. A través de los relatos de sus abuelos, Justin y Colette, el director desentraña el pasado de su país durante la época colonial que separaba a mujeres y hombres en los centros de estudio, que aprovechaba la fuerza laboral de los congoleños para construir una civilización opresora: "Habían dejado de ser hombres para convertirse en engranajes anónimos de una máquina bien engrasada".

Alain Kassanda se interesa especialmente por la experiencia de Colette, casada con su abuelo Justin cuando solo tenía 14 años y sometida a una regulación patriarcal que dejaba a las mujeres a un lado. La administración belga practicaba en África lo que no se permitía en Bélgica: "Cuando se inauguró la primera Universidad del Congo, no se admitían mujeres", cuenta Alain Kassanda en su narración: "Pero con la llegada de la independencia tampoco se permitió que las mujeres votaran. Estaban marcadas por la doble condición de colonizadas y de mujeres". Pero el relato también es un viaje de descubrimiento en el que el nieto toma consciencia de la participación de su abuelo en los años anteriores a la independencia, formando parte del que posiblemente era el lado equivocado. Sus abuelos habían sido lo que se calificaba como africanos "évolués" (evolucionados), aquellos congoleños que eran educados en instituciones coloniales para convertirse en una especie de clase media. De una población de 14 millones de habitantes, solo 1.500 disponían en 1958 de una tarjeta que les identificaba como "evolucionados", entre los que se encontraban sus abuelos. Esta identificación les permitía determinados privilegios como alquilar una casa o tener un coche.   

Pero a lo largo de este relato descubrimos también la confrontación interna entre los Baluba y los Lulua, dos pueblos del centro de África que, según sus abuelos, solo tenían como elemento diferenciador su forma de hablar. Pero los Baluba estaban más cerca de la administración colonial, lo que finalmente les situó en una posición difícil durante el proceso de independencia. El propio Justin comenta que "no esperábamos que los blancos nos dieran la libertad", lo que condujo a un proceso complicado. Patrice Lumumba, primer ministro de la República Democrática del Congo en 1960, dejó fuera a los Baluba de sus órganos de gobierno, lo que provocó tensiones que llevaron a la escisión del territorio controlado por éstos, y finalmente a un golpe de estado practicado por el presidente Joseph Kasa-Vubu quien, apoyado por la CIA y el gobierno belga, apresó a Patrice Lumumba y le fusiló en 1961. El abuelo del director estaba en el lado de los secesionistas, y posteriormente acabaría formando parte del gobierno del país como ministro en varias carteras. Este descubrimiento del papel ingrato que jugó su abuelo en la historia reciente del Congo despierta sentimientos encontrados en el director, para quien Lumumba siempre fue una leyenda, como para muchos congoleños. La revelación de que su familia fue opositora de este mártir de la independencia provoca algunos cuestionamientos éticos en preguntas incómodas para su abuelo. De alguna forma, Colette et Justin es la historia de todo un pueblo ribeteada de miradas personales, adoptando un punto de vista complejo que muestra las problemáticas internas del pasado para adquirir una forma crítica en el presente. Pero que revela sobre todo la inhumanidad que transmitieron los colonizadores.

Le fleuve n'est pas une frontière

Alassane Diago, 2022 | Best of Fests | ★★★☆☆

Cuando estalló la guerra fronteriza entre Mauritania y Senegal en 1989, el director Alassane Diago (1985, Senegal) era un niño, pero a lo largo de su vida ha estado escuchando relatos sobre la extrema violencia de los enfrentamientos que surgieron como una disputa en torno a los límites del río Senegal que divide ambos países y los derechos sobre el pastoreo, que condujo a una ruptura de las relaciones diplomáticas hasta 1991. Para su última película, Le fleuve n'est pas une frontière (Alassane Diago, 2022), que fue seleccionada en la Semana de la Crítica del Festival de Locarno, el director reúne a 40 miembros de su propia familia senegalesa y mauritana para establecer un debate sobre sus experiencias durante este conflicto, en torno al que hay un silencio que ha ocultado las consecuencias de la guerra. Abdoulaye Diop, un expolicía en Mauritania que fue deportado por su origen senegalés, y que sirve como personaje de introducción y desenlace en la película, define al río como "lo que nos separa y lo que nos une". Pero sobre todo se transmite la sensación de una necesidad de exponer en voz alta algunas experiencias terribles sufridas por algunos de los participantes durante este cruento conflicto. Una de las mujeres cuenta cómo se encontraba en el margen del río junto a otros familiares, todas ellas mujeres, y llegaron soldados mauritanos que les dijeron: "Poneos de rodillas porque os vamos a matar". Solo ella y su madre consiguieron sobrevivir a la masacre, pero las cicatrices de los disparos que recibieron permanecen. 

Alassane Diago forma parte de esta reunión pero como un espectador oyente de las reflexiones que hacen los participantes. El documental ofrece una narrativa sencilla en la que se enfoca en aquellos que toman la palabra, en una especie de terapia colectiva cuya verbalización de sus experiencias sirve como una forma de exorcizar los demonios. Algunos de ellos eran policías y soldados que asistieron al horror de la violencia, o escucharon en algunos casos cómo se practicaba el canibalismo. Y surgen alguna divergencias sobre la forma de reescribir los acontecimientos, como cuando uno de los participantes rebate a otro: "Los mauritanos siempre niegan el racismo, transmiten el mensaje de que hubo extremismos en ambos lados, pero fue una cuestión racista que tenía que ver con el color de nuestra piel". Es el debate en el que otros países como España se pueden sentir identificados respecto a la reescritura de la historia reciente como una forma de hacer extensible la violencia para difuminar las responsabilidades. Mauritania aprovechó el conflicto para establecer un exilio forzoso de 70.000 ciudadanos que vivían en el Sur de su territorio, obligados a establecerse en Senegal a pesar de que la mayor parte no tenía ningún tipo de vínculo con ese país. 

Entre las diferentes intervenciones, la cámara muestra imágenes del río, de un árbol reflejado en el agua como una sombra de los testigos mudos y aquellos que sufrieron la violencia. A pesar de sus casi dos horas de duración, Le fleuve n'est pas une frontière no transmite sensación de cansancio, porque los participantes están escogidos con buen criterio. Una mujer, hija de padres de origen senegalés y mauritano, afirma que "los mestizos tenemos algo que decir. Nosotros no pertenecemos al sistema, porque compartimos la esencia de ambos países", haciendo referencia a esa negación de la violencia a través del silencio administrativo. Las relaciones nunca se han terminado de normalizar entre Mauritania y Senegal, pero hay un pacto entre ambos que evita las referencias al conflicto. Curiosamente, las consecuencias de esta guerra fronteriza acabaron siendo negativas para la propia Mauritania. La ausencia de los habitantes de la zona sur del país provocó una perturbación en el equilibrio del valle del río Senegal, con una disminución de la producción agrícola y un aumento de la deforestación. Pero sobre todo la película adquiere mayor relevancia a través del relato humano y de la necesidad de mantener la memoria viva desde la transmisión oral. 

Sisterhood

Sessy Kamara, 2022 | Luminous | ★★★☆☆ 

Ya hemos hablado en anteriores crónicas del proyecto Generation Africa, una iniciativa de la productora STEPS con sede en Ciudad del Cabo que cuenta con la financiación del Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de Alemania, y la participación del canal ARTE y sus tres departamentos de documentales en Francia, Estrasburgo y ZDF/ARTE en Alemania. con el objetivo de mostrar la realidad de las nuevas generaciones africanas. Una de estas producciones es Sisterhood (Sessy Kamara, 2022), que ha participado también en la programación de IDFA 2022, y que tiene como protagonistas a dos hermanas gemelas, Husai y Hassi, que viven en Sierra Leona junto a sus padres. Ambas tienen caracteres muy diferentes, e incluso distintas formas de afrontar el futuro. Mientras Hassi siempre ha permanecido en Sierra Leona, Husai suele llevar el hijab y ha tenido un espíritu más viajero, en parte provocado por una intención de valerse por sí misma y no contribuir a la mala situación económica de su familia, que vive en una pequeña tienda que habitualmente sufre inundaciones durante la temporada de lluvias.  

La experiencia de Husai no ha sido demasiado positiva en sus aventuras. Cuando se trasladó a Kuwait, se quedó embarazada y tuvo a su hija Safia que ha tenido que ceder a una familia adoptiva, aunque sigue manteniendo el contacto con ella. En otra ocasión, quiso utilizar el pasaporte de su hermana para volver a salir del país, pero fue descubierta por las autoridades de la aduana y condenada a la cárcel. Pero para Husai la única posibilidad de mejorar las condiciones de vida de su familia es la emigración a países de Oriente Medio. Su madre se dedica a la venta ambulante, mientras que su padre, enfermo y anciano, se retiró de su trabajo como taxista. De vuelta a Sierra Leona, planea de nuevo un viaje, esta vez con su hermana como acompañante. Hassi piensa que es mejor que ambas se marchen juntas: "No podría soportar que mi hermana se marchara y tuviera que regresar otra vez". Sisterhood muestra este sentimiento de hermandad entre las dos hermanas, pero representa sobre todo la necesidad de buscar el futuro fuera de un país en el que el desempleo ha crecido exponencialmente, sobre todo a partir de la pandemia del coronavirus en 2020 y 2021. Aunque también mantienen diferencias respecto a sus objetivos deseados: Husai, que ya ha experimentado el trabajo en otros países, piensa que los mejores son los de Oriente Medio, mientras que Hassi preferiría viajar a Norteamérica: "Porque en América no me tratarían tan mal como en el Kurdistán o en Catar". 

También sus padres tienen posturas diferentes respecto a la emigración de sus hijas. Mientras el padre las apoya y las anima a salir del país, la madre prefiere que encuentren un marido, especialmente en el caso de Hassi, que sufre habitualmente ataques de ansiedad en los que se queda sin respiración, uno de los cuales es mostrado delante de la cámara con ese grado de inquietud y desesperación que provoca. Ella misma expresa sus dudas después de reponerse: "Si busco trabajo en Oriente Medio y me da un ataque de ansiedad, ¿qué voy a hacer? Ellos no van a entender lo que me está pasando". Ellas dos son el centro de un documental que resulta conmovedor en ocasiones, y en el que el grado de intimidad del director con la familia nos permite asistir a algunos momentos especialmente emocionantes. Hay una cierta frustración cuando se deja al espectador sin una resolución completa, pero quizás esa es la intención de Sessy Kamara, manteniendo un final abierto que refleje el trayecto de una juventud africana que busca estabilidad fuera de sus países. La última vez que escuchamos a las hermanas es durante una conversación telefónica con sus padres por la que sabemos que han llegado a la República de Guinea y que tienen la intención de continuar su viaje. Sisterhood es una crónica de una juventud sin futuro que trata de encontrar una vía de escape. 

African moot

Shameela Seedat, 2022 | Best of Fests | ★★★★☆

También incluida en el proyecto African Generation se encuentra la última película de la directora sudafricana Shameela Seedat, abogada de derechos humanos que había estrenado anteriormente Whispering truth to power (Shameela Seedat, 2018) centrada en la abogada sudafricana Thuli Mandosela. Su atención por la dinámica entre la justicia y la realidad social en África se extiende en African moot (Shameela Seedat, 2022) que tuvo su estreno mundial en Hot Docs y posteriormente se ha proyectado en DOK.fest e IDFA, entre otros festivales. El título proviene de un encuentro anual que reúne en una ciudad diferente de África a equipos de estudiantes universitarios de Derecho de todo el continente para participar en simulaciones de juicios en las que deben demostrar su capacidad para construir argumentos como defensores y como acusadores de casos ficticios que se plantean delante de un tribunal. "Moot" es un término derivado del verbo inglés "meet" (reunirse)  que define a estas simulaciones en el campo del derecho. De una manera que recuerda a documentales como Boys State (Amanda McBaine, Jesse Moss, 2020), la película se centra en diferentes equipos que representan a una nueva generación interesada por los temas políticos y de derechos humanos, proponiendo en esta ocasión una mirada a las sociedades africanas y su implicación con las problemáticas sociales. 

La película se desarrolla durante el Human Rights Moot Court Competition que tuvo lugar en la Universidad de Pretoria en Gaborone, la capital de Botswana en el año 2019, y el tema central de los casos planteaba supuestas denuncias sobre los derechos de los refugiados entre varios países ficticios, estableciendo cuestiones como "¿quién puede ser considerado un refugiado?". La temática planteada permite a la directora abordar problemáticas surgidas a partir de la crisis de los refugiados, no ya entre África y Europa, sino dentro del propio continente africano, donde el desplazamiento de personas se ha convertido también en un asunto político importante. Y la selección de los jóvenes que se convierten en protagonistas de la película está hecha en base a la diversidad de su procedencia y de sus circunstancias personales. De forma que en African moot se sigue la narrativa del concurso y los resultados que consiguen algunos de estos equipos, pero también tiene un acercamiento más individual. Asimismo, se plantean algunas contradicciones: por un lado, la reunión de estos 200 jóvenes estudiantes conforma una especie de comunidad pan-africana que se interesa por los derechos humanos, y que representa en cierta manera el futuro de África. Pero esta especie de oasis privilegiado de jóvenes que intelectualizan las problemáticas sociales se confronta con algunas realidades inquietantes. 

Aunque Edward, uno de los aspirantes, hijo de refugiados ugandeses, que representa a la Universidad de Ciudad del Cabo, no consigue llegar a la final, la directora permanece con él para centrar la atención en la comunidad LGBTI+. Durante una conferencia académica sobre Derechos Humanos, un representante de la Universidad River State de Nigeria afirma que "estoy preocupado por la adopción de normas internacionales que no reflejan los valores de África. Los académicos pueden defender la no discriminación, pero tenemos que ser muy cuidadosos a la hora defender los derechos LGBT en los países africanos", recibiendo aplausos por parte de los asistentes. Edward, que decide abandonar la conferencia,  afirma después: "Escuchar expresiones anti-gay que son apoyadas y aplaudidas en una conferencia sobre derechos humanos me resulta molesto. Es aterrador. Siento que, si tuviera algún problema, la gente no se sentiría cerca de mí debido a mi orientación sexual". Posteriormente, en el resumen final sobre los destinos de los protagonistas, Edward participa en una manifestación LGBTI+ en Ciudad del Cabo, en un país como Sudáfrica que tiene las leyes más progresistas del mundo en defensa de los derechos de la comunidad gay/lésbica, y que ha acabado siendo el refugio de muchos homosexuales perseguidos en sus respectivos países. 

La forma de abordar problemáticas diversas que preocupan a una parte de las nuevas generaciones, y que tienen que ver también con el cuestionamiento de la propia identidad africana en función de las comunidades a las que se pertenezca, es una de las virtudes de un documental que en la forma es sencillo, sin elementos adicionales como la música, e incluso podría decirse que algo básico, pero en el que la personalidad de los jóvenes protagonistas, la intensidad del concurso y la incorporación de temas relacionados con los derechos humanos funciona en una combinación que se siente natural y fluida. 

Katanga Nation

Beza Hailu Lemma, Hiwot Admasu Getaneh, 2022 | Best of Fests | ★★★★☆

La capital de Etiopía, Adís Abeba, viene sufriendo en los últimos años un crecimiento importante. Si la estimación de población realizada por Naciones Unidas para 2015 era de 3.238.000 habitantes en el área metropolitana, en 2022 esta proyección aumentó a 5.228.000 habitantes. Ante esta situación en 2014 se elaboró el llamado Plan Master de Adís Abeba que supuso un aumento considerable de los edificios en construcción y una polémica ampliación del territorio ocupado por la ciudad, que se desplazaba hacia terrenos ocupados por campesinos de la región de Oromía. La previsible pérdida de zonas para la agricultura provocó protestas de los habitantes oromo que fueron duramente reprimidas, con 140 manifestantes asesinados por disparos, pero que consiguieron que en 2016 fuera cancelado este plan de crecimiento. Adís Abeba actualmente es una gran urbe en la que la construcción de grandes edificios y rascacielos contrasta con la existencia de zonas de chabolas que muestran la pobreza de buena parte de la población pero que están llamadas a desaparecer. En Katanga Nation (Beza Hailu Lemma, Hiwot Admasu Getaneh, 2022), que participó en la Sección Oficial de Mediometrajes del festival Visions du Réel, se ofrece una mirada desde la observación hacia el barrio de Katanga, una zona de chabolas en la que Amele alquila camas para jornaleros y personas sin hogar. Uno de ellos es Enkehone, un joven procedente de la región de Gondar que se dedica a la venta ambulante ilegal. La cámara le acompaña en sus negocios de compra-venta hasta que durante una redada de la policía su mercancía es confiscada. 

Los directores Hiwot Admasu Getaneh y Beza Hailu Lemma nacieron ambos en la ciudad de Adís Abeba y han participado en programas de formación como Berlinale Talents en el Festival de Berlín. Este último también fue seleccionado recientemente para L'Atelier, un prestigioso taller de formación para realizadores organizado durante el Festival de Cannes en el que presentó el proyecto de su primer largometraje, The last tears of the deceased (2022). Con un estilo observacional, el mediometraje se acerca a una zona de la ciudad que está condenada a ser absorbida por la masiva construcción de edificios que además se ha convertido en el principal mercado laboral para los habitantes de la ciudad. El propio Enkehone, ante la imposibilidad de recuperar su mercancía y sin recursos para adquirir más, acaba trabajando como jornalero en una de las numerosas obras en construcción que se desarrollan en la ciudad, donde le pagan 110 birr, unos 2 euros, al día. Mientras tanto, Enkehone se involucra cada vez más en el barrio de Katanga, un microcosmos que está dotado de una cierta organización interna, pero que sufre la amenaza constante de los edificios que se están construyendo cada vez más cerca y que acabarán destruyéndolo. 

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Películas mencionadas: 

African moot y Katanga Nation se pueden ver en Canal ARTE


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