04 abril, 2022

Las series más destacadas de 2022: Febrero-Marzo

Hacemos un repaso a continuación a algunas de las series que nos parecen más destacables entre los estrenos de los meses de febrero y marzo, meses con sobrecarga de producciones que han devuelto algunos títulos ya populares y han estrenado algunas interesantes propuestas. Nuestra intención de comentar solo las temporadas completas dejan para nuestra próxima crónica algunas de las más sobresalientes, pero aquí encontramos una lista lo suficientemente amplia de títulos muy recomendables en las diferentes plataformas. También ha habido decepciones que no han podido pasar a formar parte de esta lista de recomendaciones, como las segundas temporadas de Billions (Showtime, 2016-), a la que no ha sentado demasiado bien la ausencia de Damian Lewis o Starstruck (HBO Max, 2021-), que parece estancada en unos personajes con poco desarrollo emocional. Entre las novedades, Julian Fellowes no logra revisitar con acierto la crónica social de Edith Wharton en La edad dorada (HBO Max, 2022-), y Taika Waititi ofrece una comedia poco lograda en Nuestra bandera significa muerte (HBO Max, 2022-), aunque participa en la dirección el siempre interesante director español Nacho Vigalondo. 

Los siguientes comentarios se basan exclusivamente en el visionado de las temporadas completas y pueden contener información relevante sobre sus argumentos.

Servant - Temp. 3 ****
Apple tv+, 21 de enero-25 de marzo
Creada por Tony Basgallop
Dirigida por M. Night Shyamalan, Ishana Shyamalan, Carlo Mirabella-Davis, Dylan Holmes Williams, Logan George & Celine Held, Kitty Green, Severin Fiala & Veronika Franz

Cuando Servant se estrenó a finales de 2019, pocos podían imaginarse que su concepto de historia que tiene lugar exclusivamente en el interior de una casa acabaría siendo premonitorio de muchas producciones que, debido al confinamiento, acabaron apostando por esta misma fórmula. Lo que en cualquier serie podría ser uno de esos episodios "botella" que se desarrollan en un espacio único, en la serie creada por el británico Tony Basgallop se convirtió en una constante prevista para un arco de 40 episodios que estaba planteado desde el principio. La ventaja de que M. Night Shyamalan consiguiera cierto compromiso por parte de Apple tv+ para desarrollar la historia tal como estaba prevista (cuatro temporadas de diez episodios cada una) ha permitido componer una trama sólida que ha ido revelándose (quizás menos de lo que muchos quisieran), conforme se ha ido desarrollando. Pero Servant es una serie en la que tienen importancia los detalles, que juega a confundir al espectador con micro tramas que parecen no tener una conexión directa, malabarismos narrativos muy característicos de M. Night Shyamalan que no siempre funcionan, pero que ayudan a componer una atmósfera inquietante. Lo más interesante de la historia es cómo ha ido modificando su centro de gravedad desde la primera temporada, que hablaba sobre la maternidad y el sentimiento de pérdida, y que tenía como principal protagonista a Dorothy (Lauren Ambrose) hasta esta tercera en la que hay mayor protagonismo de Leanne (Nell Tiger Free), estableciendo el conflicto entre ambos personajes, unidos y separados por el bebé Jericho. La tercera temporada trata más sobre las sectas y el viaje interior de Leanne, cuyo arco se transforma drásticamente desde el comienzo, tres meses después del final de la segunda temporada, hasta la impactante conclusión. 

Aunque no abandona el enclaustramiento en la casa, hay en estos nuevos diez episodios una mayor apertura hacia el exterior, como cuando en Donkey (T3E1) Dorothy intenta que Leanne salgal al menos hasta el parque cercano, que se irá convirtiendo progresivamente en una especie de extensión de la propia casa, incluso en ocasiones un lugar más seguro para ella y Jericho. Para bien o para mal, Servant se ha ido transformando también en una serie con menor complejidad que claramente tiende a un espectáculo sobrenatural más convencional, pero la evolución de su historia sigue estando muy conectada con La semilla del diablo (Roman Polanski, 1968), una película que se enfocaba hacia un sentimiento inquietante respecto a la maternidad para ir revelándose progresivamente como una historia sobre el poder manipulador de las sectas. Un aspecto interesante de la serie se encuentra en el humor como elemento que convive con el terror, que sobre todo en la primera temporada se reflejaba a través de las noticias absurdas que debía cubrir Dorothy como periodista, y que ahora también está presente, pero con una mirada menos irónica y más escalofriante, especialmente en el sorprendente final del episodio Donut (T3E8), que revela un aspecto de la personalidad de Leanne que resulta, cuanto menos, intrigante. 

Si bien la segunda temporada fue decepcionante, esta tercera ha conseguido colocarse en muchos momentos a la altura de la primera, aunque la presencia de M. Night Shyamalan ha sido menos patente (solo ha dirigido el primer episodio), lo que no ha beneficiado a la serie. Por el contrario, algunos de los episodios que en principio estarían destinados a ser asumidos por él, finalmente han sido realizados por su hija, Ishana Shyamalan, que ya dirigió dos episodios de la segunda temporada y que a sus 21 años aspira a continuar la trayectoria de su padre. Un concepto interesante planteado a lo largo de la serie, y que está especialmente reforzado en esta tercera temporada es el del auto aislamiento de la clase adinerada, principalmente de raza blanca, encerrada en su propia burbuja (la idea del encierro está presente desde el propio origen de la serie), que trata de mantener al margen a la parte de la sociedad menos favorecida. Esta idea está representada en el grupo de desarraigados que acampan en el parque cercano a la casa, y en la propia celebración privada "Spring on Spruce" del episodio Tiger (T3E5) que se desarrolla en el barrio residencial Spruce Street, al que solo tienen acceso los vecinos, en el ridículo video promocional de Sean (Toby Kebbell) al principio de Camp (T3E7), como un chef "comprometido" con la pobreza (una referencia irónica a los chefs solidarios) y al hecho de que casi todos los personajes secundarios sean racializados, como Veera (Sunita Mani), la novia de Julian (Rupert Grint) o Nancy (Carmen M. Herlihy), la consejera espiritual de Sean, que protagoniza en Fish (T3E6) una de las cenas más incómodas que hemos visto en mucho tiempo. Esta visión de la clase adinerada blanca en su burbuja aislada de la sociedad también se aborda en el episodio Hindenburg (T6E9) de Billions (Showtime, 2016-), cuando el Fiscal federal Chuck Rhoades pretende abrir los parques privados que existen en la ciudad de Nueva York, espacios públicos verdes a los que solo tienen acceso los vecinos de los barrios residenciales. A la espera de la cuarta temporada final de Servant, que se estrena el 4 de enero de 2023, la serie mantiene su eficacia como revisión inquietante de ciertos fracasos de nuestra sociedad.  

Trigger point ****
ITV, 23 de enero-27 de febrero
Creada por Daniel Brierley
Dirigida por Gilles Bannier, Jennie Darnell

Desde hace años, Jed Mercurio ha asumido la condición de productor de grandes éxitos policiales de la televisión británica, algunos convertidos en auténticos clásicos como Line of duty (BBC, 2012-2021) que él mismo creó, pero también con otras series destacadas como Bodyguard (BBC One, 2018). La nueva propuesta, ahora para ITV, cuenta de hecho con una de las protagonistas de Line of duty interpretando al personaje principal, Lana Washington (Vicky McClure), una experta en desactivación de bombas de la policía metropolitana de Londres que se enfrenta a una serie de ataques terroristas que utilizan el engaño para tratar de provocar el mayor número de víctimas posibles, especialmente entre los miembros de la policía. La serie está escrita por el debutante Daniel Brierley, pero ha contado con la participación muy activa de Jed Mercurio, lo que se hace notar en la elaboración de diálogos constantes que contribuyen a establecer a veces el ritmo de la acción. El comienzo de la serie y la relación entre Lana y su compañero de trabajo ya veterano, Joel "Nut" Nutkins (Adrian Lester) tiene paralelismos con el comienzo de las temporadas de Line of duty. Pero ésta no es una serie que directamente continúe la narrativa de aquella, sino que construye la tensión y el suspense mediante datos técnicos relacionados con los diferentes artefactos a los que se enfrenta la protagonista a lo largo de la serie. Y ciertamente consigue de esta forma crear una trepidante propuesta que maneja con precisión los resortes de la incertidumbre, aunque en muchas ocasiones el resultado pueda ser predecible. 

Básicamente, lo mejor que se puede decir de Trigger point es que sabe perfectamente lo que quiere ser y por tanto no necesita irse por las ramas como le ocurre a otras recientes series policíaco-terroristas como La unidad (Movistar+, 2019-), por ejemplo. Y los elementos tangenciales los introduce de forma sutil, como la creencia inicial de que se trata de un ataque yihadista, que se modifica cuando también se convierte en objetivo una mezquita, aunque para entonces ya han surgido algunos discursos anti islamistas. Esta mirada política es solo un apunte que sin embargo tendrá consecuencias conforme se desarrolla la serie, pero se evita inteligentemente profundizar en ella. También hay que decir que algunas de las situaciones pueden resultar algo absurdas y que la resolución es más decepcionante e inverosímil de lo que se pudiera esperar, pero los episodios de Trigger point son tan adrenalínicos y el suspense está tan acertadamente manejado, muchas veces sostenido solo en un movimiento inadecuado, un cable suelto o un cronómetro, que algunas de sus incongruencias pueden perdonarse. Hay también un manejo esplendido del cliffhanger en todos y cada uno de los episodios, lo que garantiza la adicción a la serie, a lo que contribuye el buen trabajo de dirección de Gilles Bannier y Jennie Darrell, que se dividen a partes iguales los episodios, y la intensa banda sonora de Chris Roe.

Ha comentado el creador Daniel Brierley que siempre tuvo en mente a la actriz Vicky McClure para incorporar a la protagonista, que incluso en los primeros borradores se llamaba Vicky. Y ciertamente uno de los aciertos es colocar buena parte del peso de la historia en un personaje que guarda en su interior mucha de la frustración y de la ira que le provoca su trabajo. Muchas veces se ha comentado que era una actriz infrautilizada en las últimas temporadas de Line of duty, pero en este caso adquiere el protagonismo absoluto, interpretando a la única mujer en un equipo de hombres, otro apunte sutil de temas tangenciales que son importantes, como el sexismo en determinados cuerpos policiales, aunque éste no se manifieste de una forma explícita. Son esos pequeños detalles los que alimentan una historia que puede ser algo predecible pero que introduce lecturas más amplias a través de un espectáculo espléndido de suspense. 

Pam & Tommy ****
Disney+, 2 de febrero-9 de marzo
Creada por Robert Siegel 
Dirigida por Craig Gillespie, Lake Bell, Gwyneth Horder-Payton, Hannah Fidel

Atentos a la actualidad y con un cheque en blanco en la mano, Netflix propuso a Pamela Anderson dar una respuesta a la versión de ficción que la serie Pam & Tommy (Disney+, 2022) ofrece sobre un aspecto concreto de su trayectoria, la distribución de un video porno privado que se convirtió en el primer fenómeno viral de un incipiente internet y que, según afirma el propio personaje en la serie, pudo ser la causa de que su ansiada carrera cinematográfica se fuera al traste, perdiendo papeles destacados en proyectos después convertidos en éxito como L.A. Confidential (Curtis Hanson, 1997) y Austin Powers. Misterioso agente internacional (Mike Myers, 1997). En una nota escrita a mano con la que anunciaba en Instagram el próximo estreno del documental, Pamela Anderson dice ser "no una víctima, sino una superviviente". Pero el creador de la serie dramatizada, Robert Siegel, guionista de películas como El luchador (Darren Aronofsky, 2008) y El fundador (John Lee Hancock, 2016), ésta última basada también en hechos reales sobre el auténtico artífice del éxito de los hermanos McDonald's, toma como punto de partida el robo de la cinta con contenido sexual convertida en objeto pornográfico para trazar una historia sobre la cosificación, el machismo, el derecho a la privacidad y el auge de nuevas formas de comunicación como internet que revolucionaron la industria del porno. Es interesante el hecho de que dos de los tres episodios dirigidos por Craig Gillespie se centren más en el personaje de Rand (Seth Rogen), el carpintero que, tras una disputa con Tommy Lee, decide reclamar el dinero que se le debe cometiendo un robo en el que aparece la famosa cinta, porque adopta el punto de vista exterior, el que mira el lujo y la prepotencia con reprobación. El director australiano aporta un estilo dinámico, la cámara siempre en movimiento, el ritmo adecuado que caracteriza a otros retratos femeninos que ha realizado en películas como la notable Yo, Tonya (Craig Gillespie, 2017) o la más que interesante Cruella (Craig Gillespie, 2021). En I love you, Tommy (T1E2), sin embargo, nos cuenta cómo se conocieron Pamela Anderson (Lily James) y Tommy Lee (Sebastian Stan), e introduce la sublimación del pene XXL del baterista con un diálogo entre él y su miembro, una referencia a aquella obra teatral estrenada en Australia en 1996, "Puppetry of the penis", en la que dos actores desnudos interpretaban monólogos en el escenario mientras hacían figuras con sus penes, que fue muy controvertida pero también un éxito mundial, o aquella película Marquis (Henri Xhonneux, 1989), en la que el Marqués de Sade habla con su polla mientras es prisionero en La Bastilla. 

Pero la serie adopta a continuación un punto de vista diferente, manejado por tres directoras, entre ellas Hannah Fidel, que ya exploraba con acierto la diferente percepción frente a la mujer en la relación que mantenía una profesora con un joven estudiante en la película A teacher (Hannah Fidel, 2013), que luego se adaptaría en la serie A teacher (FX, 2020). De forma que traza dos historias paralelas, las vicisitudes de Rand para intentar conseguir rentabilidad de la cinta vendiéndola como pornografía, pero angustiado por la persecución de un detective privado violento, las deudas con un mafioso local y el auge del fenómeno de internet que él no controla, y el vapuleo mediático al que es sometida Pamela Anderson frente a la actitud menos crítica hacia Tommy Lee. Hay una representación cuidada de la época, unos años noventa efervescentes en los que estaba a punto de cambiar radicalmente la industria del entretenimiento, y Lily James aporta fragilidad pero también fortaleza a una Pamela Anderson para la que el escándalo sexual se convierte en un continuo obstáculo más difícil de superar que la sexualización que se hacía de ella (y ella misma peritía) en la serie Los vigilantes de la playa (NBC, 1989-2001). Su primer intento de salir del círculo vicioso playero fue protagonizando la película Barb Wire (David Hogan, 1996), pero acabó siendo un fracaso, representado en Destroyer of the world (T1E7) en una escena en la que Pam y Tommy se escabullen en una sala de cine para ver la reacción del público y solo se escuchan risas. Pero quizás la visión más clara de la propuesta que defiende la serie la ofrece una conversación con Hugh Hefner (Mike Seeley) en Pamela in Wonderland (T1E6): "La gente te pagará por ser la Pamela que quieren ver. Pero esa cifra nunca representará lo que vales", le dice el dueño de Playboy. Pam & Tommy sin duda ofrece una versión libre y en muchos casos parece que inventada, de los acontecimientos que rodearon a la distribución de la grabación sexual, pero la serie es más consistente no tanto por el hecho puntual sino por la representación de una época y la reflexión sobre la privacidad que desarrolla a lo largo de sus ocho episodios. Al final, el que mayor partido supo sacar a la cinta fue Seth Warshavsky (Fred Hechinger), un pionero de internet dedicado a la industria pornográfica que vendió los derechos del DVD a Vivid Entertainment por 15 millones de dólares. 

Raised by wolves - Temp. 2 ****
HBO Max, 3 de febrero-17 de marzo
Creada por Aaron Guzikowski
Dirigida por Ernest R. Dickerson, Sunu Gonera, Alex Gabassi, Lukas Ettlin

Que el episodio final de la segunda temporada se titule Happiness (Felicidad) (T2E8) tiene un toque de ironía que resume perfectamente el carácter singular de una serie que proponía desde el principio un acercamiento a la ciencia-ficción de una manera diferente, tratando de huir de los caminos marcados, arriesgada en su concepción y en su desarrollo. Pero Raised by wolves sigue siendo una historia que aborda la relación entre los seres humanos y los androides, mezclada con confrontaciones religiosas entre los mitraicos que adoran al dios Sol y los ateos que provocó una guerra religiosa que convirtió a la Tierra en un planeta inhabitable, punto de partida de la primera temporada, con el intento de colonización de un nuevo planeta, Kepler-22b. Se pueden objetar ciertas cosas a esta serie, pero lo que es indudable es la evolución que tienen los personajes a lo largo de estas dos temporadas, completamente diferentes en su puesta en escena. Si la primera se desarrollaba en una zona desértica con dos grupos enfrentados, la segunda tiene lugar en los trópicos del planeta Kepler-22b, un lugar menos hostil en el que se puede desarrollar una comunidad de humanos y androides, pero las amenazas son aún más peligrosas. Producida por Ridley Scott y desarrollada por Aaron Guzikowski, autor también de los guiones de casi todos los episodios, que ha sido guionista de películas como Prisioneros (Denis Villeneuve, 2013) o la nueva adaptación de Papillon (Michael Noer, 2017), la serie consigue crear una atmósfera oscura que reflexiona, más incluso en esta segunda temporada, sobre la condición humana, la incapacidad para encontrar esa "felicidad" a la que aludíamos antes sin hacer sacrificios. 

Raised by wolves es una propuesta compleja que tiene la virtud de utilizar su singularidad para evitar los caminos convencionales, apoyada en una concepción de personajes que no están marcados por la unidimensionalidad, sino que tienen comportamientos tan contradictorios que los hacen especialmente interesantes. Aunque pudiera parecerlo, Marcus (Travis Fimmel) y Madre (Amanda Collin) no están enfrentados realmente, sino que persiguen objetivos distintos, pero son capaces de colaborar cuando ese objetivo es el mismo. Planteando un futuro postapocalíptico en el que los androides son capaces de tener emociones, sigue la tradición de autores como Philip K. Dick, Ian McEwan o Aldous Huxley pero al mismo tiempo se desvía para crear una comunidad que no puede evitar la confrontación. Cuando se plantea que la única posibilidad de que los humanos alcancen la felicidad es involucionando se establece un paralelismo con una sociedad no tan futura como pudiera parecer. A lo largo de esta segunda temporada, mucho más necesitada de unos efectos visuales que quizás no están a la altura de lo que sería deseable, se han planteado reflexiones interesantes sobre las emociones como obstáculo para la evolución, que provoca incluso contradicciones en los propios personajes, como cuando en el episodio Happiness (T2E8) la androide Madre responde a Campion (Winta McGrath): "No lo entiendo. ¿Por qué elegirías amar a una máquina?". El velo de las emociones es la única posibilidad de mantener la cordura, los androides parecen cada vez más humanos, pero también los humanos parecen cada vez más androides. "Las máquinas no mueren, nos averiamos", dice también Madre. Raised by wolves sigue siendo una de las propuestas más singulares en el género de ciencia-ficción, aunque a veces da la impresión de que deja demasiados hilos narrativos colgando, quizás debido a su arco planificado de cinco temporadas. Con un final abierto a pesar de que oficialmente HBO Max no ha tomado la decisión de renovarla, la serie mantiene el suspense y sus infinitas posibilidades. 

We need to talk about Cosby *****
Paramount+, 5 de febrero-5 de marzo
Creada por W. Kamau Bell
Dirigida por W. Kamau Bell

Hemos visto a lo largo de los últimos años varias series que han abordado el tema de las denuncias por abusos sexuales, y este mismo mes se ha estrenado la miniserie Phoenix rising (HBO Max, 2022), en la que la actriz Evan Rachel Wood relata su infernal experiencia con el músico Marilyn Manson. Es un relato asombroso y escalofriante, tan poderoso que no necesitaba la utilización de elementos dramáticos (música, fotografía tenebrosa, manipulación de imágenes) por parte de la directora Amy Berg para reforzarlo. Y este es uno de los principales problemas de las series que abordan estos temas, porque en la intención de los directores por subrayar la perversidad de los depredadores sexuales se vislumbra una falta de confianza en que el propio relato de las víctimas convenza a los espectadores. W. Kamau Bell consigue evitar esta posición en su espléndida serie documental We need to talk about Cosby (Showtime, 2022), que no pretende reforzar el carácter depredador de Bill Cosby, sino reflexionar sobre su trayectoria como artista trascendental para la comunidad negra estadounidense y su propia condición de violador en serie. Básicamente, el documental de cuatro episodios es la crónica de una decepción, la de varias generaciones de norteamericanos que crecieron viendo al cómico en sus pantallas de televisión, especialmente con La hora de Bill Cosby (NBC, 1984-1992), pero también anteriormente con Yo soy espía (NBC, 1965-1968), la primera ocasión en la que un actor negro protagonizaba una serie al mismo nivel que su compañero de reparto Robert Culp. 

La aproximación a este proceso gradual de decepción es personalizado por el director en sí mismo, no solo por formar parte de una generación de niños que crecieron con Bill Cosby como mentor educativo a través de la televisión, sino también por el trabajo como cómico del propio W. Kamau Bell, y por tanto heredero de las técnicas de comedia utilizadas por el veterano actor en sus monólogos. Y es un punto de vista interesante, que no solo se detiene en los hechos concretos y el relato de las víctimas, sino que amplía la mirada hacia unas consecuencias que van más allá del propio acto delictivo. W. Karmau Bell realiza una disección en los dos primeros episodios de la trayectoria de Bill Cosby, un cómico negro que, al contrario de otros monologuistas como Dick Gregory o Lenny Bruce, no trataba en sus actuaciones temas controvertidos o raciales, sino que elaboraba un tipo de humor "blanco" que le permitió acceder rápidamente a la televisión. Y sin embargo, esta condición de artista que evitaba temas polémicos, contribuyó a la construcción de caminos que permitió el acceso a otros actores negros como Sidney Poitier, que le dirigió en la trilogía de películas formada por Sucedió un sábado (Sidney Poitier, 1974), Dos tramposos con su suerte (Sidney Poitier, 1975) y De profesión estafadores (Sidney Poitier, 1976). La serie analiza estos éxitos y la relevancia del artista, pero también establece una realidad inquietante, a raíz de las denuncias de más de sesenta mujeres. Bill Cosby no fue un actor que utilizó su posición privilegiada para abusar de chicas jóvenes, sino que era un depredador sexual ya en los primeros años de su carrera. Y lo más sorprendente es que era un violador que se jactaba de ello. 

Uno de los aspectos más inquietantes de la serie es la anécdota del "spanish fly", un afrodisíaco soluble que formó parte de uno de los principales gags cómicos de Bill Cosby, en el que relataba cómo se podía utilizar para hacer más "maleables" a las mujeres y aumentar su líbido. "Si vas a una fiesta y ves a cinco chicas, dirías: "Vaya, chico, si tuviera una jarra entera de "Spanish fly" calentaría bien esa esquina", decía Bill Cosby en sus shows. Es esta impunidad presentada de cara al público y tolerada a lo largo de los años lo más escalofriante del relato. En momentos determinados, W. Karmau Bell detiene la estructura dinámica del documental para hacer una pausa y centrarse en la narración de las víctimas, que cuentan precisamente que el modus operandi del depredador Bill Cosby era ofrecer a las chicas unas pastillas que le permitía abusar de ellas. Y entonces comprobamos que el cómico en realidad estaba relatando de forma pública su forma de actuar como depredador sexual. Lo que conecta con este sentido con la complicidad silenciosa, la evidencia clara de que en el camerino de El show de Bill Cosby se producían actos de abuso sexual sin que, aparentemente, nadie se diera cuenta de nada. Un aspecto destacado del documental es que no necesita nombres o caras conocidas entre los entrevistados (la mayor parte son profesores universitarios o editores de revistas), pero que elaboran discursos muy razonables y representan perfectamente a esa generación que se siente defraudada. El director reflexiona en el último episodio sobre si es posible separar al artista del violador, sobre si la resonancia de su condena como violador elimina su relevancia en la aceptación de la comunidad negra en los medios de comunicación. La definición más certera la hace una de sus víctimas: "Bill Cosby era un maestro en su oficio. Como actor, como cómico y como violador. Era un maestro". We need to talk about Cosby es una serie documental inteligente que coloca al espectador en una posición incómoda por su acertada ampliación del relato. Posiblemente, uno de los mejores documentales estrenados recientemente sobre el tema de los abusos. 

La amiga estupenda. Las deudas del cuerpo ****
Rai/HBO, 6 de febrero-27 de marzo
Creada por Saverio Costanzo
Dirigida por Daniele Luchetti

La adaptación de la tetralogía de Elena Ferrante Dos amigas (2011, Ed. Debolsillo) se puede considerar una de las mejores producciones que se han realizado en los últimos años. El trabajo de su adaptador y ocasional director, Saverio Costanzo, es preciso en el retrato de unos personajes complejos, del crecimiento de dos adolescentes, Elena Greco (Margherita Mazzucco) y Lila Cerullo (Gaia Girace), dos amigas que se aman, se traicionan, se desprecian a veces pero se necesitan siempre, aunque sus vidas lleven caminos separados. Dos mujeres de gran inteligencia que sin embargo toman decisiones diferentes asumiendo sus consecuencias, uno de los temas principales de esta tercera temporada cuyo título original, Storia di chi fugge e di chi resta (Historia de los que huyen y de los que se quedan) es más adecuado que el título español, Las deudas del cuerpo, que es con el que se publicó la novela. Elena Ferrante es el seudónimo de la autora o autores que prefiere permanecer en el anonimato, aunque en 2016 una investigación del periodista italiano Claudio Gatti reveló el nombre real de la novelista tras una investigación publicada en el New York Times, pero este descubrimiento, nunca confirmado por los editores, los únicos que conocen la verdadera identidad de Elena Ferrante, ha planteado más preguntas que respuestas. En todo caso, la historia sigue desarrollando unos personajes contradictorios, que viven el romanticismo de forma apasionada, pero también conocen la envidia, la frustración y la soledad. Desde la segunda temporada, La amiga estupenda. Un mal nombre, Lina y Lenù están separadas, la primera obligada a un matrimonio de brutalidad y maltrato en su Nápoles natal y la segunda ampliando sus estudios universitarios y comenzando a escribir. Una se ha quedado (por obligación) y la otra ha huido (por necesidad). Lenù es la representación de todo aquello a lo que Lina ha tenido que renunciar, y esto le provoca sentimientos encontrados. 

Las deudas del cuerpo refuerza la transformación de las dos amigas, ahora ya adultas, madres y esposas, como reflejo de una Italia que también estaba sufriendo una profunda transformación. Es una historia más abierta, que se expande desde el barrio de las protagonistas hasta los conflictos laborales, los enfrentamientos entre sindicalistas y fascistas y las reivindicaciones de las mujeres que buscan una liberación de sus vidas y de sus cuerpos. El contexto es más amplio y más complejo, pero la violencia siempre está presente, rodeando a Lila en la fábrica en la que es explotada, pero también a Lenù en su vida aparentemente estable en Florencia, junto a un marido que es profesor universitario, un hombre que no conoce la brutalidad, pero que también la somete de alguna manera. Lo que ofrece La amiga estupenda desde el comienzo es una de las mejores descripciones del universo femenino que se ha visto en los últimos años, y que está perfectamente reflejado en la serie. Se desmitifica la maternidad, ofreciendo su lado menos amable, se describe la frustración sexual, la necesidad de liberarse de un matrimonio sofocante a través de otros hombres, el sometimiento a una sociedad patriarcal. Quizás por eso uno de los aspectos menos acertados de esta tercera temporada es la elección de Daniele Luchetti como único director, un artesano que tiene algunos títulos interesantes como La voz de su amo (Daniele Luchetti, 1991), pero que no aporta la contundencia de Saverio Costanzo en la primera temporada y parte de la segunda, o la delicadeza de Alice Rohrwacher en los episodios que dirigió en la segunda temporada. 

La amiga estupenda tiene, sin embargo, unos ingredientes tan sólidos que es difícil estropear el resultado. Desde la espléndida interpretación de las jóvenes actrices Margherita Mazzucco y Lila Cerullo, que ya no estarán en la cuarta temporada, hasta la magnífica puesta en escena que describe esa transformación de la sociedad italiana, pasando por el sobresaliente trabajo musical de Max Richter, de nuevo adaptando algunas composiciones previas, y aportando nuevos temas igualmente emocionantes. Las deudas del cuerpo se centra más en Elena, especialmente en los tres últimos episodios, y eso provoca que echemos en falta una mayor presencia de Lila, aunque el episodio La febbre (T3E2) esté centrado casi exclusivamente en ella. Pero también hay que decir que de alguna "la que se queda" acaba deteniendo su proceso de transformación, mientras que "la que huye" es la que representa con más claridad el cambio de la sociedad. Chi fugge, chi resta (T3E8) es un hermoso episodio de liberación, pero al mismo tiempo de profunda tristeza, una especie de adiós a unos personajes absorbentes. Porque sigue siendo una de las series más magnéticas de las que se pueden encontrar en la plataforma HBO Max, y aborda una cuarta temporada final basada en el último libro de la tetralogía, La niña perdida, en la que las protagonistas serán interpretadas por dos actrices adultas. Al final de la tercera temporada se confirma que Alba Rohrwacher interpretará a Elena Greco (lo cual es lógico, ya que ella ha sido la narradora en primera persona durante toda la serie), pero el resto del reparto no ha sido elegido, y quizás también suponga el regreso de su hermana, Alice Rohrwacher, como directora. Elena Ferrante ha sido de nuevo adaptada en la película La hija oscura (Maggie Gyllenhaal, 2021) que tuvo tres nominaciones al Oscar sin conseguir ninguno, y Netflix también estrenará este año la serie La vida mentirosa de los adultos (Netflix, 2022), basada en su última novela. 

El dilema de Lincoln ****
Apple tv+, 18 de febrero
Creada por Barak Goodman
Dirigida por Barak Goodman, Jacqueline Olive

Dos series recientes han abordado la figura del presidente de los Estados Unidos que firmó la 13ª Enmienda de la Constitución introduciendo la abolición de la esclavitud en todo el territorio norteamericano. Abraham Lincoln (History Channel, 2022) es una serie documental de tres episodios que utiliza las habituales recreaciones del canal de historia mientras que El dilema de Lincoln (Apple tv+, 2022) se centra a lo largo de sus cuatro episodios en la disyuntiva constante del presidente durante la Guerra de Secesión en torno a la esclavitud. Son dos propuestas que tratan de colocar al personaje en su lugar desde el punto de vista histórico, de alguna manera respondiendo al ambiente de crispación que desembocó en la toma del Congreso de los Estados Unidos (la imagen con la que comienza la serie de Barak Goodman) y a ciertas reinterpretaciones históricas difundidas a través de internet que afirman errónea o interesadamente que Abraham Lincoln había tenido esclavos. La controversia alrededor de la figura del presidente se manifiesta en estatuas que fueron retiradas de la vía pública durante las protestas del Black Lives Matter a lo largo de 2020, como aquella en la que un esclavo liberado está de rodillas ante Lincoln con la palabra "Emancipation" a sus pies, un monumento de 1879 que fue recreado en la película El nacimiento de una nación (David W. Griffith, 1915). La estatua, como muchas otras, fue finalmente retirada en diciembre de 2020, como se muestra al comienzo de A new birth of freedom (T1E3), una de las conexiones con la actualidad que hace el documental, tratando de colocar al personaje en su justa posición: "Lincoln no comenzó la presidencia queriendo ser el gran emancipador. Quería ser el gran reunificador, la persona que volvería a unir el país", afirma la historiadora Kellie Carter Jackson, y otorgando a los esclavos el protagonismos que tuvieron en su propia emancipación: "Podemos hacerlo mejor, sobre todo al reconocer que la emancipación comenzó con los emancipados", dice el historiador Ted Widmer.

Narrada por el actor Jeffrey Wright, lo interesante de esta serie es que establece la transformación que fue sufriendo Abraham Lincoln a lo largo de su mandato como presidente y de la evolución de la Guerra de Secesión a través de sus propias palabras, usando cartas y discursos, y sobre todo desde su relación con Frederick Douglass, un político negro que huyó de la esclavitud y se convirtió en una de las voces más críticas con la tibieza de Lincoln al principio de su mandato y posteriormente en una de las figuras más influyentes en algunas decisiones del presidente. El actor Bill Camp pone voz a los escritos de Abraham Lincoln, mientras que Leslie Odom, jr. hace lo propio con los de Frederick Douglass, que salen en su mayor parte de su autobiografía The narrative of the life of Frederick Douglass, an American slave (1845), un texto que muchos consideraron falso porque no creían que un negro pudiera utilizar una prosa tan elaborada. El dilema al que se enfrentó Lincoln a lo largo de su presidencia durante la Guerra de Secesión siempre fue el de dar predominancia a la unión o al fin de la esclavitud, que marcó el enfrentamiento entre el Norte abolicionista y el Sur esclavista. Y a lo largo de sus esfuerzos por conseguir un equilibrio político surgieron posiciones a veces contradictorias, como se manifiesta en su proyecto de colonización que consistía en enviar a los esclavos liberados a una isla desierta cerca de Haití, negándoles por tanto sus derechos como ciudadanos estadounidenses. 

Lo interesante de esta serie escrita y dirigida por Barak Goodman, y basada en el libro de David S. Reynolds Abe: Abraham Lincoln in his times (2020), es que no teme describir al protagonista como un hombre de su tiempo, pero ante todo un político que estaba más interesado en la Unión que en el fin de la esclavitud, aunque ésta formara parte de su propuesta política. Y de forma clara despeja los errores y las contradicciones, pero también las confrontaciones con miembros de su propio gabinete y de algunos mandos del ejército. Se manifiesta por tanto como una figura compleja, no estrictamente como un abolicionista, destacando algunas crónicas de esclavos negros que consiguieron huir, emanciparse ellos mismos, para convertirse, con numerosas reticencias, en soldados del ejército unionista que lucharon contra los que habían sido sus amos, y de hecho teniendo una relevante participación en el final de la guerra. El dilema de Lincoln está producido por el periodista Jelani Cobbs, que también participa como entrevistado en We need to talk about Cosby (Paramount+, 2022), y utiliza espléndidas animaciones digitales para apoyar buena parte del relato, una decisión visual que puede caer en cierto acartonamiento en otras ocasiones pero que en este caso cumplen una función primordial gracias al exquisito trabajo del diseñador británico Chris King. 

The marvelous Mrs. Maisel - Temp. 4 ****
Prime Video, 18 de febrero-11 de marzo
Creada por Amy Sherman-Palladino
Dirigida por Amy Sherman-Palladino, Daniel Palladino, Scott Ellis

Casi al mismo tiempo que se estrenaba la cuarta temporada, se anunciaba que ésta sería la penúltima entrega de la serie, por lo que en cierta manera hay un proceso de encarrilamiento de la historia hacia lo que será su final definitivo. Y ciertamente el último episodio How do you get to Carnegie Hall? (T4E8) apunta a ese gran escenario como el destino deseado pero inalcanzable para una mujer monologuista en los años sesenta. The marvelous Mrs. Maisel es una de las series más ingeniosas y espectaculares desde el punto de vista visual, pero a veces da la impresión de que no ha sacado todo el partido a sus ricos personajes. Emulando las screwball comedies de los años cuarenta y cincuenta, los diálogos escritos por la pareja Amy Sherman-Palladino y Daniel Palladino son ágiles y a veces agotadores en su timing cómico, pero los actores están deslumbrantes. También ha sido siempre una serie visualmente impresionante, y casi se podría decir que se supera en esta cuarta temporada, especialmente en la evolución que sufre el club de striptease Wolford en el que realiza sus monólogos Mrs. Maisel (Rachel Brosnahan), pero también en una Nueva York a la que regresa, después de algunas temporadas viajeras, en parte obligada por las restricciones debido a la pandemia del coronavirus. Esta cuarta temporada supone por tanto el regreso a ese Upper West Side de Nueva York que se convierte, como en sus comienzos, en un escenario que es más que un simple telón de fondo. 

Desde que se planteara como un serie sobre una joven que aspira a ser monologuista de comedia en los años cincuenta, los personajes han evolucionado notablemente a lo largo de estas cuatro temporadas. Ahora, conectando directamente con el final de la tercera en el que Midge Maisel perdía la posibilidad de una importante gira junto al cantante Shy Baldwin (LeRoy McClain), nos encontramos en 1960, el año de las elecciones que enfrentó al corrupto Richard Nixon y a la esperanza que representaba John F. Kennedy, mientras la eterna aspirante a comediante reconocida toma la decisión, posiblemente equivocada, de solo aceptar trabajos donde ella pueda tener el control de su narrativa. Lenny Bruce (Luke Kirby), el personaje basado en un exitoso comediante que existió en la vida real, intenta que Midge se de cuenta de que sus aspiraciones solo podrán llegar si hace concesiones. Midge es una de esas artistas autodestructivas que a veces se pone zancadillas a sí misma, a pesar de los consejos de su mánager Susie (Alex Borstein), que ahora parece empezar a encarrilar su trabajo. También han evolucionado Joel (Michael Zegen), el ex-marido de Midge, y sus padres Abe Weissman (Tony Shalhoub), que escribe críticas de teatro en un periódico, y Rose Weissman (Marin Hinkle), que encuentra su verdadera vocación como casamentera, en una de las subtramas más divertidas. The marvelous Mrs. Maisel regresa a un buen estado de forma después de una tercera temporada algo titubeante, explora la espectacularidad del vestuario y los escenarios gracias a la espléndida dirección artística de Neill Prince, y se siente cómoda volviendo a situar Nueva York como el principal escenario. Hay episodios notables como How to chew quietly and influence people (T4E5), en el que Midge y Susie son invitadas por error a la boda de Shy Baldwin, lo que aprovechan para intentar boicotearla, o la aparición en Ethan... Esther... Chaim (T4E7), muy anunciada aunque algo decepcionante, del actor Milo Ventimiglia, que fuera protagonista de la serie Las chicas Gilmore (Netflix, 2000-2007), uno de los éxitos de Amy Sherman-Palladino y Daniel Palladino. Pero sobre todo el último episodio, How do you get to Carnegie Hall? (T4E8) que recrea la actuación que el comediante Lenny Bruce protagonizó en la realidad en febrero de 1961 en el Carnegie Hall, durante una gran de tormenta de nieve que sin embargo se convirtió en el mayor éxito de su carrera, grabado en el album The Carnegie Hall Concert (1961, Blue Note Records) (aunque la serie sitúa esta actuación en noviembre de 1960, la misma noche de las elecciones presidenciales que ganó Kennedy). Se trata de un episodio casi perfecto, con un trabajo espléndido del actor Luke Kirby, que anticipa el camino que tomará la última temporada con Midge y, sobre todo, Rose y su trabajo como casamentera, con una maravillosa referencia a la canción "Matchmaker" del musical El violinista en el tejado (Norman Jewison, 1971). 

La edad de la ira ****
ATRESplayer, 27 de febrero-20 de marzo
Escrita por por Juan María Ruiz Córdoba, Lucía Carballal
Dirigida por Jesús Rodrigo

La novela La edad de la ira (2011, Ed. Espasa Libros), apareció publicada seis años después de la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo en España, que supuso un importante avance social, pero denunciaba que la situación de bullying, desprecio y homofobia en los centros educativos no había cambiado demasiado. Su autor, Fernando J. López, conocía la problemática desde dentro, porque era profesor de instituto, una figura que parece paralela a la del profesor Álvaro (Eloy Azorín) en la adaptación se ha estrenado en ATRESplayer Premium. La novela, que previamente ha sido llevada al teatro por la compañía La Joven Compañía en el año 2017, cuenta la historia de Marcos (Manu Ríos), un joven que ha matado a su padre y ha dejado malherido a uno de sus cuatro hermanos (en la serie, los hermanos de Marcos se reducen a uno, Ignacio (Carlos Alcaide)). La reconstrucción de los días previos a este parricidio conforman la historia de Marcos, pero también la de sus amigos Sandra (Amaia Aberasturi) y Raúl (Daniel Ibáñez), y revelan la violencia doméstica, la homofobia y la dificultad de ser aceptado y aceptar la propia identidad. La adaptación elimina el personaje del periodista que investiga el suceso, para centrarse exclusivamente en los cuatro personajes principales: Marcos, Sandra, Raúl e Ignacio, dedicando un episodio a contar la historia desde cada uno de los cuatro puntos de vista. Una decisión de los guionistas Juan María Ruiz Córdoba y Lucía Carballal que es asumible desde la perspectiva de convertir un relato adulto en una historia con un enfoque más centrado y dirigido a los adolescentes, pero sí es discutible en cuanto a la emisión semanal que ha decidido Atresmedia. Porque esta estructura fragmentada hubiera funcionado mejor en un formato de emisión completo. 

A pesar de todo, el director de la serie Jesús Rodrigo consigue un relato fluido que ofrece, en realidad, la historia de Marcos desde distintos puntos de vista, pero todos ellos completan la atmósfera de opresión constante en la que vive el personaje, primero en la aceptación de su sexualidad y también en el constante juicio al que es sometido dentro de su familia y dentro de su entorno. Marcos acude regularmente al Cine Doré a ver películas clásicas y, se identifica con Nosferatu (F.W. Murnau, 1922), envuelto en una oscuridad que le impide encontrar un lugar dentro de una sociedad que no acepta verso sueltos. Hay quizás en el relato demasiadas referencias tan evidentes que resultan superfluas, como la lectura de un poema de Federico García Lorca, o la propia figura del profesor de Literatura gay que es un personaje excesivamente discursivo, cuyas frases parecen sentar cátedra constantemente. Pero el retrato que se hace de los protagonistas (aunque la producción audiovisual parezca incapaz de encontrar actores adolescentes para interpretar a personajes adolescentes) es muy certero, especialmente en el caso de Raúl, cuyo episodio (T1E3) muestra la representación precisa de la espontaneidad y la voluntad propia, bien retratada por Daniel Ibáñez. Pero La edad de la ira, con sus defectos, pone sobre la mesa una visión de nuestra sociedad que es incómoda, y lamentablemente demasiado actual. Porque, en estos diecisiete años desde que aquel 1 de julio se aprobó la modificación del Código Civil en materia de Derecho a Contraer Matrimonio los sentimientos homófobos se han recrudecido apoyándose en una cierta relajación de los movimientos de derechos civiles.

The tourist ****
HBO Max, 3 de marzo
Escrita por Harry Williams, Jack Williams
Dirigida por Chris Sweeney, Daniel Nettheim

Los hermanos Williams son dos guionistas ingleses que pueden ofrecer thrillers sobrios y sólidos como The missing (BBC, 2014-2016), otros más flojos como el spin-off de éste, Baptiste (BBC, 2019-2021) y auténticos despropósitos como Liar (BBC, 2017-2020), que tuvo su adaptación española con Mentiras (Atresmedia, 2020). Afortunadamente, su nueva serie The tourist (BBC/Stan/HBO Max, 2022) podemos colocarla entre las primeras. Se trata de un thriller con toques de humor negro que protagoniza The man (Jamie Dornan), un personaje que no tiene nombre porque en el primer episodio es perseguido por un tráiler a la manera de El diablo sobre ruedas (Steven Spielberg, 1971) que provoca un accidente tras el cual pierde la memoria. Mientras intenta recuperar sus recuerdos también trata de averiguar por qué el asesino Billy (Ólafur Darri Ólafsson, el protagonista de Trapped (Netflix, 2015-) y The Minister (RÜV, 2020-)) quiere matarle. La historia se desarrolla en el desierto de Australia, una representación de ese vacío en el que queda la mente del protagonista, que en ocasiones es ayudado por la agente Helen Chambers (Danielle MacDonald), cuyas interacciones con el protagonista están entre lo mejor de la serie. Estamos ante un thriller intenso, bien construido, que va desgranando poco a poco el pasado de este hombre anónimo y que habla sobre si debemos ser juzgados por nuestros actos pretéritos o por los que realizamos en el presente. Esta conexión con el recuerdo también enlaza con el antagonista, el mafioso Kostas (Alex Dimitriades) que trata de recuperar un resquicio de sus primeros recuerdos, a través de un elemento que tiene más valor como símbolo de su propia memoria. Hay también otros interesantes personajes perseguidores, como el agente Lachlan Rogers (Damon Herriman, al que recordamos sobre todo de sus personajes en Justified (FX, 2010-2015) y Mr. Inbetween (FX, 2018-2021)). 

The tourist es una película de carretera, pero en la que los personajes no se mueven demasiado de la misma región, que se beneficia de una trama sólida y de un tono que funciona mejor en algunas interacciones que en otras, pero que establece un ritmo marcado por los continuos elementos de acción en medio de los engaños a los que algunos personajes someten al protagonista, aprovechando que ha perdido la memorias. Hay un buen trabajo de los dos directores que se reparten los seis episodios a partes iguales: los tres primeros están dirigidos por Chris Sweeney, que ya dirigió algunos episodios de Liar (BBC, 2017-2020) y también la primera temporada de Back to life (BBC 3, 2019-), a la que aportaba un sentido del humor extravagante muy paralelo con el que encontramos en esta serie. Los tres últimos episodios, que adquieren un tono de thriller algo más acentuado, con la incorporación del personaje de Kostas, están dirigidos por el australiano afincado en Gran Bretaña Daniel Nettheim, un especialista en series policíacas como Rush (AXN, 2008-2011) y Line of duty (BBC, 2014-2021). En conjunto, la historia se desarrolla sin fisuras y reconstruyendo poco a poco las piezas del puzzle que van conformando el pasado del protagonista, un encuentro con una personalidad en la que no se reconoce él mismo. Producida por la televisión australiana Stan, la inglesa BBC y HBO Max, The tourist es uno de los thrillers más extravagantes y entretenidos que se han estrenado recientemente, y tiene confirmada una segunda temporada.

Total control ****
Filmin, 8 de marzo
Creada por Darren Dale, Miranda Dear, Rachel Griffiths, Stuart Page
Dirigida por 
Rachel Perkins, Wayne Blair

Mientras se espera el regreso de la aclamada serie danesa ambientada en el mundo de la política Borgen (DR, 2010-2022) han surgido en los últimos años otras propuestas que se acercan a este mundo de hipocresías y deslealtades desde un punto de vista dramático, entre las que destaca Total control (ABC, 2019-), producción australiana cuya primera temporada ha estrenado aprovechando la actualidad la plataforma Filmin. El drama político tiene como protagonista a Alex Irving (Deborah Mailman), una activista indígena que, tras intervenir de forma heroica en un suceso violento, es reclamada por la primera ministra Rachel Anderson (Rachel Griffiths, que es también co-creadora de la serie) para formar parte del senado como representante de su partido. Sea como estrategia de márketing en un gobierno que mantiene los difíciles equilibrios de la coalición entre diferentes formaciones, o por la intención real de dar voz a la población aborigen tan poco escuchada en Australia, lo cierto es que Alex comienza titubeante en su nueva tarea en Canberra, recibida con esperanza por los habitantes de Winton, una población australiana mayoritariamente indígena que ha sido olvidada tradicionalmente por los gobiernos sucesivos. Cuando comenzó a promocionarse por parte de la cadena australiana ABC TV en agosto de 2019, la serie se anunciaba con el título provisional de Black bitch (Puta negra), el insulto que escriben en el coche de Alex ya avanzada la trama, pero las protestas de la comunidad indígena, que lo consideraban ofensivo, llevó al canal a utilizar el más aséptico Total control.

Porque, efectivamente, este drama gira en torno al proceso de adaptación de la protagonista a un mundo de engaños en la sede del gobierno australiano, en el que es difícil confiar en nadie y el "bien común" se utiliza demasiadas veces como pretexto para la traición. La serie dirigida por Rachel Perkins, responsable de otros éxitos como Mystery Road (ABC, 2018-), habla de la dificultad de ser honesto en ese entorno, un proceso que tiene paralelismos con los que se han visto en la realidad con la llegada de formaciones políticas o activistas que han ido modificando sus posturas para acabar siendo absorbidos por los entramados del poder. La protagonista es humillada por la predominancia blanca en el Senado, pero también siente la decepción de su propio entorno ante su falta de ímpetu, que es impedida por un sentido de la lealtad hacia la primera ministra. La serie aborda con acierto este laberinto político, y plantea cuál es la representación real que tienen los aborígenes en los órganos de poder en Australia. Hay también referencias a la política actual del país, especialmente sobre el gobierno liberal que lleva años en el poder, pero siempre en coalición, en el retrato de la primera ministra Rachel Anderson que parece una referencia clara a la liberal Julie Bishop, que fue Ministra de Relaciones Exteriores, o incluso en la representación de un Ministro de Inmigración racista que en cierto modo parece referirse a Alex Hawke, perteneciente al ala más conservadora del Partido Liberal y mano derecha del actual primer ministro Scott Morrison. A pesar de ser descendiente de tercera generación de refugiados griegos que huyeron de la guerra, Alex Hawke ha mantenido una dura y criticada política respecto a los solicitantes de asilo, que llevan desde 2013 siendo trasladados a campamentos en pequeñas islas del Pacífico, o encerrados durante años en centros de detención. 

La historia incorpora precisamente una subtrama de thriller que tiene que ver con la muerte en extrañas circunstancias de una joven en un centro de detención, añadiendo por tanto la controvertida realidad de una preocupante tasa de encarcelamientos de jóvenes de origen indígena. La serie de seis episodios tiene un comienzo que puede parecer titubeante, en el que los personajes van tomando posiciones, pero tras un excelente Episodio 3 en el que todo parece derrumbarse alrededor de la protagonista, adquiere más contundencia y prácticamente se convierte en un thriller político que funciona perfectamente, desplegando todos sus recursos dramáticos para reconvertir al personaje en una orgullosa representación de la comunidad indígena. Tras el éxito de la serie, y después del paréntesis de la pandemia, Total control estrenó su segunda temporada en Australia a finales de 2021, en la que los elementos de políticos se difuminan para dejar paso a un thriller más convencional, convirtiendo al personaje de Alex en una víctima de amenazas y extorsiones, lo que hace que pierda parte de su fuerza. 

The Andy Warhol diaries *****
Netflix, 9 de marzo
Escrita por Andrew Rossi
Dirigida por 
Andrew Rossi

Tratar de descifrar una personalidad tan compleja como la de Andy warhol, representante de una época de altibajos sociales y malabarista de las medios de comunicación, artista antes que famoso y famoso por encima de su condición de artista, puede ser una tarea imposible. Andrew Rossi, director de documentales como Page One: One year in The New York Times (2011) ofrece un retrato multidimensional del artista neoyorquino, mostrando aspectos de su personalidad que no conocíamos, a veces incluso contradictorios con la imagen que se tiene de él. Utilizando los diarios que Andy Warhol escribió y dictó entre 1976 y su muerte en 1987, transcritos por su amiga y colaboradora Pat Hackett, y publicados dos años después de su fallecimiento como The Andy Warhol Diaries (1989), la serie deja claro desde Smoke signals (T1E1) que sus propias palabras no son demasiado confiables, que la consciencia de estar creando una obra propia con estos diarios pudo influir en lo que Andy Warhol dictaba, que la edición de Pat Hackett ha podido tergiversar algunos recuerdos (se apunta que Warhol y su pareja Jon Gould dormían en habitaciones separadas, mientras que algunos amigos afirman que no es cierto). Por tanto, partiendo de la base de que el reflejo no sería completo, sí al menos es reflexivo sobre la persona y el artista, y la disociación entre ambos (Andy Warhol llegó a crear una imagen pública que en cierta manera era una recreación de la imagen que los demás tenían de él). La serie, que comienza con la melancólica versión que interpretó Nat King Cole del tema "Nature boy" en 1948, mantiene ese tono nostálgico, que se refuerza con la recreación mediante Inteligencia Artificial de la voz de Warhol, de forma que es él quien narra los fragmentos del diario que se reproducen. Es un hallazgo como método narrativo, que se ha utilizado en otras series documentales como el podcast XRey (The Story Lab, 2020-2021), que usaba esta tecnología para recrear la voz de Francisco Franco. 

Producido por Ryan Murphy, The Andy Warhol diaries bucea en la infancia del artista, hijo de inmigrantes austro húngaros, nacido en una zona pobre de Pensilvania, marcado por una profunda educación religiosa que se manifestaría al final de su carrera con la obra La última cena (1986), y que tuvo la necesidad de huir a Nueva York en 1949 para sentirse cómodo con su identidad, y a partir de la creación de The Factory se convirtió en uno de los iconos de los años setenta y el principal representante del Arte Pop a partir del éxito de sus Campbell's Soup Cans (1962). Pero el documental se estructura principalmente a partir de su relación con las dos parejas que tuvo, Jed Johnson y Jon Gould, y su amistad con Jean-Michel Basquiat. Y a través de estas relaciones que marcaron su vida, y también su obra, se reconstruye una personalidad que también está abierta a interpretaciones. La notable profusión de entrevistas con amigos y colaboradores de Warhol, marchantes de arte y familiares de sus amantes ofrecen el contrapunto perfecto a las propias palabras de Warhol, como notas a pie de página que sirven para contextualizarlas. Profundamente frágil con su propia imagen, buscaba la belleza en la compañía de una juventud exultante en una época de hedonismo que terminó de un zarpazo con la pandemia del SIDA en los años ochenta. Y aunque sus dos relaciones se mantuvieron en un perfil de respeto mutuo, fueron profundamente insatisfactorias, hasta el punto que el propio Andy Warhol asumió una imagen de asexualidad en su vida íntima, a pesar de las fiestas y las noches en vilo. 

La serie apunta constantemente a la relevancia de la personalidad del artista en la cultura queer, aunque de alguna forma no quisiera ser representado con el cliché de artista homosexual. Andy Warhol era el "gay educado", el que podía ser aceptado por su ausencia de activismo: "No quería ser conocido como un artista famoso gay, sino como un artista famoso a secas", afirma Pat Hackett. Incluso en la década de los ochenta afrontó la pandemia del SIDA con temor, con contradicciones como el retrato y la portada que dedicó a Nancy Reagan en su revista Interview en 1981 (el presidente Ronald Reagan fue el principal responsable de la inacción de las autoridades sanitarias frente a una pandemia considerada un castigo de Dios a los homosexuales). También hay contradicciones en su relación con Jean-Michel Basquiat, un joven artista por aquel entonces que se convirtió en el símbolo de la cultura negra, al que le unió una gran amistad, una relación casi de padre-hijo que los diarios reflejan sin embargo con algunos apuntes de menosprecio racista: "No sé cuántos hombres negros gritando se pueden pintar". Una amistad rota precisamente por el profundo trasfondo racista de los críticos de arte hacia la exposición de su obra conjunta, Warhol/Basquiat (1985), en la que se calificaba a Jean-Michel Basquiat como "la mascota de Andy Warhol". The Andy warhol diaries es un retrato profundo, contradictorio, complejo y vitalista de un artista desde la perspectiva de la persona, una hermosa crónica de una época que vivió una gran eclosión para posteriormente ser aniquilada por el llamado "cáncer gay". Pero uno de los grandes aciertos de este espléndido trabajo es mostrar de cuántas formas diferentes puede ser interpretado un artista y su obra. Cuando en varios de los cuadros de La última cena (1986), Andy Warhol introdujo la palabra "the big C", algunos marchantes y estudiosos ven una referencia a Cristo o al cáncer gay, pero el fotógrafo Chris Makos no encuentra una justificación lógica a esta interpretación, haciendo referencia a que Warhol era sobre todo un artista gráfico. En Love the alien (T1E6) se muestra la influencia del SIDA en el arte y la sociedad de la época, y en el entorno del artista; el propio Jon Gould, ejecutivo de Paramount y ex-pareja de Andy Warhol murió de SIDA, aunque nunca reconoció estar enfermo. The Andy warhol diaries es un documental que revela facetas poco conocidas de uno de los grandes iconos del arte pop, un recorrido fascinante por una personalidad llena de misterio. 

Entre hombres ****
HBO Max, 14 de marzo
Escrita por Germán Maggiori, Pablo Fendrik
Dirigida por Pablo Fendrik

Aunque estrenada en HBO Latin America en septiembre del año pasado, con algunos meses de retraso frente a la fecha prevista anunciada en el Festival de Berlín, la miniserie argentina Entre hombres (HBO Max, 2021) llega finalmente al mercado internacional sin demasiada promoción por parte de la plataforma, más interesada en "euforias" y "edades doradas". Pero se trata de una propuesta muy interesante, no apta para estómagos sensibles, una visión ultraviolenta de Argentina en los años noventa, de la proliferación del lumpen en los barrios marginales y de la delgada línea divisoria entre la corrupción social y la corrupción policial. La serie está basada en la novela Entre hombres (2001), escrita por el novelista Germán Maggiori que curiosamente pasó algo desapercibida en su momento, una crónica de un país en decadencia y de un machismo violento en el entorno de la prostitución y el travestismo. Al contrario de lo que pudiera parecer, la representación de unos protagonistas que, estando al margen o a favor de la ley siguen siendo igual de bestias, refleja una mirada que no tiene ningún tipo de misericordia por sus personajes, auténticos salvajes en un país asalvajado. El propio Germán Maggiori se ha encargado de adaptar su novela junto al director Pablo Fendrik, del que conocemos sus películas El asaltante (2007) y La sangre brota (2008), y que en esta serie aporta una visión pulp deudora y tan violenta como el cine de Martin Scorsese y Quentin Tarantino. 

La historia comienza con la muerte de una prostituta durante una fiesta de sexo y coca con tres altos cargos de la sociedad argentina. La grabación secreta de esta fiesta y de la muerte de la joven por parte del suministrador de las prostitutas, el Tucumano (Claudio Rissi) provoca que la cinta VHS se convierta en objeto de deseo tanto para una pareja de policías violentos, el inspector Almada (Diego Velázquez) y el sargento Garmendia (Gabriel Goity) como para una pareja de secuaces formada por el Zurdo (Diego Cremonesi) y el Mosca (Nicolás Furtado), que llevará a una serie de ataques y asesinatos cada vez más impactantes. Son vidas que se cruzan en los barrios marginales donde los hombres usan a las mujeres como objetos de placer, donde la compasión no existe. Lo interesante de la propuesta es la forma de narrar la historia, que toma prestada la propia narrativa de la novela, en la que los policías son protagonistas durante el primer episodio, para dar el relevo en el segundo episodio a los delincuentes, estableciendo una estructura que superpone espacios temporales que acaban desembocando en la narración principal. Esta diferencia de puntos de vista aporta fluidez, en vez de distorsión, estableciendo conexiones entre los personajes que resultan sorprendentes. 

Comenta el director Pablo Fendrik que no quería un retrato realista de la historia, sino que pretendía que los personajes hablaran como si estuvieran imitando a personajes de películas que habían visto, y pidió a los actores que asumieran sus papeles como si fueran imitaciones. Y ciertamente hay una tonalidad de falsificación en los diálogos de los personajes, que en cierta manera pueden darle una textura caricaturesca que sin embargo encaja perfectamente con la propia tonalidad oscura y sucia que aporta el director de fotografía Daniel Ortega. Hay evidentes paralelismos entre esta miniserie y la serie El marginal (Netflix, 2016-), que ha estrenado este año su cuarta temporada. No solo por la presencia de Nicolás Furtado y Claudio Rissi, dos de los actores principales de esta también violenta y espléndida serie argentina, sino por la descripción de ese mundo de la delincuencia y la corrupción policial. Pero si El marginal transcurre principalmente en una cárcel, Entre hombres se desarrolla en unos escenarios más abiertos, aunque igualmente claustrofóbicos. La serie representa a esa Argentina "masculinizada" de la presidencia de Carlos Menem, la decadencia de un mundo de hombres que, si bien establecen su territorio como los perros marcan las esquinas, acaban atrapados en su propia violencia, enfrentados entre sí, incapaces de salir de un círculo de coacciones, ensañamientos y muerte. 

Top boy - Temp. 4 *****
Netflix, 18 de marzo
Escrita por Ronan Bennett
Dirigida por Brady Hood, Koby Adom

Aunque la plataforma Netflix anunciaba el estreno en marzo de la segunda temporada de esta serie británica, en realidad estamos ante la cuarta de una producción que fue cancelada en 2013 para reiniciarse posteriormente en 2019. De hecho, la propia Netflix incluye en su catálogo Top boy. Summerhouse (Netflix, 2013), que en realidad corresponde a la segunda temporada original (la primera sin embargo no está disponible). La trayectoria de esta producción de Channel 4 creada por Ronan Bennett es, cuanto menos, curiosa: después de dos temporadas de cuatro episodios cada una, el canal británico decidió cancelar la serie en 2013. Un año después el rapero canadiense Drake publicó en su cuenta de Instagram que era un fan absoluto de esta producción, pero no sabía que había sido cancelada, y sus seguidores se encargaron de recordárselo. La publicación de Drake provocó que otros fans de Top boy pidieran una continuación de la historia protagonizada por Dushane (Ashley Walters) y Sully (Kane Robinson). Ante la masiva respuesta, Drake contactó con el creador de la serie para proponerle un retorno a esta historia, convirtiéndose en productor ejecutivo del relanzamiento en Netflix. De esta forma, la devoción de un seguidor de la serie tan poderoso como Drake acabó salvándola de una inmerecida cancelación. 

En realidad, la historia en torno al control de la venta de drogas en el Este de Londres no es demasiado diferente de otras muchas que se han producido. Pero la calidad de la producción, los guiones de estructura perfecta y el dibujo de los personajes colocan a Top boy a la altura de las grandes series sobre el mundo de las drogas. Si The wire (HBO, 2002-2008), con la que se la ha comparado habitualmente, es el retrato de una ciudad como Baltimore desde los barrios marginales, Top boy es el reflejo de Londres desde la periferia. Ronan Bennett, que fue guionista de la película Enemigos públicos (Michael Mann, 2009), se basó en los años en los que estuvo viviendo en Hackney, al Nordeste de Londres, aunque él es originario de Irlanda del Norte. Y resulta sorprendente cómo un escritor blanco irlandés consigue captar como pocas veces se ha hecho el mundo de las bandas callejeras relacionadas con las drogas, en una comunidad formada principalmente por jóvenes de raza negra. Ronan Bennett ya tenía pensada una tercera temporada cuando Channel 4 decidió cancelarla, pero la nueva oportunidad en Netflix provocó una especie de renacimiento de la historia, incorporando personajes nuevos como Jamie (Micheal Ward) y sus dos hermanos a una trama que, de temporadas de cuatro episodios, pasaba a disponer de diez episodios en 2019, y de ocho episodios en 2022.

En lo que hay que darle la razón a Netflix es en que esta nueva temporada es una continuación directa del renacimiento de 2019, y de hecho se puede ver perfectamente sin haber visto las dos originales (aunque hay algunas referencias a ellas). Top boy escaló en calidad técnica y en complejidad narrativa, especialmente con la incorporación de directores como Reinaldo Marcus Green, quien no por casualidad dirige todos los episodios de La ciudad es nuestra (HBO Max, 2022-), el regreso de David Simon a Baltimore después de The wire. La cuarta temporada se desarrolla en parte en la provincia de Cádiz (se rodó en España el pasado verano), donde los traficantes tienen negocios con Emilio (Hugo Silva) y Juan "El bueno" (Íñigo de la Iglesia), aunque surgen algunas complicaciones, mientras que en Summerhouse se centra de una manera más destacada en la gentrificación, con el proyecto de derribo del barrio para construir una nueva zona residencial en la que los antiguos vecinos ya no tendrán cabida. Top boy no pierde el pulso en el descripción de los personajes y sus contradicciones, elaborando de nuevo una historia que va colocando las piezas sobre el tablero (en esta ocasión los tres protagonistas comienzan separados) para acabar estableciendo un cruce de caminos en el que nada es previsible. Tanto como el impactante final de temporada que traza un camino inesperado hacia la conclusión de la serie, que terminará con la quinta, o tercera temporada según Netflix. 

The "Spectacular" ****
Filmin, 28 de marzo
Escrita por Willem Bosch, Pieter Kuijpers
Dirigida por Willem Bosch

Desde los Países Bajos llega a España una reciente producción del canal público VPRO que se estrenó a finales del año pasado. The "Spectacular" toma como punto de partida la intervención del IRA Provisional en territorios europeos, especialmente en Alemania, Países Bajos y Bélgica, cometiendo diversos atentados con el objetivo de internacionalizar sus reivindicaciones, especialmente a lo largo de los años ochenta, y sobre todo en la provincia de Limburgo y la ciudad de Roermond, donde se cometieron varios asesinatos en plena calle. Eran los años en los que Margaret Thatcher se mostraba incrédula con respecto a la construcción de una Unión Europea, y en los que Holanda no tenía leyes antiterrorismo, que finalmente se aprobaron a raíz del asesinato del director de cine Theo Van Gogh en Amsterdam, en 2004. Pero la serie adopta la inteligente decisión de tomar estos hechos reales como base para desarrollar una historia de ficción que protagoniza por Jeanine Maes (Hadewych Minis), una experta en el terrorismo del IRA que es enviada desde La Haya hasta la provincia de Limburgo para ayudar a la policía en la desmantelación de la célula terrorista que está actuando en el territorio. La serie evita el consabido enfrentamiento entre una mujer como líder la investigación y unos policías "provincianos", que hubiera sido el camino más fácil, para establecer una interesante colaboración entre Maes y el detective Martin de Waard (Michel Sluysmans), y ese es uno de los principales aciertos de esta propuesta de thriller terrorista en cuanto a su intención de evitar los lugares comunes del género. 

Por el contrario, The "Spectacular" utiliza una narración ágil que tiene algunos parecidos con otra producción holandesa reciente, Stanley, retrato de un criminal (Filmin, 2019) en cuanto al trabajo de edición y la planificación de pantallas divididas y saltos constantes entre las diferentes acciones, pero que encuentra su mayor virtud en un guión perfectamente estructurado en el que, a pesar de la presencia de diferentes servicios de inteligencia y conexiones entre países e investigadores, es absolutamente claro en su narración. Hay secuencias espléndidas como en Politieke lichamen (T1E2) cuando los servicios secretos británicos advierten a la organización central del IRA en Irlanda que conocen sus planes de atentar en la ciudad en Roermond, y que está descrito con cierto sentido del humor y una economía de recursos narrativos sobresaliente. La serie establece en el episodio The Irish cause (T1E4) una referencia al Brexit impulsado por Boris Johnson como un retroceso peligroso para el renacimiento de movimientos independentistas. Willem Bosch, guionista y director, ha trabajado anteriormente en el guión de la serie El misterio de los Hunter (HBO Max, 2017-2018) y en la película Afterlife (Willem Bosch, 2019). El co-guionista Pieter Kuijpers, por su parte, maneja habitualmente el género del thriller inspirado en casos reales como en su película Godforsaken (Pieter Kuijpers, 2003), sobre una banda criminal que mató a unas 250 personas en los años noventa, que años más tarde se convertiría en la serie Van God los (BNN TV, 2011-), considerada una de las mejores producciones criminales de la televisión holandesa. Esta producción se consolida como uno de los thrillers políticos más interesantes del panorama actual.

Bridesman ***
Grindr/YouTube, 30 de marzo-3 de abril
Escrita por John Onieal
Dirigida por John Onieal, Julian Buchan

La proyección de los contenidos de ficción ha traspasado de tal forma el estricto espacio televisivo y de plataformas digitales que surgen en ocasiones iniciativas curiosas y llamativas, como la primera producción de ficción de la App de citas gay Grindr. Bridesman (Grindr, 2022) es una miniserie de seis episodios de unos 10 minutos de duración, especialmente pensada para su consumo en el móvil, una comedia con momentos de humor negro, que tiene como protagonista a Terry (Jimmy Fowlie), que ha sido invitado como padrino de boda de su mejor amiga, Judith (Sydnee Washington), pero se siente atraído sexualmente por el novio de ésta, Wyatt (David Mudge), mientras tiene que enfrentarse a la envidia de otras amigas de Judith como la madrina de bodas, Muriel, una interpretación especialmente divertida de Shannon DeVido, actriz y comediante que sufre Atrofia Muscular Espinal desde niña pero ha desarrollado una popular carrera artística participando en series como Ley y orden: Unidad de Víctimas Especiales (NBC, 1999-) y Manifest (NBC, 2018-). Se trata de una comedia algo alocada, que en algunos momentos recuerda a las primeras películas de John Waters, aunque le falta cierta maledicencia y es sorprendentemente cauta en la representación de desnudos, a pesar de que el protagonista es un joven sexualmente activo que utiliza, por supuesto, la aplicación Grindr para ligar. 

Bridesman es una comedia eminentemente queer que utiliza muchas de esas frases lapidarias de rumorología marica que resultan especialmente divertidas ("Ben Affleck engañó a Jennifer Garner con Ana de Armas y después engañó a Ana de Armas con los Dunkin' Donuts"). En este sentido, el guión firmado por Frank Spiro y el creador John Onieal, que ha participado como actor en la aclamada película de temática homosexual Cicada (Matthew Fifer, Kieran Mulcare, 2020), consigue un producto fresco que tiene un sentido del humor algo tonto pero al mismo tiempo entretenido. Es su primera serie como creador y director, pero es también el debut de Julian Buchan como director, después de algunos cortometrajes. Jimmy Fowlie es un actor adecuadamente escogido para un personaje que interpreta con soltura, y que no está muy lejos de sus trabajos para el teatro como el monólogo del Off-Broadway "So long Boulder City", en el que interpreta al personaje de Emma Stone en la película La La Land (Damien Chazelle, 2016). Bridesman cumple perfectamente su cometido de ser una comedia cursi que utiliza reflexiones sobre el lenguaje heteronormativo y sobre la comunidad gay, planteando una especie de realidad alternativa llena de colores brillantes y estética queer en la que no hay elementos perturbadores, y es especialmente divertida en las referencias cinematográficas, desde Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula, 1976) hasta Poltergeist (Tobe Hooper, 1982), pasando por Titanic (James Cameron, 1997) e incluso Queer eye (Netflix, 2018-): "Voy a hacer lo que mejor hacen los gays: gastar un montón de dinero en tíos heterosexuales a los que les importa una mierda". La serie está disponible en YouTube, en formato de alta resolución 4K y con subtítulos en español, aunque en una primera etapa solo se puede acceder a través de la aplicación Grindr, pero se trata de una propuesta que necesitaría una mayor visibilidad. 


La ciudad es nuestra se estrena el 29 de abril en HBO Max. 

La semilla del diablo, El nacimiento de una nación y El diablo sobre ruedas se pueden ver en Filmin.
Prisioneros, Mr. Inbetween Liar se pueden ver en HBO Max.
L.A. Confidential se puede ver en HBO Max y Prime Video. 
El luchador y El violinista en el tejado se pueden ver en Filmin y Movistar+. 
Yo, Tonya se puede ver en Movistar+ y Rakuten TV. 
Cruella y Titanic se pueden ver en Disney+. 
A teacher se puede ver en Disney+ y HBO Max. 
Nosferatu se puede ver en Filmin, Movistar+ y Cultpix.
Afterlife se puede ver en Movistar+.
Poltergeist se puede ver en HBO Max y Movistar+. 
La la land se puede ver en Movistar+ y Prime Video. 



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