15 junio, 2021

Sheffield Doc Fest 2021 - Parte 5: Voces latinas, nuevas perspectivas

Nuestra última crónica dedicada al Sheffield Doc Fest que se ha celebrado hasta el pasado domingo está dedicada a algunas de las producciones latinoamericanas que han formado parte de su programación. El festival inglés ha incluido algunas películas que ya hemos comentado en crónicas de otras muestras cinematográficas como la excelente Esquirlas (Natalia Garayalde, 2020), que ganó un Premio Especial en Visions du Réel. Pero hay otros títulos interesantes que han logrado incluso varios premios en la ceremonia de clausura. 

COMPETICIÓN INTERNACIONAL

El título de la película Aus den 84 tagen (Philipp Hartmann, 2021) está basado en un conjunto de 15 composiciones creadas por el músico Karlheinz Stockhausen que se titulaba Aus den sieben tagen (De los siete días) (1968) que, aunque fueron compuestas en mayo del '68, no tienen una relación directa con las manifestaciones de París. Se trata de una serie de meditaciones en torno a la música que están basadas en improvisaciones, en lo que se denomina "música intuitiva", que basa la interpretación de los diferentes instrumentos en la intuición, más que en el talento del músico. 

La Orquesta Experimental de Instrumentos Indígenas de Bolivia (OEIN) iba a ofrecer una serie de conciertos en Berlín y Dresde durante el mes de marzo de 2020, pero la llegada de la pandemia y el confinamiento posterior provocó que quedaran atrapados en Alemania, sin posibilidad de un regreso inmediato a su país. Así que tuvieron que pasar tres meses viviendo en la Academia de Música de Rheinsberg/Brandenburg, donde desarrollaron una serie de proyectos junto a jóvenes músicos alemanes, entre los que se encuentra la interpretación de esa pieza de Stockhausen que tiene una limitación en el tiempo (los siete días de la obra original se convierten en los 84 días que debe pasar la orquesta boliviana en Alemania). 


El director Philipp Hartmann entrevista a algunos miembros de la orquesta para recoger las impresiones de estos encuentros en los que improvisan tratando de conseguir una conexión con el resto de los músicos. Es algo parecido a lo que uno de ellos define como "componer en tiempo real". A lo largo del documental, asistimos a algunas de estas improvisaciones, captadas por la cámara de una forma poco convencional, utilizando primeros planos, deteniéndose en aquellos intérpretes que parecen ir construyendo una conexión más profunda con la propuesta. En la composición, Stockhausen daba instrucciones más o menos precisas a los músicos sobre cómo debían afrontar cada pieza, que les impele a "dejarse llevar por el resto de los instrumentos". Hay una sonoridad que a veces resulta extraña y otras consigue una cierta armonía, pero que se transforma a través de instrumentos indígenas que desprenden a la música de la representación del colonialismo occidental.

Aunque buena parte del documental se centra en estas improvisaciones, también se afrontan otras cuestiones menos "espirituales" como la falta de recursos económicos que afronta la orquesta para poder continuar su estancia en Alemania. Y esta necesidad de sostenimiento de la orquesta a través del dinero, ofrece una reflexión sobre el arte como forma de expresión que sin embargo requiere de esa conexión más materialista con la sociedad. 

Durante dos años, el director de Rancho (Pedro Speroni, 2020) estuvo grabando a un grupo de presos de una cárcel de máxima seguridad en Argentina. La confianza que consiguió gracias a la protección del "jefe" del módulo, el veterano Artaza, le permitió convertirse en parte de este grupo de reclusos que, en algunos casos, ni siquiera tienen la posibilidad de un futuro fuera de las prisiones. En realidad, por lo que se desprende de las conversaciones entre los presos, se trata más de un módulo de transición destinado a presidiarios con buena conducta. Quizás por eso no se percibe realmente una sensación de peligro o violencia en ningún momento, aunque el director comentaba posteriormente que algunos reclusos le habían amenazado si no introducía droga en la cárcel, algo que pudo evitar gracias a contar al apoyo de Artaza.


Estrenado en el Festival BAFICI, lo que aleja a este documental de otros muchos que han introducido la cámara en las cárceles es una visión que no se centra en el drama, sino que refleja una especie de buenas vibraciones entre los presos, un joie de vivre a pesar de las circunstancias en las que se encuentran los protagonistas. La cámara capta conversaciones que a veces resultan intrascendentes, pero que están envueltas en una especie de atmósfera de camaradería, que sin embargo se intuye que no es tan profunda como parece. Hay algunos personajes que destacan sobre otros, como es el caso de Iván, que quiere convertirse en boxeador cuando salga de la cárcel, y que descarga en sus entrenamientos una carga emocional que sirve para desprenderse de una cierta tendencia a la violencia. 

De hecho, Iván es el protagonista del documental que está produciendo Pedro Speroni actualmente, una especie de continuación de Rancho en el que acompaña a Iván cuando sale de la cárcel. De alguna forma, el encierro y la falta de libertad ejercen también un efecto de contención de la violencia, menos controlada en el exterior. La película acierta en la descripción de un microcosmos que establece relaciones insólitas entre personas de ámbitos muy diferentes. La escena del encuentro con los familiares logra también el necesario efecto emocional, el único nexo de unión con una libertad que a veces nunca llega. 

COMPETICIÓN GRAN BRETAÑA

En la comunidad trans latina del barrio de Queens de Nueva York “caer” es sinónimo de ser detenida por la policía, la mayor parte de las ocasiones enfrentando cargos de prostitución. El documental Caer (Caught) (Nicola Mai ,2021) se acerca a esta comunidad para construir una película colectiva en la que la realidad se muestra a través de escenas de ficción. Las propias protagonistas interpretan a personajes que se llaman de forma diferente a ellas, pero cuya trayectoria no es muy distinta a la suya propia o a la de sus compañeras. Provenientes de la inmigración ilegal, muchas de ellas a lo máximo que pueden aspirar es a conseguir una visa-T, un permiso temporal de trabajo en el país para víctimas de trata de seres humanos. Esta visa solo permite residir en Estados Unidos durante cuatro años, pero a los tres se puede solicitar la residencia permanente. Estigmatizadas por su condición de personas transgénero, para la mayoría la prostitución es el único trabajo que les permite ganar dinero, aunque a veces proviene de la explotación a las que las someten sus propias parejas.


El director comentaba en el Q&A que la idea de realizar un documental colaborativo proviene del antropólogo francés Jean Rouch, cuya teoría según la cual “solo la ficción puede penetrar la realidad” fue parte de la inspiración para el nacimiento de la Nouvelle Vague. De esta forma, Nicola Mai colabora con el Colectivo Intercultural Transgrediendo para elaborar esta docuficción que también incorpora el propio proceso de preparación y de postproducción. Las escenas de ficción se mezclan con secuencias que muestran las reacciones de las propias protagonistas viendo la película terminada, y finalmente una reunión en la que comentan el resultado y qué detalles pueden cambiarse en la edición final.

En este sentido, es un acercamiento diferente a un tema que a veces puede caer en ciertos tópicos pero que muestra la necesidad de seguir trabajando por la visibilidad de las mujeres trans, latinas e inmigrantes, con Nueva York como reflejo de una sociedad que pretende ser tolerante, pero en realidad es profundamente transfóbica. El colectivo transgénero latino se enfrenta al acoso policial y a un círculo vicioso del que es difícil escapar: por ejemplo, cuando son detenidas, los abogados de oficio las aconsejan que se declaren culpables de prostitución para poder ser puestas en libertad con una multa, pero el hecho de que admitan la práctica de la prostitución se convierte en un problema cuando solicitan la visa.

Caer (Caught) es una película necesaria para la visibilización de un problema que está latente a pesar de que en el estado de Nueva York está en vigor la Ley GENDA, que prohíbe la discriminación en el empleo, la vivienda y los alojamientos públicos. Pero la realidad de la calle es diferente, y no se trata solo de impulsar leyes sino de apoyarlas con educación y concienciación. La Marcha de las Putas que organiza cada año el Colectivo Transgrediendo pretende ser una exposición de este problema, reivindicando a una comunidad que sufre estigmatización por su género, por su raza o por su condición de ilegales. Y esta forma de producción colaborativa aporta un enfoque diferente que, en vez de distanciarnos como espectadores, nos acerca de forma emocional a sus protagonistas. Aunque se terminó antes del confinamiento provocado por la pandemia, ésta sobrevuela al final como una nueva amenaza contra un colectivo que ya de por sí es frágil. El documental está dedicado a una de sus protagonistas, Lorena Borjas, activista mexicana considerada como la madre de la comunidad transexual Latinx de Queens, que fue una de las primeras víctimas mortales del COVID-19 en Nueva York.

INTO THE WORLD

Hay algo extraordinario en la protagonista del documental Si Dios fuera mujer (Angélica Cervera, 2021), porque resulta significativo sobre la diferente percepción de la transición de género desde el punto de vista de una niña respecto al punto de vista de los adultos que han tenido otra educación. Ella es Laura, una niña colombiana que vive con sus padres en la localidad alicantina de Alfaz del Pi, y que ha realizado este proceso de transición en un entorno familiar que ha sabido comprender la necesidad de esta identidad que, sin embargo, supone un reto para sus padres. Pero resulta emocionante, frente a otros relatos, comprobar que esa transición que comenzó Laura hace tres años se ha realizado en un entorno de comprensión. 


La mirada de Angélica Cervera consigue un grado de intimidad que seguramente no habría logrado si no se tratara de familiares suyos (Laura es su prima), pero sabe aprovechar esta oportunidad para acercarse a Laura y su familia en un ambiente de confianza. Esto también le permite adoptar un punto de vista singular que es lo más característico (y lo más interesante) de este documental. No se trata tanto de acompañar a Laura en su transición (que ahora también es una nueva transición hacia la adolescencia), como de mostrar la mirada adulta de unos padres que no han convertido esta decisión en un drama, pero que asumen la transformación identitaria de Laura como parte de la pérdida de un hijo. Especialmente el padre desarrolla una especie de duelo por la ausencia de su hijo Oscar, que siempre fue Laura, lo que no supone un problema para la aceptación de su hija, pero de alguna manera establece un obstáculo emocional. 

Este contraste entre la mirada infantil para la que el proceso de encuentro con su identidad real resulta sencillo, absolutamente normal, y la visión de los adultos que aún mantienen una cierta impregnación del sentimiento tradicional sobre el género, alimenta la construcción de una película que nos introduce con esmero, con un cuidado exquisito, en esos pequeños detalles que a veces introducen leves momentos de distorsión en la realidad de Laura. Como cuando quiere hacer la primera comunión, encontrando una absoluta colaboración por parte del párroco de la localidad (sorprendente incluso en un país como España), quien cita al Papa Francisco, que de hecho confesaba hace unos años que había conocido mejor al colectivo transexual a través del libro escrito por el español Diego Neira, El despiste de Dios. Cuaderno de viaje de un hombre que nació mujer (2016, Tropo Editores). En su preparación para la comunión, Laura se pregunta qué hubiera pasado si Dios fuera mujer. 

La perspectiva diferente del documental, que ha recibido el Premio de la Juventud, esa mirada al entorno amable pero a veces confundido que rodea a la joven protagonista, la excepcional madurez de una niña que asume también las dificultades que puede encontrarse en un futuro, construyen un documental hermoso, profundo y emocionante en el que permanece una huella optimista sobre la identidad.  

REBELLIONS

Estrenado en el Festival Hot Docs, el documental El silencio del topo (Anaïs Taracena, 2021) aborda el pasado de Guatemala desde la perspectiva de un presente en el que las cicatrices aún no están cerradas, especialmente como consecuencia de los gobiernos represores que tuvo el país en las décadas de los setenta y ochenta. El protagonista es Elías Barahona, que participó como testigo en el juicio contra los responsables de la masacre que tuvo lugar en la Embajada Española en 1980, en el que se trataba de dilucidar si el gobierno de Romeo Lucas García fue el responsable de dar la orden de atacar la Embajada después de que fuera ocupada por un grupo de indígenas que querían denunciar las deficientes condiciones de trabajo impuestas por el gobierno, y que terminó con la matanza de 37 personas, entre campesinos y funcionarios de la Embajada.  


El testimonio de Elías Barahona, que trabajaba como responsable de comunicación del Ministro del Interior Donaldo Álvarez Ruiz, fue fundamental para establecer que las órdenes del ataque fueron dadas con el conocimiento del presidente. Pocas semanas después de testificar, ya enfermo, Elías Barahona falleció, pero por entonces ya había sido entrevistado en varias ocasiones por la directora Anaïs Taracena. Sin embargo, la historia de Elías es contada a través de otras voces, que rompen el muro de silencio que ha permanecido a lo largo de los años. Para algunos de sus amigos de la infancia resultaba incomprensible que el que fuera periodista de izquierdas decidiera trabajar para el Ministerio de Gobernación de una dictadura, hasta que años después se descubrió que Elías Barahona estaba trabajando en el Ministerio para servir como infiltrado de la resistencia contra el gobierno y la represión que ejerció, llevando a cabo labores de espionaje para recabar información sobre sus actividades.

El silencio es uno de los temas principales de un documental que circula con soltura por los terrenos del thriller, cuando se detiene en el descubrimiento de las actividades del topo, y la crónica política, cuando entrevista a algunos de los que sufrieron las torturas. Guatemala, como otros países que vivieron dictaduras, ha tratado de resolver las deudas pendientes con el pasado a través de la ocultación de los hechos. De hecho, apenas existen imágenes del Ministro del Interior Donaldo Álvarez Ruiz, que es recordado como uno de los personajes más represivos de la historia de Guatemala. La directora reivindica la necesidad de volver a rescatar las imágenes que se conservan de una época en la que el miedo se apoderó de todo un país (muchas de las grabaciones cinematográficas fueron destruidas o permanecen en el olvido). Este silencio, que aún está presente porque todavía existen resquicios de los represores en el poder, en una Guatemala que vive otro tipo de violencia en la actualidad, es el que trata de borrar el recuerdo de los hechos, en pos de una pretendida convivencia pacífica. El silencio del topo, en su condición de documental preciso, incluso en algunos momentos doloroso, convierte a Elías Barahona en ejemplo de los que lucharon en silencio pero decidieron alzar la voz para llevar a los tribunales a los responsables de la opresión. 




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