Tras la clausura del Festival de Rotterdam, retomamos nuestras crónicas del Sheffield Doc Fest con las películas que forman parte de la extensa programación de esta muestra que se celebra de forma híbrida hasta el 13 de junio. Documentales que hablan de la soledad y del recuerdo, pero que también abordan el sentimiento de solidaridad y la reivindicación de la vida a cualquier edad.
COMPETICIÓN INTERNACIONAL
En el año 2017 la realizadora checa Viera Čakanyová estuvo durante dos meses viviendo en la estación Polaca Antártica, donde rodó el documental FREM (Viera Čakanyová, 2019), que el año pasado formó parte de la programación de Sheffield Doc Fest y de otros festivales como Berlín. Durante esa estancia también estuvo grabando un video-diario que ahora se convierte en su último documental, White on white (Viera Čakanyová, 2020), una especie de versión opuesta al anterior. Porque en FREM la directora experimentaba con el uso de las imágenes ofreciendo una especie de punto de vista tecnológico, a través de la visión que podría tener una "red neuronal artificial". Ahora, sin embargo, la presencia humana es más constante, a través de ella misma, pero también de otros miembros del equipo de técnicos que preparan la estación para los científicos que vendrán. La mayor parte del tiempo, sin embargo, vemos ese blanco sobre blanco de la nieve a través del punto de vista de ella, sus pensamientos en soledad, incluso sus sueños.
La lente de la cámara a veces aparece sucia, lo que contrasta aún más con la blancura interminable del paisaje, en lo que parece una intencionalidad de introducir la imperfección, y al mismo tiempo nos recuerda a esas imágenes captadas por las cámaras de celuloide en las grabaciones caseras. Al comienzo del documental, la directora presenta a esta red de Inteligencia Artificial que tiene el nombre de ann_w y con la que establece un diálogo sobre el concepto de cine que, desde el punto de vista de esta IA, no tiene relevancia alguna: "El cine, y el arte en general, no es interesante o relevante para mí. No hace avanzar el conocimiento sobre el universo de una forma importante". Es el tipo de conversación que cualquiera de nosotros puede haber tenido con Siri, por ejemplo, pero más pedante.
Sin embargo, la respuesta objetiva de ann_w marca en buena medida la perspectiva que el espectador tiene del resto de la película. Porque, aunque Viera Čakanyová afirma que está preparando "una película sobre la desaparición del mundo natural", en referencia a su anterior documental, FREM (2019), surgen las dudas sobre el grado de relevancia que tiene hacer películas. La crítica al concepto de cine como algo que es, básicamente, emocional pero que no aporta casi nada a la evolución del hombre, sobrevuela todo el tiempo. En una escena, la directora ve cómo se acerca un barco con turistas y se refiere a ellos de una forma algo despectiva. Pero, ¿no es ella también una turista en esa estación espacial? ¿Hasta qué punto las grabaciones que realiza tienen más trascendencia que la que puedan hacer los turistas con sus móviles?
Menos experimental que su anterior documental, en White on white se plantea una versión humana (frente a la artificial) que tiene parecidos objetivos, sin embargo, en torno a la plasmación de la gradual desaparición de la Antártida, de la supervivencia de la fauna y de la influencia del hombre en esta aniquilación. Pero también sobre la comunicación entre el ser humano y estos cerebros inteligentes cuya visión puramente racional contrasta con la necesidad de las emociones que tenemos. Son planteamientos demasiado obvios y bastante tópicos como para que este documental adquiera esa relevancia que la directora parece tratar de encontrar. Lo humano, finalmente, no consigue destacar sobre lo artificial.
Los directores de Double Layered Town / Making a song to replace our positions (Haruka Komori, Natsumi Seo, 2021) toman como escenario la ciudad de Rikuzentakata, una de las afectadas por el terremoto y el tsunami de Japón de 2011, para construir a partir de su reconstrucción una serie de historias que mezclan el relato real de sus habitantes con los relatos inventados de cuatro jóvenes. El título del documental, que se podría traducir como "Ciudad de doble capa / Hacer una canción para reemplazar nuestras posiciones", ya ofrece una idea del grado de trascendencia que se le quiere dar a la película. En 2018 cuatro jóvenes viajeros se integran durante dos semanas en Rikusentakata y hablan con los vecinos de la localidad, que les cuentan sus experiencias durante el terremoto, y posteriormente narran lo que les han contado frente a la cámara.
La intención es filtrar las historias a través de las miradas de estos jóvenes, pero el resultado no es nada alentador, porque lo que tienen que aportar estas miradas que no han experimentado ninguna de estas realidades es escaso y poco interesante. Porque además va quedando cada vez más claro que en realidad estos cuatro jóvenes no han conseguido establecer una conexión emocional con los vecinos con los que han hablado, que comparten con ellos temas poco profundos (por ejemplo, uno de ellos no consigue que un hombre le hable de su hijo, fallecido en el terremoto). Y su actitud está tan envuelta en trascendencia vacía que sus intervenciones, ya sea en largos paseos por una ciudad vacía o en la interlocución con la cámara, acaban resultando soporíferas. A lo largo del documental se inserta el relato "Double Layered Town", una historia de ficción que se desarrolla en el año 2031, según la versión de cada uno de los cuatro jóvenes. Puede parecer una propuesta pretenciosa, y efectivamente lo es. Porque hay una intencionalidad de profundidad narrativa que acaba resultando pedante y ahogando el posible interés que pudiera tener la propuesta. Lección aprendida: cuando los japoneses se ponen intensos, hay que salir huyendo.
RHYME & RHYTHM
En el documental Men who sing (Dylan Williams, 2021), estreno mundial en esta sección dedicada a las películas que incorporan una temática musical, la narración funciona en dos vías complementarias. Por un lado, el director se acerca al Norte de Gales, donde vive su padre, un anciano de casi 90 años que ha decidido vender la casa familiar y comenzar a realizar los preparativos para cuando muera. La personalidad del hijo es la opuesta de la del padre: mientras éste disfruta de la rutina diaria y tiene establecida una agenda de actividades que cumple a rajatabla, entre las que se encuentra comerse un sandwich de bacon cada martes, o asistir al coro masculino formado por otras personas mayores, aquél siempre ha tenido una personalidad inquieta que le llevó a abandonar el hogar cuando tenía 18 años, viajar por el mundo y finalmente afincarse en Suecia. Para su padre los cambios en la vida cotidiana no tienen espacio.
En este reencuentro entre padre e hijo, éste comienza a descubrir aspectos de la vida de su progenitor que nunca se había detenido a explorar. Y de ahí surge la segunda, y principal, línea narrativa de la historia. El coro masculino no es solamente una actividad para pasar el rato, sino que se trata de un microcosmos de camaradería, un espacio de convivencia entre personas que ya viven disfrutando del presente, una especie de terapia musical que les hace sobrellevar la vejez con mayor ilusión. Cuando Dylan Williams decide que el coro masculino puede ser un tema interesante para un documental, también establece un nexo de unión con su padre, también revela un descubrimiento que se produce más por el desinterés en una pequeña localidad en la que se sentía oprimido que por su naturaleza misma.
Con un sentido del humor absolutamente arrebatador, el director va descubriendo también aspectos humanos de otros miembros del grupo, y la relación con su padre, que protagoniza el primer acto, pasa a un segundo plano para dedicarse a los ensayos del coro y a la transmisión de este sentimiento de grupo que desprende. No sabemos hasta qué punto algunos de los retos a los que se enfrenta el coro forman parte de la narrativa del documental, como el hecho de que tomen la decisión de competir en un concurso de coros masculinos. El director afirmaba en el Q&A que la trama en la que comienzan a buscar nuevos miembros porque la edad media del grupo es de más de ochenta años, fue impulsada a favor del documental: "Ellos llevaban cinco años diciendo que tenían que hacer una campaña para buscar incorporaciones más jóvenes, pero nunca lo hacían. Así que es cierto que les dimos un empujón para que finalmente se pusieran manos a la obra". En realidad, no tiene mayor importancia ni afecta a la credibilidad del documental porque, más allá de la propia descripción del coro masculino, lo que desprende esta película es una maravillosa reivindicación de la vida, una demostración de que tener más de ochenta años no significa renunciar a las ilusiones, una espontánea manifestación de la camaradería y el sentimiento de confraternidad.
INTERNATIONAL COMPETITION
Parece clara la necesidad de los festivales de cine por programar películas que tienen como tema central la pandemia del coronavirus. Sheffield Doc Fest no es ajeno a ello e incluye uno más de esos documentales que desgraciadamente han surgido a raíz del confinamiento. A pandemic poem: WHERE DID THE WORLD GO? (Brian Hill, 2021) presenta a varios protagonistas que se han enfrentado al confinamiento desde distintos puntos de vista: unos sufrieron la enfermedad, otros perdieron sus negocios, algunos reconvirtieron sus restaurantes en comedores sociales... Son varios ejemplos entre los millones que se pueden encontrar en el mundo. En este sentido, lo que la película aporta es poco novedoso e incluso se siente demasiado local. Por ejemplo, se menciona algún escándalo político dando por hecho que el espectador lo conoce, como el que protagonizó el ex-asesor de Boris Johnson, Dominic Cummings, cuando en medio del confinamiento en todo el país, viajó con síntomas de COVID desde Londres hasta Durnham para visitar a sus padres, violando las reglas del confinamiento. Pero la relevancia de este escándalo no es tan conocida fuera de Inglaterra.
Esta falta de proyección internacional juega en contra de un documental que ya de por sí es rígido en su planteamiento, por mucho que se estructure en torno a una creación artística como medio para aglutinar las diferentes historias. El director Brian Hill cuenta con la colaboración del poeta Simon Armitage para representar una serie de poemas que tiene a la pandemia como tema central, a través de pequeños números coreográficos. Este es el elemento que distancia a la película de otras propuestas en torno al coronavirus, repetitivas y escasamente interesantes en cuanto a aportar algo nuevo a lo que ya hemos visto mil veces durante un año y medio. Pero este enfoque artístico, que no está suficientemente desarrollado, e incluso a veces parece forzadamente impuesto, no es suficiente para evitar el sopor que provoca hablar siempre de lo mismo.
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