El cine nos habla con frecuencia de las relaciones humanas. Algunas de las últimas películas que hemos visto nos sitúan precisamente entre idilios poco habituales de personajes un tanto insólitos. Es una forma de mostrarnos que los sentimientos van más allá de los convencionalismos.
Spike Jonze estrenó en Sundance y Berlín el cortometraje I'm here (2010), una de esas historias de "amor" que se salen de lo habitual. Jonze, que últimamente está adoptando una especial capacidad para transmitir sentimientos de forma ejemplar (también en la preciosa historia de Donde viven los monstruos (2009)), nos trae en esta ocasión una original propuesta sobre la relación entre dos robots que habitan una gran ciudad. Andrew Garfield (el próximo Spiderman) y Sienna Guillory protagonizan esta deslumbrante historia de cómo el amor puede acabar siendo desinteresado y desprendido. Y logra en 30 minutos hacernos cómplices de estos dos robots que comparten algo más que sentimientos sencillos. El cortometraje puede verse gratuitamente en la web www.imheremovie.com, una sala de cine virtual a través de la que se distribuye esta hermosa fábula.
Otra relación especial es la que mantienen los protagonistas de la producción belga SM-rechter (2009), de Erik Lamens. Esta película se basa en la historia real de un juez del que en 1997 se hicieron públicas sus habituales prácticas sadomasoquistas con su esposa. Y por ello fue condenado y apartado de la judicatura. El director Erik Lemens nos presenta la historia como una relación amorosa llevada al extremo, y las prácticas masoquistas como una vía de escape a la depresión que padece la mujer del protagonista. Es, de hecho, un acto de amor infligir dolor a su pareja. La reflexión sobre una sociedad incapaz de asumir que la vida privada no tiene por qué afectar a la vida pública, es atractiva, y la película cuenta con un ritmo adecuado para contarnos esta increíble historia. El problema es que Erik Lemens está tan empeñado en santificar a su protagonista rodeándole de personajes caricaturescos que no termina de ahondar en la verdadera naturaleza de esta relación, y no acabamos de entender cómo es posible que un juez que realizaba prácticas sadomasoquistas consentidas, pudiera acabar condenado por violación.
El director francés Alan Guiraudie viene avalado por los comentarios positivos que sobre su mediometraje Ce vieux rêve qui bouge (2001) realizó Jean-Luc Godard en el Festival de Cannes. Pero intuimos, aunque sólo hemos visto el último de sus tres largometrajes, que su cine poco tiene que ver con el del ponderado padre de la "nouvelle vague". Lo que ha hecho Guiraudie en Le roi de l'evasion (2009), que presentó en la Quincena de Realizadores de Cannes, es una película provocadora que se enfrenta con todas sus consecuencias a esa sociedad que ya hemos dicho que no soporta los idilios que se salen de las normas. Y el realizador ya afirmaba en el pasado Festival de Gijón que estaba harto de que "los guapos siempre vayan con los guapos, los homosexuales con los homosexuales y los heteros con los heteros". Así que en Le roi de l'evasion vemos a un cuarentón gay entrado en carnes correr de un lado a otro en calzoncillos porque nadie acepta su relación pasional con una joven de dieciséis años. En este sentido, hay que aplaudir que el director se salte todos los convencionalismos y hasta se le pueden perdonar algunos excesos en busca de la provocación (aquí vemos desde a un anciano pollón promiscuo hasta relaciones sexuales campestres entre el cuarentón gay y la adolescente hormonada). Le roi de l'evasion es una película extraña, algo deshilachada por momentos, pero de apasionado fervor "anti-Sarkozy". Y eso siempre resulta estimulante.
Uno de esos directores que ha conseguido desbordar de talento el cine argentino es Pablo Trapero que, tras el duro retrato carcelario de la magnífica Leonera (2008) se adentra de nuevo en ese terreno de la corrupción y la noche que ya reflejó en aquella muestra maestra de cine negro sucio que era El bonaerense (2002). Lo hace en su última película, Carancho (2010), de la mano del siempre desbordante Ricardo Darín y de la actriz Martina Gusman (una de las habitantes de aquella cárcel de mujeres leonas). Aquí encontramos otra relación especial entre un abogado que se dedica a sacar indemnizaciones por accidentes de tráfico, aunque sea a base de estafas, y una doctora toxicómana que acaba envuelta en una violenta trama de corrupción que llena de mierda a la sociedad bonaerense. Trapero es uno de esos directores que maneja el tempo como nadie, y que nos da siempre muestras de un pulso narrativo ejemplar. Ayudado aquí por el excelente trabajo de fotografía de Julián Apezteguia (impresionante trabajo de planos secuencia continuos), Pablo Trapero construye uno de sus mejores thrillers y nos demuestra una vez más la capacidad del cine argentino para elaborar el mejor cine de género que se hace actualmente (el año pasado fue El secreto de sus ojos). Carancho muestra un entorno sucio, podrido, que comprime a los dos protagonistas, abocados a sufrir por mantener una relación imposible.
Por último, la BBC nos presenta una relación más habitual, pero que está marcada por la difícil decisión sobre el futuro de los protagonistas. La tv-movie Dive (2010), escrita y dirigida por el premiado Dominic Savage, se acerca a la relación entre dos adolescentes que tienen que enfrentarse a la responsabilidad de mantener sus sueños o simplemente aceptar una realidad sin innecesarias expectativas ("lo único que quiero es vivir tranquilamente en esta ciudad"). La película, dividida en dos entregas tituladas Lindsay's story y Robert's story, tiene un planteamiento sencillo y no especialmente sorprendente pero, cuando escuchas que como tema principal se utiliza la hipnótica composición de Max Richter "On the nature of daylight" (de poderosa presencia también en películas como Vals con Bashir o Shutter island) entonces sabes que la cadencia narrativa de Dive te acabará atrapando (aunque se abusa en exceso de la música). Y efectivamente, esta historia de amor desapasionada pero emocionante capta las miradas, los rostros, las sensaciones de paisajes envolventes y sentimientos a flor de piel. Con un trabajo excepcional de los jóvenes Aisling Loftus y Jack O'Connell, que aportan la rebeldía afligida de ella y la indolencia risueña de él, Dive bucea en los sentimientos sin caer en la sensiblería, y nos presenta de nuevo uno de esos dramas contundentes de la televisión inglesa.
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