Después de nuestra primera entrega dedicada a las películas incluidas en la programación del JFF + Independent Cinema 2023, una nueva selección de títulos independientes producidos en Japón en los últimos años se podrá ver de forma presencial en los llamados minicines, pero al mismo tiempo está disponible en formato online para todo el mundo en la página web del proyecto. Una inscripción gratuita es el único requisito para acceder a la selección de doce películas producidas entre 2018 y 2023 que están disponibles hasta el 31 de octubre, con subtítulos en seis idiomas, entre ellos el español. La programación se realiza a partir de las recomendaciones de los responsables de los minicines que están incluidos en el proyecto, y que también las proyectan acompañadas de encuentros con los directores.
Los minicines representan un apoyo fundamental para la cultura cinematográfica japonesa. En 2022, había más de 590 salas de cine, de las cuales 136 eran mini salas, lo que representa aproximadamente el 20% de todas las salas. De las 538 películas estrenadas en cines en el mismo año, un 60% de ellas fueron producciones de pequeña escala estrenadas en 49 salas o menos, según datos del Anuario de Actividades de proyección de películas 2022 elaborado por el Japan Cinema Community Center. La mayoría de estas películas se proyectaron exclusivamente en minicines, cuya capacidad varía entre 50 y 200 butacas, lo que supone que más de la mitad de las películas japonesas solo tienen acceso a este tipo de salas, alejadas de los multicines que se enfocan en los grandes estrenos. Los minicines funcionan como lugares de reunión para cinéfilos, creando una comunidad en la que destacan los encuentros con directores para presentar sus películas. En nuestros siguientes reportajes comentamos las producciones que se pueden visionar de forma gratuita online en esta nueva edición del JFF + Independent Cinema 2023.
And your bird can singShô Miyake, 2018 | Ficción | ★★★☆☆Programada por Cinema Iris (Hakodate, Hokkaido) |
Contaba el director Shô Miyake (1984, Japón) en algunas entrevistas que antes de comenzar a rodar esta película elaboró una playlist con canciones entre las que sentía que la canción "O-o-o child", que Nina Simone incluyó en su album Here comes the sun (1971, RCA Victor) se identificaba con los personajes. Es una canción optimista, compuesta por dos únicas estrofas, que habla de un futuro en el que "las cosas serán mejores y más brillantes", una mirada edificante hacia cómo la vida siempre puede mejorar. And your bird can sing (Shô Miyake, 2018), que toma su título de una canción de The Beatles, incluida en su album Revolver (1966, EMI), desprende también ese optimismo a través de tres personajes despreocupados en medio de un melancólico verano en la ciudad de Hakodate, donde se traslada la acción que en la obra de Yasushi Satô (1949-1990, Japón) sucede en Tokio durante los años ochenta. Producida por Cinema Iris, un minicine situado en Hakodate para conmemorar su vigésimo aniversario, la incorporación de esta ciudad a la historia aporta una mayor cercanía en la representación de sus calles semi-vacías durante las noches, situándola en el mismo eje dramático que otras adaptaciones cinematográficas de la obra de Sato, como The light shines only there (Mipo Oh, 2014) y Over the fence (Nobuhiro Yamashita, 2016). El protagonista carece de nombre, es un joven (Tasuku Emoto) que trabaja en una librería con cierta desgana, y sin que poco o nada parezca importarle su trabajo, al que suele llegar tarde. Pero comienza a sentirse atraído por Sachiko (Shizuka Ishibashi), una compañera de trabajo que parece dispuesta a dejarse seducir, a pesar de que mantiene al mismo tiempo una relación sentimental con su jefe.
El carácter despreocupado de él y la condición de espíritu libre de ella parecen encajar perfectamente, incluso en el entorno del primero, cuando Sachiro conoce a Shizuo (Shota Sometani), su compañero de piso desempleado. Los tres jóvenes pasan las tardes y noches en medio de bebidas alcohólicas y bailes en discotecas, dejando transcurrir el tiempo de un verano que se acabará y probablemente les separará. Al director no le preocupan los conflictos que se puedan producir en este trío que no llega a ser romántico, aunque Sachiro parece encontrarse más cómoda pasando el rato con el hablador Shizuo que con su taciturno novio. Ella de hecho lo advierte al comienzo de su relación cuando le dice: "No quiero dramas". Y esta ausencia de dramas impregna también el tono de la película, a veces haciéndola demasiado intrascendente, despreocupada en sí misma por sus propios personajes, de los que no aporta demasiada información, excepto alguna referencia a sus familiares. A Shizuo le vemos en la oficina de empleo mirando las ofertas, y al final se menciona una relación complicada con su madre (Makiko Watanabe), pero esta ausencia de contexto dramático alrededor de los personajes hace que el desarrollo de la película sea demasiado tibio.
Shô Miyake y su director de fotografía Shinomiya Hideyoshi envuelven las aventuras nocturnas de estos tres jóvenes en una textura de ensueño, utilizando una amplia paleta de colores en la que predomina el tono azulado, que convierten las calles y la escena nocturna de Hakodate en un entorno necesario para entender a los personajes. Y aunque algunas secuencias como la de un baile en una discoteca que dura ocho minutos, o la de un karaoke parece que no aportan demasiado para el desarrollo de la historia, el director consigue que sean tan cercanas e identificables que acaban resultando fascinantes. La sensación de drama lánguido que transmite la historia no evita el desarrollo de arcos dramáticos muy claros para los personajes, sobre todo en la última parte de la película. Resulta especialmente significativo que los últimos planos de los personajes fueran realmente los últimos planos que rodaron los actores: Shizuo afrontando su propia realidad familiar, el anónimo librero tomando por fin una decisión, y Sachiro enfrentada a un dilema. And your bird can sing participó en la sección Forum del Festival de Berlín, donde el director consiguió una mayor resonancia con su siguiente película, El combate de Keiko (2022). Fundada en 1996, Cinema Iris inició una actividad como productora independiente cuando su responsable, Kazuhiro Sugawara, descubrió en 2008 la obra de Yasushi Satô, quien nació en Hakodate, donde se suicidó en 1990. Poco después se inició la adaptación de su novela Sketches of Kaitan City (Kazuyoshi Kumakiri, 2010) y posteriormente Cinema Iris ha producido otras cinco películas basadas en su obra y ambientadas en la ciudad, la última de las cuales es The sound of grass (Hisashi Saito, 2021).
En esta película, por el contrario, la mirada del director debutante Yoichi Narita (1960, Japón) se traslada a una de las provincias remotas del Norte de Japón, el ficticio pueblo de Uguisudani en la prefectura de Akita, el lugar de nacimiento del director, una zona rural que tiene la tasa de despoblación más alta del país. Allí regresa el joven Akira (Tsubasa Nakagawa) desde Tokio tras la separación de sus padres, para encontrarse con un ritmo de vida diferente y el anuncio del próximo cierre de la escuela debido a la disminución progresiva de los alumnos. Follow the light (Yoichi Nrita, 2021), que participó en el Festival Fantasia, muestra el paisaje de los arrozales y los campos de trigo con una belleza impulsada por el uso de colores cálidos en panorámicas que reflejan la quietud de los espacios abiertos. Más claustrofóbicas son las escenas en la escuela, donde Shota sufre bullying por parte de sus compañeros de clase, lo que en japonés se denomina ijime. Pero la cercanía de la próxima clausura sobrevuela en el estado de ánimo de alumnos y profesores, y en el caso de Maki (Itsuki Nagasawa) incluso ha dejado de asistir a clase. Cuando Akira ve a Maki en el tejado de una casa, Shota le advierte que ella no está bien de la cabeza, pero de alguna forma se siente atraído por ese aire de misterio que la rodea. La película aborda algunos temas relevantes para la sociedad actual japonesa, desde la despoblación hasta el acoso escolar, pero también establece una interesante confrontación entre la adolescencia y la edad adulta.
Aunque es una historia que se acerca más al coming-of-age, la descripción del mundo adulto está dibujada con precisión, especialmente a través del retrato de aquellos que han regresado a Uguisudani después de haber intentado establecerse en Tokio. Ryota (Tarô Suruga), el padre de Akira, se fue para seguir su sueño de convertirse en músico, pero no solamente fracasó sino que le costó su matrimonio, y ahora colabora con una organización que trata de encontrar soluciones para el futuro de la agricultura, transformando los cultivos en plantaciones de flores mediante la técnica de la hidroponía, mientras que Hideo (Toshirô Yanagiba), el padre de Maki, está a punto de perder su pequeña gasolinera debido a las deudas y trata de buscar una alternativa convirtiendo un terreno en barbecho en un futuro arrozal. La profesora Michiru (Rina Ikoma) se marchó a la Universidad, pero tuvo que regresar por las presiones familiares, y ahora prácticamente se desentiende de su trabajo, a punto de quedarse sin él, incluso manteniéndose al margen del acoso que sufre Shota. El retrato que se perfila de las dificultades económicas que atraviesan los habitantes de la zona está hábilmente mostrado a través de los personajes adultos, mientras la relación de Akira y Maki se hace más fuerte, especialmente después de que aparezca una luz misteriosa en el cielo, que todos describen como un ovni, y en el campo de trigo se dibuja un extraño círculo que Maki pretende mantener en secreto.
El director construye alrededor de estos personajes solitarios un drama sosegado que sin embargo aborda conflictos muy relevantes, aunque a veces da la sensación de que en algunos temas se queda solo en la exposición sin llegar a elaborar las ideas completamente, con un desarrollo de ritmo tranquilo, dejando espacio para los silencios, únicamente rotos por el sonido del viento sobre unos cultivos que son cada vez menos rentables. Los celos de Shota por la relación cada vez más estrecha de Akira y Maki provocarán sin embargo un conflicto más intenso, pero también consiguen reflejar su propio soledad. Sin embargo, a pesar de su tratamiento del abandono de un pueblo que parece destinado a desaparecer, Follow the light aporta una mirada de esperanza hacia un posible futuro a través de la solidaridad entre los alumnos y también entre los adultos. Cinema de Aeru es un proyecto comunitario situado en una antigua cervecería de sake dentro de un edificio con una antigüedad de 200 años, que sobrevivió milagrosamente al gran terremoto del Este de Japón en 2011, en la región de Tohoku. Con quince miembros activos que proceden de distintas regiones, la sala promueve actividades culturales para interactuar con la comunidad local de la ciudad de Miyako.
Acercándose a otra realidad compleja en la sociedad japonesa, que es un síndrome común en las sociedades capitalistas, esta película explora la amenaza constante que se cierne sobre los pequeños negocios familiares que difícilmente sostienen la economía de sus propietarios. Pero comienza en el otro extremo, en una empresa consolidada en la que Haruka (Kokoro Mirata) destaca como una líder competente hasta que es acusada por un empleado de abuso laboral. En una reunión con su jefe, ella justifica su actitud autoritaria con la necesidad de alcanzar la excelencia en la empresa, prescindiendo de aquellos trabajadores que no puedan alcanzar los objetivos deseados. Pero no es la primera acusación de abuso de poder que recibe y se ve obligada a presentar su renuncia. El hecho de que Haruka no sea realmente consciente de lo que ha hecho mal es un buen apunte sobre su personalidad, que posteriormente aflora de una forma más clara cuando vuelve al hogar familiar. Allí, trata de convencer a sus tres hermanos de que la mejor opción es vender la casa de sus difuntos padres para iniciar un nuevo camino, pero se encuentra con una cierta resistencia por parte de ellos, mientras se involucra cada vez más en el ambiente de la casa y la pequeña tienda/restaurante de udon que se se encuentra en la planta baja. El director Keitarô Sakon presenta su segunda película tras Tokyo butterfly (2020), que obtuvo algunos premios destacados en festivales asiáticos, tomando los conceptos de familia y lugar inspirados por el realizador Ryûtarô Nakagawa, del que ha sido ayudante de dirección en películas como Summer blooms (2017).
En la relación familiar que se establece entre Haruka y sus hermanos, interpretados por Eriko Nakamura, Haya Nagazaki y Yoshihiro Kumano con una actitud de derrota pero al mismo tiempo de resiliencia frente a la posibilidad de abandonar el hogar familiar, la actitud de la protagonista también adopta un grado de autoritarismo, marcado por un sentimiento egoísta que tiene el mismo cortoplacismo que el de las sociedades capitalistas. Lonely glory (Keitarô Sakon, 2022) se construye como un drama familiar para abordar una realidad mucho más amplia en torno a la relación con el entorno económico y la manera en que los pequeños negocios tratan de sobrevivir a un sistema que impone sus normas. La tienda familiar se convierte en un espacio silencioso (hay mucho silencio expresado en miradas a lo largo de esta película), que representa los tradicionales comercios que han sido relegados progresivamente a los márgenes de la sociedad japonesa, y se convierte en un elemento importante en la interacción de los personajes. Pero lo que consigue el director como trasposición de una narrativa particular para expresar una mirada más universal, no logra expandirse al propio desarrollo de la historia, que a veces se estanca en diálogos insustanciales y en una parsimonia demasiado constante, lo que debilita los valores de la idea principal.
En ocasiones se echa de menos que la película sea más concreta, mientras se expande a otras microhistorias y personajes que en realidad tampoco son tan definitorios para la trama principal, y la propia construcción del personaje principal se difumina conforme avanza la historia. La banda sonora de Masato Ohashi, en la que predomina un melancólico piano, contribuye a rodear a la película de un carácter casi minimalista, mientras el desenlace no dibuja un futuro esperanzador, sino un horizonte incierto en el que los personajes no llegan a alcanzar la grandeza, pero sí la soledad que anuncia el título. Cinekoya se encuentra en la ciudad costera de Fujisawa, y ocupa una antigua tienda de fotografía donde Shoko Takenaka decidió comenzar en 2009 un proyecto de minisala cuando los dos únicos cines de la ciudad cerraron sus puertas. Cinekoya es también una librería y una tienda donde se puede disfrutar de bebidas y pasteles que a veces se elaboran inspirándose en las películas que se proyectan, como el zumo de naranja que comparten los hermanos de En los 90 (Jonah Hill, 2018). La sala es un espacio pequeño que está ocupado por sillas antiguas y sofás en sustitución de las butacas tradicionales, donde se puede disfrutar de las películas tomando un aperitivo.
Abordando un drama sobre la mayoría de edad, esta historia protagonizada por dos jóvenes adolescentes ofrece una mirada a la vida como un proceso que se encuentra constantemente en construcción, y que depende de decisiones que a veces son difíciles de tomar. Es lo que le ocurre a Sakuko (Miku Euehara), quien se encuentra en esa compleja edad en la que el último curso del instituto la obliga a decidir en qué universidad quiere estudiar, y por tanto, hacia dónde pretende dirigir su futuro, algo que no tiene demasiado claro todavía. Si bien parece tener cierto talento para la pintura, Sakuko es una joven que suele dejar todo a medias, indecisa cuando tiene que dibujar el primer trazo sobre el lienzo (mostrado en un primer plano muy significativo), aquel que marcará el camino de su obra. Y esta indecisión se traslada a su vida, a sus relaciones, incluso a su propia sexualidad. Todo lo contrario que le ocurre a Saibara (Kogarashi Wakasugi), otra alumna talentosa que tiene una confianza absoluta en lo que hace, y que consigue ganar un premio de pintura cuando dibuja a Sakuko en el momento en que está chapoteando en el agua tras caerse accidentalmente. Que Saibara titule su obra "Sakuko ahogándose" no contribuye especialmente a la seguridad de aquella, mucho menos cuando el cuadro se exhibe en los pasillos del instituto. La relación de estas dos jóvenes establece el hilo argumental de la primera película de Nozomi Asao (1987, Japón), que debuta abordando temas complejos como la sexualidad y la mayoría de edad.
La película se sitúa en la línea de las historias de combustión lenta que tratan sobre las decisiones a las que se enfrentan los jóvenes en el momento en el que se encuentran en la encrucijada de su futuro. Rodada en 2019, la pandemia del coronavirus detuvo la producción y finalmente A muse never drowns (Nozomi Asao, 2021) se concluyó dos años después. La premisa sencilla, incluso similar a otras producciones japonesas sobre la mayoría de edad, incluye sin embargo algunos elementos destacados, como la representación de una sexualidad que define a las personas, según el director, "con un identidad no restringida por límites rígidos sino que fluye de forma variada". En este sentido, resulta limitado categorizar esta película desde un punto de vista LGTB, aunque exista una atracción especial de Saibara por Sakuko, a quien decide convertir en la musa de su próxima pintura. Por el contrario, los personajes están definidos por su propia volubilidad, por su constante proceso de transformación. La idea de que la vida está siempre construyéndose define parte del argumento pero sobre todo el concepto visual y sonoro de la película. En algunas ocasiones, la banda sonora utiliza sonidos extraídos de la imagen para deconstruirlos en una especie de mezcla minimalista, sobre todo cuando Sakuko empieza a construir la figura de un barco a partir de los fragmentos de objetos que ha ido deconstruyendo.
La naturaleza transformativa de la creación, a partir de piezas que antes formaban parte de otras formas, ofrece asimismo una interesante reflexión sobre el concepto de arte, lo que añade asimismo una lectura atractiva y poco habitual a esta historia. A muse never drowns utiliza su propia sencillez para aportar un ritmo pausado que al mismo tiempo contribuye a hacerla más reflexiva, dejando respirar al espectador para abordar los conceptos planteados. No es una película que consiga una consistencia notable, pero sí ofrece una rica exposición de ideas sobre la identidad, el arte, la adolescencia y la vida en general. La película está presentada por el Cine Motomachi, fundado en 2010 en la turística ciudad de Kobe, y situado en el distrito comercial de Motomachi. A través del trabajo de la directora de programación, esta mini-sala propone ciclos temáticos y se enfoca en el apoyo a nuevos cineastas japoneses, organizando encuentros y charlas con los espectadores.
An Artisan's legacy: Tsunekazu NishiokaYuji Yamazaki, 2012 | Documental | ★★★☆☆Programada por Cinema Fukaya (Fukaya, Saitama) |
Una de las selecciones más singulares de esta edición del JFF + Independent Cinema es esta película que se convirtió en el documental de mayor éxito estrenado en Japón en 2012, y que hasta 2015 no se distribuyó internacionalmente, para conmemorar el vigésimo aniversario del fallecimiento del maestro Tsunekazu Nishioka (1908-1995, Japón). Las entrevistas a uno de los más reconocidos maestros carpinteros budistas (miyadaiku) reflejan su filosofía sobre el trabajo y el contacto con la naturaleza, lo que finalmente se revela como el mejor acierto de un documental que tiene formato de reportaje de televisión. Cuando el director Yuji Yamazaki (1942, Japón) comenzó a grabar en 1990, Nishioka ya estaba enfermo de cáncer, y las sesiones solo podían durar una hora, porque se hacía visible su cansancio lo que, junto a su muerte solo unos años después, contribuye a que buena parte del metraje se extraiga de grabaciones realizadas para profesionales de la arquitectura. Pero la sencillez del documental permite centrarse en la filosofía del protagonista, recorre parte de su trayectoria vital y refleja una forma de trabajar que se basa en el respeto hacia la naturaleza y el conocimiento de la madera. La narración del veterano actor Renji Ishibashi, cuyo padre curiosamente también era carpintero, a veces tiene una escritura algo cursi, pero funciona para aportar información, como cuando hace referencia a la participación de Nishioka en la guerra y la vergüenza que supuso la rendición de Japón en 1945.
Tsunekazu Nishioka está considerado como uno de los más importantes maestros de la carpintería, con conocimientos en agricultura, lo que le permitió estudiar la tierra, y en arquitectura, con una filosofía de trabajo heredada sobre todo de su abuelo. An artisan's legacy: Tsunekazu Nishioka (Yuji Yamazaki, 2012) relata cómo el maestro se convirtió en miyadaiku a los 27 años, y fue encargado de supervisar la reparación y reconstrucción del templo (garan) de Hōryū-ji, que en 1993 fue incluido en el Patrimonio Mundial de la UNESCO. Su confianza en la madera le llevó a mantener varias disputas con los arquitectos, que pretendían colocar refuerzos de acero, pero para Nishioka, mezclar una aleación inamovible con la naturaleza viva de la madera, que se modifica con el paso de los años, era inconcebible. El maestro carpintero se basa en la edad milenaria de los árboles, especialmente los cipreses, para considerar que con ellos se pueden realizar construcciones que también duran mil años. Cuando le contactaron para ser el principal encargado de la reconstrucción del salón principal (Kondō) y de la Pagoda del Oeste (Saitō), así como del complejo (garan) del templo de Yakushi-ji, éste se convirtió en su trabajo más ambicioso, desarrollado durante 20 años.
Alrededor del concepto de trabajo de Nishioka hay toda una filosofía que se apoya en el respeto a los árboles. La despoblación forestal de Japón obligó al maestro a buscar cipreses milenarios en otros países, sobre todo Taiwán. La descripción del proceso de búsqueda de los árboles más adecuados, incluso analizando la calidad de la tierra y la dirección del viento, resulta fascinante. Desde las enseñanzas de su abuelo, se establece que los árboles deben ser utilizados en la construcción teniendo en cuenta la orientación en la que crecieron, debido a la erosión del viento, los del Sur para la zona sur del edificio, y los del Norte para la zona norte. La edad que se mide por el diámetro del ciprés también indica si su madera debe ser utilizada para las columnas o para las vigas, desgranando una serie de enseñanzas que son apasionantes, incluso cuando se menciona que Nishioka fabricaba sus propias herramientas en función de las características de la madera. Sus enseñanzas a los jóvenes carpinteros que se muestran en el documental reflejan casi una filosofía zen, como un antiguo entrenador de artes marciales: "Antes de comenzar a tallar, debes aguantar la respiración", le dice a uno de sus alumnos. Es hermoso ver esta forma artesanal de trabajar, y la manera en que establece una conexión profunda con la naturaleza, aunque también se hace referencia a que, cuando el presupuesto no lo permite, se utilizan herramientas eléctricas. Dentro de su formato convencional An artisan's legacy: Tsunekazu Nishioka (2012) aporta una mirada interesante a un legado ancestral, el que ha dejado uno de los últimos grandes maestros. La película está presentada por Cinema Fukaya, inaugurado en 2002, ocupando desde 2008 el espacio de una antigua cervecería de sake, después de tener que trasladarse de su antiguo emplazamiento. Los terrenos de la antigua fábrica comenzaron a ocuparse con tiendas de segunda mano y cafeterías, creando un espacio cultural y artesanal alrededor de esta sala de 60 butacas. Directores ya fallecidos como Nobuhiko Ôbayashi, ganador del premio FIPRESCI en Berlín por Sada (1998), Kiyoshi Sasabe o Isao Takahata, nominado al Oscar por El cuento de la princesa Kaguya (2013), han sido miembros de honor de este minicine.
TenzoKatsuya Tomita, 2019 | Documental | ★★★☆☆Programada por Jig Theater (Distrito de Tōhaku, Tottori) |
También en un tono documental, aunque en este caso caminando por un terreno híbrido que lo acerca a la ficción, la última película de Katsuya Tomita (1972, Japón) reflexiona sobre un país que sus protagonistas sienten que se ha deteriorado en los últimos años, especialmente tras las consecuencias del Gran terremoto y tsunami de 2011 que provocó el accidente de Fukushima. El director autofinancia sus películas trabajando como camionero y forma parte de Kuzoku, un grupo de producción cinematográfica que comparte con el también realizador Toranosuke Aizawa (1974, Japón), que ha participado en el guión. El proyecto nació como un cortometraje promocional para un templo budista que a lo largo de su desarrollo acabó convirtiéndose en un largometraje de una hora de duración estrenado en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes. Tenzo (Katsuya Tomita, 2019) tiene como protagonistas a dos monjes budistas que pertenecen al Sōtō Zen, la más grande de las tres sectas budistas tradicionales en Japón, que sigue las enseñanzas de Dōgen Zenji, el monje que importó sus preceptos desde China en el siglo XIII. Su mentora, Aoyama Rōshi, la primera monja que ha alcanzado el grado de Gran Maestra (daikyoshi), establece que cada uno de nuestros actos es importante, desde lavarse la cara hasta comer, y que cada segundo de una vida cuenta. La comunidad se divide en varios puestos de prestigio entre los que "tenzo" se refiere al cargo responsable de la comida de los monjes.
Chiken (Chiken Kawaguchi) ingresó como aspirante a monje budista hace unos años sin demasiado convencimiento, lo que fue relatado por el director en el documental Above the clouds (Katsuya Tomita, 2003), pero veinte años después es un monje convencido de las enseñanzas del Sōtō Zen que ha decidido ofrecer su aportación a la comunidad como reconocimiento a la necesidad de promover una espiritualidad que siente que se está perdiendo. En el equilibrio entre ficción y documental que mantiene la película a veces con dificultad, Chiken se interpreta a sí mismo en escenas preparadas que reflejan su propia filosofía de vida. Su contribución a la comunidad se centra en organizar talleres de cocina en los que trata de fomentar el estilo budista de alimentación principalmente vegetariana que, según él, provocó que se curara de las alergias que tenía durante su estancia en el templo. Como padre, ahora se enfrenta a las alergias que sufre su hijo pequeño, que está convencido que en parte son provocadas por el deterioro medioambiental de Japón. Pero sus obligaciones ceremoniales a veces le impiden ejercer como la figura paterna que necesita su hijo, impidiéndole incluso visitarl en el hospital. Hay muchos lamentos en Chiken, pero también cierta pasividad a la hora de enfrentarse a sus problemas familiares. En paralelo, trabaja en la Línea de Crisis, atendiendo llamadas de personas que pasan por dificultades: "Cada año se suicidan 30.000 personas en Japón", afirma Chiken a la cámara.
El otro protagonista es Ryûgyô (Shinko Kondo), el hijo de un sacerdote budista cuyo templo fue destruido por el tsunami de 2011, y que ahora vive en un apartamento provisional y trata de subsistir realizando trabajos de remoción de escombros. Aunque sin templo ya no es oficialmente monje, trata de ofrecer su apoyo a otras víctimas del terremoto en Fukushima que se encuentran en una situación económica precaria, mientras reúne fondos para construir un nuevo templo. Hay interesantes planteamientos en Tenzo, que hablan sobre la transformación de Japón y las consecuencias de un desastre que persiste en la memoria, pero también en las condiciones de vida de los que perdieron todo. Pero no siempre funciona con la fluidez necesaria en la elaboración de escenas de ficción, basadas en las experiencias reales de sus protagonistas, pareciendo en muchos momentos forzadas y poco creíbles. Entre el documental de cabezas parlantes y el híbrido de resultados irregulares, la película construye con acierto el sentido de comunidad y de apoyo en un país que aparece como espiritualmente perdido y físicamente destruido. De ahí que las consecuencias externas del terremoto y el desastre nuclear de 2011 acaben teniendo ramificaciones internas, que la destrucción de la que todavía quedan huellas en forma de ruinas se conviertan en cicatrices de un espíritu dañado. La película ha sido seleccionada por Jig Theatre, inaugurado en el distrito de Tōhaku en 2021 por el artista Yuko Miyake y la diseñadora gráfica Shuhei Shibata. Esta mini-sala se encuentra en una antigua escuela que ahora está ocupada por distintos establecimientos: la primera planta cuenta con una librería-cafetería, la segunda planta está ocupada por una tienda de objetos variados y en la tercera se encuentra Jig Theatre, que ha sustituido las butacas tradicionales por sofás colocados en paneles de madera en los que el espectador puede incluso tenderse mientras asiste a las proyecciones. Este año han contado con la presencia del director Shô Miyake, del que comentamos anteriormente And your bird can sing (2018), para concluir una retrospectiva de su filmografía.
JFF+ Independent Cinema se puede ver online gratuitamente hasta el 31 de octubre.
______________________________________
Películas mencionadas: Sketches of Kautan City se puede ver en Filmbox+.
En los 90 se puede ver en MUBI.
El cuento de la princesa Kaguya se puede ver en Netflix.
No hay comentarios:
Publicar un comentario