Hace unos meses hacíamos referencia al colapso de los servicios de streaming, que se visibilizó en la pérdida de suscriptores de Netflix, lo que provocó una de las mayores crisis que ha vivido la plataforma, y que sigue suscitando noticias contradictorias: en las últimas semanas Netflix ha sacado pecho por el éxito de la película de animación El monstruo marino (Chris Williams, 2022), que aún permanece entre las diez películas más vistas, al mismo tiempo que sacrificaba su departamento de animación. La época festiva parece haber pasado, y los movimientos estratégicos que vienen realizando en las últimas semanas las principales empresas audiovisuales preparan un futuro que se parecerá poco a lo que estamos viviendo actualmente. Esta necesidad de reducir gastos porque los servicios de streaming no son tan lucrativos como parecían parece haberse convertido en el auténtico problema de los CEO de estas compañías, y aunque podría pensarse que las fusiones serán la mejor salida, la realidad no parece dejarlo demasiado claro. Mientras Netflix contrata los servicios de Microsoft para gestionar su próximo plan de suscripción con publicidad, la unión entre Discovery y HBO Max está provocando decisiones controvertidas. A la desaparición de casi toda la producción de contenido original en Europa, se ha unido estos días la condena de Batgirl (Adil El Arbi, Bilal Falah, 2022) y Scoob!: Holiday haunt (Bill Haller, Michael Kurinsky, 2022) al ostracismo, renunciando a su estreno tanto en salas de cine como en la propia plataforma HBO Max (de la segunda película se estaba grabando la banda sonora en el momento de su cancelación). La razón, según los analistas, se debe principalmente a los impuestos que conseguirá ahorrarse (Variety, 2/8/2022), la misma razón que le ha llevado a deshacerse de varias películas de bajo rendimiento por las que se pagan más derechos que los que generan, incluida toda la saga de Harry Potter, que en Estados Unidos ha ido alternándose entre HBO Max (Warner) y Peacock (NBCUniversal). Pero también es una primera consecuencia del cambio de estrategia de los nuevos responsables de Warner Bros. Discovery que desandan el camino que apostaba por HBO Max, para centrarse ahora en los grandes estrenos/eventos en salas de cine, lo cual resulta significativo en cuanto a los resultados económicos que pueda estar arrojando la plataforma de streaming.
Al mismo tiempo, el lanzamiento de la nueva fusión HBO Max Discovery queda pendiente para 2023 en Estados Unidos y a partir de 2024 en Europa, provocado por la tecnología obsoleta de la plataforma de HBO Max, que tantos problemas ha dado desde que apareció la marca, y a la pérdida de mercados tan sustanciales como el asiático, cuyo consumo crece y se diversifica rápidamente, según un estudio de McKinsey Global Company (McKinsey & Company, 7/9/2021) y el indio, este último fundamental para Walt Disney, que con la plataforma local Disney+ Hotstar ha conseguido renovar por cinco años la compra de derechos de televisión de la Indian Premier League de Cricket, que este año ha alcanzado un precio récord de tres mil millones de dólares, pero no los derechos de transmisión digitales, que por el mismo precio ha comprado Viacom18, una empresa de Paramount (New York Times, 14/6/2022), que tiene previsto lanzar en la India su plataforma Paramount+ en 2023. Solo en la India, Disney+ Hotstar supera los 50 millones de suscriptores, con un aumento de 8 millones en el primer trimestre de 2022 (The Hindu Business Line, 12/5/2022).
Este tipo de cancelaciones no son un movimiento nuevo, porque la adquisición de Fox por parte de Walt Disney Company en 2019 ya provocó algunas decisiones parecidas, incluida la intención de deshacerse de la película Jojo Rabbit (Taika Waititi, 2019), preocupados por el daño que podría hacer a la imagen de Disney la sátira protagonizada por Adolf Hitler, aunque finalmente obtuvo excelentes críticas y ganó un Oscar, o el destierro momentáneo de Los nuevos mutantes (Josh Boone, 2020). También la serie Swamp thing (CW, 2019) fue cancelada una semana después de su estreno porque no se estaban obteniendo las exenciones fiscales que se esperaban. La realidad que se desprende de todos estos movimientos es que los números no cuadran, y ni siquiera se espera que la tan anunciada transición de plataformas como Netflix a las suscripciones con publicidad supongan grandes beneficios. En la plataforma de streaming musical Spotify, por ejemplo, el 90% de sus ingresos proviene de los usuarios premium que pagan una cuota mensual, mientras que solo el 10% viene de la publicidad que se incluye para los usuarios gratuitos, a pesar de que los ingresos por anuncios se han duplicado en el último año (Viapodcast, 18/3/2022). Pero, a tenor del reciente anuncio de Disney+ sobre su estrategia para finales del próximo año en Estados Unidos, que se extenderá al resto del mundo a partir de 2024, parece que la introducción de los planes con publicidad provocarán un aumento significativo del precio. Es decir, la tarifa mensual que estamos pagando ahora, 7,99€, será la que sufra la entrada de contenido publicitario, mientras que si se prefiere sin publicidad, el precio de la suscripción aumentará casi un 40%. Sin duda, los servicios de streaming tienden cada vez más a ser menos creativos y buscar la rentabilidad, lo que puede perjudicar a la calidad de sus producciones originales. Este mes comenzamos nuestro repaso a las series más destacadas con una de esas propuestas que cada vez tendrán menos cabida en estas estrategias y la tendencia parece clara hacia el sacrificio de aquellas series y películas que no alcancen los requisitos mínimos de rendimiento económico. La fiesta del streaming se ha acabado, ahora hay que tirar la basura.
Los siguientes comentarios se basan exclusivamente en el visionado de las temporadas completas de las series mencionadas y pueden contener información relevante sobre sus argumentos.
HBO Max, 6 de junio-25 de julio
Creada por Olivier Assayas
Dirigida por Olivier Assayas
Hace veintiséis años, Irma Vep (Olivier Assayas, 1996) se convirtió en una de las películas metanarrativas más lúdicas, una reflexión sobre el cine que convertía el remake de una popular serie muda, Les vampires (Louis Feuillade, 1915) en una mirada irónica a los entresijos de un rodaje con un director desquiciado y una estrella de cine inmersa en un sistema de producción completamente diferente al que está acostumbrada, y convertida ella misma en una especie de fantasma que acaba deambulando por los tejados de París. La actriz Maggie Cheung, por entonces esposa de Olivier Assayas, se interpretaba a sí misma, redondeando el juego entre el arte y la vida, lo abstracto y lo concreto. De hecho, su personaje, que en la película tenía su nombre, reaparece en esta nueva versión pero con otro nombre, Jade Lee (Vivian Wu), como un fantasma del pasado. Porque Irma Vep (HBO Max, 2022) siempre ha sido una historia de fantasmas, de un personaje que trasciende su condición de ficción para hacerse realidad de un modo ficticio, si se puede definir así, que es capaz de atravesar paredes para colarse en las habitaciones y permanecer como un espectro. Como una especie de círculo que se cierra, esta secuela retoma al director René Vidal (Vincent Macaigne), que en la película interpretaba uno de los actores fetiche de la Nouvelle Vague, Jean-Pierre Léaud, que debutó a los catorce años como protagonista de Los 400 golpes (François Truffaut, 1959), un personaje que retomaría en tres películas más del director. Pero, acorde con los tiempos actuales, la serie original Les vampires tiene ahora un remake en formato de serie de ocho episodios, cuyo rodaje se convierte en el centro principal de la historia que se cuenta en esta secuela.
Olivier Assayas (1955, Francia) se permite de nuevo elaborar una reflexión sobre el cine, y en este caso también sobre la prestige tv a la que pertenece esta misma serie. René Vidal se niega a considerar su remake como una producción serial, y la define como un largometraje de ocho horas, mientras se incorpora la actriz norteamericana de origen sueco Mira Harberg (Alicia Vikander), una estrella de películas comerciales de superhéroes, Doomsday, en la que su personaje le corta los testículos al héroe protagonista (posteriormente sabremos que el héroe volverá a protagonizar una nueva película convertido en el primer superhéroe transexual de la historia). Esta constante referencia al cine transformado en una industria en la que los actores ganan más dinero anunciando marcas comerciales que protagonizando películas se desliza a lo largo de toda la serie, y especialmente con la aparición de la actriz Kristen Stewart en el episodio The terrible wedding (T1E8), paradigma de las estrellas que compaginan el lado publicitario con su trabajo en el cine, y quien ya trabajó con el director en Personal shopper (Olivier Assayas, 2016) y Viaje a Sils Maria (Olivier Assayas, 2014). Irma Vep es una serie que se va construyendo a través de diversas capas que tienen sus propias conclusiones, reivindicando el cine como un arte frente al espectáculo, pero también mirando con ironía la percepción interiorizada del artista que se devora a sí mismo, representado en la figura del director René Vidal, una especie de alter ego del propio Olivier Assayas, que Vincent Macaigne, quien también ha tenido experiencia como director en la película Pour le réconfort (2017), interpreta con profundidad, tan psicótico como vulnerable. De hecho, muchas de sus sesiones con una terapeuta revelan experiencias reales del realizador, especialmente cuando en el episodio Dead man's escape (T1E3) René Vidal hace referencia a su relación con Jade Lee, reflejando la frustración del matrimonio real de Olivier Assayas con Maggie Cheung.
Alicia Vikander resulta demasiado inexpresiva en su interpretación, con un personaje que parece estar siempre ausente del caos del rodaje, menos sensual e incorpórea de lo que pide su personaje de ficción, Irma Vep (anagrama cuyas letras en diferente orden forman la palabra "vampire"), una heroína representada como femme fatale en su época a la que dio vida Musidora, una de las grandes estrellas del cine francés convertida en musa del surrealismo gracias a la serie original. El director introduce algunos fragmentos de la biografía de la actriz, que vivió durante un tiempo en España, adonde se trasladó por amor al rejoneador Antonio Cañero, y donde dirigió y protagonizó cuatro películas, lo que permite también incluir el rodaje de la serie Les vampires, en un ejercicio de ficción dentro de la ficción. La serie Irma Vep se disfruta especialmente no como una narración tradicional, sino como una lectura en forma de sátira sobre la representación artística. Como en el episodio Hypnotic eyes (T1E4), en el que el rodaje de una escena en la que Irma Vep es hipnotizada y seducida por Gottfried (un divertido Lars Eidinger) provoca protestas dentro del equipo porque el director René Vidal está mostrando una agresión sexual con demasiada sensualidad. "Yo solo estoy recreando la escena tal como está en la serie original", se justifica Vidal. "Pero estamos en 2022", le responden.
Irma Vep es una de las series más seductoras, entretenidas y reflexivas que se han estrenado este año, aunque también está dirigida a un nicho de espectadores concreto y posiblemente sea una de las menos vistas en HBO Max esta temporada. Devuelve a Olivier Assayas al universo de las series, tras la interesante miniserie Carlos (Filmin, 2010), pero conectando con esa singular relación con el cine y el posicionamiento de la llamada prestige tv que al menos puede permitirse el lujo de elaborar juegos cinematográficos tan poco exitosos pero igualmente fascinantes como éste. El director sabe bien de lo que habla, con experiencias frustrantes como la cancelación de su primera película norteamericana, Idol's eye (2023), que iban a protagonizar Robert DeNiro, Robert Pattinson y Rachel Weisz en 2015, y que parece que ha retomado con Sylvester Stallone sustituyendo a DeNiro.
BBC iPlayer, 19 de abril - pendiente de estreno en España
Creada por Bathsheba Doran
Dirigida por John Crowley
Cuando la escritora Kate Atkinson (1951, Gran Bretaña) publicó su novela Una y otra vez (2013, Ed. Lumen) consiguió el reconocimiento de la crítica gracias a la singular forma de contar la historia de la familia Todd, sobre la que volvería en una segunda novela, A God in ruins (2016), que también se convirtió en un éxito de ventas en su país, aunque no se ha editado en España. La singularidad de la narración es que está contada a partir de las numerosas muertes y las consecuentes vidas que sufre la protagonista Ursula Todd a lo largo de su existencia. Ursula nace una noche de 1910, la misma noche en la que muere por primera vez estrangulada por el cordón umbilical. Pero su muerte da paso a una nueva vida, una nueva oportunidad de seguir adelante, que progresivamente se va encontrando con más muertes en su niñez, su adolescencia y su madurez. Temáticamente, se podría encontrar cierto paralelismo con la serie Muñeca rusa (Netflix, 2019-), esa especie de Día de la Marmota que acaba siempre con la muerte de la protagonista. Pero el hecho de situar la historia de Ursula en un período de entreguerras, viviendo la I Guerra Mundial y terminando en la II Guerra Mundial (aunque en la novela continúa su historia hasta los años sesenta), le envuelve de un contexto mucho más rico, un reflejo de las miles de muertes que provocaron las dos guerras, pero también de la pérdida de una sociedad moderna que avanzaba irremisiblemente hacia su propia destrucción. Pero la historia de Ursula Todd, interpretada en su adolescencia por Isla Johnston con singular equilibrio emocional, reflexiona también sobre las segundas oportunidades y las decisiones que tienen una trascendencia decisiva en nuestras vidas. Ursula, efectivamente, tiene la posibilidad de repetir su vida muchas veces, cambiando de forma intuitiva (porque ella no es consciente de sus renacimientos) las decisiones que la llevan continuamente hacia un destino trágico, pero al mismo tiempo a veces parece que resulta inútil la oportunidad de volver a vivir para acabar teniendo una vida igualmente desgraciada, marcada por embarazos no deseados, maltrato, hambre y desdicha, por la experiencia de dos guerras mundiales y la epidemia de gripe de 1918 que devastaron Europa.
En su momento se acusó a la escritora Kate Atkinson de exprimir el melodrama en su novela, y ciertamente hay que decir que Ursula tiene una existencia infortunada, especialmente a partir del momento en que la espléndida actriz Thomasin McKenzie, una de las mejores actrices jóvenes del panorama internacional, toma el testigo de la representación del personaje, y lo hace cargándola de emoción y madurez, haciendo de su personaje un ejemplo de resiliencia. En el Episodio 1, durante una conversación entre Ursula y su hermano Teddy (Sean Delaney), quien será el protagonista de la segunda novela, éste le pregunta: "¿Qué pasaría si pudiéramos volver y vivirlo todo de nuevo, una y otra vez?", planteando una cuestión filosófica que también explora la serie. La idea del Amor fati, que se relaciona con la teoría de Friedrich Nietzsche del "eterno retorno" según la cual durante un periodo infinito de tiempo todo se repite infinitamente, y que está descrita por el psiquiatra de Ursula, el Dr. Kellet (John Hodgkinson) en el Episodio 4. Pero, a pesar de esta incursión en los planteamientos filosóficos, que en cierta manera están transformados porque en realidad Ursula nunca vive la misma vida, sino que hay pequeños cambios que sin embargo son decisivos (no querer bañarse en el río, no recoger un guante caído en el suelo...), la serie no se siente en ningún momento demasiado obtusa intelectualmente.
Uno de los aciertos de la adaptación efectuada por la británica Bathsheba Duran, afincada durante años en Nueva York, desde donde ha formado parte de las mesas de guionistas de series como Boardwalk Empire (HBO, 2010-2014) o The looming Tower (Prime Video, 2018), es el trabajo de dirección de John Crowley, responsable de las películas Brooklyn (2015) y El jilguero (2019). El director aporta una especial sensibilidad para que, a lo largo de los cuatro episodios, las vidas y muertes de Ursula Todd tengan un desarrollo fluido, especialmente la introducción de este concepto de estructura narrativa que al principio puede parecer demasiado chocante, casi cómico, pero que ya en el Episodio 2 tenemos asumido como una forma de narración perfectamente coherente. Pero al final Life after life no deja de ser un drama sobre una joven que vive períodos radicalmente violentos en Europa, una historia de resistencia frente a la tragedia vital a la que parece destinada. Y aunque algunos elementos de política ficción que se incluyen en la novela, sobre todo en torno a la participación de la protagonista en el devenir de la historia personal de Adolf Hitler, parecen en la serie algo forzadas, es en el desarrollo del personaje principal donde Life after life se encuentra cómoda en una reconstrucción histórica que se mezcla con una propuesta de ciencia-ficción con singular consistencia. Y también encuentra en la espléndida banda sonora de Volker Bertelmann una forma sutil de desplazarse entre la emoción y la expresividad de un relato que conecta el destino con la reencarnación.
FX, 16 de junio-21 de julio
Creada por Robert Levine, Jonathan E. Steinberg
Dirigida por Jon Watts, Greg Yaitanes, Zetna Fuentes, Jet Wilkinson
Este thriller protagonizado por Jeff Bridges y John Lithgow tiene dos de los mejores episodios iniciales que hemos visto en los últimos meses, pero también uno de los finales más decepcionantes. De forma que la impresión excelente que transmite al principio se va difuminando progresivamente, lo cual no quiere decir que deje de mantener su superioridad sobre otras recientes producciones, pero sí que las expectativas que despierta acaban siendo demasiado altas. Sin títulos en sus diferentes episodios, I y II son auténticas piezas de culto, con una presentación espléndida de los personajes, especialmente de Dan Chase (Jeff Bridges), ese antiguo oficial de la CIA que huyó por razones que posteriormente se explicarán y que se ha convertido en fugitivo el resto de su vida, incluso en una vejez que comparte con dos rottweiler que son de lo mejor de la serie (cuando dejan de aparecer, curiosamente, es cuando la historia pierde interés). Su oponente es Harold Harper (John Lithgow) amigo y enemigo al mismo tiempo, que hará todo lo posible para mantener el secreto que solo Dan Chase puede revelar, incluso enviar asesinos a sueldo para matarle. Lo más interesante de The old man (FX, 2022-) es que una propuesta que camina a contracorriente respecto a la habitual obsesión por lo visual frente a la narración en las producciones actuales. Basada en la novela The old man (2017) escrita por Thomas Perry, los primeros episodios construyen los personajes a través de los diálogos, muchas veces en secuencias tan aparentemente insulsas como una conversación telefónica en la que solo vemos a Jeff Bridges conduciendo un coche, pero que contienen un logrado ritmo interno y transmiten mucha información.
Cuando esa aparentemente pacífica vida del anciano ex-agente de la CIA se ve perturbada por una visita inesperada, y los flashbacks puntuales aportan los primeros datos de la relación entre los dos adversarios, el director Jon Watts, responsable de estos dos primeros episodios, nos ofrece un plano secuencia de acción que es intensa y ultraviolenta, sorprendentemente interpretada por el propio Jeff Bridges. Hay que tener en cuenta que el rodaje de la serie fue interrumpido por el confinamiento debido a la pandemia del coronavirus, y justo unos meses después al actor le diagnosticaron un linfoma que le obligó a recibir sesiones de quimioterapia, pero cuando éstas terminaron, contrajo la Covid-19, lo que le llevó de nuevo al borde de la muerte. Fueron seis meses de hospitales antes de que en septiembre de 2020 pudiera regresar al rodaje, y algunas de las secuelas de esta dura convalecencia, sobre todo para una persona de 73 años, se notan en los episodios finales de la serie, sobre todo en los largos diálogos entre Dan Chase y Harold Harper. En este sentido, The old man es una serie exigente porque necesita que los actores establezcan el ritmo narrativo a través de las palabras, no tanto desde las acciones.
Poco a poco, la trama se va desenredando a través de los flashbacks, y en este sentido hay que alabar el trabajo del actor Bill Heck, que interpreta a Don Chase de joven y que consigue matices muy precisos de expresiones características de Jeff Bridges, al margen de compartir un cierto parecido físico. El otro eje principal de la historia es la agente Angela Adams (Alia Shawkat), que juega un papel fundamental y que puede ser un motor principal de la segunda temporada ya confirmada por la productora FX. El problema de la serie es que el trabajo de Jon Watts, director de las tres películas de Spider-man en la etapa protagonizada por Tom Holland, con Spider-man: No way home (2021) como última entrega, brilla a tanta altura que resulta difícil para los otros realizadores estar al mismo nivel, teniendo que lidiar asimismo con un desarrollo irregular que abandona personajes como Zoe (Amy Brenneman), que acaba siendo meramente instrumental, y que desemboca en una resolución poco satisfactoria, más pendiente de una continuación que de un cierre, lo que acaba resultando decepcionante. Pero al mismo tiempo abre un camino que podría dejar a los dos protagonistas en un plano más secundario para reformular el protagonismo de la historia, teniendo en cuenta además que la segunda temporada ya no seguirá la historia contada en la novela de Thomas Perry.
FX, 23 de junio
Creada por Christopher Storer
Dirigida por Christopher Storer, Joanna Calo
Disney+ continúa con su absurda política de retener algunos de los estrenos más destacados de las productoras que no se dedican a superhéroes o dibujos animados, especialmente FX, que ha conseguido desde hace algunos años sustituir a HBO como canal de calidad garantizada, con algunos tropiezos como Y: El último hombre (Disney+, 2021). Pero se podría decir que lo que en España se conoce como Star se alimenta principalmente de las siempre interesantes producciones de FX, y eso que, al tratarse de una subsidiaria que proviene de la adquisición de Fox por parte de Disney, algunas de sus series todavía tienen acuerdos con otras plataformas, como Lo que hacemos en las sombras (HBO Max, 2019-), American Crime Story (Netflix, 2016-), Mayans MC (HBO Max, 2018-) o Bendita paciencia (HBO Max, 2020-). Disney+ ha decidido dejar su programación casi desierta de estrenos de agosto, incluso retrasando hasta el 21 de septiembre el estreno de Andor (Disney+, 2022), que estaba previsto para finales de este mes, mientras se quedan esperando hasta el otoño las nuevas temporadas de Reservation dogs (Disney+, 2021-) y American horror stories (Disney+, 2021-), o series como The old man (FX,, 2022-) y The Bear (FX, 2022-). Esta última se ha convertido en la gran sorpresa del año, con una valoración del 100% en Rotten Tomatoes, lo cual tiene su lógica, teniendo en cuenta la importancia que tienen los tomates en la serie. Además, gracias a ella hemos descubierto, si es que a alguien realmente le interesa, que todos los críticos de televisión norteamericanos han trabajado en la cocina de restaurantes en su juventud, alabando la forma en que la serie representa el estrés y la dinámica de trabajo.
Pero esto ya lo hemos visto en otras películas, y si The Bear consigue ser una serie casi perfecta en su ejecución es principalmente por la forma en que utiliza el mundo de la cocina, con sus jerarquías, sus tensiones, también con cierta toxicidad en las relaciones humanas, para construir personajes que transmiten a través de su espacio de trabajo sus propias problemáticas personales. Cuando Carmen 'Carmy' Berzatto (Jeremy Allen White) regresa a la sandwichería que regentaba su hermano Michael (Jon Bernthal) no es solo para arreglar el dudoso legado que le dejó, sino sobre todo para resolver su propia relación personal con alguien que sin embargo ya no está para compartirlo. Ese suicidio incomprensible que funciona como catalizador, y del que iremos descubriendo pequeños matices que componen de forma magistral a un personaje que está ausente (uno de los mayores logros del guión), es lo que mueve al protagonista, pero también lo que le sofoca y le presiona. The Bear es una serie que funciona muy bien en la creación de una atmósfera que al mismo tiempo es opresiva pero también resulta atractiva, gracias sobre todo a sus personajes. La dinámica de poder entre Carmy y Sydney (Ayo Edebiri) funciona perfectamente entre los objetivos deseados y el camino para conseguirlos. Una cosa es ser buen profesional y otra muy diferente es estar preparado para ser bueno, y ese tira y afloja constante es uno de los motores de la historia. Al mismo tiempo que los personajes secundarios construyen su propias dinámicas personales, como la maravillosa Tina (Lisa Colón-Zayas), el imprevisible Richie (Ebon Moss-Bachrach) o el entrañable Marcus (Lionel Boyce) cuya obsesión por conseguir el donut perfecto es también una metáfora de sus propias carencias personales.
The Bear, en su formato de serie de 30 minutos por episodio, está calificada como una comedia, aunque no lo es realmente, si bien funciona perfectamente cuando quiere ser cómica, por ejemplo en la fiesta de cumpleaños del episodio Dogs (T1E4), con un espléndido Oliver Platt. Quizás también por los antecedentes de su creador, Christopher Storer, uno de los directores de la serie Ramy (Starzplay, 2019-) y productor de la interesante película Eighth Grade (Bo Burnham, 2018), y por la presencia de la comediante Ayo Edebiri, co-guionista y actriz en la serie Dickinson (Apple tv+, 2019-2021), y del chef canadiense Matty Matheson, uno de los cocineros más locos de la televisión, que ha sido el encargado de supervisar la verosimilitud de las escenas en la cocina, e interpreta un papel secundario como Neil, el manitas del restaurante. Pero la capacidad de la serie para transmitir cierta comicidad mientras los personajes están viviendo situaciones que son dramáticas es uno de sus puntos fuertes. Como en el muy alabado episodio Review (T1E7), veinte minutos rodados en un plano secuencia en tiempo real que nos recuerda a la película Hierve (Philip Barantini, 2021), un crescendo de tensión constante también rodado en un plano-secuencia de hora y media. Este episodio funciona asimismo como una olla a presión, como un momento de estrés constante que acaba, por supuesto, estallando de la peor manera posible. Pero no es solo un logro técnico a cargo de Christopher Storer como director, sino que es un episodio imprescindible en el desarrollo de la historia, y con un necesario ritmo continuado para abordar el destino de los personajes.
También hay que decir que The Bear juega a veces de forma demasiado consciente la carta de la producción "indie", especialmente a través de una banda sonora que acaba siendo demasiado obvia con artistas tan típicos como Wilco, R.E.M., Van Morrison, Pearl Jam o Radiohead. Solo hay que esperar cuánto tiempo pasa hasta que una serie que se desarrolla en Chicago incluya la canción "Chicago" de Sufjan Stevens, que en este caso abre el mencionado Episodio 7. Pero también es una de esas series que deja imágenes imborrables, como esa pesadilla metafórica en la que Carmy intenta domar a un oso en el episodio System (T1E1) o el monólogo de 7 minutos que protagoniza en el episodio Braciole (T1E7), el único que utiliza como título una receta, y que expresa buena parte de su relación con la familia y con la cocina, ambos unidos para bien y para mal, como cuando se sintió rechazado por su propio hermano e inició una carrera por su cuenta: "Separé hierbas, abrí ostras, me corté muchas veces, tenía rastros de cebolla, ajo y pimiento en mis manos y en mis ojos, y mi piel estaba aceitosa y seca al mismo tiempo. Tuve callos en los dedos debido a los cuchillos, mi estómago estaba jodido. Y veía a los cocineros nuevos como competidores, estaba dispuesto a joderlos". Y aunque la serie se cierra de una forma que podría parecer algo absurda, quizás un poco forzada, es una conclusión lógica para unos personajes que han estado luchando (a veces contra sí mismos) todo el tiempo, y que abre interesantes posibilidades de cada a una, ya confirmada, segunda temporada.
Apple tv+, 8 de julio-5 de agosto
Creada por Dennis Lehane
Dirigida por Michaël R. Roskam, Jim McKay, Joe Chappelle
Hay muchas series basadas en asesinos en serie y numerosos dramas carcelarios, y en cierta manera se podría considerar éste como uno más de esos true crime que están basados en un libro escrito por uno de los protagonistas, en este caso la novela de James Keene Encerrado con el diablo (La historia real de un héroe caído, un asesino en serie y una peligrosa oferta para la redención) (2010, Ed. Roca Editorial de Libros), que contaba su propia experiencia como informante del FBI cuando accedió a ser encerrado en una prisión psiquiátrica para tratar de extraer una confesión de un asesino en serie que estaba a punto de ganar una apelación. El título español recoge el título del libro, mientras que en la versión original Black bird (Apple tv+, 2022) es una representación simbólica de los córvidos que señalan el lugar donde hay un cadáver. Porque una de las principales misiones del protagonista es averiguar dónde enterró el asesino los cuerpos de sus víctimas, todas ellas mujeres jóvenes, en un espacio geográfico que abarcaba dos Estados: Illinois e Indiana. Es el mapa de las fosas que nunca se han encontrado y por tanto nunca se han podido cuantificar (el asesino real confesó 15 asesinatos, pero finalmente se retractó), un mapa que no está claro si existió realmente y con el que se abren las primeras páginas del libro, indicando los lugares relevantes de esta historia.
Dennis Lehane es un novelista destacado, responsable de los libros en los que se han basado películas como Mystic River (Clint Eastwood, 2003), Adiós pequeña, adiós (Ben Affleck, 2007) y Shutter Island (Martin Scorsese, 2010), y ha trabajado como guionista en series como The wire (HBO Max, 2002-2008) o Mr. Mercedes (Movistar+, 2017-2019), pero este es el primer trabajo del que se responsabiliza como showrunner. Y aunque ha confesado su aversión por las historias basadas en asesinos en serie y las que se desarrollan dentro de una prisión, ha conseguido reconvertir esta biografía en un drama que se sostiene básicamente en la relación entre los dos protagonistas: el asesino Larry Hall (Paul Walter Hauser) y el informante Jimmy Keene (Taron Egerton). Y este planteamiento basado en unos diálogos construidos con precisión y firmeza, es un estilo de desarrollo narrativo que, como comentábamos con The old man (FX, 2022-) va a contracorriente, porque se detiene en los detalles, se concentra en las expresiones y la información que se va anticipando a través de las palabras. Pero lo que hace a Encerrado con el diablo una serie peculiar y sorprendente es la forma en la que va construyendo una reflexión sobre la masculinidad y el comportamiento misógino. Las víctimas no están presentes físicamente, solo en algunos flashbacks, pero sí lo están de forma constante en las conversaciones entre Larry y Jimmy, expresando la contundencia de una toxicidad que supedita la masculinidad a la interacción con el universo femenino, lo que al comienzo de la serie comparten los dos personajes pero que en el caso de Jimmy acabará provocando una transformación, aunque el epílogo es acertadamente ambiguo al respecto.
En este sentido, la serie consigue un giro espléndido cuando hace que el episodio The place I lie (T1E5), emocionalmente intenso, esté narrado por una de las víctimas. Este protagonismo manifiesta hasta qué punto se trata de una historia que habla de ellas más que muchas otras que tienen a asesinos como protagonistas. Y, de hecho, más que una de las series con las que se ha comparado, la espléndida Mindhunter (Netflix, 2017-2019), con la que se pueden encontrar evidentes puntos de conexión. Pero la presencia de esos cuerpos ausentes es una constante en ese progresivo acercamiento de Jimmy, del que Taron Egerton sabe extraer con éxito tanto su prepotencia inicial como su vulnerabilidad final, hacia Larry Hall, de quien Paul Walter Hauser refleja una extraordinaria debilidad que es al mismo tiempo inquietante. Las investigaciones de los agentes Brian Miller (Greg Kinnear) y Lauren McCauley (Sepideh Moafi) aportan la información externa que el espectador necesita para contextualizar los hechos, mientras que el padre de Jimmy, Big Jim, es una perfecta pero al mismo tiempo dolorosa despedida del actor Ray Liotta quien, al contrario de lo que se ha afirmado, no estaba enfermo cuando rodaba, y sin embargo es capaz de transmitir la amargura de un padre que piensa que no volverá a ver a su hijo antes de que la enfermedad se lo lleve.
Hay que destacar especialmente el trabajo de los directores de la serie en esta construcción de una masculinidad enfermiza, especialmente el belga Michaël R. Roskam, que ya había dirigido un guión de Dennis Lehane en La entrega (2014), su primer trabajo anglosajón. Pero si sus tres episodios iniciales son contundentes y establecen el tono, la serie se va enriqueciendo progresivamente y es uno de esos casos en los que mejora una vez establece su punto de vista, lo que Jim McKay y, especialmente Joe Chappelle, consiguen de forma sobresaliente. El primero dirige el episodio Whatshername (T1E4), el único que fue escrito cuando la serie ya estaba terminada, originalmente completada en cinco episodios, pero a los que Dennis Lehane añadió una especie de episodio botella que se desarrolla durante un motín en la cárcel, y que es el único que no está basado en los hechos reales. Mientras que Joe Chappelle, veterano director de series como The wire (HBO Max, 2004-2008), Fringe (HBO Max, 2008-2013) o El padrino de Harlem (Disney+, 2019-) es el encargado de los dos espléndidos episodios finales. Encerrado con el diablo ha resultado decepcionante para una parte de los espectadores, pero es mucho más efectiva si se considera menos como un drama carcelario y más como una alegoría de nuestra sociedad que se pregunta sobre el concepto de masculinidad.
Starzplay, 10 de julio
Creada por Liz Hannah, Patrick Macmanus
Dirigida por Lisa Cholodenko, Zetna Fuentes, Pippa Bianco, Liz Hannah, Daniel Minahan
Elle Fanning es una de las actrices que este año ha dado vida de forma notable a un personaje real, entre ellas podemos citar a Julia Garner, que interpretó a la estafadora Anna Delvey en ¿Quién es Anna? (Netflix, 2022), Amanda Seyfried a la defraudadora Elizabeth Holmes en The dropout (Disney+, 2022), Anne Hathaway a la gurú Rebekah Neumann en WeCrashed (Apple tv+, 2022), Jessica Biel a la asesina Candy Montgomery en Candy (Hulu, 2022), Julia Roberts a la confidente Martha Mitchell en Gaslit (Starzplay, 2022), Toni Collette a la víctima Kathleen Peterson en The staircase (HBO Max, 2022), Lily James a la actriz Pamela Anderson en Pam & Tommy (Disney+, 2022) o Renée Zellweger a la conspiradora Pam Hupp en The thing about Pam (NBC, 2022). Y aunque finalmente ha sido nominada al Emmy como Mejor Actriz de Comedia por la segunda temporada de The Great (HBO Max, 2020-), demuestra su capacidad para elaborar un personaje completamente diferente en The girl from Plainville (Starzplay, 2022), otro true crime que sin embargo contiene algunos aspectos específicamente complejos. La serie ha sido creada por Liz Hannah, que este año también ha producido The dropout (Disney+, 2022) y ha sido productora de Mindhunter (Netflix, 2017-2019) y la película Los archivos del Pentágono (Steven Spielberg, 2017), y por Patrick Macmanus, creador de la serie Dr. Death (Starzplay, 2021), por lo que parece claro que ambos se han especializado en trasladar problemáticas reales a la pantalla. En este caso, sin embargo, con una perspectiva en la que no está del todo clara la influencia de la protagonista Michelle Carter (Elle Fanning) en los acontecimientos que se desarrollan. El objetivo parece ser el de explorar las complejas razones por las que una joven de diecisiete años pudo inducir al suicidio a su novio, Conrad Roy (Colton Ryan), un joven con depresiones que ya intentó suicidarse en anteriores ocasiones.
El planteamiento de la serie está presentado de forma certera en los primeros episodios en los que se alternan en la dirección Lisa Cholodenko, que se dio a conocer con la notable High Art (1998) y está anunciada como la directora de la versión norteamericana de la exitosa película alemana Toni Erdmann (Maren Ade, 2016), y Zetna Fuentes, que recientemente ha dirigido un episodio del excelente thriller The old man (FX, 2022). La presentación de la protagonista, que se muestra como demasiado pretendidamente amable, demasiado interesada en la madre de Conrad, una excelente Chloë Sevigny que hubiera merecido una nominación a los Emmy, es notable gracias sobre todo al trabajo de interpretación de Elle Fanning, que compone un personaje tan frágil como oscuro. La historia, como es habitual en muchas de estas adaptaciones, se cuenta a través de flashbacks que tratan de poner en contexto el conflicto principal, y de alguna forma reconstruir la relación entre Michelle y Conrad para tratar de dilucidar cuáles fueron los elementos que llevaron a la trágica resolución, que se muestra desde el principio. Quizás el problema de este planteamiento es que no se alcanza una respuesta satisfactoria, especialmente en un caso que despertó el interés nacional en Estados Unidos porque planteaba cuestiones complejas sobre la frontera entre la libertad de expresión y la coerción suicida. Y el desarrollo de los personajes, que parece más estancado a partir de la segunda mitad de la serie, no acaba profundizando tanto en los personajes como parece querer plantear al principio.
La propia Liz Hannah se reserva la dirección de los episodios Talking is healing (T1E6) y Teenage dirtbag (T1E7), en los que se desarrolla el juicio contra Michelle Carter, pero curiosamente son los más convencionales, en los que la revelación de los hechos de una manera pública elimina la mirada intimista hacia la relación de los dos protagonistas. Pero hay un planteamiento interesante en torno a los trastornos mentales en la juventud, y sobre la idealización de la representación de esta juventud, especialmente cuando se muestra la obsesión de Michelle por la serie de televisión Glee (Disney+, 2009-2015), de la que repite literalmente frases en la vida real, o se imagina protagonizando uno de sus números musicales. Esta reflexión sobre la forma en que la ficción se apodera de la realidad convertida en un reflejo obsesivo, es uno de los aspectos más interesantes de esta serie. Sin que funcione por ello como una justificación de las acciones del personaje, sí consigue al menos trasladarnos a la psique de la protagonista, igualmente víctima de la depresión y en cierta manera movida por la empatía hacia la salida fácil del suicidio que representa Conrad. Como ocurre con otras series, The girl from Plainville peca de elaborar un desarrollo narrativo que quizás no necesitaba ocho episodios, lo que al final contamina sus aciertos. Pero es una propuesta interesante sobre la forma en que las problemáticas mentales afectan a una parte de la juventud sin que la sociedad parezca prestar demasiada atención.
Netflix, 12 de julio
Creada por Alex Gibney, Michael Pollan
Dirigida por Lucy Walker, Allison Ellwood
Cuando el periodista Michael Pollan publicó su exitoso libro titulado Cómo cambiar tu mente (2018, Ed. Debate), planteó diversas investigaciones científicas en torno a la utilización terapéutica de los psicodélicos, y expresó públicamente la teoría de que la llamada "War on drugs" (Guerra contra las drogas), una campaña que comenzó Richard Nixon en los años setenta y continuó Ronald Reagan en los ochenta, incluyó en la lista de drogas adictivas peligrosas a sustancias que ni son realmente adictivas ni suelen provocar la muerte, como el LSD, borrando a base de legislación años de investigación en torno a los psicodélicos que desde la década de los cincuenta se venían investigando en laboratorios y universidades como tratamientos efectivos para las depresiones. El libro se convirtió en un best-seller que abrió de nuevo el debate en torno a las investigaciones sobre la efectividad de los psicodélicos naturales y químicos como la psilocibina que proviene de los hongos o el compuesto químico MDMA, también conocido como éxtasis. De hecho, en enero de este mismo año el Ministerio Federal de Salud de Canadá modificó su legislación para permitir el uso médico de sustancias psicodélicas, y a lo largo de este año Estados norteamericanos como Oregón y California han abierto la puerta a la descriminalización de algunas sustancias, como indicaba el reciente reportaje "¿Una terapia con MDMA?" (ICON, 22/3/2022).
Casi a escondidas se ha estrenado esta interesante serie documental que toma su título del libro de Michael Pollan, quien ejerce como presentador, y se podría decir que es la adaptación de sus investigaciones periodísticas. La serie está producida por Chris Eyre, director de algunos episodios de Dark winds (AMC+, 2022-) y el premiado director Alex Gibney, ganador del Oscar por Taxi al lado oscuro (2007) y responsable de documentales como Citizen K (2019), Totally under control (2020), y The inventor: Out of blood in Silicon Valley (2018), un interesante complemento a la posterior serie The dropout (Disney+, 2022), así como de la miniserie sobre la crisis de los opiáceos El crimen del siglo (HBO Max, 2021). Cómo cambiar tu mente (Netflix, 2022) dedica cada uno de sus cuatro episodios a una de estas sustancias psicodélicas: el LSD, la psilocibina, el MDMA y la Mescalina, ofreciendo un contexto histórico al mismo tiempo que se muestran los resultados de algunas de las terapias que se están realizando actualmente en Estados Unidos, muchas de ellas bordeando la legalidad. Fue el químico suizo Albert Hofmann el que sintetizó por primera vez el LSD en 1938, al que denominó LSD-25 por el orden que iba dando a los compuestos que sintetizaba, y descubrió de forma casual los efectos de esta sustancia en 1943, cuando entró accidentalmente en contacto con su piel. El episodio dedicado a esta sustancia describe visualmente el sorprendente camino a casa que realizó el científico en bicicleta, mientras experimentaba los efectos del LSD. Durante los años cincuenta se realizaron numerosas investigaciones en torno a sus efectos en la psicoterapia, y uno de sus principales defensores fue Bill Wilson, el fundador de la asociación Alcohólicos Anónimos, quien la recomendaba como uso para la rehabilitación del alcoholismo.
El Episodio 2 está dedicado a la psilocibina, que proviene de las llamadas setas alucinógenas, y se han demostrado sus efectos positivos en el tratamiento de las depresiones en enfermos de cáncer. En los años setenta entró en la lista de drogas prohibidas, recordando a la prohibición realizada por los colonizadores españoles cuando descubrieron que los mazatecos de la región de México la utilizaban para sus celebraciones. Los indígenas la denominaban "carne de los dioses", y su tratamiento parecido al de la eucaristía en la religión católica provocó que fuera considerada como una blasfemia y por tanto perseguido su uso. Por su parte, la revista Science incluyó entre los 9 Hitos Científicos de 2021 un ensayo en torno al tratamiento del MDMA en personas con Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) que dio resultados sorprendentes: de los 76 pacientes que recibieron tres sesiones de terapia con MDMA junto a terapias preparatorias sobre el trauma, después de dos meses el 67% ya no cumplía los requisitos para ser diagnosticado con TEPT. Es un avance importante que se refleja en algunas de las entrevistas que forman parte del Episodio 3. Para el último episodio, Michael Pollan se refiere a la mescalina, una sustancia que no está incluida en su libro, pero que también se está usando con fines medicinales, basándose en las prácticas de las tribus nativas americanas. La mescalina proviene del peyote y otros cactus y se da la circunstancia de que esta sustancia está prohibida mientras que está permitido cultivar los cactus de los que se extrae. La mescalina fue aislada por primera vez por el científico alemán Arthur Heffter, y se dio a conocer cuando el político inglés Christopher Mayhew la consumió en un programa de la BBC, cuya emisión fue finalmente omitida.
Dirigida por Lucy Walker y Allison Elwood, Cómo cambiar tu mente (Netflix, 2022) es un trabajo de divulgación riguroso, en el que se abusa de las representaciones visuales de los efectos de estas sustancias, especialmente en los dos primeros episodios. El propio Michael Pollan sirve como receptor de estos psicodélicos para describir de primera mano sus efectos. Pero es más interesante la parte divulgativa, y las reflexiones sobre cómo unas decisiones políticas interesadas provocaron la pérdida de valiosos años de investigación sobre unas sustancias cuyos usos terapéuticos están demostrados. Michael Pollan también apunta a una cierta complicidad de la propia industria farmacéutica, más interesada en medicamentos cuyo tratamiento perdure en el tiempo y no tanto en sustancias que en unas pocas sesiones ofrezcan resultados sorprendentes en la salud de los pacientes. Otros documentales que se encuentran en la plataforma Netflix son también interesantes acercamientos a los psicodélicos, como Magic medicine (Monty Wates, 2018), que se centra en las investigaciones con la psilocibina, o el entretenido documental Buen viaje: Aventuras psicodélicas (Donick Cary, 2020), que ofrece una revisión de la historia de los alucinógenos.
Disney+, 13 de julio
Creada por Donald Glover
Dirigida por Hiro Murai, Ibra Ake, Donald Glover
Como en otros casos, la pandemia del coronavirus ha afectado especialmente a aquellas series que estaban en proceso de producción cuando estalló y tuvieron que esperar un largo período hasta volver a ponerse en marcha. Eso significa que Atlanta (FX, 2016-2023) ha tardado cuatro años en estrenarse desde que finalizara su segunda temporada en mayo de 2018 con Making history (T2E11). Lo cual es importante, no solo por la interrupción en la continuidad narrativa, sino también por los cambios experimentados en sus protagonistas, lo que se refleja en un formato diferente que no hace más que consolidar la vocación inconformista de la serie. Quizás quien mejor representa esta posición es Paper Boi (Bryan Tyree Henry) y su éxito definitivo como rapero de fama internacional con una legión de seguidores de raza blanca, y que en esta tercera temporada se encuentra de gira por Europa. Esta necesidad de evitar los convencionalismos provoca que incluso el final de la segunda temporada no tenga una continuidad directa en esta tercera, que comienza con Three slaps (T3E1), un episodio botella escrito por Donald Glover y su hermano Stephen Glover, en el que dos personajes llamados Black (Tyrell Munn) y White (Tobias Segal) se cuentan historias sobre un lago maldito que surgió de la inundación de una población negra, en referencia al lago Larnier, que en 1950 inundó la comunidad de Oscarville para convertir la zona en un embalse, obligando al desplazamiento de las familias que la habitaban. Es un preámbulo a otra reinterpretación de un acontecimiento real, el asesinato de seis niños negros por parte de la pareja blanca que los había adoptado en el año 2016. Al final del episodio tenemos la impresión de que se trata de un sueño de Earn (Danny Glover), una de esas pistas falsas en las que parece que volvemos a la continuidad narrativa sin saber que no es así.
Porque, aunque en el episodio siguiente, Sinterklaas Is Coming to Town (T3E2) regresan a los personajes principales, ahora de gira por Europa, la temporada renuncia a seguir una línea previsible, y veremos otras historias aisladas que de alguna forma convierten a Atlanta en una serie semi-antológica, lo cual ha suscitado buena parte de las críticas negativas, especialmente entre sus seguidores, que deseaban ver más líos absurdos de sus protagonistas. Pero de alguna forma Donald Glover y sus colaboradores parecen sentir la comodidad de defraudar a quienes se esperaban una continuidad convencional, rompiendo una vez más las reglas, pero desvelando también en cierto sentido que sus ambiciones están ya algo alejadas de estos personajes. O quizás han influido las comparaciones con Dave (HBO Max, 2020-), otra serie producida por FX sobre un aspirante a rapero, pero en este caso blanco, que Donald Glover ha confesado que le molestan en la revista IndieWire (7/4/2022). En esta temporada, Amsterdam se convierte en una especie de Atlanta europea como escenario principal de las reflexiones sobre la relación entre blancos y negros, y el segundo episodio utiliza una tradición holandesa que hace tiempo que no se practica como tropo para cimentar esa especie de micro racismo permanente. Aunque hay que decir que la representación de Europa que se hace en la serie es algo así como la visión que podría tener un grupo de estudiantes norteamericanos de fin de curso, llena de tópicos y estereotipos. En el surrealista episodio Tarrare (T3E10), que escribe Stefanie Robinson y dirige Donald Glover, el personaje de Van (Zazie Beetz) se convierte en una especie de Amélie (Jean-Pierre Jeunet, 2001), lo que como referente cultural del cine francés resulta bastante limitado.
En esta vocación antológica de la tercera temporada, una especie Black mirror (Netflix, 2011-) versión Jordan Peele, hay algunos episodios interesantes como The big payback (T3E4), escrito por Francesca Sloane y dirigido por Hiro Murai, uno de los directores que ha marcado el tono de la serie desde el principio y que también dirigió episodios de Barry (HBO Max, 2018-) en las primeras temporadas y más recientemente de Estación Once (HBO Max, 2021). La historia es una pesadilla protagonizada por un hombre blanco, que se ve perseguido por la exigencia del pago de retribuciones a los descendientes de los esclavo negros que tuvieron sus ancestros, y que ironiza sobre la "cultura de la cancelación", que se manifiesta de forma explícita en el cameo del actor Liam Neeson en el episodio New Jazz (T3E8), escrito por Donald Glover y dirigido por Hiro Murai. Aunque Liam Neeson no ha sido "cancelado" realmente, a pesar de la controversia que tuvieron unas declaraciones realizadas el periódico The Independent en 2019 en las que afirmaba que estaba "dispuesto a matar a cualquier 'negro bastardo' para vengar la violación que sufrió una amiga por parte de una persona de raza negra". Cuando Paper Boi le pregunta si no aprendió que no debía decir ese tipo de cosas, Liam Neeson le responde: "Sí, pero también aprendí que lo mejor y lo peor de ser blanco es que no tenemos que aprender nada si no nos da la gana". Sin embargo, otro de los episodios aislados, Rich wigga, poor wigga (T3E9), escrito y dirigido por Donald Glover, está lleno de estereotipos, entre ellos el de rodar un episodio sobre blancos y negros con fotografía en blanco y negro, aunque la historia parece estar inspirada en el millonario empresario Pete Kadens (de raza blanca) que a través de su organización Chicago Hope ha pagado las matrículas universitarias a miles de estudiantes con bajos ingresos (la mayor parte de raza negra).
La tercera temporada de Atlanta tiene una textura diferente a las dos anteriores, una vocación antológica, como si las historias protagonizadas por Paper Boi, Ern y Darius se quedaran cortas para las reflexiones que pretenden hacer los guionistas, y también un cierto distanciamiento de Donald Glover, aunque escribe y dirige algunos episodios. De alguna forma, estos cuatro años de pausa han transformado la serie en algo diferente, o quizás han reforzado su inconformismo, aunque sea sacrificando a una buena parte de sus seguidores. No ha acertado del todo, o lo ha hecho solo a medias, pero no se le puede negar su afán de descarrilar si resulta necesario para evitar los convencionalismos. La cuarta y última temporada, que se estrena en septiembre de este mismo año ya que se rodó al mismo tiempo que la tercera, nos dirá si ha sido un paréntesis o una pretensión más sólida.
Netflix, 13 de julio
Escrita por Siwat Decharat
Dirigida por Kittichai Wanprasert
El mundo del boxeo tailandés, también conocido como Muay Thai, ha sido llevado al cine en numerosas ocasiones, especialmente a través de las películas de Tony Jaa como la saga que comenzó con Ong-Bak (Prachya Pinkaew, 2003). Se trata de una práctica deportiva que encuentra en la contradicción su razón de ser: por un lado es considerado el deporte nacional de Tailandia, protegido por las autoridades, pero por otro lado está intrínsecamente unido a las apuestas y por tanto a la corrupción, las peleas amañadas y la compra de árbitros. Estos aspectos más sórdidos son los que forman el núcleo de esta docuficción de cuatro episodios que utiliza historias reales, descritas al final del último capítulo, para ofrecer una visión compleja del mundo del boxeo, donde encontramos agresiones a árbitros, dopaje de boxeadores, asesinatos y explotación infantil. Pero de alguna manera la intención parece ser la revelación de estos aspectos más oscuros para celebrar la cara más limpia del deporte, si es que se puede encontrar. La propuesta es muy interesante desde el punto de vista formal, con una excelente fotografía de Suparawee Victor Patravanich que matiza los claroscuros y una espléndida banda sonora de Bill Hemstapat, compositor tailandés afincado en Los Angeles. Se podría decir que la serie cuenta dos historias principales: la primera se desarrolla en un combate de boxeo tailandés de alta competición que se narra desde el punto de vista de Phat (Nat Kitcharit) un joven apostador que se enfrenta a Kom (Thaneth Warakulnukroh), un "gurú del boxeo", como se denomina a los líderes de las apuestas, los que manejan grandes cantidades de dinero y consiguen mejores resultados, influyendo en la dinámica del juego en torno al boxeo. "Actualmente, las apuestas son las que mantienen viva la industria del boxeo", dice uno de los entrevistados. "Hoy en día no hay aficionados que simplemente paguen por ver un combate". Por tanto, el boxeo se sostiene a través de las ganancias de los jugadores, lo que provoca la proliferación de conductas corruptas. El segundo episodio se centra en el mismo combate, pero desde el punto de vista del árbitro Wirat (Vithaya Pansringarm), sometido a presión por un grupo de apostadores que pretende que amañe el resultado.
La serie mezcla las escenas de ficción, lo suficientemente bien rodadas como para tener una envoltura de thriller oscuro y al mismo tiempo resultar creíbles, especialmente en los combates de boxeo, con entrevistas a personas relacionadas con el mundo del boxeo, desde entrenadores hasta apostadores, periodistas o ex-boxeadores. Al principio la inserción de estas entrevistas puede parecer algo molesta, pero la estructura se va acomodando lo suficiente como para acabar haciéndolas parte integral de la narración. Si el primer episodio se centra más en el combate propiamente dicho, el segundo episodio funciona como una muestra de cine negro, marcada por la introducción de la trompeta en la banda sonora, que aporta ese matiz de thriller a la manera de las historias de Raymond Chandler, mientras la fotografía subraya las sombras y el humo cuando el árbitro se debate entre la honestidad y la corrupción. Esta historia se basa en unos hechos reales en los que un árbitro fue atacado en plena calle en 2018 por dos asaltantes, en represalia por su actuación durante un combate de boxeo. Pero es el episodio tres el que destaca especialmente, centrándose ahora en otra faceta distinta y muy inquietante: la participación de niños de entre 13 y 14 años en combates de boxeo.
En 2019 apareció en The New York Times un reportaje sobre los combates de boxeo entre adolescentes, justo cuando el gobierno tailandés se planteaba la posibilidad de restringir la participación de niños en este deporte tailandés. Según este artículo, unos doscientos mil jóvenes menores de 15 años practicaban este deporte de forma regular, la mayor parte con el objetivo de salir de la pobreza, aunque cobraban sueldos de poco más de 60 dólares, casi la mitad del salario mensual de las familias tailandesas. Esta es la dura realidad que se cuenta en la tercera historia, protagonizada por Wichian (Phuripat Poonsuk), un niño que se entrena para combatir y ganar el dinero suficiente para ayudar a su familia, especialmente una madre (Kwanruean Lohakat) que sufre los habituales malos tratos de su marido (Thanitphong Phakkhaphantharut). La oportunidad de participar en un combate de gran importancia permite a Wichian soñar con convertirse en un boxeador profesional, pero también revela los oscuros entresijos del boxeo tailandés, en el que la mayor parte de los boxeadores provienen de la pobreza y, especialmente en el caso de los niños, suelen ser explotados con sueldos de miseria que solo reciben si ganan sus peleas. Se trata de un drama sólido, bien realizado e interpretado, que utiliza algunos arquetipos para construir a un protagonista en el que se mezcla su inocencia y su fortaleza, y en el que se introducen también algunos personajes de las historias anteriores. La historia de Wichian continúa en el episodio cuatro, a partir de la conclusión dramática del tercero, presentando al protagonista real y conectando las diferentes tramas de ficción con los hechos reales en los que se basan. Posiblemente Hurts like hell (Netflix, 2022), el más apropiado título original de la serie, no aporta grandes novedades al mundo del boxeo tailandés, pero es un contundente docudrama bien realizado y originalmente estructurado que destaca los aspectos más oscuros de un deporte peligroso que representa la identidad de todo un país.
AMC+, 21 de julio
Creada por Graham Roland
Dirigida por Chris Eyre, Sanford Bookstaver
En un momento en el que la interpretación de la historia está siendo recuperada por quienes han sido negados o simplemente descartados de sus páginas, una serie como Dark winds (AMC+, 2022) parece no solamente necesaria sino también lógica. Por poner un ejemplo, en la película The legend of Molly Johnson (Leah Purcell, 2021) la directora, escritora y protagonista australiana reescribe el relato The drover's wife (1892), escrito por Henry Lawson, sobre una mujer que se enfrenta sola con sus cuatro hijos a los peligros del viejo Oeste, para dar el verdadero protagonismo a los aborígenes, que en el texto original eran descritos como pendencieros y borrachos. Ella es de origen indígena y su voz le permite tomar las riendas de un punto de vista más centrado, una reescritura que otorga a los aborígenes su identidad propia. Igualmente, uno de los descubrimientos del pasado año, la serie Reservation dogs (Disney+, 2021-) construye una mirada humorística hacia el interior de una reserva india, realizada por guionistas y directores de origen indio, como sus creadores, Sterlin Harjo, originario de la Nación Seminola de Oklahoma, y Taika Waititi, de padre maorí. Dark winds da un paso más allá en este proceso de recuperación cultural, porque se trata de la primera gran producción de Camel Rock Studios, una apuesta por la ficción que tiene su sede en la reserva de Tesuque Pueblo, en Nuevo México, cuya comunidad decidió reconvertir las instalaciones de un casino que funcionaba desde los años cincuenta en un estudio de cine, cuyos escenarios naturales ya fueron utilizados para la película Noticias del gran mundo (Paul Greengrass, 2020), protagonizada por Tom Hanks.
Este western indio apoyado por los nombres de Robert Redford y el escritor George R.R. Martin, tiene como referente la serie de novelas que el autor estadounidense Tony Hillerman dedicó a dos policías navajos, el veterano Joe Leaphorn y el joven Jim Chee, y concretamente la quinta de ellas, The dark wind (1982), que ya fue llevada a la pantalla en la película Tempestad en la llanura (Errol Morris, 1991), con Fred Ward y Lou Diamond Phillips. El joven oficial Jim Chee (Kiowa Gordon) regresa a la reserva navajo de donde salió para acceder a la Universidad, en un momento en el que la investigación de un misterioso asesinato con aparente trasfondo tribal se mezcla con la llegada del agente del FBI Leland Whitover (Noah Emmerich) siguiendo la pista del robo a un camión blindado cuyos atracadores parecen haberse escondido en la reserva. El teniente Joe Leaphorn (Zahn McClarnon), responsable de la seguridad en la zona junto a la agente Bernadette Manuelito (Jessica Matten), no oculta su animadversión por la llegada del FBI a sus tierras, pero tiene más interés en resolver el asesinato que el robo. Realmente, el aspecto policial de la historia es lo menos importante, y en muchos casos lo que presenta más problemas narrativos, además de resultar frustrante que el director Chris Eyre, responsable de algunas de las primeras películas nativas como Smoke signals (Señales de humo) (1998) y de cuatro de los seis episodios, decida situar el desenlace de la historia en HózhóoNaasháa (T1E6) en una semioscuridad nocturna que apenas deja vislumbrar la acción. Hay demasiadas casualidades y excesivas conexiones en un espacio en el que el propio Joe Leaphorn se queja de que hay menos de 50 oficiales navajos para un terreno tribal de 27.000 millas, y ciertamente hay pocos elementos que realmente nos permitan sentirnos en un drama situado en los años setenta, no sabemos si de forma consciente.
Pero es el trasfondo de los personajes, enclavado dentro de la comunidad india, el que otorga a esta serie una personalidad diferente. En el episodio K'e (T1E3) tiene lugar una ceremonia navajo dedicada a Asdzaa Nádleehé (Mujer Cambiante), la diosa que acompaña a la celebración de la mayoría de edad cuando la adolescente Nanobah (Makena Ann Hullinger) tiene su primera regla. Dirigido por Sanford Bookstaver, quien realiza los dos episodios intermedios, es el que mejor combina la mirada introspectiva de los indígenas con la propia investigación policial que tiene diferentes ramificaciones. Esta ceremonia se convierte en un eje principal de las relaciones entre los personajes, que vincula a la joven embarazada Sally (Elva Guerra, una de las protagonistas de Reservation dogs), quien se esconde del padre de su bebé en la casa del teniente Joe Leaphorn, con el trauma del hijo muerto que arrastra la relación entre éste y su esposa Emma Leaphorn (Deanna Allison). Hay muchos elementos interconectados a lo largo de la serie, y no todos funcionan bien, como la subtrama de la familia mormón que se ve atrapada en medio del narcotráfico, pero hay un espíritu de western que de alguna manera consigue unificar visualmente la serie, con pequeños y brillantes detalles como cuando el rostro de Jim Chee se refleja en una fotografía de John Wayne en el episodio The male rain approaches (T1E2). También es interesante el contraste entre las diferentes percepciones dentro de la reserva Navajo, desde la revolucionaria hasta la resignada, pasando por la desafección con las raíces que experimentan los miembros más jóvenes. Confirmada para una segunda temporada, Dark winds necesita una continuación, esperamos que con menos elementos de distracción, que desarrolle mejor la relación entre Jim Chee y Joe Leaphorn, aquí apuntada de una forma poco cohesionada, y con una mejor introducción de los aspectos espirituales, que contribuyen a su pesar a retener la imagen ingenua de los indígenas.
Filmin, 22 de julio
Creada por Steve Pemberton, Reece Shearsmith
Dirigida por Al Campbell, Louise Hooper, Kieron J. Walsh
Recientemente, la BBC confirmó que renovaba por dos temporadas esta serie que se ha convertido en uno de los referentes de la televisión británica, lo que significa que está garantizado al menos el cierre del círculo con una novena temporada para una serie titulada Inside No. 9 (BBC, 2014-). Y aunque esta última ha sido una de las más flojas de la trayectoria de esta producción escrita y protagonizada por Steve Pemberton y Reece Shearsmith, con la suficiente inteligencia como para dejarles espacio para otros proyectos individuales, no se puede decir que transmita signos de agotamiento, sino que tiene un estilo tan elaborado que a veces los espectadores intuimos los entresijos de las historias, aunque en algunos casos consiguen sorprendernos. También es una de las temporadas más serias, con mayor tendencia a la oscuridad que al humor desenfrenado, como veíamos en episodios de temporadas anteriores como Atracos borrascosos (T6E1). En este sentido, el que más se parece a esta vertiente casi de slapstick, de juego de verdades y mentiras, es Kid/Nap (T7E4), en el que los creadores interpretan personajes secundarios para dejar el protagonismo a los muy convincentes Daniel Mays como un secuestrador algo torpe, Jason Isaacs como el autor intelectual y, sobre todo, Daisy Haggard, la mujer secuestrada que en algunos momentos parece retomar su personaje de la serie que ella misma creó, Back to life (Filmin, 2019-). Pertenece a ese tipo de episodios juguetones muy característicos de las primeras temporadas, en los que nada es lo que parece, con un ritmo adecuado que aporta el director Al Campbell, quien utiliza la pantalla dividida de una forma humorística, que recuerda a El caso de Thomas Crown (Norman Jewison, 1968).
La temporada comienza con otro de los episodios tradicionales de la serie, Merrily, Merrily (T7E1), dirigido también por Al Campbell, que plantea una reunión de viejos amigos de la Universidad, interpretados por Steve Pemberton, Reece Shearsmith y el actor invitado Mark Gatiss. Es, de hecho, un reencuentro real entre viejos amigos, porque los tres fueron los creadores e intérpretes de la serie The league of gentlemen (BBC, 1999-2017), uno de sus primeros éxitos, de forma que el episodio es una especie de ejercicio metacinematográfico que reúne a antiguos colegas en la ficción y en la realidad. Si no fuera por la aparición de una invitada no deseada, Donna, interpretada por una divertida Diane Morgan, a la que también hemos visto en Back to life. El reencuentro se produce en una barca a pedales, la número 9 por supuesto, y finalmente no será lo que parece, pero el guión funciona mejor en la primera parte, que parece extraída de un episodio de The league of gentlemen, con los comentarios sarcásticos sobre el desarrollo de las vidas de los tres amigos después de la Universidad, unos más aparentemente exitosos que otros. Pero cuando se incorporan elementos más espeluznantes, acaba desembocando en un final decepcionante y previsible. Nine lives Kat (T7E3) tampoco logra del todo sus objetivos, aun siendo un episodio muy típico de la serie, de nuevo introduciendo giros continuos en los que lo aparente esconde una verdad incómoda. Con Sophie Okonedo, a la que hemos visto recientemente en Slow horses (Apple tv+, 2022-) como invitada especial, propone una historia sobre la relación entre el autor y sus personajes que ya ha sido abordada en otros episodios de la serie, pero aquí intentando introducir un punto de vista distinto. Hay referencias evidentes a Stephen King y a la cultura de las adaptaciones televisivas de novelas que parecen escritas para ser adaptadas a la televisión, pero quiere ser tan ambiciosa en la construcción del rompecabezas narrativo que acaba resultando fallida.
El trío de episodios más interesantes de la temporada está encabezado por Mr. King (T7E2), dirigido por Louise Hooper, que nos presenta a Steve Pemberton y Reece Shearsmith en su mejor momento, siendo los principales protagonistas de una historia que se desarrolla en un colegio donde comienza a dar clases un profesor sustituto. Lo interesante de la historia es que consigue hacernos creer que va a dirigirse por un camino para acabar torciendo repentinamente hacia otro completamente distinto. Las referencias de esta historia son evidentes, aunque evitamos nombrarlas para no desvelar elementos importantes, pero lo más atractivo es su capacidad para ser totalmente cómica al mismo tiempo que es absolutamente inquietante, lo que siempre ha sido una de las características que han hecho a Inside No. 9 una de las mejores series del momento. Para algunos, A random act of kindness (T7E5) no está entre lo mejor de la temporada, pero yo he disfrutado especialmente con esta historia de tintes futuristas, que en algunos momentos recuerda a Black mirror (Netflix, 2011-). De nuevo el desarrollo de la historia va tomando diferentes atajos que nos llevan a lugares progresivamente más oscuros, pero la introducción de elementos de Física en los diálogos funciona especialmente bien, y la interacción de los personajes, especialmente el de Helen (Jessica Heynes), tan vulnerable y al mismo tiempo tan insoportable, es lo mejor del episodio, dirigido por Kieron J. Walsh. Incluso la propia representación de un posible futuro permite a los guionistas imaginar alguna acciones cotidianas que son muy divertidas, y la posibilidad de dejar algunas preguntas en el aire que ciertamente enriquecen la historia. Finalmente, Wise owl (T7E6), es uno de los relatos más inquietantes, donde hay menos espacio para el humor (aquí muy negro) y un desarrollo de personajes que es casi perfecto. Utilizando como elemento de disrupción los anuncios para niños de la televisión pública británica de los años setenta, que ciertamente resultan espeluznantes en sí mismos, se introducen fragmentos de animación que van siendo cada vez más violentos. En realidad, parecen discurrir en la mente de Ronnie, interpretado por un excelente Reece Shearsmith, al que se le dan bien los caracteres intrigantes, como demostró en la película In the Earth (Ben Wheatley, 2021). Influido por películas como Spider (David Cronenberg, 2002), con referencias también a El resplandor (Stanley Kubrick, 1980) nos introducen en un entorno inquietante, construyendo dos historias en una, que provocan una sensación de desasosiego, a pesar de que haya elementos de humor, especialmente con el personaje secundario al que interpreta Steve Pemberton. La taxidermia que practica el padre del protagonista también nos recuerda a Anthony Perkins en Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960), de forma que la puesta en escena resulta rica en detalles y cinefilia. Aunque sin la presencia del director español Guillem Morales, habitual de la serie, que podría haber sacado mayor partido a algunos episodios, Inside No. 9 demuestra que sigue siendo una apuesta ingeniosa, creativa y muy entretenida.
Disney+, 26 de julio
Escrita por Pamela Rementería, Marcela Guerty
Dirigida por Rodrigo García, Alejandro Maci
En 1995, el escritor argentino Tomás Eloy Martínez, publicó el libro Santa Evita (1995, Ed. Afaguara), una ficción en torno a Eva Perón, pero sobre todo al cuerpo incorrupto de la primera dama argentina y la odisea de su traslado. Aunque buena parte de la historia es inventada, la ficción sirvió al escritor para componer un complejo retrato sociopolítico de Argentina, y acercarse en retrospectiva al peronismo y a la mitificación de un personaje que ha trascendido a la persona. El libro se convirtió en el más traducido en la historia de la literatura argentina, y la cuarta novela más vendida en español, con unos 10 millones de ejemplares en todo el mundo. Un 26 de julio de 1952 Eva Perón falleció víctima del cáncer, y coincidiendo con el 70 aniversario de su muerte, la serie producida por Salma Hayek a través de su productora Ventanarosa junto a The Walt Disney Company Latin America llega a la plataforma en todo el mundo. El proyecto se inició originalmente en 2017 con Fox como productora principal y la participación de Movistar+, pero la adquisición de la productora 20th Century Fox por parte de Walt Disney en 2019 remodeló muchas de sus producciones. La propuesta de ficción creada por Tomás Eloy Martínez nace de una hecho real, cuando el médico español Pedro Ara (Francesc Orella) recibió el encargo directo de Juan Domingo Perón (Dario Grandinetti) de embalsamar el cuerpo de Eva Perón (Natalia Oreiro). La idea era enterrarla en un Mausoleo que finalmente no se pudo construir porque el golpe de estado militar de 1955 que llevó a la presidencia a Pedro Aramburu impidió que se llevara a cabo y, al parecer, él mismo dio orden de "hacer desaparecer" el cadáver de la primera dama.
Lo que ocurrió con el cuerpo de Eva Perón desde entonces hasta que en 1970 fue recuperado es una mezcla de hechos reales, chismes e invenciones, e incluso parte de la ficción que escribió Tomás Eloy Martínez en su libro ha ido convirtiéndose con los años en hechos considerados como verdaderos. La serie escrita por Pamela Rementería y Marcela Guerty se centra en la idea de la usurpación del cuerpo femenino, el abuso perpetrado por los militares a veces cercano a la necrofilia, especialmente en el caso del coronel Carlos Eugenio Moori (Ernesto Alterio), obsesionado con Eva Perón en vida y encargado de gestionar la desaparición de su cadáver. Hay por tanto una recreación en el personaje dentro de su mitología, y aunque se introducen flashbacks que ofrecen un acercamiento a la trayectoria personal de Evita desde que comenzó a trabajar como actriz en programas de radio hasta que impulsó la aprobación de la ley que permitió el voto femenino, esta mirada abunda en esa mitificación. De alguna forma, se puede decir que la serie acaba cayendo en la misma mitificación del personaje que parece criticar.
Pero Santa Evita (Disney+, 2022) está realizada con una puesta en escena suntuosa que prefiere desarrollarse en interiores, recreando tres épocas diferentes: los años cincuenta durante el proceso de secuestro y desaparición del cuerpo, los años del peronismo que ofrecen un retrato histórico que en la novela solo se usa como apuntes a la historia principal, y los años setenta, cuando el periodista Mariano Vázquez (Diego Velázquez), un personaje inventado para la serie que en cierta manera representa al propio autor de la novela, investiga en torno al paradero del cuerpo de la primera dama, que hasta esos años no fue finalmente devuelto a Juan Domingo Perón, por entonces exiliado en España. Hay también tres obsesiones masculinas por la personalidad femenina, que coinciden con cada época: la del presidente, la del coronel y la periodista. Pero la serie resulta más interesante cuanto más se aleja de la biografía de la protagonista, de la historia más o menos reconstruida bajo un punto de vista marcadamente peronista. Cuando Santa Evita es un thriller necrófilo funciona mejor como reflejo del fanatismo hacia una figura femenina con tanto poder y proyección personal como Eva Perón, que es también una representación de un país como Argentina, con sus carencias y sus miserias.
Entre lo más destacado de la serie se encuentra la hermosa, romántica y apasionada banda sonora compuesta por el muy prolífico Federico Jusid. Aunque posiblemente el director original del proyecto, el chileno Pablo Larraín, especialista en retratos de mujeres complejas como Jackie (2016) o Spencer (2021) hubiera extraído más matices en torno a Eva Perón que los que han logrado el colombiano Rodrigo García, cuyas incursiones en el universo femenino son más superficiales, como en su última película 4 días (2020), y el argentino Alejandro Maci, director del irregular thriller Los que aman, odian (2017) y del imprescindible documental María Luisa Bemberg: El eco de mi voz (2021). En su versión simplificada del libro original, Santa Evita funciona perfectamente como thriller y como reconstrucción de la transformación de una persona en mito.
HBO Max, 29 de julio
Creada por Florian Gaag
Dirigida por Florian Gaag
Aunque HBO Max sigue expandiéndose mientras se prepara el lanzamiento de la nueva plataforma que la fusionará con Discovery, en algunos países esta marca no está disponible, como es el caso de Alemania, cuyo acuerdo de licitación con Sky Deutschland termina en 2025. Así que probablemente ni siquiera se implante HBO Max, ya que para entonces ya se habrá realizado la fusión con Discovery. Esto también afecta a algunos acuerdos de producción, principalmente europeos, de forma que se da la curiosa circunstancia de que Almost fly (HBO Max, 2022) es una co-producción de Warner TV con la productora alemana W&B Television, a pesar de que se paralizaron casi todas las producciones europeas de la marca HBO Max. Estrenada en mayo en Warner TV, ha llegado unos meses después a nivel mundial una serie que se puede considerar un de las sorpresas agradables del año, una historia juvenil ambientada en los años noventa, mucho más entretenida que Paper girls (Prime Video, 2022), que se centra en una pandilla de nerds cuya pasión por el hip hop procede principalmente de la sala California que se encuentra en la base norteamericana cerca de la ciudad de Eichsfeld, en la Baja Sajonia.
El contexto de la serie es interesante, porque nos sitúa poco después de la caída del muro de Berlín, y la forma en que esto afecta a la introducción de la cultura occidental, al mismo tiempo que comienzan a llegar los primeros emigrantes de la Alemania del Este, considerados por los alumnos del instituto en el que se desarrolla la historia como una especie de "paletos" que vienen de una zona desértica culturalmente. Estos prejuicios están bien representados a través del personaje de Denise (Paula Hartmann), que ha llegado con sus padres recientemente, y a la que los compañeros de clase le preguntan si es verdad que en la RDA las mujeres no usan sujetadores. Ella también es objeto de algunas bromas pesadas de las chicas, mientras se introduce en la banda que poco a poco forman los protagonistas: Ben (Andrew Porfitz), que es hijo de un soldado norteamericano que abandonó a su madre, Walter (Samuel Benito) y Nik (Simon Fabian). El hecho de que los protagonistas tengan nombres "universales" que pueden reconocerse como anglosajones, parece una de las absurdas imposiciones de Warner TV, así como la inclusión de una innecesaria advertencia al comienzo de cada episodio que nos hace pasar a los espectadores por tontos: "El siguiente programa se desarrolla en la Alemania Occidental en los 90. Algunos de los eventos muestran prejuicios raciales y/o étnicos que eran comunes en la época. Estos prejuicios eran incorrectos entonces y son incorrectos ahora". Gracias por la advertencia.
Almost fly acierta en el retrato de una juventud alemana que se debate frente a un futuro incierto, y que encuentra escapatorias a la incertidumbre abrazando la música y las costumbres sociales occidentales. El nacimiento del hip hop alemán se produjo precisamente en los años ochenta, pero no fue hasta principios de los noventa cuando se introdujo en la corriente principal de la música, con grupos como Die Fantastischen Vier y Rödelheim Hartreim Projekt, principalmente influidos por la irrupción de películas como Wild style (Charlie Ahearn, 1983) y Beat Street (Stan Lathan, 1984), que mostraban que el hip hop trascendía su condición de género musical, para convertirse en un estilo de vida. Estas películas se citan en la serie como referentes de los protagonistas, junto a grupos como Public Enemy. Lo que consigue el director y guionista Florian Gaag (1972, Alemania), que ya había hecho una incursión en el movimiento grafitero alemán con el documental Wholetrain (2006), es crear una ficción juvenil en torno a esta incursión de la cultura del rap en una Alemania tambaleante cuya juventud tenía aspiraciones más allá de sus propias fronteras. Así lo representa el personaje de Walter, por ejemplo, cuyo padre quiere que herede la gasolinera de la que es dueño, mientras él está más obsesionado con la música.
La serie tiene humor y una entretenida historia de instituto que, a pesar de su previsibilidad, ofrece una propuesta original a las habituales series juveniles, en un contexto histórico que aporta elementos mucho más ricos a la construcción de los personajes. Hay algunos guiños a esos prejuicios raciales que mencionábamos antes, como cuando en una escena Ben considera racista que el pastelero venda una magdalena de chocolate a la que llama "Brown" (Marrón), o en las incursiones de una banda de neonazis en el instituto, que termina con su coche pintado con la bandera comunista. Pero también hay mucha música, creada por las compositoras Freya Arde y Anna Kühlein junto a algunos de los nombres destacados del hip hop alemán, como la rapera Kelvyn Colt, el productor musical Dexter, el rapero Fatoni, el músico de origen congoleño Roger Rekless y el instrumentista JJ Whitefield. Los personajes están bien desarrollados, con historias personales que reflejan ese intento de "volar" a través de su grupo Atomic Trinity, que escandaliza al director del instituto cuando actúa en una celebración escolar. Por supuesto, Almost fly es una historia de crecimiento, un coming-of-age que hace enfrentarse a los protagonistas a sus propios retos personales y, por el camino, encontrar su propia identidad, y se trata de una de las propuestas juveniles más interesantes de este mes.
The old man se estrena en Disney+ el 28 de septiembre.
The bear se estrena en Disney+ el 5 de octubre.
Irma Vep se puede ver en MUBI.
Los 400 golpes y Jackie se pueden ver en Filmin, HBO Max y Prime Video.
Personal shopper se puede ver en Filmin y Prime Video.
Hierve, Tom of Finland y Psicosis se pueden ver en Filmin.
Los archivos del Pentágono se puede ver en Filmin y Movistar+.
Shutter Island se puede ver en HBO Max y Prime Video.
Toni Erdmann se puede ver en Filmin y HBO Max.
Noticias del gran mundo se puede ver en Netflix.
Brooklyn y La entrega se pueden ver en Disney+.
El caso de Thomas Crown se puede ver en Filmin y MGM.
Adiós pequeña, adiós, In the Earth, 4 días y Spider-man: No way home se pueden ver en Movistar+.
Mystic River, The inventor y El resplandor se pueden ver en HBO Max.
Citizen K y Spencer se pueden ver en Prime Video.
No hay comentarios:
Publicar un comentario