Si hay un festival en el que tiene sentido asistir a una edición presencial en mitad de una pandemia viral ese es el Festival de Cine Fantástico de Sitges. Porque este año, rodeado de las medidas de seguridad motivadas por el coronavirus, el formato presencial de Sitges parece sacado de una de esas películas que incluye en su programación: mascarillas, geles antibacteriales, distancia social... Es un ejercicio de metacine que resulta singular y tiene algo de apocalíptico. Afortunadamente, la organización del festival decidió adoptar el formato híbrido, vaticinando una aproximación del público de fuera de Sitges menor de lo habitual. Porque, aunque los festivales que se celebran presencialmente intentan justificarse, lo cierto es que las cifras de este año no han alcanzado ni a la mitad de las que se llega en ediciones "normales". Esto no será tan patente en Sitges, porque se ha optado, como otros muchos festivales más pequeños, por tener una actividad presencial pero al mismo tiempo un formato online que, eso sí, incluye menos de la mitad de las películas programadas, dejando fuera muchos de los títulos más atractivos.
La programación del Festival de Sitges es, como suele ser habitual, un cajón de sastre en el que se puede encontrar de todo: desde el cine más gamberro hasta las propuestas más contenidas; desde grandes obras hasta auténticos bodrios. Y este año destaca la ausencia de grandes títulos que las productoras han decidido posponer, por lo que se ha apostado por un cine más modesto, menos ruidoso, pero en el que encontramos algunas joyas. Esa, al final, es la función de un festival de cine, aunque algunos de ellos parecen haberlo olvidado. A continuación realizamos un repaso a las películas de las que más se está hablando en esta edición del Festival de Cine Fantástico de Sitges, los grandes descubrimientos pero también las grandes decepciones.
Lo que pudo ser...
Posiblemente una de las películas más esperadas del año en el género fantástico es la secuela de Train to Busan (Sang-ho Yeon, 2016), una revisión del subgénero de zombis que logró en Sitges los Premios a Mejor Director y Mejores Efectos Visuales. Esta segunda entrega, Península (Sang-ho Yeon, 2020), que compite también en la Sección Oficial, ha contado con más presupuesto y un periodo de producción largo. La opción en este caso ha sido la de desprenderse de su condición de continuación, eliminando la referencia directa, pero manteniendo una promoción que de todas formas se sostiene en el éxito de aquella. Pero, efectivamente, Península tiene pocos elementos en común con Train to Busan, aunque lo que elimina o modifica es lo que hacía a aquella un planteamiento original. Aquí, el escenario se amplía desde un tren hasta toda una ciudad, y se intenta reforzar el mensaje del ser humano como depredador del propio ser humano. El problema es que películas sobre ciudades aisladas, sobre una civilización hambrienta de sí misma, sobre la suciedad del entorno y del alma, ya se han visto anteriormente (de hecho, Península podría definirse como una especie de Mad Max (George Miller, 1979) con zombis). Pero, además, la representación de estos muertos vivientes es aquí menos orgánica, más supeditada a los efectos digitales, con escenas que pretenden ser de acción trepidante pero que acaban mostrándose como una imitación del mundo de los videojuegos. La amenaza se hace más inconsistente.
Hay un cierto cine de terror, el denominado últimamente "terror de autor", que trata de utilizar la envoltura del género para hablar de temas más profundos, o con ciertas connotaciones sociales, en el caso de Hereditary (Ari Aster, 2018) o El hombre invisible (Leigh Whannell, 2020). Lo cual no deja de mostrar un desconocimiento absoluto de la retórica del cine fantástico, porque las grandes películas de terror casi siempre tienen un subtexto que reflexiona sobre la sociedad. George A. Romero hablaba del ser humano frente a la amenaza en La noche de los muertos vivientes (1968) en plena Guerra Fría, o de la sociedad consumista en Zombi: El regreso de los muertos vivientes (1978).
Dentro de esta categoría encontramos Amulet (Romola Garai, 2020), presentada en la Sección Nuevas Visiones, que tiene como protagonista a un refugiado y una casa amenazante rodeada de elementos misteriosos, que nos propone una lectura feminista del género de terror. Pero la directora, que cuenta con el soporte interpretativo de la gran Imelda Staunton, parece más interesada en el subtexto que en el contexto, y va construyendo una atmósfera que resulta irrespirable, pero que es más formal que efectiva. Da la impresión de que la realizadora se olvida del espectador, que en su intento por construir una mirada "artística" frente al género se acaba perdiendo en sus propias elucubraciones. Y aunque el final plantea una propuesta que no es del todo desechable, el camino hasta llegar ahí resulta soporífero.
Cosmética del enemigo (Kike Maíllo, 2020) es una de las películas españolas presentadas este año dentro de la Sección Oficial, y también una de las más esperadas, por las anteriores incursiones del director en el género fantástico, como Eva (Kike Maíllo, 2011), que ganó el Premio a los Mejores Efectos Visuales en Sitges. En este caso, adapta una novela de la escritora belga Amélie Nothomb que ofrece una incursión en el misterio psicológico, cuando un personaje de èxito es abordado en un aeropuerto por una extraña joven que le comienza a relatar historias que parecen esconder un objetivo oculto. Protagonizada por un reparto internacional y rodada en inglés, la película se construye como una historia de suspense, más que de terror, pero comete un desacierto grave cuando cambia el género de uno de los dos personajes, ya que en la novela son ambos masculinos. Esta decisión provoca que haya relatos que pierdan eficacia (la escena del cementerio), y elimina buena parte del interés que tiene la novela original que, sin ser una obra maestra de la literatura, ofrecía un interesante estudio sobre la psicología masculina.
Tecnologías en nuestra contra
Una de las películas que formaban parte de la Sección Oficial era Save Yourselves! (¡Desconectados!) (Alex Huston Fischer, Eleanor Wilson, 2020), pero la programación de la película en Movistar+ provocó que la organización del Festival de Sitges decidiera eliminar su carácter competitivo, aunque manteniéndo las proyecciones previstas. Se trata de una comedia que ofrece una interesante propuesta de humor negro en torno a una pareja que decide desconectarse de las tecnologías para escaparse a una cabaña, sin saber que la decisión la han tomado justo cuando se produce una invasión alienígena contra nuestro planeta. Es una película divertida que tiene la osadía de presentar una historia de invasiones extraterrestres con dos únicos personajes, y que de alguna manera homenajea a las películas de ciencia-ficción de los años ochenta.
Las nuevas tecnologías también están presentes en Host (Rob Savage, 2020), que es posiblemente uno de los títulos del género fantástico de este año. Y seguramente la primera muestra del género envuelto en la pandemia del coronavirus, porque se rodó a distancia a través de la aplicación Zoom de videoconferencias. Se trata de una película de sustos, con una reunión vía Zoom de un grupo de amigas para realizar una sesión de espiritismo. Y aunque aparentemente su objetivo principal es el de crear un crescendo de tensión, en una especie de vuelta de tuerca a películas como Paranormal activity (Oren Peli, 2007), lo cierto es que consigue su objetivo y está realizada con mucho talento, dadas las circunstancias en las que se ha rodado, en mitad del confinamiento. Pero no se trata de una propuesta tan superficial como pudiera parecer, sino que ese contexto de pandemia le da también una lectura sutil sobre las amenazas que nos acechan, y para las que ni siquiera nuestros propios hogares son espacios de seguridad.
En Spree (Eugene Kotlyarenko, 2020) la tecnología está presente a través de las redes sociales y esta sociedad del "like" que hemos construido. El protagonista es un aspirante a influencer, interpretado con acierto por Joe Keery, uno de los protagonistas de la serie Stranger things (Netflix, 2016-2021), que se introduce en una espiral de violencia para tratar de conseguir el mayor número de seguidores. Se trata de una comedia negra, planteada como una de estas producciones cuya acción solo vemos a través de las cámaras digitales, que tiene un planteamiento interesante, pero que se va agotando conforme se desarrolla. La historia se hace repetitiva y acaba en un festín gore que tiene su gracia, y que seguramente es la razón por la que está en la Sección Midnight X-treme, aunque tampoco es especialmente extrema, pero que parece más una conclusión motivada por la falta de ideas que por la propia naturaleza del argumento.
La amenaza está en casa
También en tono de comedia negra encontramos en la sección competitiva Becky (Jonathan Millot, Cary Murnion, 2020), quizás uno de los títulos de los que más se va hablar, para bien y para mal. Se trata de una película de subgénero "home invasion" que lleva hasta el extremo la capacidad de autodefensa de una adolescente, convertida en una especie de Rambo con las hormonas en ebullición. La película es disfrutable siempre que aceptes como espectador la premisa enloquecida de su argumento. Se agradecen los toques de gore que aportan cierta frescura a la historia, bien interpretada por la joven Lulu Wilson y el cómico Kevin James, aquí en un personaje alejado de sus habituales trabajos. En todo caso, la premisa se acerca a películas como Solo en casa (Chris Columbus, 1990), pero con ataques más sangrientos.
En Relic (Natalie Erika James, 2020), que compite en la Sección Oficial, la directora amplía la historia de su cortometraje Creswick (Natalie Erika James, 2017), un espléndido ejemplo de terror atmosférico, para construir un relato más complejo que tiene a tres generaciones de mujeres como protagonistas. Al contrario que en Amulet (Romola Garai, 2020), aquí está lograda esa lectura femenina, a través de una película que consigue crear una ambientación lúgubre y amenazadora, y que propone una interesante reflexión sobre el paso del tiempo. El camino es minimalista, quizás demasiado, pero genera una sensación de claustrofobia que produce escalofríos. Es un viaje hacia la demencia entre paredes que asfixian a los personajes. Pero el terror auténtico comienza cuando acaba la historia.
Una de las propuestas más interesantes que compiten en Sitges es Archive (Gavin Rothery, 2020), sorprendente debut, que plantea una relación entre el ser humano y las formas robotizadas, en una línea que puede recordar a Ex_Machina (Alex Garland, 2014). La película habla de la consciencia de los robots, pero también de la inconsciencia del hombre. Es una incursión fascinante en el mundo de la Inteligencia Artificial y sus límites (o la falta de ellos). Hay un trabajo espléndido de diseño de producción (casi toda la historia sucede en un solo espacio), que recuerda a Moon (Duncan Jones, 2009), lo cual tiene lógica porque Gavin Rothney fue diseñador de decorados de aquella película, con la que también guarda algunas similitudes en el tratamiento de una historia de aires casi minimalistas. El director maneja bien el sentido del ritmo y dosifica adecuadamente la información, de forma que la lógica aparece cuando se revela del todo la naturaleza de la historia.
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