Celebrar unos premios en medio de una pandemia siempre debe ser considerado como un auténtico gesto de reconocimiento al trabajo de profesionales en unas condiciones difíciles. Si hay sectores que han sido golpeados por la necesidad del confinamiento, esos son aquellos que acogían la interrelación que los seres humanos precisamos: desde la restauración y el turismo hasta aquellas representaciones comunitarias en teatros, salas de concierto y cines. De alguna manera, los Premios Goya (como representación máxima de los otros numerosos premios que se conceden estos meses), se convierten en el símbolo de la difícil situación que atraviesa el cine, con retrasos en los rodajes, producciones canceladas, estrenos pendientes, etc.
Otra cosa es que las nominaciones reconozcan los mejores trabajos del año. Personalmente, no me suelo encontrar muy cercano a los gustos de los académicos, y este año tampoco es diferente. Adú (Salvador Calvo, 2020) se ha alzado con 14 candidaturas, un relato buenista sobre la inmigración, lleno de clichés y contado a través de tres tramas de las cuales dos son totalmente innecesarias. La película representa un mensaje social que en realidad es el más antisocial que existe.
La boda de Rosa (Icíar Bollaín, 2020), que cuenta con 9 nominaciones, es otro relato buenista sobre la reivindicación personal de una mujer siempre en segundo plano, siempre necesaria para los demás pero incapaz de dedicar tiempo para sí misma. Y se puede entender la nominación a Candela Peña, porque toda la película gira en torno a ella, pero no las de película y, sobre todo, dirección, porque Icíar Bollaín, precisamente, es la que no consigue crear una atmósfera que evite la sensación de que el mensaje está por encima de la historia.
Precisamente este año predominan las miradas hacia la reivindicación de la mujer, con los otros dos títulos que han conseguido 9 nominaciones: Akelarre (Pablo Agüero, 2020), que sin embargo se ha quedado sin presencia en las categorías más importantes, y Las niñas (Pilar Palomero, 2020), que lleva una carrera imparable desde su presentación en el Festival de Berlín, y que ya tiene un Premio Goya casi seguro, porque Pilar Palomero es la gran favorita en la categoría de Dirección Novel, pero tampoco descartemos que consiga ser la Mejor Película, teniendo en cuenta que hace poco triunfó en los Premios Forqué. Situada en el año del espejismo, 1992, cae en algunos tópicos de los relatos de crecimiento, pero construye una conmovedora relación madre-hija que es lo más interesante de la película.
Por último, Sentimental (Cesc Gay, 2020) es, sorprendentemente, la historia más redonda de todas las nominadas como Mejor Película, en su contexto de comedia sobre las relaciones personales, aunque solo ha conseguido 5 nominaciones. Y tampoco se entiende que, precisamente Cesc Gay, el artífice de que una obra teatral se convierta en una construcción narrativa eminentemente cinematográfica, no esté nominado como Mejor Director. Porque, aunque no consiga el equilibrio entre drama y comedia que lograba en otros títulos como Truman (Cesc Gay, 2015), sí nos mueve a la reflexión sobre las relaciones personales, en un momento en el que estas relaciones parecen difusas.
Bandas Sonoras
En el apartado de bandas sonoras, no ha habido grandes sorpresas. Ganadora del Premio a la Mejor Banda Sonora en el Festival de Sitges, Baby (Juanma Bajo Ulloa, 2020), que permanece inédita todavía, ha supuesto el regreso de Bingen Mendizábal al cine, de la mano del director con el que ha colaborado habitualmente. Compuesto junto a Koldo Uriarte, este trabajo podría darle su primer Goya, reconocimiento merecido teniendo en cuenta que Bingen Mendizábal solo ha conseguido una nominación por El juego del ahorcado (Manuel Gómez Pereira, 2008), y que ninguna de sus excelentes composiciones ha tenido el reconocimiento de la Academia. Sería, por tanto, un Goya merecido y necesario. También destaca la presencia de dos debutantes, Aránzazu Calleja y Maite Arrotajauregi, compositoras de la música de Akelarre (Pablo Agüero, 2020), que parte de las sonoridades de la música vasca.
También es la segunda nominación para Federico Jusid, que solo ha optado al Goya por El secreto de sus ojos (Juan José Campanella, 2009), y que consigue un trabajo melódico notable para El verano que vivimos (Carlos Sedes, 2020), menos arriesgado que No matarás (David Victori, 2020), pero más logrado en su ejecución como conjunto.
Roque Baños queda como el más veterano de las nominaciones a los Premios Goya, con que ha logrado una doble candidatura por la película Adú (Salvador Calvo, 2020), en las categorías de Mejor Música Original y Mejor Canción. Alcanza por tanto la cifra de 15 nominaciones a los Premios Goya, de las que consiguió tres galardones por la canción original de la película Salomé (Carlos Saura, 2002) y las bandas sonoras de Las 13 rosas (Emilio Martínez Lázaro, 2007) y Los crímenes de Oxford (Álex de la Iglesia, 2008) Para Adú ha creado una banda sonora ambiciosa pero no especialmente inspirada.
Lo que pudo ser y no fue
Aunque estén presentes en las nominaciones de los Premios Goya, algunas películas no lo están en la medida que, para nosotros, sería merecido. Es el caso de Ane (David P. Sañudo, 2020), que ha logrado 5 nominaciones, entre ellas Mejor Película, Director Novel y Actriz, que se quedan cortas para la que es, posiblemente, la mejor película española del año pasado. Y mucho nos tememos que acabará yéndose de vacío por el tirón que tienen Pilar Palomero como directora novel y Kiti Mánver como actriz. Una espléndida historia sobre la incomunicación entre nacionalismos, pero también entre madres e hijas, que convierte el detalle en reflejo de la globalidad.
My Mexican bretzel (Nuria Giménez Lorang, 2020), es un documental muy recomendable que no es lo que parece. Y aunque ha conseguido ser nominado en la categoría de Mejor Documental y Mejor Dirección Novel, ha sido olvidado en lo que precisamente destaca, el trabajo de Montaje.
Y El año del descubrimiento (Luis López Carrasco, 2020), que posiblemente consiga el Goya a Mejor Documental (y que sí ha sido nominado en la categoría de Mejor Montaje), pero que hubiera merecido una valentía mayor que evidentemente no tienen los académicos para considerarla como mejor película y director, por lo menos. No se entiende, por ejemplo, que Nieva en Benidorm (Isabel Coixet, 2020) una nominación como Mejor Directora, dejando fuera trabajos tan lúcidos y detallistas como El año del descubrimiento. O, en todo caso, se entiende por el lobby catalán que siempre ejerce una fuerte influencia en los Premios Goya.
También resulta incomprensible la ausencia de Palabras para un fin del mundo (Manuel Menchón, 2020), tanto en las categorías de Mejor Documental como en el Mejor Banda Sonora, con el notable trabajo de Iván Palomares.
El drama del cine de animación
Resulta sorprendente que en una categoría solo se presente una candidata, pero eso es lo que ha ocurrido con la de Mejor Largometraje de Animación. La gallina Turuleca (Eduardo Gondell, Víctor Monigote, 2020), ha sido la candidata solitaria y, al haber sido votada por al menos un miembro de la Academia, ha conseguido la nominación pero, también, el Premio Goya automáticamente. Esta circunstancia no es nueva, porque ya en 1993 El regreso del viento del Norte (Maite Ruiz de Austri, 1993) fue la nominada en solitario como Mejor Película de Animación.
Lo que resulta sorprendente es que ocurra en un contexto como el actual, con la proyección internacional que han tenido producciones de animación recientes como Buñuel en el laberinto de las tortugas (Salvador Simó Busom, 2019), Premio Goya y Premio del Cine Europeo el año pasado, o el éxito de Klaus (Sergio Pablos, 2019), que incluso fue nominada a los Oscar. Pero ese éxito se ha tornado en espejismo, y manifiesta las dificultades a las que se enfrenta la animación española. Lo que resulta curioso, en todo caso, es que una película como Josep (Aurel, 2020), que es coproducción española y que logró el Premio del Cine Europeo como película de animación, no haya sido candidata para los Premios Goya.
Los Premios Goya se entregan el próximo 6 de marzo.
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